Se
encontraban en el hospital, en la sala de espera B por recibir noticias de
Sandro y Regina. Quien tras desvanecerse, se había despertado en el hospital
demasiado nerviosa.
Jaimie,
caminó hasta donde estaba sentado su marido, para posicionarse delante de él
con los brazos en jarra y mirada hostil.
-Si
lo hubieras hecho de otra manera –Comenzó a regañarlo-, no nos veríamos en ésta
situación. Teniendo a dos personas en urgencias.
Su
marido alzó la mirada entrecerrada, para hablar con gran nepotismo.
-No
me toques las pelotas, tesoro –Soltó mascullando-. Si hicierais las cosas como
es debido, no nos veríamos en las situaciones en las que nos vemos.
-¿Perdona?
–Siseó, cruzándose de brazos sin creer lo que había dicho su marido.
-Vamos
mi amor, no te hagas la tonta –Siguió escupiendo con ironía-. Si aceptarais lo
que os asigna el destino, sin ponerlo todo patas arriba –Señaló con un gesto de
manos-, las cosas serían más sencillas, fáciles… Dentro de una armonía sin
accidentes.
-¿Me
estas echando a mí la culpa de lo ocurrido con Sandro? –Dijo con tono
incrédulo.
-Sí,
no… -Soltó rabioso posicionándose de pie-. Solo digo que a las mujeres os gusta
complicarlo todo.
-Juro
que en estos momentos, solo tengo ganas de darte una bofetada –Habló con dolor,
para girarse y alejarse de él con cierta frustración encima.
Pero
sabía, que más tarde su marido se disculparía con ella. Era muy comprensible su
actitud con lo ocurrido a Sandro.
En
la sala de espera siguiente, se halló a una parte de los mecánicos y
corredores, también en espera de si Sandro estaba realmente bien.
-Esta
que muerde, verdad –Vaticinó un compañero mostrando cierta sonrisa de apoyo.
-Peor
que una mujer en su ciclo menstrual –Señaló Jaimie con cierta sorna, yendo a
sentarse en una de las sillas libres.
-Pues
así es con nosotros, cuando te vitoreamos al probar tú los coches –Puntualizó
con un guiño de ojos, logrando sacarle otra sonrisa a la chica.
-Ni
me menciones eso –Chascó la lengua-, llevo ya cinco años de morros por su
parte, sobre ese punto.
-Es
muy protector con todos sus seres queridos –Indicó nuevamente el chico con tono
cariñoso.
-Pues
ya veremos, cuando su hija empiece a salir de fiesta –Dijo puntillosa y mirada
traviesa.
Después,
todos volvieron a sumirse en un silencio pero sin tanta tensión, en espera de
que saliera Sandro de quirófano.
Diez
minutos después, notaba como alguien se detenía en el marco de la sala de
espera, sin atreverse a entrar.
Así
que alzó la mirada, para hallar allí a la joven culpable de todo aquel lío, con
la tez color ceniza.
Obvio,
que estaba muerta de preocupación.
Con
calma, se puso en pie para acercarse a ella amablemente. Pero apareció de
repente Santino, para sujetarla por el codo y con un movimiento de cabeza, la
sacó de allí.
Como
no, fue tras ellos. Para ver como su marido abría la puerta de las escaleras de
incendio, siendo un lugar poco frecuentado por la gente.
Allí,
la soltó y se quedó con las piernas ligeramente separadas y los brazos
cruzados, mirándola directamente al rostro con cierto desafío.
-Habla
–Ladró con dureza.
-Creo,
que eso es cosa de Sandro y ella –Decidió intervenir con cierto tono de duda
pues sabía, que éste replicaría.
-Pues
bien recuerdo, que Sandro intervino en lo nuestro –Le refrescó la memoria con
socarronería-. Me debe una y es ésta –Miró un momento a su esposa, quien soltó
un profundo y sonoro suspiro, para volver a fijar la mirada en la cohibida
joven-. Habla, porque estas muy viva –Tajó en una orden con cierta sátira.
-Lo
de que estoy viva –Comenzó con voz apenas audible-, siempre ha sido así. En
ningún momento, que yo tenga conocimiento, se me ha diagnosticado lo contrario.
-Y
entonces, cómo explicas todos estos años desaparecida –Atacó con enfado.
-Fue
él quien desapareció, quien me abandonó –Soltó rabiosa pero con ojos cargados
de lágrimas.
-¡Mientes!
–Exclamó el hombre furioso, con los puños cerrados, bajándolos a cada costado
de sus piernas.
-¡Santino!
–Saltó Jaimie, yendo a darle su apoyo a la joven, al dejar caer sus manos en
sus temblorosos hombros, quien ya no aguantó más y rompió a llorar-. Es obvio,
que son ellos dos quienes tienen que aclarar la situación.
-¿Sí?
–La miró con rabia-. Pues Sandro, casi no lo cuenta en ese accidente, para
aclarar las cosas –Volvió a mirar receloso a la joven-. Mi amigo, lleva nueve
años llorando por ti. ¡Creyendo que estabas muerta por su culpa, sin poder ir a
disculparse siquiera a tu tumba, porque tú familia se lo prohibió!
-No
sé nada de esto –Dijo en un sollozo-. No sabía nada, de verdad. Mi familia ha
sido mí jaula… -Confesó con cierta congoja.
-Lo
que no comprendo, el por qué apareces ahora –Quiso saber en tono demandante.
Por
unos instantes, se mantuvo en silencio. Haciendo que creciera la impaciencia de
ellos dos. Después, con cierto titubeo, cogió aire y habló.
-Después
de lograr salir de mi atosigadora familia y labrarme un futuro por mi sola
–Alzó la mirada hacia él, para encararlo-. Vine, tras creer que ya me sentía
fuerte para encarar a Sandro. Quiero que me de una explicación de su abandono.
Ante
aquello, Santino refunfuñó entre dientes pero callando, cuando su mujer lo miró
con cierta dureza.
-Pero
si hice éste avance… -Dudó nuevamente-. No fue porque quise, sino porque llevan
bastante tiempo pidiéndome conocerlo. Y creo, que él debe saberlo.
Tanto
Jaimie como Santino, fruncieron el ceño.
-¿Qué
quieres decir? –Se aventuró a preguntarle él.
-Mi
hijo… Y de Sandro –Soltó la bomba, pudiendo observar como se sorprendían los
amigos de su ex prometido, por así llamarlo-. Lleva tiempo que me reclama con
preguntas, por saber quién es su padre.
De
pronto, la puerta que conducía a las escaleras se abrió y uno de los pilotos,
apareció con gesto impaciente, ajeno a lo que se había descubierto allí.
-Al
fin os encuentro, ya terminó al operación – Sonrió con un poco de alivio-. El
doctor, saldrá a explicarnos como fue todo.
-Bien…
Sí… -Carraspeó Santino, alargando sus brazos para sujetar a las dos mujeres y
hacer que se adaptaran a sus pasos apresurados-. Vamos –Se giró a mirarla-. Y
tú también, ni se te ocurra irte otra vez.
Jaimie
volteó los ojos.
-A
veces creo que eres idiota –Soltó con cierta pulla su esposa-. Perdona a mi marido –Dijo casi sin aliento
por el arrastre veloz del hombre con sus agigantados pasos-. Suele ser muy poco
sutil y a veces, no ver ciertos detalles, como que no creo que se vaya tras
haberte revelado un dato tan crucial.
Por
primera vez, en los labios de Regina asomó un amago de sonrisa. Al ver en
Jaimie una aliada y posible, futura amiga.
¿Pero
qué hacia pensando en un futuro?
Ella,
no había ido arrastrarse a los brazos de Sandro, por más que su corazón le
implorara de hacerlo.
Ayeeeeeee Acabo de dejar mi mensaje y no sale! En fin que gracias, que no lo esperaba, que me encanto y espero que se arregle todo entre estos dos ¿Sandro estrá bien, verdad?
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