jueves, 4 de febrero de 2016

Noches En El Balcón 29

-Ahora mismo, me hallo muy decepcionada de él –Respondió de inmediato con enfado y cerrándose por un momento en sí.

Elisabeth, solo supo observarla en silencio y darle unos minutos. Para después volver atacar, pues no le gustaba que sus amigos estuvieran en aquella situación por mucho tiempo más.

-Eso, lo supongo perfectamente –Suspiró-. Pero sabes que mi pregunta no iba por ahí.

Las mejillas de Yola, adquirieron un parecido a la granada.


-Que Quieres qué te diga, que no supongas ya –Soltó a media voz y sin mirarla aún.

-Pues no se sí me hallo en lo cierto, por lo rebuscado que está el asunto.

Alguna lágrima asomó por los tristes ojos de la inocente joven, antes de girarse a su amiga y comenzar a confesar algo de sus sentimientos.

-Si te digo la verdad, cuando conocí a Eric y sin saber, que era mí vecino –volteó los ojos, mientras sorbía por la nariz sin dejar de acariciar al felino-, me cayó mal –Sonrió débil-. Lo encontré un creído prepotente guapo.

Las comisuras de Elisabeth se alzaron un poco.

-Luego, al ver que era mi vecino y que se cogía confianza con mi madre –Hizo una mueca con sus labios-. Lo odié.

Allí su amiga rió.

-Pero al llevarme a trabajar, depositar cierta confianza y tener ciertos gestos en mí –Se alzó de hombros –Lograron confundirme. Nunca me he enamorado Elisabeth. No sé si es amor… -Su voz se quebró un poco-. Pero si sabía que sentía algo positivo por él. Cierto, nos besamos y me gustó. Eso me demostró que físicamente me atrae, algo que intuí desde un principio.

Elisabeth volteó los ojos con un chasquido de lengua.

-Pero… Yo fui yo –Marcó con énfasis-. Cosa que él no… Y ahora, solo quiero saber que siento por él, pero sola. Sin verlo. Sin sus manipulaciones…

-Entiendo –Suspiró la otra chica-. Pero también se, que él vendrá a intentar hablar contigo –Fue cuando apareció por fin una sonrisa traviesa de las suyas-. Se como darte ese tiempo, aunque él lo sabrá y no le gustará –La peliroja frunció el ceño con marcado interés-. Confirmaré su asistencia en una conferencia que dura lo que queda del verano, por ciertas ciudades de Europa y Asia.

-Te va a matar –No pudo evitar el que asomara una sonrisa confabuladora.

-Lo sé –Rió-. Pero él lo comprenderá en Septiembre.

-¿Cómo? –Preguntó confundida.

-Tú tranquila, aprovecha que te lo quito de encima –apresuró en  señalar-. Pero en Septiembre a su vuelta, yo me quedo al margen de lo que surja.

-Claro –Se lanzó la chiquitina a sus brazos animada-. Muchas gracias, te quiero mucho.

-Yo también enana, pero me volvéis loca –Confesó con un movimiento de cabeza hacia los lados-. Tengo hambre –Se puso en pie-. ¿Chino o pizza?


Bien entrada la madrugada del Domingo, Elisabeth se hallaba aún en el comedor a pesar de que Yola, hacia más de tres horas que se había ido a dormir al cuarto de invitados.

Se hallaba en el sofá, teniendo encima de sus piernas extendidas su portátil rosa chillón. Al que más de una vez, su amigo Eric había gruñido al verlo, indicando que aquello era un ataque perjudicial para la vista.

Con una sonrisa en sus labios, presionó al botón de enter, para enviar el correo al chico con las reservas de hoteles, billetes de avión, horarios… Como también enviaba una copia a los de la empresa, para que supieran en qué momento podían ponerse en contacto con él, para alguna urgencia.

Y un minuto después, su móvil vibraba contra su cadera.

Aspiró con fuerza, carraspeó un poco y descolgó…

-Tú tampoco puedes dormir hoy por la calor –Soltó con tono de burla, sabiendo que en un segundo su oído sería taladrado por un grito.

-De sobras sabes que sufro de insomnio –Siseo el joven entre dientes-. Pero créeme, que ahora aún menos dormiré con el itinerario que me has marcado, cuando quedamos que no me interesaba.
Su tono se oía algo amenazante.

-Pero créeme, que te irá bien acudir ahora a esas citas y no para las navidades como querías hacer –Intentó convencer la joven con tono despreocupado.

-¿Por qué me quieres alejar ahora? –Directo con tono osco-. Cuando ni me has concedido algo de duda, solo pedía verla una vez…

-Solo es un mes –Suspiró Elisabeth con cierto pesar-. Vuelves justo para el comienzo de las clases. Os hace falta ese espacio, para que penséis o ella piense… -Se le adelantó sabiendo que iba a intervenir él-. En Septiembre será tu territorio y yo no intervendré, lo prometo.

-¿Cómo que mi territorio? –No comprendió las palabras de la chica.

-Nada, que te vayas por ese mes y prometo que en Septiembre, habrás recibido mi apoyo de forma invisible, sin que ella se dé cuenta. Concédeme ese espacio de tiempo y duda –Suplicó con tono amigable.

-De acuerdo Elisabeth –Cedió al final el chico-. Pero también te doy ese espacio a ti, y no hablo de Yola… -Soltó antes de que escuchara algo de unas maletas.

-Cabronazo –Gruñó entre dientes la chica, sabiendo a qué se refería. Cerró su portátil para irse a la cama, al día siguiente tenía que trabajar.





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