viernes, 1 de enero de 2016

Sólo por ti 1°- Gaby Ruiz

Prólogo
Abrió su boca nuevamente y la cerró. Miraba a través de la gran sala y si, lo miraba a él. ¿Para qué negarlo? Deseaba evitarlo pero no podía. No sabía si quería. ¿Cómo sería él fuera de todo eso? ¿Sería tan sorprendentemente perfecto como lucía en pantalla? ¡Ah, ella de todas las personas! Sí, si alguien lo supiera… bueno, ni ella lo creía aún. Ese encuentro de miradas había cambiado tantas cosas, su perspectiva había dado un giro de 360 grados. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasarle algo así?
Porque hasta el momento, no había podido descubrir si tan solo actuaba con ella o realmente mostraba su personalidad. Si era un rol más o realmente le gustaba. Si…
¡Corten! –gritó alguien y él la miró. Le guiñó un ojo y sonrió. ¡Ah, estaba perdida!

- ¡Beth! ¿me extrañaste? –sonrió con malicia, mientras ella intentaba mantenerse serena, como de costumbre- ¿no me das un beso?
- ¿No prefieres un golpe? –preguntó con una gran sonrisa, aunque lo besó contra su voluntad- ¿qué quieres?
- A ti –Lucian observó detenidamente a Beth. Sabía que eso le molestaba. Pero a él le fascinaba verla enfadada- ¿por qué, sospecho, no has venido solo a ver cómo va todo?
- Luciano –soltó ella con una sonrisa de satisfacción cuando él hizo una mueca- ¿no es ese tu nombre, después de todo?
- No –se encogió de hombros- es Lucian, sin la “o” al final –exageró el gesto- pero, al ser italiana, ¿no puedes pronunciarlo bien verdad?
- Idiota –murmuró ella aún con una sonrisa artificial pegada a su rostro- ¿por qué rayos me molesto en venir aquí?
- Tú sabes perfectamente por qué…
- No, no lo sé –miró a su alrededor. Nadie más los escuchaba. Aún.
- Estás enamorada de mí –se burló él mientras ella entrecerraba los ojos.
- No –restó importancia- eres un simple capricho, ya pasará niño –su sonrisa amplia y segura. Aunque sintiera que podía caer en cualquier instante.
- Un niño… pero sabes que no puedes estar sin mí –él la tomó en sus brazos, estrechándola con fuerza contra sí.
- Ni tú sin mí –señaló con autosuficiencia Beth- ni tú.
- No pensaba negarlo –sus miradas se enfrentaron a centímetros. Él le tomó de la mano para llevarla hasta su camerino. Esa mujer, esa italiana lo estaba volviendo loco.



Capítulo 1
Varias semanas antes
Beth hizo una mueca al colgar el teléfono con desgana. Faltaban 2 días exactos para su cumpleaños. Gran fecha… no esta vez. Era diferente. Cumpliría 30 años y eso no sería como los cumpleaños 27, 28 o 29 pasados. No, de ninguna manera.
30 años. Hasta el número le sonaba extraño y ella que se creía invulnerable a los “problemas de edad”. Jamás había entendido eso de “no confiar en una mujer que dice su verdadera edad, porque es capaz de decir lo que sea”. No tenía sentido… jamás había visto el punto de ocultar su edad. Era algo tan natural… hasta que serían 30. Un 3 y un 0… no más 2. ¡30!
Se lamentó una vez más que esos días estuviera en Estados Unidos. Bueno, le encantaba estar ahí, con sus amigas y salir a pasear mientras descansaba del trabajo. Pero esta vez era diferente. Era su cumpleaños 30 y le estaban preparando una “pequeña reunión”. Sí, ya se imaginaba lo “pequeña” que sería.
¡Ay Beth! ¿Qué hiciste? –se recriminó a sí misma, por haber aceptado que ellas organizaran todo eso. Una locura… era quedarse corta. Su círculo de amistades ahí no era como el de Italia, la sociedad era muy diferente. Más, totalmente opuesta.
Si su padre la viera… se moriría –rió. Su padre, él había dicho que extrañaría no tenerla ahí para su cumpleaños, para celebrarlo junto a la familia y con una enorme fiesta en la Mansión Ferraz. Es que nadie lo entendía, nadie quería entenderlo. Este no podía ser un cumpleaños como cualquier otro. No se sentía así, eso era todo. Y compartirlo con una sonrisa falsa, bueno, no era su mejor plan.
No que este fuera su plan. En realidad, como siempre lo hacía, había venido a atender un asunto de negocios de la empresa familiar. Su padre Leonardo le había cedido con gusto el trabajo de viajar y ella era feliz con eso. Así que, cuando no estaba en su oficina en Italia, viajaba. Era realmente una vida plena… o así había sido hasta que le hablaron de su edad.
Y aún no entendía. ¿Por qué le había afectado? ¿Por qué tenía que escuchar a personas que no significaban nada para ella? ¡Sí, cumpliría 30 años! ¿Y qué?
Era el orden de la vida. Así tenía que ser. Y aún así… algo no estaba bien. Quería más que las anteriores veces… no podía ser un cumpleaños más.
Eso significaba que aceptaría el plan de sus amigas americanas, estaría ahí dispuesta a cualquier locura… iba a tener 30 años y eso significaba una sola cosa… ¡diversión!
Porque no tenía ninguna atadura ni límite a su libertad. Siempre había sido muy independiente y aún cuando había mantenido varias relaciones, era complicado por el tiempo y la distancia. Ella no era una mujer que le gustara estar pendiente 24 horas de su novio para que no estuviera viendo a otras. Simplemente no tenía ni el ánimo ni el tiempo. Necesitaba confiar plenamente en alguien para mantener algo realmente serio y ahí empezaban los problemas. ¿Cómo confiar ciegamente en alguien? ¿Cómo?
No empezaba a verlo posible ni remotamente. Además que se chocaba con la necesidad de vivir un amor realmente grande para comprometerse. Solo el amor más grande la llevaría a asumir un compromiso, nada menos que eso.
Sí, esa idea y unas cuantas más eran las causantes de su soltería cuando estaba a punto de cumplir esa edad.
No era que la asustara… bueno, tal vez un poco. Es que nunca lo había visto como un gran paso, un año más y eso era todo. Hasta la llegada de los comentarios… en esos momentos, era cuando prefería la sociedad americana que la italiana. Más despreocupación y desinterés de la vida de los demás. Eso era lo que necesitaba.
Suspiró profundamente mientras su reflejo se veía en el espejo. ¿Qué había cambiado? Había madurado… ¿Físicamente? Cambios no muy notables, pensaba para sí con una risita de burla. ¿Quién lo diría? ¡Era ella! ¡Santo Dios, era Elizabeth Ferraz! Una mujer segura, decidida y hermosa. ¿Cuántas veces le habían calificado así? ¡Incontables! Alababan su largo cabello rubio y sus ojos verdes, su inteligencia y su porte, su audacia y su capacidad. ¿De dónde acá se había convertido en una mujer que se mira al espejo en busca de imperfecciones físicas? ¿Acaso se estaba volviendo loca? ¡Esa no era ella!
Se abofeteó mentalmente y agradeció el momento de cordura que le había puesto en su lugar. Ella no podía dejar de lado quien era por un simple número. No, ella no era así. Nunca lo fue y no pensaba empezar ahora.
Respiró hondo e intentó mirarlo en perspectiva. Estaba en el momento y lugar que ella había elegido y eso la había hecho feliz. Tal vez era momento de empezar a pensar en otras cosas, eso era todo. ¿Cómo qué?
No, no esperaba respuesta. Tal vez había llegado ese momento que tanto temía. No quería arriesgarse a amar. Más que eso, no sabía si podría hacerlo. ¿Y si no?
Podría… ¿pero cómo? ¿ahora que se había decidido a que buscaba algo más aparecería mágicamente en su vida?
Rió fuertemente ante la perspectiva, burlándose de sí misma.
Ni… en… mil… años.
***
- ¡No, no, no! –gritó la joven, golpeándolo con fuerza en el pecho mientras trataba de detenerla- ¿por qué me haces esto?
- Lo siento querida –le brindó una sonrisa torcida- pero todo ha terminado.
- ¿Por qué razón? ¡Yo te amo demasiado! –lágrimas se derramaban y él se encogió de hombros, indolente.
- Pero yo a ti… no –susurró la última palabra muy cerca de su rostro.
Se levantó, girándose rápidamente y dándole la espalda para que no hablara más con él.
¡Corten!
Lucian respiró hondo, se giró con una sonrisa benévola y le extendió la mano hacia su coprotagonista, la muchacha sonreía mientras se limpiaba las mejillas. Había sido la tercera vez que repetían la escena y ya se la sabía de memoria. Como si eso no fuera normal… lo cotidiano en su vida. Más, era un alivio, porque era la última escena del día. ¡Esas si eran buenas noticias!
Últimamente se sentía agotado por el intenso ritmo de trabajo. No era como hace cuatro años, cuando había empezado con esa serie. Ahora, se le antojaban eternos los rodajes y estaba pensado seriamente en retomar su anterior trabajo. Sí, claro –rió interiormente- su poca experiencia en “literatura moderna” (había trabajo en una librería antes que lo “descubrieran”) sería muy bien recibida.
Más le valía anotar como referencia previa su participación en esta serie, sí, como si su fotografía no fuera a delatarle quien era. Esta serie de una familia italiana había recibido una sorprendente aceptación del público, por lo que iba ya por su cuarta temporada y era más famoso que nunca. Mirar su rostro en anuncios y en televisión había sido bastante chocante al principio pero eso había pasado. Así como las fiestas y mujeres… de cierta manera. Nunca había sido realmente alguien “estable” y con este trabajo… bueno, la situación no era la mejor.
En su camerino encontró el nuevo guión de la semana. Excelente, 100 páginas más que aprender… no podía quejarse del todo, el pago bien hacía que lo valiera. Sí, había iniciado ganando un sueldo moderado (al menos para el medio en que se desenvolvía) pero conforme había ganado fama la serie, las cosas habían cambiado mucho… positivamente.
Ahora a salir de ese universo paralelo y regresar a la normalidad. Sí, su departamento y disfrutar de la mayor tranquilidad solo. Necesitaba descanso y bien, sería perfecto si sus compañeros en la serie entendieran lo que trataba de decir. Nunca le escuchaban y ahí venían de nuevo –pensó al escuchar que tocaban.
- ¡Ah, te alcanzamos! ¿Estarás libre esta noche? –señaló el menor de todos.
- Eh… no –negó, fijando su mirada en el sweater que aún sostenía.
- ¿Más tarde? –rió otro detrás.
- ¡No! Estoy ocupado toda la noche –señaló intencionalmente aunque sabía que nunca lo tomarían en la forma que él lo decía. Daba igual.
- ¿Por qué parece que nos ignora? –rió el tercero. ¡Ese trío!- ¡sabes que nos gusta salir todos juntos… es sorprendente la reacción!
- Lo sé… pero hoy no estoy de humor. No, mañana tampoco tengo tiempo.
- ¿Ah sí? –una de las guionistas asomó su cabeza por entre los tres hombres- ¡eso quiere decir que pasado mañana si estás libre y tengo una invitación para ti! –rió.
- Oh no… -murmuró Lucian, sabiendo que estaba atrapado. No tenía escapatoria.


1 comentario:


  1. Muy buenos el prologo y el primer capitulo.
    Muchisimas gracias, Gaby.

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