Sus charlas volvieron a ser superficiales, Anna evitaba
mirarlo a los ojos y él estaba extremadamente tenso y formal.
Su tiempo juntos parecía haber quedado muy lejos.
Poco antes de llegar al destino, Takeshi la miró con intensidad.
-Ven conmigo a la Villa Izumi- le pidió desconcertándola.
-¿De qué hablas? Sabes que no podemos…
-Ven como una invitada, aún te queda un largo trecho hasta
llegar a la casa de Akira Tanaka. Descansa en mi casa y luego nuestro
chofer pude llevarte hasta allí.
-Es una locura…
-Lo sé, pero no puedo dejarte ir sola, no aún…- dijo él.
Era totalmente imprudente, como jugar con fuego, y estaba
segura de que saldría quemada, aún así aceptó. No sólo porque significaba pasar
más tiempo cerca de él sino porque sentía mucha curiosidad por conocer la casa
de Takeshi.Así, cuando estuvieran lejos, podría visualizarlo claramente allí.
Y quería también que él la recordara en su casa, respirando
en el mismo lugar donde él viviría.
Una vez que descendieron del tren, él buscó un transporte
que pudiera llevarlos hasta su hogar que estaba a una hora de distancia.
Anna estaba ansiosa y durante un buen trecho del viaje se
retorció las manos intentando calmar sus nervios.
Apenas si tenía valor para ir a aquella casa como una
visita, era inimaginable que pudiera ser capaz de ir a reclamar el amor de
Takeshi.
Admiró el valor de la joven Hikari Izumi que había dejado
familia y estatus, hasta su propio honor atrás
para ir junto al hombre que amaba.
Al llegar, observó
pasmada el lugar. Ciertamente era una villa más que una casa y se notaba
su riqueza y poder.
Estaba la casa principal y varias dependencias
secundarias, muchas personas andaban de
un lugar a otro ocupadas en las tareas cotidianas, y apenas si alcanzaba a
vislumbrar la extensión de jardines y parques.
-La Casa Izumi…- dijo ella con respeto reverencial y fue
entonces cuando los sirvientes notaron la llegada de su joven señor y salieron
a recibirlo.
Takeshi los saludó con seriedad, les entregó su equipaje y
el de ella y dio breves instrucciones.
Anna se sintió más extranjera que nunca.
Él llamó a una de las mujeres y le pidió que la acompañara.
-Ve con ella, y descansa un poco. Yo iré a hablar con mi
abuelo.- expresó parcamente, aunque no lo dijera, ella sabía que su presencia
allí traería problemas. De hecho la mirada de los sirvientes había bastado para
recordarle quien era y lo poco bienvenidos que eran los ingleses en aquella
casa.
Poco más tarde, desde la habitación que le habían asignado,
alcanzó a oír la airada discusión de los dos hombres. Y pasó un tiempo más
hasta que Takeshi apareciera.
-¿Qué sucedió?
-No te preocupes, Gaijin, puedes quedarte.
-Los gritos…
- No digo que fuera fácil, pero su orgullo no le permitiría
faltar a la cortesía y echar a un invitado a la calle.
-¿Qué le dijiste sobre mí? – preguntó recelosa.
-Que te había conocido durante el accidente del tren y que
mi caballerosidad había provocado que te auxiliara, mucho más cuando supe cuál
era tu objetivo.
-¿Mi objetivo? – indagó elevando las cejas.
-Sí, cumplir una promesa y traer las cenizas de tu abuela a su
morada final, en la tierra donde pasó su infancia.
-Esa historia es un poco diferente a la verdadera…
-Lo sé. Pero ha hecho que ganes su respeto. Una joven que
honra el pedido de su antepasado y enfrenta penurias para cumplir su último
deseo ha hecho que se inclinara en tu favor.
- Realmente eres un embaucador- dijo ella haciéndolo
sonreír.
-Acompáñame, voy a presentártelo – dijo él y ella lo siguió
aterrorizada.
La abuela de Takeshi había muerto dos años atrás, así que
sólo eran ellos dos los miembros de la familia que vivían allí. Si bien los
años y las pérdidas habían ablandado al
patriarca de los Izumi, seguía siendo un hombre intimidante.
Tenía alrededor de setenta años, era mucho más bajo que
Takeshi con facciones más redondeadas, era obvio que el joven había heredado la
contextura de su padre y no de su abuelo. Sin embargo tenían la misma mirada,
aquellos ojos oscuros y escrutadores.
Anna le hizo una reverencia y lo saludó en japonés,
luego bajó la mirada, un poco por
respeto y otro poco por miedo a que él descubriera la verdad.
Trató de comportarse con mesura y poner en uso sus años de
educación aristocrática para dar una buena impresión.
Takeshi ofició de traductor una vez más. Anna agradeció que
la hospedaran y Kisho Izumi le dio la
bienvenida ofreciéndole la hospitalidad de su casa.
Cuando el hombre se retiró, Anna sintió que volvía a
respirar. También eso compartía con su nieto, su presencia era abrumadora y
desprendía autoridad.
-Ven, te mostraré la casa – invitó Takeshi y ella hizo un
gesto leve de asentimiento, sabía que había mucha gente observándolos y temía
delatarse.
Pasaron por el salón principal y él se detuvo frente a un
retrato familiar.
-Mi madre…- señaló y Anna observó a la jovencita que estaba
junto a sus padres y su hermano mayor.
Era hermosa, sin dudas, y muy joven. Se la veía tan frágil,
pero su mirada era firme, determinada.
-Es preciosa – comentó y notó que él demoraba unos momentos
contemplando la imagen de su madre. Quiso preguntarle si guardaba algún retrato
de su padre, pero supo que no lo tenía.
La visita guiada continuó y él la llevó a su estudio. El lugar era amplio y ordenado, los muebles y
las pinturas eran exquisitos.
Se detuvo al ver las katanas.
-¿De verdad sabes usarlas? – preguntó arrodillándose junto a
los sables. Su vaina estaba hermosamente decorada con dragones.
-Sí. La veta guerrera corre por la familia Izumi –respondió
él y le quitó de las manos el arma que acababa de tomar- Son muy filosas, ten
cuidado.
- El lugar se parece a ti..- dijo ella suavemente y Takeshi
pensó que era mejor ir afuera donde las miradas los harían ser cautelosos.
La llevó hasta una pequeña laguna artificial que tenía
flores de loto. Era un hermoso espacio para relajarse. Ella pudo imaginarse
pasando las tardes allí, ese pensamiento repentino fue reemplazado por el de
otra mujer que pronto sería la señora de aquella casa.
El joven pudo notar el cambio de humor en Anna, tratando de
animarla la llevó a conocer el resto del lugar.
Aquella noche cenó junto a Takeshi y su abuelo – la mesa estaba
plena de platillos y comprendió que las cocinas fueran enormes y que tanta
gente trabajara allí. Más que una cena habitual, parecía un banquete.
Trató de comer a gusto, pero le costaba tragar, el silencio
, la mirada escrutadora del anciano, sentir a Takeshi tan cerca y a la vez tan
lejos, impedían que comiera tranquila.
Antes de dormir pudo relajarse con un buen baño que habían
preparado para ella. Se sumergió en el agua y trató de vaciar su mente.
El amor la volvía codiciosa, quería más tiempo con él,
quería extender aquel sueño tanto como fuera posible.
A la mañana siguiente se despertó con el canto de pájaros ,
le llevaron el desayuno a la habitación y cuando salió al exterior se vio
sumergida en la vorágine de la villa Izumi.
No sabía dónde estaba Takeshi. Reunió valor y detuvo a una
mujer.
-¿Izumi- san? – preguntó y la mujer le hizo una seña de que
la siguiera. Deseaba que hubiera entendido que preguntaba por Takeshi y no por
su abuelo. La siguió y al doblar visualizó a hombre que amaba.
Por lo visto había dicho la verdad sobre su sangre de
guerrero, estaba practicando con otro hombre. Era muy diferente a la esgrima
inglesa, era mucho más brutal y al mismo tiempo, tenía un refinamiento cercano
a la danza.
Era apabullante, cada arista que descubría de él la
fascinaba.
Ejercitando con la katana se veía muy masculino , podía
observar la rapidez de sus movimientos, la forma en que sus músculos se
tensaban, sus dedos largos sujetando la empuñadura . Además era claro que aquel
ejercicio lo ayudaba a deshacerse de la
tensión acumulada.
No quería interrumpirlo, así que lo observó en silencio.
Apenas la vislumbró, Takeshi le dijo algunas palabras a su
compañero de prácticas, hizo una inclinación como saludo y caminó hacia ella.
Se detuvo antes de
llegar a su lado y eso fue un pequeño aguijón para Anna, recordar que
debían mantener la distancia.
-¿Descansó bien?
-Sí, muchas gracias.
-Me disculpo por no haber estado, pero me temo que hay
muchas cosas que tengo que hacer.
-Lo entiendo – respondió escuetamente sabiendo que sería muy
sospechoso que él postergara sus deberes habituales por ella.
-Si necesita algo…
-No se preocupe, estoy bien, me gusta estar aquí – dijo ella
y era verdad. Ahora que había vencido sus temores iniciales, se sentía bien por
poder observar la rutina cotidiana de aquella casa.
Y también hubiera querido ser una parte integral de ella.
-Tengo que marcharme, hay correspondencia urgente que debo
responder…- dijo él incómodo por tener que dejarla.
-Cumpla con sus deberes, Izumi – San , yo seguiré
vagabundeando un poco.- lo instó y Takeshi después de hacerle una leve
inclinación , se marchó.
La joven se quedó mirando su espalda, podría acostumbrarse a
aquella vida. Apenas ese pensamiento cruzó su mente, Takeshi se giró y la miró con amor, casi como si
hubiera adivinado su deseo y lo compartiera.
También Kisho Izumi los contempló desde la distancia.
La jornada de Anna transcurrió con bastante calma, al
atardecer Takeshi se reunió con ella en el jardín y le dio un par de libros
escritos en inglés.
-Por si te aburres, Hana-
dijo al entregárselos, había algunas páginas señaladas y cuando ella
miró aquellas páginas descubrió que eran poemas de amor.
“Un día más, sólo un día más” pidió en silencio, sin embargo aquella noche
no la invitaron a cenar, le llevaron la comida a su habitación y volvió a
sentir discutir a los hombres Izumi.
A la mañana siguiente, por la expresión de Takeshi, supo que
sus días de ensueño estaban por acabar.
-Ya es hora de que me vaya, ¿verdad? – le preguntó tratando
de facilitarle la tarea. Se lo veía sombrío.
-Yakiko y su familia vendrán en estos días, no quiere que
estés aquí cuando eso pase.
-¿Vienen? Creí que habías dicho que en verano…-manifestó
alarmada de que la fecha de su boda se hubiese adelantado.
-Es sólo una visita formal, no la boda, no aún.
-Ah…entonces debo irme – dijo pensando que tampoco ella
quería ver a quien sería la esposa del hombre que amaba. Era demasiado cruel.
-Mañana partiremos hacia el pueblo natal de Akira.
-Entonces , ¿vendrás conmigo?
-Sí, iremos juntos- le dijo y la joven sospechó que esa
había sido la condición que había generado la nueva disputa entre él y su
abuelo.
- De acuerdo- aceptó sabiendo que ya estaba por llegar al
final de aquella historia. La de su abuela y la propia.
Anna se despidió con mucha educación del patriarca Kisho
Izumi, aún cuando sentía que era injusto, aun cuando deseaba pedirle que la
aceptara a ella como mujer de su nieto.
Quería decirle que ella lo amaba por quien era, que de
verdad lo amaba. No tendría que sobornarla con dinero o poder para que ella
soslayase el oscuro origen de él, porque eso no le importaba en lo más mínimo.
Amaba a Takeshi, y él a ella.
Sin embargo le faltó valor, tampoco tenía derecho a
desbaratar la vida que él había elegido para sí mismo. Así que simplemente
agradeció el trato recibido y se despidió.
El anciano la despidió con fría amabilidad.
A pesar de la parquedad del hombre, ella supo que ambos
tenían en común su amor por Takeshi. Y ambos buscaban lo mejor para él.
El anciano la miró largamente y entendió que sabía lo que
ella y su nieto sentían, pero no lo aprobaba. También comprendió que Takeshi
había sufrido mucho en el pasado, amarla
le traería más dolor. Para estar a su lado, él debería volver a enfrentar los
prejuicios y escuchar murmuraciones a sus espaldas.
Jamás volvería a
vivir en paz. No quedaba más salida que dejarlo ir.
Es un placer leer esta historia. Es muy linda. Me gustan muchisimo las fotos de principio de los capitulos. Muy lindas tambien.
ResponderEliminarMuchisimas gracias, Nata.
Muchas gracias a ti Viky, me alegra que te guste!
EliminarY la historia es preciosa y entrañable... Jey
Eliminar