Tanto caminar empezó a lastimarle los pies,
pero no dijo nada, ya bastante lastimosa había sido al no poder hablar el
idioma, ni comer con propiedad, como para quejarse también por eso.
Al atardecer, llegaron a un pequeño poblado.
Takeshi se encargó de buscar alojamiento para ambos aunque ella insistió en
pagar su parte, él accedió con cierta reticencia, pero ambos sabían que no
podía pagar por los gastos de la joven.
La dueña la había mirado raro cuando
llegaron pero la ascendencia de Takeshi , al que se dirigía con un respetuoso “Izumi-
San” había hecho que la tratara con amabilidad.
Le había dado una hermosa habitación, toda
de cálida madera, las puertas eran paneles móviles de madera y papel de arroz,
con una salida extra hacia el jardín del que venía un delicioso aroma. También
le había dejado mantas mullidas para que ella armase su cama sobre el futón.
Se soltó el
largo cabello, se quitó la ropa y se puso su camisón .Notó con pesar que
tenía los pies lastimados y maldijo a los zapatos y su poca practicidad, una
caminata y habían sido un suplicio.
Armó su cama en el suelo lustroso de madera
y no pudo evitar recordar las camas altas con dosel de su casa. Estaba por
acostarse cuando vio una silueta frente a la puerta y escuchó la voz de Izumi.
-¿Puede abrir? – preguntó él y ella se
apresuró hacia las puertas corredizas. Corrió una de las hojas y lo vio
arrodillado frente a la entrada. Se había cambiado de ropa por prendas limpias
de color azul y llevaba el cabello mojado.
-Pase- dijo ella y él suspiró resignado.
-No es necesario…ni oportuno. Sólo vine a
avisarle que han preparado un baño para usted y a darle esto – dijo
alcanzándole un potecito de cerámica. Al abrirlo descubrió que era un fragante
ungüento.
-¿Qué…? – empezó a preguntar ella y él
señaló hacia sus pies lastimados.
-Para sus pies.
-Muchas gracias…- dijo conmovida de que lo
hubiera notado. Nada parecía pasarle desapercibido.
-Cúbrase y sígame, le enseñaré la sala de
baños - dijo él desviando la mirada y
ella fue consciente de los botones que había dejado desprendidos, de la fina
tela del camisón pegado a su cuerpo y su cabello cayendo en ondas sin orden
alguno.
-Sí, sí…- dijo sonrojada yendo a buscar una
bata. Luego lo siguió, él la dejó en la puerta y se marchó tras desearle que
descansara bien.
Adentro de la sala de baños la esperaba la
dueña de casa quien la ayudó.
Anna no pudo evitar dar un suspiro de placer
al sumergirse en el agua caliente. Era relajante después de su accidentado
viaje, incluso el escozor en sus pies lastimados fue aplacado por el recuerdo
del ungüento que le esperaba en la habitación.
Aquello la hizo pensar inmediatamente en
Takeshi Izumi y en lo poco que sabía de él. Prácticamente había ido detrás de
un desconocido guiada por la confianza que le inspiraba, si sus padres creían
que su mayor locura había sido viajar a Japón, estaban muy equivocados.
Sólo conocía el nombre de él y que tenía una
prometida en algún lado, no sabía su edad, ni cuál era su ocupación. Suspiró,
aunque estaba segura que él no contestaría, planeaba hacerle algunas preguntas
al día siguiente.
Lo primero que hizo al despertar fue salir
al pequeño jardín , había azaleas y muchas plantas que desconocía, era un bello
lugar que transmitía paz. Siempre había amado los jardines.
-¿Durmió bien?- preguntó una voz conocida y
descubrió a Takeshi avanzando hacia ella.
-Sí, gracias. ¿Qué árbol es ése? –
preguntó señalando un espécimen de hermosas flores rosadas que le era
totalmente desconocido.
-Magnolias.
-
Son bellas, toda la casa lo es.
-Es una de las mejores casas del lugar,
cuando su marido murió la Señora Matsumoto empezó a alquilar habitaciones para poder
mantenerse.
-
No le caigo bien, ¿verdad?
-Ha
alquilado habitaciones a extranjeros que vinieron a trabajar al ferrocarril o
que van de paso, pero jamás a una mujer occidental. Creo que malinterpretó su
estatus, hasta que le expliqué lo del accidente del tren.
-
¿Qué es lo que pensó? – preguntó ella insistentemente.
-
No tiene importancia. Vamos, nos invitó a tomar el té, es un honor ya que es
una maestra en la ceremonia de servirlo.- le dijo, pero ella no se dejó
disuadir tan rápido.
-Quiero
saber, qué pensó ella de mí.
-Créame,
no quiere saberlo.
-Si
no quisiera saber no le preguntaría.- insistió y él se paró frente a ella y la
miró fijo.
-Mi
amante. Pensó que era mi amante.
-¡Oh!
-Se
lo dije antes, no da muy buena imagen una extranjera vagando sola y menos con
un hombre japonés.
-No
es mi culpa lo que puedan pensar los demás.
-¿Y
no le importa? – preguntó él.
-No
me preocupa, no por el momento. Pero si lamento si lo he perjudicado de alguna
manera.
-¿Le
importa más mi reputación que la suya?
-Me
importaría perjudicar a alguien que sólo ha tratado de ayudarme- dijo
sinceramente y él le dirigió una de sus miradas indescifrables.
-¿Qué
piensa? – le preguntó curiosa.
-Que
me gustaría que la opinión de los demás me importe tan poco como a usted. Haría
las cosas más fáciles- respondió y cambió de tema- Vamos, nos esperan.
En
el camino hacia donde la Señora Matsumoto los esperaba, Takeshi le explicó la
complejidad de la ceremonia del té, era prácticamente un arte que llevaba años aprender.
Aquella
disciplina había sido parte de la aristocrática educación de su anfitriona, así
también como el Ikebana que consistía en el arte del arreglo floral.
Tal
como él le había mencionado antes, era un verdadero honor que los invitara y
los sirviera.
Anna
imitó a Takeshi en su comportamiento y en su modo de sentarse, luego observó
fascinada el delicado ritual y cuando bebió el té preparado tan exquisitamente
se sintió muy agradecida por experimentar aquella sensación de armonía y
felicidad.
Le
pidió al joven que tradujera su agradecimiento y sus palabras parecieron complacer a su
anfitriona ya que le dirigió una cálida sonrisa, la primera desde que llegaran
allí.
También
él la miró complacido, con cierto aire de orgullo y ella se sonrojó.
De
pronto había recordado las palabras sobre
ser la amante de Takeshi Izumi. Y lo peor había sido que más que
escandalizarse u ofenderse se había sentido tremendamente inquieta, como si
algo aún desconocido aleteara en su interior . Sin mencionar que era cada vez
más consciente de la presencia masculina a su lado.
Luego de la ceremonia, él le indicó que
preparara sus pertenecías, alquilarían un carruaje para viajar hasta la próxima
ciudad donde podían tomar un tren.
Se
habían enterado que el tren en el que viajaban aún no había sido reparado, así
que Takeshi había hecho aquella propuesta y ella había aceptado
Una
vez que empacó sus cosas y acomodó la habitación, Anna fue a buscar a su
compañero de viaje.
-¿Ya
está lista? – le preguntó al verla.
-Sí.
-¿No
necesita nada más?
-Tal
vez deberíamos llevar algo para comer- sugirió ella y él le señaló un paquete
envuelto en tela que yacía junto a su equipaje.
-La
Señora Matsumoto nos preparó eso. Algo de fruta y unos bocadillos.
-
Ha sido muy atento de su parte – dijo y al marcharse se aseguró de hacerle una
reverencia a su anfitriona y agradecerle en japonés. La mujer le dijo unas
breves palabras y Takeshi le explicó que les deseaba buen viaje.
Una
vez que subieron al carruaje y emprendieron la marcha, Anna tuvo una súbita
revelación, no entendió cómo no había reparado en ello antes.
-¡Usted
es rico! – le dijo a Takeshi Izumi casi en tono acusatorio. Ahora que las
piezas se unían en su cabeza, no tenía dudas de ello.
-¿Es
que no tiene modales? No debería hablar así de la condición social de alguien.
-Pero
lo es, ¿verdad?
-¿Es
importante? – preguntó él ceñudo.
-No,
pero acabo de descubrirlo.
-¿Y
cómo ha llegado a esa conclusión?
-Este
carruaje, el lugar donde nos alojamos, el tren…
-Es
totalmente indiscreta. No debería hablar tan livianamente.
-
Lo siento, creo que mis modales se perdieron en el océano mientras viajaba. Y
eso que llevan años inculcándomelos. –
respondió risueña y él la miro como si no pudiera creer que existiera alguien así. Anna estaba
entusiasmada, pero no por el hecho de que él tuviera dinero, sino porque sabía
algo más de aquel misterioso hombre.
Sin
embargo, él se volvió más hermético aún y se puso a mirar el paisaje, lo que le indicó que ya no
iba a hablar con ella.
Tras
unas pocas horas de viaje llegaron a su destino, una pequeña pero concurrida
estación de trenes.
Anna
se quedó cuidando el equipaje y él fue a comprar los pasajes.
Takeshi
venía de regreso cuando sintió que alguien la chocaba , iba a quejarse pero se
dio cuenta que el hombre que la había empujado acababa de robarle el bolso y
corría alejándose. Sin dudarlo, Anna fue tras él. Tuvo la mala suerte de que su
ampuloso vestido la hiciera tropezar, Takeshi llegó a su lado y se inclinó para
ayudarla
-¿En
qué pensaba?- dijo molesto pero ella desde el suelo interrumpió su sermón.
-
¡Rápido, mi abuela…en ese bolso están las cenizas de mi abuela!- lo urgió ella.
El hombre la miró estupefacto e inmediatamente salió corriendo tras el ladrón.
Quince
minutos después regresó, tenía la respiración agitada, la ropa desordenada y traía el bolso en la
mano.
Se
lo entregó , ella lo abrió y revisó
hasta asegurarse que la urna estaba allí.
-¡Gracias
al cielo!- exclamó aliviada.
-Muy
bien mujer, ahora mismo va a explicarme quién es y a qué vino a Japón- demandó
y la chica comprendió que también para él era una completa desconocida de la
que apenas sabía el nombre.
Recogieron sus cosas y se sentaron en un banco
apartado de piedra, faltaba más de una hora para que su tren partiera.
-Muchas
gracias . Parece ser que me la paso
agradeciéndole y usted rescatándome.
-Mala
costumbre. Ahora cuénteme, quiero saber por qué carga una urna con las cenizas
de su abuela.- le exigió y Anna empezó a contarle la historia. Le habló del
testamento, de su abuela Claire y de Akira. Le contó de su familia y de aquel
lejano día de su infancia en que había presenciado llorar a su abuela.
Él
la escuchó en silencio, observando atentamente como su mirada azul reflejaba
cientos de emociones diferentes a medida que iba desovillando su relato.
-Esa
es la historia…- finalizó ella y lo miró para detectar su reacción.
-
Creo que no debió venir.- dijo él.
-
Mi abuela…
-Era
una insensata y usted lo heredó.
-Acaba
de correr a un hombre para recuperarlo y por el estado en que vino , no debió
ser algo fácil. Y ahora dice esto. No lo entiendo.
-
Muchas veces tampoco yo me entiendo.
-¿Entonces
por qué me ayudó? Dice que soy insensata, me llama Gaijin cada vez que puede,
critica mis modales…
-¿Por
qué la ayudé, Gaijin? – preguntó en voz alta y recordó la primera vez que la
vio. Había escuchado trozos de la charla en inglés y no le había importado,
luego cuando la discusión había subido
de tono había centrado su atención en la pareja. Iba a seguir de largo, pero
las palabras de la joven le dieron curiosidad. Por lo visto él era un traductor
que había sobrepasado sus límites y lo estaba despidiendo, ella sonaba enfadada
y muy digna. La miró, y algo sucedió cuando sus miradas se cruzaron. Luego la
vio ayudar a una anciana. Y después fue lo suficientemente valiente para
acercarse a él y humilde para pedir ayuda.
Y
a pesar de ser descarada para contestar o entrometerse, era , a la vez, respetuosa
y rezumaba inocencia. No había podido dejarla librada a su suerte.
-¿Por
qué? – insistió Anna.
-Porque
es honorable, gentil y tiene valor- dijo y ella se sintió emocionada ante
aquella descripción- pero eso no quita que sea insensata. Respeto y admiro su amor por su abuela, y su
deseo de honrar su última voluntad. Aún así creo que esta cruzada suya puede
ser peligrosa y que no lo vale.
-¿Si
el amor no lo vale, entonces qué? – preguntó ella desafiante.
-Ella
eligió irse, Gaijin. No entiendo que quisiera regresar de esta forma.
-No
creo que lo entienda. Aún así, gracias por la ayuda, una vez más.- dijo
desilusionada. Había esperado que él comprendiera, que se conmoviera con
aquella historia como se conmovía ella.
Por
un instante, había olvidado que era el hombre que estaba feliz de que su
prometida fuera una joven discreta y bien custodiada hasta el día que fuera su
esposa.
Takeshi
Izumi no era un hombre que fuera a dejarse impresionar por un gran amor del
pasado, pero ella había esperado que así fuera.
-Ese
es nuestro tren, vamos- dijo él y eso dio por terminado el tema.
-¿No
compró asientos separados ni nada por el estilo, verdad? – le preguntó la joven
y la mirada de él le dijo que había estado a punto de hacerlo.
-No.
Lo pensé, pero no lo hice- respondió, aunque era más bien un reproche hacia sí
mismo. Debería haber comprado pasajes separados y alejarse de ella, pero
finalmente no lo había hecho. Había pensado en miles de excusas para decirse
que era correcto seguir a su lado un poco más y evitar que se metiera en
problemas.
Al
abordar el tren, Takeshi la ayudó con el bolso. Luego se ubicaron en sus
lugares mientras los otros pasajeros los observaban sin disimulo.
Ahora
Anna se hacía una idea de lo que pensaban sobre ellos. Eso le recordó algo más
que le daba curiosidad.
-¿Qué
pensó de mí? – preguntó de golpe tomando desprevenido al joven.
-¿Qué?
-La
primera vez que me vio, ¿qué clase de mujer creyó que era? ¿Creyó que era una
ramera inglesa o algo así? – dijo sin muchos miramientos y la expresión de él
se demudó. Anna casi se rió al verlo tan incómodo, le gustaba desconcertarlo y
ver sus reacciones cuando perdía su fría fachada
-No,
no pensé eso. No da esa impresión – respondió sucintamente sin darle más
información sobre lo que había pensado.
-¿En
qué trabaja? – preguntó ella volviendo a atacar. Tenía mucha curiosidad y ahora,
que él no podía escapar, era su oportunidad, además hablar le servía para
distraerse y no pensar en la cercanía de él, en sus cuerpos que casi se tocaban
a pesar de que Takeshi había puesto tanta distancia como era posible.
-Soy
el heredero de la familia Izumi, el futuro cabeza de familia – dijo él.
-¿Eso
es un trabajo? – preguntó Anna
-Eso
es muchos trabajos al mismo tiempo. Pero si lo que quiere saber es mi ocupación
real, estudié leyes y administración – dijo él y ella suspiró.
-Entonces
supongo que ser de la familia Izumi es lo mismo que ser de la familia Seymour –
comentó pensando que aquel hombre era demasiado serio y seguía demasiadas
normas. Le recordaba a ella misma.
Se
visualizó en su casa, sentada durante horas con sus tutores aprendiendo Historia,
Arte, Francés y todo aquello que se consideraba que una señorita de su estatus
debía saber. Asistiendo a infinidad de reuniones, sonriendo y hablando poco,
bajo la estricta mirada de su madre.
Se
recordó sofocada entre tanto deber ser, su abuela había sido su posibilidad de
respirar, de tener un poco de libertad. Se preguntó si Takeshi tenía alguien o
algo que le permitiera respirar.
-No
creo que se parezcan- dijo él y su mirada se volvió distante como si estuviera
pensando en más cosas de las que mencionaba.
-Yo
creo que sí- insistió ella y de pronto recordó algo que los hizo cambiar de
tema -¿Qué significa Hana en su idioma? – preguntó
a Takeshi.
-¿Hana?
-Sí,
mi abuela me llamaba así, haciendo un juego de palabras con mi nombre. “Hana, mi
Anna”. Ahora que lo pienso suena a una palabra japonesa, ¿verdad?
-Significa
flor- respondió - ¿Se parecía a usted? – preguntó mostrando algo de curiosidad
lo que alentó a la chica. Por lo visto él también tenía preguntas.
-¿Mi
abuela? – Takeshi hizo un gesto de asentimiento- El color de los ojos si era el
mismo, pero su cabello era rubio . Sí , supongo que nos parecíamos, ¿recuerda?
Dijo que éramos dos insensatas. – le recordó y había diversión en su mirada.
-Entonces
, dos inglesas insensatas de ojos azules. – concluyó él y ella tuvo la vaga
sensación de que había mucho más que la unía a su abuela. Se preguntó si
también Claire se había sentido así con Akira, así de confusa como ella se
sentía frente a Takeshi Izumi.
-Sí.
Ahora cuénteme…- pidió intempestivamente
-¿Contarle
qué?
-Cuénteme
sobre Japón, quiero saber, sobre los samurái, sobre lo que quiera hablarme. A
menos que quiera contarme sobre usted.
-Ya
veo que está aburrida. Los samurái, entonces …- dijo él y empezó a contarle
sobre aquellos guerreros cuya existencia marcaba la diferencia entre el Japón
antiguo y el nuevo que estaba empezando a nacer.
Gracias.... me esta encantando esta historia...me gusta el ritmo y como poco a poco van conociendose mas.... espero con ansias los proximos capitulo....
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