Soltando
un gemido y volteando los ojos al aire, no le quedó más remedio que ir tras
Eric con la visión de su blanco trasero en todo momento. Para poder detenerlo
si el muy tonto, se creía capaz de ir a su piso y detener a los asaltantes.
Además,
quién se lo iba a tomar en serio con aquella pinta.
Pero
no hizo nada de aquello, solo se acercó al ventanal para correr la cortina al
tiempo que agarraba el teléfono inalámbrico de un rincón y marcaba un par de
números.
Y
estando allí parada, no pudo evitar que sus mejillas volvieran a sonrojarse
cuando por inercia uno observaba a una persona y la recorría de arriba abajo,
salvando que ella no se acordaba que el tonto iba desnudo. Y sus ojos volvieron
a toparse con su anatomía, observando que ya no se veía tan resultona.
Lo
veía comprensible dado la situación, meditó dándose la vuelta para que no la
pillara observándolo de forma descarada.
-Sí,
marco el número de protocolo porque están intentando robarme –Escuchó que
informaba con tono serio, causando que frunciera el ceño al no comprender por
qué decía aquello. Era a ella a quien trataban de robar-. Doy mi consentimiento para que procedan con
toda libertad.
Aquello
ya la estaba asustando un poco, realmente parecía una maniobra del ejercito. Y
fue lo que hizo que se girara para observar al chico, cuando al hacerlo dio un
pequeño respingo pues lo tenía a un paso de ella.
Eric,
se había dirigido a ella, para sujetarla de la mano sin importarle que aún
anduviera en cueros y con paso apresurado, la volvió a conducir al final del
pasillo.
A
su dormitorio.
Allí,
éste pasó directamente por al lado de un sifonier oscuro de donde extrajo unas
bermudas grises, para ponérselas sin más.
Y
ahora, es cuando vendría el momento de ver como estaba la relación entre ellos.
Porque lo ocurrido antes, no se podía catalogar como una conversación.
El
que ella lo hubiera visto desnudo a él, no era un equivalente como moneda de
cambio por cuando é, hizo lo propio con ella.
Lo
suyo, se podía cuestionar como un suceso accidental. Lo del, si podía haberse
evitado.
Aún
sentía vergüenza y enfado, también por haberle abofeteado. Pues ahora, no sabía
cómo estaría la confianza entre ellos dos, tras haberle esquivado por aquel
corto periodo.
-¿Estás
bien? –Preguntó Eric, dando los pasos necesarios para detenerse delante de
ella.
Solo
supo asentir con un movimiento enérgico de cabeza, como una total cobarde.
-Ahora
mismo –Soltó un profundo suspiro, mientras empleaba un tono acongojado con ella
y la sorprendía, al alargar sus manos y apoyar las palmas en sus hombros-, me
hallo muy enfadado, de solo pensar que te podrían haber hecho mucho daño por mí
culpa.
¿Cómo?
Frunció
el ceño otra vez extrañada por sus palabras, pero en verdad le podía más el
calor de sus manos y su cercanía.
-Yola,
yo…
Alzó
su mirada a la de él, con el corazón bombeando a mil por hora, sabiendo que
quería decirle algo importante por lo nervioso que se le veía. Pero el timbre
insistente y unos golpes fuertes en la puerta, lo interrumpieron de hacerlo.
-Ya
ha llegado la caballería –Informó aspirando con fuerza y sus ojos puestos en
ella, con cierto cariño… -. Tenemos que hablar más tarde.
Pero
ese más tarde, nunca tuvo lugar aquella noche. A decir verdad, tuvo que admitir
que todo fue muy extraño.
Cuando
se acercó Eric abrir la puerta, aparecieron varios hombres trajeados, dos
policías y su abuelo Ferrán, quien le guiñó un ojo con simpatía.
Recordaba
como la invitaron a sentarse en el sofá, para hacerle una serie de preguntas. Y
allí, es donde había amanecido.
Tanto
Ferrán como él, habían insistido en que durmiera allí aquella anoche, por más
tranquilidad de ellos.
Aún
estaba sorprendida por lo que podía hacer el dinero. En su vida, había visto
tal desplegué. Y aquello, es lo que la tenía un poco preocupada.
Obvio,
que Eric le ocultaba que de rico era su familia, para que hubiera ocurrido una
cosa como aquella.
Nuevamente,
volvía a sentirse pequeña a su lado.
Medio
adormilada, se puso en pie y miró a su alrededor, para reparar en un pósit
pegado en el cristal del ventanal. Caminó hasta él apresurada, para leer que se
hallaba sola en el piso. Eric no había querido molestarla y se había ido al
trabajo.
¿Un
sábado?
Soltó
un suspiro, porque tal vez éste había ido hacer horas extras, para alejarse un
poco de ella. Pues no creía que le hiciera falta ese dinero. Pero puede que sí
se sintiera mal, porque tal vez casi había metido la pata ayer noche antes de
que los interrumpieran.
Con
paso lento, se dirigió a su piso para darse una ducha. Apenas eran las ocho y
media de la mañana… Tenía todo el día por delante y por primera vez, se sentía
inquieta sin saber qué hacer.
Y
ya sabía por qué de aquella sensación.
Su
cuerpo, su mente y su corazón, habían aceptado y admitido que necesitaba a
Eric. Querían estar con él, pero para ello, primero tendría que disculparse y
ver como estaba su amistad. Luego, ya miraría si sus sentimientos por él tenían
cabida en la vida de su vecino.
Algo,
que veía con bastantes dificultades por su diferencia de edad y su escala
social. Pero aquello, aún debía dejarlo aparte. En aquel momento, lo primero
era volver a estar como estaban antes.
Así,
que mejor se vestía y acudía al trabajo. Sabía que apenas habría gente rondando
por los edificios y puede, que hubiera posibilidad de hablar con él. Y de paso,
conocería que puesto empleaba él allí.
Por
lo ocurrido de aquella noche, que se encontraba ahora en su despacho que
compartía lagunas veces con su padre, en el edificio B. De acuerdo, que era más
suyo que de él, pero casi nunca lo utilizaba.
Le
gustaba más la tranquilidad del que tenía en su piso. Allí, casi siempre paraba
en el laboratorio o en diferentes departamentos, para tratar de forma más
directa con los empleados.
Aquello,
había hecho que lo trataran como uno más. Y no había ningún trato especial. Era
un igual para el empleado de más abajo como al de más arriba. Podía decirse,
que se había creado un ambiente casi familiar.
Y
en breves minutos, acudiría a la sala conjunta, donde le esperaban algunos
directivos junto con su padre, y los empleados en los que él tenía depositada
mucha confianza. Iba a resultar un momento delicado, donde les tenía que
comunicar que tristemente un compañero que todos tenían en mucha estima, había
resultado ser un traidor en lo que llevaban muchos años de estudios
conjuntamente todos.
Era,
el que creyendo que se hallaba aún de viaje había ido a robarle la formula que
tenía en el ordenador de su casa, para poder entregarla a la competencia.
Y
éste, es el que iba a pasar por el piso de Yola para poder llegar hasta él.
Desconociendo todos, cual habría sido el alcance de sus actos al encontrarse
con la joven.
Su
tomate Cherry…
Sería
su siguiente punto a tratar, en cuanto diera por terminada la reunión que iba a
comenzar en cuanto llegaran todos. Pues tras lo ocurrido, había comprendido que
no quería esperar más, bastaba ya de perder su tiempo sin ser completo del
todo.
Le
daba igual, si ésta lo rechazaba en aquel momento. O si por la diferencia de
edad, cuando llegara a la edad adulta de universitaria, decidiera conocer otras
personas diferentes y lo dejara de lado…
Pero
al menos, quería vivir algo con ella, fuera corto o largo.
La
chica bien lo valía.
Dos
golpes en la puerta lo alejaron de sus cavilaciones. Se trataba de Elisabeth,
que venía en su búsqueda.
-Ya
están todos los que has mandado a llamar.
-Bien
–Se puso en pie, para salir de allí en compañía de su amiga.
Tal
vez por aceptar al fin, lo que su corazón llevaba tiempo tratando de
comunicarle, que se sentía eufórica.
Y
aún lo seguía estando, cuando pasada una hora y veinte minutos que había
llegado a los laboratorios, no había hallado al chico por ningún lado del edificio
A.
Fue
entonces, cuando estaba a punto de salir
del edificio que se topó con uno de los vigilantes, que entraba allí tras hacer
una de sus rondas. Decidiendo preguntarle por si había visto al chico por algún
lugar.
La
suerte estaba de su lado, pues le dijo que se hallaba en el despacho de la
planta tercera del edificio B, dado que él venía de entregarle unos papeles.
Salió
del Edificio A, para ir con paso ágil al edificio B, dejando de lado los
ascensores y optar por la rapidez de sus piernas jóvenes en las escaleras
secundarias.
Y
así fue, que en pocos minutos con falta de aliento, se hallaba delante de un
despacho con la puerta abierta y vacío.
Sus
ánimos se desinflaron, tras llevarse el chasco de no dar con el paradero suyo.
Pero la pronta aparición de un hombre con carpetas, hizo que volviera haber un
brillo de esperanza en su mirada.
-¿Estas
perdida? –Preguntó amablemente éste acercándose a ella.
-No,
en verdad estoy buscando a Eric –Informó con tono amable.
-Claro
–Le sonrió con amabilidad-, el jefe se halla en la sala al final del pasillo.
Yola,
frunció el ceño para sonreír algo confusa.
-¿Jefe?
–Repitió no queriendo pensar mucho.
-Tú
eres nueva –Sonrió éste, acercándose a ella un poco más-. A muchos les pasa lo
mismo, cuando descubren que no es un compañero más aunque lo parezca. Más bien,
es uno de los jefazos de aquí –Le guiñó un ojo divertido-. Si es importante,
puedes interrumpirlo ahora antes de que empiece la reunión tras puerta cerrada,
en donde te dije –Le comunicó, alejándose de ella para dejar las carpetas en el
despacho vacio y salir de allí por donde había venido.
Quería
ver aquello. Quería saber si era verdad.
Con
el corazón casi saliendo por su garganta, caminó por el largo pasillo
enmoquetado hasta llegar al final. Allí, pudo escuchar el murmullo de unas
voces y creía, que una de ellas era la de él.
Dio
un paso más, para tratar de asomarse a la puerta medio entornada. Pero cuando
estaba casi enfrente de ella, dio un respingo cuando alguien apareció de
sopetón de dentro la sala, para ir a cerrar ésta.
Era
Eric.
Quien
se quedó a medio hablar y abrió sus ojos de forma desmesurada, al toparse con
ella.
-¿Yola?
–Pronunció con sorpresa y miedo.
Así
que era verdad lo que aquel hombre le había dicho.
-¿Cuándo
pensabas decírmelo? –Le susurró con el brillo de las lágrimas en los ojos.
-Ahora
empezaremos la reunión, denme unos minutos –Habló con un tono que nunca había
oído en su boca, para salir al pasillo y cerrar tras su espalda la puerta gris.
Allí, se la quedó mirando por un momento a los ojos-. Yola yo… -Alargó su mano
hacia ella.
-¡No!
–Se retiró un paso de él, cayendo ya alguna lágrima por sus mejillas-. ¿A qué
estabas jugando conmigo? –Le pidió-. Acaso soy tu buena acción del mes del club
de snobs –Soltó con gran desprecio en sus palabras.
-Sabes
que eso no es verdad –Respondió con rabia y mirada fría.
-Yo
ya no sé que es verdad en ti –Soltó limpiándose las lágrimas.
-Por
favor, déjame que luego hablemos con tranquilidad –Le pidió con tono de
súplica.
-Luego
no hay nada que hablar –Hizo un movimiento negativo de cabeza-. Creo que ya ha
pasado mucho tiempo, para que me contaras lo que me tuvieras que contar –Bajó su
mirada al suelo-. Al menos espero que mi trabajo sea valorado de verdad y no
por quién eres… -Dijo con las mejillas sonrojadas por vergüenza a todo lo que
se le estaba pasando por la cabeza y lo tonta que había quedado desde un
principio.
-Sabes que Albert mandaba sobre eso –Soltó medio
enfadado por aquella desconfianza-. Por favor, espérame y te llevo a casa y
hablamos.
Su
respuesta fue un gesto negativo con la cabeza, tirando por los suelos sin que
lo supiera los ánimos del joven.
-No
–Mostró una media sonrisa forzada en su rostro-. Creo que es mejor dejarlo todo
así. Yo, tengo mucho que pensar… -Sorbió por la nariz con fuerza-. Hazte a la
idea, de que nuestra terraza se halla dividida por un muro de dos metros de
alto –Indicó con tono estrangulado, antes de salir corriendo por el pasillo para ir hacia las mismas
escaleras que había utilizado anteriormente.
Me ha encatado y vaya giro..pobre Eric que se le vuelve a complicar, gracias cielo me ha gustado leerte
ResponderEliminar