-¿Tienes
la dirección de mi aparta hotel? –Preguntó por enésima vez Lexi a su padre con
los nervios presentes.
Éste,
no pudo evitar de sonreír con mucho cariño.
-Quien
debería de estar preocupado soy yo –Sonrió su padre, estrechándola en el
circulo de sus brazos con mucha fuerza, en medio de la puerta A de embarque del
pequeño aeropuerto.
-Sería
así, si no tuvieras peleas con los fogones y el horno –Soltó con un leve
gruñido de fastidio.
-Al
menos el microondas me comprende –Señaló divertido.
-Papá…
-Renegó Lexi sin poder evitar el soltar un profundo suspiro.
Éste
llevó sus manos a las mejillas sonrosadas de su preciosa jovencita y la miró
con gran cariño.
-
Me siento muy orgulloso por lo que vas hacer.
-Espero
que sirva para algo –Confesó con tono débil, justo cuando volvían a llamar por
última vez a los pasajeros de su vuelo, para que fueran pasando por la entrega
de billetes-. Ya no hay más tiempo –sonrió débilmente antes de alzarse de
puntillas y abrazarlo con gran fuerza por el cuello-. Te quiero, cuídate por
favor.
-Yo
también te quiero –La besó en la frente, antes de dejar que se alejara de allí
con la duda en sus pasos.
Aún
le quedaban tres horas de vuelo, para bajarse en el aeropuerto de su antigua ciudad.
Estaba
nerviosa, ansiosa y aburrida. No había tenido suerte con el sillón de al lado,
tocándole un encantador anciano que al minuto se había quedado dormido. Y el
libro que se había llevado por terminar, ya estaba más que leído.
Giró
su rostro hacia la ventanilla, pero era inútil. Afuera no se veía nada al estar
oscuro…
No
paraba de darle vueltas a la idea, de volver a coger un avión de retorno en
cuanto llegase a Londres.
Volvió
a rememorar el momento que su padre, le había comunicado lo que escondía aquel
sobre marrón.
Había
llegado a la mesa, para con manos temblorosas agarrar el sobre. Su corazón
bombeaba desenfrenado, mientras que su mente se hallaba bloqueada por recuerdos
de su moribunda madre, apostada en la cama del hospital y a la vez, veía el
rostro sonriente de su amiga dándole todo su apoyo.
Tal
vez, que por aquello sintió aquel sobre entre sus dedos como si pesara una
tonelada, mientras caminaba fuera de la casa por su perro Sultán.
El
viento soplaba mucho más fuerte en aquel momento, obvio que la estación de
invierno se les echaba encima. Pero aquel aire, no lograba despejar su mente.
Aún
no quería abrirlo, pensó asustada cuando llegó a un rincón solitario del
barrio, donde había varios bancos para sentarse.
Miró
con un comienzo de lágrimas, aquel papel marrón.
No
quería creerse que aquello estuviera ocurriendo. Le gustaría pensar que era una
mala pasada de su subconsciente por las fechas que se avecinaban, y todo
aquello era más que una pesadilla.
Pero
también había pensado aquello, el día del funeral de su madre. Viendo que jamás
iba a despertar de ella, más bien iba a vivir con ella por un buen tiempo.
Lo
que más le dolía, era el ver que su amiga había preferido sufrir sola, que
tener su apoyo incondicional.
Muy
propio de Carlee, pensó con una lágrima resbalando pro su mejilla, cuando con
el dedo índice rasgó el papel, para descubrir como nunca había sido olvidada.
Al
tercer día de estar en la ciudad, es cuando se había visto con las suficientes
fuerzas de llamar a Imogen Green, la madre de su amiga.
En
todo ese tiempo, se había limitado a estudiar en su habitación por primera vez,
los videos de los últimos dos años de campeonatos de patinaje sobre hielo.
Su
amiga, llevaba un año y medio sin participar. Lo que había llevado a su hermano
Ron, dos años mayor que ella, a participar en solitario en vez de parejas.
Y
por lo visto, mal no le había ido en las clasificaciones, para ser un nuevo
comienzo.
Pero
en aquellos vídeos, en los momentos que los jueces punteaban, había podido ver
a su amiga sentada junto a su hermano y el entrenador. Y ahí, con lágrimas en
los ojos se encontró con la sombra de su amiga. Aquella chica rubia, pálida y
delgada, era una sombra de la feliz Carlee Green que conocía desde su infancia.
Nada
más escuchar la voz de su madre, que había comenzado a llorar, lo mismo que la
mujer mayor al reconocerla.
En
un principio, no habían informado de que iba a viajar allí, por si en el último
momento Lexi se echaba tras.
De
modo, que la mujer lloraba de alegría al saber que había decidido apoyar y
perdonar a su amiga.
Ahora,
tras colgar veinte minutos después la llamada, sabía que igualmente su amiga
seguía pasando el día en el recinto deportivo. No quería separarse de su
hermano y de lo que amaba.
Por
lo tanto si quería verla, debía acudir a lo que también había formado en un
pasado, prácticamente su segunda casa.
Alexei,
cogía la última rotonda con su deportivo para enfilar el camino de aparcamiento
del recinto deportivo, cuando al girar en ella hacia la izquierda, tuvo que dar
un volantazo hacía el lado contrario y pisar a fondo el pedal del freno, para
no llevarse por delante una maldita mono.
-¡Joder,
coño! –Gruñó expulsando el aire aliviado, al ver que no había nada que
lamentar.
Entonces,
bajó su ventanilla para dar paso al interior de su coche el frío invierno y
poder amonestar al motero, cuando calló al descubrirse como el conductor se
quitaba el casco y aparecía bajo él, una flamante melena larga y ondulada color
caoba, contrastando con el fondo blanco del paisaje causado por la nieve.
Se
trataba de una joven con tez morena para la época del año en la que estaban,
pero aún así se la veía atractiva. Salvando sus ojos, que en aquel momento lo
miraban con cierto aire de aniquilación.
Increíble,
de seguro que lo culpaba. Estaba muy claro que debía tratarse de una turista.
-¿Estás
bien? –Preguntó mostrando algo de interés.
-Sí
–Respondió ella con tono duro-. Y no por ti.
Alexei,
alzó una ceja por lo directa que fue y mostró una sonrisa torcida.
-Cariño
–Le guiñó un ojo con aire picarón-. Andas muy equivocada, mujer que cae a mis
pies, es sabido que luce feliz y segura –Fue entonces, cuando pudo ver como sus
ojos se achicaban aún más, sentándole mal su comentario con cierta connotación sexual-.
Estamos en Reino Unido. Se conduce por la izquierda. Si quieres, quedamos y te
doy un par de sesiones privadas –Decidió seguir con su actitud.
Pero
aquella vez, la joven alzó el dedo corazón antes de volver a colocarse el casco
y tomar correctamente la rotonda.
-Vaya
–susurró volviendo a cerrar la ventanilla-, también fue un placer el tratar
contigo.
Vaya regreso de esta historia! Gracias cielo...quiero más ( y de las otras también!!)
ResponderEliminar