jueves, 3 de septiembre de 2015

Pétalos de Cerezo 1




Otra historia que fue escrita para un concurso y se quedó en el camino, así que aquí se las traigo, espero les guste y la buena noticia es que está terminada así que no los tendré esperando años esta vez.¿Qué tal un romance en Japón?
                                                                   Pétalos de cerezo 1


No recuerdo que me llevó hasta allí, tal fuera el  extraño silencio que envolvía la casa o el sonido de un llanto apagado que lo interrumpía.
Caminé descalza por el piso frío, como un pequeño fantasma que atravesaba los pasillos. Me asomé a la puerta y la vi aferrando una carta contra su corazón mientras las lágrimas caían por su rostro.
Yo tenía seis  años en ese entonces y amaba a esa mujer que ahora se revelaba en una forma totalmente desconocida para mí.
Llorando a solas,  cobijada por las sombras, no era la elegante dama inglesa de la sociedad, ni era tampoco mi cálida abuela dispuesta a equilibrar con su ternura la dureza de mis padres, era una desconocida.
Percibió mi presencia y sus ojos azules, iguales a los míos,  se quedaron mirándome, me aferré con fuerza a la hoja  de la puerta que medio me ocultaba, parecía que el dolor de su mirada pudiera tocarme.
No dijo una palabra, sólo nos miramos hasta que corrí hacia sus brazos y me sostuvo contra ella.
Su cuerpo desprendía dolor de mujer, de la clase que sólo una herida de amor puede infligir, desesperado, intenso, incurable, pero entonces no lo comprendí.
Pasarían muchos años para que yo comprendiera esa desolación, muchos años para seguir las huellas de mi abuela hasta  sentir  que yo lloraba ese mismo llanto que había presenciado en mi infancia, para que yo también me volviera una extranjera en mi propia piel.





15 años después
Inglaterra 1900

Anna no quería aceptar que su abuela hubiera muerto, pero así era, aquella reunión con sus abogados para la lectura del testamento era la confirmación final.
Su primera voluntad había sido cumplida inmediatamente tras su partida, pues había dejado órdenes de ser cremada, lo que había generado un conflicto familiar ya que la madre de la joven  le daba más importancia a los ritos sociales que a los sentimientos.
Le preocupaba más la opinión de los demás que el dolor de perder a la mujer que la había traído al mundo.
Con la cremación se había visto privada de un acontecimiento social que la  pondría en el centro de la escena como a la hija doliente, en cambio para Anna, el dolor era crudo y le dejaba un vacío en el pecho. Había amado a su abuela y la extrañaría cada día de su vida, había sido una mujer increíble y  no podía creer que ya no estuviese.
Desde que recordaba, había sido su compañera y su cómplice. Era también quien, con su amor, le ofrecía un espacio para respirar y ser libre, quien la hacía sentir querida sin condiciones.
Sin ella se sentía a la deriva.
Era incómodo estar allí, junto a sus tíos, primos y su madre quienes esperaban lo que diría el abogado sobre las posesiones de su abuela, quería salir corriendo, pero no era posible. Estar presente, era lo último que podía hacer por la mujer que tanto había amado.
Sin embargo, no había previsto  el impacto que causaría la última voluntad de su abuela.
Cuando el abogado leyó aquellas palabras donde expresaba su deseo póstumo, una exclamación unánime recorrió la habitación. Incluso ella hizo un sonido extraño, casi un gemido.
Su abuela pedía que sus cenizas fueran llevadas a Japón, y esparcidas en un lugar particular que mencionaba, quien las portara hasta aquel exótico país, debía ser ella, Anna.
Y también ella era la beneficiaria de su fortuna, que en parte sería invertida en aquel viaje para llevarla a su última morada.
La joven quedó aturdida, escuchaba discutir a los demás familiares, así como increpar al abogado sobre las inusuales cláusulas. Ella sólo estaba confundida, y llena de preguntas.
Aunque tenía la sensación de que aquello se relacionaba con el día que había visto llorar desconsolada a su abuela, o con los momentos en que la mujer se quedaba mirando por la ventana como si viera hacia un lugar distante, un lugar que ya no existía. Incluso sentía que tenía que ver con la fría relación que tenía aquella mujer, con su hija, la madre de Anna. Siempre había parecido que había una muralla entre ellas. Y ahora, la joven sentía que esa muralla y esos secretos se remontaban a Japón y al pasado.
-¡De ninguna manera¡ ¡Mi hija no formará parte de esta locura! – dijo la voz de su padre sacándola de sus cavilaciones.
-Ella se casará pronto – agregó su madre como si eso lo resolviera todo.
-Y es injusto que todo el dinero vaya a parar a sus manos – terció su tío al verse privado de la herencia.
Casi sin darse cuenta, Anna se puso de pie y con una voz firme, que le sonó ajena, hizo la declaración que cambiaría su destino para siempre.
-Iré. Cumpliré la voluntad de mi abuela – sentenció.
El caos familiar se desató tras aquellas palabras.

Un mes después Anna viajaba en un barco hacia  un lugar que le resultaba intimidante y misterioso, sus padres habían tratado de persuadirla haciendo uso de todos los recursos, desde la argumentación lógica, hasta los gritos y las amenazas de desheredarla.
También su prometido había querido hacerla cambiar de idea, pero ella había permanecido inmutable, por primera vez en su vida se había puesto firme aferrándose a su decisión con uñas y dientes.
Si lo pensaba bien, era una locura completa, pero dentro suyo tenía sentido, aquel viaje le daba paz. Sentía que era lo correcto.
El barco se bamboleaba de un lado a otro mecido por el oleaje, pero Anna era inmune a aquel movimiento, en su interior el oleaje de emociones era mayor y más peligroso.
Siempre había tratado de cumplir con las normas sociales, aún cuando la asfixiaban, incluso se había comprometido con un hombre que apreciaba como a un buen compañero, pero no amaba.  Conocía a Thomas desde la infancia, sus familias eran amigas y de la misma clase social, él sería un buen marido y ella una esposa acorde a lo establecido. Tendrían un matrimonio armonioso, y hasta el momento, no había esperado otra cosa. Pero la muerte de su abuela había cambiado todo. De pronto, Anna había empezado a reflexionar sobre su propia  vida, y cuando habían leído el testamento de su abuela, se había visto impulsada a cumplir su voluntad.
También había sentido que con aquel pedido, su abuela le hacía un último regalo: la posibilidad de vivir una aventura y descubrirse a sí misma.
Luego, cuando el abogado le entregó la carta y el diario, descubrió que su abuela también le había dejado algo más, le había confiado su pasado y al hacerlo, le había dado la posibilidad de cambiar su propio futuro.
Por primera vez, en sus veintiún años de vida, podía pensar seriamente en lo que deseaba sin tener en cuenta las expectativas ajenas.
Extrañamente, al alejarse de su casa, su familia y de todo  lo que era conocido y seguro,  asía la posibilidad de construir para sí misma una vida que la hiciera feliz, verdaderamente feliz.
En el aislamiento de su camarote volvió a tomar el diario de su abuela y releyó la historia que había iniciado todo.




4 comentarios:

  1. Que interesante esta historia... esperare con muchas ansias los proximos capitulos. tiene varios puntos a favor: la fecha, el lugar (me encanta japon), y una historia narrada a traves de un diario... gracias por compartirla con noostras.

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    1. Gracias Yoce!!! Aunque debo advertirte que lo de diario y primera persona es sólo el prologo, luego está contada en tercera persona. Espero que aún te guste y GRACIAS por leer y comentar. Besos

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  2. Ciertoooo no la tenías publicada aquí!!! Genial sis!!!

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