viernes, 2 de octubre de 2015

Pétalos de cerezo 8°



Sus charlas volvieron a ser superficiales, Anna evitaba mirarlo a los ojos y él estaba extremadamente tenso y formal.
Su tiempo juntos parecía haber quedado muy lejos.
Poco antes de llegar al destino, Takeshi  la miró con intensidad.
-Ven conmigo a la Villa Izumi- le pidió desconcertándola.
-¿De qué hablas? Sabes que no podemos…
-Ven como una invitada, aún te queda un largo trecho hasta llegar a la casa de Akira Tanaka. Descansa en mi casa y luego nuestro chofer  pude llevarte hasta allí.
-Es una locura…
-Lo sé, pero no puedo dejarte ir sola, no aún…- dijo él.

Era totalmente imprudente, como jugar con fuego, y estaba segura de que saldría quemada, aún así aceptó. No sólo porque significaba pasar más tiempo cerca de él sino porque sentía mucha curiosidad por conocer la casa de Takeshi.Así, cuando estuvieran lejos, podría visualizarlo claramente allí.
Y quería también que él la recordara en su casa, respirando en el mismo lugar donde él viviría.
Una vez que descendieron del tren, él buscó un transporte que pudiera llevarlos hasta su hogar que estaba a una hora de distancia.
Anna estaba ansiosa y durante un buen trecho del viaje se retorció las manos intentando calmar sus nervios.
Apenas si tenía valor para ir a aquella casa como una visita, era inimaginable que pudiera ser capaz de ir a reclamar el amor de Takeshi.
Admiró el valor de la joven Hikari Izumi que había dejado familia y estatus, hasta su propio honor atrás  para ir junto al hombre que amaba.
Al llegar, observó  pasmada el lugar. Ciertamente era una villa más que una casa y se notaba su riqueza y poder.
Estaba la casa principal y varias dependencias secundarias,  muchas personas andaban de un lugar a otro ocupadas en las tareas cotidianas, y apenas si alcanzaba a vislumbrar la extensión de jardines y parques.
-La Casa Izumi…- dijo ella con respeto reverencial y fue entonces cuando los sirvientes notaron la llegada de su joven señor y salieron a recibirlo.
Takeshi los saludó con seriedad, les entregó su equipaje y el de ella y dio breves instrucciones.
Anna se sintió más extranjera que nunca.
Él llamó a una de las mujeres y le pidió que la acompañara.
-Ve con ella, y descansa un poco. Yo iré a hablar con mi abuelo.- expresó parcamente, aunque no lo dijera, ella sabía que su presencia allí traería problemas. De hecho la mirada de los sirvientes había bastado para recordarle quien era y lo poco bienvenidos que eran los ingleses en aquella casa.
Poco más tarde, desde la habitación que le habían asignado, alcanzó a oír la airada discusión de los dos hombres. Y pasó un tiempo más hasta que Takeshi apareciera.
-¿Qué sucedió?
-No te preocupes, Gaijin, puedes quedarte.
-Los gritos…
- No digo que fuera fácil, pero su orgullo no le permitiría faltar a la cortesía y echar a un invitado a la calle.
-¿Qué le dijiste sobre mí? – preguntó recelosa.
-Que te había conocido durante el accidente del tren y que mi caballerosidad había provocado que te auxiliara, mucho más cuando supe cuál era tu objetivo.
-¿Mi objetivo? – indagó elevando las cejas.
-Sí, cumplir una promesa y traer las cenizas de tu abuela a su morada final, en la tierra donde pasó su infancia.
-Esa historia es un poco diferente a la verdadera…
-Lo sé. Pero ha hecho que ganes su respeto. Una joven que honra el pedido de su antepasado y enfrenta penurias para cumplir su último deseo ha hecho que se inclinara en tu favor.
- Realmente eres un embaucador- dijo ella haciéndolo sonreír.
-Acompáñame, voy a presentártelo – dijo él y ella lo siguió aterrorizada.
La abuela de Takeshi había muerto dos años atrás, así que sólo eran ellos dos los miembros de la familia que vivían allí. Si bien los años y las pérdidas  habían ablandado al patriarca de los Izumi, seguía siendo un hombre intimidante.
Tenía alrededor de setenta años, era mucho más bajo que Takeshi con facciones más redondeadas, era obvio que el joven había heredado la contextura de su padre y no de su abuelo. Sin embargo tenían la misma mirada, aquellos ojos oscuros y escrutadores.
Anna le hizo una reverencia y lo saludó en japonés, luego  bajó la mirada, un poco por respeto y otro poco por miedo a que él descubriera la verdad.
Trató de comportarse con mesura y poner en uso sus años de educación aristocrática para dar una buena impresión.
Takeshi ofició de traductor una vez más. Anna agradeció que la hospedaran y  Kisho Izumi le dio la bienvenida ofreciéndole la hospitalidad de su casa.
Cuando el hombre se retiró, Anna sintió que volvía a respirar. También eso compartía con su nieto, su presencia era abrumadora y desprendía autoridad.
-Ven, te mostraré la casa – invitó Takeshi y ella hizo un gesto leve de asentimiento, sabía que había mucha gente observándolos y temía delatarse.
Pasaron por el salón principal y él se detuvo frente a un retrato familiar.
-Mi madre…- señaló y Anna observó a la jovencita que estaba junto a sus padres y su hermano mayor.
Era hermosa, sin dudas, y muy joven. Se la veía tan frágil, pero su mirada era firme, determinada.
-Es preciosa – comentó y notó que él demoraba unos momentos contemplando la imagen de su madre. Quiso preguntarle si guardaba algún retrato de su padre, pero supo que no lo tenía.
La visita guiada continuó y él la llevó a su estudio.  El lugar era amplio y ordenado, los muebles y las pinturas eran exquisitos.
Se detuvo al ver las katanas.
-¿De verdad sabes usarlas? – preguntó arrodillándose junto a los sables. Su vaina estaba hermosamente decorada con dragones.
-Sí. La veta guerrera corre por la familia Izumi –respondió él y le quitó de las manos el arma que acababa de tomar- Son muy filosas, ten cuidado.
- El lugar se parece a ti..- dijo ella suavemente y Takeshi pensó que era mejor ir afuera donde las miradas los harían ser cautelosos.
La llevó hasta una pequeña laguna artificial que tenía flores de loto. Era un hermoso espacio para relajarse. Ella pudo imaginarse pasando las tardes allí, ese pensamiento repentino fue reemplazado por el de otra mujer que pronto sería la señora de aquella casa.
El joven pudo notar el cambio de humor en Anna, tratando de animarla la llevó a conocer el resto del lugar.
Aquella noche cenó junto a Takeshi y su abuelo – la mesa estaba plena de platillos y comprendió que las cocinas fueran enormes y que tanta gente trabajara allí. Más que una cena habitual, parecía un banquete.
Trató de comer a gusto, pero le costaba tragar, el silencio , la mirada escrutadora del anciano, sentir a Takeshi tan cerca y a la vez tan lejos, impedían que comiera tranquila.

Antes de dormir pudo relajarse con un buen baño que habían preparado para ella. Se sumergió en el agua y trató de vaciar su mente.
El amor la volvía codiciosa, quería más tiempo con él, quería extender aquel sueño tanto como fuera posible.
A la mañana siguiente se despertó con el canto de pájaros , le llevaron el desayuno a la habitación y cuando salió al exterior se vio sumergida en la vorágine de la villa Izumi.
No sabía dónde estaba Takeshi. Reunió valor y detuvo a una mujer.
-¿Izumi- san? – preguntó y la mujer le hizo una seña de que la siguiera. Deseaba que hubiera entendido que preguntaba por Takeshi y no por su abuelo. La siguió y al doblar visualizó a hombre que amaba.
Por lo visto había dicho la verdad sobre su sangre de guerrero, estaba practicando con otro hombre. Era muy diferente a la esgrima inglesa, era mucho más brutal y al mismo tiempo, tenía un refinamiento cercano a la danza.
Era apabullante, cada arista que descubría de él la fascinaba.
Ejercitando con la katana se veía muy masculino , podía observar la rapidez de sus movimientos, la forma en que sus músculos se tensaban, sus dedos largos sujetando la empuñadura . Además era claro que aquel ejercicio  lo ayudaba a deshacerse de la tensión acumulada.
No quería interrumpirlo, así que lo observó en silencio.
Apenas la vislumbró, Takeshi le dijo algunas palabras a su compañero de prácticas, hizo una inclinación como saludo y caminó hacia ella.
Se detuvo antes de  llegar a su lado y eso fue un pequeño aguijón para Anna, recordar que debían mantener la distancia.
-¿Descansó bien?
-Sí, muchas gracias.
-Me disculpo por no haber estado, pero me temo que hay muchas cosas que tengo que hacer.
-Lo entiendo – respondió escuetamente sabiendo que sería muy sospechoso que él postergara sus deberes habituales por ella.
-Si necesita algo…
-No se preocupe, estoy bien, me gusta estar aquí – dijo ella y era verdad. Ahora que había vencido sus temores iniciales, se sentía bien por poder observar la rutina cotidiana de aquella casa.
Y también hubiera querido ser una parte integral de ella.
-Tengo que marcharme, hay correspondencia urgente que debo responder…- dijo él incómodo por tener que dejarla.
-Cumpla con sus deberes, Izumi – San , yo seguiré vagabundeando un poco.- lo instó y Takeshi después de hacerle una leve inclinación , se marchó.
La joven se quedó mirando su espalda, podría acostumbrarse a aquella vida. Apenas ese pensamiento cruzó su mente, Takeshi  se giró y la miró con amor, casi como si hubiera adivinado su deseo y lo compartiera.
También Kisho Izumi los contempló desde la distancia.
La jornada de Anna transcurrió con bastante calma, al atardecer Takeshi se reunió con ella en el jardín y le dio un par de libros escritos en inglés.
-Por si te aburres, Hana-  dijo al entregárselos, había algunas páginas señaladas y cuando ella miró aquellas páginas descubrió que eran poemas de amor.
“Un día más, sólo un día más”  pidió en silencio, sin embargo aquella noche no la invitaron a cenar, le llevaron la comida a su habitación y volvió a sentir discutir a los hombres Izumi.
A la mañana siguiente, por la expresión de Takeshi, supo que sus días de ensueño estaban por acabar.
-Ya es hora de que me vaya, ¿verdad? – le preguntó tratando de facilitarle la tarea. Se lo veía  sombrío.
-Yakiko y su familia vendrán en estos días, no quiere que estés aquí cuando eso pase.
-¿Vienen? Creí que habías dicho que en verano…-manifestó alarmada de que la fecha de su boda se hubiese adelantado.
-Es sólo una visita formal, no la boda, no aún.
-Ah…entonces debo irme – dijo pensando que tampoco ella quería ver a quien sería la esposa del hombre que amaba. Era demasiado cruel.
-Mañana partiremos hacia el pueblo natal de Akira.
-Entonces , ¿vendrás conmigo?
-Sí, iremos juntos- le dijo y la joven sospechó que esa había sido la condición que había generado la nueva disputa entre él y su abuelo.
- De acuerdo- aceptó sabiendo que ya estaba por llegar al final de aquella historia. La de su abuela y la propia.
Anna se despidió con mucha educación del patriarca Kisho Izumi, aún cuando sentía que era injusto, aun cuando deseaba pedirle que la aceptara a ella como mujer de su nieto.
Quería decirle que ella lo amaba por quien era, que de verdad lo amaba. No tendría que sobornarla con dinero o poder para que ella soslayase el oscuro origen de él, porque eso no le importaba en lo más mínimo.
Amaba a Takeshi, y él a ella.
Sin embargo le faltó valor, tampoco tenía derecho a desbaratar la vida que él había elegido para sí mismo. Así que simplemente agradeció el trato recibido y se despidió.
El anciano la despidió con fría amabilidad.
A pesar de la parquedad del hombre, ella supo que ambos tenían en común su amor por Takeshi. Y ambos buscaban lo mejor para él.
El anciano la miró largamente y entendió que sabía lo que ella y su nieto sentían, pero no lo aprobaba. También comprendió que Takeshi había  sufrido mucho en el pasado, amarla le traería más dolor. Para estar a su lado, él debería volver a enfrentar los prejuicios y escuchar murmuraciones a sus espaldas.
Jamás volvería  a vivir en paz. No quedaba más salida que dejarlo ir.

3 comentarios:

  1. Es un placer leer esta historia. Es muy linda. Me gustan muchisimo las fotos de principio de los capitulos. Muy lindas tambien.
    Muchisimas gracias, Nata.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti Viky, me alegra que te guste!

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    2. Y la historia es preciosa y entrañable... Jey

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