Beth abrió los ojos con lentitud, tratando de ubicar el lugar en el que estaba. ¿Este no era su departamento en Italia cierto? No, claro que no. Se incorporó de golpe, América…
Volvió a escuchar el insistente timbre del teléfono y suspiró. ¿Quién podía ser? Casi podía asegurar que sabía quien llamaba. Casi estaba totalmente convencida que no podía equivocarse.
- ¿Diga? –preguntó, sofocando un bostezo.
- ¡Beth, qué bueno que contestas! Tu padre ya estaba a punto de…
- Hola Danna –interrumpió Beth, frotándose sus ojos- dile a papá que estoy bien, que sigo viva y no necesita venir aquí –sonrió.
- Mi querida Beth, díselo tú misma que yo no he logrado convencerlo –dijo.
- Pero, Danna… -protestó demasiado tarde, escuchó la voz de su padre- papá, buenos días… -Beth puso en blanco los ojos- aquí son días aún, papá y está todo bien.
- No lo sé, hija. ¿Tu cumpleaños ahí? No me parece que… -se quedó en silencio, al ser interrumpido por Danna, adivinó Beth- sí, lo sé –contestó, pero no parecía dirigido a ella- bueno pequeña, como me acaban de recordar ya estás bastante grandecita –sonrió suavemente- solo estaba un poco preocupado por ti. Soy tan solo un hombre con bellísimas hijas ¿se me permite verdad?
- Sí papá –sonrió Beth extrañando su hogar- estaré de vuelta pronto.
- No me gustó ese pronto, hija. Pero está bien… sé que eres bastante juiciosa, algunas veces.
- ¿Algunas veces? ¡Dime una vez que…! –Beth empezó haciendo un mohín- sí, sin duda eres mi padre, sacándome de mis casillas como de costumbre. Me siento como una niña cuando me hablas así…
- Siempre serás mi niña –rió él- pero bueno, no te interrumpo más…
- Te contaré como estuvo mi cumpleaños, en casa ¿si papá? –Beth respondió con un suspiro- de hecho, si lo prefieres, invita a toda la familia y les cuento a todos… les fascinan esas reuniones –bromeó y tras unos minutos, se despidió, con una sonrisa en su rostro.
Se levantó para darse una ducha antes de reunirse con Sylvie y Julie para comer, como habían quedado, aunque Beth dudaba mucho de que ellas lograran llegar… tal vez se quedaban dormidas. ¡Quien sabía hasta que hora habría durado su fiesta de cumpleaños! –rió.
Una hora más tarde, entraba Beth a un discreto restaurante, que era uno de sus favoritos y acudía por lo menos una ocasión cada vez que visitaba aquel país. Pidió una mesa y trató de concentrarse en el menú que le pasaron. No lo lograba. Igual que antes… que hace media hora que había prendido su computador para revisar su correo y se encontró buscando noticias sobre él. ¿Por qué le pasaba esto? ¿Por qué él? Lucian…
- ¡Beth, puntual como de costumbre! –saludó Sylvie con una sonrisa- ¿cómo estás? ¿Qué tal tu fiesta? –añadió con intención.
- ¡Como si no hubieras estado ahí! –contestó Beth con sencillez.
- Sylvie muere de curiosidad por preguntarte por Lucian ¿no? –precisó Julie con su habitual indelicadeza.
- ¡Ah, tus comentarios siempre son tan… discretos! –censuró Sylvie.
- ¿Qué tiene de malo ser directa? –se quejó Julie- si, ya lo sé. No lo repitan.
- No hay problema, Sylvie –sonrió Beth y miró a Julie- Lucian es todo un caballero, por supuesto. Me acompañó hasta el departamento y se marchó.
- ¿Así nada más? –Sylvie hizo una mueca.
- Efectivamente… -contestó concisamente Beth.
- ¿Segura? –dudó Julie.
- Sí… -Beth puso en blanco los ojos- después de tomar un café conmigo.
- ¿Un café? –preguntaron en coro y ella asintió- ¿de verdad?
- Sí, solo un café. Charlamos un poco y… se marchó.
- ¡Qué romántico! –soltó Julie con un suspiro.
- ¿Romántico? –inquirió Sylvie con incredulidad- es la cosa más rara que he escuchado. ¡Un café a esa hora! –rió y señaló a Beth- tú, Elizabeth Ferraz, eres una persona extraña…
- El sentimiento es mutuo, amiga mía –Beth se encogió de hombros.
- Somos raras, las tres –completó Julie- eso lo sabemos ya –rió.
- ¡Cuánta razón! –aprobó Beth- ¿ordenamos?
- ¿Tienes prisa? ¿Una cita? –fastidió Sylvie.
- Eso debe ser… –Beth contestó con una sonrisa misteriosa, tomó el menú e ignoró sus preguntas.
Comieron entre risas y una animada charla, en un ambiente despreocupado que, a la llegada de la tarde, se tornó algo ruidoso, por lo que decidieron ir al cine, pues ponían una película que Julie quería mirar.
- ¡Es tan injusto! –se lamentó Julie haciendo un mohín- no deberían ser tan guapos –suspiró.
- ¿Qué? ¿Quiénes? –preguntó Beth, que se había perdido de la conversación mientras recordaba un documento que debía enviar a Italia- ¿Julie?
- Sí, es que… ¿en qué pensabas? –preguntó Julie riendo.
- ¿En quién? –corrigió Sylvie con una risita.
- En mi padre –sonrió Beth mirando el desconcierto de ellas- tengo que enviarle un documento a Italia… pronto –rió.
- ¡Qué interesante! –puso en blanco los ojos Sylvie, sintiendo un codazo de Julie- bien, es que solo Beth, de todas las mujeres que conozco, puede pasar una noche junto a un hombre como Lucian y al día siguiente pensar en trabajo. ¿Cómo lo haces? ¡No hay manera! Realmente, me rindo de intentar distraerte de él, tienes una especie de matrimonio con tu trabajo.
- Exagerada… -negó Beth- eres una exagerada, Sylvie.
- ¡Exagerada! Claro que no. ¿Qué te pareció Lucian? –interrogó.
- ¿Qué me pareció? Muy agradable, bastante simpático e inteligente…
- ¿Inteligente? –Julie abrió los ojos- solo tú podrías calificar a alguien como él de inteligente.
- ¿Qué? ¡Él no es tonto, Julie! El hecho de que sea actor no significa que lo sea, o que su físico condicione el interés que cualquier mujer podría sentir por él. Es guapísimo, pero también inteligente, interesante y gracioso…
Sylvie y Julie se miraron y rieron a carcajadas. Beth hizo un mohín y se giró, mirando fijamente la cartelera del cine, como si estuviera buscando alguna película en particular.
- No te enfades, Beth –Sylvie le tocó el hombro- solo estábamos bromeando. Aunque, lo que dijo Julie es cierto. ¿Cómo logras calificar a Lucian como inteligente? No creo que a alguien se le venga esa palabra a la mente... es decir, no de las primeras cualidades que le otorgaría.
- Tampoco es de las primeras que yo le daría –corroboró Beth- hasta hablar con él –se encogió de hombros- es un hombre muy interesante.
- ¿Te interesa él como hombre? –preguntó Julie.
- ¿Cómo rayos logras voltear así lo que acabo de decir? –rió Beth censuradora- ¡Chicas, ustedes son unas americanas muy locas!
- Y tú eres una italiana que le encanta sentirse americana de vez en cuando.
- Puede ser –asintió Beth ante la observación de Sylvie.
- Harían una pareja encantadora –comentó Julie soñadora- tu eres hermosa y él muy guapo, son inteligentes y se entienden perfectamente…
- Yo no diría tanto… -replicó con cautela Beth.
- Sí, pero… Beth no aceptaría un juego con Lucian. Es obvio –añadió pensativa Sylvie, mientras Julie asentía- es una verdadera lástima.
- ¿Un juego? ¿Qué es una lástima? –Beth entrecerró los ojos- ¿hay algo que yo no sepa?
- Demasiadas cosas –bromeó Julie- bueno, con respecto a Lucian…
- ¿Sí? –apremió Beth, sin siquiera notarlo. Julie y Sylvie cruzaron una mirada dudosa- ¿qué sucede?
- Lucian es famoso, como tú lo has podido constatar y…
- No sé a qué viene eso… -interrumpió Beth y se calló ante la mirada de Sylvie- bien, continúa.
- Él ha estado en los medios por años… y ha habido rumores –Sylvie dudó pero Beth abrió los ojos desmesuradamente- que siempre ha estado enamorado… -Beth tragó con fuerza- de Mary, una de las guionistas de la serie, la conociste y… -Beth no escuchó más, no era necesario.
Siempre pasa, al menos se enteró de los rumores, peor es enterarse después.
ResponderEliminarAunque tal vez la envidia juegue su papel.
Un abrazo desde MG