martes, 22 de septiembre de 2015

Sorpresa de Navidad 4

El ruido metálico de abrir y cerrar las tijeras, fue lo que la sacó de su trance, para hallar enfrente suyo al hombre, con cierta mirada pensativa hacia la endemoniada prenda.

-No mires por romperla lo más mínimo –soltó con cierto hastío-, pues pienso someterla a la trituradora de la cocina.

Colin rió, tomando aquello como permiso para actuar con total libertad. Pero aún así, al volver agacharse a sus pies, le daba en parte cierta lástima destrozar la escasa prenda, que en verdad era la culpable de que se hallara en el dormitorio de la joven.


-¿Colin? –Lo llamó con el ceño fruncido por la inactividad de éste.

¿Ahora qué más ocurría? Pensó enfurruñada, deseando dar por finiquitado todo aquel desastre.

Era joven, pero no creía que su sistema emocional tuviera mucho más aguante.

-Perdona  -Habló el hombre saliendo de su trance-, es solo que pensé que mejor cortar por su costura. 
Tampoco hace falta asesinar a sangre fría a la falda –Indicó con cierto humor guiñándole en el proceso un ojo.

-Como quieras, pero corta ya –Soltó con tono ofuscado cruzándose de brazos.

Y así fue. Al momento, justo después que lo dijera él actuó pillando a los dos por sorpresa, y soltando cada uno un gemido con su garganta, pero por motivos diferentes.

¡Ay dios!

Cerró los ojos con fuerza, sintiendo como volvían arder sus mejillas, cuando al cortar como le pidió, nadie pensó en sujetar la maldita prenda.

Ahora, se hallaba desnuda de cintura para abajo, solo con sus braguitas de encaje negro y éstas, a la altura del rostro masculino.

Quien al parecer, no podía apartar la mirada de allí.


Tras mirar expectante aquella escasa y transparente prenda, solo supo morderse el labio, cerrar los ojos y respirar profundamente…

¡Mierda, no!

Porque carajo respiraba así, tan cerca de ella, de su sexualidad…


Aquello era un enorme martirio.


Puede que en un principio, se detuviera en atacar a la joven, pues no quería dejarse dominar por su deseo. Quería ir más lento, ella no se merecía toparse con un tsunami… Solo le había rozado de forma leve los labios, al subirse a la moto para llevarla hasta su apartamento. Como también, le había resultado una lucha interna muy difícil, por entrar solo a tomar un café sin ninguna intención tras ello.

Pero ahora, todo aquel razonamiento. Aquella pelea interna… Se habían esfumado.

Ahora, solo tenía el impulso de cogerla por la cintura, alzarla contra él. Para conducirla hacia la cama, en donde comenzar a devorarle los labios.

Y sin saber como había ocurrido, tenía bajo su cuerpo contra el mullido colchón de muelles, a tan dulce joven. Quien a su vez, intentaba seguirle el ritmo y ocultar que era tan inocente, como proyectaba siempre.

Volvió a morder su labio por segunda vez con sensualidad, antes de observarla nuevamente con una gran sonrisa de satisfacción, al estar ésta con los ojos cerrados aún y el rostro completamente rojo, justo antes de volver a conducir su boca a la de ella para reclamar sus labios con gran hambruna, al tiempo que decidía deslizar su mano derecha con delicadeza por sus costillas, hasta posarse en su casi desnuda cadera.

Sí, ya mismo aquel trozo escaso de encaje iba a desaparecer.

Decidió introduciendo ya dos dedos por debajo de la tela, para alzarla por unos centímetros y quedar ésta tirante. Solo tenía que dar un tirón seco y ella, estaría descubierta del todo para él.

-HO –Gimió ahogadamente Abie contra sus labios, cuando sintió romperse sus preciosas braguitas.

Pero no pudo replicar, ni quejarse, ni asimilar que aquello era ir más allá de la primera base, con alguien que realmente no conocía apenas. ¡Dios, comenzaba a ser igual que su amiga Paige! Si su hermano se enteraba, de seguro le soltaba una buena reprimenda.

Pero ni quería ni podía decir no. Por primera vez, sentía el deseo de entregarse a alguien. Y Colin, era el hombre perfecto para ello. Solo esperaba, que no fuera su perdición y acabara enamorándose de él. Pues estaba segura, que él no era un hombre de esos.

Tan perdida en sus pensamientos y en sentir, que solo supo dar un pequeño bote y gemir, cuando él llevó su lengua a su sexo para lamerlo con suma delicadeza.


-¡HA! –Escapó de su garganta-. ¡No, yo!... –Solo supo pronunciar, notando aún más calor en sus mejillas, mientras sus manos agarraban con fuerza la colcha por el placer vergonzoso que estaba sintiendo por primera vez.

Pero tras aquel primer remolino de placer, se quedó tumbada esperando al siguiente… Pero solo había silencio, no hubo ningún arcoíris más de sensaciones. Tampoco sentía moverse al hombre.

Se sentía perdida. No sabía  si reclinarse nuevamente hacia delante y ver qué ocurría. Sin contar, que su bochorno volvía acrecentarse al hallarse desnuda de cintura para abajo y en una postura, poco decorosa.

¡Diantres!

Tal vez su amiga Paige tenía razón, al haberle recriminado siempre, que no tenía que seguir siendo tan mojigata con el sexo.

Lo mejor sería dar una pausa de cinco segundos y… No, mejor contaría hasta diez y entonces, se alzaría a mirar.


Al ver aquel impulso del cuerpo de la joven, por verse sorprendida ante un ataque de sexo oral y su primera queja ante ello, volvieron aparecerle sus dudas.

No estaba bien lo que estaba ocurriendo. Ella era joven e inocente, pero además, lo vergonzoso es que él no era ningún universitario, para tener un revolcón rápido en un apartamento con más gente.

Prefería ofrecerle una noche romántica, llevándola a cenar y dar un paseo por la ciudad, para después acabar la velada si asó lo quería, en la intimidad de su piso.

Sí, aquello era mucho mejor.

-Ab… -Fue hablar, pero el sonido peculiar de su móvil lo detuvo de ello.

Y sonando la melodía que sonaba y aquella hora, era su compañero con algún dato importante del caso que tenían entre manos.

Se trataba de una llamada que no podía eludir, estuviera en el momento que estuviera.

-Debo marcharme –Habló con voz ronca y apenada, poniéndose en pie para mirarla por un segundo con ternura, antes de reclinarse sobre ella y darle un beso delicado en la frente-. Te busco y hablamos pequeña –Se despidió desapareciendo de allí, tan rápido sin darle tiempo a reaccionar aún a ella.

¿Qué había sido todo aquello?

Pensó ya sentada en la cama, tapándose con las sábanas. Sin ganas de ponerse en pie y ponerse ropa más cómoda.

Creía, que habían llegado al punto de no retorno… Es decir, los dos se sentían con ganas de hacerlo… Bueno, al menos ella sí…

Lágrimas, comenzaron agolparse en sus ojos cuando en su puerta dieron dos toques repetidos y sonó la voz de su compañera de piso, algo preocupada.

-¿Abie, va todo bien? –Asomó su cabeza con cierta timidez.

-No lo sé –Soltó en un quejido por las lágrimas-. Creo que debes mirar bajo las sábanas y dictaminar si mi sexo es adecuado o no…

-¿Cómo? –Se extrañó la joven, no pudiendo evitar soltar una pequeña risa.

Abie, se giró hacia su amiga.


-Oh volvió mi mala suerte –Soltó con un suspiro limpiándose el rostro de lágrimas-. O no lo tengo adecuado a la moda.

PETARDA NO ME DIO A SUBIR MAS
¿Cómo sabías qué leería? ¿ Y en serio dejarás a estos dos en ESA situación?

2 comentarios:

  1. Jajaj Ay brujissssssssssssss!!! mira que se las pones complicadas a tus protas eh! Quiero más , pronto, besos

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    1. Sabes que las quiero a muta protas... Pero más la quiero cuando pasan apuros jeje besos

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