miércoles, 21 de octubre de 2015

Imposible 4


-Verás como en un momento las tenemos aquí –Le informó intentando sonar amigable, cosa que le era difícil al ver la actitud que gastaba el hombre con ella.

-¿Y con ésta actuación tuya, se supone que debo creerte? –Acusó injustamente con una ceja alzada-. Cómo puedo estar seguro, que no estás confabulada con ellos.


A Mandy, se le inflaron las fosas nasales por aquella poca confianza. Y aquel viernes, no era un buen día para que la trataran con aquella condescendencia.

Estaba hasta el moño de todos los hombres.

¡Y se iba a servir ella misma su maldita copa!

Guardó el móvil en su bolso, cerrando la cremallera de éste con gran determinación, para caminar hacia la barra, dejar su bolso en ella y mirarlo con furia, al tiempo que daba los pasos necesarios para posicionarse junto al hombre y buscar la botella de Martini.

Intentando calmar sus demonios, se agachó y agarró una copa, le puso sus dos olivas de anchoa y añadió su ansiada bebida. Todo en silencio y siendo observada por él.

Para cuando le dio un buen trago, decidió soltar su lengua peliaguda.

-Porque mi coño moreno no tiene hambre de tú ridículo pene –Y le mostró una cínica sonrisa, antes de volver a darle un trago a la copa.  

-¿Y dices que soy vanidoso? –Soltó con mofa, para volver a darse la vuelta dirección a la cocina, pero no sin soltarle su toque de espada-. Ojo no vayas a emborracharte, que ya sabemos de ese dicho -Le guiñó un ojo-. Solo los niños y los borrachos, dicen la verdad. Y no vayamos a sorprendernos hoy aquí tú y yo…

Sintió como si se le cayeran las bragas. Una vez más, la preciosa niña volvía atacar su cerebro, para que éste le mandara un poco de calor a su corazón.

-¡Joder! –Gruñó por lo bajo, para volver agarrar la transparente botella.

Era obvio, que de allí no iban a salir si tenían que contar con Prieto y las chicas. Tenía que aceptar, que iba a perder un puñado de horas allí, encerrada con Adam.

Y el echar un par de polvos, no entraban como método de entretenimiento.

Aquello era imposible e impensable.

¡Dios, no sabía estar sentada sin hacer nada! Renegó completamente frustrada.

Y sabía, que podía echar una mano al hombre, en algo que le gustaba pero que muy pocos eran conocedores de su talento en los fogones.

Y ahora que caía, Elvira era una de esas pocas personas, que conocían de sus estudios en cursos de cocina en su juventud y tiempo libre.

Y qué era buena en ello, para echarle una mano al hombre en el menú de la boda de oro.  Ahora, todo empezaba a encajarle. Comenzaba a visualizar el puzle que querían montar sus amigas con ella.

Pero ni de coña, que iban a lograr que se convirtiera en una mujer dulce, fiel y casera con un mismo hombre.


Pero poder reírse un poco de Adam, al mostrarle de lo que era también capaz, no estaría mal, para darle como punto a favor en su venganza hacía él. Pensó con sonrisa mezquina, al tiempo que se quitaba su rebeca y se encaminaba por segunda vez a la guarida de su querido y atractivo lobo de mirada glacial.


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