-Verás
como en un momento las tenemos aquí –Le informó intentando sonar amigable, cosa
que le era difícil al ver la actitud que gastaba el hombre con ella.
-¿Y
con ésta actuación tuya, se supone que debo creerte? –Acusó injustamente con
una ceja alzada-. Cómo puedo estar seguro, que no estás confabulada con ellos.
A
Mandy, se le inflaron las fosas nasales por aquella poca confianza. Y aquel
viernes, no era un buen día para que la trataran con aquella condescendencia.
Estaba
hasta el moño de todos los hombres.
¡Y
se iba a servir ella misma su maldita copa!
Guardó
el móvil en su bolso, cerrando la cremallera de éste con gran determinación,
para caminar hacia la barra, dejar su bolso en ella y mirarlo con furia, al
tiempo que daba los pasos necesarios para posicionarse junto al hombre y buscar
la botella de Martini.
Intentando
calmar sus demonios, se agachó y agarró una copa, le puso sus dos olivas de
anchoa y añadió su ansiada bebida. Todo en silencio y siendo observada por él.
Para
cuando le dio un buen trago, decidió soltar su lengua peliaguda.
-Porque
mi coño moreno no tiene hambre de tú ridículo pene –Y le mostró una cínica
sonrisa, antes de volver a darle un trago a la copa.
-¿Y
dices que soy vanidoso? –Soltó con mofa, para volver a darse la vuelta
dirección a la cocina, pero no sin soltarle su toque de espada-. Ojo no vayas a
emborracharte, que ya sabemos de ese dicho -Le guiñó un ojo-. Solo los niños y
los borrachos, dicen la verdad. Y no vayamos a sorprendernos hoy aquí tú y yo…
Sintió
como si se le cayeran las bragas. Una vez más, la preciosa niña volvía atacar
su cerebro, para que éste le mandara un poco de calor a su corazón.
-¡Joder!
–Gruñó por lo bajo, para volver agarrar la transparente botella.
Era
obvio, que de allí no iban a salir si tenían que contar con Prieto y las
chicas. Tenía que aceptar, que iba a perder un puñado de horas allí, encerrada
con Adam.
Y
el echar un par de polvos, no entraban como método de entretenimiento.
Aquello
era imposible e impensable.
¡Dios,
no sabía estar sentada sin hacer nada! Renegó completamente frustrada.
Y
sabía, que podía echar una mano al hombre, en algo que le gustaba pero que muy
pocos eran conocedores de su talento en los fogones.
Y
ahora que caía, Elvira era una de esas pocas personas, que conocían de sus
estudios en cursos de cocina en su juventud y tiempo libre.
Y
qué era buena en ello, para echarle una mano al hombre en el menú de la boda de
oro. Ahora, todo empezaba a encajarle.
Comenzaba a visualizar el puzle que querían montar sus amigas con ella.
Pero
ni de coña, que iban a lograr que se convirtiera en una mujer dulce, fiel y
casera con un mismo hombre.
Pero
poder reírse un poco de Adam, al mostrarle de lo que era también capaz, no
estaría mal, para darle como punto a favor en su venganza hacía él. Pensó con
sonrisa mezquina, al tiempo que se quitaba su rebeca y se encaminaba por
segunda vez a la guarida de su querido y atractivo lobo de mirada glacial.
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