Cristhian entró a la habitación y ella trató de ignorar la forma en que
su corazón se aceleraba al verlo.
-¿Estás lista, pelirroja? – le preguntó él y ella asintió con un leve
gesto, la mujer que la había ayudado a vestirse y arreglarse los dejó solo.
-Lista, pero no es necesario que vayas.
-Iré esta vez, hablaremos juntos con el médico sobre la rehabilitación,
luego te dejaré sola tal como prometí – dijo acercándose y tomando la silla de
ruedas para guiarla. Que él dijera que la dejaría sola le causó más impacto del
que había esperado, y se dio cuenta que su discusión anterior había tenido
mucho de bravuconería, ahora no se sentía tan segura.
-¿Cambiaste de idea? – preguntó él sin precisar demasiado sobre a que se
refería, mil imágenes cruzaron la mente de Liz, pestañeó con fuerza como si eso
pudiera ayudarla a aclarar su mente.
-No, no cambié de idea-respondió.
Durante la visita al médico agradeció que él la hubiera acompañado, era
la primera vez que ella aceptaba escuchar realmente sobre su condición, incluso
le mostraron las placas radiográficas y le explicaron detalladamente lo que le
había sucedido, lo que habían hecho en la cirugía y el procesos de
rehabilitación.
Escuchar que hablaban así de su cuerpo, como si fuera una maquinaria que
necesitara reparación, le daba una
sensación de lejanía. Ese cuerpo roto era algo extraño, no era ella.
De nuevo la invadía aquella sensación de ahogo, de desesperanza, pero
antes que la sofocara sintió la mano de Cristhian sobre la suya, grande,
cálida, reviviendo cada uno de sus centros nerviosos, cuando él la tocaba su
cuerpo revivía.
-¿Quieres preguntar algo, Liz? – le preguntó suavemente alentándola a
que manifestara sus dudas y dándole seguridad al sostenerla.
En ese momento Elizabeth supo que aunque estaba aterrada quería
intentarlo, quería volver a caminar, quería ser la de antes y quizás, tener una
nueva oportunidad con aquel hombre.
Hizo algunas preguntas y escuchó las recomendaciones médicas, luego
fueron a ver al fisioterapeuta que se encargaría de ella, aunque en realidad
era un equipo de profesionales, incluso algunos médicos especialistas que
estaban haciendo una pasantía en aquel lugar. Tuvo la sensación de que
Kesington estaba detrás de ello, pero no lo mencionó. No podía perder tiempo ni
fuerzas en discutir, tenía que usarlas para recuperarse, los profesionales
hablaron con ella y programaron sus citas, así como también el plan de ejercicio
que tendría que realizar en la casa. Sonaba agotador, pero el baile le había
dado disciplina para trabajar duro, ahora que estaba decidida eso sería una
ventaja.
Cuando salieron del hospital su cabeza estaba llena de información,
demasiada. Antes cuando se sentía así bailaba, estar en movimiento siempre le
había ayudado a aliviar tensiones y pensar con más claridad, ahora estaba
acorralada.
-Vamos a comer algo – dijo Cristhian interrumpiendo su caos mental.
-¿Comer?
-Sí , algún restaurante agradable.
-La gente va a mirarme – protestó Liz haciendo referencia a la silla de
ruedas.
-Deberías estar acostumbrada, llevas años sobre un escenario, y aún
desde antes, pelirroja, desde antes las miradas estaban sobre ti.
-No de lástima.
-Si alguien te mira con lástima es porque no te conoce…
-¿Y si me conocieran?
-Sería una mirada de exasperación, pelirroja, tienes la habilidad de
sacar a alguien de sus casillas.
-Cristian, mírame. – Pidió necesitando confirmar lo que él expresaba en
su mirada al observarla. En este tiempo muchas veces había sido inescrutable
como si no hubiera nada allí, ojos que parecían muros escudando los emociones pero el día que la llevó de urgencia al
hospital había habido miedo en su mirada
y cuando le hizo el amor ,pasión.
Cristhian se agachó y puso sus ojos a la altura de ella.
-¿Qué ves cuando te miro, pelirroja? – preguntó mirándola fijamente y
fue Liz quien apartó la mirada. No había lástima, aunque no podía descifrar del
todo su expresión, sentía que era la forma en que él la miraba antaño.
-De acuerdo, vamos a comer – accedió y él rió por aquella rendición.
A la mañana siguiente, Liz despertó por los ruidos en la casa,
Margueritte llegó tras su llamado y le explicó que Cristhian se estaba mudando.
Era cierto que ella se lo había pedido, pero ahora se sentía mal con aquella
repentina separación.
La ayudaron a levantarse y lo vio
cargando una caja con las cosas de la improvisada oficina que había montado
allí.
-¿Ya te vas? – preguntó ella.
-Sí, mañana vendrán el psicoterapeuta y la enfermera extra que pedí, se
instalarán aquí para ayudarte y también
habrá más personal doméstico.
-No era necesario.
- Necesitarás más ayuda en este período, pero no la mía, ¿verdad? –
preguntó él y ella notó cierto dolor en aquellas palabras.
-¿Entonces te vas de nuevo? – preguntó antes de poder contener sus
palabras, eran tantas las veces que lo había visto marcharse de su vida.
-No, pelirroja, tú me pediste que me fuera, no es mi elección irme. Aunque
esta vez es diferente, no voy a regresar como otras veces, a menos que me
llames, o me busques. No estaré lejos, es tu decisión – le dijo , por un
momento pareció que iba a acercarse a ella, pero luego solo se despidió
manteniendo la distancia.
-Cuídate Liz, ocúpate de tu recuperación, eso es lo importante ahora –
dijo simplemente y luego se fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario