jueves, 14 de enero de 2016

Noches en el Balcón 28

Era cerca del mediodía, cuando salía del trabajo en su coche con un único objetivo. Encontrar a Yola.
Le había sido difícil realizar la reunión, con la mirada triste y decepcionada de la joven, grabada en su retina.
Por ello, que tras lo ocurrido de aquella madrugada que quería hablar con ella.  Siempre se había temido que pudiera suceder algo así.
Y sus peores temores se habían cumplido.
Lo primero, aunque no creía que estuviera allí, era mirar en su casa. Dándole igual, que ella le indicara que se imaginara un muro de dos metros de altura, entre sus balcones. No quería dar ni un minuto más a todo aquel lío y que la confusión o la imaginación, fuera  a mucho más, empeorando toda la relación que tenían.
Cierto, que ya se había resentido un poco por eso mismo. El haberse saltado la norma de su intimidad, pero quería que viera que había sido de forma inocente. Que todo había sido por sus sentimientos hacía ella.
Unos sentimientos que esperaba aceptara con esperanza y emoción.
Solo le faltaba un par de quilómetros para llegar, cuando el altavoz del coche le avisaba de una llamada entrante.
De acuerdo que no se hallaba de humor para hablar con nadie, pero ciertos acontecimientos le obligaban a estar disponible para todo el mundo.
-Ni se te ocurra aparecer por mí casa –Le sorprendió la voz susurrante de Elisabeth-. Me veo obligada al código moral de entre chicas –Siguió hablando con el mismo tono de voz, sin darle tiempo a interrumpirla-. Y tampoco tengo ganas de que me corten la cabellera –Se sinceró-. Me debes una llamada.
-¿Elisabeth? –Frunció el ceño-. Se halla contigo… –Habló pasado medio minuto en silencio y tranquilizando su ansiedad en encontrarla. Ahora ya sabía dónde estaba.  
-Sí, llegó en taxi apenas un cuarto de hora –Soltó un suspiro-. Me lo ha contado todo en un estado de enfado total –Se escuchó suspirar a su amiga-. Me hallo en la cocina preparándole un té para sus nervios, mientras la tengo sentada en mi sofá junto al gato. Intentaré calmarla y que comprenda tú punto de vista, pero no prometo nada…
-Es muy cabezona –No pudo evitar comentar con una leve sonrisa en sus labios, accionando con el mando la puerta del parquin y entrando más tranquilo de lo que se hallaban en verdad sus sentimientos.
-Te mantendré informado por el móvil sin que se entere ella –Susurró con tono apresurado-. Creo se quedará ésta noche aquí, adiós.
-Gracias Elisabeth –Dijo a modo de despido totalmente afligido.

Sentada en el cómodo sofá, acariciando de forma paulatina al precioso gato de angora que tenía su amiga, observó como un rato después aparecía allí con una bandeja y dos tazas del prometido té, que sabía iba a tener que tomarse aunque no le gustaran ninguno de los que se vendían en el mercado.
Todo lo contrario a su madre, que tenía una despensa completa de frascos y cajitas de madera decoradas pro una amiga, que se dedicaba a la marquetería.
Es lo único que le gustaba del té. Aquellas preciosas cajas con diferentes formas, decoradas con flores y animales.
-Bien –Soltó un suspiro la chica mayor, sentándose en el sofá a su lado-, te lo acabas aunque no te guste.
-Lo haré, porque seguro le prohibiste a Eric que pasara por aquí –Soltó dejando a su amiga pro un momento descuadrada.
-Y no sabes lo difícil que me ha resultado –confesó sincera-, es mi amigo de casi toda la vida –Admitió encogiéndose de hombros.
-Te doy de corazón las gracias –Le apoyó una mano en el brazo con mucho cariño-. No quiero verlo… -Lágrimas volvían asomarse a sus ojos-. Antes quiero pensar.
-Sabes que ahora mismo debe hallarse completamente destrozado –Dio un sorbo a su taza y se reclinó en el mullido sofá-. Hizo mal. Pero también quiero que llegues a comprender, lo difícil que le resulta a veces el conocer a gente de verdad. Gente completamente contraria a lo que es Laia.
-Pero pensaba que ya teníamos una confianza –Indicó con angustia-. Bueno, supongo que él la tiene completamente diferente a la mía –Soltó elevando la comisura izquierda de sus labios, al tiempo que sonreía en silencio.
-No comprendo –Frunció Elisabeth el ceño, cruzando sus piernas encima del sofá.
-Recuerdas que he estado enferma –Alzó el rostro y se giró a observarla, sin dejar de acariciar el lomo del precioso animal.
Elisabeth abrió los ojos desmesuradamente.
-¡Es verdad! –Se incorporó un poco hacía delante-. Ya estabais enfadados desde entonces. ¿Qué ocurrió?
-Se tomó demasiada confianza –Gruñó sin poder evitar el sonrojo de sus mejillas.
-Me estas matando de curiosidad –La aventuró a continuar sin pestañear en ningún momento.
-Eric se ocupó de mí, pero para mi punto de vista fue a más de sus ocupaciones, como amigo y vecino –Empezó con cierto rodeo, desviando por un momento la mirada al animal-. Me cambio la ropa de cama sin enterarme yo, me cambio a mí de ropa y se metió a dormir a mi lado –Soltó a bocajarro, dejando estupefacta por unos segundos a la chica.
-Entiendo… -Dijo con tono pausado-. Un segundo… -Comentó posicionándose en pie y saliendo dirección a la cocina en donde agarró su teléfono.



Sentado en el sofá de su casa, sin saber qué hacer… Bueno sí, en verdad le gustaría estar aporreando la puerta del piso de su amiga, para entrar a coger a Yola y llevársela a un lugar, donde nadie los molestara y poder hablar con ella. 


Sentado en el sofá de su casa, sin saber qué hacer…

Bueno sí, en verdad le gustaría estar aporreando la puerta del piso de su amiga, para entrar a coger a Yola y llevársela a un lugar, donde nadie los molestara y poder hablar con ella.

El sonido de su móvil, hizo que dejara a un lado sus pensamientos y alargara el brazo con desgana para agarrarlo y sin mirar quien era, darle por inercia al lugar donde se descolgaba la llamada entrante.

-Eric al habla –Dijo con tono desconcentrado.

-Coño Eric –Se escuchó la voz de su amiga al otro lado algo enfadada-, me pides que te eche un cable, pero en todo momento se te olvida a propósito comentarme tu actitud de pervertido con Yola, siendo casualmente uno de los primeros motivos del primer enfado.

Ante aquel bocajarro de palabras escupidas con cierta acusación, el chico dio un salto en el sofá, mientras se mordía los labios y se insultaba así mismo en silencio.

-Sabes que para nada soy así –Respondió mordaz-. Acepto que mi actitud a ojos inocentes de personas como Yola, se mal interpreten de muchas maneras –soltó una risa sarcástica seguidamente-. Admite, que si te hubiese ocurrido lo mismo con mi hermano…

-Frena el carro –Lo calló veloz y nerviosa-. Se trata de Yola –Suspiró-. Recuerda que te pregunté, qué es lo que había ocurrido…

-Quería solucionarlo por mí mismo –Soltó cabizbajo-. Confesar ciertas cosas y la  verdad –Gruñó con fastidio-. Pero últimamente, nada me sale bien.

-Pero es que te excediste un poco la norma de decoro –volvió la chica hacer hincapié.

-Vamos Elisabeth –Soltó en un gruñido, yendo hacia su despacho en el piso, para sentarse tras el escritorio-, ahora mismo no te entiendo. ¿Dónde está todo ese rollo que me soltaste, de confesarme?

-En eso mismo –Chilló un poco, mirando tras su espalda, para asegurarse de seguir sola en aquella estancia-, so memo… Sabes que no es lanzada como Laia –Escupió con veneno aquel nombre-. Para que la lleves a un nivel de casi erotismo.

-Tampoco te pases –Enfatizó cabreado, apoyando los codos en la mesa de roble oscuro-. Que desde que lees esa trilogía sexual, agrandas unos pocos besos a seducción total. Fui todo un caballero, deteniendo mi ansia en seducirla cuando nos besamos. Así que no me reproches nada.

-¡Qué! –Se escuchó vociferar a pleno pulmón a la chica al otro lado del hilo telefónico-. ¡Os habéis besado! –Soltó con tono histérico-. Pero por qué coño os calláis cosas los dos –Soltó sulfurada antes de dejarlo con la palabra en la boca al colgarle la conversación.

-¿Elisabeth? –La nombró con el ceño fruncido-. Genial –Soltó fastidiado, lanzando a la vez el teléfono sobre el escritorio con malas maneras.


Dejó en su lugar el teléfono, para salir al comedor donde se hallaba la joven aún sentada en la misma posición.

-¡Has ido hablar con él?

-Sí –Soltó aún enfadada, con los brazos en jarra a pocos metros de ella-. Me vais a volver más loca de lo que ya soy.

Yola, solo supo mostrar un amago de sonrisa.

-Supongo, que sea lo que le hayas dicho, se ha defendido –Utilizó un tono obvio.

-Lo acusé directamente de pervertido –La pelirroja alzó una ceja inquisitiva por aquel atrevimiento-, y sabes qué, me replicó que pensara eso de él. Cuando se comportó por lo visto como un caballero, el día que os besasteis.

Aquella vez, fue Elisabeth quien pudo ver en todo su esplendor, como la piel de la chica casi igualaba la tonalidad de su cabello.


-Ahora –Se sentó junto a ella-. Serás buena y me contarás que es lo qué te ocurre realmente con Eric.

1 comentario:

  1. Gracias Brujis, me ha gustado mucho el capi y Elizabeth me ha hecho acordar mucho de ti, Besos y esperomás (cuando se pueda, lo séeeeeeeee)

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