-Un
Martin Miller por favor –Dijo con voz ronca al joven y atractivo camarero que
se les acercó.
Aquello,
causó que Ángel riera por lo bajo para una vez que volvieron a estar solos,
acercara su rostro un poco al de él y hablarle en susurro.
-No
conseguirás ponerme celoso –Vio como el fotógrafo sonreía de forma socarrona-.
Sino estuvieras muy, pero que muy interesado en mí –Señaló el sofá de
enfrente-. Te habrías sentado delante, en vez de aprisionarme con el calor de tu
cuerpo.
Pero
Ralph no tuvo tiempo de responder, cuando por fin apareció allí su amigo ruso.
-Mmm
–Gruñó acercándose a la mesa, medio cojeando aún-. Joder, pues sí que vas
rápido –Hizo una mueca de dolor por tocarse su pie por encima del zapato,
viendo como los dos hombres lo miraban con el ceño fruncido-. Para qué querías
que te acompañara, si solo te falta marcarlo con fuego que es tuyo.
Por
aquella protesta dicha con gran fastidio, hubo varias reacciones.
Una,
de Ángel que rompió en una carcajada. Y la otra, de Ralph que rebufó por lo
bajo al dejarlo al descubierto.
-¿Dónde
estabas? –Farfulló-. ¿Y porqué cojeas?
-¿Me
puedo sentar? –Señaló el lugar libre-. ¿Oh te lo llevas ya a tu casa?
Ángel,
volvió a sonreír para girarse a mirarlo con una ceja alzada.
-¿Y
qué tiene de malo la mía? –Soltó puntilloso con cierto humor, al ver la cara
sonrojada del hombre-. Por mí puedes sentarte –Se giró hacia el ruso-. Será
interesante descubrir más cosas que no sabe mi amiga.
-Prometo
no molestar mucho –Dijo acomodándose sin poder evitar el hacer otra mueca de
dolor-. Solo quiero una copa y me pediré un taxi.
Ralph,
alzó su mano izquierda para llamar la atención del mismo camarero, que ya lo
conocía bien de las veces que acudían los viernes.
-Ilumíname
con tu cojera –Soltó arrellanándose en el respaldo del sofá, sabiendo que así
quedaba apoyado sobre el hombro izquierdo de su cita.
-Una
copa de Dimpley -Soltó al camarero,
cuando se acercó con el gin-tónic de su amigo, después resopló un poco-. Una
maldita loca que no sabe andar con sus tacones.
-Y
seguro, que has sido súper caballeroso con ella –Señaló con gran ironía Ralph.
-¿Porqué
me pones como el ogro? –Protestó después de alargar con cierta desesperación su
brazo, para robarle la copa a su amigo y dar un buen trago-. Esto es bebida de
maricas –Soltó sin pensar tras haber hecho una mueca de asco.
-¡Oye,
es mío! –Se indignó su amigo achicando la mirada-. Y ves… -Alzó las manos con
exasperación-, lo poco delicado que eres… Compadezco a la pobre que te haya
pisado.
-Uno
–Dijo alzando un dedo-. Sabes que no lo he dicho con segundas. Es solo, que los
hombres de hoy en día no sabéis beber…
Ralph
relinchó fuerte, pudiendo notar como ángel los observaba con expresión
divertida.
-Uno
–Lo imitó al interrumpirlo, empleando cierto énfasis en sus palabras-. Te
recuerdo que eres de mi quinta. Y no todos, venimos de un país en donde sois
maquinas frías de matar –Contraatacó divertido, sabiendo que aquello lo sacaría
de quicio.
-Odio
las películas americanas –Gruñó-. Nos han puesto esa maldita etiqueta.
-¿Hay
algo que no odies? –Alzó una ceja su amigo-. No puedes negar que sois todos
fríos como un témpano y os cuesta ver el arcoíris. Solo veis el negro.
Ángel
ya no pudo aguantarse más y rompió en carcajadas.
-Marica
–Gruñó como siempre.
-Científico
chiflado –Devolvió con mofa.
-No
es por nada, pero estáis como una cabra –Intervino Ángel, dando un trago a su
copa-. Pero dime una cosa –habló con tono confabulador-, qué hiciste con la
chica de los tacones.
Ralph
rió, por el toque de humor de su chico.
-Desde
luego –los miró medio riéndose-, sois tal para cual.
-Eso
–Le guiñó un ojo su amigo-, ya lo descubrimos
en el ascensor.
-Yo
puedo presentarte a una magnifica mujer, que te quitaría ese ceño fruncido –Habló
Ángel.
-Olvídalo
–Se adelantó Ralph chascando la lengua-. No quiere saber nada de las Meredith…
Malas experiencias –Dijo lo último, dando vueltas con su dedo índice en la sien
derecha de su cabeza, consiguiendo que Ivan alzara un dedo amenazante.
-Pues
es una lástima –Suspiró de forma exagerada el otro hombre.- Estoy seguro, que congeniaríais…
Y así, nos dejas solos.
-Mierda
–Masculló veloz Ivan-, la culpa es de éste tonto –Señaló con gesto de cabeza a
su amigo-. Que le daba miedo venir solo.
-Eso
no es así –Protestó-, te saqué para que te divirtieras un poco. Amargado –Rebufó.
-Chicos
calmaos, que era broma –Volvió a intervenir Ángel con tono calmado-, prefiero
una reunión con amigos. De ese modo, no hay conversación forzada –Sonrió y le
guiñó un ojo a Ivan-. Yo vine con mi amiga Meredith, que bajó un rato a bailar
con sus compañeras.
-No
me apetece bailar –Gruñó entre dientes-, y menos con tú amiga. Que no te sepa
mal.
-¿Y
con la de tacones? –Volvió a insistir Ralph divertido.
Ivan
puso cara de fastidio por un segundo, para después pensárselo un poco.
-La
verdad, es que no se veía fea –Meditó por un segundo-. Había poca luz…
-Vaya,
tus ojos empiezan a brillar de deseo –Se alegró su amigo-. Es increíble, no estás
muerto ahí abajo como tu corazón –Bromeó-. Deberías ir en su búsqueda –Se volvió
a reír-. Pero por favor, no actúes como un hombre de las cavernas y se educado
sin agarrarla de los pelos.
-Ha,
Ha… -Se rió con sarcasmo por su comentario-. No creo que esté ya aquí. Se
atrevió a darme otro pisotón de regalo, antes de huir como una cobarde.
-¡Esa
sí que es buena! –Rió Ralph, alzando su copa-. Brindo por esa mujer valiente.
-Si
me la encontrara, primero le daría un par de azotes en su trasero –Dijo con
cierto brillo de deseo-. Que probara su propia medicina de dolor…
-¿Eres
un hombre de látigos? –Frunció el ceño Ángel, no gustándole aquello para su
amiga.
-Es
ruso, bien podría serlo… -Susurró divertido Ralph-. Recuerda, maquinas frías de
matar…
Ivan
volteó los ojos al techo.
-¡Ni
hablar me va nada de eso! –Dictaminó con tono duro.
-Ni
a mí, que me den azotes en el culo –Habló de pronto junto a ellos, la mujer que
tenían los tres en común-. Juro que como lo hagas, te clavo un puntapié en tus
pelotas, don poste telefónico –Soltó con tono enfadado.
Los
tres pares de ojos masculinos, se giraron como gacelas a observarla
sorprendidos por su sigilosa aparición.
-¡Coño
Meredith, que susto! –Se quejó Ralph, plantando veloz una sonrisa
conspiratoria-. Deja que te presente a mí amigo…
-Nos
conocemos –Señaló ella con tono seco, cruzando sus brazos y mirando de forma
asesina al atractivo ruso.
-¡Eres
su Meredith! –Indicó incrédulo Ivan-. Y te tienes que llamar así…
La
mujer frunció el ceño y se giró un momento a sus amigos.
-Éste
es idiota, o no le llegan las ondas al cerebro.
Tanto
Ralph como Ángel, solo supieron mirarse y romper en risas.
-¿Cómo
qué os conocéis? –Quiso saber Ángel.
-Es
doña tacones –Murmuró con media sonrisa Ivan, sin dejar su escrutinio ahora que
había luz, mucha luz…
Me gusta el humor de sus diálogos, con algo de sarcasmo
ResponderEliminarSaludos!
Gracias por tu comentario SayDi Saludos
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