¡Madre mía!
No me acordaba de ésta novela mía.
Creo se trata la segunda que escribí o la primera...
Bueno, la cosa es que hace diecisiete años!!!!
Os la pongo en dos partes, mañana la otra...
Aich... Como ha cambiado mi perspectiva desde entonces. jajaja
1 º CAPITULO.-
Bendelin
observaba desde su oficina, como afuera el invierno había llegado tiñendo de
tristeza las calles de Londres. Nunca le había hecho mucha gracia, aquella
época. Odiaba el tener que ponerse tanta ropa encima... Como le gustaría
encontrarse en su finca de Granada, allí al menos el clima era muchísimo más
cálido.
-¡Bingo! EL lunes se nos incorporará al periódico
–afirmó, después de colgar el teléfono-. Podemos estar contentos, acabamos de
cerrar un posible trato con uno de los mejores columnistas de Europa.
-Pero no hemos conseguido averiguar su identidad,
verdad –cansado de que jugasen con él, se sentó en el sillón y echó un vistazo
al documento que tenía encima del escritorio. Apenas eran dos folios, en donde
resaltaban los mejores escritos por el famoso E.K... Ninguna palabra indicaba
quien era, en dónde vivía, si tenía familia... y menos una fotografía de éste
individuo. ¿Por qué no quería que la gente lo conociera?-. Tengo que
averiguarlo...
-Imposible –dijo Matt, con cierta ironía-, son muchos
los que han fracasado en el intento. Yo que tú, lo dejaría. Hemos tenido suerte
de que el viejo Henry nos cediera su mejor columnista...
-Solo por que se jubila y la persona que se hará
cargo del periódico ahora, no quiere tantas responsabilidades. ¿Pero digo yo,
no tiene una hija a quien cederle todo ese cargo?
-Cierto. Leslie Mckendricks. Al parecer, ella tiene
su propio negocio del cual ocuparse. Diseño de interiores –le pasó un
documento-. Y te recomiendo que le eches un vistazo, puede que nos interese. Se
está haciendo con muy buena clientela.
-De acuerdo, puede que lo mire –le dijo, mientras se
levantaba-. Pero por el momento... ¿Qué me dices de un café? –Bendelin, lanzó
sin importancia el informe encima del escritorio y se marchó junto con Matt.
Leslie llamó a la puerta de roble, antes de entrar en
el despacho de su padre. Éste se encontraba dictando a Laura, de manera que se
apoyó contra la puerta y se quedó observando. Había envejecido un poco desde la
muerte de su madre, hacía dos años. Pero había sabido afrontarlo bien,
diciéndoles que él no moriría hasta no ver
a su hija casada. Aquello era ridículo. No había conocido todavía a
ningún hombre adecuado a sus veintiséis años. Todos acudían a ella por su
fortuna y hacerse en el día de mañana, con el periódico. Tontos, porque ya
tenían a la persona adecuada para ese puesto.
-Cariño –Henry le saludó con la mirada y le hizo
sentarse en un sillón-, ya he cerrado el trato con Van Holden. Si todo sale
bien, el Lunes empiezas.
-¿Cómo se han tomado, el que no cedieras a decirles
la identidad de E.K.? –preguntó con picardía.
-Pues no les ha hecho mucha gracia, que digamos. Pero
dado el personaje de quien se negociaba, han tenido que desistir en el intento.
-Bueno, esperemos que funcione bien. He oído decir
que Van Holden, es un hombre muy duro con los negocios...
-Y también, uno de los solteros más guapos de Londres
–le comentó en broma, la cual le dedicó una mirada de advertencia-. Lo sé
cariño, pero yo ya soy mayor...
-Tonterías, todos sabemos que eres un hombre muy
fuerte.
Henry miró a su preciosa hija. Admiraba la belleza de
ésta. Cada día se le parecía más a su madre, menos en cuestión de carácter, eso
lo había heredado de él. Y no es que se alegrara mucho de ello, con lo cabezota
que llegaba a ser no encontraría marido nunca. Tenía que hacer algo al
respecto.
-Les habrás informado, que para comunicarse con él, deberán
de hacerlo a través de mí –Henry abandonó sus pensamientos y atendió a su hija.
-Por supuesto –sonrió-. No acababan de entender por
que contigo y no conmigo... Pero hija,
hay que tener mucho cuidado con él. Podría empeñarse en identificar la identidad
de E.K., y que sorpresa la suya, al descubrir que el columnista famoso no es ni
más ni menos, que mi hija Leslie Mckendricks.
-Lo sé. Y no debes preocuparte por ello... bueno me
voy a trabajar –le dio un abrazo y recogió su maletín-. Seguramente, Dani se
estará preguntando en dónde estoy.
Afuera se encontraba Laura, ordenando los archivos.
Últimamente se la veía un poco nerviosa, esperaba que no la estuviera
molestando nuevamente su antiguo novio. Ésta notó su presencia y dejó los
informes encima del fichero, señalándole que tomara asiento.
-Y bien. ¿Qué te ocurre hoy, para que me pongas esa
cara tan larga? –preguntó con aire desenfadado y poniendo los brazos en jarras.
-¡Todo! Es lo que me ocurre –se pasó los pulgares por
las sienes, intentando aliviarse de las preocupaciones que le acarreaban-. Ya
sabes, el que mi padre...
-Te sugiera nuevamente que ahora que va ha coger unas
vacaciones indefinidas, entre comillas, por que todos sabemos que igualmente
estará por aquí. La mejor manera de disfrutarlas es con un yerno y nietos. Y
creo que tiene razón, ya es hora de que te cases. Veintiséis años son...
-¡EH! No te hagas la graciosa... –cogió un clip de
encima del escritorio y se lo lanzó-. Lo mismo te digo a ti –sonrió
levantándose para marcharse.
-Cierto, pero aún no he encontrado a nadie que me
vuelva loca –bromeó-. ¿Por cierto, te vienes a tomar algo esta tarde?
-De acuerdo, lo que tú mandes. Te pasaré a recoger
sobre la siete. Así te contaré las últimas novedades.
Eran cerca de las siete de la tarde, cuando Bendelin
conducía su Bentley negro al edificio Mckendricks. El viejo Henry, le había
llamado para ir a tomar una copa. Y era la última oportunidad de averiguar
quién se escondía tras aquel nombre. De acuerdo que fuera un buen columnista,
pero él quería tratar cara a cara con su personal. El no saber nada de uno de
ellos, le ponía de los nervios. Además, no le hacía mucha gracia el tener que
hablar con él, por medio de Leslie Mckendricks. Matt le había dejado un buen
informe de ella, pero ni siquiera le había echado un vistazo. Apostaba a que
era una niña rica malcriada, que sin duda, su padre le concedía todos sus
caprichos y seguro que uno de ellos, era el de ser la representante del
columnista.
Entraba en el parking del edificio, con el único
pensamiento de intentar, por lo menos, de cambiar todo aquello.
-¿Te
importaría esperar unos minutos? –Preguntó Laura-. Tengo que llevar estos
informes a redacción.
-Perfecto, así utilizo un momento tu ordenador –le
contestó instalándose ya en su escritorio-. Quiero comprobar unas cosas en
Internet.
Se encontraba tan concentrada, que no llegó a notar
la presencia de la persona que estaba observándola con gran detenimiento.
“Desde luego, sino llegaba a estar de acuerdo en algún
que otro asunto con Henry, si que lo estaba, en que aquella preciosidad era
toda una secretaria, de las que las esposas estarían celosas. Se la veía una
mujer menuda, pero con un cuerpo perfecto. Su cabello era pelirrojo de
naturaleza, con unos bucles preciosos a la altura de los hombros... Tenía que
hacer notar su presencia, no fuera que viniera alguien”.
-Disculpe señorita –la interrumpió educadamente, sin
esperarse que la joven se levantara asustada, derribando del escritorio la
mitad de las carpetas.
¡Dios mío!, Se quedó paralizada. ¿Quién era aquel
tipo? Estaba tan concentrada en sus investigaciones, que no se había dado
cuenta que había entrado alguien. Después de mirarlo disimuladamente, la verdad
era un hombre muy atractivo. Debía medir un metro noventa, por lo menos. Tenía
el cabello moreno y ondulado, con ojos grisáceos a contraste de su tez morena.
Se le veía muy seguro de sí mismo, enfundado en aquel traje gris oscuro,
seguramente de algún diseñador famoso. Sin duda, era un dios griego y no le
importaría para nada, ser su diosa.
-Discúlpeme –sonrió, agachándose para recoger las
carpetas-. Usted debe de ser la secretaria del señor Mckendricks-. Podría
anunciarle que Ben ha llegado, por favor...
-En realidad yo... –no pudo continuar, algo dentro de
sí le impidió corregirle de su error-. Un momento, por favor... –ocultando sus
nervios, hojeó la agenda de las reuniones de su padre, sin hallar nada. Dónde
demonios, tenía Laura apuntado aquella visita. Entonces, vio un papel con el
nombre de Ben, enganchado al teléfono-. Por su puesto, el señor Mckendricks se
encuentra en su despacho esperándole. Si no le importa acompañarme.
No le importaría para nada, el tener que acompañarla
hasta el fin del mundo. Si seguía moviendo con aquel estilo las caderas. Antes
de que la joven pudiera llamar a la puerta, la interrumpió.
-Bueno señorita...
-Laura Bennett –contestó rápidamente, sabiendo que
más tarde su amiga la mataría si se llegaba a enterar.
-Bien Laura, espero que no te importe el que te tuteé
–la chica contestó con gesto negativo-. Debo decirte, que me gustaría muchísimo
invitarte a cenar –impresionada por aquella proposición, por primera vez se
encontró sin saber qué hacer-. Solo será una cena amistosa –le sonrió
seductoramente-. Sé que es muy repentino. Pero estoy seguro, que no te arrepentirás
para nada. Si no está muy segura, puedes pedirle referencias a Henry. Veras
como te indicará, lo buen niño que soy - sonrió de forma lobuna.
¡Ni hablar! Pensó alarmada Leslie. Si su padre se enteraba
de aquello, era capaz de pagar él mismo la cena, con tal de ver cómo salía con
un hombre. Se le veía un hombre sexy,... No tenía pinta de ser ningún
delincuente, ni ningún fresco caza fortunas... Además hacía mucho tiempo, que
no tenía una cita. ¿Por qué no? Por una vez en la vida, sabía que aquel hombre
no la invitaba por ser quien era... sino por ser secretaria.
-... De acuerdo. ¿Qué le parece si quedamos el Lunes?
–preguntó un poco más animada.
-Perfecto. ¿Dónde paso a recogerte? Y por favor tutéame
–le sonrió.
-Perdón... Quedamos en los cafés delante de los
juzgados.
-Entonces, pasaré a recogerte sobre las ocho y media
–abrió la puerta del despacho tras haber llamado discretamente y se despidió de
ella guiñándole el ojo.
Se quedó mirando la puerta cerrada con gesto de
asombro. Había quedado a cenar con un tipo que no conocía de nada, pero que
estaba de muerte. Si le contaba lo ocurrido a Laura, de seguro que la mataba.
La verdad, la culpa la tenían esos impulsos tontos que le venían de tanto en
tanto. Decidió coger sus cosas y las de su amiga, para salir en su busca. No
quería arrepentirse de su decisión, si salía él y la encontraba aún allí.
Cuando los dos hombres salieron del despacho, las
puertas del ascensor se acababan de cerrar. Bendelin miró en la sala buscando a
Laura, pero no encontró nada más que una absoluta tranquilidad. Por lo visto,
ya se había marchado.
-Seguramente
ha venido mi hija Leslie a buscar a Laura, para salir a tomar algo. Son
inseparables –le comentó al dirigirse al ascensor.
-¿En
serio? –Así que había estado la niña rica en el despacho. Lástima que no lo
hubiera sabido.
-Sí,
desde muy jovencitas. Las dos son mis niñas. Que más quiero, teniendo a estas
dos preciosidades.
-Eres
afortunado, la verdad es que Laura, es una chica muy guapa.
-Por
que no has visto a Leslie –comentó-. Laura, es más dulce y tranquila. En cambio
Leslie tiene carácter y cabezonería, pero también sabe ser dulce, salvo que lo
esconde... Mira, es la chica perfecta para ti. Bueno, según su carácter...
–Bendelin sonrió-. Espero que se me case pronto y así, ya me quedo más
tranquilo por ella. Sabe cuidarse perfectamente, pero necesita el calor de un
hombre, tú ya me entiendes... –le sonrió en broma, pasándole un brazo por el
hombro.
Bendelin
sonrió para sus adentros. Seguro que se casaba cuando encontrara a un viejo
rico, para tener a otro hombre que le atendiera en todos sus caprichos. En vez
de uno más joven, que la pudiese dominar. El ascensor llegó y condujo a los dos
hombres al aparcamiento del edificio, en donde decidieron ir en el coche de
Bendelin.
Como
todas las mañanas, llegó a su casa completamente agotada, después de salir a
correr en compañía de su pastor-alemán. Cuando hubieron acabado de refrescarse
la garganta, comprobó por si había algún mensaje grabado en el contestador. Al
no haber ninguna llamada urgente, se dirigió al baño a darse una ducha.
Ese
mismo día, tenía dos citas importantes. Una con el señor Van Holden, que se
creía el rey del mundo... El muy cerdo, iba cambiando de novia como si de
calzoncillos se tratase. Apostaba a que no era tan guapo como había escuchado,
de todas las demás mujeres. Que solo acudían a él, por el tamaño de su
billetera. Y todo, por tener una prestigiosa constructora y una famosa
revista... Maldito fuera. Tenía mucha suerte, solo lo vería con la entrega de
cada artículo y hasta esperaba, poder esquivar ese punto.
Un
poco más enfurruñada, se deshizo de la ropa y entró en la ducha sofocando un
grito, por la frescura del agua. Pero por suerte, tenía la segunda cita del
día. Había quedado a cenar con Ben y estaba que se mordía las uñas, por que
fuera ya de noche. Era un hombre muy atractivo y no parecía de la clase de Van
Holden. Estaba segura de que sería una velada perfecta. Además, tenía que
decirle quien era ella en verdad...
2º CAPITULO.-
Matt
entró en el despacho de Bendelin con unos bocadillos en la mano, interrumpiendo
así el silencio que había en éste.
Ben
se encontraba sentado en su sillón, sumido en sus pensamientos. Era raro que no
estuviera molestando a su secretaria, por si había llegado ya Leslie
Mckendricks.
-Buenos
días –lo saludo alegremente, lanzándole un bocadillo-. ¿Se sabe algo ya de
nuestra dama? –se sentó en el brazo del sillón que estaba enfrente del
escritorio, y empezó a desenvolver su desayuno.
-No
–contestó animadamente-. Aún no ha llegado. Que yo recuerde, quedamos para ésta
mañana y aún quedan un par de horas para que sea mediodía. ¿Oye que te parecen
mejor, tulipanes o violetas? –Matt se quedó a medio camino de morder su
bocadillo.
-Muy
bien, ¿quién eres tú y qué has hecho con mi amigo? –Preguntó levantándose y
apoyando los dos brazos en el escritorio-. Aquí ocurre alguna cosa, de la cual
no he sido informado. ¿Y bien? –preguntó, obteniendo tan solo como respuesta
una sonora carcajada por parte del hombre.
En
aquel momento, fueron interrumpidos por la aparición de una hermosa mujer de
cabellos oscuros y ojos claros, Susana Van Holden. Pequeña y única hermana de
Bendelin, que estaba prometida con su socio y
amigo Matt.
-Hola
gordita –la saludó cariñosamente, en cuanto Matt la hubo dejado de besar.
-Cariño,
tu hermano está muy raro hoy. No se encuentra enfadado, por que la visita
importante del día, no haya llegado aún. Y encima, me pregunta sobre qué tipo
de flor me gusta más...
-No
le hagas caso –sonrió-. Ya sabes, que tiene todas las papeletas para entrar en
un manicomio –bromeó Bendelin.
-Muy
gracioso, Ben –Matt abrazó a la joven-. Pero todo lo que te he contado es
cierto –su hermana lo miró por un momento a los ojos, para después sonreír de
forma pícara.
-Fácil,
conozco perfectamente a mi hermano. Y esa mirada, solo la tiene cuando se
encuentra con un proyecto entre manos que le atrae mucho. Pero ésta vez, ese proyecto
le ha dado bien fuerte –comentó-. ¿Tengo que advertirle a mamá que es posible,
que próximamente se oigan el repicar de campanas?
-Imposible
–se aseguró Matt, que le interesase una mujer puede, pero que se encontrara
posiblemente enamorado de ella, era un caso para archivarlo en Expedientes X.
-Os
recuerdo, que esto es un despacho para trabajar y no para estar cuchicheando.
-Vaya
–silbó Matt-, así que es posible que sea cierto. Ya que nos estas eludiendo,
nuestra pregunta.
-Yo,
no estoy eludiendo nada –les reprochó Bendelin, poniéndose un poco nervioso-,
pero por que no os marcháis a otro lugar y así me dejáis tranquilo, para que
pueda seguir trabajando.
La
pareja se marchó, dejándolo solo. Estaba mejor ahora, esos dos tortolitos solo
hacían que darse arrumacos y no conseguía concentrarse estando presente.
Respiró
hondo y se alisó la falda, intentando calmar los nervios por la entrevista que
iba a realizarse, en cuanto la puerta del ascensor se abriera en la planta del
señor Van Holden.
Si
ese machista presuntuoso intentaba alguna cosa, se le iba a caer el pelo.
Estaba completamente segura de que intentaría camelársela, para así robarle
información. No sabía él, el tipo de rival que podía llegar a ser ella. Una
poco más segura de sí misma, las puertas del ascensor se abrieron mostrándole
una grande y soleada habitación. Que quería esperar una, de un edificio de
cristal y que se hallara en el decimoctavo piso, en un día tan soleado como
aquel. A mano izquierda había una rinconera color crema, con una mesilla de
cristal y un largo corredor, en donde suponía que habría despachos. Y a su mano
derecha, se encontraba un enorme escritorio de aluminio plateado y dorado.
Detrás de aquel moderno diseño, se hallaba a una hermosa mujer entrada en edad,
con el cabello canoso y aspecto cariñoso. Y al lado de ésta, dos puertas una al
lado de otra. Supuestamente, una de aquellas puertas era la guarida del lobo.
Se
acercó hacía la señora, con una sonrisa en la mirada.
-Buenos
días –dijo amablemente, sin darse cuenta que se habría una puerta tras ella-.
Soy Leslie Mckendricks y tengo visita, con el señor Van Holden –algo en la
mirada de la mujer, la alertó de que había alguien detrás de ella.
Lentamente
se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco. Sin ser capaz de reaccionar, se
quedó mirando fijamente a la persona que se encontraba, con la mirada de
sorpresa sujetando aún el pomo de la puerta. Imposible. Aquel hombre que salía
del despacho, era Ben. Y se le encontraba muy seguro de sí mismo, en aquel
entorno.
Pasaron
los segundos y ninguno hablaba, solo hacían que mirarse a los ojos, buscando
respuestas a las miles de preguntas que se les formaban en la cabeza.
-Señor
Van Holden –habló la mujer con precaución, al encontrase presenciando aquel
silencio tan tenso, y respondiendo así a los temores de Leslie-. Es la señorita
Mckendricks, que tenía visita concertada para esta mañana.
-Gracias
Hanna –la miró instantáneamente-. Ya he escuchado presentarse así misma a ésta
señorita... –dio cierto énfasis a las últimas palabras.
Con
cierta frialdad, giró el pomo de la puerta y la invitó a que entrara en la boca
del lobo, pero no se movió en aquella dirección. Se encontraba muy
desconcertada ante aquel impactante encuentro, que un poco atemorizada, reculó
hacia atrás. Pero Bendelin al ver aquel gesto, se aproximó a ella acogiéndola
por el brazo y conduciéndola al interior con enorme tranquilidad.
Pero
fue allí dentro, en donde se desató la tormenta. Bendelin la sentó con gesto
brusco y apoyó los brazos en cada respaldo del sillón. Sin dejarle así ninguna
vía de escape a la joven.
-Y
bien, estoy esperando una respuesta –exclamó.
-Yo...
No sé –dijo con tartamudeo y hundiéndose un poco más, en el cómodo sillón y
mirando fijamente al hombre que tenía casi encima suyo.
-¿Porqué
me has mentido? –le preguntó fríamente y alejándose hacia el escritorio-. OH,
acaso lo encontrabas gracioso el hacerte pasar por secretaria.
-Qué...
-Como
no conocía tu identidad y viste que desde un principio, que me atraías...
-¡No!
–exclamó incorporándose en el sillón. Pero al ver la mirada que le dirigió
éste, se volvió a recostar en él con cierta timidez-. Estas muy equivocado.
Además... –dijo, levantando su cuerpo menudo del sillón con más confianza en sí
misma-. Tú tampoco te identificaste...
-Perdona
–sonrió amargamente-, pretendes hacerme creer, que no sabías quien era yo en
realidad.
-Pues...
Sí... –sintió un poco de vergüenza al ver que empezaba a reír a carcajadas-.
¿Qué ocurre? –Preguntó poniéndose un poco enfurecida-. Acaso tengo que ser como
todas las demás mujeres, que lo único que conocen como lectura, es la prensa
rosa. Además, te informo de que he estado muchos años viviendo en Nueva York...
Menudo mentecato llegas a ser. Y por
cierto, quién eres tú para que te dé explicaciones.
-Perdón
–se tranquilizó un poco y se acercó a ella. Produciéndole un altera miento en
sus nervios-. ¿Qué dices qué soy?
-Pues
que eres un mentecato, un pretencioso, un machista, un playboy y un idiota, porque
presumes de tener a todas las mujeres que quieras, con tan solo chasquear los
dedos. Pero yo creo, que lo hacen porque tienes dinero y quieren asegurarse, de
tener una buena vida en el futuro.
Bendelin
no daba crédito a lo que veía. El viejo Henry tenía razón, su hija era toda una
belleza y con carácter fuerte. Si no se equivocaba, era la primera mujer que le
hablaba de aquella forma, sin ser su madre o hermana. Sonrió. Estaba preciosa
cuando se enfadaba, pero no acababa de entender el por qué se hizo pasar por
secretaria.
Se
despertó de sus pensamientos, al darse cuenta de que la mujer se dirigía hacia
la puerta.
-¡Eh!...
Pero a dónde demonios te crees que vas, ricura –Leslie se giró con el ceño
fruncido y se paró delante de él, mirándole a los ojos-. Sabes, ya que veo que
no te caigo simpático y que no me hablaras, por que te encuentras enfadada
conmigo y no sé por qué razón, creo que me merezco un recuerdo tuyo como
playboy que dices qué soy, princesa –sin poder remediarlo, la agarró por los
hombros apretándola más a él-. Cierra esos hermosos ojos que tienes...
-Qué...
Era
una mujer dulce, sus labios lo confirmaban. No quería soltarla, pero tenía que
hacerlo. Sabía el carácter que tenía y si quería conquistarla, como en un
principio se había propuesto, era mejor evitar muchas cosas. Se había
equivocado respecto a como se la había imaginado. Aún tenía que averiguar
muchas cosas de Leslie Mckendricks.
Separó
poco a poco sus labios de los de ella y la miró a los ojos. Estaban llenos de
sorpresa y algo que no acababa de determinar... Mentira. Lo averiguó demasiado
tarde. Era rabia, lo supo nada más sentir un fuerte impacto en su mejilla
izquierda. Había actuado de forma imperdonable, al lanzarse de aquella manera.
-¡Si
te creías, que me iba a...! –no pudo continuar, cogió su maletín del suelo y se
encaminó toda decidida a la puerta.
-¡EH!,
Espera un momento –la agarró nuevamente por el brazo.
-No
tengo ganas de estar en compañía, de un ingrato asqueroso que va ligándose por
ahí a cualquier mujer, mientras ésta tenga algo que le interese –lo miró de
arriba abajo, con cierta aprensión en el rostro.
-Estas
muy equivocada, princesa –sonrió-, no tienes que hacer caso a los cotilleos.
Además, tú no tienes nada que me pueda interesar.
-¿Seguro?
–Soltó con ironía-. Y qué me dices la identidad de cierto columnista...
Bendelin
sonrió ante aquella sugerencia.
-Princesa,
no me hace falta ningún tipo de seducción, para conseguir esa información –se
apoyó en la puerta, cruzándose de brazos a la altura del pecho-. Puedo
conseguirlo por mí mismo. También fui un columnista famoso temido por los
grandes magnates.
-No
si por modestia que no sea –sonrió-. Entonces cariño, dime por qué no has
vuelto a escribir, ni investigar ningún caso más –se le acercó pausadamente-.
OH, acaso los años ya no perdonan.
Toucheé, pensó Bendelin. La gatita tenía uñas y sabía cómo utilizarlas. Le
estaba empezando a gustar el lidiarse con ella. Además estaba preciosa, con
aquellos ojos llenos de rabia, el pelo caído con cierto desenfado por encima
los hombros y ese movimiento de caderas, le estaban volviendo loco.
-Princesa. Cuando
quieras y en dónde quieras, te puedo demostrar que estoy en perfecta forma para
mis años.
-Grosero
–replicó bruscamente-. Acaso no sabéis pensar en otra cosa, que no sea el sexo
a todas horas.
-Sí
– se aproximó a un nivel muy peligroso, al acogerla por la barbilla con
delicadeza-. Pero creo que ya hemos hablado de éste tema suficiente por hoy y
yo, tengo muchas cosas que hacer. Ahora, me interesaría tratar el contrato de
tú queridísimo columnista.
-Tienes
razón. Tanto hablar me ha secado la garganta –se separó y caminó velozmente a
la salida-. Tal vez, sea mejor que quedemos para otro día –abrió la puerta y le
sonrió-. ¡Chao, caro! –y corrió al ascensor, que por suerte acababa de abrirse
por la llegada de un hombre.
La
primera reacción de Bendelin, fue de salir a su encuentro, pero luego
recapacitó. “De acuerdo, princesa. Si lo que quieres es jugar, jugaremos.” Se
acercó al escritorio y llamó por el intercomunicador a su secretaria. Mientras
esperaba a que acudiera, se sentó en su sillón.
Quien
asomó la cabeza por la puerta, no era Hanna sino Matt, con una sonrisa en la
mirada.
-¿Cómo
resultó el encuentro? –preguntó, acomodándose en un sillón.
-Bien
y mal –dijo, sin levantar la mirada del escritorio-. La mujer con la que te
habrás cruzado, era Leslie Mckendricks. La que me tiene loco, como tú y Susana
diríais.
-Si
lo sé. La conocí por la foto de su informe –le replicó-, cosa que tu no miraste
–sonrió burlón-. Así, que es la moda de conquistar a damiselas de hielo.
-¿Porqué?
–levantó la mirada interesada hacia su compañero.
-Dicen,
que es de carácter muy fuerte.
-Sí,
eso lo he comprobado –le aseguró en un tono medio divertido-. Y que es una niña
rica de papá que seguramente busca una chequera gorda, para su futuro – se
levantó y se acercó a un ventanal-. Pero es de oídos, no lo que yo sé. Creo que
a la gente, le gusta desencadenar muchos rumores cuando se aburren –se pasó la
mano involuntariamente por el cabello-. Créeme, estoy completamente seguro de
que no es una mujer calculadora y menos fría.
-¿Aquí
ha ocurrido algo? –preguntó Matt, muy interesado.
-No... –sonrió-. Pero verás, nos hemos quedado sin
el primer artículo del columnista. Pero es solo por el momento –lo miró con
seriedad-, pero no debes preocuparte, muy pronto lo tendremos.
-Mira,
no sé qué es lo que ha ocurrido aquí dentro –le contestó con gran
tranquilidad-. Solo sé, que puedo confiar en ti. Pero te pido, que tengas
cuidado con esa mujer. No quiero que te hagan daño.
-¿Daño?
-Sé
que tú hermana tiene razón. Sé que esa mujer te gusta y sé que vas en serio
–subrayó con fuerza las siguientes palabras-. ¿Pero y ella? Bendelin que el
corazón no es tan fuerte como parece...
-Tranquilo,
sé que es ella –contestó en un suspiro.
No
lo entendía, se suponía que lo despreciaba. Entonces, porqué le respondió...
“Porque fue un beso tierno y cálido.” Nunca había sentido aquella sensación.
OH, acaso era igual que todas las demás mujeres que habían estado con él, sin
saber negarle nada por su atractivo, por su sonrisa y por aquellos ojos...
-¡Maldito
seas, Bendelin Van Holden! –exclamó, tirando un montón de libros con fuerza
sobre el escritorio. Eran las cinco de la tarde y no había conseguido
concentrarse en sus diseños. Solo hacía que pensar en lo ocurrido. Si seguía
así, se iba a volver una histérica.
Se
la encontró, con la cabeza gacha y apoyada en sus brazos. Había estado toda la
tarde con la mirada vaga por los diseños. No sabía bien, bien qué le ocurría
pero al escuchar aquel nombre, ya se hacía una idea más o menos, de lo que
ocurría. Se acercó hacia ella y le empezó a masajear los hombros.
-Les,
cariño –susurró-, porque no te marchas a casa. Por lo visto, hoy tu cabeza no
tiene ganas de trabajar.
-OH,
Dani –contestó con un gemido-. Es que toda la culpa, la tiene... –levantó la
cabeza con energía y escupió con furia en la mirada, el nombre de aquel
individuo nuevamente-. Bendelin Van Holden. Es un... un cretino –sollozó-. Pero
qué digo, si ni siquiera estoy segura de lo que es –se recostó vagamente en el
respaldo del sillón-. Hace pocos días, le tenía un gran odio. Y ahora... ahora
no sé qué es lo que siento hacia él –se volvió hacia Dani, con gesto melancólico-.
¿Crees que debo acudir a un psicólogo, tal vez, me esté volviendo loca?
-Pero
que dices mujer, lo que necesitas es descansar –la cogió por los brazos y la
levantó del sillón-. ¿Haber cariño, qué es lo qué te ha hecho ese hombre?
-Pues
él... –dejó la mente en el aire, mientras recordaba aquella calidez tan
magnífica-, me besó, si eso –lo miró confundidamente-, simplemente me besó.
Pero fue lo que sentí con aquel beso y su forma de...
-Me
parece que ya sé que te ocurre, mi niña –la abrazó con ternura-. Bendelin ha
conseguido, lo que ningún hombre ha podido hasta ahora. Enamorarte –le puso un
dedo en los labios, para que no dijera nada-. Sí, mi niña. Él ha conseguido
demostrarte, que existe el cariño y la ternura, en un simple beso...
-¡No
puede ser! –se separó un poco nerviosa-. Es Bendelin Van Holden. El tirano ese,
al que he odiado tanto, en tantísimo tiempo sin llegar a tratar o verle la
cara.
-Ya
sabes, de ese dicho. Del odio al amor, solo hay un paso –le contestó,
sentándose encima del escritorio y mirándola con expresión divertida.
-¡No!
–empezó andar de un lado a otro-. Es que... Pero bueno, se puede saber que es
lo que te hace tanta gracia –se paró en seco y puso los brazos en jarra,
esperando una respuesta.
-De
que por fin te hayas enamorado.
-Yo
no me he enamorado –contestó con cierta agresividad.
-Y
que haya sido, de Van Holden –sonrió-. Por si no te acuerdas, él y yo, somos
viejos amigos de la universidad.
-¡Dios!
–se dejó caer en el sillón, de un golpe seco-. Por favor Dani, prométeme que no
le contaras nada de lo que te he dicho.
-¿Por
qué? No decías que no estabas... –sonrió-. Vaya, por fin lo reconoces.
-Pero
si tan solo, hace un día que...
-Quien
dice que para enamorarse, hacen falta siglos niña –se le acercó-. Y ahora, me
prometes que te vas a tomar una semana de vacaciones, que te hacen falta y
ahora más. Porque estoy seguro, que te van hacer falta muchas horas de
recapacitación.
-¿Pero
y los diseños? –extendió los brazos, hacia donde supuestamente estaban.
-Hay
tiempo para ello, que yo sepa no tienen fecha de entrega. Y ahora, levántate y
hazme el favor de marcharte.
-Esta
bien, te voy hacer caso –se levantó con gesto de cansancio, cogió sus cosas y
se dirigió a la calle-, te llamaré mañana o pasado. Y no digas nada –le avisó,
apuntándole con el dedo.
Bendelin
iba a entrar en su despacho, cuando reparó en la presencia de un hombre sentado
en el sofá.
-Dani...
–se extrañó. Hacía unos cuatro años, que no veía a su amigo-. ¡Tío!, Pero qué
haces aquí en Londres –Dani se levantó y se dirigió a darle un abrazo.
-Ahora
vivo aquí –sonrió-, hará cosa de unos cinco meses.
-Y Sasha, ¿cómo se encuentra? – le preguntó,
mientras le conducía hacia el despacho.
-Muy bien,
está muy hermosa y más ahora, que está embarazada de tres semanas.
-¡Guau!
Estarás muy contento, por tu futura paternidad –le dijo mientras fue a
servirle una bebida.
-Sí,
tengo muchas ganas de que llegue el momento –su tono de voz se tornó más
serio-. Pero verás... Venía averiguar una cosa, aparte de visitar a un buen
amigo como tú, después de encontrarme completamente instalado en la ciudad.
-Claro,
pregunta lo que quieras –le entregó el vaso y se sentó encima del escritorio.
-Pues...
Es sobre Leslie Mckendricks.
Bendelin se atragantó con la bebida. Cómo es qué la
conocía, se preguntó y porqué le quería hacer preguntas sobre ella.
-¿No lo entiendo, de qué la conoces?
-Somos socios en el negocio de decoración –sonrió,
ante la extrañeza de su amigo-. Sí y también sigo con la arquitectura.
-Vaya, seguiste ampliando conocimientos, como
siempre –se rió-. Nunca lo pudiste controlar y recuerdo, que volvías loco al
decano.
-Sí, es verdad –recordó divertido-. Pero verás Ben,
estoy aquí porque mi mujer y yo tenemos mucho cariño a Leslie. Y no queremos,
que nadie le haga daño –le comentó-. Y el otro día, vino hecha una furia por tu
culpa.
-En
serio –aquello le gustó. Se creía, que Leslie estaba jugando con él y resultaba
ser que era él quien tenía los ases, bien cogidos por la manga.
-No
consiguió concentrarse en nada y tuve que mandarla a casa. Le dije que se tomara unas
vacaciones, por que se encuentra muy cansada –le replicó seguidamente-, y sí,
todo porque la besaste.
Aquello
le gustó mucho más. Había conseguido atraparla. Las cosas, iban mejorando por
su bien.
-Ben,
te lo pido. Si no vas en serio, olvídala inmediatamente. No quiero que le hagan
daño, entiendes. Es muy sensible aunque no lo parezca a primera vista.
-Puedes
estar tranquilo. Leslie es una mujer, que me gusta de verdad y pienso...
-Así
que estas colado por ella –su amigo asintió. Y Dani, se rió para sí mismo. Los
dos estaban enamorados y no lo sabían. Bien por Henry... -. En ese caso, yo me
voy. Ya te llamaré y quedamos para cenar, con Sasha.
-De
acuerdo. Tengo muchas ganas de volver a ver a tu mujer –dijo un poco extrañado
por la repentina y extraña marcha del hombre.
Cuando
se hubo ido, Bendelin se quedó sumido en sus pensamientos. Estaba seguro y
ahora más, según le había contado Dani, que Leslie sentía algo por él. Aunque
fuese muy poquito. Para él, eso era un punto a su favor, de que lo podía
conseguir.
3º, CAPITULO.-
-¿Dónde
has estado toda ésta mañana? Te llamé a tu casa, pero me dijeron que te habías
ido muy temprano.
Dani
se paró en seco. No esperaba aquella pregunta y no iba a decirle con quien
había estado y menos, de que habían hablado. Si no, se ponía la soga al cuello.
-Pues,
tuve que ir a comprobar unas cosas sobre los diseños del señor Smith... Pero lo
qué no entiendo, es qué estás haciendo aquí, teniendo vacaciones y encima tan
temprano.
-Solo
venía a visitarte... Pero... No es un poco temprano para ir de visita a casa de
un cliente –sospechó un poco.
-¿Qué?
–contestó poniéndose nervioso-. No, no. Éste cliente se marcha muy temprano a
trabajar... Bueno, ya me has visto, creo que deberías marcharte. No pintas nada
aquí.
-Vale,
ya me voy. Pero estas muy nervioso hoy –Dani no le prestaba atención, esperando
a que se marchara-. Me voy en vista de que no me quieres aquí y porqué estas
muy raro.
-No
es eso, cariño –dijo soltando unos papeles encima del escritorio-. Es solo, que
quiero que descanses. Últimamente llevas
mucho estrés encima.
-Déjalo
ya, quieres –soltó enfadada-. No hace falta que actúes como un padre, ya tengo
uno. Y te recuerdo, que es igual de pesado que tú. El pobre está deseando de
casarme, para que le dé un nieto. Dice que ya es mayor –le expresó con sorna.
-Sabe
que tú corazón, late últimamente por un hombre al que conoce.
-Quieres
callarte.
-Pero
si es verdad...
-No,
aún no es verdad. A lo mejor, es solo un capricho de peleas.
-¿Capricho
de peleas? Vaya, no sabía que aún estuvieras en la edad del pavo.
-Ahora
sí que me marcho. No tengo ganas de escuchar tonterías.
-Gallina
–la provocó-. Tienes miedo de hablar sobre ello, porque sabes...
-Adiós,
Dani –se despidió, hiendo hacia la salida-. Si me necesitas para algo, no dudes
en llamarme.
-Tranquila,
tú vete a soñar como una colegiala.
-Recuérdame
que te pegue una paliza cuando vuelva. Ahora me encuentro muy cansada para
ello.
-Muy
graciosa, Les.
Se
cerró la puerta, dejando a un Dani muy aliviado. Esperaba, que Bendelin tuviera
cuidado en no irse de la lengua. Sabía que era un hombre al que le gustaba provocar
a las mujeres, y cuanto más lista fuese está más insistía. Y Leslie era una
mujer, que se ajustaba a todas esas prioridades.
Dani
tenía mucha razón. Esos días de vacaciones que se estaba cogiendo, le estaban hiendo de maravilla. Hacía una semana que no
aparecía por el trabajo, desde que le hubo contado a Dani, lo que le ocurrió
con Bendelin. De momento, la única preocupación que tenía era Bendelin, que por
más que quisiera no lograba sacárselo de la cabeza. Por una vez en la vida, que
creía haber encontrado al hombre perfecto... Resulta que se chocaba de bruces,
con el peor Casanova de todo Londres.
Ahora
entendía, el por que las mujeres se volvían locas con solo escuchar su nombre.
Bendelin, lo tenía todo. Ni un gramo de imperfección en su cuerpo. Pero en lo
referente a cerebro, el pobre tenía un gran defecto. Podía ser todo un genio en
las finanzas, pero seguía siendo el mismo machista que se aprovechaba de las
mujeres que se abalanzaban sobre él... En el fondo, él no tenía ninguna culpa.
Al fin y al cabo, él solo cogía lo que le ofrecían... ¡Pero igualmente era un
cerdo! No tenía ningún respeto por esas mujeres, solo estaba con ellas el
tiempo en que tardaba el sol en volver a salir, después del atardecer. Sin
llegar a pensar, que con ello ya les asignaba una mera reputación.
Sería
mejor que dejase de pensar en él. Porque cada vez, iba poniendo mala cara y la
señora que tenía a su lado en el semáforo, la empezaba a mirar con expresión de
temer a que le fuera hacer alguna cosa. Una calle más abajo, recordaba que
había una librería muy grande y muy bien surtida. La tranquilizaba bastante, el
poder mirar los libros durante el tiempo que quisiera, sin que nadie la
molestara. Además, tenía que buscarse un par de libros, ya que no tenía ninguno
nuevo para las tardes y noches que deseara pasarlas tranquilas.
Se
encontraba en la sección de espionaje, cuando una voz masculina muy conocida
para ella la interrumpió.
-Sabes,
creo que das un poco de miedo al estar buscando un libro en ésta sección
–bromeó Bendelin-. Puedo pensar, que estas buscando un crimen cruel para
emplearlo conmigo... Pero para ayudarte, te recomiendo mejor la sección de sexo
y erotismo. Me han dicho, que hay un libro llamado kamasutra, que resulta fascinante al ponerlo en práctica...
¡Porqué!...
Londres era grande y había mucha gente. Y encima en una librería, el lugar en
donde menos le gustaba que la molestasen. No sabía si seguir mirando el libro
que tenía aún en las manos y no prestarle atención, o cogerlo y aplastarle la
cabeza con él.
-Buenos
días, señorita Mckendricks. No esperaba encontrármela en un lugar como éste.
-Apuesto
que el lugar en donde usted pensaba encontrarme, era un lugar cómodo y suave
como el satén... Pero lo siento mucho, soy alérgica a lugares como esos. Y es
más, según la persona que lo habite, es decir, personas como usted.
Aguantó
la respiración hasta diez y dejando el libro en donde estaba, se alejó como si
no hubiera ocurrido nada.
Bendelin
se rió de aquello. Por lo visto se había equivocado, la gatita aún tenía ganas
de seguir enseñándole las uñas, en vez de dejarse acariciar como su instinto le
indicaba. Decidió dejarla tranquila por
el momento, pero sin quitarle el ojo de encima. También recordaba lo
escurridiza que llegaba a ser, en cuanto uno menos se lo esperaba.
¡Diantre!.
Lo único que le faltaba, tal como tenía la cabeza en aquellos momentos era
encontrarse con él. Y encima, que le viniera con bromitas. Cuando tendría que
haberle venido hecho una furia, por cómo se hubo marchado el otro día, sin
siquiera tratar una palabra del contrato de E.K.
Aquello
había hecho que su padre se preocupase un poco más, de lo que ya estaba. Él
decía que Bendelin era un hombre muy listo y que si empezaba a investigar,
podía averiguar todo y no quería pensar en lo que ocurriría... Por eso le había
llamado una noche, diciéndole que concertara una cita con él, para acabar de
aclarar el contrato. Pero pensaba hacerlo cuando lo encontrara oportuno.
Bueno,
ya tenía algún que otro libro escogido. Así que decidió que era mejor marcharse
de allí, antes que Bendelin volviera a
molestarla.
-Son cincuenta y dos con veinte nueve euros –la
cajera, cogió la tarjeta de crédito que le entregó-. Disculpe, tiene la tarjeta
caducada y la máquina no me la acepta –dijo, momentos después.
-Es
verdad, no me acordaba. Disculpe las molestias –guardó la tarjeta y cuando fue
a pagar en metálico, comprobó que no llevaba
suficiente dinero-. Vaya, lo siento. Le importaría descontarme uno de
los volúmenes, no llevo...
-No
importa, señorita –una voz grave y muy conocida, apareció nuevamente por su
espalda-. Cóbrelo todo de aquí –le ordenó suavemente a la joven cajera, con una
atractiva sonrisa.
-Sí,
señor.
-¡No!
–replicó mordazmente Leslie.
Estaba
consternada, por lo que estaba sucediendo. Solo tenía que mostrarle una sonrisa
y la chica se derretía. Haciendo caso a sus órdenes. ¡Por qué tenía que ser tan
encantador! Pero que decía...
-Va
mujer, no te me enfades.
-Es
que no quiero deberte nada –intentó calmar los nervios, con una fingida
sonrisa.
-Eso
es fácil, ahora me invitas a comer y quedamos en paz –le sugirió firmando ya el
tiquet de compra.
-Por
supuesto, no faltaría más -¡Pues lo tenía bien claro! Si se creía que iba a
conseguir algo de aquella forma, iba muy
mal encaminado.-. Porque no me esperas aquí fuera, mientras yo guardo en un
momento los libros en el coche. Y así, nos vamos en donde tú digas, pero en tu
coche –sonrió.
En
el rostro del hombre, se vio por unos momentos la sombra de la duda. Pero
aceptó la oferta, diciéndole que no tardara mucho.
Leslie
cogió la bolsa y salió apresurada hacía el coche, en donde dejó los libros en
el asiento del copiloto y con sonrisa traviesa, salió del aparcamiento en
dirección a su casa. Le encantaría ver como se encontraría Bendelin al cabo de
un rato, sin ella aparecer. Seguramente estaría muerto de frío y con cara de
pocos amigos, por haberle plantado otra vez.
-¡Hanna!
–gritó Bendelin enfurecido, entrando en su despacho y revolviendo los documentos
que tenía en uno de los archivadores.
-¡Qué?
–Matt entró muy apresurado, pensando que algo grave debía ocurrir, para que
estuviese de aquel humor.
-Diablos,
en dónde está... –removió más documentos-. ¡Hanna! –volvió a gritar con
desesperación.
Como no lo detuviera, acabaría por tirar todas las
cosas al suelo, pensó Matt al encontrarse con aquel panorama.
-Por
si no te acuerdas –le comunicó con cierta tranquilidad-, hoy es el día libre de
Hanna –Bendelin cerró de un golpe el cajón del archivador, produciendo un
fuerte estruendo en todo el despacho. Seguro que la gente que había por los
pasillos, se habría asustado y saldrían de su alcance durante las próximas
horas del día, para no recibir su mal humor.
Suerte
que eran amigos de casi toda la vida y ya le conocía bien, como para saber que
solo había que tratarle con calma y no hacer mucho caso a sus sugerencias en
momentos como aquellos.
-¡Mierda!
–se pasó las manos por el pelo, mientras pensaba-. Necesito el documento que
hiciste de Leslie Mckendricks.
-No
lo entiendo. ¿Por qué ahora, si ya te has entrevistado con ella?.
Se
acercó a uno de los ventanales y apoyó la frente en él. Le gustaba sentir
aquella frescura y además, parecía que lo calmaba un poco.
-El
viernes, cuando fui a tomarme una copa con Henry conocía a su secretaria –se
calló un momento, recordando aquella imagen-. Como un tonto, me sentí
terriblemente atraído por una mujer, por primera vez en la vida. Nunca había
sentido sentimiento parecido por una mujer. Así que persuadiéndola un poco,
conseguí que quedásemos para el lunes...
-No
entiendo nada –lo interrumpió Matt con extrañeza-. ¿Pero... no era Leslie,
quién te gustaba?
-No
tan rápido, Matt –le cortó con mirada irónica-. Que sorpresa es la mía, cuando
el lunes tenía que venir nuestra dama, Leslie Mckendricks. Quien resulta ser
para mí, Laura la secretaria...
-Un
momento –interrumpió con cierta cautela-, sigo sin entender nada.
-Muy
fácil. Leslie se encontraba utilizando el ordenador de Laura, la secretaria,
que no se encontraba en aquel momento. Y cuando me presenté, bueno, solo dije
mi nombre de pila ella me dio el de la secretaria...
-¿Porqué?
–preguntó Matt, cada vez más confuso.
-Eso
es una cosa, que aún no he averiguado –sonrió divertido-. Pero te puedes creer
que me dijo que no sabía quién era yo.
-Puede
ser...
-Matt,
que salgo en los periódicos todos los días, por no mencionar las revistas y
programas del corazón –le espetó incrédulo.
-Bueno,
puede ser que se salte el apartado de financiación cuando le el periódico por
que no le sea de su agrado. Y en cuanto a las revistas no las compre, son
muchas las mujeres que no lo hacen. Y respecto a la televisión, en cuanto vea
que es un programa de esos los salte. Apuesto a que ella también le horroriza
por que la hayan sacado más de una vez, siendo quien es su padre.
-Es
cierto –pensó-. Bueno, el caso es que huyó como bien sabes. Pero hoy, me la he
encontrado en la librería y ha pasado completamente de mí. Solo que al pagar,
tenía la tarjeta caducada y no llevaba suficiente dinero, así que, como buen
samaritano...
-Perdón,
dirás como buen playboy –bromeó Matt, sacándole una sonrisa a su compañero.
-...
Pagué su cuenta, sin que ella estuviera de acuerdo. Diciéndole, que me podía
devolver el favor invitándome a comer. ¿Qué te crees qué hizo?
-Según
la hora que es y el humor en que has venido... Te ha rechazado la oferta.
-Peor
aún. Me dijo que la esperara afuera mientras guardaba los libros en su coche y
así ir en el mío... Pues bueno, aún la estoy esperando.
Matt
se quedó callado unos segundos, mirando a su compañero. Para luego romper el
silencio inmediatamente con fuertes carcajadas.
-Matt
–intentó acallarlo-, Matt, ya vale...
-Lo
siento, tío –respiró hondo-. Pero macho, hay que ser tonto para caer dos veces
con la misma mujer.
-Muy
gracioso, por eso busco su informe –le recordó-, necesito su dirección para
devolverle el favor.
-Que
yo sepa, no es manera de conquistar a una mujer.
-¿Qué?
-Nada,
nada –mejor era que callara-. Anda, quédate ahí que ahora te lo traigo, lo
tengo en mi despacho.
-De
acuerdo, pero no tardes.
Susana
llegaba por la noche a su casa, después de un día de trabajo en el hospital.
Esa noche, al igual que la noche de todos los jueves cenaban los tres juntos. Y
por lo visto, Ben ya había llegado al estar su coche ocupando la plaza de ella.
Menudo morro tenía.
Cuando
entró en el salón, se encontró a su hermano trabajando con el ordenador
portátil. Nunca paraba, así que no le extrañara el que no se hubiera casado
aún. Solo esperaba que esa mujer, fuera la ideal para él y no una modelo tonta
con las que solía quedar la mayoría de las veces.
-Es
que nunca te tomas un respiro –le riñó. Bendelin apagó el ordenador y
sonriendo, se acercó a ella.
-Vaya,
hoy vienes agotada –le masajeó los hombros-. Si quieres me voy y así, te puedes
acostar temprano.
-¡No!
–se giró-. Tengo que averiguar una cosa antes de que venga mamá.
-¡AH,
ya! –Se dirigió al sofá-. Es una mujer bella, inteligente, dulce y con
carácter.
-¿Y?
–se fue asentar al sofá, junto a él.
-Se
llama Leslie Mckendricks. Es diseñadora de interiores, muy buena por cierto. Y
creo, que ya casi es mía...
-Espera...
–se regocijó la mujer-, el gran Bendelin Van Holden. Conocido en la prensa del
corazón, como el príncipe del amor... Dice por primera vez, casi... Tratándose
de una mujer. Caray hermanito, estás perdiendo facultades. ¿Serán los años?.
-Tú
no la conoces bien...
-¿A
quién no conoce bien? –preguntó María, la madre de ambos, entrando en el salón
para anunciar que la cena estaba lista.
A
Bendelin, parecía que se le había atragantado la lengua. Y su hermana, tenía
una sonrisa divertida en la mirada. Si su madre se enteraba que estaba
interesado en una mujer, era hombre muerto. Lo primero que haría, averiguar
quién era y visitarla. Y si le gustaba, empezar hacer planes de boda. No podía
consentirlo, pero ahora mismo dependía de su queridísima hermanita.
-A
Verónica, mamá –contestó por fin su hermana aliviando la tensión del hombre.
-OH,
hijo –le amenazó en broma-, como te me cases con una mujer igual de tonta que
esa, dejaras de tener madre. Bueno –palmeó las manos poniendo fin al tema-,
ahora al comedor, que voy a empezar a servir la cena –comentó mientras salía
del salón.
-Bien
hermanito, me debes una y bien gorda, tú lo sabes.
-Sí,
gordita –suspiró, mientras con una mano le revolvía el cabello-. Pero no te
pases, según lo que sea no se realizará.
-Para
empezar, deja de llamarme así –empezó a encaminarse al comedor-, lo era a los cinco
años.
-Y
me reía mucho, cuando te hacían aquellas dos coletas...
-¡OH,
calla! –Le empujó suavemente-, siempre odié aquello.
Los
dos hermanos entraron al comedor, riéndose de los viejos tiempos. Allí se
encontraba María sumida en sus pensamientos.
Estaba
segura de que le ocultaban algo. Y que no era precisamente de Verónica, sino de
alguien importante. La verdad, es que su hijo llevaba unos días un poco raro y
su mirada no era la misma. ¿Sonarían por fin campanas de boda?...
Esa
mañana, amaneció con una suave y tranquila cortina de lluvia. Aunque fuese la
mayoría de la población quien detestara aquellos días, a ella le encantaban sin
olvidarse también de su queridísimo Tor. Al cual le encantaba revolcarse por la
hierba húmeda. Así, que con más ganas salió a correr.
-¡Tor!...
–tenían que darse prisa, la lluvia caía cada vez con más fuerza. Eran cerca de
las nueve de la mañana y se maldecía así misma por haber decidido meterse por
el otro camino. Éste conducía a unas cuantas mansiones, que se encontraban muy
aisladas entre ellas. ¿En dónde demonios se había metido éste?-. Toor!...
Nada,
no se escuchaba ni un alma solo el ruido de la lluvia. No tenía que haber
cogido ese camino, era demasiado solitario para su gusto. Porque si le ocurría
lago, o aparecía un loco. ¿Quién la iba ayudar?. Entonces, por fin escuchó. Tor
se encontraba algo lejos, pero por sus ladridos supo que se encontraba a la
altura de la casa que habían pasado hacía un momento. Rápidamente se dirigió
allí, por si hubiera ocurrido algo. Aunque lo creía imposible, ya que Tor era
como un oso de peluche con la gente.
A
medida que se iban acercando, entre el follaje de los árboles y plantas, vio a
Tor en las escaleras de la entrada de la casa, acompañado por un hombre alto, moreno...
¡OH!. Era Bendelin. Sus piernas pararon de correr, quedándose clavadas enfrente
de la gran verja.
Estaba
sorprendida, no sabía que viviera allí. No, si ya sabía que no tenía que haber
cogido el desvío a la derecha... ¡Y ahora qué!. Se acercaría a él y le
saludaría como si nunca hubieses pasado nada, entre ellos. ¡Si claro, y los
burros volaban! –Rió con sarcasmo-. Ellos dos no se aguantaban, bueno eso
pensaba ella. Estaba segura, que él la besó solo para seducirla y sonsacarle
información. Por nada más, porque bien se sabía que él solo salía con chicas
estilo Top-model. Dios... Le tenía tanta rabia. Y había sido y era un atonta,
por haberse detenido a pensar en la sensación que le produjo aquel beso y el
por qué, no conseguía sacárselo de la cabeza. Además, tenía que reconocer que
antes de saber quién era él, se había sentido enormemente atraída por él,
deseando que fuera diferente a los demás, pero la realidad se le había
aparecido bien rápida, por suerte suya.
Bendelin
se le acercó bien sonriente, cubierto por un paraguas y chaqueta negra de
sport.
-Vaya,
vaya... –silbó con cierta incredulidad-. Pero fíjense, a quien tenemos en la
puerta de mi casa. Acaso ha venido a pedir disculpas o tal vez, para que un
hombre como yo...
-Buenos
días, señor Van Holden –le cortó fríamente-. Hoy había decidido cambiar de
camino, pero he tenido la mala suerte en ello. Porque me he topado con la
persona, que más detesto en ésta vida. Y encima, mi querido perro lo ha tenido
que conocer.
-La
verdad, esa confesión tuya me resulta un tanto apestosa, no crees princesa.
Pero sé de una persona, que se llama Laura... Que le resulté tierno y cariñoso,
nada más conocernos.
-¡Déjame
en paz! –Le dio un pequeño empujón-. Eres un cerdo asqueroso. Solo quieres
llevarme a la cama y demostrarles a los demás, que consigues dominarme también
como a todas. Y todo, por que soy la única que te ha rechazado hasta ahora. Y
encima, no soportas el que te haya tomado el pelo dos veces una misma mujer
–empezó alejarse con Tor a grandes pasos. Pero no consiguió andar muchos, ya
que fue detenida por un fuerte brazo-. ¡No me obligues a nada!
-Perdóname,
Leslie –le pidió con voz profunda-. Solo quiero decirte, que eso que dices no
es verdad –se calló por unos momentos, al ver que la mujer no le daba la cara-.
Sabes, estoy harto de tantos cotilleos,
que me crean esa fama de playboy cuando yo no lo soy... Por favor Leslie,
mírame –le suplicó con suavidad.
En
ningún momento, él le soltó el brazo y ella, no se dio la vuelta. Solo se quedaron
quietos y callados. Cada cual, pensando en lo suyo.
-Por
favor, entra en casa y sécate un poco. Estás muy mojada y puedes pillar una
pulmonía. OH sino, sube al coche y déjame que te lleve a tu casa...
-No,
gracias –se giró y lo miró con dureza-. Sé cuidarme, de mi misma. Y escucha esto, solo quiero hablar
contigo por asuntos de trabajo. De acuerdo? No quiero que me dirijas la
palabra, para nada más –se soltó de un tirón y salió corriendo de allí.
Bendelin
se la quedó mirando muy enfadado, hasta que hubo desaparecido de su vista.
Jamás había conocido a una mujer tan cabezota, como lo era Leslie Mckendricks.
La próxima vez que se encontraran, no le permitiría que le tratara de aquella
manera...
-¡Mierda!
–expresó enfurecido, dando una patada al aire. Si no le hubiera cogido
desprevenido, no hubiera ocurrido aquello.
4º, CAPITULO.-
EL
martes por la tarde, se encontraban Bendelin y Matt, trabajando en el despacho
de este primero, muy concentrados en un proyecto, cuando llamaron discretamente
a la puerta.
-Muchas
gracias, Hanna. Puedes dejar los cafés encima de la mesilla, junto a los sofás
–dijo Bendelin, al escuchar el tintineo de las tazas con el balanceo del
caminar de la mujer.
Matt
levantó la vista y se sorprendió al encontrarse a una mujer menuda, pero de
gran belleza. No sabía que Bendelin, hubiera contratado un ayudante para
Hanna... Un momento, pero que tonto que llegaba a ser. Esa mujer la había visto
antes, en el informe que le había entregado de Leslie Mckendricks. La foto no
le hacía justicia. Y ahora entendía, por que iba tan loquito el pobre Bendelin.
-Siempre
dando órdenes –dijo, soltando un profundo suspiro Leslie.
Primero
se quedó quieto, tomó aire y levantó la mira para encontrarse a Leslie, con un
vestido sencillo de punto color crema, a conjunto de una rebeca y llevando en
sus manos, la bandeja del café.
-¿Qué?...
–no supo que decir. Y sabía, que Matt encontraría aquello divertido.
-Buenas
tardes, caballeros –dejó los cafés en la mesa-. Tengo entendido, que falta
aclarar unos asuntos de trabajo, si no me han informado mal.
-Vaya,
la niña tiene humor –soltó Bendelin, después de haberse recobrado por la
sorpresa-. Matt, pon el pestiño a la puerta. No vaya a ser, que nuestra
invitada se marche precipitadamente, sin llegar a tomarse el café. Y aquí, no
queremos que eso ocurra. Nos gusta, que nuestros clientes se encuentren a
gusto.
Leslie
se sentó con gracia en el sofá y empezó a servirse el café, sonriendo al
comentario del atractivo hombre.
-Tranquilo,
no llevo zapatos deportivos –dijo enseñándole sus zapatos de tacón. Pero en lo
que Bendelin se fijó, fue en sus piernas. Carraspeó un poco y se concentró en
su rostro.
-Que
yo recuerde, aún llevando zapatos de tacón huiste un par de veces. Así que más
seguro echar el pestillo, que confiar en tus piernas –dijo en broma, sacándole
nuevamente una sonrisa a Leslie.
-¿Bueno
señores, entonces vengo en un mal momento?
-Sabe,
tengo una curiosidad –se acercó con Matt a la mesilla, para servirse el café-.
¿No se enfada E.K., al no haber hecho ningún trato por el momento?
-No
–dejó la taza en el plato-. Está perfectamente de acuerdo, en todo lo que yo
haga. ¿Por qué si no, soy su representante?
-Eso,
si es una buena pregunta –afirmó-. ¿Por qué? –la instó con la mirada a que le
respondiera.
Matt
se encontraba asombrado. Por la manera más rara de su compañero, de demostrarle
que se sentía interesado en ella.
-Bueno,
son cosas que ocurren... Pero verán, no tengo muchas ganas de hablar de ello.
Solo he venido a traer el artículo y mirar cómo será su funcionamiento –planteó
cortésmente.
-Sí,
claro cómo no –dijo soltando un suspiro y mirándola por unos segundos
intensamente a los ojos-. El caso, es que hoy no tenemos mucho tiempo... Y ya
hemos puesto un artículo diferente, para sustituirlo por este mes. De manera,
que agradezco mucho si visita, pero siento comunicarle que ha sido en balde...
Ya la llamaremos, para el próximo artículo y ver así su funcionamiento.
Se
quedó helada, por unos instantes. Aquello, fue un golpe bien bajo. Pero se
recuperó enseguida, ya que no quería perder la compostura delante de él y
parecer una tonta vencida.
-Entiendo.
En ese caso, tengo otros asuntos de que
ocuparme que son más importantes –les comunicó mientras se levantaba y trataba
de controlar su mal humor.
-Veo
que tiene una vida muy ocupada, señorita Mckendricks –comentó en burla, sin
dejar de observarla con mirada burlona.
-Así
es, señor Van Holden –recogió su maletín-. Y por su culpa, he perdido un tiempo
valioso para mí.
-Lo
mismo digo del otro día –se giró al ver que no se detenía para despedirse,
hiendo con prisa a la puerta.
-Que
yo recuerde, el otro día volvió a sucederme lo mismo. Salvo que fue, más
desagradable.
-¿Está
segura?. Porque nadie se ha quejado hasta el momento.
-Realmente,
tiene un ego muy grande. Y me gustaría encontrarme presente, el día en que
usted y su ego, se caigan en picado –le reprochó con cierta brusquedad-. Buenas
tardes, señor Mathew. Y le doy mis felicitaciones, por aguantar cada día a
éste... Mamarracho.
-Buenas
tardes, señorita Mckendricks... –seguidamente, se cerró la puerta con un
portazo, que hizo retumbar los ventanales del despacho.
-Sabes
–se giró Matt hacía Bendelin-. Tienes suerte de que no le hayas devuelto la
bromita del otro día, quién sabe qué hubiera ocurrido hoy.
-Quizá
fuera hombre muerto –bromeó Bendelin.
-Ahora,
si que creo que las mujeres pelirrojas de nacimiento, son de carácter fuerte.
-Sí,
pero si te digo la verdad –pensó divertido-, me gusta ese carácter en ella.
-Tú
estás loco.
-No...
Y sabes, ya es mía –confesó con orgullo.
-Tío,
teóricamente acaba de decirte que se alegraría mucho de ver tu cabeza colgada
de una pared –Bendelin, lo miró por un segundo.
-Tú
no la conoces. Y sobre el asunto...
-Sé
que no debo preocuparme. Tú lo tienes, todo controlado.
-Cierto.
-Bien,
en ese caso yo me voy. Estoy cansado y por hoy son muchas las emociones que he
sufrido. Además, he quedado a cenar con tu hermana.
-Dale
recuerdos de mi parte.
-Vale
–recogió sus papeles-, y no te canses mucho...
Era
sábado y se encontraba muy relajada en el sofá del comedor, leyendo en compañía
de Tor. Afuera no es que hiciera muy buen tiempo. Ya que los nubarrones que
había, amenazaban con llover. Como no tenía muchas ganas de salir, había
pensado en preparar unas palomitas y acercarse al vídeo club, a buscar una
buena colección de películas románticas.
Sabía
que lo único que conseguiría al ver aquellos largometrajes, sería deprimirse un
poco más de lo que ya estaba. ¿Por qué?. Pues, por no estar viéndolas con una
compañía adecuada.
La
verdad, su padre empezaba a tener razón. Cada vez, estaba más cerca de los
treinta y seguía soltera. En realidad, ninguna de las relaciones que había
tenido había durado mucho tiempo... La más larga, fue de seis meses. Y se acabó, por que
descubrió que era una apuesta. Y el premio, a la cita más corta se lo llevaba
Bendelin. Ese cretino tan atractivo. Por más que lo deseara, no conseguía
quitárselo de la mente. Y él odiaba el admitir, que se había enamorado de él.
Pero no quería reconocerlo, porque no quería caer en las garras del
coleccionista de amantes, más despiadado de todo Londres.
Y
para ello, tenía que seguir esquivándolo como hasta ahora. Si se hacía la
simpática, él tendría un fácil acceso, como lo tenía con todas las demás. Pero
si se hacía la dura y seguía plantándolo, él acabaría por aborrecerla y la
dejaría en paz.
EL
teléfono sonó interrumpiendo sus pensamientos. No sabía quien podía ser.
-Leslie
hija –se escuchó, la alegre voz de su padre.
-¿Papá,
ocurre algo?.
-No,
no –la tranquilizó-. Solo llamaba, para que me hicieras un pequeño favor.
-Dime,
pero según lo que sea...
-Bueno,
verás. Ésta noche, doy una pequeña fiesta en casa...
-Un
momento, sabes que no me gusta asistir a tus pequeñas cenas, cuando son
aproximadamente unas setenta personas las que asistirán –respondió entre
dientes.
-Cariño,
quieres dejarme acabar –suplicó el hombre-, te prometo que esta noche solo
seremos seis personas, si vienes tú.
-Seis...
–no se lo acababa de creer.
-Sí,
es para recibir a Rosana. Que ha llegado esta noche...
-Rosana
se encuentra en la ciudad y me avisas ahora –le replicó-. Papá, algunas veces
no te entiendo de verdad... Y sí, puedes contar conmigo. Tengo muchas ganas de
verla.
-Perfecto
– le agradeció-, verás cómo será una velada muy agradable.
Bueno,
por fin vería a Rosana. Llevaba cerca de un año sin verla, y ciertamente tenía
ganas de volver a estar cerca de ella.
Rosana. Fue la mejor amiga de su madre. Tenía mucho
que agradecerle, por que cuando su madre falleció, ella estuvo al lado de los
dos dándoles su apoyo. Además, les ayudó con toda la preparación del funeral,
en aquellos momentos tan difíciles. Y cuando le tocó volver a Nueva York, para
acabar el último año de la carrera, ella se trasladó allí durante un buen
tiempo, para que no decayera en ánimo. Era una gran mujer y la quería
muchísimo.
Bien,
eran las siete de la tarde. Eso significaba que solo tenía dos horas para
ducharse, peinarse, vestirse y llegar a las nueve, casi a la otra punta de la
ciudad. Así que mejor no entretenerse.
Eran
cerca de las nueve y diez de la noche, cuando atravesaba la verja de la
entrada. Saludó a Ramón, el jardinero, que estaba guardando sus herramientas en
la furgoneta.
-Buenas
noches, señorita Leslie.
-Hola
Ramón, me temo que llego la última –sonrió.
-Por
muy poco, hace unos momentos que ha llegado ese coche negro –le señaló con la
cabeza.
Leslie
miró el Bentley negro, con cierta curiosidad. Pero no consiguió averiguar de
quien podía ser. Su padre, conocía a
mucha gente en todo el mundo. Se despidió del hombre y fue aparcar su viejo
Ford Fiesta.
Fue
Luisa, el ama de llaves quien le abrió la puerta comunicándole que todos los
invitados, acababan de llegar.
-Deme
el abrigo, niña –le sonrió-, aún queda un rato para que se sirva la cena.
-Muchas
gracias, Luisa –le agradeció-. Puede que me quede esta noche a dormir, si se
decide finalmente a llover.
-De
acuerdo, niña. Ya sabe que su cuarto sigue intacto. Y de esa manera, nos
ahorraremos preocupaciones –colgando el abrigo en el armario, se giró a ella-.
Venga, a que espera para entrar en el salón.
Abrió
la puerta y saludó a todos los presentes, con educación. Pero en quien tenía la
mirada puesta, era en Rosana. Quien nada más verla, se levantó del sofá y se
dirigió abrazar a la joven.
-¡OH,
pequeña! –La abrazó bien fuerte-. Déjame que te vea –la separó un poco de sí-,
pero si estas bellísima, el vivo retrato de tu madre –sonrió.
-Sí,
pero aún no se me ha casado, por muy bella...
-¡Henry!
–le recriminó-. Hoy en día, una mujer se casa cuando ella crea que es el
momento. No cuando tú, lo creas.
-Rosana...
–la calló Leslie, sabiendo que su padre empezaría a discutir, aquella
observación.
-Yo
también soy de la misma opinión, Henry.
Leslie
se quedó parada... Ladeó la cabeza, un poco hacia su derecha y vio en el fondo
de la habitación, al dueño de aquella voz. Enormemente atractivo, enfundado en
aquel traje oscuro mirándola con gran
desinterés.
-Buenas noches, señorita Mckendricks –se acercó
hasta ella, inclinó la cabeza y la besó castamente en la mejilla. Produciéndole
un remolino de sensaciones, en la boca del estómago.
-Buenas
noches, señor Van Holden –respondió con sonrisa falsa-. No lo esperaba aquí,
esta noche.
-Su
padre, fue muy amable al invitarme... Digamos que no quería que se aburriera en
la velada, sin tener a nadie de su edad –se giró a Rosana-, disculpa si te he
ofendido con mis palabras.
-En
esta edad, ya no me ofende nada jovenzuelo. Y creo, que Leslie tiene mucha
suerte al tener como compañía para esta velada, a un joven tan apuesto y
encantador como tú.
-Muchas
gracias –sonrió-, si me disculpáis –la saludó cortésmente, para dirigirse
después hacia donde estaba Henry con otra pareja más.
-¿Estas
bien?. Te has puesto muy pálida.
-Sí...
Estoy bien –le tranquilizó con la mirada-. Seguramente, es culpa de este
tiempo.
-Pues
si es así, ten cuidado de no resfriarte –le aconsejó-. Y a propósito, por que
ese carácter con Bendelin.
-¿Lo
conoces?.
-Por
supuesto, es raro al menos de que a una persona no le suene ni siquiera su
nombre. Y además, es todo un galán.
-Claro...
Pero si yo te contara –le soltó con cierta ironía.
-Tal
vez mañana –la abrazó-, tenemos muchas cosas que contarnos. Pero hay invitados
que atender.
-No
puedes imaginarte, cuan de interesante que es –se rió con Rosana, mientras se
dirigían al comedor-. Pero tienes razón, hay que ser educados.
Eran
cerca de las doce de la noche, cuando se encontraban en la salita tomando el
café. Leslie estaba que mordía. Su padre, había hecho que Bendelin se sentara a
su lado. Y éste, la había estado ignorando durante toda la cena. No le había
dirigido para nada la palabra, y cuando un invitado la incluía en la charla y
esperaban su respuesta, él miraba su plato o contradecía todo aquello que decía
a propósito. Pero lo peor era, cuando le pedía que le pasara alguna cosa de la
mesa, éste se lo entregaba sin mirarla y sin darle una respuesta, ante su
agradecimiento. ¡Demonios!, cuanto deseaba que la velada tocara su fin.
Se
dirigió a la chimenea y se sentó en un pequeño sofá, que daba la espalda a los
invitados que estaban en el otro lado de la salita riéndose con las historias
de Rosana. Mientras que ella se adormecía con el crujir y calor de las llamas.
-Se
te ve cansada –dijo Bendelin, apareciendo de repente a su lado.
-¡Qué?
–Leslie se reclinó en el sofá, por el susto que le había dado el hombre.
-Veo
que el fuego te está adormeciendo –le sonrió.
-Vaya,
y yo que creía que era tu presencia en la habitación –le contestó con un
gruñido y mostrándole sus blancos dientes, al sonreír falsamente.
-Segura...
Mira que siempre me han asegurado que mi presen...
-Cállate,
por favor –añadió con frialdad-. Estoy harta de escuchar tus alabanzas hacía
tu ego.
-Pues
me encantaría demostrarte, lo que puede hacer mi ego –le susurró
provocativamente al oído.
-Eres
un maldito arrogante –le contestó, apartando la vista avergonzada de aquellos
ojos.
-Mi
pequeña princesa –con suavidad la cogió del brazo y la arrimó hasta él, para
poder susurrarle nuevamente-. Eres la primera mujer, que me hace sentir un
fuerte deseo hacia ella –le confesó-. Por las noches, cuando me voy a la cama
no puedo dejar de pensar en ti y en como...
-Calla,
no quiero escucharte ni un apalabra más –le miró desafiante-. Y creo, que
deberías marcharte ya.
-Por
favor –sonrió, levantándole con el dedo índice la barbilla-, estoy seguro que
en el fondo no deseas que me marche... Pero el tratar contigo, es como hablar
con una mula –bromeó-. Bueno, me encuentro un poco cansado y creo que es hora
de retirarse –miró hacía el ventanal, en donde se veía caer una suave cortina
de agua, por el momento-. No me gustaría que me cogiera el chaparrón, que se
avecina.
De
repente, sintió como Bendelin le plantaba un delicado beso en los labios, para
levantarse y dejarla allí sola y desconcertada en el sofá. Segundos después,
escuchaba como todos los invitados aprovechaban la marcha del hombre para irse
también. Y es entonces cuando reaccionó ante lo sucedido y lo pagaba con los
cojines del sofá, arrojándolos al sillón de al lado con cierta agresividad,
para tratar de apaciguar la furia que le quemaba la sangre.
-¿Leslie,
querida? –preguntó Rosana acercándose al sofá un poco sorprendida, al ver aquel
gesto de ella.
-Lo
siento, Rosana –se levantó apartándose los cabellos de la cara un poco
acalorada por su enfado-. Mañana te lo explicaré todo, ahora necesito retirarme
a mi habitación para darme una relajada ducha.
-Sí,
claro. Como tú desees –no entendía nada.
Tres
semanas después de aquel último beso, sin verse para nada. Leslie se veía
obligada ha romper aquella tranquilidad, hiendo a su despacho a entregar el artículo
de E.K., para el próximo mes.
En
todo ese tiempo, no había conseguido quitárselo de la cabeza. Por más que
quisiera, no podía olvidarse de aquella repentina caricia, acompañada de
aquellas palabras. Ahí, es donde tenía la prueba del por que tenía que
sacárselo de la mente. Él mismo le había dicho que la deseaba, pero para una
sola noche y no dejaría de intentarlo... Pero lo raro era, que no lo había
vuelto a ver, desde hacía casi un mes.
Pensando
en ello, fue a cruzar la calle cuando de pronto, alguien la agarró del brazo
con fuerza, intentando devolverla a la acera. Lo primero que se le vino a la
mente, es que iban a robarle de manera que empezó a forcejear con aquel brazo,
que por más que luchaba no la soltaba...
-¡Maldita
mujer, acaso quieres matarte!
¡Bendelin!.
Una vez más, el destino volvía hacer de
sus jugarretas haciendo que se topase con él. Fue entonces, al tranquilizarse
de que no le iban a robar, cuando vio como aquel enorme autobús frenaba
bruscamente, en el lugar de donde él la había sacado. Y como un policía que
pasaba por allí, se acercaba corriendo hacía ellos, mientras la gente empezaba
amontonarse a su alrededor.
¡Dios
mío! Si no hubiera sido por él, aquel autobús la habría... Un calor extraño le
subió por todo el cuerpo, produciendo que sus piernas flaquearan, mientras la
vista se le nublaba por completo.
-Leslie... –su voz sonó con preocupación-.
Despierta, por favor –le pedía mientras le acariciaba el cabello.
A
lo primero, le dolía un poco la vista pero poco a poco, se fue acostumbrando.
Pudiendo ver a Bendelin con cara de preocupación, que se encontraba al lado de
otro hombre más mayor, que sonreía con delicadeza.
-¿Qué...?.
-¿Te
encuentras bien? –preguntó Bendelin, adelantándose al doctor.
-Solo
me encuentro un poco mareada. Pero qué...
-Es
normal, debido al shock que se ha llevado, señorita –le comentó el doctor-.
Ahora solo tiene que tomarse el día con calma y verá como mañana, todo a pasado
–sonrió, recogiendo su maletín-. Por ahora, deje que éste hombre la atienda
debidamente... Bueno, yo me marcho Ven. Y no se preocupe, se encuentra en
buenas manos.
-Ten,
bebe un poco de agua –la joven cogió el vaso que le ofreció, en un estado de
desorientación.
Le
dio un pequeño sorbo al líquido fresco, mientras iba recordando lo sucedido...
No entendía, como se había podido despistar tanto. El tenerlo en la cabeza cada
dos por tres, la iba a matar. Bueno, casi lo había hecho, pensó irónica. Ahora
que lo tenía a su lado y preocupado por ella, como nunca lo había estado. No
quería pelearse con él, por miedo a que la dejara sola. Le gustaba sentirlo así
de atento con ella. Y de esa manera,
podía conseguir un poco de cariño, en vez
de tiranía.
-Menudo
susto, un poco más y me da un ataque al corazón...
-Ah,
pero tú tienes corazón –bromeó ella, entregándole una encantadora sonrisa,
haciendo que Bendelin se quedara anonadado con ella.
-Muy
graciosa –sonrió-. Pero alguna vez, dejarás de ser tan respondona...
-Y
tú, de ser tan mandón... –le contrarrestó con picardía, para ponerse sería
después-. Muchas gracias, Bendelin.
-De
nada –le agradeció, con tierna sonrisa-. Pero por que estas en mi despacho y en
cualquier momento, puede entrar alguien –le advirtió en un susurro-, pero tú te
llevabas tu merecido por todo.
-Bla,
bla, bla... –sonrió una vez más.
-Será
mejor, que te lleve a casa...
-¡OH!.
Ahora que me acuerdo venía a traerte el artículo.
-¿Es
aquel sobre marrón? –le señaló con la cabeza, un sobre que había encima del
escritorio-. Entonces, ya me lo quedo yo. Y ahora nos vamos...
-Déjalo,
soy capaz de ir solita a casa.
Ven
sonrió, ahí tenía nuevamente a la Leslie de siempre. Una bella mujer que
demostraba ser independiente, pero que en realidad pedía a gritos que la
cuidaran. Ya le había parecido raro, tanta simpatía hacía unos momentos.
Seguramente, era causa del desmayo. Pero la verdad, le habían gustado aquellos
minutos de perfecta sincronía.
-Sí,
claro... Por eso, ésta misma tarde sino llega a ser por mí un maldito autobús
te hubiera engullido, sin esfuerzo alguno –le dijo con cierta dureza.
-Yo...
Lo siento. Te doy las gracias por ello –se le acercó apoyando con delicadeza su
mano en el brazo del hombre-. No entiendo, que me ha ocurrido... –Él tenía
razón, se encontraba un poco mareada y sería más prudente el que la llevaran-.
Cuando quieras, nos vamos –lo miró fijamente a los ojos, viendo como le
brillaban por su triunfo con ella.
Cuando
llegaron a su casa, Bendelin le abrió la puerta del coche acompañándola al
interior, rodeándola con un brazo por encima de sus hombros.
-Muchas
gracias, yo... –se giró para mirarlo a los ojos.
-Por
que no te pones algo más cómodo –vio como el rostro de la mujer, empezaba a
cambiar de expresión-, mientras te preparo un té –le sonrió-. Y no pienses mal,
de todo lo que te digo.
-No
lo he hecho –intentó asegurarle, un poco avergonzada por su actitud.
-Sí,
claro. Por eso me has mirado hace unos momentos con ojos de asesina.
-Está
bien, lo reconozco –empezó a encaminarse a su dormitorio-, pero que quieres que
haga, uno no cambia sus hábitos así de pronto.
-Ya
te he dicho –le comentó en voz alta desde la cocina-, que lo que se rumorea no
todo es cierto.
Momentos
después, apareció Leslie con unos téjanos viejos y jersey color crema. Y sin ningún
rastro de maquillaje. Estaba preciosa.
-Aquí
tienes –le ofreció el té, sin dejar de observarla.
-Mmm..
–Tomó un buen sorbo-. Me encantan las cosas bien calientes en ésta época...
–Fue interrumpida, por la sonora carcajada del hombre-. Oye –comprendió ella
rápidamente-, quien es ahora el que piensa mal.
-Perdón
–se disculpó, con la sonrisa en la voz-. Pero lo has dicho de una manera que...
-Es
igual, déjalo –le advirtió, sabiendo que alguna cosa provocativa le iba a
decir-. Voy a buscar al único macho, que de verdad me comprende y para nada, me
provoca ataques de histeria.
Se
dirigió a la puerta de la terraza y silbó. De detrás de un enorme arbusto,
apareció el encantador de Tor, que se lanzó bien contento a sus brazos. Después
de decirle unas palabras cariñosas, entraron en la cocina, en donde Bendelin
los observaba divertido.
-Si
piensas darme celos con él, lo llevas bien claro –bromeó, mientras se agachaba
acariciar al animal, que por lo visto lo recordaba del otro día-. Vaya, veo que
aún te acuerdas de mí.
-Sí,
por lo visto te aprecia mucho. Algo que no llego a comprender...
-Entonces,
éste perro tiene buen instinto y sabe
reconocer, cuando tiene a una buena persona delante.
-La
verdad, creo que en ese punto te equivocas –se dirigió al mueble, en donde sacó
una galleta en forma de hueso para el perro-. Aquí tienes, cielo.
-Sabes,
un poco de celos sí que podría tener, dado el cariño con el que lo tratas. Tu
trato hacía mí al lado del suyo, resulta un tanto pedante.
-¡Eh!.
Es un buen amigo, desde hace cuatro años. Y nunca, me ha causado ningún
problema como otros –le replicó.
-Vamos,
Leslie –le intentó sonsacar una sonrisa-, a ti te encanta que te causen
problemas, admítelo.
-Claro,
como no –le comentó con gesto irónico-, como a ti te encanta resolverlos.
-Cierto
y cuanto más se resistan, más me atraen...
Aquello
estaba teniendo un giro importante, al cual no le hacia mucha gracia
profundizar. Además, estaba siendo muy simpática con él y eso, para Bendelin
era que la tenía en el bote. Así que, mejor sería darle la vuelta a la
tortilla, puesto que ya había disfrutado
lo suficiente de su compañía, como para atontarle las hormonas durante una
buena temporada. Sabía que al hacerlo, él se enfadaría con ella y nuevamente
volverían a la situación de antes, no sin hacerle él nada por venganza, a tan
bajo comportamiento por su parte.
-Bendelin,
muchas gracias por todo. Pero creo que ya va siendo hora de marcharse.
-Gallina...
–la atacó verbalmente.
-¿Perdón?.
-No
me vengas ahora, haciéndote la tonta. Sabes perfectamente, que tienes miedo al
tema que nos estábamos acercando.
-¿AH,
sí? –le dijo con cierta vacilación-. ¿Por qué?.
-¿Qué
porqué? –Sonrió Bendelin-. Porque tú también lo sientes, Leslie. Es algo muy
fuerte, verdad. Y te da mucha rabia, porque no puedes controlarlo. Y tú, al
igual que a mí, nos gusta tener control sobre todo lo que nos rodea.
-¿Pero
qué me estas diciendo?.
-Deseo.
Así de sencillo, Leslie. Ardemos de deseo, el uno por el otro, desde el mismo día
en que nos conocimos.
-Tú,
estás loco –le espetó un poco asustada. Bendelin dio un fuerte golpe a la
encimera, haciendo que Tor se pusiera en alerta.
-¡Por
Dios, Leslie! –explotó-. Por una vez en la vida, podrías admitir que es verdad.
Sin
poder aguantarlo por más tiempo, logró articular las siguientes palabras con
gran exasperación.
-¡Vale
sí, es verdad!. Me corrompe el deseo, que siento hacia ti. Pero eso no
significa, que puedas llevarme a la cama –tomó un poco de aire-. Son muchas las
personas que sienten atracción física por otras, es algo normal en la vida.
Pero resulta, que si una de esas personas no quiere que ocurra nada, por alguna
razón. No tiene ningún derecho a ser
obligada, o peor aún, coger e intentar amargarle la vida por ello.
-¿Cuál
es el problema? –preguntó con un poco de ansiedad.
-No
significa, que sí lo...
-¡Maldita
sea! –gruñó con ferocidad, haciendo que Tor se pusiera a ladrar en su contra.
-¡Tor!
–lo acalló Leslie, con los nervios de punta y los ojos llenos de lágrimas.
-Quieres
dejar de darle otro sentido, a todo lo que sale de mi boca –dijo, en tono
impaciente-. Y contestarme, esa simple pregunta... Por favor.
-¡Porque
te amo... ! –dijo haciendo acopio de todo su valor-. Contento...
-Sí
–soltó un suspiro, un tanto extraño sin dejar de mirarla a los ojos-. En
realidad, yo lo sabía más o menos... –no sabía que decir. Había esperado tanto
el escuchar aquellas palabras, que ahora... -.Dani me comentó...
-¿Qué
has dicho? Repítelo inmediatamente –dijo enarcando las cejas.
Sin
comprender nada -Bendelin cumplió sus órdenes-. He dicho, que un día vino Dani
a mi despacho y me comentó...
-¿Fue
una mañana, temprano? –se le acercó mucho.
-Pues
sí, la verdad es que vino muy temprano –sonrió sin seguir entender nada, de lo
que pasaba por la mente de la mujer en aquel momento.
-¡Maldito
cabrón! –Sus ojos se llenaron de furia y rápidamente salió de la cocina en
dirección al comedor, para volver con su abrigo y arrojárselo a la cara-. Ya te
estas marchando de mi casa, me escuchas. ¡Sal!.¡He dicho, que te marches!
-¿Leslie,
pero qué?
-No
quiero volver a verte a ti, ni a Dani, nunca más –se rió asqueada-. Eres un
cretino. Desde un principio lo sabías y te has aprovechado de ello, para...
-Un
momento –intentó hablar, pero Leslie cogió un vaso y se lo arrojó sin ningún
escrúpulo-. Por favor –le suplicó, mientras esquivaba el objeto. Pero al ver,
que ella no cedía y que Tor empezaba a ponerse más nervioso, decidió que era
mejor marcharse y tratar de hablar con ella, en otro momento.
Después
de cerrarse la puerta, con cierta brusquedad. Leslie lloró a rienda suelta de
rabia... Por la mala suerte que tenía últimamente, con los hombres. Pero Dani,
se iba a enterar.
5º CAPITULO-.
-¡Maldito seas! –cerró de un portazo, la puerta del
despacho de Dani y se apoyó en ella.
-¿Qué
es lo que te ha ocurrido ahora? –preguntó con pesar, dejando lo que estaba
haciendo.
-Tú,
Bendelin y todos los hombres del planeta, sin eludir en ningún momento a mi
padre –se le acercó, mientras le amenazaba con el dedo-. ¿Cómo has podido?
-¿Perdón?
–En aquel momento, no sabía a que se refería.
-Primero,
mi padre con su insistencia en que me case, para darle un nieto. Segundo, el
que Bendelin le guste jugar conmigo, como si fuera un títere, porque él sabe lo
que yo siento por él. Y tercero, tu fuiste el que le contó todo, aquella mañana
temprano –al ver que el hombre iba hacer algún comentario, le silenció
rápidamente con gesto de mano-. Pues bien, escucha bien lo que te digo y
transmítelo como tan bien sabes hacer... Estoy harta de vosotros tres. No voy a
dar ningún nieto, porque no voy a casarme. Y por mí, Bendelin se puede ir al
infierno con su seducción. Porque paso de él, ya no existe para mí ese hombre
desde este mismo instante. Todos sois iguales. Y tú, vete al cuerno, por lo que
a mí concierne no eres el prototipo de un buen amigo. En lo que respecta al
negocio hablaremos como personas educadas, pero para mí serás como un
desconocido de ahora en adelante.
-Leslie,
un momento –suplicó con miedo.
-Así,
que me marcho por una buena temporada lejos de vosotros. Y no pienso deciros a
donde. He llegado a mí límite, créeme –se volvió hacia la puerta-. Que no se te
olvide nada de lo que te he dicho –le dijo casi gritando-. Y dile a mi padre,
que no se preocupe yo ya soy mayorcita...
No
pudo hablar, porque estaba sorprendido. Sabía que era una mujer con carácter...
Pero no lo había visto hasta el momento. Estaba seguro, que principalmente el
culpable era Ven. Y tenía que ir a verlo urgentemente.
-Laura
–la llamó Leslie, en voz baja-. Quiero que cuando termines, te pases por mí
casa. Tengo que comentarte una cosa muy importante.
-¿Te
ocurre algo? –le preguntó, al notarla más seria de lo normal.
-¡Pues,
que estoy hasta el cuerno de todos ellos! –gritó, sin poder remediarlo-. No
puedo aguantar más, necesito tiempo para...
-¿Pero
quién son ellos? –preguntó, sin seguir bien el hilo de la conversación. Por
mala suerte, su padre salió en aquel momento de su despacho.
-Ya
me parecía, que había oído tu voz –se le acercó, para darle un abrazo. Pero
Leslie lo miró por un momento con un poco de frialdad por primera vez, haciendo
que este se quedara clavado en donde estaba.
-Acuérdate
de lo que te he dicho –le dijo con apresuramiento, para salir corriendo de allí
por las escaleras. Dejando a su padre, muy confuso.
-¿Le
ocurre algo, Laura? –se giró a ella, con cara muy preocupada.
-No,
no. La verdad, es que tenía mucha prisa –intentó tranquilizarlo un tanto nerviosa,
porque sabía que él no se lo creería, aunque disimulara. Pero le daba pena, porque
había visto su cara, cuando Leslie no le había dicho nada.
-Sí...
Seguramente, es eso. Últimamente trabaja demasiado –le sonrió-. Bueno, me voy
un rato dentro.
Laura
se quedó un poco más tranquila, al ver que Henry no iba a seguir insistiendo.
Pero ya le valía a Leslie, lo que le había hecho.
-Hola, empieza hacer un frío que pela –saludó la
joven, en cuanto Leslie hubo abierto la puerta.
-Sí –le cedió el paso-. Adelante,
estoy acabando de hacer las maletas.
-¿Maletas? ¿Adónde te marchas y porqué? –le preguntó,
mientras se sentaba en la cama-. ¿No será por un trabajo de E.K.?
-No. Verás, todo empezó el día que quedemos para
tomar un café... –Leslie le fue explicando todo lo ocurrido con Bendelin-. Y no
puedo creerme, que Dani haya sido capaz de hacer una cosa como esa.
-¡Bendelin Van Holden! –estaba asombrada-. Serás... Porque
no me dijiste nada, sabandija. Menudo hombre...
-No sé, porque no te dije nada –pensó un poco
arrepentida-. Solo sé, que tengo que respirar un poco de los hombres. Estoy
harta, Laura.
-Está bien –acabó por ceder-, yo te cubro todo.
-Gracias, muchas gracias –la abrazó-. Ya he alquilado
una casita en un pueblo –le entregó un papel-. Aquí tienes la dirección, por si
surge alguna cosa...
-Bien –resopló un poco triste-. Es muy tarde y debo
marcharme. En casa estarán preocupados, porque no he avisado que llegaría tarde
–la volvió abrazar con cariño-. Ten mucho cuidado, quieres.
-Tú estate tranquila –la acompañó al coche, para
despedirse de ella.
EL ruido insistente del timbre, rompió la
tranquilidad de la casa. Que él supiera, no esperaba a nadie a las doce de la
noche. Fue abrir la puerta, justo en el momento en que aquel pesado volvía a
dar un par de timbrazos más, con cierta efusividad.
-¡Pero bueno! –gritó con enfado, al abrir la puerta.
Detestaba que la gente fuera tan desesperada y que se lo tomara con el timbre-.
¡Dani!. ¿Qué haces aquí, a estas horas? Pasa hombre...
-¡Vengo a echarte una bronca! –le reprochó, cuando
entró en el vestíbulo.
-¿Porqué?
-Por que le tuviste que contar lo de mi visita –gritó
enfurruñado.
-Espera, será mejor que nos sentemos –lo condujo a la
sala de estar, en donde la chimenea estaba encendida-. Tengo que admitir, que
no hice bien en decírselo, pero ocurrió algo entre nosotros que no me quedó más
remedio...
-¿De veras?
-Hoy venía Leslie a mi oficina, pero la intercepté
por la calle y evité a que la atropellara un autobús...
-¡Qué!...
-Bueno, por la impresión se desmayó y la subí a mi
despacho, en donde vino mi doctor a examinarla –se levantó y fue al mueble bar,
a servir una bebida para los dos-. Como se encontraba un poco mareada, la
acompañé a su casa –tomó un sorbo de la fuerte bebida-. Allí las cosas
cambiaron. Porque después de estar un rato hablando, tocamos un tema delicado
que ella se negaba admitir. Así, que yo me enfadé mucho y fue entonces, cuando
por fin me confesó que me amaba –dijo, enseñándole una sonrisa amarga-. Pero
tonto de mí, que en vez de decirle que yo también, le comenté que yo ya lo
sabía de cuando...
-Aquella mañana...
-Sí – se pasó una mano por el cabello-. Entonces se
enfadó conmigo y me echó de allí –soltó un suspiro, bien profundo.
-Pues la hemos cagado –confesó con seriedad-. Y digo
hemos, porque somos tres los culpables de que haya cogido carretera y manta,
por una buena temporada.
-¿Cómo?
-Que la señorita ha desaparecido del mapa, por una
buena temporada.
-¡Imposible! Pero si ésta mañana...
-Hoy en día, programarte un viaje para marcharte al
momento, es de lo más fácil.
-No lo entiendo... –se sentó preocupado.
-Verás, hace tiempo que su padre la va acosando de
que él es mayor y que le gustaría que se casara y le diera nietos. De modo, que
lleva cierto tiempo haciendo de casamentero
con muchos jóvenes. Luego, vienes tú –Bendelin lo escuchaba desconcertado. Ahora entendía el por qué se
hizo pasar por secretaria-. Y yo, con mí traición a su palabra. Me vino hecha
una furia -escondió la cabeza entre las manos-. Ven, se ha llevado
toda su ropa, su perro y ni siquiera se ha despedido de su padre.
-¿Cómo lo sabes?
-Cuando no la encontré, llamé a su padre y fue Laura, quien me dijo lo que
había ocurrido allí...
-Vaya –no sabía que decir. Por lo visto, era una
mujer muy cabezota. ¡Maldita sea! Porque tenía que ser tan bocazas algunas
veces-. No te preocupes, averiguaré en donde está.
-Gracias –soltó un suspiro-, será mejor que me
marche. Mi esposa también estará preocupada por mí –se levantó del sillón-.
¿Por cierto, en donde estabas hoy? –Preguntó con curiosidad-. Te he estado
buscando por todas partes y no te he encontrado.
-Tenía muchas cosas en que pensar, sin que nadie me
molestara –le explicó-. Esta noche mejor descansemos. Mañana será un día
agotador –lo acompañó a la entrada y una vez que se hubo marchado, se dirigió a
su despacho un tanto preocupado.
Como había podido ser tan idiota. Sabía que la manera
en que le comunicó todo, la molestaría. Tenía que encontrarla y hacerle ver, un
par de puntos muy importantes.
-¡Cómo! –Se alzó el hombre-. Me estáis diciendo que
mi hija Leslie, se ha marchado por un largo tiempo a no sabéis dónde –preguntó
poniéndose histérico-. Y que la culpa de ello, la tenemos los tres.
-Sí –respondieron los dos hombres al unísono, con
cierta preocupación.
-¿Y estás seguro Dani, que en parte no se ha marchado
a trabajar sobre sus cosas?
Bendelin se extrañó un poco. No acababa de entender,
el por qué le decían que se marchaba por sus cosas. Algo le ocultaban.
-Depende de su estado de humor, puede que haga algo.
Pero no es por ello, Henry –le aseguró con franqueza.
-Sí, ya sé. Seguro que la mía, es meterles por las narices a tantos pretendientes y el
que insista tanto, en tener un nieto –reconoció un poco enfurruñado-. ¿Y
vosotros dos?
-Bueno –Dani se atragantó
por un momento-. No le demostré mi integridad como amigo, en un tema
ciertamente un tanto delicado. Pero lo tuve que hacer, porque la aprecio mucho
y no quería que le hicieran daño.
-Y yo... –no sabía cómo decirlo. Para Henry, solo
conocía a Leslie del anoche aquella en su casa-. Primeramente la besé –Henry
alzó las cejas, provocándole una sequedad en la garganta-. Bueno y eso llevó a
que ella se enamorara de mí y yo de ella. Pero ha habido un par de factores,
que han hecho que no funcionase bien la cosa...
-Entiendo...
-Hay más –lo interrumpió-. Me gustaría convertirla en
mí esposa.
-¡Vaya! –exclamó sorprendido-. Bueno Ven, tú me
parecías un chico ideal para ella, es decir, con carácter. Pero no dije nada, porque
mi hija no es que hablara como los ángeles sobre ti.
-Sí, lo sé –dijo, con una sonrisa torcida.
-Por otra parte, sé de alguien que tal vez nos puede
ayudar con lo de su paradero –apretó el intercomunicador y a los pocos
segundos, apareció Laura.
-Buenos días, caballeros –saludó cortésmente.
-Laura querida –le indicó Henry.
Así que esa era la verdadera Laura. Se veía una chica
seria. Pero era de unos rasgos preciosos, como le había dicho Henry si no
recordaba mal. También le había dicho que eran muy amigas, desde niñas.
-Por casualidad, no sabrás algo de Leslie.
-Perdón, no le...
-Tranquila cariño, ellos son como de la familia –le
comunicó, para que hablara sin ningún temor.
-No sé a qué te refieres, Henry –el pulso se le
estaba empezando a disparar.
-¿Seguro? Porque el otro día, estuvo aquí y se marchó
corriendo, nada más aparecer yo –la miró a los ojos-. Pues resulta, que se ha
marchado a un lugar que desconocemos, por quien sabe cuánto tiempo. Por unos
motivos que nos concierne a los tres...
-¿Qué?- intentó poner todo la sorpresa que pudo, en
su joven rostro-. ¿Pero no ha dejado una nota, ni nada?...
-Nada –afirmó.
-Seguro que no se ha marchado, pos sus asuntos.
Otra vez. Y a era la segunda vez que volvían a
mencionar lo mismo, pero omitiendo los detalles. Por lo visto, Leslie tenía
algo que ocultar...
-En fin –suspiró-, puedes marcharte. Pero si
averiguas algo...
-Tranquilo Henry, en cuanto sepa algo vendré a
comunicártelo. Henry observó a Laura, salir apresuradamente del despacho. Para
reanudar seguidamente, la conversación.
-Ella lo sabe –comunicó mirando al vacío.
-Pero si lo ha negado –soltó Bendelin.
-Conozco a Laura, como si fuera hija mía –la cosa iba
en serio y no había manera, de saber en donde se escondía-. Chicos, será mejor
que la dejemos tranquila. Si Laura no me ha dicho el paradero, es porque mi
hija quiere estar sola.
-¡Ni pensarlo! Os aseguro, que la voy a encontrar
–afirmó Bendelin-. Tengo que hacerlo, Henry.
-Muy bien chico, pero no quiero saber lo que pueda
ocurrir.
-Gracias –cogió sus cosas y miró a los dos hombres-.
Si no os importa, tengo muchas cosas que hacer.
-No tranquilo –le aseguró Dani-. Si me necesitas,
házmelo saber –le confirmó, dándole un apretón de mano.
Los dos hombres se quedaron solos, sumidos en un
silencio de preocupación. Querían hacer cosas al respecto, pro tenían las manos
atadas. Por muy cabezota que llegara a ser algunas veces aquella mujer, tenían
que respetar algunas decisiones que esta tomaba, por muy en contra que
estuvieran. Ahora solo tenían que esperar. Ya habían hecho suficiente para que
se alejara.
-¿Crees, qué la encontrará? –preguntó Dani.
-Sí –le aseguró muy confiado-. Y también, quien se
esconde tras en nombre de E.K.
-¿Debemos preocuparnos por ello?
-No.
De momento, nuestro plan ya se encuentra en marcha –sonrió-. Sí, con un pequeño
contratiempo, pero estoy seguro que no debemos preocuparnos.
-Pensé que iban a tardar más tiempo en conocerse y
darse cuenta, que están hechos el uno para el otro.
-Bueno, mejor así. Ahora solo hay que esperar a ver qué
ocurre –se calló un momento-. Pero podrías también tratar de encontrarla, pero
solo para comprobar que se encuentra bien. Sin que ella se entere de ello.
-Lo intentaré. ¿Pero si la encuentro, corro a
decírselo a Bendelin? –sugirió.
-No –le contestó-, no lo hagas. Creo que es mejor
que la encuentre él, por sí mismo.
Llevaba un día allí, y lo
había pasado instalándose. La casa era preciosa, pero le hacía falta una buena
limpieza. El pueblo era encantador y la
gente de allí era muy agradable, por lo que había podido comprobar a la hora de
ir hacer algunas compras. Nadie la miraba de forma rara, por que muy pronto
habría una gran fiesta y por lo visto acudía mucha gente de los alrededores.
Cuando fue a la ferretería para comprar bombillas y otras cosas que hacían
falta cambiar, conoció a Carlos. Un joven cercano a su edad que nada más verla
entrar por la puerta le dijo que la veía una chica simpática y guapa. Así que se
ofreció a ser su guía, por el pequeño pueblo. Y que si no tenía nada que hacer,
estaría encantado de presentarla a sus amigos, para que no se aburriera en su
corta estancia.
Se encontraba preparándose
unas patatas con carne, cuando llamaron por teléfono.
-Sí –contestó segura,
sabiendo que solo podía ser Laura. Pues era la única que tenía el teléfono de
la casa.
-Leslie soy yo, Laura
–dijo en voz baja-, te llamo para decirte que aquí se ha formado un campo de
batalla.
-¿Qué?
-Pues que tu padre, Dani y
Bendelin, están preocupados. Bueno, parece que Bendelin el que más, puesto que
ha salido de aquí corriendo, para empezar a buscarte...
-¿No le habrás dicho nada...?
–preguntó asustada.
-Tranquila, no he
dicho ni una palabra –le recriminó-.
Aunque no estoy muy conforme con lo de tu escapada, sin decirle nada a tu padre
y por lo menos también a Rosana, en cuanto se entere de lo que ocurre...
-OH, no te preocupes por Rosana. Ella me entiende
perfectamente.
-Creo que tu padre sabe que yo estoy enterada de
todo, pero no ha insistido en ello.
-Perfecto. Bueno, te cuelgo que tengo la comida al
fuego.
-Bien, ya te llamaré para ir informándote.
-Hasta luego y muchas gracias, Laura.
-Para que están las amigas –Sonrió alegre.
-¡Mierda! –Bendelin tiró
todos los informes, carpetas y complementos al suelo de un golpe, que tenía
encima del escritorio. Para levantarse y dirigirse al aseo, ha refrescarse la
cara. Mientras se secaba la cara, vio en el espejo a Matt que miraba todo aquel
desastre con cara de pesar.
-Vaya, advertiré a la
gente que no abran las ventanas, por la fuerte corriente de aire que hay hoy
–comentó.
-Muy gracioso –dejó la
toalla en el toallero y se dirigió a él-. Me voy a tomar un café, a ver si
consigo concentrarme aunque sea un poquito.
-Me apunto. Últimamente,
me agoto muy rápido...
-A ver si te vas a poner
enfermo, con ésta pasa de gripe que hay.
-No me seas gafe. Aunque
no estaría mal –sonrió maliciosamente-, así vendría tu hermana hacerme de
enfermera y me mimaría... –se calló rápidamente al soltar aquel comentario.
Sabía que Ven, volvería a pensar en ella. Habían pasado seis semanas y no había
modo de encontrar a Leslie-. Voy un momento a por mí abrigo.
Se encontraban sentados
tomándose el café, cuando se les acercó Jack, el dueño del café.
-¿Cómo estáis chicos? –Se
sentó en una silla y le entregó una revista, al tiempo que le contestaban los
dos hombres de forma desanimada-. No entiendo como podéis estar tan tranquilos,
cuando el columnista ese ha escrito un artículo para otra revista que no es la
vuestra.
Los dos hombres, lo
miraron confuso mientras cogían la
revista y miraban el artículo escrito en ella con cara de asombro. Matt
no se creía lo que estaba viendo y a Ben, se le asomaba una sonrisa cada vez
más grande.
-¿Qué le encuentras de
gracioso? –Le preguntó Matt-. Encima se ha marchado a la competencia cuando
aseguró que se quedaba con nosotros, y ya informamos a nuestros lectores de
ello...
-Marchémonos de aquí –miró
a Jack-. Tranquilo, sabes que me gusta tu bar y tu buen humor... Es solo que
hay algo importante que debo descubrir y todo gracias a ti... –cogió su abrigo
y salió corriendo de allí, con Matt pisándole los talones.
-Conociéndote, te
vengarías inmediatamente de esa persona. Pero no entiendo, el que te rieras de
ello –pudo preguntarle, cuando se detuvieron en un semáforo. Pero Bendelin
aprovechó aquel momento para hacer una llamada por su móvil.
-Sí, exacto –miró la
portada de la revista, que se había llevado sin ningún permiso-. Quiero que me
conciertes una entrevista, con el director de la revista EXIT –miró a
Matt con triunfo en la mirada, mientras finalizaba la llamada.
-No comprendo nada.
-Es muy fácil –cruzaron la
acera y entraron en el edificio, dirigiéndose rápidamente al ascensor-. Puedo
averiguar el paradero de Leslie – entraron en el despacho-. No es ella la
representante de E.K. Y no deberá de entregar unas señas, para que puedan
localizarla por si hay algún problema.
-Cierto –sonrió
pensativamente, mientras se apoyaba en la puerta del despacho-. Si lo
consigues, me avisas. De mientras, voy acabar los últimos detalles con empresas
Carson.
-¿Está todo listo para la
presentación?
-Todo, sin ningún problema
–abrió la puerta-, me voy y así te dejo tranquilo, para que hagas lo que tengas
que hacer.
Bendelin se sentó
cómodamente y se releyó palabra por palabra, el artículo de aquel columnista
tan querido de Leslie.
-Sí –Laura cogió el
teléfono, quedándose helada al escuchar la voz de su amiga-. ¡Pero cómo me
llamas al trabajo, estás loca! –dijo con gesto de perplejidad.
-Vaya, gracias por
preguntar por si me encuentro bien –confesó con sarcasmo.
-Perdona. Pero este no es
buen lugar, últimamente Bendelin ronda mucho por aquí –le contestó en un
susurro-. Date cuenta, que puede averiguar en...
-¿Y para qué va a querer encontrarme ese sabandija?
-No sé –sonrió
burlonamente-.Pero a ti bien que te gustaría...
-No digas más bobadas,
Laura. ¿En fin, te vas a venir este fin de semana?
-Si tu padre y Rosana, no
me dan mucho trabajo, puede que vaya hacerte una visita.
-Bien. ¿Y cómo te va con
Rosana? –preguntó.
-Es un trozo de pan. Y
debo comunicarte, que hace muy buenas migas con tu padre...
-Tranquila, no me voy a
enfadar. Mi padre ya es mayor y han pasado dos años de la muerte de mi madre,
ya es hora de que vuelva a rehacer su vida.
-Lo mismo te digo, guapa
–bromeó.
-Muy graciosa –le
reprochó-, llámame por si te vienes.
-Sí, no te preocupes.
Hasta pronto –colgó el teléfono con una sonrisa, para encontrarse a un Bendelin
con mirada muy curiosa-. ¡AH! Menudo susto... –se llevó la mano al pecho.
-No entiendo que tiene
este despacho, para que asuste a todas las mujeres que se encuentran tras el
escritorio –sonrió.
-Perdón, no entiendo...
-Disculpa, son cosas mías
–la miró un momento con cierta cautela-. No estarías hablando con Leslie,
verdad –inquirió.
-¡No! –se puso un poco
nerviosa-. Si lo hubiese hecho, da por hecho que ya estaría informando a Henry.
-Perdona, que estúpido que
soy –Mentía. Había escuchado parte de la conversación perfectamente. Y sabía
que intentaría encontrarse con ella ese fin de semana. Perfecto -. Bueno, voy a
saludar a los de ahí dentro.
Lo miró en silencio,
mientras este entraba en el gran despacho. Sabía perfectamente por lo que había
oído a escondidas, que Bendelin sentía
algo por ella y que no era nada pasajero, según le había contado Leslie. La
verdad, si los dos se sentían mutuamente atraídos, y no estaban juntos por
tantas tonterías. ¿Por qué no echarles un pequeño cable? Así se acababa aquella
locura.
Bendelin golpeó la puerta
y entró en la habitación, en donde se encontraban reunidos Henry, Rosana y
Dani, tomando un café.
-Buenas tardes caballeros
y damas –le dijo con cariño a Rosana. A quien Ven le tenía mucho cariño, desde
que la conoció el primer día hace ya tiempo.
-Miren quien ha llegado
–se levantó la mujer y se le acercó, para echarle un vistazo a su
indumentaria-. Henry, ya tengo pareja para ir a bailar y poder presumir ésta
noche. Ya que tú no quieres venir –le espetó con sorna, mientras le guiñaba un
ojo a Ven y le hacía sonreír.
-Mujer... –se vio
arrinconado-, es que no soy para nada buen bailarín.
-Para eso estoy yo, te
enseñaré lo más esencial. Vaya joven –le dio un pellizco en la mejilla-, hoy se
te ve muy animado.
-Sí, tengo motivos para
estarlo –fue a servirse una taza de café-. EH averiguado una cosa muy
importante –aquello provocó que Henry y Dani, se pusieran en alerta. Lo cual,
no pasó desapercibido para Ven.
-¿Y qué motivos son esos?
–preguntó Dani.
-En cómo dar con el
paradero de Leslie.
-¿Y cómo muchacho?
–preguntó Rosana, sentándose.
-Bueno, tengo un par de
ases escondidos en la manga –los miró-, los cuales no pienso revelar.
-¿Por qué? –Se sobresaltó
Dani-. Todos aquí presentes, tenemos derecho a saber en dónde se encuentra.
-Dani... Tranquilízate
–interrumpió Henry con voz calmada-. Bendelin tiene sus motivos y se entiende,
que si intervenimos puede que lo fastidiemos todo.
-De acuerdo –reconoció
después de estar un tiempo meditándolo.
-Gracias –suspiró Ven.
-Bueno, que os parece si
nos vamos a picar, porque yo tengo hambre –intervino Henry ya más tranquilo.
Laura se encontraba
sentada frente al ordenador, pero con la mirada lejos de allí. Estaba pensando
si ayudar a Bendelin y decirle, el paradero de su amiga. Pero había prometido
que no abriría la boca... Siempre y cuando, no ocurriera algo que le hiciera
cambiar de opinión sobre su bienestar.
-Laura cariño –se le
acercó Henry-. Nos vamos a llenar la barriga, ¿te apetece venirte?
-No, gracias. Hoy tengo
cosas que hacer.
-Bueno, pues te esperas un
rato y si no hay llamada importante que atender te vas para casa.
-Muy bien –contestó
agradecida.
-Sí, y no hace falta que
mañana Sábado vengas –habló Rosana-. Pues no hay nada importante en la agenda,
que no podamos atender nosotros.
-Entonces, hasta el lunes
–se despidió cordialmente.
Todos entraron en el
ascensor menos Bendelin, que volvió al despacho con la excusa de que se había
olvidado de algo. Momentos después, se acercaba a Laura.
-Laura, perdona –preguntó
con seriedad-. ¿Tú sabes su paradero, verdad? –Hubieron unos segundos de tenso
silencio, en donde Laura luchaba por decirle la verdad.
-Sí –respondió con
firmeza, produciendo que la tensión se evaporase al instante -. Y ciertamente,
creo que deberías de saber en donde se encuentra esa testaruda.
-Gracias –Bendelin la
abrazó momentáneamente, por encima del escritorio haciendo reír a la joven.
-De nada, ojala algún
hombre se preocupara así por mí –suspiró, mientras cogía su bolso y le
entregaba un papel en donde estaba anotada la dirección-. Si vas este fin de
semana, te aviso que se celebra una fiesta allí y habrá mucha gente. Y por
favor, no le menciones mi nombre por nada del mundo.
-Sí, señora. Lo que usted
mande –le manifestó con alegría.
-Y tener cuidado, por lo
que más queráis.
-Dalo por hecho. Me marcho
ya, que me están esperando una manada de hambrientos. Y una vez más, gracias
por depositar tanta confianza en mí.
Hoy era un día de mucha
suerte. Tenía que comunicar a Hanna, que anulara la entrevista con el director
de la revista Éxito. Y mejor que ese fuera a dormir bien temprano, ya que había
que madrugar.
6º CAPITULO.-
EL lugar se encontraba
repleto de gente. Leslie estaba en la plaza comprando algo de fruta, mientras
observaba los preparativos de última hora. Todo estaba quedando muy hermoso,
adornado con flores, luces, muñecos hechos por la gente de tercera edad hechos con escayola, y pintado por los niños
del pueblo. Estaba segura de que esa noche se lo iba a pasar en grande, con
Carlos y sus amigos...
-Espero que sea de su
agrado, señor Van Holden.
-Sí, es perfecta. Muchas
gracias –le agradeció, dándole al joven una pequeña propina por llevarle las
maletas. Aquella habitación no era muy grande, pero tenía una decoración muy
acogedora. Se acercó al balcón, para admirar tan magnífica vista del hermoso
jardín del hotel. Le encantaría darse un paseo relajado por él, pero tenía
trabajo que hacer.
Abrió el maletín, para
sacar el ordenador portátil. Primero tenía que realizar unas cartas y revisar
unos informes, para enviárselos a Hanna por el servicio de fax que disponía el hotel. Luego, se relajaría
con una ducha y con una buena siesta, para estar bien relajado en su encuentro
con Leslie.
Se encontraba bailando con
el grupo de chicos y chicas, cuando por fin Bendelin apareció en la fiesta y la
encontró. Estaba muy guapa, vestida con téjanos y jersey blanco de cuello de
barca. Parecía de la misma edad, con los chicos que se encontraba. Pero él
sabía que no, que era toda una mujer. Una mujer con carácter y pasión, en vez
de una niña mimada y sin saber nada de la vida aún. Decidió acercarse al grupo
con tranquilidad y con simpática sonrisa.
-Buenas noches a todos
–sonrió.
Todos los saludaron con
educación y enseguida le ofrecieron una copa, felices porque otra persona se
les uniera al grupo. Cuantos más fueran, más bien se lo iban a pasar. Bendelin
agradeció la bebida y mientras le daba un trago, vio a Leslie muy sorprendida
de su presencia allí.
-Buenas noches, Leslie –la
saludó con su voz aterciopelada.
-¿Ya os conocéis?
–preguntó Carlos, el chico con el que Leslie había hecho más amistad.
-Sí...Nos conocemos por su
padre, por su socio y porque tenemos un asunto importante que aclarar...
–explicó Bendelin, sin dejar de mirarla atentamente.
-Vaya –miró Carlos a
Leslie-, no me dijiste que iba a venir él aquí.
-Es que a mí tampoco me
han informado de ello –contestó con un poco de hostilidad. Para luego apartarse
y dirigirse a una chica-. ¿May, me
acompañas un momento al servicio?
-Claro –se ofreció la
chica encantada-, yo también tengo que ir.
Cuando las dos jóvenes se
disponían a marcharse, Bendelin sujetó a Leslie por el brazo y la fulminó por
unos momentos con la mirada.
-Tenemos que hablar –dijo
en tono cortante.
-Tranquilo, no me voy a
escapar –sugirió en broma.
-Eso espero –concluyó la
charla, dejándola ir.
Carlos había observado la
escena atentamente sin perder detalle alguno.
Por lo que le había comentado ella, había huido para tomarse unas
vacaciones debidamente. Pero por lo visto, no era del todo cierto.
-¿Ocurre alguna cosa entre
vosotros dos?
-Perdón...
-Bueno –apoyó las manos en
los bolsillos traseros de su pantalón, en un gesto poco nervioso-. Leslie me dijo
que estaba aquí de vacaciones. ¿Pero ahora creo que no es cierto, me equivoco?
-N, no te equivocas –dio
un buen trago-. En verdad, es algo muy difícil de explicar pero trataré de
hacerlo lo mejor que pueda –miró al joven con seriedad. Por alguna extraña
razón le caía bien-. Nos conocimos sin saber quién era en verdad el uno y el
otro. Es decir ella me dio el nombre diferente y yo solo mi abreviatura...
-¿Por?...
-La conocí pensando que
era la secretaria de su padre, pero eso me era igual, me enamoré al instante de
ella y la invité a cenar. Ella, viendo que no reconocía quien era en verdad,
aceptó encantada dándome el nombre de la verdadera secretaria, para que no
hiciera como los otros hombres, cazarla por su fortuna y la de su padre...
-A ti se te ve que no te
hace falta jugar así de sucio, porque eres un hombre de dinero –sonrió Carlos.
-Digamos, que sí
–respondió con una sonrisa-. Que mala suerte, que el día que quedamos para
cenar, yo había quedado con la hija del señor Mckendricks, por asuntos de
trabajo...
-Que supongo que es
Leslie.
-Cierto. Henry, su padre
que me había hablado alguna que otra vez de ella. Diciéndome que se encontraba
en Nueva York estudiando. Pero yo nunca la había llegado a conocer, ni siquiera
en fotografía –volvió a dar un trago-. Me enfadé tanto, porque me hubiese mentido. Al principio, pensaba que
lo había hecho para burlarse de mí o hacerme creer que no sabía quién era yo y
así cazarme, como muchas han intentado últimamente. Hasta que me dijeron hace
poco, que su padre hacía últimamente de casamentero...
-¡Que horror! –Exclamó el
joven-. Ya me imagino a la pobre Leslie, teniendo que soportar a tantos...
-Sí, es cierto –pensó por
un momento-. Y cuando estuvimos solos en mí despacho, no sé por que sentí la
necesidad de tomarla en mis brazos y besarla. Fue entonces, cuando comprendía
que tenía que ser mía –se sonrojó un poco-. Pero desde entonces, ella me estuvo
puteando bastante y eso provocó que yo le siguiera la corriente. Pero un día,
logré que me confesara la verdad, que ella me ama como yo a ella –suspiró,
recordando lo estúpido que había sido-. Pero fui un completo jilipollas, porque
lo fastidie todo diciéndole que yo ya lo sabía de ante mano. Porque es su amigo
Dani, me había venido a visitar diciéndome que la dejase en paz, si no iba en
serio con ella. Y fue, cuando ella pensó que yo estaba jugando con ella...
-Pero tú la quieres –dijo
con seriedad.
-Sí –volvió a dar un
trago-. Por eso estoy aquí, para tratar de aclarar las cosas.
-Pero queriéndote ella,
todo se solucionará fácilmente –le animó el joven.
-Imposible –sonrió con
cierta ironía-. No conoces lo testaruda que llega a ser ésta mujer.
-Pues te deseo toda la
suerte, pero mejor callémonos que ahí vuelve.
Bendelin miró por encima
de sus hombros y descubrió a Leslie, que lo miraba con seriedad a medida que se
iba acercando, pero también distinguió miedo en aquellos ojos. No entendía por
que, él no iba hacerle ningún daño. Con gran valor, la joven se situó delante de
él y lo miró decididamente a los ojos.
-Bien, ya me tienes. ¿Qué
es lo que quieres?
-Que hablemos –le dijo con
mucha ternura, mientras le cogía las manos con delicadeza.
-Yo no tengo nada de que
hablar –espetó sin ninguna sinceridad. Por una parte, se alegraba de que Bendelin
estuviera allí y la cogiera de aquella forma. Pero sabía que todo era una
farsa, para que volviera a Londres. ÉL no la quería, solo la deseaba y eso no
era suficiente para ella...
-Leslie, por favor
–suplicó en un murmuro.
-Esta noche, no. Quiero
estar con los chicos y pasármelo bien.
-... De acuerdo –aceptó Bendelin,
después de pensarlo por unos instantes-. ¿Te importa que me quede yo?
-No, pero no provoques
ninguna pelea.
-Tranquila, he hablado con
Carlos y me ha caído bien...
-¡Qué! –preguntó
expectante.
-¿Qué pasa, no me puede
caer nadie en simpatía?...
-Mejor no hablar de
ello... –le contestó uniéndose al grupo nuevamente.
En cuanto se acercaron a
los jóvenes, estos se callaron por unos instantes y se los miraron con
expresión rara.
-¿Ya habéis hablado? –Preguntó
Carlos-. Perfecto, porque hemos pensado de jugar a un juego para animarnos un
poquito. ¿Qué os parece?
-¿Cual es? –se animó
Leslie.
-Al juego del duro, bueno
en estos tiempos del euro –dijo sonriendo, mientras Leslie lo miraba sin saber
de que iba el juego, sin embargo Bendelin lo conocía perfectamente.
-Perfecto, soy bastante
bueno en él.
-Pues yo no sé cómo se
juega –protestó Leslie, al ver como Carlos
y Bendelin se retaban muy animadamente.
-Es muy fácil, mujer –Bendelin
se prestó a explicarle las reglas del juego-. Y bien, te apetece. Pero te
recomiendo, que tienes que soportar la bebida bastante bien, para poder jugar.
-Entonces, ya tenéis a
otra participante –se apuntó con cierto orgullo.
-Pues prepárate princesa,
por que vas a caer –le advirtió Bendelin con malicia.
-Seguro, te recuerdo que
soy más joven...
-En éste caso, eso nada
tiene que ver –le aseguró, mientras se alejaba con Carlos para preparar el
juego.
Los cálidos rayos del sol
que entraban por la ventana, despertaron a Leslie, de un sueño profundo y
maravilloso. No quería despertarse, se encontraba muy a gusto. Aquel brazo
masculino, que la tenía cogida por la cintura con tanta delicadeza le daba
mucho... ¡Brazo masculino! Con sorpresa y temor, se despertó del todo y miró el
brazo que descansaba en su cintura relajadamente. ¡Dios mío! Pero qué había
ocurrido aquella noche. Lo volvió a mirar por si lo reconocía y fue entonces,
cuando vio que en la mano relucía una alianza. Se dio asco a sí misma. Porque no le gustaba acostarse con hombres
que estuvieran casados. Porque éstos eran los típicos machistas creídos y
borrachos... Tenía que salir de allí rápidamente.
Poco a poco, se incorporó
y fue cuando notó una fuerte punzada en la cabeza acompañada de una pequeña
nausea. Sería la última vez que bebería tanto... Jamás en su vida había cogido
una borrachera como aquella, como para no acordarse a la mañana siguiente bien,
bien de sus actos cometidos.
No quería mirar a su
izquierda. Porque no quería saber quién era aquel individuo, con el que se
había acostado. Se tapó con su mano un sollozo, que intentó escaparse de su
boca cuando le vino a la mente el
pensamiento de que podía estar embarazada, al no saber si habían utilizado
alguna protección, ya que ella no tomaba la píldora.
Con lágrimas en los ojos,
buscó su ropa encontrándola toda tirada en el suelo, hecha jirones junto a la
silla que había bajo la ventana. Se deslizó con delicadeza fuera de la
cama y sin mirar en ningún momento atrás,
empezó a vestirse con la imagen de Bendelin en la cabeza. Aquel hombre que había en la cama no podía
ser él, porque Ven no utilizaba alianza. No quería pensar, que por fastidiarlo
se había ido a la cama con el primero que se le había cruzado.
Abrió la puerta y salió al pasillo, de uno de los mejores
hoteles del pueblo por lo poco que pudo observar. Pero le era meramente igual,
que fuera un buen hotel por que en aquel momento lo odiaba. Cuando llegó a su
casa alquilada, sacó las maletas y metió toda la ropa que se hubo llevado a presión.
Para salir desesperada del pueblo, con temor de que aquel hombre se hubieses
despertado y fuese en su busca allí. Sus ojos llorosos se dirigieron al
retrovisor, despidiéndose del pueblo, de Carlos, y de los demás chicos. Y
también de Bendelin, sin saber que es lo que había ocurrido entre ellos.
Al ver que al molesto
ruido del timbre no acudía nadie, empezó aporrear la puerta y a dar gritos.
Para ser interrumpido, por un tímido golpe en sus anchos hombros. Se dio la
vuelta de forma esperanzadora de que fuera ella, pero se encontró con una mujer
mayor...
-Disculpe señor, pero si
busca a la muchacha pelirroja le advierto que no la encontrará. Vino ésta
mañana bien temprano a entregarme las llaves de la casa muy nerviosa y se
marchó, de la misma forma.
-No le dijo nada –urgió
él, sujetándola por los hombros.
-Lo siento señor, pero ni
siquiera se despidió de los muchachos –La mujer se alejó, dejándolo sentado en
el escalón de la entrada, un poco aturdido.
-¡Mierda!... –Tenía la
esperanza, de que amenos se dirigiera a su casa.
-¡Leslie, hija!... –Henry
se quedó de piedra al ver entrar a su hija como un rayo en el despacho, después
de estar casi un mes sin saber nada de ella-. ¿Te encuentras bien? ¿EN
dónde...?.
-Buenos días, padre...
Rosana –saludó cortésmente pero sin importancia, ya que fue hacía Laura y se la
llevó arrastras del brazo-. Si me permitís, necesito que me prestéis a mi amiga
por el día de hoy.
-Pero, Leslie –se quejaba
la joven, mientras era conducida hacia el ascensor-. A Henry y Rosana, no les
dio tiempo a decir palabra. Estaban demasiados por su repentina aparición.
Ya en el ascensor, Laura
se puso seria.
-¿Pero qué diantre, te
ocurre? –le espetó consternada-. Tú no
estabas escondida.
-Cierto. Pero ahora estoy
buscando otro...
-No entiendo –Algo había
tenido que ocurrir con Bendelin. Por lo visto, no había sido muy buena idea el
decirle en dónde se escondía.
-Pues es muy fácil...
Puede que me encuentre embarazada. Y lo peor, es que no sé de quién.
Las puertas del ascensor se
abrieron y Leslie salió, pero sin Laura. La pobre chica, se había quedado
clavada en el suelo por lo que había acabado de oír. No le extrañaba, pensó
Leslie, aún seguía ella sorprendida por aquello. No entendía como había podido
ser tan imbécil para acostarse con un hombre casado y posiblemente, quedarse
embarazada.
-Embarazada... –salió del
ascensor medio embelesada-. ¡Pero estás loca! Ya me estas explicando todo –le pidió
escandalizada, y llamando la atención de toda persona que pasaba por allí.
-Aquí no, prefiero que sea
en mi casa –la cogió nuevamente del brazo y la empujó a la calle-. Ahora sube
al coche, deprisa –le urgió.
El teléfono sonó y Henry
lo descolgó apresurado.
-¿Sí?
-Henry, soy Ven...
-¿En dónde te encuentras,
chico?
-Pues más o menos, a una
media hora de la ciudad...
-¿No habrás encontrado a
Leslie y le habrás hecho algo?
-¿Ha llegado?
-Sí y se ha llevado a
Laura consigo –preguntó nervioso-. ¿Ha ocurrido algo, que yo deba saber?
-Mmm, sí bueno... Ahora
voy para allí, si vuelve al despacho retenla. Es muy importante, Henry.
Bendelin colgó el teléfono
y apretó el acelerador bien a fondo. Tenía que darse prisa en llegar. Leslie
estaría buscando otro lugar, para volver a huir. Y puede que en aquella
ocasión, Laura no lo ayudase... Un poco molesto, cogió nuevamente el teléfono
móvil.
-¿Es que no piensas coger
el teléfono? –replicó Laura, un tanto frenética.
-No. Estoy segura que es
mi padre.
-Pues más razones aún,
para que lo cojas –Leslie la miró, mientras sacaba la ropa mal doblada de las
maletas, para empezar a doblarla bien-. Está bien, lo cojo yo.
-Leslie...Laura –la chica
tapó rápidamente el auricular y habló en un susurro.
-Es Bendelin –le dijo,
tendiéndole el teléfono un poco nerviosa.
-¡Qué! Estás loca –dijo en
un hilo de voz-. No pienso hablar con él, después de no acordarme de que es lo
que ocurrió con él –Laura la miró por un momento, para volver a contestar al
teléfono.
-¡Bendelin! Que
sorpresa...
-Laura, por favor que se
ponga Leslie.
-Pues...Bueno verás, no se
encuentra aquí –dijo aguantando la respiración.
-¡Laura, no seas tonta!
Por favor, comunícale que voy en su busca. Tenemos que hablar –dicho esto
colgó. Laura también colgó el aparato con tranquilidad, para encontrarse con la
mirada impaciente de su amiga.
-¿Y bien?
-Dice que viene hacia
aquí.
-¡No! –Espetó con firmeza-¿Qué
hago? Qué es lo que querrá –se sentó en la cama y empezó a llorar.
Por un momento entre tanto
caos, hubo un instante de silencio. Laura no podía ver llorar a su amiga. Se acercó
a ella y la abrazó con cariño, para consolarla. La verdad, es que estaba en un
buen aprieto.
-Leslie... Porque no nos
vamos con tu padre, el pobre está muy preocupado –susurró-. Y puede que allí,
te encuentres más protegida de Bendelin.
-Sí, tienes razón
–limpiándose la cara, cogió su abrigo y caminó hacia la salida un poco
aturdida.
Llegaba tarde. La casa no
tenía ninguna luz encendida y ni siquiera, había un coche aparcado delante de
ésta. Empezaba a dudar de Laura. Si seguía de parte de él, por qué había
ayudado a huir a Leslie nuevamente. Por qué no la había retrasado...Dio un
golpe al volante, para olvidarse un poco de la rabia que llevaba encima. Dio
media vuelta y se dirigió a la oficina de Henry. Al pobre hombre le tenía que
dar una explicación de lo ocurrido.
Ya en el aparcamiento del
edificio, Bendelin se encontró con el coche de Leslie. ¡Bien!. Tenía suerte,
aún no había desaparecido... Pero por si acaso, abrió la guantera del coche en
donde sacó una pequeña navaja. Con ella pinchó una rueda del vehículo de la
mujer, solo para asegurarse de que no se le escapase otra vez.
Era la primera vez, que
encontraba que el ascensor iba demasiado lento. Cuando las puertas se abrieron,
salió rápidamente de éste para encontrarse a Laura en su escritorio, sentada en
su silla sin hacer nada pensando en algo. Un poco mosqueado se dirigió a ella.
-¡Porqué! No entiendo como
no hiciste que se esperase unos minutos.
-¡Qué!...
-¡Es igual, déjalo! ¿Se
encuentra aquí?
-Sí, en el despacho. Pero
Ven... –comenzó advertirle, pero éste no le hizo caso y se dirigió allí
velozmente.
Llamó despreocupadamente,
sin esperar respuesta para entrar. Pero se quedó clavado. Allí se encontraba
Leslie, llorando como un aloca en brazos de Rosana y Henry, mirando muy seriamente
por el ventanal. Los tres levantaron la vista, para ver quién era. Pero fue
Leslie, de quién salió el gemido ahogado lleno de temor.
-Bendelin –se adelantó
Henry cortésmente-, no creo que sea un buen momento, para que...
-Siento informarte, que es
el momento perfecto para poder hablar con mi huidiza esposa –en cuanto aquellas
palabras salieron de su boca, tres pares de ojos se fijaron con sorpresa en él.
-¡Tú esposa! –Profirió
Henry-. ¡Pero bueno, quiere alguien explicarme éste embrollo! –También Leslie
se irguió en su silla, sin entender nada. Como era que Bendelin la reclamaba
como esposa... ¡Pero qué demonios, había ocurrido aquella noche!
-Verás, Henry... –no sabía
cómo explicarse-. Resulta que acudí al pueblo en donde se encontraba y estuve
con ella, pero nos emborracharon en un juego. No recuerdo nada más. Solo sé que
ella estuvo en la cama conmigo y por lo visto, nos tuvimos que casar. Encontré
una partida de matrimonio en la mesita de noche, con nuestros nombres más una
alianza encima de ella y otra en mí mano...-Henry buscaba en donde sentarse-.
No lo he comprobado aún, pero creo que es totalmente legal.
-¡Dios mío! Juro que esta
hija mía, me va a matar a sustos –se puso una mano a la altura del corazón.
-¿Te encuentras bien,
Henry? –se acercó Rosana.
-Sí, mujer –se calló por
un tiempo-. Has dicho, que en la misma cama... –le preguntó en un soplo-.
¿Desnudos?
-Bueno, yo me desperté sin
ropa. Supongo que ella... –respondió, mientras miraba a Leslie, que se
encontraba en la misma posición desde el principio completamente aturdida, como
para contestar algo.
-Entonces, si cabe la
posibilidad de que me encuentre... –su mirada estaba vacía-, embarazada...
-¡Mas te vale que éste
matrimonio sea válido! –Bramó Henry-. Porque si estás en cinta, no habrá
protesta que me valga, para que os caséis como dios manda.
-¡Pero bueno, Henry! –Lo
recriminó Rosana, con enfado por su actitud-. No creo que seas nadie para dar órdenes,
eso tendrán que hablarlo entre ellos dos, para eso ya son adultos.
-¡Pues su comportamiento,
ha sido como el de dos quinceañeros! –gritó con desesperación.
Sería mejor marcharse de
allí, al ver a Henry chillar de aquel modo, pensó Bendelin. También tenía que
llevarse consigo a Leslie, por lo que había observado ella no sabía que estaban
casados. Y al menos, que la pobre mujer respirara un poco. Estaba a punto de
tener un ataque de nervios.
-Leslie –habló con calma-,
cuando quieras nos marchamos y hablamos.
-Sí –se levantó un poco
aturdida-. Aquí hay mucha gente para ello –Bendelin cogió suavemente por el
codo a su esposa y la condujo fuera del despacho. Se encontraba impaciente, por
estar a solas con ella... –Si no te importa, me gustaría ir a un lugar
tranquilo, al que no haya nadie.
-El único lugar que
conozco con esas características, es una de nuestras casas.
-De acuerdo, me gustaría
ir a la tuya –lo miró-, no creo que mi padre me busque allí.
-¿Cómo te encuentras?
–preguntó Bendelin, después de entregarle un tazón con su té y que se sentaran
en el sofá, junto al fuego en compañía de su Golden-Retebrier.
-Bueno, que te voy a
contar. Un poco o mejor dicho, muy sorprendida por que no recuerdo nada de
aquella noche. Solo sé, que me desperté
desnuda en la cama de un hotel abrazada a un brazo masculino, en donde relucía
un anillo de matrimonio. Salí por patas de allí sin mirar. Sabiendo que tal
vez, pudiera estar embarazada si había ocurrido algo. Y ahora, me entero que
ese hombre eres tú.
-¡Enhorabuena! –rió
quedamente.
-¿Qué?...
-Perdona, es que no se que
decirte respecto a ello. Solo quiero que sepas, que no pienso abandonarte y que
cuando quieras puedes empezar con el traslado –Primero abrió los ojos mucho
para luego soltar una sonora carcajada. Nunca hubiera pensado, que le fuera a
ocurrir una cosa como aquella-. Parece gracioso, lo sé –trató de aclarar un
poco nervioso-. Pero creo que es lo más convincente dado...
-¿Lo más convincente?
-Te recuerdo, que pude que
estés embarazada.
-¡Por dios santo! Estamos
en las puertas del siglo XXI, y no hace falta...
-Lo sé, Leslie –le
aseguró, mientras se levantaba y se acercaba al fuego a echarle más leña-. Pero
será también mi hijo. Y quiero estar presente, en cada momento de su vida...
–se calló. Madre mía, iba a tener un hijo del hombre al que amaba. Y éste le estaba
ofreciendo su casa, para un futuro por el bien de su hijo...Solo por eso.
-¿Estás seguro? Ya has
conseguido meterme en tu cama.
-¡Por dios, Leslie! Éste
no es el momento, para empezar con una tonta discusión –gruñó.
-Perdón, es que no puedo
creer que..., que... No lo habrás planeado tú, verdad.
-Pero me crees capaz, de
tal crueldad –protestó exasperado.
-...Crueldad –dijo en un
hilo de voz, mirando las flameantes llamas del fuego-. Así es como llamas, al
estar casado conmigo.
-¡No! –Exclamó levantando
la cabeza-. No me refería a eso Leslie, solo estaba diciéndote que...
-Sí, ya entiendo –lo
interrumpió, dejando el tazón en la mesilla.
-No, no lo entiendes
Leslie –le oyó decir, en voz baja.
-Es igual. Solo quiero que
me expliques que fue lo que ocurrió.
Antes de explicarle lo
ocurrido, se meditó un poco las palabras, para contarle lo maravilloso que
había sido al despertarse a media noche, y descubrirla abrazada a él. Y como
explicarle, que tenía muy buenos recuerdos del encuentro...
-¡Bendelin, estoy
esperando! –Éste la miró esbozando una media sonrisa.
-¿Qué crees tú, qué
ocurrió? Nos emborracharon, nos casaron y como recién casados que éramos,
hicimos el amor. El resto, creo que ya lo sabes –dijo, con un poco de amargura
en la voz.
-Tenemos que comprobar, si
es real ese certificado...
-Pero si no lo es,
tendremos que casarnos por el bien de...
-¡No!
-Leslie, por el amor de dios.
No tengo ganas de discutir esa cabezonería tuya –se levantó y comenzó a
pasearse de un lado para otro-. Por el momento, hasta que verifique si
realmente estamos casados, no quiero escuchar ni una palabra de que te vuelvas
a fugar –la amenazó-. ¿De acuerdo?
-Te doy mi palabra. Pero
con una condición –dijo secamente y haciendo acopio de su valor, para
mantenerle la mirada desafiante de él-.
Hasta que no comprobemos, que realmente estoy embarazada...No quiero escuchar
para nada, que me ordenas que me traslade aquí, a tu casa –En cuanto aquellas
palabras salieron de su boca, Bendelin soltó un juramento por lo bajo demostrando
así su desacuerdo -. Y si no lo estoy y nuestro matrimonio es real, quiero el
divorcio.
Por favor...Que se
encontrara embarazada. Suplicó el hombre
en silencio, mientras intentaba asimilar su derrota. Aquella era su
única oportunidad, para demostrarle que él la quería, como ella lo quería a
él... Pero por el momento, tenía que dejarla escapar, si no quería empeorar las
cosas.
Sintió desgarrarse su
corazón, por la posible pérdida de su amor. Y comprendió lo que sintió su madre
durante tantos años, al perder a su padre... Si el perder a un ser amado para
siempre, con el que has compartido toda una vida, era mucho más doloroso de lo
que sentía ahora. No quería llegar a saberlo nunca. Por eso, iba a luchar por
sus sentimientos hacia Leslie, por muy difícil que fuera a ser.
-Está bien –murmuró con
enfado-. Acepto tu propuesta, Leslie.
-Que... –expresó con gesto
de perplejidad. No se esperaba, que el gran Bendelin conocido por su astucia y
terquedad con los negocios, fuera a ceder tan fácilmente. Pero sería mejor,
andarse con cuidado-. Bien...Entonces, porque no me llevas a mi casa. OH, mejor
a la oficina de mi padre –lo miró con cautela-. Creo que será mejor para él,
que le aclaremos todo cuanto antes...
-Incluso el acuerdo, que
acabamos de pactar –preguntó con frialdad.
-Sí –le aseguró con toda
la firmeza que pudo.
-De acuerdo. Entonces...
Debo informarte –dijo saboreando las palabras, con una sonrisa torcida-.Que
será mejor avisarte que tienes una rueda pinchada, espero que tengas alguna
rueda de recambio-Cogió su abrigo y se dirigió a la salida, mientras Leslie apretaba los labios
de rabia, se olía que él tenía algo que ver.
7º; CAPITULO.-
El lunes al medio día, Ben
entraba en su oficina un poco más seguro. Acababa de ir a los juzgados a
verificar si era bueno el certificado. Y por fortuna le enunciaron que era un
hombre casado, en toda regla. Aunque la ceremonia se hubiera realizado de una
manera un tanto extraña, como Bendelin les había explicado a sus abogados.
Bien, por el momento ya
tenía algo que le animara un poco. Pero había algo que le desesperaba mucho. El
tener que esperar una semana, para confirmar el embarazo.
-¡Qué has hecho qué!...
–la puerta se abrió estrepitosamente, dando paso a un Matt muy alterado-. Acaba
de llamarme tu hermana, contándome una historia rara, de que estas casado y
probablemente seas padre, del hijo de
Leslie... ¡En qué demonios pensabas, cuando fuiste en su busca, tío!
-Matt –lo intentó
tranquilizar, hablándole con voz segura-, cálmate quieres. Ya hay bastante, con
que el que se suba por las paredes sea yo...
-Entonces, lo que tú
hermana me ha contado... –se acercó al
sofá del rincón y se sentó en él.
-Es verdad.
-Nunca pensé, que para
hacerte con ella. Fueras capaz de utilizar métodos como esos...
-EH, yo no tengo nada que
ver en éste asunto afirmó Ben-. Fueron los chicos del pueblo, quienes nos
hicieron tal jugarreta.
-Increíble –lo miró con
preocupación-¿Cómo te encuentras?
-La verdad –confesó llevándose
las manos a la cara-. Hecho polvo. Porque por una vez, que consigo su amor, se
me escapa de las manos continuamente...
-Ya veo. ¿Y ella?
-Ella-sonrió-, tan
testaruda como siempre. La verdad, es que a veces dan ganas de estrangularla
–resopló con pesar-. Pues me dice, que si no está embarazada quiere el divorcio.
-¿Y si lo está?
-Ahí será mejor que no
entremos –dijo con ironía-. La dama, asegura que estamos en las puertas del
siglo XXI y que hoy en día, no hace
falta...
-No sigas, ya me lo imagino
–le sonrió-. ¿Quieres al bebé?
-Claro –aseguró
inmediatamente-. Y a la madre también.
-Ya veo... –se levantó-,
aquí no hay nada que pueda hacer.
-Cierto. Esto es entre la
señorita independiente y yo.
-Bueno, pero podrías
ayudare con tu madre y hermana –le sugirió maliciosamente, dejando a Bendelin
pensativo en aquello último.
-Bueno –suspiró Rosana-,
ahora habrá que empezar a comprar la ropa de premamá y la del bebé.
Ya había pasado una semana
desde que había regresado del pueblo. Una semana de quebradero de cabeza. Su
padre, ahora que se lo había pensado estaba muy contento. Porque había
conseguido lo que quería. No de una forma que le hiciera mucha gracia, pero
estaba casada y embarazada, como se lo había confirmado su doctora.
Nunca había pensado que le
ocurriría aquello. Era la esposa del hombre que amaba y esperaba un hijo de él.
Pero no había nada de amor...Éste solo sentía deseo por ella, algo pasajero. No
sabía quehacer. Bendelin le había propuesto un trato. Tenía que vivir en su
casa, hasta que el niño tuviera una cierta edad. Para que de esa manera
pudieran vivir juntos, el crecimiento de su hijo. Después de ese tiempo, según
como estuvieran las cosas entre ellos, si ella quería irse a vivir sola, podía
hacerlo. Pero tendrían que mirar con quien se quedaría el niño y por cuánto
tiempo.
-¿Leslie hija, te
encuentras bien?
-¿Qué? –Se despertó de sus
pensamientos, para atender a Rosana-. Sí, solo estaba pensando.
-Te entiendo –le dijo con
cariño-. Tu vida acaba de dar un giro de ciento ochenta grados. Y son muchas
las cosas que tenías en la cabeza.-le sonrió-. Pero no te preocupes mujer, ya
verás como todo se soluciona. Y como a todos se nos caerá la baba, en cuanto
llegue ese retoño y más a ti niña.
-Lo sé –sonrió con
cariño-. Pero es que tenía tantos planes hechos, para mi vida.
-Y quien dice que no
podrás hacerlos –dijo arqueando una ceja -. Eres joven y tienes dinero. Que
fueras una chica sin remedios, lo entendería. Así que no me vengas con zalamerías. Además, tienes un
marido que quita el hipo y que...
-Que no me ama –dijo con
frialdad y dolor en la voz.
-Tonterías –la regañó
callándose la verdad. Había visto y escuchado a Bendelin, para saber que el
hombre la quería más que a nada en éste mundo. Pero aquello tendrían que solucionarlo
ellos-. Estoy segura de que te quiere. Muchos hombres habrían huido, en una
situación como ésta.
-Lo hace por respeto y porque
quiere llevarme a la cama –gruñó.
-Chica, creo que lo último
ya lo ha hecho –le dijo con picardía-. Y en cuanto al respeto por tu padre, son
tonterías... Pues no está éste mundo, lleno de granujas que... –espetó con
cierta ironía-. Anda, dejemos de darle vueltas tontas al tema y vayamos de
compras.
-¿Ahora?
-Sí. Estoy muy contenta
por la llegada de ese niño.
-Pero si aún quedan por lo
menos ocho meses... –se quejó con incredulidad.
-No me seas gandula, que
estas cosas necesitan mucho tiempo... Y casi todo, se lo lleva el cuarto del
niño.
-¡Y dale con el niño! –se
quejó sonriendo-. Yo digo que es niña.
-A mi me da igual –rió-.
Todos están para comérselos –dijo, mientras cogían el bolso y se dirigían a la
calle.
Llegaba tarde. Había
quedado a cenar con Bendelin en casa de él. Para hablar sobre si aceptaba su
oferta, en caso de que estuviera embarazada. Pero su queridísimo coche, había
decidido estropearse en aquel momento. En una noche como aquella, que llovía a
mares. Y como testaruda que era, no había aceptado la oferta de que fuera a
buscarla. Ahora tenía que llamar a un taxi... Algunas veces, el no querer depender
de nadie le costaba un poco caro.
Tenía que reconocer que
estaba nerviosa. No sabía cómo reaccionaría él, en cuanto le dijese que de aquí
a ocho meses sería padre. Aunque no le extrañaba que ya lo supiera. Porque
cuándo lo había llamado por teléfono, para invitarla a cenar su tono de voz era
diferente, algo le ocultaba. No le extrañaba para nada, de que Rosana o su
padre, se lo hubieran contado en cuanto se enteraron el día anterior.
Los dos estaban contentos
con la idea de la próxima llegada de un bebé. Y también les gustaba, que fuese
la señora de Van Holden. Encontraban a Bendelin un hombre, perfecto para ella.
Era formal, cariñoso... Y un mandón. Alguien que la podía controlar a su
antojo. Pero los tres estaban muy equivocados.
Fue a llamar al timbre,
cuando una señora regordeta le abrió la puerta con una enorme sonrisa en la
cara.
-Buenas noches, señora
–cerró la puerta y enseguida la atendió, cogiéndole el abrigo-. El señor, se
encuentra en la salita esperándola.
-Muchas gracias –sonrió
agradecida, mientras seguía a l mujer por el oscuro vestíbulo.
El ama de llaves, llamó
con suavidad a la puerta para anunciarla con un tono de voz muy cálido. No
sabía si sabría ya la noticia de que era la esposa del dueño de aquella casa
tan hermosa, por lo poco que había observado. Y que encima traía un bebé, en su
pequeña barriga. Pero no creía que lo supiera. Pues estaba segura, que Bendelin
no diría nada, hasta que todo estuviera hablado.
Allí estaba. Sola ante el
hombre que amaba, sin saber que hacer. El futuro de su bebé y suyo, dependían
de la decisión que tomase aquella noche.
Dios, cuanto la quería...
Iba hacer lo que fuera, para que se quedara a vivir con él. De esa manera,
podría ir cortejándola poco a poco,
hasta llegar a su corazón. Todas sus esperanzas, estaban puestas en la cena de
aquella noche.
Tenía que hacerle entrar
en razón. Ahora que esperaba un hijo, era mejor por la comodidad de los tres,
que se trasladara a su casa... Además, se encontraba eufórico por el hecho de
que iba a ser padre. Recordaba cuando Henry había llamado a su oficina,
comunicándole la noticia y ser el primero en felicitarlo. Se puso tan contento
que cogió a Judith, la repartidora de correos y la besó en los labios
momentáneamente. Pidiéndole disculpas enseguida, con la excusa de que acababa de recibir una maravillosa
noticia.
-Buenas noches, Leslie –al
fin se apartó de la chimenea, para acercarse a ella-. Ésta noche, estas
realmente preciosa.
-Será entonces cierto, eso
que dicen de cuando una mujer se encuentra embarazada su belleza se realza más
–dijo en tono desafiante y sacándole una sonrisa torcida a Bendelin, al
comprobar que seguía con su mismo carácter hacía él.
Vaya –dijo con cierta
ironía-, veo que vas directa al grano.
-Y yo veo, que l anoticia
no te ha producido alguna sorpresa –espetó sin ningún tipo de simpatía en el
tono de voz-. He de suponer...
-Que recibí una llamada
ayer –la interrumpió-. Y que me puse muy contento.
-Seguro –lo contrapuso.
-Pues sí, me gusta la idea
de ser padre –la miró por unos instantes, con mirada firme-. Y creo, que hay
algo de que tratar. Pero será mejor, que lo hablemos mientras cenamos
tranquilamente.
-Estas seguro –volvió
nuevamente a utilizar el mismo tono desdeñoso-. No quisiera que se te amargara
la cena o peor aún, que se atragantara algún trozo con nuestra charla.
-Procuraré que eso no
llegue a ocurrir, masticando de forma plausible –la amenazó con mirada
seductora, mientras la conducía al comedor, en donde la mesa se encontraba
puesta. Y la comida en un carro de metal, al lado de ésta.
-Espero que te guste la
cena. Helen ha estado toda la tarde preparándola, especialmente para ti.
-¿Helen es quien me ha
recibido?
-Sí. Ella y su marido, me
han cuidado desde que yo era un renacuajo con pañales –por un momento, Leslie
trató de imaginar a un niño pequeño como Bendelin paseándose por la casa con
unos pañales. Pero era imposible, solo conseguía imaginárselo en cómo sería él
desnudo, en el presente... Dejó de pensar en aquello, al ver que se sonrojaba y
que Bendelin, pareció que adivinaba por dónde andaban sus pensamientos y por
qué aquél repentino sonrojo.
-Se la ve una mujer muy
agradable –comentó, para sacarse imagines de él de su cabeza-. Después me
acercaré agradecerle...
-Imposible –la cortó
rápidamente-. Hará unos diez minutos, que ella y Pedro, se marcharon a su casa,
que se encuentra a medio kilómetro de aquí.
-¿Estamos solos?
-Sí-sonrió-. Pero no debes
temer. Ésta zona es muy segura, no hay ningún ladrón ni...
-Eso es lo de menos –gruñó
con irritación-. Quien me preocupa eres tú –bufó-. Estoy segura de que lo
tenías todo bien planeado...
-Leslie –intentó
tranquilizarla-, no va a ocurrirte nada. Y no he planeado nada. Helen y Pedro,
viven en mi terreno, pero en una casa para ellos. Es lo más normal, que quieran
tener su intimidad.
-Perdona es que estoy un
poco nerviosa- se excusó.
-Pues no hay ningún
motivo, por el que tengas que estarlo –dijo con gran calma-. Solo quiero que
hablemos, mientras cenamos.
-De acuerdo –sonrió-, he
de confesarte que estoy muerta de hambre.
-En ese caso, vamos atacar
la comida –sugirió en tono de burla un poco más animado.
La cena transcurrió
tranquilamente. En ningún momento, se habló de lo que se tenía que hablar. Pero
cuando llegó la hora del café, Leslie vio como el semblante del hombre se
tornaba más serio. Produciendo un poco de temor a su cuerpo. Ahora es cuando
vendrían nuevamente los enfados y gritos... De pronto, un fuerte trueno inundó
el silencio que reinaba, haciendo que Leslie diera un respingo derramando su
té, encima de la alfombra. Pero se asustó más, cuando seguidamente se quedaron
a oscuras.
-¡AH...! –chilló
asustada-. ¿Qué es lo qué ocurre?
-Creo que los plomos han
saltado, iré a comprobarlo –la miró -. Tú quédate aquí, esto es por culpa de
ésta maldita tormenta. Ahora mismo vuelvo...
-No pensarás dejarme aquí
sola –dijo con la voz alterada por los nervios y agarrándole con fuerza, la
manga del jersey. Bendelin la miró, para ver que realmente la mujer le tenía
pánico a las tormentas, de manera que era mejor que se la llevara.
-Leslie –sonó su voz
cálida-, no debes temerle a la tormenta como si fuera un ciclón. Es solo un
poco de agua que hace ruido con el viento...
-Y Tor, dios del trueno
tira un par de ellos simplemente porque esta de diversión –le comentó con
sorna-. Lo siento Bendelin, pero desde que era niña que han podido conmigo.
-No si ya lo...
-¡AH! –fue interrumpido,
por otro grito y tirón del brazo, en cuanto volvió a escucharse otro fuerte
trueno. En parte le gustaba que se asustara por aquello, así se acercaba a él y
podía sentir su cálido cuerpo contra el suyo.
-Tranquila –dijo con voz
suave-, ahora ven conmigo que vamos a comprobar los fusibles –Bendelin tenía
razón, los fusibles estaban bien. Cosa que no la tranquilizó para nada. El
viento soplaba cada vez con más fuerza y la lluvia caía con gran intensidad-.
Bueno... –dijo mientras cerraba la puerta de la caja de los fusibles y apuntaba
con la linterna hacía la puerta-, vamos a la cocina, creo allí tengo velas...
-¡No! –Dijo con miedo-. Yo
tengo sueño y creo que prefiero marcharme a casa, antes de estar hablando.
-Pero Leslie –fue a
protestar.
-Escúchame Ven –lo
interrumpió-. Podemos hablar otro día, tenemos ocho largos meses por delante
–escupió con gran ironía-. Yo estoy un poco cansada.
-Solo quería decirte
–comentó con voz pausada-. Que tú no te
marchas esta noche de aquí.
-¿Qué quieres decir?
–preguntó con un pequeño temblor en la voz.
-Qué no pienso para nada
coger el coche con este tiempo.
-¿Por qué?
-Por que no es nada seguro
–se puso serio-. Además, quién sabe si el aire ha arrancado algún tendido
eléctrico o un árbol, y se encuentren justamente en medio del camino. No me
extraña que no tengamos luz, por alguna cosa de esas.
-Comprendo-dijo resignada.
-Aquí hay muchos
dormitorios. Puedes escoger el que quieras...
-No quiero –protestó con
gran rapidez, consiguiendo que Bendelin resoplara un poco mosqueado.
-Leslie, no me seas tan
cabezona. No pienso coger el coche...
-Me quedaré a dormir, pero
solo si tú te quedas a mi lado hasta que me quede dormida- se escuchó con
timidez-. Desde pequeñita que le tengo pavor a las tormentas, si me encuentro
sola... Solo hasta que me quede dormida –le suplicó en un murmuro.
-De acuerdo –sonrió-. Pero
sí me sueltas de una vez del brazo, que no me extrañaría que la manga me
arrastre por los suelos de ahora en adelante. Podré conducirte a mi dormitorio.
-Lo que tú mandes –dijo
con voz calmada, pero notó que sus mejillas se habían sonrosado al descubrir
que lo tenía sujeto tan fuerte como una niña pequeña.
-Te prometo, que ésta noche podrás dormir como los
ángeles y no tendrás que temer para nada, porque yo estaré contigo –le dijo con
gran dulzura y sinceridad, haciendo que la mujer se calmase un poco más.
Mientras le pasaba un brazo por los hombros, para conducirla a su dormitorio.
El dormitorio de Bendelin era muy grande y masculino.
Los muebles eran de colores oscuros y sencillos. Sin ningún toque decorativo,
como hacia la mano de una mujer. Al igual que el cuarto de baño que había al
fondo del dormitorio, todo estaba muy bien ordenado. También podría ser por la
falta de accesorios. No como las mujeres, que llenaban todo el mueble con
ellos... Y al mirar al centro del dormitorio, vio lo que desde un principio
estuvo esquivando con la mirada. La enorme cama de matrimonio, vestida con una
colcha azul... Que esperaba, margaritas dibujadas en ella, pensó irónica. Era
un hombre soltero. Pero al menos tenía buen gusto.
-¿Qué te parece? –le preguntó en burla, al verla
examinar todo con gran detenimiento-. ¿Paso la prueba?
-Sí –lo miró un momento-, para vivir tú solo en él,
sin traerte a ninguna mujer a que pase
más tiempo que una noche, está bien. Todo es muy... Masculino, pero con buen
gusto. Aunque se nota que no hay ni un toque femenino. Una mujer aquí sola, se
pondría las botas dando pequeños detalles, para darle algo más de alegría.
-Bueno, pues ya puedes ir cogiendo nota de tus
propias palabras –le sugirió.
-¿Perdona?
-Te recuerdo, que te invité a cenar a mi casa, por un
asunto en concreto.
-Cierto –se le secó la garganta-. Pero prefiero
hablar de ello otro día, por que... –otro trueno resonó de tal manera, que hizo
que la mujer diera un grito y se lanzara de lleno al lecho y se tapara la cara
con el cojín –Maldita sea, odio cuando me dan estos sustos. Y que ni se te
ocurra reír un poquito –lo amenazó.
-No soy tan idiota, todo el mundo tiene sus miedos
–dijo aproximándose a ella y acariciándole el rostro con suma delicadeza. Para
seguidamente darse cuenta de lo que hacía y apartarse de ella carraspeando un
poco...-. Bueno, porque no tratamos de dormir
un poco, ya es un poco tarde.
En cuanto su mano se retiró, echó a faltar su calor.
No tenía ganas de pensar, en lo que había sucedido cuando él la había
acariciado y en lo que tal vez podía suceder a lo largo del anoche. Mañana
sería otro día más, en el que podría analizar todo con mejor ojo crítico. Pero
aquella noche, pensaba dormir con él, es más necesitaba dejarse proteger por su
calor, como su corazón le estaba implorando a gritos.
Estiró su cuerpo entre las
frescas y suaves sábanas, para recostar
la cabeza en la acolchada almohada. Después sintió como Bendelin hacia lo
propio. Y una vez que se hubo acomodado junto a ella, la rodeó con su brazo y
le susurró seguidamente al oído las buenas noches. Durante diez largos minutos,
Leslie estuvo con la espalda rígida contra el pecho de él, por miedo a que con
el mínimo movimiento que realizase éste hiciera alguna cosa. Pero poco a poco,
sus ojos fueron cerrándose y su respiración se fue tornando más tranquila. Cuando alcanzó el sueño profundo, Bendelin se
incorporó con cuidado y la observó dormir, hasta que el sueño le venció.
El suave golpeteo de la
lluvia en las ventanas, fue lo que la despertó de su pacífico sueño. Tardó unos
segundos en recordar en donde se hallaba y lo ocurrido. Soltó un suspiro y
cerró otra vez los ojos. Nuevamente había dormido en la cama con Bendelin, y
sabía perfectamente que aquella vez no habían hecho nada que les repercutiera
después. Ya se habían encargado de fastidiarlo bien, aquella primera vez.
¡Estúpida! Había tenido aquella necesidad de él, y por eso estaba ahora allí.
Se le escapó una sonrisa tierna. La verdad, es que Bendelin había estado
magnifico con ella... Le hubiera gustado despertarse a media noche, y así poder
observarlo a sus anchas.
Abrió los ojos con cierto
pesar. No sabía que es lo que iba a ocurrir en su futuro, ahora esperaba un
bebé. Tenía que vivir minuto a minuto, pero con cuidado. Su marido, le había hecho
una propuesta, o más bien, le había ordenado. Sonrió con ironía, porque no
quería la lástima de aquel hombre. Además, estaban en el siglo XXI y eran
muchas las mujeres que sacaban adelante a sus hijos, sin ningún hombre.
Era un día triste, a juego
como tenía sus sentimientos... Porque era triste el ver como el hombre que una
ama, solo desea estar con ella por simple compasión. Unas lágrimas empezaron
asomarse, al ver que su futuro no era muy claro en aquellos momentos. Desde muy
pequeña, siempre había creído en el amor. Quería tener a su lado un marido que
la amara, tres preciosos hijos y un perro... Por ahora, tenía al perfecto perro
y venía en camino el primer hijo. Pero no tenía al esposo deseado. Bueno, sí
que lo tenía en presencia, ahora le faltaba también en corazón. Solo tenía que decir un monosílabo, y sabía
que su vida cambiaría para siempre. Se limpió las lágrimas y entró en el baño a
darse una ducha, quería estar un poco más presentable a la hora de tener que
volver a enfrentarse a él.
Se encontraba en su
despacho tomándose un café y mirando por la ventana. La verdad, se podía decir
que no observaba nada, porque estaba recordando lo ocurrido de la noche y
rezando, porque Leslie aceptara su propuesta y poder así demostrarle poco a
poco su amor.
Estaba que flotaba. Porque
la mujer que amaba, llevaba en sus entrañas a su hijo... Quien iba a decir, que
su vida iba a dar un giro tan importante. El un hombre que creía que nunca
encontraría a la mujer de su vida, como su padre había hecho... La tenía delante
de sí, con un precioso regalo, un hijo de los dos. Se rió de la situación. Eran
muchas las mujeres, que habían dicho que esperaban un hijo de él, siendo
mentira para poder atraparlo y exigiéndole dinero para la manutención. Y cuando
de verdad ocurría aquella situación, aquella mujer le rehuía como si fuera la
peste. Había que ver lo curiosa que llegaba a ser algunas veces la vida.
Unas llamadas discretas a
la puerta, lo sacaron de sus pensamientos. Sabiendo que solo podía ser ella.
-Buenos días...-Ante sí
apareció Leslie ruborizada-. ¿Has dormido bien?
-Demasiado bien –sonrió,
mientras el tono de sus mejillas aumentaba-. Te doy las gracias por...
-Tonterías –la
interrumpió-, cuando quieras lo volvemos a repetir –sonrió-. ¿Quieres desayunar?
He preparado un poco de café y unas tostadas...Como es sábado, tampoco vienen
Helen y Pedro.
-OH –estaba muy nerviosa-.
De acuerdo, un café y unas tostadas me sentaran de maravilla.
-Entonces –se acercó a
ella y acogiéndola del brazo, la condujo fuera del despacho-, vayamos a la
cocina.
El estado de humor de Bendelin
había cambiado. Lo sabía por el suspiro tan profundo que había soltado, al
entregarle la taza del café. Algo le decía, que su día no iba a seguir como la
noche...
Tenía que decirle que el lunes, sería el día en que
debía darle una respuesta. Porque tenía que tener cuidado en que escogía...
Solo rezaba, que lo ocurrido durante la noche le hiciera mirar de otro punto de
vista su propuesta. Pero era Leslie, una mujer que no paraba de sorprender a la
gente con su carácter.
-¿Tú no tomas nada?
-Ya me he tomado uno, en
el despacho mientras averiguaba los daños que ha causado la tormenta.
-¿Y son muchos?
-No tenemos luz y hay que
esperar a que saquen un par de árboles que están en medio del camino. Pero ya
deben de estar a punto de acabar, empezaron esta mañana bien pronto.
-Bien –soltó un suspiro-.
¿Has comido algo, para acompañar el café? –le preguntó, mientras untaba
mermelada de fresa en una de las tostadas.
-No...
-Pues aquí tienes –le
ofreció con una sonrisa-, el desayuno tiene que ser algo más que un café.
-Está bien, aceptaré pero
con una condición. Que tú te comas más de una...
-Sí, tienes razón dentro
de mí tengo a una criatura que también tiene que comer –sonrió con timidez-. Por
fin voy a poder comer todo cuanto quiera, sin tener que poner excusa.
-¿Y eso? –preguntó muy
curioso y un poco más tranquilo, al ver que no se había enfadado con su
sugerencia de que comiera más.
-Aunque no lo parezca, soy
una persona que come mucho. Pero siempre me había puesto una dieta, por mi
padre, que decía que se veía feo el que comiera mucho en las reuniones o cenas.
-Pero si no estas gorda.
-Lo sé, mira que como
muchos dulces y no paro de picar, pero no engordo ni un gramo. Bueno es cierto
que salgo a correr, pero lo hago porque me gusta y para que mi perro haga un
poco de ejercicio...
-También, debes apuntar
que eres una persona de muchos nervios. Y eso elimina muchas calorías...
-Cierto –sonrió al
recordar todas las veces que se había enfadado con él-. Y creo que tú eres la
persona, que más calorías me han hecho quemar.
-Mira, un acosa que me
tienes que agradecer –sonrió, antes de morder la dulce tostada-. Ya veremos
como...
-No te hagas el gracioso
conmigo –le amenazó con la tostada en la mano-. No pienso dejar que me beses.
-¿Y que te hace pensar que
voy hacerlo? –inquirió con picardía.
-Pues... Porque....
-Y bien, estoy esperando
que me respondas –expuso en tono guasón.
-Y por que no dejamos ese
tema, que no nos conduce a nada –se levantó y dejó la taza vacía en la pica.
-Y de qué quieres que
hablemos –le apremió él, levantándose de la silla y poniéndose a su espalda,
para posar sus manos sobre sus hombros. Produciéndole un vuelco en el corazón.
-Pues, que es lo que vamos
hacer –articuló en un hilo de voz, empezando a ponerse un poco nerviosa por
tenerlo tan próximo a ella.
-...Yo ya te hice una
propuesta –remató con fundamento.
-Que me venga a vivir aquí
contigo...
-Es lo mejor. Aquí estarás
cuidada y no tendré que preocuparme...
-No soy ninguna inválida
–silbó enérgicamente.
-Ya lo sé –le acarició el
cabello con ternura-. Pero créeme es mucho mejor. Y cuando el niño sea un poco
mayor, ya decidiremos si seguimos juntos o no. Sabes que es mejor que el bebé,
se críe con una familia...
-Lo sé, pero creo que es
una tontería –soltó-. Date cuenta que luego nos separaremos y eso, no es nada
bueno para él.
-Y si resulta ser, que en
el día de mañana decidimos no separarnos.
-Qué – se dio la vuelta
expectante-, ¿porqué crees esa locura?
-Por que entre tú y yo,
hay una cosa que nos une...
-Olvídalo –gruñó-, no
pienso caer otra vez, ya me engañaste aquella vez...
-Yo no te engañé –espetó
con enfado-, es solo que hubo un mal entendido.
-Ya –se separó de él-. Es
tarde para intentar arreglarlo...
-Es mejor que lo dejemos
por ahora –suspiró-. Está claro, que el intentar razonar contigo es como hacerlo con una mula.
-Y encima me
insultas...-explotó colérica.
-No, no Leslie –intentó
acogerla del brazo, pero se soltó de un fuerte tirón.
-Creo que es mejor que me
marche. Es imposible el estar al lado de un ingrato como tú.
-¿Y quién insulta a quién?
–contrapuso con sorna.
-Perdona –se giró y lo
miró con burla-. Yo no te he insultado, solo te he identificado.
-Así que según tú –atestiguó
con voz sexy-, soy un ingrato.
-Sí, y no pienso
retirarlo-afirmó con la espalda bien erguida.
-Si la memoria no me
falla, me pusiste más calificativos que ese –recordó, mientras se acercaba con
cuidado a ella.
-Cierto, y cuando quieras,
te los repito todos –expresó con vacilación, sin saber que estaba cayendo en la
trampa.
-No creo –sonrió-. Me
acuerdo perfectamente de todo y cada uno de ellos. Me dijiste que era un
ingrato, un pretencioso, un mentecato –se calló un momento, para mirarla y
ponerse justo delante suyo-, un machista, un idiota. ¿Y que más era? –agachó la
cabeza, como si estuviera intentando recordar alguna palabra más.
-Y un playboy... –concluyó
ella con una sonrisa de satisfacción.
-¡Sí, eso era! –Exclamó
levantando la cabeza-. Un
playboy... Que recuerdo -sonrió de forma traviesa-, que esto me
recuerda mucho a cierta situación...
-¡No! –respondió
escandalizada.
-¿No? ¿Acaso he dicho
algo, para que te me pongas así? –inquirió divertido.
-Tú lo sabes –lo acusó,
mientras daba unos pasos hacía su espalda.
-No, no lo sé. Por que no
me lo dices tú, princesa.
-Lo ves –lo fulminó con la
mirada-. Estas volviendo a utilizar ese término conmigo.
-¿El qué...Princesa? –se
acercó más ella.
-Te estas haciendo el
gracioso conmigo, verdad –dijo acusadoramente-. Pues ya puedes ir dejándolo,
por que puedes llegar a recibir –lo amenazó, sin dejar de ir alejándose con
cautela de él. Pero llegó un momento, en el que su espalda tocó la fría pared
de la cocina. Diciéndole así, que se encontraba atrapada y a merced, del hombre
que la miraba con ojos llenos de deseo.
Un deseo que también ella
anhelaba, pero que no debía probar por que estaba manchado por la mentira. Una
mentira de que la amaba. Cuando el significado para él de la palabra amor, era
tener a una mujer que le calentara la cama durante un corto período, para ser
remplazada inmediatamente por otra dama...
Estaba atrapada. Bendelin
había aplastado su cuerpo con el suyo, contra la fresca pared de racholas
blancas.
-Por favor, Bendelin...
–lo miró con temor.
-Tranquila... –le
susurró-, no voy hacerte daño. Solo quiero volver a probar tus labios, como tú
también deseas probar los míos.
-No... –clamó para ser
aplacada de forma vertiginosa.
Una vez más, Bendelin la
sorprendió. Creyó que la besaría de forma brusca, pero solo se encontró con
mucha ternura y pasión. Consiguiendo que abandonara su cordura, y se dejara
llevar por la loca pasión que ardía en su cuerpo. Sus labios, fueron
deslizándose de forma vaga a lo largo de su garganta, en donde la hicieron que
se agarra con firmeza al cuello de él.
Aquello tenía que tocar su
fin. La pasión los estaba dominando a los dos... Pero le era muy difícil. Su
cuerpo no le hacía caso al cerebro. Iba por sí solo, acariciando con la misma
pasión. Pasando sus finas manos por la ancha y musculosa espalda, con
movimientos febriles. ¡Dios mío! No sabía en que momento, él se había quitado
el polo...OH, había sido ella.
Mientras pensaba aquello, Bendelin
seguía devorándola con sus labios, y sus manos empezaban a desabrochar de forma
rápida la camisa. Dejándole así al descubierto, sus grandes senos tapados por
la fina tela de encaje del sostén negro. Que pronto fueron cubiertos por sus
insaciables labios, produciéndole un vuelco en el estómago por la agradable sensación
que le producía aquello...
-Bendelin, hijo... –se
escuchó la voz de una mujer muy cerca-, he venido para ver que tal estas.
Acaban de retirar ahora mismo los
árboles que habían en mitad del camino y... ¡Huy, perdón! –Tan pronto como
había llegado, había vuelto a desaparecer.
Leslie no sabía cómo
actuar. Ya estaba sorprendida, por lo que estaba ocurriendo hacía unos
instantes. Pero ahora más, con la llegada de aquella mujer misteriosa, que los
había sorprendido en cierta situación comprometida.
Los dos apretujados en la
pared. Ella con la camisa desabrochada y el sostén bajado, abrazando con
desesperación a Bendelin por la espalda. Y él, desnudo de cintura para arriba
demasiado ocupado en demostrarle que él tenía razón como para escuchar que había
entrado alguien. ¿Pero quién era aquella mujer? La verdad, solo había visto un
movimiento en la puerta y escuchado su voz. Además, su tono hacía él había sido
como muy familiar... Y también, había entrado en la casa sin que estuvieran
Helen y Pedro, para que le abriesen la puerta...Sería acaso, una de las tantas
mujeres con las que había estado Bendelin...
Lo miró y lo que se
encontró, fue a un Bendelin que estaba jadeando debido al pequeño encuentro que
habían tenido. La verdad, ahora que se daba cuenta no era el único que
intentaba normalizar su respiración, debido a
la pasión tan fuerte que había entre ellos dos.
-¡Mierda! –Dijo con los
labios apretados, mientras miraba hacia la puerta con desesperación-. Es mi
madre. Supongo que ha venido a ver los
daños que ha causado la tormenta.
-¡Tu madre!-exclamó
fulminándolo con la mirada. Dios mío, que iba hacer... Por que de entre todas
las personas que podía haberlos sorprendido, tenía que ser su madre. Que iba
hacer ahora...
-Será mejor que te arregles
la camisa –le urgió él, fijando la mirada en sus senos excitados y soltando un
suspiro por lo bajo-, así podré decirle que puede pasar...
-¡Estás loco! –exclamó
escandalizada, pero bajando la voz rápido dándose cuenta de que la habían
oído-. Y que quieres que le diga –empezó abotonarse la camisa-. Hola soy
Leslie, l mujer que se encuentra embarazada de su hijo y que resulta ser su
esposa. Por culpa de una noche de bebida y que ahora mismo, casi vuelve
acostarse con él, por segunda vez –dijo ironizando.
-No está mal –intervino
con burla.
-¡Bendelin! –lo riñó
totalmente inusitada.
-Qué... –sonrió-. Lo digo
en serio –se giró dirección a la puerta y llamó a su madre, anunciándole que ya
podía entrar.
Para Leslie aquello era
demasiado embarazoso. Sin poder evitarlo, se ruborizó de la cabeza a los pies,
al imaginarse la sorpresa de su madre al verlos de aquella manera...
-Buenos días –María entró
como si nada hubiera pasado-. Siento mucho el no haber llamado al timbre antes
de entrar –se disculpó sinceramente.
-Tranquila madre –su voz
sonó segura-. No ha pasado nada que...
-¿Así, que tú eres
Leslie?-preguntó la mujer emocionada. Sonriendo al responderle Leslie con u
asentimiento de cabeza-. Entonces, debo pensar que al final has aceptado el
venirte a vivir aquí, como esposa de mi hijo... -¡No! Tanto Leslie como Bendelin,
se quedaron petrificados en cuanto aquellas palabras salieron de su boca-. Estoy muy contenta con la llegada
de un hermoso nieto.
-Mamá –empezó Ven, sin
saber que decir.
-No es que pueda decir que
esté muy contenta, de que me hayan privado de una boda... –dijo un tanto
desanimada-. Pero aún me queda Susana y además, habrá que hacerle un buen
bautizo...
-Mamá –la cortó Bendelin,
empezando a perder un poco la paciencia.
-Qué –contraatacó
exasperada.
-Que es mejor que te
calles, vale –dijo con cierta impaciencia. La mujer se quedó callada, mirando
con interrogación a los dos.
-Me estáis diciendo, que
vosotros dos... –se calló al comprenderlo-. Os pido disculpas, pero al encontraros...
Es normal que lo pensara –no los entendía. Se veía a mil leguas, que los dos se
sentían atraídos y ahí estaban, como dos palurdos que... Bueno, sería mejor que
se marchara-. Si me disculpáis, será
mejor que me marche –miró sin ningún enfado a Leslie-. Encantada de conocerte.
Espero que nos veamos bien pronto y cuídate mucho, quiero tener un nieto sano y
guapo, del cual poder presumir con mis amigas –dijo sonriendo.
-No se preocupe –dijo con
cierta timidez-, y siento que...
-OH, querida –le sonrió,
acercándose para besarla-. No te preocupes, estoy acostumbrada a las decisiones
raras de mi hijo. Son treinta y seis años soportándolo –le dijo en broma.
Después de despedirse, Bendelin
acompañó a su madre a la puerta, dejando Leslie sola en la cocina. Era raro,
sintió como un vacío en el corazón cuando la madre de Bendelin se dio cuenta de
lo que ocurría. Y también sentía culpa. No es que fuera muy acertado, el que
los encontrara de aquella manera y que después se enterara de que no iban a
vivir juntos. Aunque estuvieran casados y esperasen un bebé. ¡Dios!. Que es lo
que había hecho, para que le estuviera sucediendo aquello.
Cuando Bendelin entró en
la cocina momentos después, se encontró con que Leslie estaba muy pensativa.
Ahora, si que no sabía cómo estaba la relación entre ellos. Si su madre no
hubiese entrado en aquel momento, tal vez hubieran hecho el amor allí mismo en
la cocina. Es entonces, cuando a lo mejor Leslie se hubiese dado cuenta de lo
mejor, era que se quedase a vivir con él. Por que él la quería y la iba a
cuidar muy bien.
-Leslie –la llamó con voz
aterciopelada –la mujer se irguió y lo miró con cierta frialdad.
-Será mejor que yo también
he marche a casa...
-Escucha –intentó razonar,
pero ella no le prestó atención dirigiéndose al recibidor para coger su abrigo
–entiendo-. Suspiró, por lo visto ahora debería de empezar nuevamente desde
cero.
La encontró en el salón de
estar, con el abrigo puesto y el teléfono en mano. Se extrañó a lo primero,
pero comprendió rápidamente que llamaba al servicio de taxis. Se acercó a ella,
para arrebatarle el auricular y comentarle a la chica que había en el otro lado
de la línea que ya no hacía falta. Al colgar se giró y miró a Leslie fijamente.
Para encontrársela totalmente enfadada. Pero no iba aguantar ninguna de sus
pataletas en su casa.
-Ya te llevo a tu casa
–gruñó-, es lo menos que puedo hacer al ser mi invitada. ¿No crees?
-Haz lo que quieras –le
urgió-, yo solo quiero irme a mi casa y si es posible, perderte de vista por un
tiempo...
-Perdona –sonrió para sus
adentros. Ya volvía a tener a la Leslie que conoció, en un principio. Terca
como una mula-. Pero tendremos que vernos, quieras o no quieras. Te recuerdo
que eres mi esposa y que...
-¡Déjame en paz! Ya sé quién
soy y que estoy embarazada –gritó exasperada-. Pero nadie se ha parado a pensar
siquiera en mí, en cómo me siento
respecto a ello... –comenzó a pasearse de un lado a otro.
-Me estas sugiriendo la
idea del aborto –dijo totalmente sorprendido y haciendo, que Leslie se
detuviera repentinamente.
-¡No seas imbécil,
quieres! –lo insultó enfadada, por que llegara a pensar aquello-. Es solo que
tengo que asimilarlo, entiendes. Yo no tenía pensado casarme y tener un hijo,
Ya tenía muchos planes hechos. Los cuales
ahora, ya no...
-Entiendo –soltó un
suspiro llenos de culpabilidad-. Siento mucho, el que te haya destruido tus
sueños, tus planes, tu vida... –Se sentía culpable. Pero la culpa l atenían los
dos. AL haberse comportado como unos irresponsables. Sí, era acierto. Su vida,
en una noche había dado un giro importante. Provocando que tuviera que cambiar
todos sus sueños, para convertirse en una perfecta madre, para su bebé.
La verdad, parándose a
pensar. Últimamente, no se sentía completa, era como si le hubieses faltado
algo. Y ahora sabía que era. Aquel hombre que tenía delante suyo y el regalo
que le había dado. Pero había un problema. El amor. Aquella palabra no existía
para él. Solo conocía el amor de dos semanas, dándose calor en la cama.
Estaba claro, que le proponía que se quedase a vivir con él,
por que estaban casados. Casados por error. Y también, lo que se haría más
evidente con el paso del tiempo, es que estaba embarazada y él, era el padre. Y
claro, como buen caballero y por su reputación, al mundo de los negocios tenía
que guardar apariencias. ¡Maldita sea! Por que no la amaba, como ella a él. Por
que tenía que tener tan mala suerte.
Durante el trayecto en
coche, ninguno de los dos volvió a mencionar palabra. Bendelin, nada más
sentarse tras el volante puso una emisora de radio. Aquello fue para ella, como
una señal diciéndole que no quería ser molestado por nada. Y eso fue lo que
hizo, se dedicó a observar el exterior. Y en pensar, que su vida amorosa era un
verdadero fracaso.
Había conseguido encontrar
a su amor, como desde muy pequeña había soñado. Y que fuera igual de hermoso,
como lo había sido el de sus padres, pero era imposible. Él no la amaba y
aquello, era lo que hacía dudar respecto a su propuesta.
Bendelin detuvo el coche
enfrente de su casa, pero no abrió la boca. Solo la miró un momento, para
volver enseguida la vista al frente. Por lo visto, estaba enfadado. Mejor. De
esa manera, estaba segura que no la molestaría en unos días.
-Gracias por todo –le dijo
sin ninguna emoción. Mientras se apeaba del coche, sin atreverse a mirarlo a
los ojos. Así que, con la espalda bien rígida, se dirigió con tranquilidad a su
casa.
¡Gracias por qué! Pensó Bendelin
enfurecido, mientras conducía nuevamente a su casa. Por traerla de vuelta a
casa, por la cena del Viernes, por darle su apoyo o, por arruinarle la vida...
-¡Mierda! –con gran fuerza
golpeó el volante con su puño, mientras pensaba lo imbécil que había llegado a
ser.
Si Leslie, quería estar
sola por un tiempo para poder meditar, ella ganaba. No pensaba molestarla para
nada. Si quería algo de él, que fuera a buscarlo.
8º, CAPITULO.-
-No sé qué hacer –dijo
Henry con preocupación-. Llevan un mes sin verse...
-Henry, cariño –intentó
calmarlo Rosana-. Ya son mayores y...
-¡Mayores! –se exaltó-.
Por Dios, pero si un niño de ocho años tiene en estos momentos, más
conocimiento que esos dos.
-Pero son ellos dos
quienes tienen que resolver sus problemas.
-Problemas, problemas...
–gruñó-. En mis tiempos, cuando dejabas a una mujer embarazada te casabas con
ella y la cuidabas.
-Bueno –sonrió-, casados
ya están...
-¡Pero no viven como tal!
-Deja que pase el tiempo
–resopló-. No debes preocuparte por ellos, Henry. Además, no querías que Leslie
se casara y tuviera hijos...
-¡Rosana! No tengo ganas
de bromear.
-Eso es por que te has
vuelto un viejo gruñón –Le contraatacó.
-¡Y tú...! –Empezó con
enfado, pero lo sustituyó por cariño-. En un avieja cada vez más guapa.
-Gracias, eso ya lo sabía
–sonrió, mientras le acariciaba la mano.
Eran las siete de la tarde
y Matt, se encontraba con Bendelin en el despacho acabando un trabajo. Estaba
preocupado por él. Había pasado ya un tiempo desde que tuvo aquella
conversación Con Leslie y no se habían vuelto a ver para nada. Y aquello le
resultaba muy raro, viniendo por parte de él.
-Bendelin –empezó un poco
dubitativo.
-Sí –respondió despistado
éste, mientras anotaba unos datos en el ordenador.
-No entiendo como lo
puedes aguantar.
Ven lo miró por un
momento, no hacía falta que le preguntara de que hablaba. Porque lo sabía perfectamente, con
solo mirarlo a los ojos. No era el primero que le hacía aquella pregunta. A lo
largo del mes, le habían interrogado su madre, su hermana, Henry y Rosana...
Todos estaban preocupados, por no decir que él también.
Se pasaba las noches sin
conciliar el sueño, pensando en cómo se encontraría su esposa y su hijo. No se
atrevía a llamarla, ni ir a visitarla. La última vez que se vieron, tuvieron
una buena discusión... Y recordaba que le dijo que necesitaba tiempo para ella.
Pues bien, eso es lo que estaba procurando.
-¡Dejarme todos en paz, queréis! –Apagó el ordenador
y se levantó del escritorio hecho una furia-. Entiendo que estáis preocupados,
pero es mi vida al igual que la de ella. Así que no os metáis en donde no os
llaman –Dicho esto, cogió su abrigo y salió por la puerta dejando a un Matt,
bien sorprendido.
No tenía que haberse
marchado de aquella manera. Una hora después, se encontraba conduciendo de
forma vaga, por las calles de Londres. Y arrepentido, en la forma en que le
había hablado a su amigo. Pero tenían
que entenderle. Ya llevaba un mes sin verla, sin escuchar su voz... Y estaba
que se tiraba de los pelos, para que vinieran atormentarle todavía más, al
hacerle preguntas que no podía responder, por que no sabía nada.
Se detuvo en un semáforo, en un estado de desánimo.
Cuando al mirar a su derecha vio al objeto de sus pensamientos, durante
aquellas cuatro largas semanas. Era Leslie, hablando con una mujer ataviada con
bata blanca. Fue entonces, cuando se fijó que era el centro médico para mujeres
embarazadas.
Pensó en dejarla tranquila, tal como ella le había
pedido a gritos... Eso es lo que había entre ellos, gritos. Por que siempre que
se encontraban acababan entablando una discusión. Y casi siempre, había sido
por una tontería. Sentían esa necesidad de pelearse, como para demostrarle al
otro que podía vivir sin él, cuando resultaba ser todo lo contrario. Pero y si le ocurría algo... No lo creía, por
que se la veía muy sonriente y más bella que nunca. Aparcaría el coche encima
de la acera y se bajaría a su encuentro. Y le eran igual las retahílas que le
fuera a soltar, en cuanto lo viera. Ya habían pasado cuatro semanas, en todo
ese tiempo podía haber pensado lo que
tuviera que pensar. Solo esperaba, que no tomara la amarga decisión de abortar.
Ella le había dicho, que tampoco estaba a favor de aquello. Por que si decidía
hacerlo, ya la había perdido para siempre.
-Buenas tardes, señoras... –Leslie se quedó helada al
escuchar aquella voz. Hacía un mes que no sabía nada de Bendelin. Él la había
dejado en paz, tal como ella le había pedido... Lo había echado mucho en falta.
Ahora reconocía, que no tenía que haberle tratado tan mal aquella última vez.
Todo fue por el enfado que llevaba encima, pues su vida cambiaba sin que ella
lo hubiese pedido. ¿Le pediría aún que se fuera a vivir a su casa? No lo sabía.
Ya que había pasado un mes y no la había llamado, para saber si su hijo estaba
bien. No se había preocupado por nada... Pero la culpa de ello, la tenía ella.
No tenía que darle más vueltas.
Durante ese largo mes, habían sido Rosana y Laura,
quienes habían ido animarla. Y para consejos de embarazo había sido Sasha, la
mujer de Dani. Pero habían sido tantas
lágrimas las que había derramado... Todas por su tristeza de no tener a Bendelin
a su lado. Y no paraba de recordar, aquella noche tan magnífica en sus brazos y
besos, que innumerables veces le había robado. Había tenido mucho tiempo para
pensar y lo había hecho, llegando a la conclusión de que iría a vivir con él,
si éste se lo proponía otra vez. Iba a luchar por conseguir su amor. Era una
idea descabellada, pero sabía que lo iba a conseguir. Cogiendo fuerzas, se dio
la vuelta y miró a Bendelin con una sonrisa.
-¡Bendelin! Que sorpresa –lo cogió del brazo, dejando
al hombre bastante sorprendido por su alegría, con su encuentro-. Deja que te
presente a mi doctora, es quien vela por la seguridad de nuestro hijo.
-Le felicito señor, Van Holden –sonrió la doctora,
mientras le ofrecía su mano. Ésta era también amiga de Leslie, y sabía todo lo
ocurrido-. Espero que me cuide mucho a los dos.
-Encantado –sonrió, mientras le estrechaba la mano-.
Y puede estar tranquila. Pondré todo mi empeño en ello.
-Bueno Leslie –se giró a ella-. Ya sabes, tienes que
hacer mucho reposo y nada de estrés –le indicó, mirando también a Bendelin.
-Tranquila –le aseguró la muchacha, despidiéndose de
ella.
-¿Va todo bien? –preguntó Ven, en cuanto se hubieron
quedado solos en la puerta del centro médico.
-Sí, no hay nada de que preocuparse –le contestó
sinceramente-. ¿Bueno, qué haces por ésta zona?
-¿La verdad? –Dijo con sinceridad-. Harto de que
todos me pregunten por tu estado y no les pueda decir nada, por que no estoy
enterado de nada, tal como me pediste. Salí a despejarme un rato la cabeza,
dando una vuelta con el coche, antes de coger a Matt por el cuello y
retorcérselo –Leslie rió por un momento.
-La culpa l atengo yo, por la forma en cómo te hablé
aquel día –se disculpó, con el arrepentimiento en los ojos.
-La culpa la tenemos todos –dijo poniéndole una mano
encima el hombro-. Todos hemos dicho o hecho algo, que ha llevado a ésta
ridícula situación entre nosotros.
-Sí así lo crees –dijo en un hilo de voz, sin llegar
a soltar su culpabilidad de encima de sus hombros.
-No, Leslie –le acarició la mejilla con ternura-. No
te culpes, de acuerdo –sonrió, haciendo que Leslie también sonriera y aceptara
aquellas palabras.
-De acuerdo.
-Hace mucho frío aquí fura –miró a su alrededor, en
donde la gente caminaba deprisa por el aire que hacía-. ¿Te gustaría venir a un
bar conmigo, a tomarte un buen chocolate caliente?
-Mmm, no me hables de chocolate que se me hace l
aboca agua –sonrió ante el ofrecimiento del hombre.
-¿Has venido en tu coche?
-No, hoy no tenía ganas de conducir.
-Entonces, vayamos al mío que está aquí encima de la
acera, no vaya a ser que venga un guarda y me
multe –la cogió por el brazo y la condujo a su automóvil, en donde el
ambiente era mucho más cálido que el de la calle.
EL bar era un lugar tranquilo y acogedor. Lleno de
cómodos sillones, en vez de duras sillas como los locales que tienen todas las
ciudades. Las mesas eran pequeñas y redondas, con una preciosa lámpara
acompañada de un jarrón, con tres preciosas rosas rojas, que desprendían un
maravilloso olor. Se estaba muy bien allí, en diferencia al frío de la calle.
Las paredes eran de un color verde oscuro, haciendo juego con los sillones
rojos y las mesas de madera color cerezo. En cada pared, había una pequeña
chimenea encendida, haciendo aún más hogareño el local, de lo que ya era. Era
estilo a medieval.
-Es precioso –dijo sin quitar la vista de los
decorados-. No sabía que existiese un lugar tan encantador como éste.
-No hace ni un mes que lo inauguraron –comentó él,
sin quitarle los ojos de encima-. Hará unas dos semanas, que vengo a tomarme un
relajado café.
-Entiendo, debes de tener mucho trabajo ahora.
-Sí, eso también es una de las razones por las que
vengo aquí a relajarme...
-Buenas tardes –una joven camarera, los interrumpió
para tomarles nota. Haciendo que las palabras de Bendelin, quedaran suspendidas
en el aire.
Hasta que la joven muchacha no les trajo el chocolate
con las pastas, no se dijeron nada. Leslie siguió observando el entorno, con
ojos de admiración. Las paredes estaban llenas de pinturas y figuras
románticas, del siglo dieciséis. Su mirada se detuvo en un cuadro, en donde
habían retratado a una pareja de jóvenes enamorados, en donde el hombre le
ofrecía una delicada rosa roja a su bella amada que la cogía, con un brillo en
su mirada. Sin duda, la persona que hubiese realizado aquellos personajes, era
una persona felizmente enamorada.
Bendelin estuvo mirando un momento, a las personas
que había en el local. Cuando se fijó en Leslie, vio que estaba mirando un
cuadro detenidamente, con mirada ensoñadora. Detuvo su mirada por un momento en
el cuadro, para intentar saber el por que de aquella mirada en sus ojos... Fue
cuando Leslie decidió abandonar sus pensamientos y prestar atención a su
compañero, pero se encontró que éste también observaba aquella imagen. Aunque
había adelgazado un poco, seguía igual de irresistible. En su oscuro cabello,
habían comenzado aparecer algunas canas por la parte de la sien, dándole un
aspecto de más varonil, del que ya tenía anteriormente. Sus ojos grisáceos y
ano reflejaban aquella frialdad, lo habían sustituido por una expresión vacía,
llena de cansancio y tal vez algo de... Imposible. Aquellos ojos, no podían
demostrar una pizca de amor, era una ridiculez el pensar en aquella idea.
Sus mejillas se tornaron sonrosadas, cuando Bendelin
volvió su atención en ella, pillándola desprevenida, con sus ojos puestos en
él. Aquello le gustó. Pillarla observándolo y que se avergonzara de ello. ¿En que
estaría pensando?... Es igual, solo sabía que aún cuando se sonrojaba era igual
de preciosa.
-¿Tengo monos en la cara? –preguntó aún con descaro,
sabiendo que aquello provocaría un tono más fuere en las mejillas de su
preciosa esposa.
-Qué... –se puso un poco nerviosa-. No, no. Solo te
observaba...
-¿Estoy igual de guapo que siempre? –preguntó con una
sonrisa terriblemente arrebatadora.
-Sí –contestó sinceramente-, solo que más delgado de
lo que yo recuerdo.
Cierto, últimamente he tenido muchas preocupaciones.
El trabajo... Ya sabes, dormir muy poco y comida rápida.
-Sí, ya sé. También me ha ocurrido a mí, muchas
veces.
-Pero no creo que hayas perdido ni un gramo de tu
preciso cuerpo –dio con voz melosa.
-Has dado en el clavo –cogió una galleta y la hundió,
en el delicioso y dulce chocolate.
-Así, que siempre has tenido la misma figura –afirmó Bendelin,
en forma de pregunta.
-Sí...
-Pero ya no –la miró fijamente a los ojos, por un
momento para bajarlos de forma lenta por sus labios, cuello y detenerse en sus
senos-. Tus senos están mucho más grandes y redondos, de lo que yo creo
recordar, ¿me equivoco?
-No, no te equivocas –contestó con un poco de rabia,
al sonrojarse nuevamente-. Es lo más normal, dado en el estado en que me dejaste,
¿no crees?
-Creo que hacen falta dos personas, para llegar a ese
estado como tú dices...
-Es igual, solo que no creo que a ti te hiciera
gracia, el que te dijera que tu pene ha menguado, desde la última vez que...
–se calló rápidamente, con gran vergüenza.
-No puedes
decir eso, por que no te acuerdas de cómo soy desnudo –sonrió
traviesamente-. Ah, no ser que me mintieras respecto aquella noche...
-Sabes perfectamente, que no me acuerdo de nada.
-Pues si quieres, nos vamos a mi casa y lo arreglamos.
-¡Bendelin, por favor!
-Qué –sonrió abiertamente-, no hay por que
avergonzarse, soy tu esposo y como tal tienes ciertos derechos sobre mí.
-Como no pares de decir tonterías, me marcho y te
dejo solo.
-Está bien, tu ganas –paró al fin el juego cogiendo
su tazón, para tomar una buena cucharada de chocolate-. Pero no sabes lo que te
pierdes –como no, tenía que decir la última palabra, pensó Leslie.
-¡Bendelin! –intentó reprimirlo, pero no pudo por que
la sonrisa se le escapó.
-Bueno, cambiando de tema para la señorita... ¿Cómo
te va con E.K. ¿ –preguntó con curiosidad.
-Bien, por el momento ha decidido tomarse unas
vacaciones cortas.
-Vaya, que suerte tienen algunos –dijo con reproche.
-Tú también puedes coger vacaciones, como todo el mundo.
-Sí, pero para pasarlas solo... ¿Te gustaría venirte
una semana conmigo? –preguntó ilusionado.
-Mmm..., no sé –se quedó parada-. Tendría que
pensármelo...
-Claro, como no –suspiró-. En fin, volviendo al tema.
Piensa E.K., quedarse con la revista Éxito definitivamente.
-No, solo se fue con ellos, por que yo me enfadé con vosotros...
-Entonces, eso significa que piensa volver con
nosotros.
-¿Si lo volvéis aceptar?
-No debería, después de todo, pero lo haré puesto que
les prometí a mis lectores que habrían artículos de él.
-Perfecto, entonces lo llamaré para comunicárselo.
-Espero que algún día me lo presentes –inquirió con
burla-. Entre un matrimonio, no deben existir secretos.
-Yo creo que lo que mantiene hoy en día a un
matrimonio, es que poco a poco se vayan conociendo los secretos e intimidades
de una persona. De esta manera, no se aburrirán tan pronto al conocer todas las
cosas de ella.
-En parte tienes razón –sugirió-. ¿Eso quiere decir
que más adelante, si todo funciona puede que me lo presentes?
-Francamente –meditó un poco-, no lo creo posible.
-¿El qué, tu secreto o nuestro matrimonio? –la pilló
por sorpresa, sacándole una sonrisa.
-No pienso responder a eso, tengo mi derecho como
mujer...
-Feminista... –la acusó en broma-. Bueno, pues lo
averiguaré por mi mismo –cogió una galleta y la mojó en el tazón.
-Pues te deseo mucha suerte, en tu vano intento.
-Vaya, que poca fe llegas a tener sobre en mí.
-Es que son muchas las personas, que han fracasado en
el simple intento de sacarlo a la luz –dijo con cierto orgullo.
-Y eso parece que te enorgullece... Pero yo soy muy
diferente a ellos.
-Tú eres un viejo presumido.
-OH –en tono divertido y llevándose sus manos encima
del pecho, le dijo -, eso es un golpe muy bajo princesa.
-Pues lo siento, pero creo que es verdad.
-Entonces, te pido que me dejes demostrarte a partir
de ahora todo lo contrario.
-¿Cómo? –La curiosidad pudo con ella.
-Bueno, ya te sorprenderé algún que otro día.
-De acuerdo –lo desafió-. Pero no creo que consigas
nada.
-Yo pongo toda m confianza en que sí que lo lograré
–le sonrió, haciendo que se temiera lo peor al haberlo desafiado.
Estuvieron un rato más hablando, pero sin llegar a
rozar el tema principal, sabiendo que aún no era el momento. Habían estado un
mes sin verse por ello, y solo faltaba que la primera vez que volvían a
encontrarse, lo fastidiaran todo por su testarudez.
Bendelin acompañó a Leslie
a su casa, en donde se despidieron con un poco de incomodidad. No sabían bien,
bien como tenían que actuar. Era notable, que algún cambio se había producido
entre ellos... Solo se dijeron adiós. No
habían hablado para llamarse o volver a verse, para tomar algo. Así que seguían
como al principio, sin saber nada de nada.
Era jueves y como tal, María
se encontraba en la cocina preparando una cena especial para sus hijos y Matt,
que no tardarían en ir llegando. Esa noche como tantas otras, ella y su hija
preguntarían a su hijo por Leslie y si pensaba seguir con los brazos cruzados,
mientras el tiempo iba pasando. Si todo seguía como hasta ahora, no le quedaría
más remedio que tener que ir hablar personalmente con Leslie y, preguntarle cómo
estaba realmente la situación. Además, era su nuera y llevaba en su vientre a
su tan deseado nieto. Y quería saber cómo se encontraban los dos y llevarle
algún que otro regalito, que no había podido resistirse en comprar.
Escuchó como alguien
cerraba la puerta principal y dejaba unas llaves, en la mesita del recibidor.
Momentos después, aparecía Susana por la puerta de la cocina quejándose del
frío que hacía...
-Buenas noches, mamá –se
acercó a ella y le dio un cálido abrazo-. ¿Está aquí el irresponsable de mi
hermano?
-No, cariño –le sonrió,
mientras apagaba el horno-. Y escúchame bien, no quiero que esta noche te
vuelvas a ensañar con él –le reprimió-. Suficiente tenemos con la pelea de su
esposa, para que también lo esté contigo.
-Tranquila –se acercó a
una bandeja con canapés y cogió uno-. Ya me disculpé con él, al día siguiente
por teléfono.
-Me parece muy bien, pero
no quiero que se vuelva a repetir el mismo episodio –se acercó a ella, para
coger la bandeja y alejarla de sus manos-. Deja de picotear y sube a
ducharte... –le volvió a reñir, pero con
ternura-. ¿No querrás hacer esperar a esos dos hombres?
Que culpa tengo yo, de
terminar mucho más tarde que ellos dos... –refunfuñó, mientras subía al piso de
arriba, para ducharse después de un día duro de trabajo.
Cuando Matt llegó, Susana
apareció con aspecto más relajado, corriendo a los brazos de su prometido para
darle un cálido abrazo y contarle, los acontecimientos del día. Ya empezaban a
impacientarse por la falta de Bendelin, cuando escucharon que la puerta se
habría apareciendo él, con un ramo de flores en cada mano y expresión contenta.
-Buenas noches -saludó a
todos con una sonrisa y se acercó primeramente a su madre, para darle dos besos
y uno de los ramos-. Para la mujer más guapa -se dio la vuelta y le entregó el
otro a su hermana-. Y para la hermanita más peleona... -Los tres estaban
sorprendidos, no sabían que pensar. Quien les iba a decir, que aparecería
aquella noche de tan buen humor... Algo debía de haber ocurrido-. Siento llegar
un poco tarde, pero antes de salir de casa me ha sorprendido una llamada -se
disculpó con sinceridad.
-¿Quién era? -preguntó Susana,
para acallar la curiosidad que les carcomía a todos.
-OH, era Dani -contestó
despreocupado-. Me llamaba para invitarme a cenar, con su mujer Sasha.
-AH -respondió
desilusionada-. ¿Y ya está? ¿Eso era todo?
-Sí -contestó él, sin
extrañarse por su interés. Sabía que todos, se pensaban que era Leslie quien
había llamado. No pensaba contarles nada. No quería tenerlos aún más pesados de
lo que ya eran.
-¿Y las flores?-seguía
preguntando.
-Que yo recuerde, siempre
os he regalado flores -se excusó-. Bueno, ya sé que llevaba un tiempo que no...
-Ya vale de tantas
preguntas -interrumpió María, al comprobar que su hijo no pensaba soltar
palabra. Algo había ocurrido, para que
tuviera aquel brillo en la mirada. Pero tendrían que aguantarse, como siempre-.
Todo el mundo a la mesa, que ya va siendo hora y seguro que estáis hambrientos.
Eran cuatro, los días que
habían pasado. Aún recordaba la sensación extraña, que le había recorrido por
todo el cuerpo cuando la había dejado en casa. Era como si la hubiese
acariciado con sus manos, produciéndole una agradable sensación de bien estar.
Y parecía, como si nunca se hubieran llegado a conocer y aquel parecía su primer encuentro. Como dos desconocidos,
tratando en el menor tiempo de conocer al otro y agradarle todo lo mayor
posible...Como estaba tan confusa, habían tomado la decisión de no contárselo a
nadie. Mejor, así no la incordiaban aún más. Y esperaba que Ben, hiciera lo
mismo.
Ahora, ya no salía a
correr por las mañanas. En vez de ello, salía a caminar un poco como le había
recomendado la doctora. Pero de todas maneras le iba bien, por que Tor tenía
que hacer su ejercicio habitual. De manera que seguía haciendo su mismo
recorrido. Cuando llegó al cruce, que conducía a la casa de Bendelin, se paró
un momento con la sonrisa en la boca. Recordando la sorpresa que se llevó aquel
día, al averiguar que él vivía allí y lo guapo que estaba. Pero dejando los
recuerdos para más tarde, siguió su camino como todos los días hacía.
Pasaron cerca de cuarenta minutos, desde que se había
parado en el cruce cuando volvió a pasar por él, para ir a dar la vuelta.
Cuando de repente, entre los matorrales apareció un gato blanco, haciendo que
Tor fuera en su encuentro. Lo maldijo al momento. El gato se dirigía corriendo hacia
la zona de Bendelin, en un intento de escapar del perro. Estaba ya cansada y
apenas tenía ganas de ponerse a correr un poco, así que empezó a llamarlo a
gritos. Al ver que no le hacía caso, empezó a caminar deprisa por el camino.
Pero al parecer no iba a resultar fácil. El gato, entraba y salía de la maleza,
poniéndole los nervios de punta, por que no conseguía adivinar a ciencia cierta
por donde iban.
Al momento, escuchó el
ruido de un coche que se acercaba a ellos. Primero miró detrás de ella, pero no
vio nada en el recto camino. El temor iba subiendo por sus venas, cuando vio
que venía por delante, pero que no lo veía por culpa de la curva que hacía el
maldito camino, totalmente cubierta por árboles y plantas.
Empezó a dar gritos
desesperados a Tor, temiéndose lo peor. Por un momento, no aparecían ni él ni
el maldito gato por el camino, y rezaba por ello. Sus piernas empezaron a
moverse más deprisa en dirección a la curva, por si tenía que detener al coche.
Estaba llegando al principio de la curva, cuando empezaba a ver algo del coche.
Pero de pronto dos sombras salieron de los matorrales, pasando como dos balas
por delante del coche, haciendo que el conductor se llevara un susto y apretara
el freno en un golpe seco. Pero fue en vano. La gravilla hizo que éste derrapara de costado y en dirección a
ella... Asustada por el cambio de último momento, reaccionó rápido al quitarse
del medio y viendo como todo aquel conjunto de hierro, chocaba bruscamente
contra el árbol.
Todo parecía pasar a
cámara lenta. Dos sombras cruzándose por delante de él, pisar el freno y en
medio de aquel caos ver como se dirigía en dirección a Leslie. ¡Dios! Suplicaba
por que todos fuese una alucinación y no se encontrara allí, porque ya era
tarde para que él hiciera algo.
Rápido, tenía que darse prisa
en ver si el conductor se encontraba bien. Ya había visto como Tor se había
parado a un lado del camino. Estaba asustado, al ver como aquella enorme sombra
se le echaba encima. Se acercó a la puerta del conductor, que por fortuna era
la que no había recibido el impacto. ¡No! Allí dentro, se encontraba Bendelin
con la cabeza apoyada en el volante. El miedo volvió a recorrerle por las
venas, pero aquella vez con más furia...
Mientras sus ojos se empañaban por las lágrimas, empezó a tirar nerviosa de la
manilla...
-¡Bendelin! -gritaba
mientras daba un fuerte tirón a la manilla-. ¡Bendelin, por favor! -volvió a
llamarlo, al segundo tirón y consiguiendo abrir la puerta. Cogió al hombre por
los hombros y le reclinó hacia atrás en el asiento-. ¡Despierta, por favor! -Lo
miró a la cara con gran desesperación, viendo un pequeño corte encima la ceja
derecha. En aquel momento, el hombre abrió los ojos soltando un gemido de dolor
llevándose la mano a la ceja-. ¡OH, Bendelin! -Leslie se echó a sus brazos.
Estaba contenta al ver que éste se despertaba-. Me has dado un susto de muerte
-Aún seguía un poco confundido por todo, pero no le impidió que rodeara con sus
fuertes brazos aquel cuerpo tembloroso. El cuerpo de su amada esposa, y soltó
un suspiro de alivio al comprobar que estaba ilesa.
No paraba de llorar. Se
apretaba cada vez más a él, consiguiendo que Bendelin sonriera de forma tonta,
al poder comprobar por fin, los sentimientos de ella hacia él. Una enorme
felicidad le corrió por todo el cuerpo, haciendo que la abrazara con más fuerza
y con pequeños susurros empezara a tranquilizarla.
-Ya está, princesa -le
acarició el cabello-. Ya ha pasado el susto.
-No vuelvas hacerlo nunca
más -levantó la cabeza, para mirarlo fijamente a los ojos y descubrir que éste
estaba sonriendo-. ¿Se puede saber qué tiene tanta gracia? -preguntó, un tanto
molesta.
-Nosotros, mi pequeña -le
puso ambas manos alrededor de su cara y le alzó el rostro hacia él, para juntar
sus bocas en una delicada caricia.
No pensaba luchar. Llevaba
mucho tiempo peleando contra las fuertes ganas de volver a sentir como sus
labios eran devorados por los de él. Levantó sus brazos y los puso alrededor
del cuello de su amado, para que éste profundizara más. Y así fue. Bendelin
apretó su fuerte pecho contra sus senos y abrió con desesperada pasión, sus
dulces labios con la lengua, para adentrarse en un laberinto de sensaciones.
No sabían cuanto tiempo
pasó, hasta que fueron interrumpidos por la grave voz de un hombre.
-Discúlpenme -dijo un poco
avergonzado por interrumpirlos-, no quisiera molestarlos, pero he escuchado el
golpe y me he acercado para comprobar qué había ocurrido- de mala gana, Ben
separó sus labios de Leslie y se giró atender al preocupado hombre-. ¿Se
encuentran bien?
-Sí, muchas gracias -le
sonrió, cuando en verdad deseaba gritarle que los dejara en paz para poder
seguir con lo que estaban haciendo. Había pasado muchas noches y horas en el
trabajo, soñando con poder volver a probar aquel dulce manjar. Y por fin,
después de mucho tiempo lo conseguía y era molestado por una persona.
-¿Quiere que llame a una grúa?
-Volvió a preguntar, sin ninguna gana de marcharse aparentemente.
-No, gracias -volvió a sonreír,
pero transmitiéndole con la mente que se marchara y los dejara en paz. De
acuerdo, estaba siendo muy egoísta, pero es que por fin...-, tengo mi teléfono
móvil aquí y el teléfono de mi empresa de seguros.
-De acuerdo -les sonrió-,
en ese caso yo me marcho en vista de que no hago falta. Que pasen un buen día,
y siento lo de su coche -dijo despidiéndose.
A Bendelin, le eran igual
los daños que hubiese sufrido su coche. Lo que le importaba verdaderamente, era
que volvía a tener en sus brazos a su bella esposa. Ahora se la llevaría a su
casa, en donde hablarían larga y tendidamente. Y le pediría que hiciese las
maletas y se mudara allí, ya habían perdido mucho tiempo tontamente. Sonrió
para sí. Por mucho que quisiera, su mujer tomaba sus propias decisiones por sí
misma, de manera que por mucho que él quisiera ella es quién diría la última
palabra. Solo le quedaba rezar, como no paraba de hacer desde que la había
conocido.
-Será mejor que coja y
llame a la aseguradora, para que vengan a llevarse el coche -dijo vagamente.
-Lo siento mucho -se
disculpó aún abrazada a él-. Si Tor no hubiese perseguido a ese gato...
-No pasa nada, cariño
-sonrió dándole las gracias al animal por haberse cruzado en su camino y darle
aquella nueva oportunidad con Leslie-. Ahora se lo llevaran arreglar y quedara
como si no hubiese ocurrido nada.
-Quieres decir -añadió con
temor-. Creo que ha quedado muy mal.
-Bueno, pues si no tiene
arreglo -dijo sin enfado-, no me quedará más remedio que ir al concesionario
para adquirir otro modelo.
-Suerte que no eres de
esos, que están obsesionados con sus coches...
-De eso, será mejor no
hablar -empezó a moverse para salir del coche.
-¿Qué quieres decir con
ello? -preguntó al haber soltado él, aquel comentario.
-Bueno, pues que éste todo
terreno significaba mucho para mí -la miró por un momento, ya fuera del coche
los dos-. Con él, he llegado a ganar unas pocas carreras de montaña y realizado
algunos viajes...
-Vaya lo siento mucho
-dijo sinceramente-. Cuando acaben de arreglarlo, me pasas la factura que ya me
encargo yo.
-Leslie, Leslie -sonrió acercándose
a ella y posando las manos en sus hombros-, por que siempre estas tan a la
defensiva con migo -le rozó los labios instantáneamente-. Sabes perfectamente,
que no quería decir eso con mi comentario...
-Perdona -se disculpó
agachando la mirada-. Es el instinto que tengo...
-Pues conmigo más vale que
te lo guardes, sino quieres pelea -bromeó posando con suavidad su frente contra
la de ella-. Será mejor que haga esas llamadas.
Bendelin hablaba por teléfono,
mientras observaba como Leslie se sentaba junto a un asustado Tor, en un lado
del camino. Después de determinar el lugar en donde estaba el coche, llamó a
Matt para comunicarle que esa mañana no le esperara muy temprano en la oficina.
Como era de esperar, éste le preguntó el motivo pero él no le dijo nada,
aumentando así la preocupación hacia él por el humor que tenía últimamente.
-¿Y bien? -preguntó
Leslie, al ver que se guardaba el teléfono en el bolsillo del abrigo.
-En quince minutos estarán
aquí -dijo mirando a su alrededor-. Será mejor que vayamos a mi casa, hace
mucho frío para que estemos aquí quietos.
-Perfecto -aceptó levantándose
del suelo y Tor detrás de ella-, así te curaré la herida que tienes en la ceja.
-Mmm, tu haciendo de enfermera
-pronunció sensualmente.
-Atrévete hacer algo y
tendrás que acudir enserio al hospital.
-Aguafiestas -le reprochó
Bendelin, mientas se introducía nuevamente en el coche para sacar su maletín.
-Dime todo lo que quieras,
pero no vas a conseguir nada de mí -empezó
a caminar en dirección a la casa.
-¿Ni siquiera un beso como
los que me has dado antes?
-Ya veremos... -sonrió con
travesura-. Depende de lo buen chico que seas.
-No vas a tener ninguna
queja -se ilusionó, emprendiendo el camino con ella-. Me estaré muy quietecito.
-¡Hay! -volvió a quejarse
el hombre.
-Pero mira que llegas a
ser quejica -rió a carcajada.
-A mi no me hace tanta
gracia -dijo poniendo un puchero.
-Tanto hacerte el macho y
eres, peor que un crio a la hora de la verdad -Volvió a reírse de él.
-Vaya, veo que le estas
pillando el tranquillo a esto de burlarte de mí -la cogió de sorpresa, al
pasarle los brazos por la cintura y sentarla de un tirón suave en su regazo-. Y
por eso te mereces un pequeño castigo -sonrió travieso.
-Bendelin, me prometiste
que te estarías quietecito -intentó quejarse entre risas.
-Verás, cariño. Los niños
solemos mentir alguna que otra vez -la miró a los ojos, para que viera que no
tenía nada que hacer, ante lo que se proponía hacerle.
-¡Bendelin, por favor! -se
reía y chillaba a la vez, pidiéndole que parase cuando éste empezó hacerle
cosquillas con los labios, en la base del cuello.
-No -sonrió feliz,
volviendo con el castigo.
Se encontraba Pedro en la
cocina arreglando unos estantes, cuando entró su esposa Helen con una gran
sonrisa en su expresión.
-Ahora se encuentran en el
aseo de aquí abajo -le confesó en un susurro-. Tienen que estar bromeando, por
que ella no para de chillarle entre risas...
-Bueno, pues déjalos
tranquilos -le regañó-. No vaya a ser que lo estropees todo.
-¿Estas convencido como
yo, de que están enamorados y hechos el uno para el otro? -le susurró con alegría.
-Sí -afirmó-. Ya era hora
de que sentara la cabeza y, con una mujer de verdad.
-Cierto, esperemos que no
vuelva aparecer por aquí la lagarta de Verónica...
-No sé que decirte...
-dudó por un momento-. Hace mucho que no
viene hacer una pequeña visita. No me extrañaría que viviera a meter las
narices, si se entera de que va con esa joven.
-Dile a Helen que cocina
de maravilla -dijo, mientras devoraba otro trozo de tarta de manzana. Mientras
Bendelin disfrutaba viéndola comer.
-Creo que lo adivinará,
cuando le diga que no me has dejado ni un trocito para mí -bromeó.
-Me has dicho que no te
apetecía -lo acusó, mientras se chupaba los dedos con el caramelo que había
dejado la tarta.
-Tranquila, iba en broma.
-Bien -lo miró con pena-.
Lo siento mucho pero tengo que marcharme. Tengo una reunión con un cliente muy
importante.
-Seguro que no puedes
cambiarla -le pidió.
-No, ya es la segunda vez
que lo hago con él -se levantó del sofá con desgana.
-Está bien, pero que
conste que no me alegra mucho -le advirtió-. Se supone que me tienes que
vigilar el golpe.
-¡Que niño! -lo acusó
divertida.
-¿Me permites que te
acompañe a casa?
-De acuerdo, con lo que he
comido no creo que pueda andar mucho.
-Exagerada -se acercó a
ella y la levantó en brazos-. Si no pesas nada... -la miró a los ojos
divertido-. Deja que te ayude un poquito a llegar al coche.
-Por favor, déjame en el
suelo -se rió-. Qué dirá Helen cuando nos vea.
-Posiblemente, pensará que
hemos hecho el amor en el sofá del salón y como buen amante que soy, te llevo
en brazos por que estas muy agotada.
-¡Bendelin! -lo riñó, pegándole
en el brazo pero sin poder ocultar una sonrisa ante aquella sugerencia.
-¡Hay! Me has hecho daño, princesa
-la miró divertido al ver que tenía sus mejillas totalmente sonrojadas.
-Te lo mereces por el
comentario que has hecho.
-Pero bien que te hubiera
gustado que fuera cierto -sugirió de buen humor-. ¡Hay! Cariño, me has vuelto
hace daño.
-Y más que te haré, como
vuelvas abrir esa boca tuya.
-Si lo hago, será para
besarte esos labios... -vio como volvía a mover la mano en dirección a su
brazo-. Ni se te ocurra, sino quieres acabar en el fango.
-Pues cállate de una vez.
-Estas guapísima cuando te
contienes el enfado... Vale, vale ya paro... -abrió la puerta del coche y la
sentó en el sillón.
-Date prisa que no voy a
llegar a tiempo -lo urgió, al ver que se tomaba su tiempo al ponerle el
cinturón de seguridad-. ¡Bendelin! Que tengo que cambiarme de ropa.
-Pues a mí me gusta mucho
tal como vas ahora...
-A ti te gusta todo, con
tal de hacerme la pelota -bromeó.
-Mujeres... -cerró la
puerta y se dirigió tras el volante-. En menos de cinco minutos estarás en la
puerta de tu casita.
-Tampoco hace falta que
corras mucho -lo reprimió-, No creo que me guste ver cómo te vuelves a chocar.
-No te preocupes,
llegareis de una pieza -sintonizó una emisora de radio y puso el coche en
marcha.
Estaba contenta, por que
había pasado la mañana junto con Bendelin y no se habían peleado para nada. Nuevamente
habían vuelto hacerse los despistados en el tema del embarazo, pero no le
preocupaba mucho. Porque ya llegaría el momento para ello.
-Has estado toda la tarde
de muy buen humor y con la cabeza y los pies en su sitio. ¿Te ocurre algo que
deba saber? -preguntó Dani, en cuanto la reunión se acabó y se sentaran para
comer la comida china, que habían pedido por encargo.
-Sí, que estoy embarazada
y no paro de comer -bromeó.
-En serio Leslie
-insistió, sin creerse la excusa.
-Qué quieres qué te diga.
Es normal en una mujer embarazada, que
su estado de ánimo cambie cuarenta mil veces en un solo día.
-Entiendo, sigues sin
querer contarme nada -tomó un sorbo de su cerveza-. Cuánto tiempo piensas
tenerme castigado por lo que hice -señaló molesto.
-Mejor que calles,
respecto a ese tema si no quieres que vaya de mal en peor. Y dime, cómo está
Sasha últimamente.
-Bien, le duelen un poco
las piernas pero está bien...
-Me pasaré una tarde de
estas para hacerle una visita.
-Muy graciosa -le
reprochó-, pero ya se lo diré ésta noche. ¿Y tú, cómo vas?
-Oh, bien... No paro de
comer -sonrió feliz.
-¿Y el padre? -se atrevió
a preguntar.
-Supongo que bien -se
levantó y empezó a recoger sus cosas, escondiéndose la cara con el cabello por
temor a que le viera sus emociones-. No sé nada, desde más de un mes.
-¿Y no piensas en
llamarlo, para comunicarle que el embarazo marcha bien? -volvió a preguntar,
utilizando un tono un tanto extraño.
-¿Qué es lo que buscas?
-le inquirió con brusquedad.
-Perdona -intentó hacerse
el despistado.
-Ya sabes. ¿Qué es lo qué
quieres averiguar con tantas preguntas?
-Nada -seguía haciéndose
el despistado-. Yo solo preguntaba, por saber que es lo que hacía el futuro
papá.
-Pues en ese caso, pregúntaselo
a él -dejó lo que estaba haciendo, se acercó al escritorio y cogió su maletín-.
No sois para eso viejos amigos -le soltó en modo de reproche-. Aquí te
quedas... Yo ya he trabajado suficiente por hoy.
-Leslie -se levantó del
sofá y corrió a ella-. Lo siento, no quería molestarte con mis preguntas -ésta
se giró a él, para mirarlo asqueada.
-Pues ya ves, lo habéis
conseguido -sonrió forzadamente-. Sí, tú y todos. De acuerdo que os preocupéis
pero hay cosas que no os incumben.
-¿Qué culpa tenemos?
-Escúchame bien -lo miró
desafiante-, procura cuidarte a ti y a tu esposa, y déjame vivir a mí. Por que
el que seas mi amigo, no te da ningún derecho a escoger mis decisiones -Acto
seguido, le cerró la puerta en las narices.
Se sentó tras el volante
de su viejo coche con las manos apoyadas en el volante. No iba a conducir,
hasta que se calmase un poco. Además, no sabía qué hacer. Su amiga Laura,
trabajaba hasta las siete y no pensaba asomarse por la oficina de Roxana.
Seguramente se encontraba allí su padre y empezaba avasallarla como había hecho
Dani. Estaba harto de todo aquello. ¿Con qué derecho tomaban decisiones por
ella?... Resopló, por todos los sofocos que le causaban los demás. Mejor era no
visitar a nadie. Y como no tenía trabajo que realizar, decidió ir hacer la
compra de la semana por adelantado. Un poco más animada, se dirigió al
supermercado que había cerca de su casa.
¡Dónde tenía ésta gente,
la salsa bechamel! Por más vueltas qué daba, no la encontraba. Y estaba
empezando hartarse un poco. Había una joven que no paraba de encontrarse
ocasionalmente con él, por todos los concurridos pasillos. Todas las veces se
le enganchaba del brazo, sin parar de sonreír tontamente y diciéndole que por
lo visto, el destino quería que se encontraran. Bendelin le sonreía, y con una
pequeña disculpa se separaba y escapaba lo más rápido posible.
En una de sus huidas, al
girar en uno de los pasillos se chocó con una persona pisándole el pie.
Provocando que ésta soltara una exclamación de dolor y consiguiendo, que la
pesada joven se acercara y se le enganchara nuevamente.
-Lo siento mucho -empezó a
disculparse, pero se calló al encontrarse a Leslie con una mueca de dolor en el
rostro y los ojos vidriosos. Entonces empezó a reírse a carcajadas.
-¿Qué tiene tanta gracia?
-preguntó la joven, con gran curiosidad. No sin soltarle antes, una mirada
llena de celos a Leslie.
-Por lo visto, nuestros
caminos están destinados a ser accidentales, princesa. Y ésta vez, reconozco
que la culpa ha sido mía... -le mostró una irresistible sonrisa, a la cual no
se pudo resistir. Ignorando también por el momento, a la joven que tenía
colgada del brazo.
-¿Qué os conocéis?
-preguntó con voz melosa.
Leslie, pudo observar como
Bendelin soltaba un desesperado suspiro. Por lo visto, aquella jovencita se le
había enganchado y no lo soltaba para nada. No le extrañaba, estaba guapísimo
con aquella gabardina que ocultaba su maravilloso cuerpo, cubierto con unos
tejanos negros y un jersey de cuello alto color crema.
-Por supuesto -lo miró
sonriente a los ojos, para después dirigirse a la joven muchacha-. Éste
caballero a quien usted tiene cogido del brazo, es mi marido. Y le rogaría, que lo soltase cuanto antes por
su bien -Bendelin le guiñó el ojo, dándole las gracias por su rescate. Mientras
que la joven se ponía roja como un tomate y huía de allí.
-Gracias -dijo después de
observar, como salía la muchacha disparada de allí-. ¿Te duele mucho?
-¿Qué? -preguntó sin
comprender.
-El pie -contestó, sin
dejar de sonreír al ver lo despistada que iba.
-¡Ah! No, no me duele ya
-sus mejillas se tiñeron un poco, por su estupidez-. ¿Qué haces aquí?
-Comprar un par de cosas,
para la cena de hoy.
-¿Qué no tienes a Helen?
-¿No te lo he dicho ésta
mañana? Ella y Pedro, se han marchado a Francia esta mañana después de que te
llevara a tu casa. Por lo visto, la hermana de Pedro se ha caído por las
escaleras y se ha roto una pierna y varias costillas... Y bueno, les he dicho
que estén el tiempo que les haga falta.
-¿Y quién te va a cuidar?
-preguntó con curiosidad.
-Mujeres -soltó-. Acaso
pensáis, que todos los hombres son iguales.
-Sí -contestó sin
pensárselo dos veces.
-Pues éste que está aquí
-se llevó una mano al pecho con orgullo-. Es diferente a los demás.
-No me lo digas... Tú te
cambias de ropa interior todos los días -bromeó.
-Que simpática que llegas
a resultar... Verás, yo sé cocinar y no me refiero solo a tortillas. También
planchar y todas las demás tareas.
-Bueno en ese caso -se
burló-. ¿Te importaría que te contratase como hombre de la limpieza?
-Tengo que llevar uniforme
-le siguió el juego.
-Sí.
-En ese caso, lo siento. A
mí me gusta tener libertad de movimiento mientras hago las tareas. Así que lo
hago siempre desnudo.
-¡Bendelin! -le pegó en el
brazo.
-¿Qué? -sonrió.
-¡Vale ya de tanta broma!
-Pero si no es broma -se
defendió.
-¡Por favor!...
-Está bien, princesa
-reconoció con pesar-. Voy bien tapadito, aunque es toda una lástima.
-Presumido -lo acusó.
-Sí, sí -se mofó, mientras
cogía su carro-. Per apuesto que te gustaría...
-Eres imposible -cogió un
bote de salsa rosa y lo depositó en su carro.
-Oye, sabes en donde
tienen puesto el bechamel -le preguntó, recordándose de que estaba buscándolo.
-Sí, delante de ti a la
altura de tus rodillas.
-¡Por fin! -exclamó
aliviado, al tenerte entre sus manos la salsa-. Es que con aquella pesada, me ponía de los nervios y
no veía apenas nada.
-Es raro que no la
invitaras a cenar -expuso con recelo.
-¿Y por qué iba hacerlo?
-levantó una ceja-. Ah, ya veo -le dijo con un poco de reproche-. Como soy un
playboy, tengo que invitar a toda mujer que se me ponga a tiro.
-Mas o menos...
-Pues no es cierto. Por
que tú eres la única, que ha cenado en mi casa.
-Pero no soy una de esas,
que después de cenar fuera a dormido en tu cama -dijo un poco exaltada y tal
vez celosa.
-¿Celosa! -preguntó con
picardía-. Pero para tu información y aunque no te lo creas, no ha dormido
todavía ninguna mujer en mí cama -inquirió-. La primera que lo ha hecho has
sido tú. Y encima sin que ocurriera nada.
-¡Mentiroso! -gruñó.
-Como quieras -empezaba a
cansarse de discutir siempre el mismo tema-. De acuerdo que me he acostado con
mujeres. ¡Soy una persona! Y como tal, tengo necesidades como todo el mundo.
Pero aquello, de que cada dos por tres con una mujer diferente, es mentira... -
tomó aire y vio como algunas de las personas que pasaban por allí, los miraban
con curiosidad-. Por que en mi vida, solo ha habido dos mujeres. Las demás que
salen en las revistas y programas... ¡Falsas! Lo hacen para presumir o para
conseguir una exclusiva y algunas, aunque no lo parezca son amigas mías, que
solamente les estaba haciendo un favor... -soltó al fin un profundo suspiro,
como para aliviarse del enfado.
No esperaba que se
enfadasen tanto... ¿Dos mujeres? ¿Quienes serían? Entraría ella en esa corta
lista, como él decía. Oh, a lo mejor como no la amaba no estaba incluida. Y en
ese caso, estaría en aquellos momentos con alguna mujer. Esperaba que no. Puede
que éste se hubiera cansado un poco de tanto ir detrás, y ella solo hacía que
darle la espalda. Tampoco le había vuelto a proponer que se fuera a vivir con
él. Y tampoco había mostrado el mínimo interés por su hijo... ¡Dios mío! Cabía
la posibilidad de que Bendelin hubiese conocido a alguien... Había tardado
mucho en decidirse si le iba a conquistar el corazón. Y ahora, puede que lo
hubiese perdido. Lo miró con sus ojos vacíos, a los suyos llenos de seguridad
y... ¿Amor? Imposible. Por unos instantes le había parecido ver aquel
sentimiento en la mirada del hombre. Lo amaba y no había nada que lo pudiese
cambiar. Ya basta de tanta tontería. Fuese quien fuese la otra mujer, ella iba
a intentar conquistarlo.
-Lo siento, yo... -intentó
disculparse, pero él la interrumpió con arrepentimiento después de como ella lo
hubo mirado a los ojos.
-No, quien tiene que
disculparse soy yo -le acarició la mano-. No debería de haberme enfadado así...
-Pero he sido yo quien...
-Nada, mujer -sonrió-. Que
por lo visto he vuelto a la vieja usanza de gritarte o enfadarme contigo, en
cuanto te veo.
-Somos polos opuestos
-bromeó.
-¿Sabes que los polos
opuestos se atraen? -ya volvía a ser el Bendelin de siempre.
-No empecemos -lo alertó-,
mientras empujaba el carro hacia la caja.
-Ahora no puedes decirme
que miento, por que sabes que es verdad -le dijo, mientras empujaba su carro
hasta ponerse a su altura-. Si no, pregúntaselo a tus labios en vez de tu
cerrado cerebro.
-Bendelin -protestó.
-Lo siento si te
molesto...
-Es igual -cogió una bolsa
de patatas, que había en el estante de enfrente y le preguntó-. ¿Vas a cenar
solo esta noche? -Vaya, estaba sorprendida. Jamás había sido tan lanzada en lo
que respectaba a invitar a los hombres.
-No -respondió
esperanzado. Consiguiendo que la expresión de la mujer se quedara bloqueada, sin saber que
responder.
-Así que después de todo
ese rollito que me has dado, igualmente ya te has buscado compañía -lo miró de
arriba abajo, fulminándolo con la mirada-. Veo que no pierdes el tiempo.
-Soy un hombre con
recursos -sonrió débilmente-. Pero te digo una cosa, no empieces a pensar mal.
-¿Quien lo hace? -indicó
un tanto molesta.
-Tú. Leslie, querida...
Tengo familia. No hace falta que invite a una mujer. Si no, de que me sirve
como dices tú, de que te soltara el rollo de siempre con mis conquistas.
-¿Entonces, se puede saber
quién es? -preguntó con recelo.
-Eso, ya lo sabrás a su
debido tiempo -le comunicó son sonrisa torcida.
-Entonces, será cuando
vengas a pedirme los papeles del divorcio... -intervino burlonamente.
Bendelin sonrió ante el
malicioso comentario de su querida esposa-. Si me permites, me tengo que
marchar a prepara la cena para mi invitada.
La dejó allí sola y
sorprendida... Menudo morro tenía. ¿Cómo podía estar enamorado de él? Bastante
enfurruñada consigo misma, se dirigió a caja comprobando con desilusión, que
Bendelin ya había desaparecido.
9º, CAPITULO.-
Tres horas después de salir
del supermercado, llegaba agotada y hambrienta a su casa. Al salir de allí estaba tan enfadada con Ben,
que había decidido dejar las bolsas de la compra en el coche y mirar un poco los escaparates de las tiendas que había cerca.
Al final, había comprado unas
cuantas cosas... Como un par de peluches, para su niño cuando naciera y un par
de juegos de sábanas, para la cuna. Acababa de dejar
las bolsas en el comedor, cuando sonó el timbre de la casa. Soltó un suspiro…
Esperaba que no fuese
Dani, pidiéndole explicaciones de donde había estado toda la tarde. ¡Pero no! La sorpresa
invadió rápidamente en su cara, al hallarse un chico cerca de los diez años si es que los tenía,
con un enorme ramo de rosas rojas en sus pequeños brazos.
-¿La señora Van
Holden?
-¿Qué? -¿Había
oído bien?... Ese chico, había dicho Van Holden...
-¿Se encuentra en casa la
señora Van Molden? -volvió a preguntar el chico con una sonrisa.
-Sí, soy yo... -Vaya, ya sabía quién
le enviaba ese ramo de rosas tan precioso... ¿Pero con qué derecho, iba
diciendo que era su esposa? Pero le era imposible enfadarse, ante un detalle
tan precioso. Aunque no sabía que motivos se escondían tras él. El joven le entregó el ramo
con mucho cuidado, para no estropear las delicadas flores-. Oh, espera un momento que te
de... -le dijo, cuando vio que el joven se disponía a marcharse.
-No hace falta señora -le
agradeció-. Su marido, ya se ha encargado de ello -Y rápidamente desapareció por la
esquina.
Cerró la puerta asombrada, y se dirigió a la cocina
a poner las rosas en agua. Estaba muy
confusa. No entendía el por que le enviaba aquellas rosas, y aquel niño no tenía ninguna pinta de trabajar en una
floristería como repartidor...
Después de dejarlas en la
mesilla de su dormitorio, y de aspirar su embriagador perfume, por última vez.
Volvió al comedor, para guardar las cosas que había comprado, antes de darse un
relajante baño y prepararse alguna cosa para cenar.
Se encontraba en la bañera
rodeada de espuma, y acompañada de música clásica. Pero aun así no conseguía
relajarse, por que solo hacía que imaginárselo con una bella modelo acompañándolo
aquella noche y sus nervios se alteraban. No podía creerse que tuviera la desfachatez, de
estar convenciéndola que se fuera a vivir con él. Y que le regalase flores, para después,
presumir en sus morros que se citaba con mujeres, por entretenimiento suyo.
Ya se encontraba enfrente de
la nevera, con su viejo pijama y la bata encima, intentando escoger entre sí
preparase una tortilla con champiñones o de jamón york, cuando volvieron a
llamar a la puerta. Con un poco de pereza se dirigió abrirla, llevándose
otra vez una sorpresa, al hallarse en la puerta a un chico de unos veinte años
aproximadamente, con una enorme caja y una rosa, clavada en el lazo de la ésta.
Se fijó en la rosa, y pudo comprobar que era igual a las del ramo que había
recibido aquella tarde por parte de Bendelin. Por lo tanto, suponía que aquello
era nuevamente obra de su queridísimo playboy.
-Buenas noches, la señora Van Molden -preguntó el joven educadamente.
-Sí, yo misma -un poco aturdida, aceptó el paquete y fue a pedirle
al joven que esperara un momento. Pero nuevamente, su marido también se había
encargado de darle propina al recadero. Así que deseo las buenas noches al
joven, y entró rápidamente al comedor para abrir el paquete.
Primero, separó la delicada rosa del lazo para
olería por un momento y ponerla a un lado de la mesa. Desprendía el mismo
perfume, que las del ramo. Dulce y delicado. Después, tiró del lazo y levantó
la tapa de la caja, soltando una exclamación al descubrir un precioso jersey
blanco de cachemir. Estaba más que sorprendida. No entendía el por que de todo
aquello. Lo sacó de la caja con mucho cuidado, acercándoselo a la cara para
notar la suavidad de éste. Iba a su habitación ha probárselo, cuando volvió a
escucharse el timbre de la puerta. Se paró a medio caminar. Siendo la hora que era, no podía ser nadie
más que el autor de todos aquellos regalos. Con una sonrisa en los labios, fue
abrir la puerta. Pensando que por fin sabría el por que de todo aquello. Pero
la sonrisa se esfumó, al encontrarse en la puerta al mismo joven que antes,
pero con otro paquete y con otra rosa. Aquello ya le estaba mosqueando un poco.
No entendía el por que no aparecía él y se lo entregaba todo de una vez. Aunque
la verdad, le estaba gustando mucho aquel juego. Y al parecer el joven
recadero, tenía que pensar lo mismo por que intentaba contenerse la sonrisa, al
ver la cara de sorpresa de ella al volverlo a ver.
-Señora Van Molden -dijo entregándole el paquete,
con sumo cuidado.
-Gracias y espero que mi marido le esté dando una
buena propina, por todo este juego -dijo en broma, consiguiendo que el joven le
sonriera abiertamente.
-No se preocupe, su marido sabe lo que hace -le
contestó-. Buenas noches.
-¿Seguro que son las buenas noches definitivas? ...
-preguntó sonriendo. Pero el joven solo levantó el brazo a modo de despedida,
antes de girar en la esquina.
Cerró la puerta y con gran entusiasmo se dirigió al
comedor, para abrir el paquete. Como antes, sacó con cuidado la rosa y volvió a
inhalar el suave perfume de ésta. Después la depositó en la mesa, junto a
la otra rosa. Tiró del lazo y levantó la tapa de la caja, hallando una preciosa
falda larga de punto gordo, color negra. Desde luego, se podía decir que si
había sido Bendelin quien había escogido la ropa, tenía muy buen gusto para
ello. Cogió las dos prendas, para ir a su habitación y probárselas, pero fue
interrumpida cuando el timbre de la puerta volvió a sonar.
Ya no sabía que pensar ni que hacer. ¿Pero qué
demonios se proponía Bendelin? Sería ahora él, o volvía a ser el joven muchacho
con otro paquete. Y la verdad, no sabía que es lo que le iba a traer ahora.
Pero como el próximo paquete se tratara de ropa interior, se podía ir tragando
la falda, el jersey y las rosas… No, las rosas no, que le gustaban mucho.
Era el joven recadero, con una enorme sonrisa en la
cara y un sobre en sus manos. Por lo visto, este se lo tenía que estar pasando
bomba, con ella. ¿Y que es lo que habría en aquel sobre? Cuando se encontrara
con Bendelin le diría... La verdad, no sabía que le diría después de todo
aquello.
-Señora Van Holden -sonrió.
-Gracias por todo...
-Robert James, señora -le contestó encantado.
-Pues muchas gracias por todo Robert, mi nombre es
Leslie. Después de todo esto, creo que ya nos conocemos lo suficiente como para
tutearnos. Y espero que éste sea el último viaje para que puedas marcharte a
cenar a tu casa, que ya es tarde.
-Si todas las entregas fueran como estas, no me
importaría para nada el plegar tarde todos los días, para poder ver una sonrisa
tan bonita como la suya.
-Vaya, veo que estas hecho todo un donjuán -sonrió-.
Y espero que no haya sido obra de mi marido. Si no, temo por las jovencitas de
éste barrio -el joven rió, para después despedirse de ella y volver a
desaparecer por la esquina.
Tuvo la gran curiosidad, de dirigirse hacia la
esquina para comprobar por si Bendelin se encontraba allí, dándole ordenes al
joven recadero. Pero no había nadie. La calle estaba solitaria salvo por
Robert, que se iba alejando tranquilamente a la luz de las farolas.
Con gran apresuramiento,
volvió al comedor junto a todas las entregas que Bendelin le había enviado.
Para respirar profundamente, antes de abrir con manos nerviosas el sobre
blanco.
"Querida Leslie, estate preparada a las diez en
la puerta de tu casa.
Bendelin."
¿Ya está?.... Todo ese numerito, para enviarle una
nota en donde volvía a imponer ordenes. O eso, o Bendelin era un hombre muy
poco romántico. Bueno, romántico era al haberle enviado todo aquello con aquel
juego. Pero se podía decir que no era un hombre de palabras románticas.
Pensándolo bien, no perdía
nada por vestirse para estar lista a las diez. Así podría averiguar de una vez
por todas, que es lo que estaba pasando por la mente de aquel hombre. Mejor era
darse prisa, ya que solo faltaban quince minutos para la hora.
A las diez en punto, el timbre volvió a ser
protagonista. Consiguiendo que tuviese un pequeño sobresalto, al no saber quien se encontraría tras
la puerta. Podía tratarse
nnuevamente de Robert, o en
ésta ocasión definitivamente sería Bendelin. Sabía más o
menos, que la cena que iba
a preparar Bendelin era para ella. Pero no sabía si habría
alguien más. Por que tal
vez, podía estar invitada la mujer con la que Bendelin iba ahora.
Para comunicarle entre los
dos, que pedían el divorcio pero que vendrían de visita para el
bebé. Y que tal vez se lo
llevarían por vacaciones, como muchos padres solían hacer en
verano por sus hijos...
Entonces, de repente ya no tenía ganas de ir vestida con aquella
ropa, ni de abrir la puerta.
Pero tenía que hacerlo, por que algo dentro de sí la animaba asir
el picaporte con la mano,
y abrir la puerta con una sonrisa en el rostro.
Lo último que su cabeza se iba a imaginar,
era que al abrir la puerta se encontraría a un hombre uniformado y detrás de
este, esperándola una limusina color negra. El chofer de la limusina, le sonrió
y le entregó un pequeño ramo de rosas. Eran las mismas a las que había estado
recibiendo durante la hora pasada. Sonrió, por un momento al imaginarse a
Bendelin comprando todas las rosas que tenía la floristería, y la cara que
pondría la florista. El chofer le ofreció su brazo y la condujo a la limusina.
Dejándola sola en la parte posterior del vehículo. Bueno, sola... sola, no se
podía decir. Por que el interior del coche estaba lleno de rosas, inundando así
el ambiente de una fragancia dulce acompañada de la música de Celine Dion.
Ya se encontraba mucho más
relajada. Después de todas esas molestias que se había tomado, no podía estar
esperándola en su casa con otra mujer, para indicarle que quería el divorcio o
algún acuerdo semejante. Por la ventana, vio como acababan de traspasar la
gran verja de la casa de Bendelin. Y aquello hizo que sus nervios volvieran
aflorar un poco. Que le diría Bendelin nada más verla... Y como si la hubiese
escuchado, cuando la limusina paró enfrente de las escaleras, la puerta se
abrió y apareció más guapo que nunca.
Bajó con gracia felina las
escaleras, y con gran decisión abrió la puerta y asomó la cabeza con una
sonrisa arrebatadora de las suyas. A lo primero se hundió en el cómodo sillón,
por la timidez que le atacó repentinamente. Y en vista de ello, Bendelin le
ofreció la mano y llamándola con voz segura y calmada.
-Leslie, cariño... -y
haciendo acopio de todo su valor, apoyó su pequeña mano en la de él, sintiendo
rápidamente como las emociones que durante tanto tiempo había mantenido bajo
llave, florecían ante aquel leve contacto del hombre que amaba... Ya no había
marcha atrás. Sus ojos lo reflejaban y él, lo veía.
-Bendelin, yo...
-No digas todavía nada,
por favor -le pidió con voz suplicante.
Cuando entraron en el
salón, su respiración se contuvo al observar las molestias que había tenido
Bendelin a lo largo de aquella noche, solo para ella...
Delante de la chimenea,
había dispuesto una pequeña mesa adornada con un pequeño candelabro y un jarrón
con varias rosas de las muchas que le había regalado. Y para que se sentaran
cómodamente, había dispuesto de miles de cojines alrededor de ésta, todos de
diferentes colores pero sin dejar de ser preciosos. Y a un lado, había el sofá,
que suponía que era por si más tarde querían sentarse en él. Todo era muy
romántico...
***
-¿Espero que haya sido de
tu agrado? -preguntó en cuanto acabaron de cenar, con su voz aterciopelada,
haciendo que el bello de sus brazos se le erizara.
-Sí, muchas gracias...
¿Pero no entiendo, todo esto porqué? -logró articular al fin, en un hilo de
voz.
-¿Acaso todo lo que hago,
debe de tener una explicación? -le dijo con mirada
Irónica.
-Viniendo de ti, si.
-Pues no hay nada raro
-dijo con voz pausada acercándose a la chimenea, para añadir un tronco más-,
¿Acaso no puedo invitarte a cenar?
-Sí... -respondió con un
poco de cautela-. Pero es muy raro, Bendelin. Admítelo.
-De acuerdo Leslie,
tú ganas -dijo con sonrisa torcida al
darse la vuelta y acercarse a ella.
-Me parece que ya no quiero saberlo... -se apresuró a
contrarrestar con una débil sonrisa, al escuchar el tono y la decisión, con
que le contestó.
-¿Porqué? -enarcó las cejas al hacer la pregunta,
pero sus ojos la miraban con cierta burla.
-Bueno... -tomó con manos nerviosas la copa de agua
para darle un trago y así, poder disimular su nerviosismo.
-¿Me tienes miedo? -le
preguntó con voz seductora, consiguiendo que la boca se le secara del todo.
-Yo... Porqué, que tontería
-fue a responderle apresurada consiguiendo así no dar ninguna seguridad en sí
misma, al tartamudear un poco.
-No sé... como es de noche
y estamos completamente solos en la casa... -soltó la frase así sin más.
Consiguiendo sacarle de sus casillas por completo.
-¿Y? No creo que de la
noche a la mañana, te hayas convertido en un loco asesino. -Pero sí en un
empedernido seductor -respondió sin apartar la vista de sus ojos.
-Eso no es nada nuevo para
mí -se tranquilizó al comprobar que todo era una broma-. Desde el primer día
que te conocí, que te comportaste como tal.
-Y bien que a ti te gustó
-sonrió al haber conseguido sonsacarle un sonrojo por aquella sugerencia.
-Bendelin, por favor...
-Qué, mi princesa -susurró
con voz aterciopelada.
-... No empecemos de nuevo
-le reprochó soltando un suspiro.
-Pues de eso quería hablar
-sugirió con voz calmada y segura -, de volver a empezar de nuevo…
¡Qué! Había oído bien.
Bendelin había pronunciado por fin aquellas palabras... Por favor, esperaba que
todo aquello no fuera un fastidioso sueño.
Su corazón había parado de
latirle, ¡Maldita sea! Notaba como le faltaba aire. Y la culpa la tenían sus
nervios. Por que no sabían aguantar un par de frases, que llevaba mucho tiempo
intentando escuchar...
Uno, dos, tres... Contó mentalmente,
para después expulsar aire y conseguir normalizarse. Solo le faltaba montar una
escena en un momento como aquel... Bien, ya se encontraba lista para escuchar
lo que Bendelin quería decirle. No creía que se le declarara, pero su objetivo
principal era conquistarlo y si Bendelin le pedía que viviesen juntos, más
fácil lo tendría.
-¿Perdona, no te
comprendo? -mintió.
-Quiero que nuestra
relación vuelva a empezar -dijo con seriedad.
-Que yo recuerde, nunca
hemos tenido ninguna relación, ¿verdad?
-Si así lo crees
-contrapuso sin estar muy de acuerdo.
-¿Cómo que si así lo creo?
-protestó exasperada-. Que yo sepa, lo único que ha habido entre nosotros, es
un montón de tontas discusiones...
-Pero aparte sentimos lo
nuestro...
-Tú lo has dicho, lo nuestro
-enfatizó las dos últimas palabras con un gruñido-. Tú lo tuyo y yo lo mío... Y
por favor, si vamos a empezar otra de nuestras discusiones creo que será mejor
que me vaya.
-Aún no, por favor
-suplicó con voz profunda-. Te prometo que no voy hacerte enfadar...
-Pues de momento, ya has
empezado mal...
Bendelin se calló por unos
instantes. Aquella noche tenía que salir bien. Se lo prometió, cuando empezó a
idearla con mucho cariño para ella... Estaba claro, que tal como había empezado
hablar la había fastidiado, así que tenía que pensar en otra cosa. Su vida
dependía de los próximos minutos. Además, estaba seguro de que funcionaría bien.
Llevaban un tiempo encontrándose y no se enfadaban para nada. Todo era como si
fueran una pareja más... Por no mencionar el día del accidente... Aquello le
había dado grandes esperanzas, de que ella todavía pudiera sentir algo hacia
él. Y si así era, solo tenía que ir conquistándola poco a poco...
-¿Leslie, marcha todo
bien? -preguntó con voz cortada.
-Sí, el bebé está bien.
-¿Y tú? -volvió a
preguntar.
-Yo... -lo miró un momento
a los ojos, para encontrarse con una mirada profunda, consiguiendo que su
respuesta se prolongara un poco más-. Me encuentro bien. No tengo ningún mareo
matutino...
-¿De verdad?
-Sí -contestó esbozando
una débil sonrisa-. Acabas un poco más cansada de lo normal, pero todo marcha
bien.
-¿Me perdonaras algún día,
por cambiar tus planes de vida?
-Tonto sonrió-, ya estas
más que perdonado. Además, cada día se me hace más atractiva la idea de ser
madre. Y tú solo no tienes la culpa de esto -dijo agachando la mirada.
-Gracias... Para mí, la
idea de ser padre también me va gustando cada día más -lo creía, por que sus
ojos le decían la verdad-. Leslie, me gustaría que vinieras a vivir aquí
conmigo.
Si. Sus labios querían
contestar aquella palabra con muchas ganas, pero todo tenía su tiempo. Y
aquello era un paso muy importante, que había que revisarle todos los puntos.
-Creo que es mejor para
los tres -sonrió distraídamente-. Aquí no tendrías que preocuparte por la casa,
por que Helen y su marido te cuidarían con mucho cariño a ti y al bebé. Nuestra
familia, nos dejaría por fin tranquilos en cuanto vieran que vivimos juntos
bajo el mismo techo...
-Bendelin...
-Por favor, Leslie -le
suplicó-. Para mí también será mucho mejor, por que no tendré que pasarme todos
los días muerto de preocupación, por saber si os encontráis bien al no veros
todos los días si vives en tu casa. Además, creo que nuestro trato ha mejorado
mucho
-Bendelin, yo...
-No tienes por que responderme
ahora, sí no quieres... -se apresuró a indicar.
Y bien. Eran muchos los
motivos que Bendelin había mencionado, para que aceptase aquella proposición.
Había estado deseando con todas sus fuerzas, que entre aquellas palabras
saliese la palabra mágica... Pero no había sido así. De manera, que aquello es
lo que había. Una larga lucha en demostrarle que no toda su relación se tenía
que basar en el deseo, sino también en el amor.
Tampoco quería parecer una
desesperada ante sus ojos. Si aceptaba en aquel momento, así que no le quedaba
otro remedio que tardar en responderle unos días...
-¿Leslie? -la llamó en un susurro, al ver que la
joven se quedaba por un momento con la mente fuera de allí.
-Perdona -sonrió con delicadeza-. Si no te importa
que me lo piense un poco.
-No, claro -aceptó-. Es una cosa importante y tiene
su debido tiempo.
-Bendelin, muchas gracias por la cena y los
regalos... Todo ha sido magnífico -murmuró con voz apagada-. Pero creo que es
el momento de que la velada toque su fin.
-Ya...
-Creo que es lo más...
-Después de mi proposición -la interrumpió.
-Sí.
-Diantres -masculló entre dientes-. Tendría que
haberme esperado un poco más para proponerte...
-Lo siento -sonrió-. Pero también me encuentro un
poco agotada -se disculpó.
-Lo entiendo. Y te pido disculpas, pero es que a
veces soy muy poco considerado.
-Eh, no tienes la culpa de nada -le susurró,
poniéndole una mano en su brazo.
-Gracias -sonrió-. Ha sido una velada magnífica.
-No gracias a ti por todo. Jamás habían hecho tal
cosa por mí...
-Pues te aseguro, que ahora habrán muchas cosas como
las de hoy -la miró con cariño-. Pero ahora, a llevarte a casa que es tarde.
-¿En la limusina?
-No en mi Bentley, si no te importa.
-Me gusta tu coche.
-Gracias, pero eso significa que no te ha gustado
la...
-Oh, sí. Pero es mucho más agradable el llevar a
alguien a tu lado de acompañante.
-¿Es eso un cumplido? -le preguntó, mientras le
retiraba la silla para que se levantara.
-Quien sabe -sonrió, mientras se dirigían fuera de
la habitación-, ¿seguro que no quieres que te ayude a recoger todo?
-Déjalo mujer -dijo mientras le ponía el abrigo-. En
cuanto llegue me pondré a recogerlo y no creo que tarde más de quince minutos.
-Como quieras -se rindió al fin.
Eran las dos de la madrugada, cuando Bendelin se
encontraba sentado enfrente de la chimenea, con su perro a sus pies. No tenía
mucho sueño, estaba un poco nervioso o aceptando la realidad, muerto de miedo.
Esa noche había dado un gran paso, proponiéndole al
fin lo que desde el primer día había querido. Tener junto a él a Leslie. Ahora
solo faltaba su respuesta, que podía tardar
Uno o dos días, quien
sabía. Todo dependía de su queridísima mujer.
Sonrió. Cuando fue acompañar a Leslie hasta la
puerta, estaba seguro que ella había deseado por un momento que la besara. Y por
supuesto que lo había deseado, pero no quería complicar las cosas con
aquello... Bueno... Sería mejor que hiciera un pensamiento y fuera acostarse,
que bastante tarde era.
10º; CAPITULO.-
-Bendelin me ha propuesto
que me vaya a vivir con él -por fin, deseaba poder decírselo a alguien, para
que la ayudara en su respuesta. Aunque ya lo sabía desde el primer instante.
-¿Cuando? -preguntó Laura
sorprendida. Era la única que sabía que ellos dos se habían visto en algunas
ocasiones.
-El otro día -respondió,
mientras cogía un bote de galletas del armario de la cocina.
-¿Fue nuevamente un
encuentro casual? ¿No hubo ninguna riña? -volvió a preguntar.
-No, no fue ningún
encuentro casual -sonrió mientras le señalaba uno de los jarrones que contenía
las rosas que Bendelin le había regalado-. Más bien, fue una cena planeada en
su casa.
-Vaya, vaya... ¿Y bien?
-le urgió a que le contestara, mientras mordía una galleta de chocolate.
-No lo sé -dejó escapar un
profundo suspiro-. Sabes que lo quiero mucho... -Pero crees que él no, verdad.
-No es que lo crea, es que
lo sé -dijo secamente-. Él me lo ha propuesto, por que también quiere al bebé y
desea lo mejor para él. Y en cuanto sus deseos hacia mí, son los mismos de
siempre...
-No me lo digas
-intervino-. El deseo de llevarte a la cama. -Cierto y no me vengas, con que ya
lo ha hecho...
-Pero tal vez quiera
hacerlo nuevamente, por que como es un playboy empedernido no acepta la idea de
que no recuerdes nada de aquel momento... -bromeó.
-Te crees muy graciosa,
verdad.
-Si -se rió-. No venga,
ahora en serio. ¿Qué piensas hacer?
-Lo que ya
sabes -sonrió esperanzada-. Aceptar
su propuesta y tratar
de conquistarlo.
-Me encantaría poder
observarlo todo desde la primera fila... Pero no creo que sea muy ético, que
digamos.
-Laura...
-Qué -sonrió-. Solo te
deseo lo mejor y te recuerdo que las velas en el dormitorio son muy...
-¡Laura! - la intentó
acallar entre risas.
-Pero si es verdad -se
defendió riéndose a carcajadas.
En aquel momento sonó el
timbre de la puerta, extrañando a las dos jóvenes por que no sabían quién podía
ser aquella hora de la tarde. Leslie se levantó de la silla y fue con paso
tranquilo abrir la puerta de la entrada, que nuevamente volvía a sonar el timbre.
Estaba un poco nerviosa.
Por que tal vez quien llamaba era Bendelin que venía a pedirle que le diera una
respuesta, por que pensaba que cuarenta y ocho horas eran más que suficientes
para pensar una respuesta. ¿Que le diría cuando aceptase su propuesta?
Sonreiría y la levantaría en brazos, diciéndole lo mucho que la quería...
Tonterías.
-¡María! ... -estaba más
que sorprendida. Delante de la puerta se encontraba la madre de Bendelin
cargada con muchísimas bolsas de compra, y una enorme sonrisa en el rostro.
-¡Hola querida! -sonrió
pasando hacia el recibidor y dejando las bolsas un momento en el suelo, para
quitarse el abrigo y dejarlo en el perchero, que había a un lado de la pared-.
Espero no molestarte, pero veras tenía unas ganas enormes de traerte un par de
cositas que le he comprado al bebé.
-No, no claro usted
siempre es bien recibida en esta casa -aún no salía de su asombro-. Pero pase
al comedor, estoy con una amiga...
-Oh, si quieres me marcho
y vengo en otro momento -se giró y habló un poco avergonzada.
-No, Laura es mi mejor
amiga y me gustaría que la conociese -sonrió, mientras se agachaba y cogía un
par de bolsas-. ¡Laura! -la llamó
-Leslie -la regañó la
mujer mayor-, no deberías de coger ningún tipo de peso así que ya estas dejando
las bolsas en el suelo.
-Sí -apareció de pronto la
joven chica saludando a la mujer mayor y quitándole a Leslie las bolsas que se
había agachado para coger-. Tu estate quieta que no debes de coger peso ninguno
-la regañó también.
-Laura -dijo una vez en el
comedor-, te presento a María la madre de Bendelin.
-Encantada de conocerla
señora -sonrió tímidamente la chica.
-Lo mismo digo Laura -le
dio dos besos en la mejilla, mientras le dedicaba una simpática sonrisa-. Así
que tu eres la joven a quien tengo que darle las gracias por cuidar de mi yerna,
ya que mi queridísimo hijo no lo hace...
-Bueno... yo.... -no sabía
que contestar.
-Sí, si no seas tímida
-sonrió-. Si yo pudiera le daría un par de tundas a mi niño, pero este ya no
lleva pañales para poder regañarle cuando hace algo mal... -soltó un suspiro-.
Bueno, que te parece si abres los regalos que te he traído a ti y al bebé.
-De acuerdo, pero antes
voy a preparar un poco de té -empezó a encaminarse a la cocina, pero Laura la
interrumpió diciéndole que se sentara que ya lo preparaba ella.
-Vaya, veo que tienes una
buena amiga -sonrió observando a Laura dirigirse a la cocina.
-Si, nos conocemos desde
que éramos niñas pequeñas.
-Esas son las buenas
amistades que nunca terminan, las que hacemos cuando somos niños pequeños...
-sonrió un poco entristecida-. Bueno, mi hija Susana también quería venir para
conocerte, pero ha tenido una urgencia en el último momento. Ella trabaja como
doctora y cirujana en el hospital.
-Bueno, ya habrá otro día
-sonrió.
-Tienes una casa bonita,
pequeña pero bonita -le dijo sinceramente.
-Bueno, como solo vivo yo
la encuentro bien de tamaño.
-No, no si yo no digo lo
contrario es perfecta para una pareja que no tenga pensado en tener niños o
para una persona soltera, pero para una persona que empieza a tener niños, se
le hace muy pequeña con el paso del tiempo -sonrió-. Te lo digo yo, que tengo
experiencia con todos los cacharros que necesitan cuando son pequeños y
grandes.
-Ya me lo imagino -sonrió
divertida ante la expresión de la mujer. En aquel momento entró Laura, llevando
en sus manos la bandeja con el té y un surtido de pastas.
-Bueno, aquí traigo una
pequeña merienda -sonrió la joven, mientras dejaba en la mesita delante del
sofá la bandeja y se sentaba enfrente de las dos mujeres-. ¿Pero todavía no
habéis abierto los regalos? -preguntó sorprendida.
-A Laura le encanta abrir
regalos aunque no sean para ella -le explicó Leslie a María, sonriendo por la
cara de Laura.
-Vaya, y que esperas a
echarte un novio para que te llene de regalos, muchacha -la regañó en broma.
-Todavía no he encontrado
a mi príncipe azul.
-¿Príncipe azul? -sonrió
María-. Pero si de esos ya no existen en esta vida...
-Bueno... -soltó un
suspiro-. Entonces estoy resignada a ser una vieja solterona... -las tres
mujeres se rieron mientras empezaban abrir los regalos que había traído María.
Eran cerca de las nueve de
la noche, cuando Laura se despidió de las dos mujeres diciendo que tenía que ir
a comprar un par de cosas que hacían falta en la casa, antes de que las tiendas
le cerrasen.
-Bueno, también creo que
es hora de que yo me marche -empezó a levantarse del sofá-. Mi hija tiene que
estar a punto de llegar a casa y no quiero que se preocupe por mi tardanza.
-Le doy las gracias por
todos estos regalos tan preciosos, María -sonrió agradecida la joven.
-No, yo te doy las gracias
por ser la madre de mi nieto... ¿Bueno, sé que no debería que es cosa perdida,
pero que tal van las cosas entre vosotros dos? -preguntó con cierta vacilación.
-Sé que no debería decirle
nada, pero últimamente nos hemos estado viendo y ciertamente me propuso una
cosa que he aceptado
-En serio, así que eso
era... -¿No comprendo?...
-Ya notaba desde hace unos
días a mi hijo un tanto extraño -sonrió la mujer-. Soy su madre y por lo tanto,
noto algunas cosas que para otros son desapercibidas.
-Entiendo.
-¿Y dime niña, qué es eso
que has decidido aceptar? -preguntó esperanzada.
-El vivir bajo el mismo
techo...
-¡Sí! -exclamó la mujer
emocionada-. Si ya decía yo que solo os hacía falta tiempo... -calló al ver la
expresión un tanto seria de la joven-. No me digas que he vuelto a meter la
pata...
-Bueno, no vamos a vivir
como una pareja normal y corriente... En verdad lo hacemos por el bien de...
-¿Pero estaréis bajo el
mismo techo, verdad?- preguntó con cierta urgencia en la voz.
-Si, pero...
-Bueno Leslie, será mejor
que me marche que es tarde y mañana habrá que madrugar que hay muchas cosas que
hacer -Le dio dos besos a la joven y se dirigió al recibidor para ponerse el
abrigo y despedirse rápidamente de la chica.
Leslie estaba perpleja...
¡Que había hecho por dios! No tendría que haberle dicho nada a María, a saberse
que es lo que haría ahora esa mujer con la información recogida, no quería ni
pensarlo ... Y de seguro que Bendelin se enfadaba con ella ... Bastante
enfurruñada consigo misma, empezó a recoger las tazas para ponerlas en el
friegaplatos y empezar hacerse algo ligero para cenar.
***
Le despertó el hablar de
personas, pero era una cosa imposible ya que estaba solo en la casa. Así que
tuvo que quitarse las sabanas, coger su batín y bajar a la planta de abajo
haber que es lo que ocurría.
Fue abrir la puerta del
dormitorio y descubrir que la voz de una de las personas, pertenecía a su
madre. ¡Diantres! Que hacía su madre a las siete de la mañana en su casa... De
mala gana bajó las escaleras y entró en la cocina de donde provenían las voces,
para quedarse clavado en la puerta al hallarse delante de él un buen grupo de
mujeres, que estaban discutiendo sobre unas carpetas que hablan encima de la
encimera mientras bebían de sus calientes tazas de café. De pronto al descubrir
la presencia del hombre las mujeres pararon de hablar para quedarse mirándolo.
-¡Bendelin hijo! -su madre
se alegró de verlo y se acercó a él, para presentárselo a las demás mujeres-.
Señoras les presento a mi hijo Bendelin -era como una pesadilla el ver como
todas las mujeres sonreían de forma provocativa, mientras se ponían sus ropas
bien o se bajaban un poco el escote de) traje... /Dios, pero que era
todo aquello!
-Buenos días -sonrió
esforzadamente, mientras cogía a su madre del brazo y la sacaba por un momento
fuera de la cocina-. Si me disculpan un momento... Tengo que discutir una cosa
con mi queridísima madre...
-Hijo pero que te ocurre
-replicó su madre ante la poca educación con que la trató en aquel momento su
hijo.
-Eso de ahí dentro es lo
que me ocurre -gruñó con fuerza señalando con el brazo a la cocina.
-Yo pensaba que ya
estarías en el trabajo como siempre... -empezó a disculparse su madre.
-No madre, como puedes ver
no estoy en el trabajo... -¿Y eso? -preguntó extrañada-. ¿Te encuentras mal?
-No madre, no me encuentro
mal -replicó entre dientes-. Últimamente empiezo un poco más tarde por que así
he querido... Y ahora -subrayó con bastante fuerza las siguientes palabras-,
¿me quieres explicar que hace todo ese gallinero en mi cocina?
-Oh, nada especial -dijo
demostrando una maravillosa sonrisa-. Tan solo estamos escogiendo el color para
el cuarto del bebé, los muebles, todas esas tonterías ya sabes...
-No, no sé -masculló
enfadado sin saber todavía que es lo que estaba ocurriendo en su casa.
-Bueno como Leslie se viene
a vivir aquí, pensé en quitarle toda la faena pesada de decorar el cuarto del
niño... -soltó un suspiro feliz-, y en los cuatro detalles de vuestro
dormitorio y del de invitados... Ya sabes, poner un pequeño toque femenino en
tu casa... -se calló al ver la expresión que tenía su hijo-. ¿Te ocurre algo?
-¿Cómo sabes que se viene
a vivir aquí? -preguntó cogiéndola por los hombros.
-Bueno ayer fui a su casa
a llevarle unos regalos y me quedé a tomar un té con ella y Laura y el tema
salió... -Bendelin la soltó y subió las escaleras corriendo, dejando a su madre
completamente extrañada-, ¿Pero hijo, que diantres te ocurre?
No podía ser, se repetía
constantemente Bendelin mientras se vestía. Si lo que su madre le había dicho
era cierto, aquello significaba que tenía la posibilidad de conquistar a Leslie
si se venía a vivir a su casa... Tenía que ir a verla y preguntárselo... Oh
mejor no, pensó por un momento. Tal vez sería mejor que se esperase a que ella
fuera a darle la noticia. Ya que a lo mejor en el último momento podía cambiar
de decisión si se enteraba de todo lo que estaba haciendo su madre en su casa
... Bien contento, entró en la cocina sin prestarle atención a las mujeres que
habían allí que no paraban de quitarle el ojo de encima mientras desayunaba.
Tenía otros pensamientos en la cabeza como para prestarle atención a las
víboras que no paraban de hacer cosas, para que Bendelin les prestase su
atención aunque fuese por un instante. Pero bueno, es que no habían deducido
que tal vez estaba casado o se iba a casar al estar re decorando su casa, e
instalando en uno de los dormitorios un cuarto para un bebé... Acabó y se fue
al trabajo a darle la buena noticia a Matt.
Hasta la hora de comer,
Bendelin no tuvo tiempo de ver a su amigo Matt por la cantidad de trabajo que
tenían últimamente. Como siempre decidieron quedar en el bar de Jack, para comer
y allí poder hablar sin que nadie los interrumpiera por nada.
-Así que por fin la tienes
en donde tú querías -dijo Matt, mientras se llevaba a la boca un trozo de
salchicha.
-Si, y si te digo la
verdad no sé cómo actuar al respecto -reconoció un poco avergonzado.
-Siendo el Bendelin de
siempre -le apoyó-. Duro y seguro de ti mismo. -Tampoco quiero asustarla
-sugirió con cierta ironía.
-Tú ya me entiendes, se tu
mismo -comentó mientras le daba un trago a su cerveza-. Compórtate como siempre
te comportas cuando estas en tu casa.
-Tienes razón... Pero es
que no sé cómo va a ser su comportamiento, ante todo éste lio.
-¿Habéis hablado ya?
-No.
-Entonces, por que tantas
preocupaciones si aún no os habéis puesto las normas...
-Matt, será mejor que no
sigas...
-¿Porqué? -siguió el joven
sin comprender nada-. Seguramente en cuanto ella venga a decirte que acepta tu
oferta, seguro que detrás de ello te espera una enorme lista con un montón de
tonterías que te prohibirá hacer en su presencia...
-Matt -seguía Bendelin
intentando callarlo.
-Pero si es verdad,
todas...
-Sí, señor Mathew
-interrumpió una voz femenina-, todas que...
El joven se dio la vuelta,
encontrándose al objeto de su conversación con una sonrisa maliciosa en el
rostro y los brazos cruzados sobre el pecho, como si estuviera a punto para
propinarle un buen bofetón si hacía falta ... Vaya, se podía decir que aquello
si que era una buena pillada.
-Buenos días señorita
Mcken... quiero decir señora Van Holden... -no sabía que decir.
-Buenos días, señor
Matthew -sonrió tímidamente al mirar por un momento a Bendelin-, ¿Espero que no
le moleste, el que les interrumpa en su hora de comida?
-Y ahora..., no digas más
tonterías -interrumpió Bendelin levantándose de la silla y cogiéndola del brazo-.
No interrumpes y tranquila... -miró hacia Matt-. Puedes tutear a éste individuo
que tienes aquí delante.
-Si yo soy un individuo, tú
que eres un monstruo -sugirió Matt en broma, para cortar un poco la tensión.
-Matt, Matt... Nuestra
amistad puede peligrar -sonrió mientras le ofrecía sentarse a Leslie.
-Muchas gracias, pero si
no te importa... -empezó a disculparse-. Pero veras, me gustaría dejar un
asunto zanjado cuanto antes mejor.
-Claro... -miró un momento
a su amigo, pidiéndole disculpas-. ¿Si no te importa?
-Qué me iba a importar
-sonrió, mientras se acomodaba en la silla-. Así estaré solo para cuando llegue
tu hermana.
-Cuidado con lo que hacéis
-lo amenazó en broma.
-Eso mismo digo -miró
burlonamente a la joven, viendo como sus mejillas se tornaban sonrosadas por un
momento-, Ah sido todo un placer el poder volver a verla, señora Van Holden...
-Lo mismo digo -fingió una
encantadora sonrisa, cuando en verdad lo que deseaba era romperle los morros a
su amigo por su divertido sentido del humor.
Bendelin se puso su abrigo
y condujo a Leslie a sus oficinas. El lugar más cercano, que se suponía que
debía ser tranquilo para poder hablar de un tema importante, pero en un día de
tanto trabajo como aquel lo creía imposible.
En cuanto entraron por la
puerta del despacho, el teléfono ya empezó a sonar pero Bendelin le comunicó a
Hanna que no le pasara ninguna llamada aunque fuese importante. A lo mismo que
ninguna visita. Y hasta que Bendelin no se hubo quitado el abrigo y se disponía
ayudarla a ella con el suyo, Leslie no habló.
-Desde luego -decía
mientras se sentaba en el cómodo sofá-, pensaba que tu socio era mucho más
serio y educado que tú -soltó las siguientes palabras con tono irónico-, pero
desde luego sois de la misma calaña, no me extraña que os llevéis tan bien.
Bendelin se rió a
carcajada con el comentario de su esposa -¿Y eso te molesta?
-No más bien me irrita
-empezó a contestar con seriedad pero la sonrisa se le fue escapando poco a
poco-. Es verdad, no se puede hablar con vosotros por que siempre le buscáis
otro sentido a mis palabras...
-¿Eso ha hecho Matt?
-preguntó Bendelin en tono de burla.
-Si y lo sabes muy bien
-replicó un poco malhumorada-. Es igual, no he venido aquí a discutir vuestro
comportamiento infantil...
-¿Y cuál hemos venido a
discutir? -sugirió en tono provocativo-. El que tuvimos aquella noche, como dos
quinceañeros...
-Bendelin que no estoy
para bromas en éste momento -en sus ojos empezaban asomar pequeñas chispas.
-Yo tampoco, Leslie -habló
pausadamente-. Yo tampoco... Por que si mal no recuerdo, hay una vida que
depende de nosotros. Y quiero que sepas, que voy hacer todo lo posible por que
sea feliz en éste mundo.
No sabía que decir, por
que la verdad no sabía cómo tenía que tomarse aquellas palabras... ¿Sería
cierto lo que decía Bendelin? Sería incluso capaz de obligarla a vivir con él
si su respuesta era negativa, por el bien de su hijo ... Oh quería decir, que
era capaz de recurrir a los tribunales y apartarla de su bebé ... Solo sabía
que tenía que tener en cuenta que cuando Bendelin amenazaba, había que tener
cuidado.
-¿Me estás amenazando?
-preguntó con gran firmeza en su voz.
-¡Cielos, no! -gruñó
Bendelin enfadado de que pudiera pensar aquello-. Pero quién crees que soy,
Bendelin el bárbaro...
-Bueno ahora que me paro a
pensarlo... -comentó en broma, al saber que Bendelin no le haría nada malo.
-Entonces significa que ya
no soy tu Bendelin el playboy... -dijo con voz sensual poniéndole los pelos de
punta a Leslie.
-Será mejor que dejemos
éste tema -carraspeó un poco antes de poder seguir-. Creo que hay cosas más
importantes que discutir.
-Como quieras -sonrió-,
pero sigues siendo la misma mojigata de siempre...
-Yo no soy ninguna moji...
-se calló de pronto al ver que como una tonta había caído en el juego del
hombre-. Oh, quieres parar ya y empezar hablar en serio.
-De acuerdo como quieras
-dijo mostrando una de sus atractivas sonrisas-. ¿Pero quieres antes algo para
beber o comer?
-No sé... -empezó a
responder, pero como siempre Bendelin tomaba la iniciativa al coger el
intercomunicador y hablar con Hanna.
-¿Hanna por favor, podrías
pedirnos una jarra de té y un par de sándwiches? -colgó y la miró-. ¿Te parece
bien?
-Sí por mí no hay ningún
problema, pero pensé que tu ya habías comido. •Acababa de empezar. -Oh vaya,
cuanto lo siento...
-No tienes por que
preocuparte, me gusta mucho más la compañía de mi esposa que la del loco de mi
compañero... -comentó sonriendo mientras se desanudaba la corbata-. ¿Bueno y a
qué debo el honor de tu visita?
-Ya lo sabes... -espetó un
tanto nerviosa por el tema que iban hablar-. No te hagas el tonto conmigo,
vale.
-De acuerdo iremos al
grano -dijo en tono seguro, mientras se empezaba a remangar las mangas de la
camisa consiguiendo poner cada vez más nerviosa a Leslie-¿Qué me respondes?...
-Bien, yo... - estaba
nerviosa y el tener un enorme nudo en el estómago y la boca seca no le ayudaba
en nada-. Acepto tu oferta -logró articular al fin, pero con la mirada agachada
sin ver la sonrisa de triunfo que por un momento apareció en el rostro de
Bendelin.
-Muy bien -respondió
mientras abría un cajón y dejaba la corbata bien doblada. -¿Eso es todo lo que
me vas a decir? -preguntó la mujer perpleja.
-Sí que más quieres que te
diga -Leslie pensaba que en el fondo el hombre se tenía que estar riendo por su
victoria-. Ahora solo tenemos que trasladar tus cosas en el momento en que tú
me digas y ya está...
No, no está -pensaba
Leslie. Iban a vivir bajo el mismo techo y quería saber que es lo que le
esperaba. Tendrían que hablar sobre muchas cosas, como el dormitorio suyo y del
bebé, las tareas domesticas, las visitas... Aunque esperaba que en su larga
estancia en la casa de su marido, no llegaran a recibir muchas visitas
femeninas. Esperaba que al menos guardara un poco de respeto por ella y no
propagara a los cuatro vientos que le ponía los cuernos a su esposa delante de
sus morros...
-Habrá que establecer
algunas normas, no sé... -empezó a decir pero Bendelin la cortó rápidamente un
poco escandalizado al escuchar palabra.
-¿Normas? -dio un profundo
suspiro-. En mi casa nunca han habido normas y pienso dejar que siga así por
mucho tiempo... Leslie, quiero que te comportes como si estuvieras en tu casa.
De hecho, esa será de ahora en adelante tu casa... Y no quiero protestas de
ninguna clase -siguió al ver que la chica volvía a replicar.
-Muy bien -se levantó con
enfado del sofá y se dirigió al escritorio en donde él estaba cómodamente
sentado-. Como veo que tu ya has zanjado todo el asunto, me marcho -se encaminó
a la puerta y cuando llegó a ella se dio la vuelta y lo fulminó con la mirada-.
Por cierto, puedes meterte tu té y sándwiches por donde te quepan ... Prefiero
morirme de hambre, antes que comer ante un...
-Leslie...- la amenazó
Bendelin para que no dijera nada, de lo que más tarde pudiera arrepentirse.
Consiguiendo que cerrara con un fuerte portazo, como la última vez que estuvo
allí.
Bendelin se quedó
pensativo. No tenía mucha suerte, por que cuando avanzaba un paso en la
relación con su esposa enseguida retrocedía dos. La culpa de todo la tenía él,
por que bien que sabía el temperamento que tenía Leslie, y no hacía nada para
que no se enfadara con el... Rezaba por que no lo llamara al día siguiente,
comunicándole que había cambiado de idea y todo por culpa de su estupidez.
A las nueve de la mañana
el timbre de la puerta despertó a Leslie, de su profundo sueño. Soltando un
bostezo apartó las sábanas y cogió su bata, para ir abrir. Tor la recibió en el
comedor, dándole un lametazo en la mano mientras movía con gran alegría la
cola. Y dirigirse después corriendo a la puerta y olisquear por debajo de la
puerta, para ver si conocía a la persona que llamaba un domingo tan temprano a
ella. Por el dulce ladrido que dio, Leslie supo que era alguien conocido y querido
por él.
Fue abrir la puerta y la
sonrisa que había en su rostro apagarse al ver quién era. No entendía como Tor,
había podido cogerle tanto cariño a Bendelin. Por lo visto los dos eran igual
de tontos...
-Buenos días -habló sin
ningún tipo de cortesía y sin ofrecerle entrar en la casa-¿Ha que debo tal
honor?
-Siento mucho el haberte
despertado -se disculpó al verla con la bata y el pijama puesto, y notar que
había tardado un poco en responder a la llamada-. Pero como antes te levantabas
temprano para salir a correr, pensé que ya estarías despierta... Pero si
quieres vengo en otro momento, por mi no es ninguna molestia.
-Tor -llamó al perro y una
sonrisa maliciosa apareció en el rostro de la mujer-. ¿De veras? Pues entonces
por que no te pasas en otro momento o día -Y dicho esto, le cerró la puerta en
los morros a su marido dejándolo completamente sorprendido. Tuvo su momento de
remordimiento y fue abrir la puerta, pero cuando lo hizo él ya no estaba
allí...-. ¡Estúpida! -se insultó al ver lo niña que había sido al hacerle
aquello a Bendelin. Ahora se pensaría que estaba enfadada con él y que le
estaba declarando la guerra. Enfadada consigo misma, se dirigió al dormitorio
para darse una ducha y pensar en hacer algo al respecto.
Bendelin sonreía más tarde
en su casa, mientras se tomaba un café en compañía de su golden. Había visto
una sonrisa en el rostro de su mujer y aquello significaba que no estaba todo perdido...
Pero por lo visto tenía ganas de volver a jugar como en un principio habían
hecho. Pues bien, él también tenía muchas ganas de darle suavemente con la
puerta en los morros...
No hay comentarios:
Publicar un comentario