El día que pudo dar sus primeros cinco pasos seguidos, Elizabeth lloró y
su primer pensamiento fue llamar a Cristhian, pero no lo hizo.
Quizás era orgullo, quizás miedo, quizás deseaba ganar un poco más de
seguridad antes de contactarlo, quizás era un poco de todo eso.
Aunque con el correr de los días supuso que no era necesario hablar con
Cristhian para contarle sus progresos.
-¿El Sr.Kensington sabe todo lo que pasa con el tratamiento, verdad? –
le preguntó a su fisioterapeuta y la sorpresa y silencio de su interlocutor fueron
respuesta suficiente. Sintió alivio con aquella confirmación, debería haber
esperado que el controlador de Cristhian estuviese al tanto de su
rehabilitación, pero al no tener contacto con él había creído mucha veces que
no le interesaba.
Ella lo había echado, él se había ido, pero había seguido estando
pendiente de ella, eso la alegraba. Si estaba cerca, esperándola, quizás ella
podría ir a él con sus propios pasos.
Eso la hizo pensar en algo que antes no había tenido en cuenta, cómo
había sido Cristhian el primero en enterarse de su accidente y en llegar.
Llevaban años sin verse, pero él había estado allí inmediatamente.
Había creído que todos los lazos entre ellos se habían roto y que él
había salido de su vida para siempre, pero aquella catástrofe le había
demostrado que no era así. En algún momento iba a preguntarle, cuando caminara,
cuando pudiera pararse delante de él sin ser una paciente o alguien digno de
lástima, entonces, cuando llegara ese momento, había muchas cosas qué quería saber.
No sólo el avance de su tratamiento le trajo alegría, también tuvo
una grata sorpresa cuando su amiga Camille apareció a visitarla. Había añorado
mucho tener con quien hablar.
-¡Imperdonable! – Se quejó cuando Liz le contó todo lo sucedido- Soy tu
amiga debiste llamarme, y ese estúpido de Robert debió decirme cuál era tu
verdadero estado.
- Estabas haciendo una gira con la obra que soñabas interpretar…
- Pero me necesitabas.
- Ahora estás aquí.-respondió Liz con una sonrisa. Agradecía aquella
presencia familiar, Camille se parecía a como ella era antes del accidente, una
personalidad burbujeante que contagiaba. Mientras la joven la ponía al tanto de
los chismes y le contaba anécdotas, sintió que volvía a ser un poco ella misma.
Pero, a pesar de ese cariño que sentían la una por la otra, agradeció que
Camille apareciera en esta etapa y no antes, ahora era consciente que se había
comportado terriblemente y no había sido fácil lidiar con ella en los pasados meses.
Pero Cristhian lo había hecho, había soportado su depresión, sus agresiones,
sus berrinches. El mismo hombre que odiaba los hospitales y al que le costaba lidiar con el recuerdo de su madre
enferma, la había cuidado como nadie más lo hubiera hecho Había dejado a un
lado sus propias heridas para curar las de ella.
-Liz..- la llamó Camille obligándola a concentrarse en el momento
presente.
-¿Sí?
-¿Quién es Cristhian Kensington? – preguntó
-No estoy segura – respondió sonriendo enigmática y en su cabeza
resonaron las palabras que habían dicho ambos en el hospital “Familia, amigos ,
amantes”, alguna vez habían sido todo eso.
Tal vez pudieran volver a serlo.
Tal vez pudieran volver a serlo.
-¿Elizabeth, cómo puedes no estar segura?
-Es algo que tengo que averiguar Camille, sé quien fue Cristhian en mi
vida, ahora tengo que descubrir quién es y quién será en el futuro.
- Él fue quien me contactó apenas
terminé la gira – confesó su amiga y Liz sólo tomó una gran bocanada de aire.
-Es típico de él. Le gusta hacer cosas así…
-Creo que no quería que estuvieras sola, pero ¿por qué no está contigo?
Creí que iba a conocerlo.
-Porque lo eché.
-¿Y eso por qué?
-Una mal hábito, estoy acostumbrada a verlo irse y esperar que vuelva.
-Cada vez entiendo menos, ¿podrías contarme la historia? Nunca antes me
hablaste de él.
-Es una larga historia…- suspiró Liz.
-Pienso quedarme contigo, así que tenemos tiempo. Tengo la sensación de
que voy a querer sacudirte cuando me digas los detalles.
-Es posible, pero recuerda algo, las historias nunca son lo que parecen.
Hay muchos puntos de vista y cambian con los años, cuando las vemos a la
distancia, cuando observamos piezas que antes no fuimos capaces de ver. – dijo
sintiendo que esa era la etapa que ella estaba atravesando, ahora podía ver
desde otra perspectiva lo sucedido, podía entender más a Cristhian, podía
sentirse menos herida.
Fueron días de caerse y levantarse, de retroceder y avanzar con una
lentitud impuesta por su cuerpo, lo que la obligó a ser paciente consigo misma.
Poco a poco, mientras recuperaba su movilidad fue recuperando también su esencia.
El asistente de Cristhian entró
al gimnasio para darle su informe diario sobre los progresos de
Elizabeth , tuvo que hablar mientras su jefe pegaba incansablemente contra la
bolsa de boxeo. Últimamente no le bastaba con agotarse en el trabajo también
necesitaba descargar sus emociones y el ejercicio físico era lo mejor.
Estaba muy feliz por las buenas noticias sobre Liz, pero al mismo tiempo
se sentía mal por no poder estar junto a ella, quería ser la persona en quien se
apoyara ahora que sus pasos eran tambaleantes, quería asegurarse que no se
cayera y si caer era inevitable, quería estar para levantarla.
Pero no podía. Y eso lo tenía al borde.
Había esperado a aquella pelirroja desde que tenía siete años, si quería
que tener una oportunidad más con ella , debía resistir, aunque tuviera que
luchar contra su propio instinto de ir corriendo a protegerla.
Elizabeth había vuelto a caminar, y aunque le quedaba más tiempo de
rehabilitación, sabía que aquella leve cojera jamás se iría. Bailar de nuevo en
un escenario sería imposible, estaba empezando a aceptarlo y a pensar en otras
opciones para su vida.
Incluso había decidido volver a su departamento, se había comunicado con
Cristhian a través de su secretario para informarle que abandonaría la casa que
le había dado. Había esperado que él apareciera y armara un escándalo ,pero
simplemente había transmitido su acuerdo con aquel plan.
Camille se había ofrecido a ayudarla a ordenar su departamento para
dejarlo habitable nuevamente así que la mudanza fue mucho más fácil.
-¿Cuándo vuelves a Londres? – preguntó Elizabeth a su amiga mientras
ingresaban al departamento.
-La semana que viene, ¿no quieres venir conmigo?
-No, aún no. Todavía no me siento cómoda para eso.
-De acuerdo, ¿qué quieres hacer?
-Supongo que lo primero será comprar comestibles.
-Me parece que eso no será necesario, Liz.
-¿Qué? - preguntó confusa.
- Creo que eso es comida – dijo señalando unas bolsas que había sobre la
mesada de la cocina. Elizabeth fue a ver y efectivamente eran comestibles,
había de todo, incluso tabletas de chocolates. Aquel hombre estaba empezando a
irritarla y lo más lamentable era que lo extrañaba terriblemente.
-Deberías llamarlo y agradecerle – comentó Camille mirando sobre su
hombro.
-No aún.
-Es una pena, estoy segura que lo hizo con esa intención.
-También yo, por eso no llamaré aún.
-¿Y cuándo lo harás?
-Cuando me sienta fuerte para ser una digna rival, cuando pueda ganarle
a Cristhian Kensington.
-Estoy empezando a creer que ciertamente son tal para cual, tercos y
tratando su relación como si fuera una pelea que deben ganar.
-Somos un poco extraños, pero creo que ese instinto de pelea es lo que nos ha hecho sobrevivir.
-¡Qué haré contigo! –exclamó Camille y Liz respondió con una sonrisa.
Esa misma pregunta se la hizo ella misma a lo largo del mes siguiente, continuó
con la rehabilitación diligentemente y también asistió a sus sesiones con su
psicóloga. Compró ropa nueva, fue a arreglar su cabello y tomó tiempo para sí
misma, hasta que un día se al verse al espejo volvió a encontrarse.
Y coincidió con un llamado de Camille desde Londres, su amiga había le
había encontrado un trabajo como coreógrafa en una compañía de baile muy
importante.
-Kristoff dijo que te quiere a ti – insistió.
-Camille, no sé si pueda.
-Sé que podrás, es ideal, piénsalo. Dijo que te llamaría en dos días
para hablar sobre las condiciones de trabajo y créeme te costará negarte,
siempre fuiste de sus bailarinas favoritas y conoce tu valor mejor que nadie.
-De acuerdo, lo pensaré. – dijo y era verdad, había llegado el momento
de tomar una decisión. Londres podía ser un nuevo camino para ella, sin embargo
había otro camino que la tentaba más. Le había dicho a Cristhian que en el
pasado había tenido sueños, sueños que eran tan o más importantes que el baile.
No podía ser una cobarde esta vez.
Dos días después escuchó la propuesta de Kristoff, las condiciones eran
soñadas , prometió responderle al día siguiente e inmediatamente llamó a
Cristhian.
Por un momento creyó que no le respondería, se sintió aliviada al
escuchar su voz, le contó la propuesta que había recibido y le dijo que
necesitaba hablar con él.
-¿Ya tomaste una decisión? – preguntó serio a través del teléfono.
-Aún no, necesito hablar contigo antes.
-De acuerdo, pero estoy en un avión en este momento. Arribaré en unas
tres horas.
-Hablemos otro día entonces.
-No, hablemos cuando llegue. Espérame en mi casa y hablemos- dijo con
urgencia. Ella iba a negarse pero sintió que no podía posponerlo más, era hora
de hablar.
- Está bien- respondió y él le dio la dirección y la clave para
ingresar a su departamento.
-Espérame allí, pelirroja, voy en camino – dijo él antes de cortar.
Liz nunca antes había tenido la oportunidad de ver la casa de Cristhian,
así que la recorrió con curiosidad casi
como si fuera un ladrón furtivo al que se le permitía acceder a la bóveda de un
gran tesoro.
Tenía habitaciones amplias, decoradas con sobriedad, en tonos tierra y azules con pesados muebles de madera
que le daban un aire muy masculino a cada ambiente.
A pesar de que el departamento era una construcción moderna, la
decoración era clásica, como él.
En el comedor había una mesa larga con muchas sillas, aunque ella estaba
segura de que jamás invitaba gente a comer allí.
Había incluso un pequeño gimnasio, no era extraño que él tuviese aquel
buen cuerpo.
Exploró cada rincón hasta llegar al dormitorio principal, sintió un poco
de aprensión al ver la gran cama que dominaba el lugar. No pudo evitar pensar
en la cantidad de mujeres con las que él había compartido el lecho. Aunque
luego pensó que Cristhian no había llevado a sus amantes allí, no era su estilo
dejar que invadieran su privacidad. Probablemente se citaba con ellas en sus
departamentos o en hoteles caros.
Luego de que este razonamiento le aligerara el ánimo ,abrió el
placard.Toda la ropa estaba ordenada, la mayoría eran camisas blancas y trajes de colores oscuros. Había
muy poca ropa informal y todo estaba perfectamente ordenado.
Ella sonrió al pensar en su propio ropero, cargado en forma caótica y
lleno de prendas coloridas. La joven no pudo resistir la tentación y tomó un
sweater liviano para ponerse, le gustaba llevar puesto algo de él, casi como si
pudiera entrar en contacto con su piel. Sin embargo, le pareció muy infantil y tras
unos minutos se lo quitó y lo volvió a guardar, al hacerlo vio el brillo de una
caja de metal, oculta en el fondo del
placard.
La sacó, intentó abrirla pero estaba bastante dura, así que se sentó en
la cama para intentarlo nuevamente.
-¡Ajá!-exclamó triunfalmente cuando pudo abrirla y vació el contenido en
la cama. Sorprendida descubrió qué era y mientras lo estudiaba
concienzudamente no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su cara.
Cristhian entró a la casa y buscó
con la mirada a Liz, pero no se veía por ningún lado. Deambuló por las distintas habitaciones
buscándola, pero no había rastros de ella, por lo visto se había marchado o
bien no lo había escuchado y nunca había ido
allí.
Finalmente se dirigió a su dormitorio para cambiarse de ropa, al abrir
la puerta se quedó detenido en el umbral.
-¿Liz? – preguntó a la mujer que dormía en su cama y ella se incorporó
inmediatamente.
-¿Qué es esto Cristhian? –preguntó y en ese momento él se dio cuenta de
la caja abierta y las entradas que estaban desparramadas en la cama.
Sobre el
cubrecama había entradas para cada una
de las presentaciones que había hecho Elizabeth a lo largo de su vida. La
mayoría de aquellas entradas estaban sin usar, sólo unas pocas estaban marcadas
o cortadas, lo que significaba que habían sido utilizadas para ver el
espectáculo.
-¿Qué es esto?-preguntó ella
-Son entradas.-respondió él acercándose.
-Lo sé…pero…tantos años y tantos lugares …¿China? –preguntó la mujer
levantando una de las entradas utilizadas.
-Andaba por allí…- se justificó torpemente.
-Dijiste que me veía bonita bailando, por eso bailaba – explicó ella con
la voz entrecortada.
-Te veías bonita porque eras feliz, me gustaba verte feliz – dijo él con
suavidad.
Elizabeth sostenía con fuerza una de las entradas usadas, era de su gran
debut en un ballet internacional en Francia, aquella había sido una función muy
importante y él había estado allí.
-¿Cómo supiste que había tenido un accidente? – preguntó sabiendo que
aquella era la clave. Cristhian desvío la mirada como si le avergonzara
decirlo, no iba a dejarlo escapar. No esta vez- ¿Cristhian?
-Siempre he sabido dónde estás y qué haces…- respondió evasivamente.
-¿Por qué, por qué , por qué? – preguntó ella insistentemente con una
expresiva mirada que le llegaba al alma y él entendió que esa repetición
abarcaba todo, esas entradas desparramadas, que la vigilara desde lejos durante
años, que estuviera junto a ella durante su recuperación, que le hubiera hecho
el amor. Y entendió también que era el momento de responderle
-Porque te amo, pelirroja. Aunque no lleve el sello en la frente, soy
tuyo, ¿lo olvidaste?
-Sólo por un momento, debí ponerte ese sello – le respondió sonriendo
pero sus ojos estaban llenos de lágrimas- Te amo Cristhian. Ya no más
despedidas, esta fue la última. Vine a buscarte.
-Prometido , pero si me quieres, ven hasta mi – la provocó y ella se
levantó de la cama y caminó hasta donde él estaba parado. Cristhian sonrió al
verla de pie y caminando.
-Mío. Tuya – susurró ella
apoyando las manos contra el pecho masculino y lo besó.
-Siempre – dijo él y la levantó en brazos para volver a llevarla a la
cama y besarla como llevaba meses, años, queriendo hacerlo.
Epilogo
-Despierta , pelirroja. Es un día importante, deja de remolonear – dijo Cristian
cerniéndose sobre ella para despertarla con un beso.
Al sentir su perfume y el roce de su cuerpo contra ella, el deseo corrió
inmediatamente por el cuerpo de Liz , abrió los ojos y enroscó la manos en el
cuello de él para acercarlo, pero Cristhian se alejó con una sonrisa seductora y
supo que tendrían que esperar.
-Levántate, y no me provoques que
no hay tiempo y nos pueden atrapar – dijo él y como si sus palabras la hubiesen
convocado, una pequeña niña pelirroja, como la madre. entró corriendo y se lanzó a
la cama
-¡Mamá! ¿No te levantaste aún? ¿Cuándo nos vamos? – preguntó ansiosa la pequeña
Gisell y Elizabeth sonrió. Su hija tenía su misma energía y algo del carácter del
padre también. Se preguntó a quién se parecería el pequeño de cabello oscuro
que con sus ocho meses de edad aún dormía
en la cuna.
-Te dije que nos atraparían – susurró Cristhian y alzó a su hija en
brazos –Vamos a desayunar y a ver a tu hermano, así mamá se levanta
-Tú tienes la culpa de que durmiera poco…- protestó ella y él sonrió provocativamente,
afortunadamente su hija de cuatro años no entendía aquellas indirectas.
-¡Arriba pelirroja!, deja de protestar
-Voy a desquitarme esta noche – le prometió
-Voy a desquitarme esta noche – le prometió
-Eso espero, Liz. .- dijo él y salió de la habitación.
Elizabeth se levantó , efectivamente era un día importante. En los
últimos años había desarrollado un proyecto de danza en escuelas con riesgos
sociales, no podía bailar pero podía enseñar a bailar y trasmitir su pasión.
Creía firmemente que el amor por el baile ayudaría a muchos niños y quizás
alguno descubriera que era lo que quería hacer el resto de su vida. De hecho
había descubierto muchos jóvenes talentos.
Y ese día, grupos de las distintas escuelas donde se llevaba a cabo el
programa se presentarían en un festival en el teatro más importante de la
ciudad.
Cristian la había apoyado en su tarea, y , más allá del apoyo estatal
que tenía el programa, estaba segura que él estaba detrás de la financiación de
viajes, vestuarios y del patrocinio a sus pequeños estudiantes.
Se había resignado a aquellas intervenciones, sabía que le gustaba hacer
cosas por ella porque la amaba así que ya no le hacía reproches y disfrutaba.
Era feliz, el accidente había hecho que dejara de ser bailarina
profesional pero había sido una vía para cumplir sus sueños más importantes. Tenía
esa casa que soñaba de niña, con jardín, con dos preciosos niños y con el
hombre que amaba para llenarla de risas, amor y preciosos momentos.
Quedaban muchos preparativos que hacer aún, quería que todo saliera
bien, pero cuando caminó hacia el comedor donde desayunaba su familia, cuando
Cristhian la miró susurrando un “te amo” al tiempo que le daba una cucharada de
papilla a su hijo, supo que su día ya era perfecto.
Y llegamos al final de esta historia, muchas gracias por leerla y sobre todo a quienes esperaron pacientemente por los capítulos durante estos años ( casi casi dos años, parece mentira y me da pena haberme demorado tanto)
Por fin se entregaron las bambas y ninguno se aleja más. Mira que han sido tozudos ésta parejita.
ResponderEliminarTonta por ella. él siempre a su lado y ella ahí, no queriendo dar su brazo. grrrr
bonito nombre de ella. .. jiji Giselle como la bailarina.
Bueno. .. aich. ..otra pareja de la que dejamos en el baúl del paraíso con su mundo feliz.
No te costará no pensar en ellos por un tiempo?
Gracias brujis, siiiii Giselle gracias por darte cuenta, me costaráaaaaaaaaaa dejarlos! estos días pensé tanto en ellos que aún no puedo quitarlos de mi mente. pero toca terminar historias...a ver qué pareja seguirá?
EliminarHola Nata, soy Yola.
ResponderEliminar¡Me ha encantado y mira que dura de pelar esta pareja!
¡¡Vaya sufrimiento!!
Pero como toda historia tiene su final y esta pareja en especial se lo merecían y tan felices que terminaron.
Gracias Nata, esperando muchas mas historias. Besitos
YOLAAA!!! Qué lindo leerte , me alegra que te gustara sobre todo porque has estado siguiéndola todo este tiempo, gracias por tus palabras. Besos
Eliminar¡Felicidades por otra maravillosa historia más Nata! Bueno, no hay mucho que pueda decir excepto que siempre es hermoso leerte, me ha gustado mucho y ese epílogo... ¡Qué bien que ya estén juntos! Lo merecían (aunque fueron tercos... tercos jaja). Besosssss y siempre esperando más de tus historias!
ResponderEliminarGracias a ti por acompañarlos paso a paso y darme aliento con tus comentarios mientras voy escribiendo!!
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