Inglaterra 1901
Anna había pasado mucho tiempo enferma y
también había sido largo el tiempo de convalecencia.
Cuando se había recuperado completamente, se sentía
tremendamente vieja y cansada, como si aquellos días de fiebre hubieran sido
años.
También era muy consciente de los cambios que
había traído aparejada su enfermedad, ya no era la joven de antes de viajar ,ni
tampoco la de Japón. Era un despojo de ambas, lo que había sobrevivido.
Tenía que encontrar un lugar para sí misma.
Estaba mucho más tranquila, rozando la
resignación, pero necesitaba hacer algo para mantenerse ocupada, así que había
decidido dar clases.
Enseñando a los niños a leer y escribir,
había hallado sosiego.
No había olvidado, nunca podría, pero se
había concedido una tregua. También se lo debía a su madre que la había cuidado
tan celosamente.
Al menos había sacado algo positivo de su
padecer, ella y su madre tenían una mejor relación.
Había terminado la clase y regresaba a casa,
la escuela funcionaba en la iglesia y
ella disfrutaba la caminata por la verde campiña.
El médico había aconsejado que hiciera
ejercicio para fortalecerse, ella sabía
que su enfermedad había nacido de un corazón roto. Nunca sanaría completamente.
Aún así disfrutaba el contacto con la naturaleza.
Iba ensimismada en sus pensamientos cuando
uno de los niños la llamó.
-¡Señorita Anna!- dijo llegando hasta ella.
-Arthur, ¿sucede algo?
-Me pidieron que le diera esto – dijo el niño
y le dio un pañuelo de seda, luego echó a correr.
Anna desenvolvió despacio el pañuelo y encontró unas flores
de cerezo prensadas. Con dolorosa certeza, supo desde qué día habían sido
conservadas y por quien.
Quería correr, pero el cuerpo no le respondía, así que se
movió con lentitud. Se detuvo, dio la vuelta y lo vio parado en la elevación de
la colina. El corazón le latió con fuerza.
Había pensado que ya nunca lo vería de nuevo.
Llevaba un traje occidental negro, aún así desprendía
exotismo, parecía más delgado, pero su cabello era igual de oscuro y aunque desde
allí no podía apreciar la expresión de sus ojos rasgados, ella sentía la
profundidad de su mirada.
Durante infinitas noches ,había temido olvidar como era, cerraba
los ojos e imaginaba cada facción de él temiendo que su rostro fuese tragado
por el olvido. Ahora estaba allí, mucho más hermoso que un recuerdo.
Comenzó a avanzar hacia él, muy despacio, temiendo que
desapareciera.
Su andar se hizo mucho más lento a medida que se acercaba,
cuando llegó a su lado, él le sonrió levemente y ella le correspondió con un
gesto más leve aún.
¿Cómo podía hablarle ahora que lo tenía frente a sí?
-Estás aquí – dijo ella livianamente, como si no hubieran
pasado meses, y se sorprendió que la voz no le temblara.
-Sí, vine a ver a la familia de mi padre, entre otras cosas.-contestó
con su acentuación característica.
La voz de él pareció resonar en todo su ser.
Ella no sabía cómo hablarle casualmente, cómo mantener una
charla superficial cuando su cuerpo estaba quemándose por las emociones.
Hablar con él como si fuera un amigo que acaba de ver era
tan fácil como sentir fuego en la garganta, cada palabra dicha era un puñal que
la desgarraba por dentro.
-¿Caminamos? -propuso él vacilante y ella asintió. Caminaron
uno junto al otro.
-¿Cómo te fue? -preguntó Anna haciendo referencia a lo que él le había
comentado sobre su familia paterna.
-Los padres de mi padre me echaron, dijeron que no vuelva a
aparecer allí - dijo él con la voz sin expresión.
-Lo siento.- dijo ella sinceramente. Que él hubiera ido tan
lejos para ser rechazado, era muy penoso.
-Está bien, mi tía me dio unas cartas de mi padre y por eso
valió la pena. ¿Sabes Anna? Él de verdad amó a mi madre. Antes de morir envió
una carta a sus padres donde les decía que lo desheredaran, que no volvería
porque iba a casarse con mi madre. También que los lazos de sangre ya no le
importaban porque él le pertenecía a ella. Además le escribió a su hermana,
hablándole de mi madre y de mi futuro nacimiento.
-Ya no lo odias…-comentó ella sintiendo que aquel peso ya no
lo atormentaba.
-No, sólo desearía que mi madre lo supiera. Sufrió mucho por
mi odio.
-Y tú, ¿cómo te sientes? – preguntó con curiosidad.
-Aliviado…y soy feliz.-dijo en un susurro y ella , aunque
agradecida porque estuviera bien, se sintió herida por aquella felicidad en la
que no tenía cabida.
Había otra mujer que era parte de aquella dicha.
Para él parecía tan fácil aquella charla casual, mientras a
ella la desangraba.
-Tu madre habló conmigo, me dijo que estabas enferma...-comentó
y ella inspiró profundo antes de responder.
-Sí, lo estuve, pero ya estoy bien -contestó y se
preguntó por qué su madre se había comunicado con él, cómo había sabido
de su existencia y cuánto le había dicho sobre la crisis que había atravesado.
-Estás delgada…- evaluó paseando su mirada oscura por el
cuerpo femenino.
-También tú.- sentenció ella.
-Sí supongo que sí. ¿Ya estás bien?-preguntó él y aquella
nota de preocupación en la voz de él la
desbordó. No podía más con ella actuación de dama civilizada.
Se adelantó y se
detuvo a cierta distancia, dándole la espalda y cerró los ojos, luego habló
suavemente. Dejó salir las palabras que había guardado por meses.
-Ahora sé lo que mi abuela quería decir. Cada vez que cierro
los ojos, estoy allí, en ese instante. El aroma, el calor, las sensaciones,
todo regresa a mí y puedo estar allí…toda mi vida se reduce a ese instante,
toda mi vida puedo vivirla en ese momento. Podía ser así para siempre, incluso
de anciana podría vivir en ese recuerdo…iba a vivir así…iba a seguir así...-dijo
casi con dolor -¿Por qué tuviste que venir?- le reclamó y era verdad, había
añorado verlo, pero aquella conversación absurda era lacerante.
Él se acercó y se situó tras ella, Anna no se animó a abrir
los ojos, sólo lo sentía cerca, tan cerca. Podía sentir su aroma y su calidez a
su espalda, no quería pensar, sólo sentir a aquel hombre.
Sintió como él la rodeaba con un brazo y luego habló
suavemente con aquella cadencia tan particular.
-También yo cerraba los ojos y podía irme a ese momento, estabas
allí conmigo. A veces incluso te seguía hasta aquí…te imaginaba en tu propia
tierra, caminaba a tu lado, hasta que me aterraba que él apareciera en mis
visiones. Temía ver a tu esposo junto a ti, entonces me ahogaba en sake hasta la inconsciencia.
-No me casé con él…- susurró conmovida. Pensaba que él la
había olvidado.
-Me lo dijo tu madre…
-No podía, no podía- casi gimió- Nunca me casaré, ni tendré
una nieta a la que contarle sobre ti, a la que pedirle que me lleve a tu lado
cuando de mi último suspiro. Me has convertido en una extranjera en mi propia
tierra. El aire de Inglaterra me sofoca, no puedo respirar, añoro otro aire,
otros aromas. Las grandes casas de
piedra me resultan opresivas, el idioma, mi propio idioma, es duro y también la
gente, sus movimientos, sus gestos me resultan rudos. Me he convertido en algo
más sutil, más leve , un pétalo de sakura, y aquí todo me es extraño. Sueño
contigo dormida y despierta, nunca dejaré de amarte . Y ahora estás aquí…podría
ser cualquier cosa que tú pidieras, podría
humillarme a mí misma y rogarte que no me dejes, incluso aceptaría ser
tu amante…cualquier cosa para no perderte -musitó y la voz se le apagó por las
lágrimas.
Él se puso frente a ella
y con suavidad le levantó su cara para obligarla a mirarlo.
-Sé mi esposa, entonces…-dijo con una intensidad que hizo
que ella lo mirara finalmente.
-No puedo..tú…
-Yo tampoco me casé, ¿cómo podría?.Si estás siempre conmigo,
tú , sólo tú, no la amo. Tampoco ella se merece tener de esposo a un hombre
vacío, un hombre que ha estado agonizando hasta que recibió la carta de tu
madre. He venido por ti, Anna.
-Dijiste que eras feliz…yo creí…-dijo confundida, aquello
debía ser irreal, uno más de los sueños en los que se sumergía cada tanto.
-Soy feliz, ahora que te tengo junto a mi soy feliz.-dijo y
ella se abrazó con fuerza a él mientras lloraba, lloraba los últimos vestigios
de tristeza y lloraba también de
alegría. Acababan de liberarla.
Cuando el llanto amainó, él la besó, reviviéndola.
-¿Tu abuelo?- preguntó ella recordando el mayor de los
obstáculos
- Te aceptará, no creo que pueda encontrar otra candidata a
esposa . Y tampoco tiene otro heredero. Aún así no será fácil- dijo.
-Llévame a casa, Takeshi – respondió ella aceptando su segunda
oportunidad.
-Te amo – declaró él
Y el aroma de la flores secas que Anna aún sostenía en la
mano, pareció inundarlo todo, hasta llevarlos a su verdadero hogar.
Epilogo
Con cuidado ,él me
desprende de cada una de las capas de mi vestido de boda, poco a poco la seda
se arremolina a mis pies...hasta que quedo envuelta en una prenda tan delicada
como el ala de una mariposa, entonces con tan sólo esa mínima prenda
interponiéndose ,yo me dedico a desvestirlo a él con la misma reverencia.
Finalmente quedamos
piel contra piel, sólo vestidos con nuestra desnudez…ambos cuerpos pálidos
,aunque la palidez es diferente,la mía es la palidez del occidente,de rosas y
días brumosos en la campiña, la de él es la de oriente, una palidez de mil soles
y cerezos, de papel de arroz y de grullas.
Nuestras pieles son de diferentes tonos pero tienen la misma
calidez y anhelo.
Sus manos vagan por mi
cuerpo, sus fuertes manos que saben esgrimir una katana, sus sabias manos que
toman pinceles para dibujar magistralmente una caligrafía que aun no sé
descifrar , sus manos largas y delicadas que van despertando el deseo con la
paciencia silenciosa de su raza.
De aquella raza a la
que él eligió pertenecer ,dejando de estar dividido.
Nuestro lecho nupcial
está armado en el suelo, tal como la primera vez que nos amamos bajo los
cerezos en flor. Allí me ha depositado con exquisita suavidad para luego
abrazarme de la misma manera, es un lugar cómodo aunque sólo puedo ser
consciente de él y de nada más. Sólo puedo respirar su aroma y nada más ,mirarlo
a él y nada más.
Yo también lo acaricio
lentamente, para asegurarme que esta vez no es un sueño, para tener la certeza
de que no voy a despertar de golpe en un país lejano sumida en la más completa
soledad.
Mis dedos recorren los
caminos de su espalda, quiero grabar en mi
tacto para siempre cada uno de sus músculos flexibles y firmes, sus
hermosas líneas, la armonía de su cuerpo masculino y abrumador. Quiero poder
sentir su calor en mis dedos aun cuando las tareas cotidianas nos aparten, aun
cuando la mañana llegue, quiero poder dibujar en el aire el cuerpo que amo y
que me ama. Quiero dejar mis huellas en él, de la misma forma en que él las
deja en mí.
Es el único que me
conoce, el único que me conocerá y mi cuerpo que reconoce esa verdad absoluta
se abre a él para recibirlo. Lo acepto dentro mío, le doy la bienvenida porque
quiero ser su hogar y nos enlazamos en un ritmo propio, un ritmo que
descubrimos hace mucho y que se mantuvo oculto y latente esperando nuestro
reencuentro.
Así nos damos el uno
al otro, así nos tomamos el uno al otro, así nos recibimos, nos reconocemos y
nos amamos con la pasión y reverencia que nos marca el corazón.
Me besa la frente, me
besa los párpados, me besa la boca con suavidad, como si quisiera recordarme
que su posesión es un acto pleno de amor y no un mero intercambio físico, y yo
lo sé .Por eso acaricio su rostro eclipsado por el deseo, acaricio el cabello
que cae sobre su frente húmeda , lo acarició con mi mirada y en el interior de
mis entrañas donde él se une a mí.Y entonces ambos nos perdemos en el placer
,nos perdemos sin miedo alguno, porque sabemos que vamos a encontramos aun
cuando el deseo se desvanezca en el sueño.
Hemos recorrido largas distancias para este
momento, así que el olvido causado por el placer no es nada.
Tiempo después, cuando
recuperamos nuestras respiraciones y nuestras palabras yacemos uno en brazos
del otro en una quietud reconfortante y cuando él se queda dormido, apoyo mi
cabeza en su corazón mientras él aún me mantiene abrazada a sí.
Entonces , en ese
estado de feliz satisfacción , en la silenciosa noche, percibo un delicado
aroma que va más allá del de nuestros cuerpos. Sólo entonces descubro que
nuestro lecho y el suelo están llenos de sutiles pétalos de “sakura”.
Sonrío por aquel
romántico detalle que he percibido tardíamente y beso el lugar donde late el
corazón del hombre que amo.
Cierro los ojos
mientras dos certezas me cobijan.
Él me ha dado un hijo
esta noche.
Ya no soy una
extranjera, mi esposo, quien duerme junto a mí, es mi única patria.
LA amé y la odié, por ser tan corta!!!!
ResponderEliminarPero es preciosa. Los sentimientos de anhelo que me has despertado con esta historia y lo magnifico, que parecía el estar allí.... Aich... Quiero mi cerezo en un jardín.
Me encanta como nos metes en la piel de tus personajes boli rojo.
Se que voy a estar por unos días, aún pensando en ella.
Besos y abrazos
Gracias cielo y NO FUE CORTA, jajaja besos. También quiero mi cerezo pero en fin....
EliminarPreciosa historia, Nata. Está lleno de sentimientos y como EJ comenta "quiero mi arbol de cerezo" también. Es una pena que sea corta esta historia pero creo que alargarla podría haber sido muy triste. Ya he llorado mucho así que gracias Nata, me ha encantado.
ResponderEliminarEspero mas historias tan emocionantes como ésta que te transporta a lugares tan lindos como describes aquí y te transmiten tantas emociones.
Besos Nata
Gracias Yola, no sabes lo gratificante que es saber que te ha emocionado. Besos
Eliminarhermosa historia! me gusto mucho, tenia algo.. como magico o.. que me recordaba a los blackdalion, la descripcion de los lugares tal vez, linda!, hasta el final me pregunté si solo seria un romance como el de su abuela, o no.
ResponderEliminarhermosa historia! me gusto mucho, tenia algo.. como magico o.. que me recordaba a los blackdalion, la descripcion de los lugares tal vez, linda!, hasta el final me pregunté si solo seria un romance como el de su abuela, o no.
ResponderEliminarPor los cerezos calculo, igual que los que rodean el Castillo Negro. Gracias!!!
EliminarEs una historia preciosa. Gracias por compartirla mi querida Nata. Por alguna razón "desconocida" la aprecio más ahora ja ja.
ResponderEliminarBesos!!
Jajajajaj, me callo , me callo...Con lo mucho que le costó a Takeshi caerte bien, si supiera....
EliminarQue historia tan linda. Me encanto.
ResponderEliminarMuchisimas gracias, Nata.
Saludos
Es hermosa sis, escribes sublime...
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