- Fernando, creo que deberías... –decía Caro encarándolo, para darse cuenta
que él estaba profundamente dormido- Oh –soltó en un suspiro, mirándolo con
ternura... no podía evitarlo. Siempre le
había encantado mirar a Fernando dormir, en el pasado. Su rostro parecía tan sereno en instantes
así, cuando sus ojos estaban cerrados... sus facciones se volvían aún más
atractivas porque parecían perfectas, sin rastro de debilidad humana. Pero,
cuando despertaba... fruncía el ceño, preguntaba la hora y se volvía
humanamente imperfecto... se volvía Fernando... y ella lo amaba más en ese
momento.
Eso era pasado tan
solo. Ahora, él era el hombre que una
vez le destrozó el corazón... dos veces exactamente. Él hombre que había decidido amar y por el
cual arriesgó todo y perdió. Lo tenía ahí, para ella... diciendo que la
necesitaba. Pero eso no sería más. Necesidad... así como necesitaría a cualquiera... como un ¿reemplazo de Deborah?
No, eso ni pensarlo. Él no le había insinuado algo semejante y
ella jamás haría el papel de madre de Christopher... mucho menos de –miró
aprensiva hacia él- esposa de
Fernando... ni pensarlo. Él no la quiso
hace un año, no la quería ahora... nada había cambiado.
Volvió a suspirar y
se concentró en Christopher. Sin duda
tenían algunos rasgos que denotaban el parentesco. Era un niño precioso, pero esta vez estaba
tan pálido y delgado... realmente parecía tan frágil. ¿Con qué clase de corazón alguien podría
dejarlo? ¿Cómo podía Deborah? Esa mujer... lo había tenido todo y había
sido tan estúpida como para dejarlo.
Divorciarse de Fernando y dejar a su hijo, ella jamás lo habría hecho...
se habría llevado a su hijo, aún más, jamás habría dejado a Fernando.
Ahora Fernando había
pasado de primo del padre de Christopher, a padre del pequeño. Era algo casi sin sentido cuando Fernando
había pronunciado su deber, pero ahora lo entendía, evidentemente no era el
deber de querer a ese pequeño... sino el deber de lograr tenerlo a su lado.
Claro, él había
dicho: “Deborah nunca supo que significaba tener un hijo” Esa podía haber sido la razón de...
¡Basta! A ella le importaba muy poco las razones que
hubiera tenido o no Fernando. Él había
decidido y había escogido “mal” aparentemente.
Pero ese ya no era su problema.
Él estaba fuera de su vida y eso no iba a cambiar... ya no.
Pero... seguía sin entender... ¿qué demonios hacía ahí?
***
- ¡Gracias a Dios que llamaste! -Danna gritó al auricular y eso despertó
completamente a Caro- ¿cómo estás?
- Agotada pero con esperanzas. Ha sido una semana dura, sin ningún cambio
pero hubo una ligera señal...
- Oh, estás realmente cansada. ¿No crees que
deberías dejar la clínica?
- No Danna, yo estoy perfectamente. Hoy viene Fernando luego del almuerzo y
descansaré 2 días.
- No lo puedo creer... ¿lograste que accediera
a irse?
- Era mi condición. Él necesitaba descansar y haríamos turnos, o
no lo ayudaba.
- Sí que tienes carácter. Esa es la Caro que yo recuerdo -dijo Danna con algo de nostalgia- ¿prometes venir mañana y contarme los
pormenores?
- Te lo prometo... aunque no hay mucho por
contar... –excepto que besé a Fernando.
- Está bien.
Hasta pronto Caro.
Danna colgó el
auricular al mismo tiempo que Carolina.
Ella se sintió mal por “omitir” algo de la verdad. En realidad no había casi nada que contar con
respecto a Christopher... pero esa semana con Fernando...
Fernando había despertado desorientado y algo aturdido de
su siesta en el sofá. Encontró que Caro
miraba a Christopher con ternura y tristeza... acarició su cabeza y se acercó a
decirle algo al oído. Él debió haber
hecho ruido porque ella levantó la cabeza y lo miró...
Después de todo... ella estaba ahí. No era un sueño.
- ¿Has
descansado? -preguntó Caro con una
ligera sonrisa.
- Sí,
gracias.
Se quedaron en silencio mientras Fernando se
incorporaba y se estiraba. El ambiente estaba cargado de pesadez y preocupación
por el estado del niño, pero cuando se miraron...
- En
verdad Carolina... no sé como agradecerte...
- Fernando, no es nada... –reiteró ella
sonriendo con ternura- cuando conocí a
Christopher, me pareció un niño muy serio para su edad... solemne como... tú. Me recordaba en muchos aspectos a ti. Ahora verlo así... –su voz se quebró
imperceptiblemente- soy muy sensible –se
disculpó.
- Lo
sé... –dijo él- lo recuerdo...
Fernando estaba al borde de la cama. Tomó una de las manos de Caro entre las suyas
y la apretó con dulzura. Ella levantó el
rostro y él se acercó... todo sucedió tan natural... que Caro no fue consciente
del roce de sus labios hasta que la caricia pasó de ser un contacto humano
tierno y de agradecimiento... a verdadera pasión y fervor contenido.
-
Basta Fernando. Esto así no
funcionará. Yo quiero que quede claro...
no lo hago por ti. Al menos no... no
para crear ninguna posibilidad de un futuro juntos.
Fernando no la miró. Se apartó en ese
instante y cuando volvió a mirarlo, él tenía el mismo semblante inexpresivo,
tan familiar y que ella siempre odio.
- No
volverá a pasar, te lo prometo.
En efecto,
no había vuelto a acercarse a ella... no lo suficiente.
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