Capítulo 2
- Oh si –rió Mary- tú vienes conmigo, Lucian. Nick,
Donovan y Derek también vienen –animó.
Lucian la miró rendido. Sabía que si luchaba contra
Mary, siempre perdía. Así que tan solo asintió y siguió tomando sus cosas para
salir del camerino.
- ¿Y no preguntarás a qué te invitamos? –Donovan
soltó casualmente y Lucian negó- ¿vendrás cierto?
- ¿Tengo alternativa alguna? –preguntó, aún cuando
sabía la respuesta. Todos negaron firmemente.
- Estás demasiado tranquilo –apuntó Derek- realmente,
necesitas diversión.
- Sí, no te dañaría nada uno que otro escándalo –rió
Nick- por tu falta de novedades, se inventan cada noticia tuya.
Lucian arqueó una ceja. La verdad era que no le
interesaba mucho lo que los medios decían de él. Desde los primeros años de su
carrera, aprendió que debía hacer oídos sordos al 90% de lo que se publicaba
acerca de él. Si querían inventar que tenía un nuevo romance cada día, hora o
mes… no era su problema. Daba rating, decían, y ¿eso era lo importante no? Aunque
lo mejor era permanecer soltero, subían las encuestas. Nunca le importó. Cuando
se tenía un sueldo fijo y ninguna relación sentimental importante, no
interesaba lo que publicaran o dejaran de publicar los medios.
- Es igual –Mary intervino- nosotros vamos. Es el
cumpleaños de una amiga muy apreciada. Una italiana preciosa –añadió con
intención.
- ¡Italiana! –rió Lucian- vaya, vaya. ¿Así que
conoceré a alguien que realmente es de Italia y no finge como yo? ¡No puedo
esperar! –sonrió sarcásticamente y Mary puso sus ojos en blanco.
- A mí sí que me interesa conocer a la italiana –dijo
Nick- siempre es una buena idea darle más realidad a nuestros personajes.
- Sí, como no –Lucian negó con la cabeza- pobre
chica.
- No te llegas a ser una idea de lo que dices –rió
Mary- cuando la conozcas, lo sabrás –explicó, ante su mirada de extrañeza.
- ¿Qué tiene? –respondió interesado Donovan- ¿es
hermosa? ¿es rica? ¿es joven?
- Lo más
importante… -Derek interrumpió- ¿es soltera? ¿novio? ¿alguien?
Mary rió y cerró la puerta detrás de ella, a pesar de
las protestas de los 3 hombres. El único que mantenía silencio era Lucian. A él
no le interesaba la italiana ni ninguna otra mujer. No le gustaban las
complicaciones, de ningún tipo, y menos si venían del otro lado del Atlántico.
Él tenía a las mujeres que quisiera, ahí mismo, cuando él lo dispusiera. Porque
alguna ventaja tenía ser uno de los actores del momento. Mujeres dispuestas no
le faltaban y no era que últimamente tuviera demasiado tiempo libre, tampoco.
Salió del camerino, prácticamente empujando a sus 3
compañeros de la serie. Él tenía uno de los papeles protagónicos, junto con
Derek, Donovan y Nick. Los 4 tenían el rol de hermanos italianos en una de las
series revelación de los últimos años. Jóvenes, cautivadores e irresistibles… o
alguna estupidez por el estilo, era el slogan de la serie. Lucian reía siempre
que se lo recordaban o trataban de identificarlo con su papel en la serie. Él
no se consideraba como “Donato”, su personaje. Un irreverente, rompecorazones,
despreocupado y engreído hombre. Tal vez lo había sido alguna vez, como ese
síndrome en que te adentras tanto en un personaje que terminas convirtiéndote
en él. Pero no por mucho, era un estilo de vida que no podía mantenerse. O lo
dejabas o te mataba. Así de sencillo. Había vivido demasiado tiempo para saber
a dónde conducían los excesos de las celebridades. No que él lo fuera, por
supuesto.
En las afueras del estudio, había miles de jóvenes
esperándolo. Se tomó algunas fotos y firmó autógrafos. Sonrió y alzó la mano en
despedida, cuando su guardaespaldas se dirigía hasta él y lo llevaba al auto
que lo llevaría a su departamento. Se relajó. Había sido un día agotador. Solo
quería descansar en su cómodo sofá. ¡Era una buena vida!
Cerró los ojos y dejó que la música inundara sus
sentidos. No creía que hubiera mejor invento que poder llevar su música a
cualquier lugar que fuera, siempre la tenía ahí, para recordarle su universo
“real” y no el “alternativo”. Aquel donde era un simple actor con una relativamente
aburrida vida. No el italiano irresistible que dejaba corazones rotos a su
paso. Al menos, no pensaba serlo ya. De lo que estaba seguro, era que no tenía
ni una pizca de Italia en su sangre, aunque con esta participación, había
despertado su interés. Era un país hermoso, que visitaría algún día. Tal vez,
si decidía retirarse definitivamente de esa agitada forma de vida, consideraría
vivir ahí. Cuando uno hablaba durante 4 años del orgullo y amor hacia Italia,
empezaba a sentirlo, aún sin notarlo.
Suspiró. Por el momento, era feliz exactamente como
era. Todo. Feliz.
***
Beth se sentía nerviosa. Era una sensación punzante,
en el centro del estómago, que no recordaba haber sentido desde que tenía… tal
vez 5 o 6 años. Ella siempre había sido tan segura y ahora… ¡por qué había
aceptado esa fiesta!
No había vuelta atrás. Tendría que ir, con su mejor
sonrisa e intentar disfrutar de lo que sea que hubieran organizado sus amigas
americanas. No había preguntado nada, temía saberlo.
Suspiró hondo y abrió la puerta. Todo en silencio,
gritaron: ¡sorpresa! (tan típicamente americano) y le felicitaron, sin mucha
ceremonia, personas que no recordaba haber conocido en su vida. Sonrió con
cortesía y siguió hasta las amigas que conocía, aunque no fue fácil llegar hasta
allí.
Trató de divertirse. Trato de no mirar a su
alrededor, porque se sentía tan fuera de lugar. Definitivamente, anotaría jamás
volver a participar en una fiesta americana de cumpleaños. No más.
Realmente, era su cumpleaños nº 30 y lo sentía como
si fuera el 20, como máximo. Todos se comportaban como unos adolescentes, los
peores que ella hubiera visto, y era un espectáculo que le ponía incómoda.
¡Quería huir cuanto antes!
Pero no le gustaba ser descortés. Tendría que por lo
menos pasar dos horas, después de todo era su fiesta de cumpleaños, y se iría.
Quizás menos tiempo, con el ritmo de bebida que llevaban, no creía que
tardarían mucho en dejar de notar su presencia. Volvió a suspirar.
- ¿Por qué no bailas Beth? –preguntó Julie- ¿no te estás
divirtiendo?
- ¡Claro que sí! –mintió Beth- es que… estaba
admirando la decoración… gracias por todo, chicas.
- ¡No tienes que agradecer! –sonrió Sylvie- sabemos
que no es tu estilo de fiesta, pero prometemos asistir formales a la que
organices en Italia.
Beth rió y las abrazó. Realmente eran buenas personas
y ella las quería mucho. Asintió y miró hacia la mesa, sin pastel alguno.
- Está bien. Las invitaré a Italia y estarán en mi
mundo –se burló.
- ¡No puedo esperar! –Julie estaba emocionada- estoy
que muero de ansias de conocer tu país. Es bellísimo.
Beth
confirmó nostálgica. Italia parecía tan lejos y extrañaba a su familia. Sin
duda, había sido mucha locura para una noche. Aún cuando fuera su cumpleaños.
Aún cuando cumpliera 30 años. ¡No más!
- Chicas, yo… -ellas la miraron pero Beth se quedó en
silencio. No sabía cómo, no entendía la razón, no quería analizarlo… solo lo
miró. En realidad, sus ojos azules la atraparon, sin remedio y no pudo despegar
sus ojos verdes de él. Era un hombre guapísimo, alto y de cabello negro.
Sonrisa despreocupada y porte seguro. Todos lo miraron, junto con los otros 3
hombres, igual de guapos, con los que llegó. Pero Elizabeth Ferraz no notó a
nadie más alrededor. No podía. Solo a él.
Lucian puso en blanco los ojos mientras se dirigía al
lugar de la fiesta. Ruidoso y enorme, no era su ideal de una noche de descanso.
¿Qué le estaba pasando últimamente? ¡Parecía que tuviera mil años! Y es que así
se sentía. Agotado… solo quería que todo terminara. Cuando entraron, todos se
quedaron mirándolos. En silencio. Él no lo notó. Solo sintió como su mirada
recorría todo el lugar y se posaba directamente sobre los rizos rubios de una
hermosa mujer. Bellísima… y ella giró. Se sintió perdido, en aquel instante. No
lo entendía, no quería aceptarlo, pero sabía que estaba perdido cuando aquellos
ojos verdes lo dejaron estático en el lugar que estaba, con temor a pestañear
por si fuera solo una maravillosa visión. No podía siquiera considerar la idea
de que se esfumara de sus manos. Nunca se había sentido así antes. Era
aterrador y al mismo tiempo, embriagador. Era ella. Solo ella. ¡Debía saber
quién era!
Caminaron uno a los brazos del otro, sin siquiera
detenerse a pensar que todos alrededor los estaban mirando, con curiosidad y de
inmediato empezaban a murmurar. Beth los ignoró, Lucian hizo lo mismo.
- Lucian Beckett –él alargó una mano, esperando para
atrapar la de Beth.
- Elizabeth Ferraz –contestó ella, estrechando su
mano. Él la acercó a su cuerpo y le dio un beso en la mejilla.
- Un gusto, Elizabeth –sonrió con malicia- creo que
deberíamos continuar en otro lugar –ella lo miró con los ojos muy abiertos- es
que aquí todos nos están mirando.
Beth se relajó. Por un momento, había estado a punto
de darle un gran golpe a Lucian, pero había esperado una explicación y no se
había equivocado. Miró a su alrededor y, efectivamente, eran el centro de
atención. Sintió como un ligero rubor ascendía por su cuello y se separó de él,
con una sonrisa segura. Asintió y salieron tomados de la mano al balcón.
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