miércoles, 22 de julio de 2015

Para Siempre (Novela Completa) Final




Decidió tomarse un descanso. Por hoy había hecho mucho trabajo, así que decidió tomarse el resto del día libre y mirarse un par de tiendas en el nuevo centro comercial que habían abierto no hacía mucho.


Después de llevar tres horas dando vueltas, sus pies le reclamaban un alto para recuperar fuerzas al igual que su bebé, que ya volvía a tener hambre. Decidió entrar en un pequeño restaurante que había en la cuarta planta, que tenía aspecto de ser de lo más tranquilo. Cuando el camarero la conducía a una mesa, alguien la llamó...



-¿Leslie?... -ésta se giró y descubrió a María acompañada de una mujer joven, que tenía cierto parecido con ella.

-¡María! ... -se acercó a ella y le dio dos besos-. ¿No me había dado cuenta de que se encontraba aquí.

-He venido con mi hija a mirar un par de cosas y hemos decidido hacer un alto para comer alguna cosa. ¿Qué vienes con alguien?

-No, vengo sola...

-Perfecto -se giró al camarero y le comunicó que pusieran otro cubierto en su mesa-. Comerás con nosotras, y así conocerás a tu cuñada.



Leslie pudo observar que era una joven muy guapa, al igual que María y que Bendelin. Ésta debía tener aproximadamente su misma edad. La joven se levantó con una sonrisa en su rostro y se acercó a saludarla.



-Encantada de conocerte Leslie -le dio dos besos en la mejilla-. No puedes imaginarte las ganas que tenía de conocerte... Así que tú eres la que trae loco de cabeza a mi hermano...

-¡Susana! -intervino su madre un poco escandalizada.

-Qué -protestó la joven-. No he dicho nada malo, Ya era hora de que una mujer le pusiera los pies en el suelo a mi queridísimo hermano. ¿Perdona si te he molestado con mi

-Oh, no tranquila -sonrió Leslie-. Tú conoces mejor a tu hermano que yo...

-Sí, eso es verdad -sonrió al ver que la joven estaba de su parte-. ¿Bueno, que tendré sobrino o sobrina?

-Pues de momento no lo sé -dijo poniéndose una mano en el vientre-. Pero a mí me gustaría que fuera niña...

-Igual que yo -intervino Susana.



-Tonterías -protestó María-, que más da que sea niño que niña. De todas las maneras será el nieto más adorable de Londres...

-María... -sonrió Leslie.

-Pero si es verdad -seguía en su testarudez-. El padre es uno de los hombres más atractivos de Londres y la madre, también es una mujer muy bella... -consiguió que la joven mujer se sonrojara.

-¿Y cuando te mudas a la casa de mi hermano? -Pues no lo sé.

-Supongo que ya te avisará mi hermano. Y bueno, dejando a mi hermano de lado, por que creo que no tiene que ser el tema principal... ¿Qué es lo que te has comprado?



Mucho más tarde Leslie llegaba a su casa agotada, pero contenta. Después de que hubieran comido, María se había tenido que marchar. De manera que se habla quedado con Susana, aprovechando para hablar abiertamente de muchas cosas. Habían descubierto que las dos tenían los mismos gustos en muchos aspectos. Como no, hablan hablado de Bendelin y de sus sentimientos hacia él... Había confiado en Susana de que no le comentaría nada a su hermano, de todo lo que habían hablado. Bueno se podía decir que tenía una amiga más... Dejó la compra en el sofá y se dirigió a la cocina a prepararle la cena a su queridísimo Tor, el pobre la había añorado mucho al no verla en todo el día.



Cuando se fue a sentar en el sofá vio que en el contestador automático, la lucecita roja parpadeaba avisándole de que tenía mensajes. Pulsó el botón y se escuchó la voz preocupada de su padre, preguntándole que por que no se habla pasado por casa ni por la oficina para visitarlo... Tenía razón para estar preocupado. Al día siguiente se pasaría y le pediría disculpas invitándolo a comer y contándole los planes que tenía con Bendelin.



Era raro que Bendelin no la hubiera llamado para decirle cualquier cosa, después de haberle cerrado la puerta en los morros. Estaba loca por haber hecho una cosa como aquella, a saberse como lo interpretaba éste ahora...


Acababa de poner el canal de las noticias de las nueve y media de la noche, cuando el timbre de la puerta sonó. Se extrañó bastante, por que si era su padre o Laura la habrían llamado antes de pasarse de manera que no sabía quién podía ser.



Con los pies descalzos y seguida por Tor, se dirigió abrir la puerta. {Sorpresa! Quien sino podía ser a aquellas horas, que su queridísimo marido... No entendía que es lo que hacía llamando a su casa por la noche y con varias maletas de viaje a sus pies.







-Hola cariño -sonriendo se acercó a ella y pillándola desprevenida le dio un beso en la mejilla, para coger seguidamente las maletas y entrar en la casa como si llevara viviendo en ella toda la vida. Aún sujetaba la puerta como una tonta, mientras que Bendelin ya se encontraba sentado en el sofá en compañía de Tor... ¡Aquello era demasiado! Con cara de pocos amigos, cerró la puerta de un golpe en seco y se dirigió al comedor para plantarse enfrente de Bendelin, que miraba las noticias de un accidente aéreo mientras le acariciaba tras las orejas a Tor-. Quieres apartarte a un lado cariño, no me dejas ver las noticias -intentó decir con seriedad, pero se le escapaba la mirada burlona.

-¿Qué crees qué estas haciendo? -le preguntó con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

-¿Ver las noticias? -dijo con sonrisa torcida, mientras se reclinaba en el cómodo sofá.


Leslie se agachó un momento para coger el mando de encima de la mesilla y así apagar el televisor con él.


-Vaya, ya veo que no te gustan ver las noticias que... -seguía con su broma. -¡Bendelin! -exclamó con furia.

-Está bien, princesa -a Leslie ya no le gustó que mencionara aquella palabra, por que aquello significaba que algo tramaba-. Verás resulta que mi madre al enterarse de que te vienes a vivir a mi casa a empezado arreglarlo todo, y ahora están pintando toda la casa y haciendo obras... De manera que como no hay sitio para mí en ella, he decidido venir a vivir a tu casa hasta que acaben las obras en la mía... Solo serán un par de semanas o menos

-¿Estás de broma, verdad? -preguntó con la tensión en un puño.

-No, por que iba a estarlo -dijo con tranquilidad.

-Pero si no hacen falta obras en tu casa -empezó a decir un tanto histérica.

-Eso ya se lo dije yo, pero empezó a decirme que no había ni un toque femenino en la casa de manera que no pude negarme... Supongo que ya conoces como es mi madre.

-No puedes quedarte aquí -empezó a pasear de un lado a otro-. La ciudad está llena de hoteles.

-No me gustan, son muy fríos -la cortó rápidamente-. Leslie, míralo como si fuera un entrenamiento para cuando vengas a mi casa.

- ¡No! -exclamó nerviosa-. Ésta es mi casa y yo no sé, bueno...

-No te preocupes apenas notaras que estoy viviendo aquí... -dijo levantándose del sofá y poniéndole las manos en los hombros.



Que no iba a notar que estaba en su casa... ¡Ha! Pensó Leslie. Aquello era una jugarreta de Bendelin, para devolverle lo que le había hecho el otro día... Pues muy bien, si quería jugar pues iban a jugar. Sonrió para sí misma al pensar lo mal que lo iba a pasar Bendelin durante aquellas dos semanas...



-De acuerdo -aceptó de pronto, pillando por sorpresa al hombre-. Pero quiero que te comportes debidamente en mi casa, aquí no hay niñeras para que vayan detrás de ti...

-Leslie que soy mayorcito... -sonrió atractivamente, consiguiendo que Leslie se lo pensara nuevamente por un momento si había hecho bien-. ¿Bueno en donde voy a dormir?

-Aquí en el sofá -sonrió triunfante-. Verás es que el cuarto que tenía de invitados ya no existe, desde que me regalaron una cuna y varias cosas para la niña. Pero de momento lo utilizo como despacho

-No pretenderás que duermas aquí en el sofá -preguntó en un gruñido.

-¿Porqué no? Pero si es muy cómodo...

-Venga Leslie -empezó a decir-, pero si de sobras sabes que es imposible de que duerma en él. No ves que las piernas enteras me sobran...

-Que problema tengo yo, de que tú seas una persona muy alta... -dijo sonriendo-. ¿No pretenderás que te haga un lugar en mi cama, verdad? -al ver que Bendelin sonreía ante la sugerencia que hizo, se puso blanca como el papel-. Ah no, tu estas loco si de verdad piensas que permitiré una locura como esa.

-No va a ocurrir nada malo -sonrió-. Somos marido y mujer y es normal que como tal...

-Lo único que vamos a ser nosotros es padres de aquí a unos meses y nada más -dijo con voz firme.

-Te prometo que no te haré nada -prometió con voz seductora. -¡Ha! Y eso quien se lo cree... -inquirió con los brazos en jarra.

-Mira haremos una prueba y así sabremos si podemos dormir tranquilamente -empezó a decir, mientras se acercaba a ella.

-¿Una prueba? Eso me huele a cosa del Bendelin playboy...

-Pero hay que ver cómo eres mujer -sonrió abiertamente mientras la rodeaba por la cintura.

-¿Pero qué te crees que estas haciendo? -preguntó mientras intentaba soltarse de sus brazos.

-Tranquila no tengas miedo -intentó tranquilizarla con un susurro-. Solo quiero que probemos a besarnos y si alguno de los dos no coopera, eso significa que podemos dormir tranquilamente por que sabremos que el otro no le saltará encima, por que no siente nada hacia el otro.

-Eso no hace falta -dijo muy alterada-. Ya tienes la respuesta sin tener que hacer la prueba, yo no siento nada por ti...

-Sí claro, por eso te encuentras en ese estado verdad -dijo sonriendo.

-Aquello fue la pasión del momento o la borrachera... -seguía intentando sin ningún éxito el librarse de los brazos de Bendelin.

-Según lo que me confesaste aquella noche en nuestro nido de amor, yo no diría que fuese a causa de la borrachera lo que hicimos... -en cuanto aquellas palabras salieron de su boca, Leslie se puso colorada de la rabia y empezó a darle inútilmente golpes en el pecho mientras lo insultaba.

-Canalla, cerdo arrogante... - ante aquella reacción Bendelin solo hizo que reírse a carcajadas durante unos segundos, para luego silenciarla a su manera.

-Calla y deja que comprobemos quien tiene razón -interrumpió brutalmente al cogerla por las muñecas y ponerle los brazos detrás de su espalda para inmovilizarla. Durante una milésima de segundo los ojos de Leslie demostraban desagrado, para ser sustituidos fugazmente por el brillo de la pasión cuando Bendelin capturó sus labios con fuerte deseo.

Tal vez era la rabia lo que hizo que Leslie se agarrara al cuello de Bendelin y se dejara llevar efusivamente en aquel beso. O tal vez era el amor que sentía hacia aquel hombre, lo que hizo que olvidara todos los problemas que tenían y se dejara llevar por su corazón, aún sabiendo que más tarde se arrepentiría.


Sintió como una mano de Bendelin descendía con suma delicadeza por su espalda hasta llegar a la base de ésta, para levantar su jersey y deslizar su mano hasta alcanzar un seno. No supo de quien fue el gemido, solo sabía que se estaba perdiendo en aquel mar de sensaciones. Sus pezones se irguieron por el fuerte deseo que se estaba despertando en su cuerpo y Bendelin lo notó, capturando uno con sus labios. La fuerte punzada de gozo que sintió ante aquel contacto tan íntimo, hizo que Leslie le clavara las uñas en la espalda a Bendelin mientras se inclinaba hacia atrás para que éste tuviera fácil acceso.


No supo como habían llegado pero al cabo de un rato, Leslie se encontró tumbada en el sofá con Bendelin inclinado encima suyo intentándole abrir los botones del pantalón... Aquello hizo que el chip de alerta se encendiera en su cerebro, alertándola de lo que estaba a punto de ocurrir. Ella también deseaba aquello, pero no de aquella forma cuando aún no se habían relacionado como matrimonio. No quería volver a tener solo una noche de sexo con Bendelin, por que aquello seria tirar sus planes por la ventana...


Al parecer Bendelin debió de notar el cambio brusco que sufrió su cuerpo, por que se detuvo y la miró por un momento a los ojos como buscándole una respuesta a lo ocurrido, mientras los dos recuperaban el aire perdido por la pasión del encuentro. En silencio se levantó del sofá y la ayudó a incorporarse...


-Lo siento Leslie -se disculpó sinceramente-, no quería que ocurriera esto... -mientras se ponía la camisa bien, estuvo con la mirada muy pensativa-. ¡Pero que estoy diciendo! Claro que quería que ocurriese... Tú lo sabes, te deseo desde el mismo día en que te conocí.

-Será mejor que no digas nada más -lo interrumpió Leslie a tiempo.


No quería que dijera nada, por que estaba más que segura de que lo decía inducido por el encuentro que acababan de tener o solo por el bien del bebé y de los que habían en su entorno. Era imposible que Bendelin estuviera enamorado... Él era un hombre de tener un gran harén.


-Entiendo -se pasó una mano por el cabello en gesto desesperado-. Cuando veas que el momento adecuado para hablar de ello ha llegado, me avisas no vaya a ser que...

-Por favor... -lo miró un poco apenada-, no quiero tener una fuerte discusión en éste momento.

-Está bien, puedes estar tranquila.

-Gracias -empezó a encaminarse a la cocina-. Por que no te acomodas, mientras voy a preparar algo de cenar - Bendelin se sorprendió mucho al escuchar aquellas palabras de Leslie.

-¿Me estas diciendo qué me voy a quedar aquí?

-Sí -lo miró un momento-. Es lo más normal que puedo hacer por el padre de mi hijo. Y por que sé, que si te hago prometer que te estarás quietecito tu lo cumplirás como buen...

-Gracias, entonces no te importaría que me diera una ducha de agua fría para calmarme un poco y así poder cumplir esa parte de trato -dijo con sonrisa torcida, haciendo que Leslie no pudiera evitar el sonrojarse tras pensar en tener a Bendelin desnudo en su ducha... - Pero si sigues pensando en eso, te aseguro que me será tremendamente imposible el cumplirla - sugirió con voz seductora y mirada traviesa.

-Sí claro -carraspeó un poco y lo acompañó al cuarto de baño-. Aquí tienes las toallas -abrió un pequeño armario de madera color cerezo-. Las maletas las puedes dejar en mi habitación, que más tarde miraré de hacerte sitio en el armario para tu ropa. Bueno... Puedes cambiarte en el dormitorio, y si necesitas algo no dudes en llamarme...

-En cierto modo sí, por que hay cierto punto en la espalda al que no llego demasiado bien... Si quieres te llamo y vienes a frotarme -dijo en broma, consiguiendo que Leslie saliera de allí con el ceño fruncido.


Nada más entrar en la cocina, se apoyó un momento en el fregadero para coger aire y tomar cuenta de lo que acababa de hacer. Meterse en un buen problema.


El que Bendelin se quedara a vivir durante un par de semanas no era lo mismo que cuando ella se fuera a vivir indefinidamente a su mansión.


Su casa era mucho más pequeña que la de él, por lo tanto aquello significaba que la intimidad quedaba nula. Por que la única habitación que iba a tener como respiro de su presencia era el cuarto del niño, que de momento utilizaba como despacho. Pero claro, siempre cabía la posibilidad de que Bendelin también lo quisiera utilizar en el mismo momento que ella. Por lo tanto, ya no tenía un espacio libre de presencia.


Y luego estaba el tema del dormitorio. No entendía como había podido ser tan estúpida en aquello. En la casa de Bendelin tendría su propio dormitorio con cuarto de baño. En cambio aquí en su casa, solo había un dormitorio y un cuarto de baño. De acuerdo que la cama de matrimonio era muy grande, como para que durmieran tres personas cómodamente... Pero siendo Bendelin, quien dormiría con ella se le hacía demasiado pequeña para ello. Estaba completamente segura de que sus días de sueño profundo, habían llegado a su fin.


Con la cabeza hecha un lío, abrió la nevera y sacó cuatro huevos para preparar una tortilla francesa, acompañada con salsa de champiñones que tenía ya preparada y una ensalada verde. Esperaba que a Bendelin le gustara. Por suerte, también tenía una tarta de queso, que se le había antojado el otro día al verla anunciada en un folleto de una pastelería.


Se encontraba en el dormitorio de Leslie, buscando en la maleta algo de ropa para ponerse... Mientras le echaba una hojeada por encima al cuarto. Lo que más le había sorprendido, era la enorme cama de matrimonio que dominaba el centro de la habitación. El estilo era de aquellas antiguas con cuatro postes, uno a cada ángulo y cubierta por suaves gasas... No le extrañaba que hubiera aceptado el que durmiera con ella allí, por que no habría el mínimo roce entre los dos a no ser que uno se moviera mucho.


Al fin decidió ponerse un pantalón tejano y un jersey de lana no muy gordo. Tal como estaba por su casa siempre, ya no creía que tuviera que vestirse de chaqueta para estar por casa de su esposa... Volvió a dejar la maleta en un rincón al lado de la otra, y salió del dormitorio en dirección a la cocina de donde provenía un delicioso olor.


¡Dios, estaba guapísimo! Pensó Leslie, al mirar a Bendelin entrar en la cocina y pararse un momento al lado de la encimera en donde estaban las ensaladas listas para cada uno.


-Vaya, son muy bonitas... -le comentó con sinceridad.

-Gracias -le dijo un poco aturdida-. He preparado una cena sencilla, que consiste en una ensalada, tortilla francesa acompañada con salsa de champiñones y de postre tarta de queso...

-Delicioso -dijo en un gemido-. Sabías que la tarta de queso y los champiñones, son una perdición para mí...

-No, no lo sabía -le respondió mientras abría la nevera y miraba la bebida-. Así que tienes suerte esta noche -sonrió-. ¿Qué prefieres para beber? Tengo refresco de Coca-Cola, zumo de manzana, naranja, vino tinto y cerveza...

-El zumo de manzana me irá bien -le respondió mientras cogía las ensaladas, para llevarlas a la mesa del comedor que ya estaba puesta.

-Perfecto, zumo de manzana para los dos -cerró la nevera y dejó el tetrabrik encima de la encimera, para empezar apartar los platos.

-¿Un poco más de tarta? -preguntó Bendelin.

-No gracias -sonrió-, estoy que no me entra nada más...

-Yo tampoco, estaba todo realmente buenísimo -se reclinó en la silla, mientras se quedaba por un momento pensativo.


La verdad, le había parecido que no era la primera vez que Leslie cocinaba para él y cenaban con aquella tranquilidad. Le había gustado mucho y esperaba que no llegara el día en el que no lo volverían hacer. Todo había ido como si fueran un matrimonio como todos los demás, cada uno le explicaba a su pareja lo que había ocurrido durante el día y hablaban sobre temas de la actualidad...


Sus pensamientos fueron interrumpidos, cuando Leslie se levantaba de la mesa y empezaba a recoger.


-No, deja que lo recoja yo. Es lo menos que puedo hacer después de que hayas preparado la cena tú -dijo mientras se levantaba y le quitaba de las manos los platos.

-Muy bien -dijo resignada-. Entonces prepararé el café.


Una vez que los platos estaban en el friegaplatos y el café listo, fueron a sentarse al sofá y ver las noticias. Le extrañaba el que no se le hiciera raro el tener a Bendelin sentado a su lado, tomándose el café mientras miraba la tele. No se creía que se hubiera acostumbrado tan rápido al que Bendelin se mudara a su casa... Pero verdaderamente a él se le veía muy a gusto allí.


Por lo que podía ver, no era un hombre muy pomposo al no estar en un salón casi igual de grande que su casa con la chimenea encendida, y un mayordomo que le traía las zapatillas de estar por casa... Sonrió ante tal ironía.


Lo que no sabía es como iba actuar cuando fuera la hora de irse a la cama. Por que no sabía si se tenía que ir al mismo tiempo que él, o dejar que fuera él el primero y que cuando estuviera dormido aprovechar la ocasión para acostarse sin tener dos pares de ojos observándola.


-¿Leslie, te importa que coja mi ordenador portátil y me ponga a trabajar un poco? -preguntó sacándola de su mundo.

-Qué... Ah, no tranquilo. Si quieres puedes ir al cuarto del niño, allí tengo un escritorio grande y podrás trabajar mucho más tranquilo.

-¿No te importa que te deje sola?

-No tranquilo -sonrió levantándose para acompañarlo al cuarto y enseñarle más o menos en donde estaba todo, pero al girarse a Bendelin vio que éste miraba al fondo de la habitación en donde habían cosas para el bebé.

-Vaya, podrás haberle dicho a mi madre que tu ya tenías casi todo el cuarto -sugirió en tono raro de voz.


-No pasa nada, así tendré éste en caso de emergencia... -sonrió al ver la cara que puso éste al pronunciar ella aquellas palabras-. Por si se rompe o me voy de vacaciones, así tengo unos para llevarme ya sabes darle guerra...

-Entiendo. Bueno, voy a buscar mis cosas y empezaré a trabajar...

-Bien, si tienes sueño más tarde no hace falta que te esperes despierto a que yo me vaya a dormir...

-Lo mismo digo, princesa -le contestó con sonrisa torcida, poniéndola nerviosa.


Una hora después Leslie apagaba la tele muerta de sueño y le llevaba un café a Bendelin que seguía trabajando muy concentrado, deseándole las buenas noches. Por lo visto se tuvo que dormir nada más poner la cabeza en la almohada, por que no se enteró de cuando Bendelin se puso el pijama y se metió en la cama, tapándola con la corcha que se había caído hacía un lado mientras dormía. Ni que estuvo casi toda la noche observándola dormir...




12°, CAPITULO. -



El despertador sonó a las ocho de la mañana como todos los días. Despertándola de su agradable sueño. Se restregó los ojos y se quedó mirando por un momento el techo de tela que cubría la cama. El día tenía que estar nublado, por la poca claridad que había en la habitación, con la persiana medio levantada... Fue entonces cuando se incorporó de golpe al recordar todo lo sucedido de la noche anterior


Rápidamente miró a su derecha y comprobó que no había nadie en la cama, pero si que la huella que había dejado en la almohada y en las sabanas arrugadas. Agudizó el oído por si escuchaba algún sonido en la casa, pero no. Reinaba totalmente el silencio...


Estaba tan cansada que se fue a dormir antes que él, dejándolo solo con su ordenador portátil y papeles. No se había enterado de que Bendelin se fuera a dormir y ni siquiera de que se había despertado y marchado a trabajar.


Se sonrojó un poco, por que no sabía que es lo que había hecho. Por que a lo mejor al despertarse la había observado durante un instante dormir, o tal vez había hablado en sueños diciendo algo que no debía saber él... Y si se había acercado durante la noche al calor de su cuerpo y a él le hubiese molestado...


Un poco nerviosa, salió de la cama se puso la bata y se dirigió a la cocina. En donde se llevó una gran sorpresa al encontrarse encima de la mesita una bandeja con el desayuno y una nota. Se acercó a ella un poco aturdida por el detalle, descubriendo un vaso con zumo de naranja, un café, un par de tostadas con mermelada de fresa y dos tortitas... Oh, Bendelin era un hombre que desayunaba mucho, o se creía que el que estuviera embarazada la hacía comer el doble que los demás, pensó con una sonrisa en los labios por el detalle que había tenido con ella.


Miró un momento la nota en donde estaba escrito su nombre con letras grandes. Con dedos nerviosos la cogió y la desdobló descubriendo una pequeña nota, escrita con la letra de él;

“Querida Leslie,

Te doy las gracias por todo y te pido disculpas por el no haberme ido a dormir a la vez que tú y siento si te he despertado al marcharme. No quise avisarte, por que parecías un ángel... Te he preparado un buen desayuno para que comas lo que más te venga en gana...
No tienes que sacar a pasear a Tor, ya lo he hecho yo. Hasta la noche. Puede que llegue un poco tarde.
Con cariño, tu esposo Ben.  "

Una parte de si le gustó mucho aquel detalle, pero la otra no por que le hizo entristecerse mucho. Sabía que aquello no era verdad. Puede que pareciese que eran un matrimonio como tantos, pero no... Bendelin era considerado, por que estaba viviendo en su casa y por que iba a ser padre.


Se sentó resignada en la silla y empezó a comer sin gana alguna. No sabía si iba a poder aguantar el ver a Bendelin todos los días. Por lo visto en el amor no iba a ser nunca tan afortunada como lo habían sido sus padres...


Matt llegaba a las ocho y media a la oficina y al pasar por delante del despacho de Bendelin, se sorprendió al encontrarlo allí y de tan buen humor.


-Buenos días -dijo mientras daba dos golpes suaves, a la puerta que se encontraba abierta-. ¿Cómo que estemos ten temprano aquí?

-Mira quería venir temprano para mirar de acabar unas cosas importantes y dejarlas terminadas cuanto antes.

-Últimamente me estés sorprendiendo mucho -se acercó al gran escritorio en donde se encontraba su amigo rodeado de un montón de papeles-. Ya no me vienes todas los días ten temprano como siempre, salvó hoy. Y deseas dejar las cosas cuanto antes zanjadas para llegar pronto a tu casa. ¿Y eso?

-Bueno... -demostró una de sus maliciosas sonrisas-. Durante un par de semanas si me buscas, no me encontraras en mi casa si no en la de Leslie... -rió al ver la cara de sorpresa de su compañero-. Le hice un pequeño trato y ahí estoy. De momento el primer día o debería decir noche, ha sido muy esperanzador y ahí me callo por que no pienso contarte nada más de mi vida privada...

-Oh, venga vamos... -empezó a insistir el hombre pero fue interrumpido por una llamada telefónica de su móvil-. Te salvas por el momento, pero luego te veo -le advirtió mientras empezaba hablar con la persona y se dirigía a su despacho.


Bendelin se reclinó en el sillón y dejó ver una sonrisa de satisfacción, después de que su compañero se hubiera marchado, dejando vagar su mente al recuerdo de aquella mañana al haberse despertado y encontrarse a Leslie durmiendo profundamente y abrazada a él. Estaba preciosa. Y habían sido muchas las ganas que había tenido de besarla, pero se había podido contener al recordarse que muy pronto todo estaría arreglado, bueno eso esperaba...


Entraba por la puerta de su oficina, cuando Dani le indicaba que su padre la esperaba en su despacho desde hacía una hora aproximadamente. Aquello hizo que entrecerrara los ojos por un momento, mientras pensaba que es lo que hacía su padre en su despacho. Que supiera ella, era la primera vez que su padre aparecía por su oficina desde que la inauguró. A saberse que es lo que le venía a reprimir ahora... Dando un profundo suspiro, agarró con mano fuerte el pomo de la puerta y abrió, encargándole con voz segura a Dani que les preparase un par de cafés.


Allí se encontraba, sentado cómodamente en el sofá junto a la ventana mientras leía el periódico de la mañana. ¿Qué diantres querría?


-¿Papá, se puede saber que es lo qué haces aquí desde tan temprano? -preguntó mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero.

-Venir hacerte una visita, ya que tu no me la haces desde hace un buen tiempo -le comunicó con voz apenada.

-Sabes perfectamente que si no lo hago es por que tengo trabajo que hacer -le contestó, mientras se acercaba a él y le daba un fuerte abrazo, para sentarse seguidamente a su lado y le cogía una mano con cariño-. ¿De verdad papá, qué es lo que te ocurre para que me vengas hacer una visita al trabajo y que no pueda esperar a una llamada por teléfono o que yo me pase por el trabajo?

-Se nota que eres mi hija -sonrió cariñosamente, mientras le daba un apretón a la mano que tenía agarrada-. ¿Cómo te encuentras?
-Bien y tu nieta también -sonrió con dulzura al poner su mano libre sobre su el vientre, que ya empezaba a notársele algo.

-¿Es niña? -preguntó sorprendido.

-No lo sé -se rió-, pero no me desagradaría.

-Me gustarla que fuera niño, ya que yo ya me he enfrentado a las rabietas de una...-empezó a bromear.

-Vaya, veo que todos tenéis las mismas preferencias -en aquel momento 'Dani llamó a la puerta y seguidamente entró en el despacho con la bandeja y los dos cafés, dejándolos sobre la mesa enfrente a los sofás-.  ¿No nos acompañas? -preguntó al ver que este solo traía dos tazas.

-Gracias, pero no -le agradeció con una sonrisa-. Quiero ir a comprobar unas obras, por que creo que nos han dado los datos mal y cuanto antes vaya mejor.

-De acuerdo, como quieras -le contestó amablemente.

-Dime hija -empezó hablar después de que Dani se marchara-. ¿Va todo bien con Bendelin?


-Bueno no sé cómo decirte si va bien o mal -empezó hablar con cierta timidez-. Él me propuso que me fuera a vivir a su casa por el bien del bebé... y yo acepté -Vio la cara de sorpresa de su padre, ante aquel acontecimiento tan impactante-. Entonces María, la madre de Bendelin ha empezado a re decorar la casa y como éste no tiene espacio ni para dormir, eso creo - dijo con seriedad-. Pues se ha trasladado a mi casa, durante un par de semanas el tiempo que acabe su madre de realizar todas las renovaciones.

-¿Pero si tú no tienes camas de sobras...? -empezó a preguntar su padre, pero se calló rápidamente al darse cuenta de lo que había dicho y viendo que su hija se había sonrojado repentinamente -. Bueno al fin y al cabo es tu marido, y está claro que puede dormir…

-Papá -lo acalló rápidamente Leslie-. Eso no quiere decir que estemos juntos como pareja -agachó la mirada y estuvo callada por unos momentos-. Tengo que confesarte que lo quiero mucho, pero...

-Pero piensas que él no, verdad -acabó su padre por ella. -Sí y no me vengas que...

-Hija, yo no te voy a venir con nada -soltó un suspiro por las palabras que iba a decir seguidamente-. Es cierto que durante mucho tiempo te he estado protegiendo mucho, sin llegar a querer asumir que ya eres toda una mujer capaz de ocuparte de ti misma... Y que por culpa de mi testarudez, he hecho cosas de las que ahora me arrepiento mucho... Como el haberte estado lanzando a un montón de pretendientes... -Sonrió por un momento, al ver que su hija se reía de aquellas cosas-. Pero creo que estáis cometiendo un terrible error los dos. Desde el primer día que os conocisteis, solo habéis hecho que lanzaros dardos sin querer asumir que os sentíais tremendamente atraídos el uno por el otro. Y no me contradigas... -le recriminó al ver que iba abrir la boca para protestar-. Para que lo sepas, Bendelin siempre había sido el hombre ideal como pretendiente. Pero vosotros dos os adelantasteis al conoceros antes de tiempo... -vio como Leslie lo miraba con cara de sorprendida-. No te me enfades, pero yo sabía que estabais hechos el uno para el otro. Y me lo habéis confirmado con todo éste lío... -cogió el café para quitarse la sequedad de la boca dándole un buen trago-. Cariño, no seas tonta. Estoy completamente seguro de que Bendelin te quiere, si no, no estaría contigo... Y ni siquiera, cometería la tontería de irse a vivir a tu casa, bien que tiene la de su madre o cualquier hotel de la ciudad. Lo que tenéis que haber hecho desde un principio cuando ocurrió lo que ocurrió, era sentaros y hablar sinceramente el uno con el otro pero como sois los dos duros de mollera, ha ocurrido lo que no tenía que haber ocurrido.



-Papá, pero las cosas no son así de sencillas -dijo con resigna miento, mientras también le daba un sorbo a su café.

-Sí que lo son, es solo que vosotros mismos le ponéis los obstáculos por que tenéis miedos de vosotros mismos -dijo con energía en la voz.

-¿Miedo?

-Sí, miedo -reafirmó con severidad-. Miedo a lo que sientes por esa persona por que puede hacer que abandones tu soñada independencia y a que te hagan daño... Leslie cariño, corre antes de que sea demasiado tarde y habla con él.

-Que hable -rió con cierta ironía-. Papá, Bendelin y yo muy pocas veces hemos hablado sin acabar gritándonos. Y además, como quieres que le confiese mis sentimientos sin más... Imagínate que no soy correspondida, bueno es que es lo que creo.

-Por favor -le puso las manos en los hombros y la miró a los ojos-. No seas tonta. Quién sabe si éste es el amor de tu vida si le cierras las puertas.

-No creo que sea tan afortunada como tú en el amor...


Henry se la quedó mirando unos segundos más. Para luego soltarla y agachar la cabeza pensativo. Quería hacer muchas cosas, pero como Rosanna le había dicho su papel de padre se limitaba en aquel punto, dado el asunto que era por mucho que quisiera a su pequeña.


-Creo que lo mejor, es que dejemos éste asunto por que por más vueltas que quieras darle siempre va ha ser igual -le comunicó soltando un profundo suspiro sumido en tristeza-. ¿Entonces has venido solo para esto o tenías que hablarme de alguna cosa?

-Sí -contestó en un tono extraño-. Veras hija, ésta mañana he ido bien temprano al cementerio para ver y hablar con tu madre...

-No tienes por que preocuparte, por que te doy mi consentimiento encantada -sonrió dulcemente-. Y creo que mamá también te lo da...

-Lo sabes -dijo con una sonrisa torcida en la boca-. Y yo que pensaba que lo tenía bien ocultado...

-Soy tu hija, y veo cosas que tu no ves... -Vaya...

-¿Para cuándo es la boda entonces? -preguntó muy animada, al saber que su padre volvería a ser feliz y afortunado en el amor.

       -Bueno... Bueno, no tengamos tanta prisa -la miró con gran cariño.
       
  -Papá no debes preocuparte por nada, estoy completamente segura de que al lado de Rosanna serás tan feliz como con mamá...
                     
  -Son dos mujeres muy diferentes -dijo con un poco de añoranza en la voz-. A tu madre la tendré siempre en mi corazón, por que me dio una vida muy feliz al igual que una encantadora hija que me la recuerda día a día, por que es igual a ella ... Y con Rosanna, voy a tener una vida relajada con alguien que me cuide dándome mucho cariño al igual que yo darle el mío.

-Te entiendo... -sonrió y se pasó una mano por el vientre-. Tengo muchas ganas de que llegue el momento para poder darle a alguien todo mi cariño...

-Cierto, pero no me seas tonta por que ya tienes a una persona que estaría encantada de recibir todo ese amor que tienes guardado bajo llave...
          
             -Por favor, pensaba que habíamos decidido dejar por acabado el asunto -le recriminó con pesadez en la voz.

-Sí, sí... -empezó a levantarse-. Bueno yo me marcho, que tengo que revisar unas cosas que me ha mandado Rosanna...

         -Pues entonces, ya me pasaré por casa a cenar una de estas noches -le comentó mientras se levantaba y lo acompañaba a la salida.

         -¿Vendrás acompañada? -Papá...

-Qué,... no he dicho nada -se quejó un tanto quisquilloso-. Es solo que no encuentro muy educado el que dejes a tu huésped o invitado -calcó con énfasis las siguientes palabras-, solo en tu casa mientras tú te marchas a cenar por ahí.

-No es por ahí, es a casa de mi padre -replicó empezando a ponerse malhumorada.

-Pero él es tu marido, el padre de tu hijo y un hombre al cual Rosanna y yo, respetamos mucho.

-Entiendo -bufó-. Mi padre y mi futura madrastra, encentra mía... -No es eso...

-Lo sé -sonrió, intentando calmarse un poco-. Es solo que Bendelin es un problema mío, que debo solucionar.

-Bueno, tú te lo piensas -le dio un beso en la mejilla de despedida-. Y según lo que decidas, nos llamas por si hay que poner un cubierto de más en la mesa.

-Vale... Estate tranquilo -le devolvió el beso, empezando a sentirse un poco agobiada por tanta presión-. Y conduce con cuidado.


Después de que se cerrara la puerta, se quedó sola en la estancia. Así es como se sentía, sola. Por que no tenía la misma suerte que s padre...


Recordó las palabras que su padre le había dicho. Cómo quería que cogiera y fuera a decirle a Bendelin que lo amaba. Además, quien decía que él no lo sabía ya con tan sólo mirarla a la cara. Pero lo descartaba, por que él solo hacía que afirmarle que ella sentía deseo por él, como él por ella... Pero eso no era lo mismo que el amor. Dejando a un lado sus problemas, se dirigió a su despacho a trabajar un poco.



13°, CAPITULO. -

Eran las diez y cuarto de la noche, cuando Bendelin aparcaba el coche en frente de la casa de Leslie. Antes de dirigirse allí, había pasado un momento por casa de su madre para decirle que ese jueves no iría a cenar a casa como siempre lo habían hecho. Por ello le había comprado un enorme ramo de flores a ella y a su hermana y perfume francés.

A lo primero se habían extrañado un poco, por que por muy importante que fuera el asunto siempre hacia todo lo posible por no faltar aquella cita tradicional. Pero se callaron un tanto sorprendidas, cuando Matt intervino en su excusa diciendo que lo entendía perfectamente al saber que una preciosa esposa lo estaba esperando en su casa con la cena preparada... Aquello hizo que su madre y hermana, lo avasallaran con miles de preguntas mientras por encima de sus cabezas, fulminaba a su queridísimo amigo que trataba de contener la risa.

No sabía si Leslie se había estado esperándolo despierta, para que pudiera entrar en la casa ya que no tenía llaves. Maldita sea, mira que había ido bien temprano a trabajar pero todo el tiempo que había ahorrado por la mañana, lo había perdido en cuanto Matt había abierto la boca.

Bajó del coche, cogiendo el abrigo, el ordenador portátil y media tarta de chocolate que había preparado su madre y que quería que se llevara para Leslie. Las luces del comedor estaban encendidas, de manera que todavía había esperanzas de que no estuviera dormida. Un poco nervioso para su sorpresa, llamó al timbre con el codo ya que tenía las manos bien ocupadas.

Una Leslie con téjanos y jersey de lana gordo, le abrió la puerta con una sonrisa. Dejándolo completamente anonadado por su cálida belleza...

-Oh, hola... -vio que iba muy cargado y lo ayudó quitándole de las manos la tarta -. Mmm, que bien que huele... ¿Sea lo que sea, es de chocolate verdad? -le preguntó sin ninguna hostilidad en la voz, por haber llegado tan tarde sin ser aquella su casa.

-Sí -le contestó con un monosílabo y la siguió al interior de la casa, en donde ella se dirigió a la cocina para descubrir que era aquello que tenía tan buena olor, mientras él dejaba el abrigo y el ordenador en el vestíbulo de la casa, para después ir a su encuentro.

Cuando entró en la cocina se llevó una sorpresa, al ver que Leslie estaba preparando la cena y por el olor que hacía debía de ser muy exquisita. Iba a excusarse por su tardanza, pero ella le apresuró a que se duchara por que la cena estaría en breve...


Todo aquello era muy raro. Lo más normal hubiera sido encontrarse a Leslie enfadada por llegar tarde, y que le dejase en la calle después de una buena bronca. Pero no, había sido amable, bueno mejor dicho no le había pedido ninguna explicación...

Se quitó la ropa y la puso en la cesta de lavar, para meterse después en la ducha y relajar así los músculos de la espalda, que le dolían un poco por el trabajo duro del día.

Estaba en la cocina apartando la cena en los platos, cuando entró Bendelin vestido con téjanos y jersey de cachemir color beige.

Impresionantemente sexy, no tenía otras palabras para describir el aspecto que tenía con la ropa informal y el cabello mojado, que se le rizaba dándole un toque de...

-¿Te ayudo en algo? -preguntó el hombre interrumpiendo sus pensamientos. -¿Qué? -preguntó al no haber escuchado.

-Si te hecho una mano -le volvió a decir con sonrisa divertida, al comprobar que no tenía la cabeza en donde tenía los pies.

-Sí, claro... Porque no te empiezas a llevar los platos a la mesa -sus mejillas se habían sonrojado un poco, porque él la hubiese pillado con la guardia baja.

Estaba muy nerviosa. Había decidido hacer caso a su padre y darle una oportunidad a Bendelin pero sin que él lo supiera. Durante el tiempo que estuviese él en su casa lo miraría desde otro punto... Aquello era arriesgarse, porque era cuando Bendelin se podía dar cuenta de sus sentimientos hacia él. Quería averiguar si de verdad tenía la misma suerte que su padre en el amor, y que todo había sido una confusión desde un principio. Como su padre se hubiese equivocado en todo aquello de que Bendelin la quería de verdad, se le iba a caer el poco pelo que le quedaba en la cabeza... De momento ya había empezado por no preguntarse en dónde demonios había estado hasta tan tarde, y hacerse la simpática o más bien aquello parecía como si estuvieran casados desde toda la vida.

Pero lo que de verdad había tenido ganas de hacer desde un principio, era haberlo cogido por las solapas de la camisa y besarlo hasta sin quedarse sin aliento, en cuanto éste hubo entrado por la puerta. Por no mencionar, cuando había salido de la ducha con el cabello húmedo y oliendo a su colonia, que la nublaba de deseo. Por dios... Pero si ahora mismo lo cogería, lo tumbaría en el sofá del comedor y le haría el amor allí mismo.

Bendelin volvió a entrar en la cocina encontrándose a Leslie en la misma posición en que la habla dejado, pero ahora se encontraba completamente sonrojada y un poco acalorada, con la cabeza completamente fuera de allí... Le gustaría saber qué es lo qué estaba pensando.

-¿Leslie, te ocurre algo? -preguntó Bendelin acercándose a ella y poniéndole una mano encima del hombro, produciendo que la joven mujer se sobresaltara y lanzara una exclamación haciendo que Tor acudiera a la cocina veloz y se acercara a lamerle la mano, al comprobar que allí no había ningún extraño que atacara a su dueña.

-¡Qué? ... -chilló llevándose una mano al pecho.

-Nada,  yo solo te estaba  hablando  pero  estaba  claro  que  no  me  estabas escuchando por que estabas en otro mundo -sugirió en tono extraño.

-Oh, estaba pensando en unos planos que tengo que entregar para mañana... -¿Seguro? -preguntó en tono burlón.

-Sí -intentó cortarle la gracia, pero no lo consiguió por que Bendelin cogió el último plato y se dio media vuelta al comedor.

-Pues a juzgar por el color de tus mejillas y el de tu mirada, más me vale ésta noche dormir en el sofá -dijo entre carcajadas mientras salía hacia el comedor, dejando a una Leslie un poco enfurruñada en la cocina, por que éste hubiera adivinado sus pensamientos tan fácilmente.

Mientras cenaban Bendelin se comportó debidamente sin hacer ningún comentario de tipo burlón, sobre lo ocurrido en la cocina. Solo le explicó los que aceres del día y le preguntó por los suyos.

Bendelin volvió a recoger la mesa y ella sirvió el café, con el delicioso pastel de chocolate que había preparado su madre. Decidieron sentarse en el sofá mientras venía una película de suspense en la televisión.

Un poco incómoda sí que se sintió, ya que en la película hubieron varios momentos de ardiente pasión entre los protagonistas de la película, produciendo que sus nervios se le alteraran y sus mejillas se le volvieran a teñir por estar viéndola con su marido al lado y sabiendo que los dos deseaban también aquello con gran ansia, pero no podía ser hasta estar ella segura de lo más importante...

Con gran alivio la película acabó. Bendelin apagó la televisión y decidió irse a dormir en aquel momento, esperando ver cuál era la respuesta de su mujer. Tenía sueño, pero no podía irse a dormir, por que antes tenía que acabar un artículo de E. K., que tenía que entregar de aquí dos semanas. De manera que le puso la excusa, de que tenía que acabar un documento para un cliente.

Bendelin se fue a dormir un tanto extrañado por aquel suspense en Leslie, sobre el trabajo de aquel hombre. Pero estaba muy cansado como para ponerse averiguar que es lo que estaba haciendo su esposa, así que nada más poner la cabeza en la almohada se durmió profundamente.

Eran cerca de la una de la mañana, cuando Leslie apagaba el ordenador con aire cansado. Se dirigió al lavabo después de coger su camisón, para cambiarse allí. Aunque Bendelin estuviera profundamente dormido, le era igual por que quien sabía si a lo mejor lo estaba fingiendo...

Cuando salió del baño, gruñó un poco por que se encontró a Bendelin en su lado de la cama. Tenía que apartarlo de allí por que aquel era su lado, pero cómo por que él pesaba mucho.

Primero empezó a empujarlo suavemente por los hombros pero no se movía ni un centímetro, lo único que conseguía era acelerar sus pulsaciones por estar tocando su piel desnuda por que el hombre había decidido dormir solo con los pantalones del pijama. Era suave y caliente... Se riñó a si misma, por estar pensando en aquello. Sería vergonzoso que se despertase y la encontrara acariciándolo, que es lo que ocurriría... Mejor no pensarlo, por que estaba empezando a entrar en calor. Entonces, un poco enfadada por aquella situación en su mente le propinó un buen empujón consiguiendo que éste le dejara por fin el lado de la cama. Fantástico, lo que le faltaba era que las sábanas estuvieran calientes para lo acalorada que se encontraba en aquel momento...

Con gran valor decidió darse la vuelta y ponerse de cara a él, para poder observarlo dormir. Parecía mucho más joven y se le veía muy apacible, no tan mezquino como representaba en el mundo de los negocios... Estaba completamente segura de que sería un gran padre para su hijo. Con aquel último pensamiento en la cabeza cerró los ojos y se dejó dominar por el profundo sueño.

Cuando notó que su respiración ya se había normalizado, entonces abrió los ojos y la observó dormir. Por un momento en la oscuridad de la habitación Bendelin sonrió cariñosamente, por lo que había ocurrido y acercándose a ella se dejó atrapar también por el sueño

Un ruido de claxon la despertó haciendo que abriera los ojos mientras lanzaba un bostezo. Esa noche había dormido muy bien. Incluso aún se sentía completamente a gusto con ese cálido brazo... ¡Mierda! Se encontraba abrazada al pecho de Bendelin y éste la tenia rodeado por la cintura con un brazo. Con cierta timidez levantó la vista para ver si estaba dormido y así, pasar desapercibida. Pero no, un par de ojos grisáceos la miraban fijamente con... ¿Cariño?

Con las mejillas teñidas de rosa, intentó apartarse pero aquel fuerte brazo se lo impedía. De manera que se encontraba atrapada por su brazo y sus ojos, que en ningún momento habían dejado de mirarla de aquella manera, sin mencionar palabra alguna.

-Bendelin por favor, necesito ir al baño... -le rogó intentando no mirarlo a los ojos, que la atraían como el imán.

-Oh, tienes nauseas -exclamó de pronto, mientras la soltaba y se incorporaba en la cama.

-¿Nauseas? -dijo sin entender, pero al ver su cara pronto lo entendió-. Oh, no. Yo tengo suerte de no sufrirlas, es solo que quiero ir al baño para ducharme y no llegar tarde al trabajo... ¿Qué ocurre? -preguntó al ver que éste sonreía de forma un tanto felina.

-Que no importa todo lo que corras, por que de todas formas vas a llegar tarde.

-¿Qué hora es? -preguntó, mientras se ponía a gatas sobre las piernas de él, para mirar en la mesita de noche que había al otro lado de la cama.

-Son las once y veinte minutos de la mañana -dijo sin ninguna preocupación.

-¡Qué! -lo miró a la cara incrédula-. Pero como que no ha sonado el despertador, ¿O porqué no me has despertado si llevas mucho rato despierto?

-Por que yo también me he dormido y como ya era tarde, no me he preocupado en salir disparado, si de todas formas iba a llegar...

-¿Y si llegas a tener una reunión? -¿Qué la tienes? -preguntó. -No.

-Entonces -concluyó, levantándose de la cama-. Puedes estar tranquila, teniendo a Dani a cargo de todo... ¿Pero si que es raro que no haya llamado?

-Por que tal vez, le dije no hace mucho que me dejase respirar un poco...

-Entiendo...

-Será mejor que me de prisa en arreglarme -se levantó de la cama y abrió el armario busca de algo que ponerse.

-Si quieres nos duchamos juntos y ahorramos agua y tiempo -sugirió divertido, mientras empezaba arreglar la cama,

Leslie paró un momento de mirar la ropa del armario, y se lo quedó mirando con cierta ironía. Desde luego que le gustaría tener aquella experiencia con él. Pero no sabía si sería posible algún día.

-Mejor no, por que en vez de ahorrar agua creo que la derrocharíamos con tus juegos, y perderíamos mucho tiempo -dijo con voz segura, sin prestarle ninguna atención para disimular los nervios que se la estaban comiendo viva.

-Quien ha dicho que pondría en práctica mis juegos de la ducha -dijo con tranquilidad, mientras le daba el último toque al edredón-. Yo hablaba en serio de solo una ducha para ir rápidos, pero si tu quieres que juguemos un poco debajo del agua -empezó a sugerir con voz seductora, mientras se acercaba a ella...

-¡No! -exclamó levantando el brazo repentinamente como barrera contra él, pero Bendelin no le hacía caso y seguía avanzando hacia ella con pasos pausados. Pero cuando estaba apenas a dos pasos de ella, se agachó y cogió de encima la mesa su batín...

-Tranquila, mensaje recibido desde hace mucho tiempo -le contestó mientras se la ponía-. Pero no es lo que tu corazón y ojos dulces me dicen -soltó un suspiro profundo-, bueno iré a preparar el desayuno mientras te duchas.

Vaya, nuevamente había vuelto a quedar como una estúpida delante de él. Le entraban unas ganas de propinarle un puntapié, cuando se chuleaba de aquel modo ante ella... Volviendo a proferir una exclamación ante la hora que era, salió corriendo a la ducha.

Se encontraba en la cocina con la compañía de Tor, que lo seguía impaciente por toda ella para conseguir que alguien lo sacara a pasear como todos los días. En cuanto su esposa bajase del baño y desayunase, lo sacaría a dar un paseo. Había decidido tomarse el resto de la semana libre. Ya que se había propuesto comportarse como un galán con Leslie en aquellos tres días, para ver cuál era su reacción a aquello.

Estaba rellenando las tazas del humeante café, cuando escuchó los pasos de su mujer dirigirse a la cocina. Allí saludó a Tor que se lanzó a sus brazos bien contento, sentándose después en la silla para beber café.

-Mmm... -dio un gran sorbo-. ¿No subes a cambiarte? -preguntó al ver que se sentaba con gran tranquilidad al lado suyo, para desayunar.

-No, me he tomado el resto de la semana libre...

-Qué suerte...

-Tú también podrás hacerlo, eres dueña de tu propio negocio...

-¿No pretenderás que deje a Dani solo?

-El es mayorcito y sabe cuidar muy bien de las cosas -la miró un momento con el ceño fruncido-. Cuando el embarazo esté mucho más avanzado, creo que serán muchos los días que no te pasaras por el trabajo...

-Ya, pero como de momento puedo pasarme...

-Como quieras, entonces no te quejes -cogió su taza dando un pequeño sorbo-. Por cierto, no pienso dejarte marcharte de aquí hasta que no desayunes debidamente -le advirtió serio, pero cortésmente.

-Sí, señor... -le contestó sonriendo-. Que siguiente ingrediente debo engullir.

-Por que no empiezas con esas tortitas que hay en el plato... -dijo sonriendo al ver que no le protestaba.

-Creo que me pondré como una vaca por tus desayunos, y no por el hecho de estar embarazada...

-No repliques y come... -le ordenó, mientras abría el periódico que habían dejado en la puerta.

Eran cerca de las doce del medio día, cuando Leslie se levantaba por fin de la mesa, para coger su abrigo y ser acompañada por los dos hombres de su vida hasta la puerta. Iba a salir hacia el coche, cuando Bendelin la llamó para pedirle una cosa...

-Me dejas tus llaves para que me haga una copia -vio que ésta dudaba un momento-. No te preocupes, me paso por tu oficina y te las dejo allí.

-De acuerdo, por que si sales a pasear a Tor, no sé como entrarías nuevamente en casa.

-Es verdad, no había caído en ello.

Leslie abrió su bolso y sacó un pequeño manojo de llaves. Cuando se las depositó en la palma abierta de Bendelin, éste la pilló de sorpresa cogiéndola de pronto por la muñeca y tirando de ella hacía sí, para juntar sus labios en un tierno beso. No se fijó en que su vecina la chafardera, se quedó sorprendida al ver que había un hombre en bata a las doce del mediodía en su puerta y que la besaba, delante de cualquiera que pudiera verles como ella en aquel momento.

Su marido separó los labios con extremada lentitud, mientras la miraba a los ojos con cariño y le acariciaba la nuca con sus manos.

-Que pases un buen día, princesa -sonrió atractivamente.

-Grac... Gracias -consiguió responder, ante el aturdimiento que tenía encima. Se dio media vuelta y se metió en su coche, para observar por el retrovisor cuando se alejaba como él y Tor, seguían en el mismo lugar viéndola marcharse.

Fueron muchas las ganas de dar media vuelta y lanzarse a ellos con los brazos abiertos, para que la mimaran durante el resto del día. Por que está segura de que eso sería lo que haría Bendelin después de aquel beso tan tierno que le había dado, como despedida... Profiriendo un gran suspiro, cogió fuerzas para seguir adelante y no mirar más por el retrovisor.

Eran las tres de la tarde, cuando Bendelin acababa de apagar el horno en donde estaba cocinando el pollo al champagne. Ya había sacado a pasear a Tor y a su también querido Spoock, que por lo visto los dos perros se llevaban muy bien. Había hecho la colada, planchado un poco de ropa y sacado el polvo... Ahora, solo le faltaba hacer una llamada a su querida esposa para decirle que ya era hora de plegar y llegar a casa para comer.

-Sí -contestó la voz seductora de su esposa.

-Siempre contestas con ese tono el teléfono -le preguntó repentinamente, sin haberlo pensado antes.

-¿Perdona?...

-Es igual cariño, mi cabeza estaba en otro lugar.

-Sigo sin entender, pero creo que es mejor que lo deje así -dijo sonriendo-. ¿Ha qué debo ésta llamada al trabajo?

-Pues verás, me he pasado toda la mañana cuidando de tu casa y de tu perro, con mucho cariño. ¿Y me preguntaba si te gustaría plegar del trabajo, para venir a casa y hacerme compañía con el pollo al champagne que he preparado...? Así, me devolverías un poco del cari...

-No sigas, Bendelin -lo cortó sonriente-. Tienes razón, por hoy ya he trabajado suficiente y además, tengo mucha hambre. Dame veinte minutos y estoy allí.

-Perfecto, iré preparando la mesa...

Nada más llamar al timbre, Bendelin acudió rápidamente abrirle la puerta. Éste fue a saludarla, pero los dos perros se lanzaron a sus piernas con gran cariño.

-¡Spoock! -exclamó ante la sorpresa de ver allí al perro de Bendelin, en compañía de Tor- ¿Se han portado bien los dos juntos? -preguntó entrando en el recibidor y sacándose el abrigo para colgarlo en el perchero.

-De maravilla -le respondió, mientras la miraba con ojos hambrientos por la belleza que desprendía-. ¿Y para mí no hay nada?

-Sí, claro -lo miró un momento para acercarse a él y ponerse de puntillas, para darle un beso en la punta de la nariz-. Gracias por ser tan cariñoso conmigo, Bendelin.

-Y que esperabas que me comportase como el ogro que dicen que soy -dijo con cierta ironía en la voz-. Y por cierto, ese saludo no ha sido suficiente para lo que he hecho hoy.

-Vaya, pues de momento esto es lo que hay -sonrió entrando en el comedor y viendo la excelente mesa que había puesto -. Esto es precioso...

-Gracias -se acercó a ella y le puso una mano en el hombro-. Entiendes por que digo que no es suficiente ese beso.

-No insistas... -dijo soltándose de su mano y hiendo al lavabo-. Me aseo un poco, y nos sentamos a comer. ¿Te parece bien?

-Claro, iré a servir los platos -dijo refunfuñando un poco.

Cuando volvió a entrar en el comedor, se encontró a Bendelin sentado en la mesa esperándola. Con música de jazz de fondo

Estaba sorprendida y nerviosa. Todo lo que se había imaginado de Bendelin, estaba siendo demostrado que no era cierto. Hasta ahora, había comprobado que era un hombre ambicioso, firme en los negocios, leal con los seres queridos y... ¿Cariñoso con ella?

No sabía que pensar. Y si todo aquello solo lo hacía por que su casa se encontraba en obras y necesitaba un lugar en donde dormir... No, por que era Bendelin Van Holden uno de los reyes de las finanzas de todo Europa. Y aquello significaba que podía acudir a cualquier lugar. Pero había acudido a su casa, por que había pensado que era lo más normal ya que en cuanto las obras finalizaran, seria ella quien se fuera a vivir a su casa. Así que era un modo de cobrarle el favor, por así decirlo. Y no, como había sugerido su padre... Bendelin no la quería. Pero su padre pensaba todo lo contrario. Y había que decir, que de momento se portaba muy cariñoso con ella...

Estaba segura que si Bendelin no fuera un mujeriego, aunque éste lo negara. Ellos dos se podrían llegar a llevar bien como pareja, como hasta el momento estaban haciendo.

Oíos, cuanto amaba a ese hombre. No quería pensar en el día, en que ella se tendría que marchar con su bebé de su casa y no poder verlo...

-Ya era hora -bromeó-. Estaba pensando en llamar a los bomberos para que te sacasen de allí dentro.

-Que gracioso...

-Bueno siéntate y disfruta de la comida.

-Eso pienso hacer, por que vengo hambrienta y todo tiene muy buena pinta.

-Pues si te quedas con hambre, en el horno hay más.

-Tampoco quiero parecer una ballena... -sonrió.

Estaban sentados en el sofá tomándose el café, con los perros a sus pies. 'La música se había acabado, y ninguno de los dos se había molestado en cambiar la cara por la morriña que tenían encima. De manera que en la habitación reinaba el silencio. De tanto en tanto, Bendelin le explicaba o preguntaba alguna cosa.

-¿Porqué no dejas que Spoock se quede a dormir aquí con Tor? -sugirió animada-. La caseta de Tor es muy grande, y si no le gusta hay mucho jardín o está la cocina.

-¿... Segura que no te molestaría?

-Por que iba a molestarme, así no tendrás que ir hasta tu casa a buscarle para sacarle a pasear.

-Bueno...

-Oh lo prefieres para poder ver cómo van las obras. ¿Qué por cierto, como marchan las reparaciones?

-Bien... Marcha bien -Por un momento, juraría que había visto un brillo en los ojos de éste. Pero no le hecho mucha cuenta, por el cansancio que llevaba encima.

-Perfecto -sonrió-. ¿Has hecho la copia?

-Oh, sí es verdad -se levantó un momento, para coger de encima del mueble unas cuantas llaves-. Toma aquí tienes las tuyas, más la de la puerta de mi casa y de la verja de entrada,

-Oh... -No sabía qué decir. -Así ya las tendrás.

-Sí es verdad... - volvió a reinar el silencio nuevamente-. Bueno, creo que me voy ha echar un rato por que tengo mucho sueño.

-Sí la cara de cansada la tienes -comentó observándola detenidamente-. Puede que yo también me eche un rato, se puede decir que me he levantado como si no hubiese dormido nada - comentó con toda naturalidad, sin parar atención en la cara de espanto de Leslie-. ¿No te importa verdad, el que también me tumbe un rato?

-No claro y ahora -contestó empezando a ponerse nerviosa-. Tendrás que recuperar todas las horas de sueño perdidas en éstos días libres que te vayas a coger.

-Exacto -sonrió-. Creo que me lo merezco, después de lo mucho que trabajo. -Bueno yo me voy a tumbar ya, antes de que me quede dormida en la silla...

-Como quieras... -la miró a los ojos con una expresión rara en él-. Yo recojo los platos y me reúno contigo en unos minutos.

Vaya hombre, se pensaba que iba a estar sola para calmarse de la tensión sexual que se respiraba en la habitación, pero se había equivocado. Suerte que su cama de matrimonio era muy ancha y no se tenía que preocupar por el tema de la proximidad, mientras estuviera despierta por que una vez dormida ... Si mal no recordaba, no era la primera vez que se despertaba en la cama con Bendelin a su lado y abrazándola cálidamente. Obligándose a quitarse aquel pensamiento de la cabeza, se acercó al armario y sacó de él una gran manta, para no tener que deshacer la cama.

Llevaba quince minutos en la cama, intentando aguantar despierta a que Bendelin entrase en la habitación, pero éste no aparecía y su agotamiento iba ganándola. De manera que cerró los ojos y se adentró en un profundo sueño.

Bueno, ya le había dado tiempo suficiente para que estuviera un rato a solas y se tranquilizara ante la idea de que fuera ha echarse él también en la cama, para descansar un poco. Con gran cuidado abrió la puerta y se adentró en el dormitorio, que se encontraba en penumbra por que Leslie había bajado las persianas hasta la mitad. Sonrió al encontrarse a Leslie dormida profundamente. Era bellísima y la quería mucho ... Algo le decía que aquellos días se estaba produciendo un gran cambio en la relación que tenían ellos dos, y rezaba por que fuera algo positivo que la acercara más a él, en vez de alejarla.

Se quitó las zapatillas deportivas, y levantando la manta con mucho cuidado se metió en la cama acercándose a ella hasta que su pecho tocara su espalda y así poder rodearla con un brazo. Lanzó un profundo suspiro al ver que no se hubo despertado, y con delicadeza apoyó la cabeza en la almohada no sin antes darle un delicado beso en sus rojizos cabellos.

Eran las seis de la tarde cuando Leslie despertó encontrándose acurrucada junto a Bendelin. Comprobó que éste se encontraba profundamente dormido y así aprovechó para observarlo por un momento. Sonrió. Era un hombre increíblemente guapísimo, pero lástima que no era de ella... Bueno, en según que termino se mirase si que lo era de ella. Le apartó un mechón de cabello que le cania por la frente, produciendo que su corazón se le encogiese al encontrarse observada al momento por unos ojos azules grisáceos, que la miraban con sorpresa.

-Yo... Solo te estaba... -vaya hombre, por que tenía que tartamudear precisamente aquel momento quedando como una niña tonta-. Perdona no quería moles...

-No importa, me gusta el que me estuvieras observando por que eso significa que.

-Eso no significa nada, Bendelin -su voz sonó un tanto atemorizada.

-Por supuesto que sí -ella empezó a deslizarse fuera de la cama, pero Bendelin fue mucho más rápido que ella atrapándola con el peso de su cuerpo contra el colchón.

-Por favor -no lo miró a la cara, por que sus mejillas estaban teñidas de vergüenza-. Podrías quitarte de encima de mí.

-Después de besarte -dijo con voz seductora y mirada sonriente, al ver que la chica giraba la cara hacia él con expresión de furia en la mirada y preparada para protestar, aprovechó para acallar sus protestas aplastando sus labios con gran voracidad contra los de ella.

No podía luchar. Por más que quisiera, deseaba aquello con toda desesperación desde que había escuchado su voz por el teléfono cuando la hubo llamado aquella mañana. Así que solo podía hacer una cosa por el momento, pegarse a él todo lo que pudiera y saborear aquel momento de placer. Pero procurando que solo fuera un momento y que no se alejara a nada más...

Después de unos momentos, ella le apoyó las manos en el pecho y empezó a apartarlo suavemente. Parecía como si no quisiera apartarse de él, pero sabía que estaba luchando contra ello. Y como él no quería aprovecharse de la situación, sino que quería ir poco a poco con ella, supo aceptar aquella petición silenciosa de ella.

Sus miradas se encontraron. Los dos jadeaban por el encuentro apasionado que acababan de tener. Pero Leslie agachó rápidamente la mirada y salió a toda prisa de la cama y de la habitación.

Lo sabía. Estaba completamente seguro de que ella todavía lo quería. Solo tenía que esperar un poco a que ella aceptara la idea de que él también, y dejar a un lado todas aquellas tonterías que pensaba de él. Había hecho bien el irse a mudar a su casa, por que era una manera de estar con ella. Además, aquello hacia que cada vez se conocieran más.

Había salido de la habitación corriendo, por que le había dado miedo el mirarlo a los ojos después de que se hubieran besado de aquella manera, y pudiera descubrir que estaba enamorada de él. Se encontraba en la cocina apoyada en la encimera, recuperando la respiración que se había dejado en los labios de su marido. ¡Dios que iba hacer! Se estaba volviendo loca con Bendelin en su casa. Antes al verlo de tanto en tanto, se podía meter en la cabeza ideas tontas para odiarlo. Pero ahora lo tenía segundo a segundo en su casa, comportándose como todo un galán y consiguiendo que su amor por él creciese por momentos.

Era una tonta. De ahora en adelante, sería mejor que tuviera mucho más cuidado con lo que hacía.

Escuchó como Bendelin salía del dormitorio y entraba en el baño. No sabía cómo sería su comportamiento en cuanto entrase en la cocina y se la encontrara con aquel aspecto, intentaría razonar con ella sobre lo que había ocurrido o tal vez, no diría nada para no molestarla.

Era igual. Lo que sabía es que por el momento no podía enfrentarse a él. Se sentía muy débil de mente. Y tenía miedo de que en cualquier gesto amable o cariñoso de él, saltara sus barreras y le confesase sus sentimientos. De manera que se dirigió al recibidor, se puso el abrigo y salió a la calle con Spoock y Tor.

El cielo se estaba tapando con unos nubarrones muy feos y por un momento, pensó en volver atrás y coger un paraguas para resguardarse de la lluvia. Pero no, seguramente Bendelin saldría del lavabo y la vería con el abrigo puesto. Es cuando empezaría a hacerle preguntas; ¿a dónde iba? ¿Por qué? ¿Qué le ocurría? ... Cosas a las que mejor era no responder en aquel momento. Así que volvió a mirar al frente y empezó a caminar en compañía de los dos perros.
Por lo menos llevaba unos cuarenta minutos caminando, cuando decidió adentrarse por un camino que igualmente la conducía a su casa pero con el trayecto más largo que por el que había venido, con la obligación de pasar por delante de la casa de Bendelin. Le era igual. En aquellos momentos no sabía que hacer. Era tan fuerte el deseo que la lanzaba a los brazos de su marido... Su cabeza ya no podía luchar más con su corazón, habían sido muchos los días que lo había mandado a callar. Que el amar a Bendelin era un completo error ya que éste a lo único que podía amar era a un montón de mujeres que estuvieran dispuestas hacer el amor con él, sin ningún compromiso por delante. Pero y sí estaba en un error...  Tenía que tomar una decisión ya mismo, no podía hacer que su corazón siguiera sufriendo con aquella desesperación.

Ya llevaba un buen trozo del camino oscuro, cuando decidió empezar a llover con gran furia. No le hacía mucha gracia el tener que pillar una pulmonía, pero bueno tendría que aguantarse por ser una estúpida...

Se encontraba a unos metros de la entrada de la casa de Bendelin, cuando le era imposible aguantar el tiempo loco que hacía. Fue entonces, cuando Spoock reconociendo el terreno que pisaba, salió corriendo hacia la verja y se puso a ladrar para que acudiera alguien abrirla.

Estaba muy cansada cuando entró la llave en la cerradura y abrió con gran pesadez la puerta de la entrada. Lo primero que le vino a la mente, era el de sentarse en el sofá del salón para calentarse con el calor de la chimenea. Pero cayó en que al no estar Bendelin viviendo, no habría nadie en la casa. Además, a lo mejor se encontraba el salón lleno de trastos a causa de las obras que se estaban haciendo en la casa.

El recibidor se encontraba a oscuras, así que se arrastró un poco por la pared hasta encontrar el interruptor. Nada más encenderse la luz, lo primero que vio fue que la casa estaba en completa calma, no había ningún rastro de que estuvieran haciendo obras en la casa. Iba a inspeccionar un poco, pero Spoock se puso a ladrar en aquel momento y salió corriendo en dirección a la cocina. Con gran esfuerzo fue detrás de él, para que no fuera a romper nada ni ha ensuciar con el fango que llevaba en las patas a causa de la fuerte lluvia.

Se sentía muy mareada, pero tenía que coger a Spoock. Cuando se estaba acercando a la puerta de la cocina, se sorprendió al ver por debajo de la ranura luz. Aquello era muy extraño. El que el perro pudiera entrar en la cocina lo entendía, por que la puerta no estaba fija. Solo hacía falta darle un suave empujón y se abría. Pero si que le extrañaba el que el perro hubiera dado al interruptor de la cocina, por que aquello era remotamente imposible. Esperaba que no tuviera la mala suerte de que hubiera ladrones en la casa...

Al ir apoyar la mano en la puerta, se asustó al ver que en aquel momento alguien empujaba la puerta desde el otro lado de la pared. Pero al escuchar la voz de mujer supo que era Helen...

-Señor Bendelin... -se escuchó-. ¡Santo cielo! Pero señorita Leslie, qué hace aquí con éste tiempo y el señorito Bendelin...

Quería responder, pero no pudo. Al saber que era Helen quien se encontraba en la casa, se tranquilizó del todo. Pero su cuerpo ya no podía aguantar más el cansancio, de manera que la arrastró rápidamente al suelo dejándola completamente inconsciente.



14°, CAPITULO. -

Solo hacía que escuchar murmuras a su alrededor. Eran muchas las veces que intentaba abrir los ojos, per le era imposible por que un gran cansancio pesaba sobre ellos. Y casi siempre, estaba sumida en un profundo sueño.

Notó como alguien descorría las cortinas para que entrara claridad. Consiguiendo por fin despertarla, y que pusiera valor para intentar salir de aquella oscuridad.

Se sentía confusa y desorientada. Aquella no era su casa, sino la de Bendelin. ¿Qué estaba haciendo allí? ... Volvió a cerrar por unos momentos los ojos, para poder concentrarse y lograr recordar.

"Escapó de Bendelin, saliendo a pasear a los perros con mal tiempo. Y por casualidad, acabó delante de la casa de él. Y solo recordaba que se encontraba muy cansada. Había sido una estúpida."

Respiró profundamente y volvió abrir los ojos. Se sentía cansada todavía, y tenía la garganta seca. No sabía bien, bien cuanto tiempo llevaba tumbada en aquella cama. Pero tenía que ser bastante, por que en el exterior brillaba el débil sol de invierno en Londres.

Escuchó como alguien caminaba por la habitación. Sus pasos eran sigilosos, pero con gran intranquilidad ya que no paraba quieto. Inclinó la cabeza hacia su derecha, y se encontró a Bendelin enfrente de la puerta del lavabo. Cogió aire en sus pulmones, por la sorpresa. Estaba vestido con la misma ropa que llevaba en su casa, cuando se marchó dejándolo solo. Lo único diferente que tenía, era que se le notaba barba y el cabello un poco revuelto... Pero estaba increíblemente atractivo. No supo qué, pero algo dentro de sí hizo que lo llamara...

-Bendelin...

No sabía que hacer. En cuanto hubo salido del baño y se encontró completamente solo en la casa, supo que algo no iba bien. El tiempo pasaba y ella no aparecía. Salía afuera de la casa y miraba por los alrededores, pero ni rastro. Y por si faltaba poco, amenazaba con un buen diluvio, y sabía que Leslie los temía.

Casi dos horas y media después, escuchó como su móvil sonaba. Aquello hizo que su alma se le cayera a los pies, por que sabía que era algo sobre Leslie, su corazón no solía equivocarse cuando tenía un mal presentimiento.

Era Helen, quien desde la otra línea trataba de hablar con él sin dejarse dominar por los nervios. Se extrañó mucho. No entendía por que le llamaba Helen. Pero en cuanto le mencionó que Leslie había aparecido en la casa, completamente calada y que se había desmayado, salió corriendo por la puerta.

Cuando llegó a la casa. Pedro salió a su encuentro informándole de que Helen se encontraba en aquel momento en su dormitorio con el doctor, que estaba haciéndole un chequeo a Leslie.


Subió corriendo al piso de arriba y entró sin llamar en el dormitorio. No se le olvidaría la cara de sorpresa que pusieron los dos, en cuanto les informó que Leslie era su esposa... Helen, se pensaba que vendría algún familiar con un bebé durante una temperad, al haber una habitación renovada para un bebé, pero nunca se hubiera esperado una cosa como aquella. Por suerte el informe de su médico, era que Leslie se encontraba muy agotada y que posiblemente había agarrado un buen resfriado. De manera, que tendría que hacer mucho reposo durante un buen tiempo al estar esperando un bebé.

Ya habían pasado diecisiete horas. Diecisiete horas, que se había pasado junto a ella en su habitación. A ratos, la miraba y hablaba. Cuando no, se quedaba dormido a su lado para transmitirle calor.

Eran cerca de las once de la mañana, y afuera ya no llovía. Así que decidió levantar las persianas, para que hubiera más luz en el dormitorio. Caminó un poco por la habitación, cuando le pareció escuchar su voz. A lo primero se quedó un peo parado, sin creer que había sido de verdad y no un producto de su imaginación. Pero cuando levantó la cabeza y miró a la cama, se encontró con la mirada cansada de su esposa. Rápidamente acudió a su lado.

-¡Leslie! ... -sonreía mientras le cogía la mano con cariño-. ¿Cómo te encuentras, pequeña tonta? -bromeó. Pero Leslie vio preocupación en sus ojos.

-Bien -logró contestar-. Me noto muy cansada y la garganta seca... -se sonrojó. Su comportamiento había sido como el de una cría, y había puesto la salud de su hijo en peligro-. ¿El bebé? ...

-Está bien -la tranquilizó-. Pero tienes que descansar, por que llevas encima un buen resfriado…

-Ya me lo noto -Se atrevió a mirarlo a los ojos.

-Has sido muy tonta -la riñó-. Cuando te encuentres mucho mejor, hablaremos. Ahora, trata de descansar mientras voy a decirle a Helen que te vaya preparando el caldo.

Antes de salir de la habitación, le acercó un vaso con agua para refrescarle la seca garganta que no paraba de darle pinchazos. A pesar de estar muy enfadado con ella, la trataba con gran delicadeza... Miró como se cerraba la puerta tras él, dejándola sola en la habitación. Quería mantenerse despierta para cuando volviera nuevamente, pero el cansancio podía mucho con ella volviéndola a sumergir en el mundo de los sueños.

Helen la despertó con una sonrisa en la mirada. Ésta llevaba en las manos una bandeja con un plato con caldo y zumo. Se sintió mal de repente, por que seguramente la mujer tendría que estar en su casa tranquilamente y no que ahora la estaba haciendo trabajar.

-¿Cómo se encuentra señorita Leslie? -preguntó con voz dulce.

-Bien Helen -le contestó mientras se incorporaba en la cama para poder comer-. Siento mucho todo esto, yo...

-No se preocupe mujer -sonrió, mientras le acercaba la mesa para las camas y le dejaba la bandeja-. Lo que importa, es que usted se recupere con calma. Que hay que cuidarse bien, cuando una se halla en cinta...

-Lo sabe -afirmó, sin rodeos.


-Sí -se inclinó sobre ella, para ajustarle mejor la almohada-. Bendelin nos lo explicó todo y no debe avergonzarse por ello. Hoy en día, es normal que una mujer cuide de su bebé... ¿Usted lo quiere verdad? -sabía que no se refería al bebé.

-Sí, Helen -confesó al fin. Parecía mentira, pero el hecho de haberle confesado ha  alguien sus sentimientos hizo que se le quitara un poco el peso de la espalda-. Pero no creo a je él sienta lo mismo por mí...

-Tonterías -la riñó con sonrisa tierna-. Conozco a ese hombre desde que usaba ranales. Y si yo digo que la quiere, es que la quiere...

-¿Usted cree? -sabia en lo más profundo de su interior, que aquello no era cierto

-Sí. Bueno, será mejor que la deje comer tranquila -sugirió-. En la bandeja tiene una  de sopa y un poco de pollo con verduras, todo está muy rico. Así que ale, ha comérselo enterito.

- tranquila que así será.

-Bien, yo me voy a vigilar que Bendelin también coma alguna cosa. Por que éste ?re no ha querido comer nada, hasta que usted despertara.

-¿Bendelin? ¿Se encuentra aquí en la casa, no se ha marchado? -la invadió la curiosidad.

-Marcharse... ¡Que va! Pero si ha estado toda la noche y mañana aquí, encerrado con usted.

-¿En serio? ... -preguntó incrédula.

-Ya le he dicho, que Bendelin la quiere -dijo-. Después de que despertara, fue ha ¡¡amar por teléfono para informar de su situación a su padre, que seguramente vendrá más tarde ha visitarte -abrió la puerta-. Ahora ha comer, que falta os hace a ti y al bebé.

Volvió a quedarse sola. Todo el mundo le decía que Bendelin la quería. ¿Quién estaba ciego? Ellos o ella... No lo sabía, pero esperaba de todo corazón ser ella quien se equivocase.



Bendelin había pasado toda la noche junto a ella. Tal vez tenía miedo de que si le pasaba algo a ella o al bebé, su familia se le tiraría encima. Oh podía coger la otra opción, que Bendelin se había quedado toda la noche junto a ella por temor a dejarla sola y que le ocurriera algo, sin poder soportarlo por que la amaba...

Tenía una sonrisa en la boca, por aquel pensamiento cuando dieron dos golpes en la puerta y apareció tras ella Bendelin. Consiguió que abriera la boca por la sorpresa. Dios, que guapo que era... Cuanto lo quería... Éste se acercó con una sonrisa torcida en los labios y una bandeja llena de comida en las manos.

-¡No! -dijo ella sin más, haciendo que Bendelin perdiera la sonrisa y se parara de golpe en medio de la habitación.

-¿No? -inquirió confuso.

-No quiero nada más para comer, ya tengo todo un banquete aquí -refunfuñó.

-¡Ahí -volvió aparecer aquella atractiva sonrisa, que hacía que se le saltase el corazón-. Pero es que éste banquete es para mí.

-Lo siento... -se avergonzó-. Es que pensaba, que ibais ha estar ahora todos encima mío para que comiera algo.

-Tranquila, Helen me ha preparado esto para mí. Y en vez de comer solo en el comedor, había pensado hacerte compañía si tú quieres claro está.

-Oh sí, claro. A mí no me molestas...

-¿De verdad? -sugirió, mientras se sentaba en un lado de la cama y dejaba la Bandeja junto a la de ella-. Pues mira que pensaba que era todo lo contrario, al desaparecer de aquella manera.

Vaya, pensó Leslie. No se andaba en rodeos para echarle en cara la tontería que habla hecho. La verdad, si venía a discutir entonces si prefería comer sola.

-Te pido disculpas, yo...

-Gracias, pero mejor que lo dejemos para otro momento. ¿No crees? No tengo ganas de amargarnos la comida -sonrió.

-De acuerdo -aceptó sin ningún otro remedio, devolviéndole la sonrisa con un poco de miedo por cuando llegara aquel momento-. Pues entonces, buen provecho.

-Igualmente -dijo sin dejar de mirarla a los ojos, mientras cogía su vaso de agua y le daba un trago.

El rato que Bendelin estuvo con ella, fue un rato muy tenso. Apenas hablaron, solo comían y de tanto en tanto él le comentaba alguna cosa de su trabajo. Fue un gran alivio cuando acabaron de comer, por que éste se levantó de la cama con las dos bandejas informándole de que se iba a encerrar en el estudio, por que tenía cosas que hacer. Intentó convencerle de que no había ningún problema en que se marchara al trabajo, pero éste no le hizo caso comentándole que no había ningún problema si se quedaba en el estudio de su casa, por que tenía todo lo que le hacía falta.

-Bueno, quieres que te deje algún libro para que no te aburras -sugirió antes de salir del dormitorio.

-Bien como tú quieras, si no es ninguna molestia.

-Tonterías, por que me iba a ser una molestia el traerte un libro -dijo con cierta ironía-, A la tarde seguramente vienen Henry y Rosanna, ha visitarte -le comunicó antes de cerrar la puerta.

-Gracias por todo Bendelin.

-Tonta... -logró escuchar, antes de que se cerrara la puerta.

No fue Bendelin quien le subió el libro, sino Helen. Ésta le dijo, que cuando Bendelin iba a subir recibió una llamada de un cliente. Aquello fue un alivio por el momento para Leslie, por que no tenía ganas de volver a sentir la incomodidad que había sentido a la hora de comer. Estaba segura que Bendelin se había contenido de saltar encima de ella y gritarle a cuatro voces, lo estúpida que había sido.

Colgaba el teléfono después de llevar casi una hora hablando con un cliente sobre una próxima reunión en España. Había intentado persuadirlo de que aplazara la convocatoria para otro mes, pero no podía ser. Dentro de tres días, tendría que coger un avión en dirección a Madrid. No le hacía ninguna gracia el dejar sola durante esos días a Leslie. No es que fuera ha estar mal atendida, pero es que quería estar a su lado mientras se recuperaba. Cuanto le gustaría dejar todo arreglado con ella antes de salir de viaje, pero lo veía muy mal...

¡Dios! Cuanto deseaba dejar lo que estaba haciendo, para subir las escaleras al piso de arriba y reunirse con ella. Lo que daría por poder estirarse a su lado y tenerla entre sus brazos, mientras miraban alguna película. Había sido tan fuerte el deseo de abrazarla y besarla, en cuanto ella había despertado y lo había llamado. Pero se había contenido, por que aquello es lo que había hecho que ella hiciera aquella estupidez.

El teléfono volvió a sonar, sacándolo de sus pensamientos y haciendo que se volviera a centrar en el trabajo.

Eran cerca de las seis de la tarde, cuando Bendelin volvía a llamar a la puerta del dormitorio. Pero esta vez no aparecía solo, con él venían Rosanna y su padre. Quienes se acercaron a la cama rápido, para darle un abrazo. Pero como no, su padre también tenía que echarle bronca y no se contuvo como Bendelin había hecho por el momento. Pero gracias a dios, que Rosanna estaba allí por que rápidamente lo hizo callar…


Después de un buen rato, Bendelin y su padre bajaron al estudio para tomar una copa y hablar de negocios, dejándola con la agradable compañía de Rosanna.

-¿Bueno pequeña, qué fue lo que ocurrió? –Preguntó soltando un profundo suspiro.

-Algo que llevaba tiempo deseando, pero que no tenía que haber ocurrido –Dijo con voz apagada.

-Entiendo -le cogió la mano con delicadeza-. Leslie hasta cuanto tiempo os vais ha estar castigando...

-¿Castigando? -frunció el entrecejo.

-Sí - la miró con pesadez-. Me refiero que cuando os vais ha decidir de acabar de una vez por todas, con ésta tontería.

-Las cosas no son tan fáciles como parecen desde fuera, Rosanna -aseguró con un poco de severidad en la voz.

-Lo sé -agachó la mirada-. Pero es que sufro tanto por ti. Por que no te decides de una vez hablarle de tus sentimientos...

-Rosanna...

-Leslie, tú dices que él no te ama -la miró a la cara-. Pues entonces acláralo de una vez. Sé que será doloroso para ti por que lo amas, pero ya sabrás a que atenerte. De ésta manera él no podrá jugar más contigo...

-Y si me miente... -dijo sin ningún ánimo en la voz.

-No lo creo -aseguró confiada-. Bendelin es un hombre que no miente sobre ese tema, y créeme por que lo conozco muy bien.

-Lo haría Rosanna, pero es que no puedo por que me hace falta valor -contestó enfadada consigo misma, por que de aquella manera nunca pondría la solución a su sufrimiento.

-Pero es que no te das cuenta, de que así lo único que haces es hacerte más daño mi niña -dijo preocupada.

-Lo sé, pero así es la vida -reprochó con ironía.

-No y tú lo sabes...

-Sabes, me gustaría que todo fuera tan fácil como lo tuyo con mi padre...

-Pues yo luché por ello, Leslie. Sabía que es lo que quería, así que me lancé a por ello...

-Pero es que yo tengo miedo -sollozó-. Miedo a que se pueda reír de mí. Miedo a quedarme sola, por que almenes ahora lo tengo a mi lado...

-Pero no como tu querrías -le dijo con sinceridad.

-Cierto. Pero es que cuando lo veo cada día, mi corazón da saltos de alegría...

-Pero no es bueno vivir con un engaño, cariño -le aseguró con preocupación.

-Lo sé, Rosanna -la miró con los ojos llenos de lágrimas-. ¿Por qué tiene que ser el amor tan complicado?

-Mi niña... -se acercó a ella y la rodeó con los brazos para consolarla.

-Tienes razón, no puedo seguir así -se secó las lágrimas de los ojos-. Tengo que poner punto y final... -dijo muy convencida.

-Leslie, yo...

-No te preocupes -la miró sonriendo-. Tengo que aclararlo todo, por que no es bueno vivir en una mentira.

-Sí, es verdad -sonrió. Por fin todo se aclararía, bueno eso esperaba. Por que esos dos eran muy testarudos. No sabían ver que se querían el uno al otro... Suerte que conocía a Bendelin y sabía que la amaba-. Bueno, será mejor que vaya a buscar a tu padre.

-¿Ya os marcháis? -preguntó con tristeza.

-Cariño, tienes que descansar. El médico dice que no es bueno agotarte mucho...

-Pero es que me aburro un poco.

-Pues entretente con alguna cosa -le sugirió.

-Bendelin me ha traído un libro, pero no me voy a pasar toda la tarde leyendo -reprochó.

-Bueno, pues si quieres le puedo sugerir que te suba un televisor a la habitación.

-No, déjalo -la contradijo rápidamente-. No quiero que lo molestes con eso, estoy segura que tiene mucho trabajo que hacer.

-Tonterías, así es como quieres arreglarlo todo -dijo soltando un profundo suspiro. -¡Que has venido a visitarme o ha reñirme constantemente! -bromeó un poco.

-Que graciosa que llegas a ser algunas veces, niña -sonrió, mientras se dirigía a la puerta-. Bueno, quedamos en que le digo a Bendelin que te suba el televisor, verdad.

-Como tú quieras, por que eso es lo que vas hacer...

-Hay que ver, dios mío -miró hacia el techo-. Bueno, que te recuperes. Seguramente que mañana viene Laura a hacerte una visita.

-Perfecto, alguien que seguramente no me estará riñendo a todo momento -sugirió en broma.

-Bueno hasta mañana, y no hagas ningún esfuerzo -le lanzó un beso en el aire y cerró la puerta con suavidad.

Eran cerca de las ocho de la tarde, cuando Bendelin apareció por fin en la habitación. Se le veía cara de agobiado, y no quería pensar que la causa era ella.

-Rosanna me ha informado que te gustaría que te subiera un televisor -le dijo sin parecer molesto por ello.

-Bueno, si no te es ninguna molestia -dijo completamente ruborizada. -¿Tenias miedo a preguntármelo? -preguntó con una sonrisa. -No, es solo que no quería molestarte...

-¿Seguro? -inquirió muy sonriente-. Oh tenias miedo de que me enfadase todavía más -sugirió mientras se acercaba a la cama seductoramente, haciendo que Leslie arrimara su espalda contra el respaldo de la cama.

-Qué, no... Ya te lo he dicho, pensaba que tendrías mucho trabajo y no estarías para atender mis tontos caprichos -contestó muy nerviosa por su proximidad.

-Y es ese el único capricho tonto que vas a tener en toda la noche... -dijo seductoramente, mientras se sentaba en la cama junto a ella y le cogía la barbilla delicadamente para mirarla a los ojos fijamente.

No sabía que hacer respecto aquello. Porqué tenía que comportarse ahora de aquella manera, lo único que iba ha conseguir era atormentarle más la cabeza de lo que ya la tenía. Esperaba que Rosanna no le hubiera comentado nada de lo que habían hablado, ya que él había tardado mucho rato en subir después de que se fueran ellos dos.

Dios, no podía apartar la vista de sus seductores labios y sus profundos ojos, que la hipnotizaban.

-¿Y bien, qué me respondes princesa? -susurró con voz seductora, y acercando sus labios a los de ella.

¡Princesa!. La había vuelto a llamar con aquel nombre, y siempre que lo utilizaba es que estaba jugando con ella. Sin duda, el hombre se estaba riendo un poco de ella por encontrarse encerrada en su dormitorio y estar aburrida.

-Te estás riendo de mí... -lo acusó seriamente, y quitándose su mano de un fuerte manotazo-. Eres imperdonable, lo sabías.

-Perdóname -se levantó sonriendo a carcajadas de la cama y mirándola fijamente-Es que me hace gracia, el que haya una mujer encerrada en mi dormitorio durante todo el día y bien calentita en mi cama y que encima se esté aburriendo.

-Pues por mí que no sea -dijo con enfado-. Por que no vas a buscarte a una jovencita veinteañera y te la traes a la cama. Por mi no te preocupes, que siempre puedo ir a instalarme a un cuarto de invitados... -espetó con cierta ironía en la voz, consiguiendo que Bendelin se riera más-. Como en ésta casa hay bastantes.

-Pero que tonta que eres mi niña -se volvió acercar a la cama, pero en vista de la cara de alerta que puso la mujer desistió rápidamente en ello-. Lo decía para ver cómo te enfadabas...

-¿Y porqué iba a tener que enfadarme? -preguntó tontamente y cayendo en la trampa.

-No sé -sonrió cálidamente-. Tal vez por celos...

-¡Celos! ¡Yo! ... -su enfado se avivó por momentos-. Tú me has visto con cara de tonta...

-No -afirmó -. Te veo con cara de veinteañera... Y como tú me has sugerido, creo que ya he encontrado a una veinteañera de mi gusto y sin tener que salir de la casa. Fíjate que suerte la mía -la miró divertido ante su cara.

-Y que mala suerte la mía...

-¡No lo creo? -puso las manos en los bolsillos del pantalón-. Por que estás mala y tienes que hacer reposo, si no te ayudaría a rectificar esa respuesta tuya y pronto verías lo mucho que te equivocas.

-Pareces un pavo real cuando hablas de esa manera -se mofó de él, para no mostrar los nervios que tenía a flor de piel.

-De la que te estas librando, cariño - le advirtió con sonrisa burlona-. Bueno ahora te subiré la televisión, y ya mismo aparece Helen con la cena.

-Gracias portado...

-¿Por todo? -seguía jugando-. ¿Quieres que te haga compañía para cenar?

-Como tú quieras -trató de sonar indiferente. Bendelin se la quedó mirando por unos momentos en silencio, para luego salir del dormitorio. Fue entonces, cuando Leslie respiró de alivio. Había estado todo el rato nerviosa, esperando el momento en que Bendelin se le iba a tirar encima... Y como una tonta, por que negarlo había deseado que ocurriera.

Como Bendelin dijo, Helen subió a la media hora con la cena. Comunicándole que Bendelin subiría en cinco minutos, por que se encontraba en el salón buscando un cable del televisor que faltaba. Aquello la hizo sentirse un poco mal, por lo visto había estado todo aquel rato ocupado con el maldito televisor que ella había pedido, por que resulta que por culpa de su estupidez ahora se estaba aburriendo en la habitación. Dios, pero mira que llegaba a ser idiota.

Helen le había acercado la mesa, y ya tenía todo dispuesto para cenar. Pero se sentía mal por lo de Bendelin. De manera que cuando éste apareció en la habitación con el televisor se la encontró sumida en sus pensamientos y sin probar ningún bocado de la cena exquisita que Helen había preparado con mucho cariño para ella.

-¡Lo siento mucho, pero aunque me digas que no tienes hambre me es igual por que te lo vas a comer todo! -dijo con cierto enfado en la voz-. Primero por que te hace falta y te recuerdo que ahora debes comer por dos y además, por que Helen lo ha preparado con mucho cariño para ti.

Dio un pequeño respingo en la cama por las fuertes voces del hombre, ya que no le había escuchado entrar en el dormitorio.

-Así, que tendrás que comértelo todo -dejó el televisor en el suelo y se acercó a la cama con cara de pocos amigos-. Que intentas, ponerte más enferma de lo que ya estas.

-No seas tonto -le recriminó-, si no he tocado todavía la comida es por que me sentía mal por hacerte pasar toda la tarde buscando un maldito televisor...

-La que llega ha ser tanta eres tú -volvió aparecer el buen humor-. Por qué me iba ha molestar, el buscarte un televisor y subirlo al dormitorio. Además, si tarde o temprano quería poner uno aquí.

-¿De verdad?

-Sí -sonrió-. Y discúlpame por los gritos que he lanzado contra tú...

-Tranquilo -lo miró tímidamente, antes de pronunciar las siguientes palabras-, ¿Vas hacerme compañía ésta noche?

Bendelin se rió tras escuchar las palabras de la joven. Y Leslie, se avergonzó tras darse cuenta de lo que había dicho.

-Perdona, yo quería decir... -intentó arreglarlo.

-Como quieras cariño, a mi me es igual el lado de la cama...

-¡Bendelin por favor? -lo intentó callar, pero le fue imposible al ver que el hombre se reía, consiguiendo que a ella también se le escapara.

-Lo siento mucho, princesa -se disculpó sinceramente-. Pero estoy esperando una importante llamada de negocios en breves minutos y no sé cuánto tiempo me va ha llevar.

-Entiendo...

-Sí quieres me traigo los papeles aquí y el teléfono inalámbrico -sugirió al ver por unos momentos la desilusión en el rostro de la joven.

-No, no hace falta que llegues a tanto... -miró un momento la cena que le había preparado Helen-. Con la magnífica cena y alguna película que den en la televisión, estoy que me sobra la diversión para que vengas un viejo como tú, a intentar divertirme.

-Con eso hieres profundamente mi orgullo -la miró sonriente-, pero sé perfectamente que mi compañía no te es desapercibida como intentas demostrar...

Dicho esto, se levantó y se fue a instalar el televisor encima del mueble, para después darle el mando y salir del dormitorio con una disculpa. Pero qué... No entendía ha qué demonios venia aquello que le había dicho, pero sabía que tenía que estar detrás de todo aquello su padre o Rosanna, pero lo creía imposible. Ellos sabían que jamás les perdonaría de que se hubieran puesto en medio comentándole sus sentimientos, además ellos mismos le habían prometido que no le dirían nada de las charlas que había mantenido con cada uno de ellos.

Eran las once de la noche, cuando apagaba el televisor cansada. Pero antes de dormir, tenía que ir un momento al baño. Cuando se encontraba a mitad del camino, la puerta se abrió dando paso a Bendelin quien acudió rápidamente a su lado.

-Bendelin solo voy al lavabo, cualquiera que te viera pensaría que vengo de la guerra... -protestó un poco mal humorada, por que éste no hubiera compartido con ella la cena. Vale que la comida había sido muy tensa, pero quien decía que iba a ocurrir lo mismo durante la cena.

-Pero te encuentras todavía un poco débil, como para estar andando por la casa -le recriminó también él.

-Hombres... -soltó un suspiro y entró en el baño cerrándole la puerta en los morros.

La tentación de mirarse en el espejo para ver que aspecto tenia fue muy tentadora, y cuando lo hizo se tapó la boca por el horrible aspecto que presentaba con el cabello todo alborotado y el rostro pálido. Ahora entendía, el por que decían que todavía estaba muy débil,.. Pero ella ya se encontraba reconfortada como para el día siguiente estar fuera de aquella habitación, y caminar un poco por la casa. Aunque era mejor que no le dijera nada de aquella idea al hombre que se encontraba al otro lado de la puerta, por que sabía que entonces iba a poner ha alguien en la puerta para que montara guardia en caso de que él tuviera que marcharse.

Abrió la puerta y se encontró que Bendelin estaba poniendo bien la ropa de la cama Mejor era no decir nada ante aquel gesto. Pero si iba ha estar siempre encima de ella, sería mejor tener mucha paciencia.

Éste la escuchó y se hizo a un lado para que ella pudiera pasar por su lado y entrar nuevamente en el calor de la cama. Sabía en todo momento que Bendelin la estaba mirando de arriba a abajo, por que la camiseta que llevaba de él era muy grande pero igualmente dejaba al descubierto buena parte de sus piernas. Pasó junto a él intentando no rozarlo, pero fue imposible, Estaba segura de que aquello le parecería divertido... Pero para ella no lo fue, ya que el simple roce le produjo corrientes eléctricas por todo su cuerpo.

Pero no todo acabó ahí, por que el hombre tuvo la desfachatez de que cuando introdujo las piernas debajo de las sábanas y se reclinó en el colchón, éste se volvió acercar a ella y se inclinó sobre la cama arropándola con la colcha y mirándola directamente a los ojos. Se quedó durante un momento así, mirándola y con los brazos a cada lado de su cuerpo.

Estaba atrapada, ya que tenía los brazos debajo de todo y no podía sacarlos por que Bendelin tenía bien sujeta la colcha. Lo miró un momento y vio una suave sonrisa en su boca y mirada divertida, para ser cambiada por una llena de deseo. En aquel momento ya le entró miedo, por que sabía perfectamente que es lo que iba hacer el hombre. Y así fue, se inclinó del todo sobre ella y acercó sus labios con suavidad a su frente depositando un beso de cariño... Se quedó parada y por que no, también desilusionada. Pero él seguía sonriendo y mirándola con expresión divertida...

-Veo que no te ha hecho mucha gracia ese beso -dijo sin dejar de mirarla fijamente y haciendo que ella no pudiera apartar la vista de sus hipnotizadores ojos-. A mí también me ha ocurrido lo mismo, pero no hay que preocuparse por que eso tiene fácil solución -Y acto seguido plantó sus labios sobre los de ella. Aquel si que no fue un beso fraternal, no. Allí Bendelin la sedujo sin ningún tipo de vergüenza, llevándola ha altas alturas de deseo haciendo que se volviera loca por sacar los brazos de debajo de tanta ropa y poder acariciar su sube cabello y hombros anchos.

Llevaban rato así. Ella acariciándole el desnudo pecho de su amado y él besándole con gran ardor los pechos más llenos de la mujer, gracias a la vida que estaba creciendo en su interior. No quería parar, ya le era igual lo que ocurriera si seguían así pero como caído del cielo el móvil que había dejado Bendelin encima de la mesita de noche empezó a sonar sacándolos de su dulce letargo.

Mientras él hablaba por el dichoso aparato, no quitaba el ojo de Leslie quien se encontraba completamente acalorada por el pequeño encuentro y un poco nerviosa por no saber qué hacer...

-Lo siento mucho cariño -estaba muy serio, algo malo le tenían que haber dicho por teléfono por que había escuchado como no paraba de replicar y intentar convencer de que hicieran un cambio-. Pero mañana por la mañana cogeré un avión dirección a España para ir a unas obras y reuniones -soltó un suspiro-. No me hace mucha gracia, pero...

-No tranquilo -se sintió muy apenada y no sabía cómo disimularlo-.No tienes por que preocuparte por mí, puedo marcharme a mi casa y allí...

-Ni hablar, te quedarás aquí al cuidado de Helen y Pedro -la amenazó-. No quiero enterarme de que te has marchado, por que sino...

-Está bien... -aceptó un tanto resignada.

-Bien -la miró de forma rara-. Estaré fuera aproximadamente unas dos o tres semanas. Cuando vuelva del viaje tenemos que hablar seriamente... -se calló unos segundos-. La cosa no puede seguir así, Leslie.

-Yo... -estaba muy confundida.

-Buenas noches, princesa -se acercó y volvió a depositar un suave beso en sus labios, para después volver a desaparecer como había estado haciendo siempre.

No sabía cómo había ocurrido, pero si sabía que Bendelin sabía perfectamente cuáles eran sus sentimientos hacia él. Pero es que todo había ocurrido tan rápido ... Soltó un profundo suspiro, mientras se volvía arreglar por segunda vez en aquella noche el cabello.

En los pies de la cama, todavía se encontraba el jersey de él. Sus mejillas cogieron color al recordar en la forma que había acariciado y mordido el pecho de su marido. Pero no lograba recordar en si había sido ella, quien le había quitado el jersey... Seguramente que sí.

Era solo, que no sabía si aquel encuentro había afectado tanto a Bendelin como lo había hecho en ella. Por que no había tardado ni un minuto en separarse de ella y contestar al teléfono. Para comentarle seguidamente que se tenía que marchar a España durante dos semanas aproximadamente en viaje de negocios. Y que cuando volviera, tenían que hablar... ¿Hablar de qué? Aquello no le hacía mucha gracia. Quien no le decía que a lo mejor había cambiado de parecer a lo de mudarse ella a su casa... Además, había desaparecido muy pronto de allí, dejándose la ropa y a ella sola llena de frustrada pasión.


15°, CAPITULO. -

El arrancar de un coche y voces de gente, fue lo que la despertó. Tardó un poco en desperezarse y acordarse de que Bendelin se marchaba de viaje. Salió corriendo a la ventana y vio como Helen y Pedro hablaban con él. Las maletas se encontraban en el suelo al lado del coche... Subiría a despedirse o tal vez, el beso de la noche fue su despedida.
No sabía que hacer, si bajar y despedirse o quedarse allí viendo como se marchaba. A lo mejor se enfadaba si la veía levantada de la cama, por que tan solo eran las siete de la mañana. Pero es que le gustaría mucho hablar un momento con él, antes de que desapareciera durante casi un mes.
Pedro cogió las maletas y las introdujo en el coche, para acercarse después a Bendelin y estrecharle la mano. En cambio Helen lo abrazo mientras le decía algunas cosas... Parecían sus padres, pero era normal ya que lo cuidaban desde que era apenas un bebé. El matrimonio acabó de despedirse y entraron en la casa cuando Bendelin abría la puerta del coche, pero antes de entrar éste se detuvo un momento y miró hacia la ventana de su habitación pillándola por sorpresa y haciendo que diera un salto hacia atrás alejándose de la ventana para que no la viera allí. Pero sabía que había sido demasiado tarde por que él la había visto ya que había aparecido una sonrisa en sus labios. Volvió acercarse con un poco de temor y se lo encontró allí de pie mirando hacia ella con seriedad. Sus ojos se encontraron. Luego él levantó la mano como saludo y entró en el coche alejándose de allí.
Una vez más, había parecido una niña tonta al apartarse de la ventana como si hubiera hecho algo malo. Le había gustado despertarse y ver como se marchaba. Por su mirada quería pensar que Bendelin no había subido ha despedirse, para no molestarla tan temprano.
Lo iba ha echar de menos al quedarse sola en la gran casa. Al menos como distracción tenía su trabajo y los escritos de E. K., que tenía que entregar para los meses siguientes. Solo esperaba que Bendelin no les hubiera dado órdenes estrictas a Helen y Pedro y que no la dejaran salir de la casa, sino iba a tener un mes muy aburrido.
Decidió arreglarse para bajar a desayunar y trabajar un poco en el despacho, antes de que viniera Laura a visitarla.
Bendelin aparcaba el coche en el aparcamiento de aeropuerto con una gran sonrisa en los labios. A las seis de la mañana había entrado sin hacer ruido, en la habitación de Leslie. La joven se encontraba durmiendo abrazada a la almohada con una sonrisa en los labios... Estaba preciosa. Y después antes de entrar en el coche, algo le había hecho mirar arriba y se había llevado una sorpresa grata al encontrársela allí mirándolo ha hurtadillas. Había sentido un gran vacío al tener que dejarla allí sola...
Se encontraba leyendo el periódico en la sala de espera, mientras esperaba a que llamaran los pasajeros del vuelo dirección a España, cuando una mujer se sentó a su lado y se abrazó a su brazo dándole un pequeño susto.
¡Mierda! Qué hacía allí Verónica. Aquello le indicaba que si iba también a España iba a tener una estancia un poco agobiante. Seguro que su padre había comentado alguna cosa de aquel viaje y ella al saber que él iba, decidió ir para acompañar a su padre. Esperaba que no le trajera ningún problema ...
-¡Bendelin cariño qué haces aquí! -dijo mientras se acercaba más a él, aplastando sus senos contra su brazo y agarrándole la cara con sus manos llenas de pulseras de oro y las uñas largas y pintadas de color rojo, le plantó un beso en los labios. Consiguiendo que le entraran ganas de levantarse y dejarla allí plantada antes de decirle un par de cosillas, pero tenía que aguantarse y ir aquella reunión.
-Tú sabes perfectamente que es lo que hago aquí -soltó en un gruñido.
-¿Te ocurre alguna cosa? -preguntó al ver en la forma en que le contestó.
-No, qué me iba ha ocurrir -le contestó en un tono desdeñoso-. -¿Y tu padre?
-Ahora viene -contestó mientras se arrimaba más a él y lo ahogaba con el olor del fuerte perfume que llevaba-. Ha ido un momento al servicio. ¿Te vas alojar en el hotel, en donde se efectuará la conferencia?
-Que remedio -respondió cada vez con un tono más mal humorado, al pensar que tendría que estar soportándola durante las tres semanas siguientes-. Tu padre quiso hacer la reserva por mí...
-Que bien, por que es uno de los mejores hoteles y estaremos juntos -sonrió 'maliciosamente, mientras con un dedo le recorría el brazo desde el hombro a la muñeca produciéndole un escalofrío en la columna vertebral-. Podremos cenar juntos y...
-Ahí viene tu padre, y creo que serla adecuado que tu comportamiento fuera el de una dama -la cogió por las muñecas y se la apartó en un gesto brusco-. Así que quítate de encima de mí que…
-Entiendo  cariño -sonrió nuevamente- Hay que guardar las apariencias delante de que...
-No, Verónica -empezó ha decir pero llegó Adam interrumpiéndolo.
-Buenos días Bendelin -le estrechó la mano,  para sentarse luego a su  lado izquierdo-.preparado para un largo viaje en el avión.
-Se hará lo que se pueda. Adam -contestó en tono irónico sacándole una sonrisa al hombre mayor.
-Vaya, veo que no tienes muchas ganas de viajar -sugirió en sonrisa torcida.
-No me lo creo -intervino la mujer-, a Bendelin siempre le ha encantado viajar en viajes de negocios por que son su vida, bueno no quiero decir que no viva por nada más ... -dijo las últimas palabras en tono de niña tonta y mimada, algo que Bendelin no podía soportar.
-¿Quién sabe, pueda que tenga ha alguien en tierra que no quiera abandonar? -sugirió Adam.
-Qué Bendelin tiene ha alguien -Dijo un tanto molesta la joven-. Es algo que no creo, pues Bendelin es un hombre al que le gusta mucho su soltería.
-Bueno, ahora que sacas el tema Adam -empezó a decir un poco perezoso y mirando a la mujer, por que sabría que aquello sería un gran alivio para él pero una molestia para ella por que no paraba de presumir con sus familiares y amigas de que algún día se iba a casar con él-. Tengo una gran sorpresa que todavía no te he contado y que no sabe mucha gente...
-Dime, dime... -inquirió el hombre mayor muy interesado y Verónica, la cual escuchaba con una sonrisa en sus labios pensándose que Bendelin iba a decir las palabras que tanto había deseado escuchar.
-Pues que tienes razón, tengo a una persona en tierra a la que no quiero abandonar -los ojos de la joven empezaron a ensombrecerse de rabia-. Verás, resulta que me casé no hará mucho y ahora mismo mi mujer y yo estamos esperando un bebé.
-¡Qué estás casado! -gritaron Adam y Verónica a la vez, sin acabar de creerse lo que Bendelin les acababa de decir.
-Sí -respondió muy orgulloso.
-Pues mi enhorabuena hijo -sonrió el hombre y le estrechó la mano-. Pero una cosa así se dice para poder celebrarlo -le riñó cariñosamente,
-Es que quedamos que todo fuera más tranquilo e intimo. -Entiendo -sonrió-. ¿Y quién es tu querida y misteriosa esposa? -Pues es la hija de Henry Mckendricks...
-Te has casado con Leslie Mckendricks... -Adam no acababa de creérselo- Pues te has llevado ha un trozo de pan, según me cuenta su padre por que yo no la conozco.
-Has dado en el clavo.
-Verónica hija, no te he escuchado felicitar a Bendelin por su matrimonio.
-Y no pienso hacerlo, por que creo que ha sido todo un error -se levantó enfadada-. Creo que dentro de muy poco, verás cómo ha sido un error y que echaras de menos tu vida de soltero, por que si mal no recuerdo Bendelin eres un hombre mujeriego...
-Ya estás retirando lo que has dicho, Verónica -dijo Adam en tono serio sin levantar para nada la voz.
-No padre -le contradijo con orgullo-. Y si me permitís, voy un momento al servicio.
-Perdónala Ben -pidió el hombre muy avergonzado-. No sé que es lo que voy hacer con ésta hija mía.
-Tranquilo no ocurre nada -dijo sinceramente.
-Y sé que no eres ningún mujeriego -lo miró un momento a los ojos-. No te preocupes si tu mujer te quiere, no hará ningún caso a lo que se dice en las revistas del corazón de ti.
-Lo sé -mintió. Leslie creía todo lo que las revistas decían de él, sin no por que le llamaba playboy... Esperaba volver pronto antes del viaje y arreglar todo con ella. Soltó un gran suspiro por todas sus preocupaciones...
Acababa de entregarle a Pedro un sobre para que lo echara al correo con dos escritos de E. K... Estaba aburrida. El matrimonio no la dejaba salir de la casa para nada, eran órdenes de Bendelin tal como les había dicho él. Suspiró. Pues volvería a leer un poco más, por que no tenía nada que hacer hasta dentro de un rato que sería la hora de comer.
Cerca de las dos de la tarde llamaron a la puerta. Como se encontraba cerca de ésta, le gritó a Helen que se encontraba en la cocina de que ya iba ella abrir. Soltó una gran exclamación de alegría al hallarse en la puerta su amiga Laura con un perro de peluche bien grande. Se lanzó a ella abrazándola y dándole besos en las mejillas por el tiempo que hacía que no la veía, más o menos desde el día que estuvo en su casa la madre de Bendelin.
Le dijo a Helen que se quedaría su amiga a comer con ella y bien contentas corrieron las dos al dormitorio hablar. Y como no, el tema principal eran ella y Bendelin.
-¿Y bien cómo te encuentras? -la miró a la cara, mientras se sentaba con ella en la cama y abrazaba el cojín contra su pecho.
-Ya me encuentro mucho mejor -le respondió, recostándose contra el cabecero y abrazando el peluche enorme que le había regalado.
-¿Pero qué fue lo que ocurrió para que salieras con aquel tiempo?
-Que fui una tonta, Laura -agachó la mirada y acarició el lazo que tenía el peluche atado al cuello.
-Eso ya lo sé yo desde que te conozco -bromeó para intentar que sonriera y lo consiguió.
-Muy graciosa -dijo entre risas y sacándole la lengua-. Es solo que ocurrió algo que no debía de haber ocurrido... Y ahora, al encontrarme viviendo aquí él ha llegado a darse cuenta de mis sentimientos hacia él. Lo sabe todo, Laura -dijo en un sollozo.
-¿Segura?
-Sí, estoy segura que sabe que lo amo... No tenía que haberlo besado de aquella manera, ni acariciar su pecho...
-Para un poco, guapa -la interrumpió su amiga-. Una cosa es que me expliques lo que ocurrió, pero que tampoco lo hagas con pelos y señales por favor que una no tiene pareja y...
-No me hagas reír quieres -dijo contenta ante los comentarios de su amiga-. ¿Qué hago Laura?
-Lo quieres verdad -afirmó su amiga. -Sí, pero él no.
-Pues yo no sé que decirte la verdad, por que para mí que sí que te quiere saibó que ~c sabe como decírtelo por que como no lo tratas nada bien...
-Oye, no es que se pueda decir que él me hubiese tratado como una rosa delicada -se quejó.
-Vamos Leslie, que tampoco es para quejarse... -unos golpes en la puerta pararon a conversación. Era Helen que les avisaba de que la comida ya estaba lista, y que podían comer  cuando quisieran.
Se encontraban a mitad de las escaleras cuando Laura se paró un momento y miró a su alrededor.
-Oye, por que no me enseñas en un momento la habitación del bebé que ha arreglado María y las otras habitaciones que se han retocado. Por que supongo que al no haber aquí olor de pintura, es que no se ha tocado nada...
Aquello hizo que Leslie se quedara clavada en mitad de las escaleras. ¡Pero cómo había podido ser tan idiota de no acordarse en ir a ver la habitación del bebé! Y la verdad, de lo poco que se había movido en la casa no había visto que hubiera alguna cosa que señalara que había habido obras durante el tiempo que Bendelin había estado en su casa. Y tendrían que verse rastros, por que no habían sido muchos los días... A lo mejor, Los habían retirado mientras ella estaba encerrada en el dormitorio durmiendo. Aquello era muy extraño.
-Vale, por que si te digo la verdad todavía no la he visto -dijo sonriendo y volviendo a subir las escaleras con Laura detrás de ella.
Bueno por donde empezaban a mirar, soltó un suspiro. En aquella casa había muchas habitaciones, y la verdad todavía no había entrado en todas. Se encontraban paradas en mitad del pasillo, pudiendo escoger ir hacia la derecha o a la izquierda. Decidió empezar por la izquierda, que era en donde había más dormitorios y en donde estaba el principal de todos el de Bendelin. En el fondo del pasillo se encontraban dos puertas al lado del dormitorio de él. Soltaron una exclamación al encontrarse en el cuarto montones de juguetes para niños hasta los diez años aproximadamente. Todos eran nuevos.
-Vaya -silbó Laura-, Veo que tu suegra tiene muchas ganas de tener un nieto...
Leslie no dijo nada. Entró en la habitación y empezó a mirar todos los juguetes, viendo que muchos de ellos no eran nuevos... Aquello significaba que eran de Bendelin. Notó una punzada extraña en el estómago. Era una cosa preciosa el que hubieran hecho aquello, pero sonrió al pensar que por lo visto la madre de Bendelin quería tener más de un nieto por la gran cantidad de juguetes nuevos que había. Miró a su alrededor y pudo ver que habían empapelado las paredes en un tono amarillo pastel con sane fas de osos. Estaba todo muy precioso...
-Tiene un gusto realmente admirable -reconoció en voz alta.
-No te contradigo para nada -contestó Laura-, Vamos, tengo muchas ganas de saber si todas las habitaciones estarán así de preciosas.
En la habitación que había enfrente a Leslie se le cayó el alma a los pies. Era el cuarto del bebé. Con las paredes habían hecho lo mismo que en el cuarto de jugar, por que como todavía no sabían qué iba a ser y el amarillo era para los dos sexos. Pero no solo era el hecho de las paredes, era toda la habitación al completo. Aquel cuarto no era para un bebé, sino para un niño de siete u ocho años, por lo menos. Tenía un gran armario, que iba a conjunto con la gran cama y el escritorio. En el techo habían colocado móviles de aviones, ositos... También había dos estanterías grandes repletas de libros hasta los trece años. ¿Pero qué era aquello? Y en un lado, tapados con un plástico se encontraban la cuna y la bañerita para el bebé. No sabía si lo tenían ahí por que iban hacer un cuarto para el bebé, o es que lo pondrían todo en el cuarto en donde ella iba a dormir. Ya lo sabría, pero lo importante es que todo aquello era muy bonito y se notaba que lo habían hecho con mucho cariño.
-Dios mío, todo esto es precioso -dijo Laura bien asombrada.
-No sé que decir, la verdad... -Cómo se lo podía agradecer a María.
-Pues yo sí -dijo muy convencida su amiga-. El día que me case quiero tener a una suegra como la tuya -Leslie sonrió-. Vamos haber más habitaciones, aunque ya sé que no tienes muchas ganas de salir ahora de estos dos cuartos por que te encantaría quedarte horas y horas inspeccionando todos los detalles.
Entraron en tres habitaciones más de aquella parte del pasillo. Las tres eran dormitorios para invitados, pero se notaba que no habían cambiado nada por que no había ni olor a pintura ni los muebles se veían nuevos. La cuarta puerta era un cuarto de baño para los dormitorios. Era igual que el que había en el cuarto de Bendelin, solo que en éste no había ninguna bañera ni rastros de su hombre.


Se dirigieron a la parte derecha de la casa en donde había  seis puertas. Decidieron empezar nuevamente por las del fondo. En la primera estaba el despacho en donde Helen la había llevado para que pudiera trabajar en sus cosas. Allí tampoco se notaba ningún cambio, pero no le hacía ninguna falta por que era todo muy elegante y moderno, era una habitación que a Leslie le había gustado nada más entrar, por que se había encontrado muy a gusto en ella. Tal vez por que allí era el único lugar en donde la dejarían más tranquila... En la habitación de enfrente se encontraron otro despacho pero mucho más grande y serio. Se notaba que aquel era el despacho de su marido. Tampoco lo habían cambiado, pero ella lo haría encantada por que aquella habitación solo reflejaba frialdad. Que era lo que Bendelin hacía creer a mucha gente en el mundo de los negocios, consiguiendo que muchos le temieran.  Pero ella sabía que no era así.  En él  había encontrado un hombre lleno de pasión y cariño para sus seres queridos. Era sorprendente, pero era la verdad. Solo que no podía disfrutar de la segunda parte, como esposa de él solo tenía acceso a la primera y de una forma un tanto... Mejor que dejara de pensar en ello si no  quería coger dolor de cabeza. Salieron de allí y entraron en la que estaba al fondo de todo, allí se encontraron una habitación tan grande como un salón para treinta personas por lo menos que representaba una sala de reuniones. Era una habitación seria y formal, no le
Hizo mucha gracia por que aquello significaba que se traía muchas veces a la gente a su casa para trabajar.

                       Las tres siguientes puertas eran dos habitaciones más como las otras y un cuarto de aseo, que suponía que era para la gente que viniera a las reuniones. Nada de aquella parte estaba reformado... Todo era muy raro. Por que tuvo que trasladarse Bendelin a su casa diciendo que toda la suya estaba en reformas. Bien que la hubieran llevado a otro cuarto, por que el de él estaba en reformas pero no era así como había podido comprobar... Allí había gato enjaulado y tenía que averiguarlo, fuera con su queridísimo marido o suegra. Pero tenía que saber qué era lo que ocurría
Un poco enfurruñada y sin comentarle nada a Laura, bajaron a comer la exquisita comida que Helen les había preparado. Después de que se tomaran el té y estuvieran toda la comida hablando sobre muchos temas diferentes, pero sin volver ha tocar el de Bendelin por que Leslie gruñía cada vez que el nombre de éste era mencionado, Laura se tuvo que marchar por que tenía trabajo esperándole en la oficina.
Como no tenía nada que hacer, decidió que se iría ha echar un poco. Era raro, por que solo lo hacía desde que estaba en estado. Por lo visto, su cuerpo le pedía constantemente un rato de relax.
Eran las siete y trece minutos de la tarde, según marcaba su reloj de pulsera. Se encontraba en la habitación del hotel tumbado en la cama mirando la televisión. Bueno, se podía decir que más bien miraba el reloj y de tanto en tanto la televisión. Hacía media hora que había llamado a su casa para hablar con Leslie, pero le dijeron que se había echado un rato y que como no les respondía, era que todavía seguía acostada. Helen le informó de que había ido una amiga suya a comer, y Bendelin supuso que era Laura. También le dijo que se había pasado casi toda la mañana encerrada en el despacho pequeño trabajando. Pero lo que no le hizo mucha gracia, fue cuando le comentó que había estado mirando toda la planta de arriba. En aquel momento fue cuando soltó una maldición por dentro Esperaba que Leslie no le hubiera echado mucha atención a los muebles y a las paredes pudiendo  comprobar que no se había renovado toda la casa como él le había comentado. Sabía que había  sido un gran error el hacer aquel viaje de negocios y cada segundo que miraba el reloj, se lamentaba de ello.


Las siete y cuarto de la tarde, esperaba que Leslie se hubiera levantado ya para poder hablar con ella por teléfono y preguntarle cómo se encontraba. Ya lo sabía pero necesitaba escuchar su voz
Después de esperar ha que sonaran tres tonos, escuchó al otro lado la voz de Helen. Le preguntó si Leslie se había despertado ya y tuvo suerte, estaba despierta pero se encontraba  en el baño duchándose. Vaya por dios, no daba ni una. Pero Helen le  comentado que él había llamado y que lo volvería hacer en breve, pero su respuesta había sido que  no tenía ganas de saber nada de él. Helen estaba un poco preocupada al respecto, diciéndole  que lo mejor sería que él volviera cuanto antes y aclara con ella las cosas, por que  estaba así de mal humor desde que había entrado a mirar todos los dormitorios… Colgó mal humorado. Porqué le tenía que salir siempre todo tan mal. Se levantó de la cama y se empezó arreglar para bajar ha cenar con los demás comensales.


Estaba indignada, por lo visto Bendelin se creía que era una tonta al pensar que no se iba a dar cuenta de que no había habido tales obras. Pero otra parte de si no lo permitía, al haber visto el cuarto del niño. Era todo tan bonito... Se metió otra cucharada de puré de zanahoria en la boca, al menos aquello era como una especie de tranquilizante para ella. Podía comer todo lo que quería, solo esperaba que no se quedara más tarde como una vaca.
¿Para qué la habría llamado? Seguramente quería vigilarla o darle ordenes por teléfono... ¿Pero y si...?. No, no creía que Bendelin la echase de menos. Bueno, lo mejor era olvidarlo por entero y concentrarse en la exquisita cena que Helen le había preparado. Después se iría a mirar un poco la televisión antes de meterse en la cama.

Se estaba aburriendo mucho Tenía a Verónica sentada a su lado en la cena de la empresa. Le había sorprendido mucho el que la joven le siguiera hablando después de comunicar que se había casado, y menos que le sonriera. Dios, dentro de un rato tendría que subir al escenario para dar una pequeña charla sobre las próximas reuniones que se iban a celebrar a lo largo de las semanas en el hotel. Pero en verdad lo que deseaba era levantarse de aquella mesa y salir de allí, para refugiarse en su habitación y poder pensar tranquilamente en sus cosas. Pero entonces arruinaría todo el trabajo de su vida... Todo por lo que había luchado. Todo era muy cruel.
-Bendelin cariño -susurró la pesada de Verónica, que solo hacía que engancharse a su brazo y no soltarlo para nada-. Por que no me sacas a bailar antes de que salgas a charlar.
-Lo siento mucho, Verónica -la joven lo miró sorprendida-. Pero no me encuentro muy bien y me gustaría guardar las fuerzas para subir allí arriba.
-Déjalo tranquilo quieres hija -salió en su defensa Adam, al ver que su hija se enfadaba por su negativa-. Si quieres doy la charla por ti y subes a descansar.
-No hace falta, por diez minutos más aguanto -le sonrió agradecidamente-. Pero gracias por tu ofrecimiento.
-De nada -sonrió.
No le gustó para nada la mirada que le hecho la joven. Seguramente al día siguiente le vendría con pataletas y tonterías exigiéndole que la llevara alguna parte a pasear por que se aburría y se lo debía por no haberla sacado a bailar, dios que cruz... Soltó un suspiro. Cómo podía haber en el mundo mujeres tan tontas como esas.
Pero no llegó ni al día siguiente. Nada más entrar en su habitación después de despedirse de toda la gente allí reunida, alguien llamó a la puerta y como no, tenía que ser ella.
-¿Qué quieres Verónica? - preguntó lacónico.
-Nada importante -dijo en tono molesto, entrando en la habitación de él-. Acaso no puedo venir ha estar un rato contigo y que nos contemos lo ocurrido de éste último año, que hemos estado sin vernos a causa de mi viaje a Francia.
Cerró la puerta con un golpe seco, demostrándole así a la mujer que no le era nada agradable aquella visita. Luego sin mirarla se dirigió al mueble bar en donde se sirvió un wisqui, sin siquiera ser educado con ella y ofrecerle alguna cosa para beber.
Se apoyó en el mueble y se la quedó mirando, en espera de que ésta dijera algo. -Así qué te has casado -dijo al fin.
Dejó el vaso de un golpe seco, produciendo que algunas gotas del líquido cayeran sobre la madera y manga de la camisa del hombre. Se quedó por un momento mirando el vacío, para soltar con cierta impaciencia un profundo suspiro.
-Mira, Verónica -se giró y la miró con cierto aire frío-. No me encuentro nada bien, para empezar a responder preguntas tontas... ¡Me he casado y no hay nada más de que hablar!
-¡Cómo qué no hay nada de que hablar! -dio un paso hacia él, bastante enfadada por la respuesta a su pregunta-. Ahora qué voy ha decir yo... -sus ojos se empañaron de lágrimas llenas de odio.
-¡Tú no tienes que decir nada! -exclamó, mientras ponía los brazos en jarra-. No es mi culpa, de que tú fueras divagando a los cuatro vientos de que entre tú y yo existía una relación... -se pasó una mano por el cabello, en un gesto nervioso.
-Bendelin... -intentó acercarse a él.
-¡No! -la frenó-. Verónica por el amor de dios, cuando vas a entender que lo que yo siento por ti es más bien cariño de un hermano, no ves que hemos estado juntos desde muy pequeños...
-¡Calla! -saltó furiosa.
-Así es como están las cosas -dijo bajando la guardia un poco-. Entiendo tu aprecio conmigo, pero eres como una hermana más para mí...
-Pero hemos ido siempre a muchos sitios juntos como si fuéramos una pareja... -dijo con la cabeza gacha y casi en un murmuro,
-Siento que llegaras a creer que había algo más entre los dos -dijo sinceramente-. Pero pensaba que lo sabías, por que nunca he salido contigo sino con otras mujeres...
-Pensé que eran como una especie de entretenimiento, antes de abandonar tu soltería por mí -seguía sollozando.
-No eran ningún entretenimiento y lo sabías muy bien -si ninguna de aquellas dos mujeres no me hubieran abandonado, no hubiese estado soltero por tanto tiempo.
Reinó el silencio por unos instantes. En donde Bendelin miraba a la mujer, que se encontraba de pie en medio de la habitación luchando consigo misma.
-¡Te odio! -lo miró con furia-. Y no pienso perdonarte el daño que me has hecho. -Verónica, lo que tú sientes por mí no es amor si no una pequeña confusión... -¡No digas eso! -gritó exasperada.
-Es la verdad -dio un paso hacia ella, pero se detuvo creyendo que no era muy buena idea-. Es solo cariño como el hermano mayor que no has tenido nunca.
-¡No!
Sí -le espetó en un gruñido-. Puede que de jovencita sintieras un pequeño capricho hacia mí, pero eso era todo... Y como no te hice caso respecto a ello...
-¡Me voy! No quiero seguir escuchando tonterías -se acercó con grandes zancadas a la puerta.
-Verónica, por favor -la miró con compasión-, Piénsatelo bien...
-No, piensa tú el daño que me has hecho por que no te perdonaré jamás -abrió la puerta y salió de allí, como alma que lleva el viento.

Agobiado y cansado, por todo lo que le estaba ocurriendo se acercó con paso pausado a la puerta y la cerró de un simple manotazo. Se frotó los ojos con vigor, y luego se quedó mirando fijamente el teléfono de encima el escritorio. No, mejor que no llamase a Leslie por que era muy tarde. Además, estaba cansado para mantener otra tonta discusión. Así que se dirigió a la cama y se dejó caer en ella, soltando un suspiro profundo al pensar que solo hablan transcurrido dos días.

Cuatro días.  Se encontraba sentada en el escritorio del  pequeño despacho, pensando en Bendelin. Solo hacía cuatro días que estaba fuera y le parecían semanas. No podía parar de pensar en él y el por qué no la había llamado el día anterior. Puede que al decidiera ponerse a una de sus llamadas... Seguro que era por aquello por lo que no tenía noticias.
Sacudió la cabeza riñéndose por tener siempre pájaros en ella, por que eso es lo que hacía cuando pensaba en su marido. Llenársela de pájaros al imaginar que todo lo ocurrido entre ellos dos se iba ha arreglar fácilmente.  Pero las cosas nunca eran tan sencillas como parecían  ha simple vista.   Bueno,   inspiró profundamente  y volvió  ha concentrarse en los planos que tenía delante suyo.
Llevaba más de dos horas sumida en aquellos planos que no se dio cuenta de que Helen llamó a la puerta y entró en el despacho.
-Señorita... -Leslie se llevó una mano al pecho, al llevarse un susto de muerte cuando la mujer habló.
-Helen -sonrió-. No me había dado cuenta de que habías entrado...

-Lo siento señorita -se disculpó con una sonrisa-. He venido ha informarle de que tiene una llamada al teléfono -al momento su expresión se endureció un poco, al pensar que era Bendelin-. No, no es de Bendelin. Aunque no estaría tampoco mal en que cogiera; sus llamadas…
-Helen...
-No me replique, por que ni Pedro ni yo entendemos qué es lo que les ocurre pero de seguro que es una tontería...
-No lo creo, Helen -dijo levantándose del sillón-. Las cosas son más complicadas de lo que parecen.

-Pero los dos se aman -dijo-. ¿Qué problema hay entonces? -Muchos -salieron las dos del despacho.
-Es su padre quien está al aparato -dijo antes de dirigirse a la cocina nuevamente, y comprendiendo que no había nada más para hablar por que los dos eran igual de reservados respecto a sus sentimientos.
Por unos segundos Leslie se quedó mirando a la vieja mujer con gran cariño. Se encontraba preocupada por ellos y quería ayudarlos, pero no podía. Cogió ánimos y entró en el dormitorio ha coger el teléfono desde allí.
-¿Dime papá, qué es lo que quieres? -dijo quedamente.
-Nada, solo quería hablar contigo para saber cómo te encontrabas -dijo un tanto extrañado por su humor-. ¿Te ocurre alguna cosa?
-Por que me preguntas una cosa así -dijo en tono irónico-, me encuentro encerrada en mi futura casa sin poder salir, cuando mi supuesto marido se encuentra a quilómetros de aquí.
-Cálmate quieres -dijo con ternura-. Se ha marchado a la reunión de Madrid, verdad. -¿Sí, tu también estas enterado de ella? -preguntó un tanto molesta. -Sí, teníamos que ir Rosanna y yo pero decidimos quedarnos aquí... -Vaya, alguien que tiene un poco de cabeza...
-No te quejes -dijo en broma-. Por una vez que consigues quitarte a tu marido de encima de ti, estás renegando por que se halla a quilómetros de tu lado.
-Qué has llamado por mi bienestar o para incordiarme -dijo un tanto sardónica. -Perdóname hija, pero resulta un tanto cómico éste asunto.
-Es igual déjalo quieres,  no estoy para bromas precisamente.  ¿Qué vendréis hacerme una visita tú y Rosanna?
-Sí, iremos mañana por la mañana y puede que nos quedemos ha comer -aquello ánimo mucho más a la joven-. Laura me ha dicho que el cuarto del niño es toda una belleza.
-Sí, es cierto.
-No me extraña -sonrió animadamente-. Sabias que la madre de Bendelin de joven trabajó como decoradora de interiores, pero lo dejó al casarse y quedarse embarazada.
-Pues no lo sabía -respondió-. Bueno papá te dejo que tengo trabajo que hacer. -Muy bien, pero ya sabes que no debes cansarte tanto en tu estado -le aconsejó.
-Que si que no tenéis que preocuparos por mí, que se cuidarme   muy bien -dijo soltando un suspiro enorme, por el tener que estar escuchando siempre aquella frase.
-Dale recuerdos a Rosanna y a Laura, hasta luego papá te quiero mucho...
-Y yo a ti hija -se escuchó al otro lado de la línea antes de que ella cortara la comunicación al dejar el aparato en su sitio.
María era decoradora como ella. No lo sabía, pero era increíblemente brillante el estilo que tenía. Le encantaría hablar con ella, sobre muchas cosas...
Se recostó por un momento en la cama volviendo a pensar en Bendelin. No tenían ninguna relación y la prueba la tenía en que no sabía apenas nada de la familia de él. Pero le echaba tanto de menos, que le era igual el que no le hablara apenas nada cada vez que se veían por que aquello para ella ya era suficiente...
Que tonta que llegaba ha ser, por dios. Aquello no le era suficiente y lo sabía perfectamente. Pero que se le iba hacer, era lo que su marido le ofrecía. Una maravillosa casa, una familia que la quería mucho y un lecho cálido siempre que ella estuviera dispuesta. Y todo eso por estar esperando un hijo suyo, que curiosa que llegaba a ser la vida. Sonrió un tanto irónica. Le ofrecía muchas cosas, pero la que más quería no estaba en oferta ... Le vino a la mente los viejos tiempos de cuando estaba estudiando en Nueva York, y cada vez que escuchaba el nombre de él le faltaba poco para que le saliesen chispas de los ojos. Susi, una compañera de apartamento era la que más enamoradita entre comillas se podía decir que estaba de él. Cada vez que salía una foto de él en una revista, se pasaba horas suspirando entre ellas y soñando de que tal vez algún día lo llegaría ha conocer y que de seguro que se enamoraba de ella... Era posible, por que Susi era una joven muy bella y lista. Ella sabía que su padre lo conocía de hacer algunos negocios con él. Pero no de que le tuviera tanto cariño... Siempre lo había odiado, pensando que era un hombre presumido y arrogante, que solo hacía que aprovecharse de las jóvenes para llevárselas a la cama por una noche, y que equivocada que estaba... Era un nombre listo, agradable, cariñoso... Que iba a decir era todo un príncipe, pero con ella no. La quería, pero no era el cariño que ella buscaba en una relación...
Se levantó de la cama y fue acabar de darle los últimos retoques a los planos que la estaban esperando en la mesa del pequeño despacho. Era la única manera que tenía de no estar pensando constantemente en él.
Judith, la joven que trabajaba en correos entró en la oficina de Matt casi al medio día. El hombre se encontraba de pie contra la ventana, mientras se tomaba un café tranquilamente.
-Buenos días Matt -sonrió acercándose al escritorio para apoyar sobre él su bolsa grande y buscar en ella un sobre marrón-. Ya veo que trabajas mucho.
-Solo me estoy tomando un pequeño descanso, como seguramente también haces tú -sonrió mientras se acercaba al escritorio y dejaba el café en él, para sentarse en el cómodo sillón.
-Sí, pero no tanto rato como tú -volvió a sonreír-. Aquí tienes, un sobre para mi queridísimo Ben. ¿Por cierto, en dónde se encuentra ese viejo renegón?
Bien lejos de aquí en una reunión de trabajo -cogió el sobre-, Y seguro que no lo llamarías así delante de él -bromeó.
-Sabes perfectamente que soy muy capaz, ya que lo he hecho más de una vez -se volvió a colgar la bolsa al hombro-. Bueno, nos vemos mañana.
-No quieres tomarte un café -sugirió amablemente.
-Muchas gracias, pero también trabajo tanto como tú -respondió burlonamente-. Tal vez te lo acepte mañana, en fin no te canses.
-Lo mismo digo -se despidió de la joven muchacha y luego miró el remitente del sobre frunciendo el ceño, ante lo que sus ojos estaban viendo.
Consultó el reloj, y comprobó que probablemente aquella hora Bendelin no estaría dando ninguna conferencia todavía. Mientras esperaba habría el sobre y miraba el contenido, extrañándose todavía más al encontrarse con dos escritos del columnista E.K. Aquello era muy raro, por que no entendía el porqué venía aquello de la casa de Bendelin. Al cuarto tono, su llamada fue cogida por un Bendelin un tanto renegón.
-¿Sí, quién es? -se escuchó su dominante voz, pero Matt lo conocía bien como para sentirse dominado por ella.
-Bendelin...
-¿Matt? -su voz sonó preocupada-. ¿Ocurre algo?
-No, no ocurre nada malo -lo tranquilizó-. Es solo que llamaba por que acabo de recibir un sobre con dirección de tu casa, en donde vienen dos escritos de E.K. ¿No te parece un tanto extraño?
-Sí -pensó un momento-. Eso significa que ese tío ha estado en casa con mi mujer. -Un momento, no creo que Leslie...
-No, hombre me refiero que ha estado con ella en mi casa y yo di ordenes de que solo podían verlas personas conocidas por mi -dijo un tanto nervioso-. Y él precisamente no estaba incluido en mi lista.
-Eso parece más bien, que tienes recluida ha tu esposa -dijo un tanto espantado.
-Me es igual lo que parezca -gruñó-. Pero la conozco, y sé que si no la vigilaba no tendría cuidado en su salud.
-Eres un poco anticuado -lo acusó burlonamente.
-Muy gracioso -sonrió irónicamente-. ¿Va todo bien por ahí?
-Ningún problema -respondió confiadamente-. ¿Y por ahí?
-Mal -confesó con voz de amargado-. Tengo por compañía a Verónica...
-Qué... -exclamó sorprendido-. Qué hace esa víbora ahí.
-Molestarme, que crees tú sino.
-Si quieres voy yo para allí, y me quedo en tu puesto -se ofreció voluntariamente.
-Es igual, por que me parece que voy a poder marcharme incluso antes de tiempo por que estamos muy avanzados con el tema -dijo un poco más animado.
-Pues espero que sí, aunque creo que los trabajadores están muy tranquilos por aquí desde que tu estas fuera -volvió a bromear.
-Matt, Matt... Tu salud corre peligro créeme -contestó en tono de amenaza, siguiéndole la broma a su amigo-. Dale recuerdos a mi madre y hermana.
-Hasta pronto.
Colgó el teléfono y se puso a revisar los dos escritos que le habían sido enviados. Luego según como estuvieran los llevaría a redacción o llamaría a Leslie para formalizar los retoques que se tuvieran que realizar. Aunque bien sabía que no haría falta ningún retoque, por que éste hombre era genial.
Se quedó durante un buen rato pensativo. Era extraño que Helen hubiese dejado entrar a una persona en la casa si no estaba en la lista. A lo mejor era que en vez de abrir la puerta ella, fuese Leslie por que se hallaba más cerca que la mujer mayor y al ver quien era lo entrase sin hacer caso a las protestas de la mujer Más tarde llamaría por si acaso para informarse un poco, además tenía que hacerlo por que llevaba dos días sin hacerlo.
Dejó el teléfono en la chaqueta nuevamente y siguió con los papeles que estaba mirando antes de que lo interrumpiera Matt. Por que cuanto más antes acabase todo aquello, más pronto podría volver a casa y arreglar las cosas con Leslie.
Leslie bajó a recibir a su padre y Rosanna, que acababan de llegar para comer con ella. Los dos se veían muy bien juntos y se alegraba mucho por ellos dos, deseándoles que tuvieran un matrimonio feliz, y no tan loco como el que tenia ella.
Pasaron un día muy agradable, tomando el café al lado de la chimenea y hablando sobre todo de la boda de ellos dos. Rosanna estaba muy contenta y tenía muchas ganas de ¡r a comprarse el vestido para la boda, pero todavía era muy pronto ya que aún faltaba bastante tiempo para el feliz día. Ninguno de los dos nombró a Bendelin y Leslie lo agradeció mucho, por que no tenía ganas de volver a escuchar siempre los mismos consejos sobre su marido y matrimonio.








16°, CAPITULO.-

Siete días, lentos y aburridos eran los que habían pasado sin tener ninguna llamada de su queridísimo Bendelin. Bueno, si habían habido llamadas, pero en ninguna de ellas pudo hablar con él. Siempre las hacía bastante tarde por la noche y solo hablaba con Helen. Y luego al día siguiente ésta le informaba de que su marido le enviaba saludos desde Madrid ¿Le ocultaban alguna cosa? No lo creía.
Decidió salir un poco al jardín a pasear a los perros. Por lo visto en una de sus le había dado permiso a Helen de que ya podía tener recreo en el patio de la casa. Llamarlo patío, no era nada adecuado aquellos tres mil quinientos metros de bosque, pertenecían al hombre. Era todo muy bello. La primera parte era un precioso jardín con plantas y fuentes, adecuado para celebrar fiestas al aire libre. Después si atravesabas una enorme verja vieja llena de rosales, pasabas a un mundo salvaje en donde la mano del ser humano no había tocado nada. Bueno, se veía que la empresa de jardinería contratada también lo cuidaba al quitar todas las malas hierbas y que todo estuviera tan bien puesto.
Dos horas después, los perros ya habían hecho suficiente ejercicio por el día de manera que decidió que ya era la hora de volver a la casa. Cuando se encontraba cerca, Pedro salió a su encuentro.
-¿Ha caminado mucho?
-Ya lo creo -sonrió-. Ahora necesito un buen vaso de zumo para refrescarme la garganta y una ducha con el agua bien calentita.
-Me temo que lo de la ducha tendrá que posponerlo para un poco más tarde -se  veía a al pobre hombre un poco nervioso-. Tiene una visita señorita.
-¿Le ocurre alguna cosa, parece un poco tenso?
-No... Bueno, mejor será que acuda dentro de la casa -empezó a encaminarse.
-¿De quién se trata, Pedro? -preguntó extrañada al ver que el hombre no le decía n era aquella visita sorpresa.
Allí ocurría alguna cosa. Por que aquel comportamiento en Pedro, no lo había visto nunca. Se le veía muy preocupado, además de incómodo. ¿Quién venía a visitarla? Que ella supiera, nadie la había llamado para informarle de su visita y en todas las que había tenido, ni Helen ni Pedro habían puesto mala cara. ¿Y sí...?. No, no creía que Bendelin hubiese llegado. Además y si fuera así, no había hecho nada malo para que éste exigiera su presencia de inmediato. Por eso no tenía que preocuparse, por que todavía faltaba mucho para que Bendelin volviera de viaje de negocios.
Nada más abrir la puerta de la cocina, Helen se le tiró encima con la misma cara de preocupación que Pedro. Aquello empezaba a ser preocupante...
-¿Ocurre alguna cosa? -volvió a preguntar.
-Por favor -dijo casi implorando-. No escuche ni la mitad de sus cosas, esa mujer es una víbora...
-¿Mujer? ¿Qué mujer? -preguntó empezando a mosquearse un poco.
-En la salita, se encuentra la señorita Verónica Beaumont -no sabía quién era- Verá es una vieja amiga de la familia y del señor Bendelin -aquello se estaba poniendo interesante-. Pero yo no soy la persona más adecuada para explicarle el problema que hay con ella, pero por favor... No haga caso de lo que le diga, esa mujer solo sabe que escupir veneno por la boca.
¿Problema? ¿Vieja amiga de Bendelin? ¿Y víbora? No es que fueran palabras que procedieran a dar mucha confianza, la verdad. Pero estaba completamente segura de que algo tenía que haber.
Se sacó el abrigo que colgó en el respaldo de una de las sillas de la cocina y empujó la puerta en dirección a la salita, para averiguar quién era aquella tal Verónica y qué es lo que quería.
Verónica Beaumont era una mujer bella. Debía de rondar la misma edad que Bendelin y casi media lo mismo que él. Pero se la veía una mujer fría de carácter y por no decir que muy habituada a estar en aquella salita. Su instinto de mujer le advirtió de que no iba ha ser una nueva amiga...
-Buenos días señorita Beaumont -saludó cortésmente nada más entrar en la habitación-, ¿En qué puedo ayudarla?
-En nada -Leslie se quedó parada por un momento. Aquella mujer al parecer era una estúpida por que ni siquiera la había saludado-. Yo diría que más bien usted ya ha hecho suficiente mal por mí...
-¿Perdón? -por más que quería no lograba entender de qué estaba hablando.
-Me he enterado hace pocos días, de que es usted la esposa de Bendelin -señaló en tono desdeñoso.
-Sí, así es -habló con pre cavidad.
-¿Con qué derecho? -inquinó en tono desagradable.
- ¿Disculpe? -no salía de su incredulidad, había oído bien lo que había preguntado aquella descarada mujer.
-No te hagas la tonta, niña estúpida -aquello ya se estaba desbordando un poco. Primero ya no la trataba de usted, sino como si fuera una cualquiera y encima la insultaba... Tenía ganas de saltar encima suyo y arañarle con la uñas, pero mejor sería esperar un momento por si acaso todo aquello era una simple equivocación.
-Lo cierto es que no consigo entenderla -dijo empezando a mosquearse.
-Muy simple niña tonta -la miró con gran odio- Bendelin Van Molden es mío. A decir verdad, siempre lo ha sido desde que éramos unos críos -sonrió maliciosamente-. Resulta que hemos mantenido una relación muy uvera! hasta que llegara el momento ... Pero claro, tuviste que llegar y fastidiarlo todo al ser tan tonta de quedarte embarazada. Él se ha tenido que casar contigo por compromiso a tu padre ... No te culpo por ello, al fin y al cabo Bendelin es un hombre irresistible para las mujeres y es natural que hayas querido atraparlo
-A mi no me hace falta atrapar a nadie, me valgo por mi misma -dijo sin rodeos.


-Sí claro -contestó con ironía-. Bueno, solo quería decirte que me da igual. No podré decir que es mi marido delante de mis amigas, pero si podré decir que es mi querido. Al fin y al cabo, siempre estaremos juntos como todo el mundo sabe -empezó a encaminarse a la puerta de la habitación para salir de allí-. Por cierto, muy bonita la habitación del hotel 315 de Madrid, en donde está Bendelin atendiendo unas reuniones. Espero que no lo Atosigues mucho cuando venga, por que creo que el pobre vendrá muy agotado por las reuniones que ha tenido que realizar y sin poder descansar por ellas ya que por las noches no dormía apenas nada...
-Me está diciendo que ha estado estos días con mi marido en Madrid.
-Pero bueno, es que te tienen que repetir las cosas dos veces niña -dijo con voz expectante.
-De manera que usted es su amante -afirmó con voz ahogada. -Vaya, ya era hora de que tu cerebro recogiera toda la información. -¡Salga de ésta casa! -dijo ahogando un sollozo.
-Ni hablar -protestó orgullosamente confiada-. En ésta casa mando yo más que usted. Dese cuenta que llevo viniendo por lo menos unos treinta años. El que haya estado un año Europa, no le da derecho para hacerse con el mando. Usted aquí no es nadie, salvo una cualquiera que se está aprovechando...
-¡Le he dicho que se marche! -gritó con los ojos empañados por las lágrimas.
-Le da mucha rabia todo esto que le estoy contando, verdad -dijo con voz orgullosa-. Bien, pues me alegro por ello, imagínese cuando me enteré por otra persona de que Bendelin se había casado con una niñata, por que la muy imbécil se había quedado embarazada con todos los adelantos que hay hoy en día para poder evitarlo -escupió con gran odio en la voz-. Pero en el fondo me da usted lástima, imagínese que es lo que dirá la gente de usted por no decir de su hijo...
-¡Fuera! -volvió a gritar, pero dirigiéndose a la puerta y abriéndola para que se marchara aquella mujer.
-Una cosa más -se rió-. Recuerde que cuando Bendelin le haga el amor, no estará pensando en usted ni siquiera la estará deseando, al igual de cuando la bese o le haga un regalo... Todo será pura formalidad de cara a su padre, tal como él me ha contado cuando hemos estado estos días en la cama riéndonos de usted.
Ya no podía aguantar más, eran apuñaladas demasiado fuertes y profundas para que su corazón pudiera soportarlas. Al ver que aquella mujer no quería marcharse de allí, hasta conseguir matarla a base de palabras cargadas con veneno, no le quedaba más remedio que coger y echarla ella. Así que con grandes zancadas llegó hasta ella y cogiéndola por los pelos empezó a tirar con ella y sus gritos histéricos de dolor, hasta la puerta principal de la casa.
-¡Ah! ¡Suéltame loca!
-Usted se lo ha buscado, ya le dije desde un principio que se marchara de ésta casa -gruñó con furia.
Pedro y Helen al escuchar los gritos, salieron a toda prisa al vestíbulo. El matrimonio ahogó un grito de sorpresa al ver aquel espectáculo. Ninguno de los dos intentó detener a la pequeña mujer. Ella mandaba en aquella casa, y además no les cania en gracia la señorita Beaumont.

Agarrando todavía a Verónica de los pelos, fue abrir la puerta para encontrarse afuera a Susana. Quien se quedó clavada en las escaleras al chocarse con aquella escena.
A Leslie le era igual que hubiese gente presenciando aquello, ella solo quería deshacerse de aquella mujer, que había ido a visitarla solo para hacerle daño sin ningún tipo de piedad. Pues bien, ella tampoco iba a ser piadosa con ella. Así que con tres pares de ojos bien abiertos observándola atentamente, siguió bajando las escaleras con Verónica detrás de él casi arrastrándose por el suelo. Cuando sus pies llegaron a tocar la grava, dio un fuerte tirón de los cabellos arrancándole un profundo grito de su garganta, para tirarla sin ningún tipo de piedad al suelo viendo como ésta caía al suelo de morros, manchándose su cara ropa de grava, al igual que su cara que se hallaba humedecida por las lágrimas de dolor, al haber estado tirándole del pelo.
Se la quedó mirando por unos instantes en completo silencio. A decir verdad, todos los presentes no abrieron para nada la boca. Solo hacían que mirar alternativamente a las dos mujeres.
-¡Estás loca! -empezó a decir-. Da por hecho que me las vas ha pagar -se levantó tambaleándose un poco, y llevándose una mano a la cabeza-. ¡Te juro que te voy a denunciar!
-Cállate -ordenó fríamente -. Vuelve hacerme algo y te juro que te mato con mis propias manos. Así que entérate, no quiero volver a verte para nada más... Y ahora márchate, si no quieres que cumpla mi amenaza.
-¡Zorra! -chilló no muy convencida, mientras se dirigía a su coche.
Leslie no abrió la boca para contestarle el insulto, solamente se limitó a mirarla fijamente a los ojos con gran desprecio. Para luego darse la vuelta y entrar en la casa, escuchando corno Verónica salía a toda prisa de allí.
Se encontraba a mitad de las grandes escaleras que conducían al piso de arriba, cuando la voz de Susana la detuvo...
-Espera un momento, por favor -le pidió amablemente.
-Lo siento mucho Susana, pero necesito estar un rato a solas -le respondió sin darse la vuelta, para que no viera que estaba llorando. Después siguió escaleras arriba
-No le hagas caso a lo que te haya dicho Verónica -le gritó-. Es solo una mujer celosa que... -no pudo acabar, por que Leslie se encerró en el dormitorio dando un fuerte portazo.
Susana soltó un profundo suspiro. ¿Por qué había tenido que volver aquella mujer en aquel momento?
-Señorita Susana -la interrumpió Helen de sus pensamientos con voz preocupada-. Mi marido y yo sentimos mucho lo ocurrido, pero no pudimos hacer nada...
-Lo sé Helen -no culpó al matrimonio, por que sabía que Verónica había entrado sin más, creyéndose la reina de la casa. Incluso estaba segura, de que la mujer tenía una copia de la llave de la casa, de cuando Bendelin se la acababa de comprar una época en la que su hermano confiaba mucho en aquella mujer
-¿Qué podemos hacer ahora? -preguntó la mujer mayor.
-Llamar a mi hermano y decirle que venga aquí urgentemente, si no quiere volver a perder de vista a su esposa.
-Quiere decir que la señora Leslie puede marcharse -dijo llevándose una mano a la boca, para taparse el grito de preocupación.
-Sí -contestó secamente-. De manera que me quedaré aquí para impedirlo, hasta que mi hermano llegue.
-Entonces voy a preparar la cena y después arreglaré una de las habitaciones para invitados -empezó alejarse a la cocina, pero Susana la detuvo un momento.
-Por cierto Helen, a mi madre ni una palabra de todo lo ocurrido aquí. No creo que sea necesario preocuparla tontamente por el momento.
-Muy bien, señorita Susana.
Con gran urgencia, Susana se dirigió al estudio de su hermano para llamarlo por teléfono, pero dejando la puerta abierta para escuchar a Leslie si salía de la habitación •Atentando marcharse a cualquier lugar lejos de allí.
En el dormitorio de Bendelin, Leslie lloraba amargamente. Tumbada en la cama boca abajo, no paraba de repetirse todo el rato lo estúpida que había sido por creer en una pequeña posibilidad de que Bendelin la amaba aunque fuese un poquito.
¡Pero no! Todo había sido como en un principio ella había creído. Bendelin no era más que un maldito seductor, que solo hacía que divertirse con las mujeres antes de casarse con aquella loca... Pero sus planes se le habían venido abajo, cuando ella se había quedado embarazada, resultando ser encima su esposa. Y por respeto a su padre, al tener negocios con él, había apechugado con todo.
Y aún así, él seguía divirtiéndose a su costa. Por que en todo momento, no paraba de seducirla o de decir a los demás que la quería para poder así confundirla todavía más.
Que estúpida que llegaba a ser. El muy canalla se encontraba en Madrid divirtiéndose con aquella... Mientras ella estaba preocupada por no recibir sus llamadas, y a lo que tenía que comunicarle con tanta urgencia en cuanto llegase del viaje. Pero ya lo sabía todo. Él tenía una amante, una amante con la que había estado divirtiéndose por las noches en Madrid. Ahora entendía por que no la llamaba por las noches, por que el muy cerdo se encontraba demasiado ocupado... ¡Cuanto lo odiaba en aquel momento! Lo odiaba por haberle robado el corazón y no poder recuperarlo tan fácilmente como siempre había creído... Aquello no podía seguir así, es decir, ella no podía seguir viviendo en aquella casa.
Pero lo malo era que no podía marcharse tan fácilmente. Aquella vez las cosas eran mucho más complicadas. La primera vez, solo estaba implicada ella pero ahora habían muchas personas que se preocuparían por su bien estar. María y Susana, eran dos mujeres  magnificas que  se  desilusionarían   mucho  al  saber que  ella  había   huido, brindándoles la oportunidad de poder llegar a conocer al bebé alguna vez. Y estaba segura, -le que su padre no podría soportar el que estuviera lejos sin nadie que le hiciera compañía, y ahora más que esperaba a su tan deseado bebé... No, no podía volver a marcharse para siempre. Tenía que quedarse y afrontar lo que el destino le tuviera preparado. Pero de seguro que iba a pedirle el divorcio a su amado marido, y luego se marcharía a su casa.


-¿Dime Helen? -preguntó Bendelin animadamente, al reconocer el teléfono de su casa en la pequeña pantalla del móvil.
-Bendelin   tienes   que   regresar   inmediatamente   -le   informó   con   seriedad, preocupando al hombre.
-¿Susi, qué es lo que ocurre?
-Se trata de Leslie...
-¡Dios mío! -montones de imagines pasaron por su cabeza-. No me digas por lo que más quieras, que ha perdido el bebé, por favor -dijo reteniendo el aliento.
-No, no es eso -lo tranquilizó por el momento.
-¿Entonces?
-Bueno veras...
-Susi, por el amor de dios no me tengas más en ascuas -dijo un poco nervioso.
-Perdona, es que me encuentro aquí en tu casa por que venía a visitarla, pero por lo visto tu querida amiga Verónica se me adelantó...
-¡Qué, Verónica! -gritó-. Pero que diantres hace esa ahí, cuando tendría que estar aquí... -suspiró-. Por favor, dime que es lo qué ha ocurrido.
-Pues no lo sé muy bien. Yo solo sé que cuando iba ha entrar, Leslie abría la puerta arrastrando a Verónica por los pelos, para echarla de la casa tirándola al suelo.
-Qué -no se creía lo que oía.
-Sí, por lo visto algo tuvo que contarle que la enfureció un montón. Luego no quiso hablar con nadie...
-¿En dónde se encuentra?- preguntó con temor.
-Encerrada en tu dormitorio... Bendelin está llorando y creo, que planea volver ha marcharse de aquí.
-¡Ni hablar! -gritó enfurecido-. Me oyes, no dejes que se marche por lo que más quieras Susana.
-Tranquilo, me quedo en tu casa hasta que tú vuelvas.
-Bien, yo llamaré a Branden para que venga a buscarme con su Jet particular.
-Date prisa, Ben.
-Dalo por hecho y Susana, confío en que no la dejes marchar.
Colgó el teléfono completamente enfurecido, prometiéndose matar a Verónica encuarto la encontrase. Pero por el momento tenía cosas mejores que hacer, que estar pensando en la idiota de aquella mujer. Como por ejemplo, hacer las maletas y coger urgentemente un avión para llegar por la mañana a Londres.
Eran las once de la noche, cuando Helen fue a despedirse de Susana que se encontraba en el estudio de su hermano.
-Estoy muy preocupada, desde ésta mañana que no ha comido nada. Y ni siquiera i nuestras llamadas.
-Lo sé, me he acercado muchas veces y la mayoría de ellas solo reinaba el silencio. Algunas, me parecía oír un sollozo -soltó un suspiro de resignación.
-¿Qué vamos hacer? En su estado no es bueno que esté tanto tiempo sin llevarse al estómago.
-Tranquilícese Helen, ahora márchese usted a su casa que es tarde. Y no se preocupe, que intentaré que coma alguna cosa.
-Bien en la cocina se encuentra la cena tapada con papel de plata.
 -Muchas gracias,  Helen.   Y váyase tranquila,   que  mañana  Bendelin  ya  habrá llegado.
-Eso espero, que resuelva entonces todos los problemas. Buenas noches, niña.
Cinco minutos después, Susana llevaba en sus manos una bandeja con comida, Estaba dispuesta a que Leslie comiera algo. Así que cuando se plantó en la puerta, llamó educadamente pero no recibió ninguna respuesta. De modo que la joven entró.
-Leslie soy yo, Susana -nada, silencio-. Te traigo la cena. En tu estado no es bueno que estés muchas horas sin comer nada.
Todo estaba oscuro. La poca luz que había, era la que reflejaba la luna por los cristales de las ventanas. Demostrándole a Leslie, acurrucada en la cama en completo silencio y mirando al vacío. Dejó la bandeja en la mesilla de noche y se acercó al armario, para sacar un edredón y cubrir a la joven.
-Te dejo aquí la cena -susurró al comprender que en el estado en que se encontraba, mejor era no molestarla-. Por favor, come algo por el bien del bebé.

Nada. Seguía con la mirada perdida, sin hacer ningún caso a sus palabras. Ni siquiera se habla movido, en cuanto la hubo tapado con el edredón. Maldecía el día, en que apareció Verónica en sus vidas. Aquella mujer, solo había aportado problemas a su hermano.
Comprendiendo que si se quedaba más rato allí, Leslie no comería nada decidió salir para entrar en el dormitorio de enfrente y tumbarse en la cama para leer un poco, mientras esperaba a que llegara su hermano.
Escuchó como Susana, se quedaba en la habitación de enfrente. Lo sentía mucho por ella y Helen. Las dos mujeres se habían pasado todo el día intentando hablar con ella... Se incorporó en la cama y se acercó la bandeja para comer algo. No tenía mucha hambre, pero no era bueno estar sin nada en el estómago en su estado.
Eran las cuatro y cuarto de la mañana y no paraba de llover. Se encontraba sentado a los pies de la cama en una silla, viendo como dormía. Sonrió, el observarla dormir se estaba convirtiendo en una bonita costumbre, pensó Bendelin.
Había llegado a las tres pasadas, encontrándose la casa oscura y las dos mujeres que se encontraban cobijadas en ella, dormían profundamente. Sin hacer ruido había bajado a la cocina para prepararse un poco de café y así despertarse un poco. Y desde entonces, que estaba sentado allí entre la oscuridad observando a su amada esposa.
Se la veía tan pacifica y delicada cuando dormía. Parecía un precioso ángel, con los cabellos desparramados por la almohada, como si el viento se lo soplase con suma delicadeza.
La amaba y no sabía que iba ha ocurrir en cuanto despertase. Pero sabía que no iba a ser una charla calmada lo que iban ha tener. Se pasó una mano por el cabello en gesto nervioso, como intentando contener las ganas de levantarse y acercarse hasta ella para abrazarla fuerte y no soltarla nunca. Pero estaba seguro, que si lo hacía un buen bofetón se llevaba de regalo.
Lo que tenía que hacer en cuanto hablara con ella era salir en busca de Verónica y traerla para que aclarara las cosas si Leslie no quedaba muy convencida.

Algo extraño la despertó. Era una sensación extraña, como si alguien la estuviera observando detenidamente desde hacía un buen rato. Pero era una cosa imposible, por que se encontraba sola en la casa con Susana. Aunque parecía que también estuviese Bendelin, ya que en la habitación flotaba la fragancia de él, cosa normal ya que era su dormitorio. Pero no le gustaba mucho, por que lo único que le faltaba en aquel momento era que Bendelin se le filtrase por la vía nasal y no la dejase dormir.
-Siento mucho si te he despertado -dijo al fin después de observar que la mujer no se había dado cuenta de su presencia.
Se quedó paralizada. Había una persona en el dormitorio y por imposible que pareciera, aquella voz pertenecía a Bendelin Cogió aire después del susto que se había llevado y poco a poco, levantó la mirada hacia donde había procedido aquella sensual voz masculina.
Estaba sentado en un sillón a los pies de la cama, con una taza entre sus manos y mirándola fijamente. Seguía igual de atractivo, aunque estuviera un poco descuidado en su aspecto. Lo había hachado mucho en falta... Pero no podía hacer nada, por que por lo visto él tenía una amante así que ya no existía ninguna posibilidad de que llegase a quererla.
-¿Qué haces aquí? -preguntó con gran brusquedad.              
-Las reuniones han ido más deprisa de lo que yo creía... -Mientes -lo interceptó con voz dura.
-Cierto -dejó escapar una débil sonrisa, para seguir mirándola a los ojos-. Me han dicho que por aquí ha habido ciertos problemas, un tanto desagradables.
-Sí -se incorporó del todo en la cama-. Bendelin son las cuatro y media de la mañana, no creo que sea el momento perfecto para que me vengas con tus tontas excusas -dijo mirando un momento el reloj de la mesilla de noche, para mirarlo luego a él y ver cómo reaccionaba ante aquello.
-Te equivocas princesa -le demostró una sonrisa que le puso los pelos de punta-. Hay muchas cosas que aclarar y de ésta habitación no sale nadie hasta que yo acabe. ¿Te parece mal?
-Creo que no me dejas otra opción, verdad -respondió con ironía.
-Verdad -la miró con seriedad, mientras se levantaba de la silla y se acercaba a mirar por la ventana-. Bueno, creo que debería empezar por la señorita Verónica Beaumont
-Vas ha conseguir que vomite, si empiezas el rollo con esa loca -se quejó, consiguiendo que Bendelin sonriera tras notar por aquellas palabras que no todo estaba perdido, que solo tenía que convencerla de la verdad que ninguno había sabido ver.
-Has terminado ya de quejarte -simuló que le había molestado el que lo interrumpiera-. Bien, Verónica es hija de unos amigos de mis padres desde hace tiempo. Es solo un año más pequeña que yo, por lo tanto al estar siempre en mi casa hemos jugado
I untos...
No me lo digas, jugabais ha ver cuántas veces os revolcabais en el sofá en un tiempo récord -bromeó, viendo que aquella vez si que lo había molestado.
-Esta conversación es muy seria para mí. ¿Te importaría escucharme?
-Perdone su majestad, soy toda oídos aunque no me interese lo más mínimo -Bendelin suspiró y volvió a continuar.
-Nuestros padres, nos apuntaron al mismo colegio por lo tanto en su primer año ella se venía conmigo por no conocer todavía a nadie. Siempre estábamos juntos, por que íbamos con los mismos amigos. A mí me era igual que me siguiera a todas partes, la veía como otra hermana más. Pero cuando llegamos a la edad de veinte años, ya me empezaba a mosquear un poco, por que yo tenía mis novias y ella solo hacía que interponerse en medio. No me di cuenta de que estaba enamorada de mí, desde que era pequeña hasta que ya era tarde. Como yo tenía que marcharme fuera del país para estudiar, pensé que tal vez en mi ausencia ella conocería a otros chicos y entonces aquella tontería hacia mí se acabaría, pero no aquello era obsesión. Traté de hablar con ella, pero no sirvió de nada. Por eso siempre he estado con montones de mujeres para que viera que lo que ella quería era imposible...
-Que cruz el que tuvieras que salir con tantas mujeres por ella, verdad -se mofó. Pero Bendelin no le hizo mucho caso aquello y siguió explicándose.
-Leslie, sigo hablando con ella por que tengo buenos recuerdos de cuando éramos pequeños y por que le tengo un poco de lástima después de todo. Por favor, no sé que fue  lo que te contó pero estoy seguro que todo fue una mentira. Ella fue quien apartó de mi vida a las dos mujeres que yo he querido... No lo entiendes, ha vuelto hacer lo mismo contigo para que me dejes -se pasó las manos por el cabello-. Le es igual que no vaya ha ser nada para mí, con tal de no verme feliz con una esposa.
Ahora lo entendía todo. Y ella se había comportado como una estúpida y no había sabido ver la verdad tras aquellas crueles palabras...
-Me dijo que era tu amante, y que ya teníais planeado casaros antes de que nos conociéramos y ocurriera lo que ocurrió -dijo casi en un murmuro.
-Eso no es verdad -le aseguró sinceramente-. Siento mucho el daño que te haya podido causar.
-Tranquilo, no fue nada...
-Entonces, dime por que te encerraste en el dormitorio y no has querido hablar con nadie -preguntó con picardía y sin dejar de mirarla, consiguiendo ponerla nerviosa.
-Qué... Bueno... Me encontraba cansada -se excusó con una mentira. -¿Cerca del mediodía? -siguió insistiendo con sonrisa burlona. -Estoy embarazada -enfatizó con los nervios a flor de piel.
-Te escucharon llorar, princesa -sonrió acercándose a la cama y sentándose a su lado.
-Son los cambios hormonales que sufrimos y yo estaba muy...
-Herida -acabó la frase con voz suave.
-No -respondió apresurada y secamente, delatándose ante Bendelin.
-Entiendo -se rió un momento a carcajada limpia, para luego cogerla por la barbilla y levantar su rostro hacia él-. Tranquila, no voy hacerte nada que tu no quieras, princesa.
-Que yo recuerde, cada vez que utilizas ese término siempre acaba ocurriendo alguna cosa.
-Pero son cosas buenas, verdad -dijo burlonamente. -¿Seguro que es esa la palabra que querías decir?
-La verdad es que no, pero como veo que tu no vas ha soltar palabra, no me queda más remedio que hacerlo yo primero.
-Pero si no has parado de hablar desde que he abierto los ojos -se quejó nerviosa, de que el rostro de su marido estuviera tan cerca del suyo.
-Te amo.
-Qué... -dijo abriendo los ojos como platos ante la sorpresa de aquellas palabras.
-Te amo, te quiero, te adoro -sonrió-. Que me vuelves loco desde el primer día que te conocí sentada tras aquel escritorio...
Su corazón se encogió por el momento. Nunca se hubiera esperado que Bendelin dijera aquellas palabras tan de repente. Quería creerlo y podía hacerlo después de que éste le hubiese contado lo de aquella loca. Pero y si lo hacía por el bebé...
-Deja de pensar en bobadas -la interrumpió de sus pensamientos, como si le hubiese leído la mente.
-¿Bobadas?
-Si, bobadas -le acarició el rostro-. Quedé prendado de tu encanto y belleza nada más verte, pero fui un completo idiota y no supe verlo. Se podía decir que estaba cegado por el juego que nos traíamos entre manos.
-Yo...
-Sé que tu también me quieres, pero no quieres reconocerlo por que eres muy terca -volvió a sonreír-. Como lo he sido yo, que en vez de decirte que te amaba he estado haciendo tonterías como la de trasladarme a tu casa...
-¿Las reparaciones solo fueron en dos dormitorios? -preguntó con una sonrisa. -Sí.
Lo amaba y creía en él. Solo tenía que mirarlo a los ojos y ver el amor que sentía por ella. Y ahora se daba cuenta, de las veces en que Bendelin le había intentado decir que ¡a amaba, pero que ella solo supo ver lo contrario.
-Te quiero... -dijo con voz tímida.
-Me lo dices por que he arreglado dos habitaciones... -bromeó.
-Tonto -sonrió ella feliz, de estar entre sus brazos.
-Yo también te quiero, Leslie -la miró con cariño, mientras le acariciaba la espalda-. Te pido disculpas por todo.
-No tienes que disculparte por nada -le dijo-. Todos nos han estado diciendo siempre la verdad, y nosotros como tontos no nos hemos dado cuenta.
-Es verdad -por un momento reinó el silencio-. ¿Leslie te quieres casar conmigo? -¡Ben, ya estamos casados! -rió ante aquella propuesta.
-Lo digo en serio -la miró-. Una boda en toda regla, con nuestros seres queridos al lado.
-Mmmm, acepto -lo miró encantada.

-Perfecto -sonrió, antes de juntar sus bocas en un profundo beso, que los llevaría a una noche de seducción y placer.




EPILOGO.-


-Ha sido una ceremonia preciosa -le dijo María en un momento en que consiguieron
estar las dos mujeres a solas.
Se encontraban en el dormitorio de matrimonio de la casa de Bendelin. Habían subido para que Leslie se pudiera quitar el vestido de novia y ponerse algo más cómodo, bolo faltaba allí Rosanna, que había ido un momento al servicio.
-Sí -respondió muy contenta. La boda se había celebrado en el jardín, con pocos invitados. Entre los cuales se encontraba Carlos y los chicos del pueblo. Muy contentos por la celebración y orgullosos, por que decían que aquello era gracias a ellos.
-¿En dónde se encuentra Bendelin? -preguntó María, mientras le sacaba el vestido.
-Cambiándose en otro dormitorio -respondió Rosanna,  que entraba en aquel momento-. Está deseando de marcharse de luna de miel.
-¿Qué por cierto, sabes ha dónde vais?
-Si, nos vamos a su finca de Granada en España -respondió muy ilusionada.
-Oh, es un lugar maravilloso -acabó por decir María.
Todos estaban contentos. Las cosas entre Leslie y Bendelin ya hacía tiempo que se habían arreglado, haciendo que pudieran respirar tranquilamente. Dos golpes en la puerta y entró en el dormitorio el hombre de su vida, vestido de forma cómoda con téjanos y camisa fina para el mes de Junio y llevando en sus brazos a su querida hija Lilian.
-Habéis acabado ya -dijo con una enorme sonrisa en el rostro.
-¡Bendelin hijo! No debes entrar en el cuarto cuando... -se quejó su madre.
-Por que no -protestó-. Ya somos marido y mujer, y además no hace falta que tenga que venir aquí para poder ver el cuerpo de mi mujer sin ropa... -dijo riéndose.
-Bendelin -volvió a refunfuñar su madre.
-Déjalo mujer -salió en su defensa Rosanna-. Seguro que tu marido también se conocía el tuyo y tú el de él...
-Rosanna -la miró sorprendida María, pero no pudiendo esconder una sonrisa-. Claro, tú puedes decir eso por que Henry es ya tu querido marido...
-Me tienes envidia -se burló.
-Quien de ese loco -se rió -. Anda vámonos, que me parece que estos dos tortolitos quieren estar ha solas. Y eso que van ha estarlo durante un mes bien lejos
Las dos mujeres se fueron riéndose, dejando a la pareja sola.
-Necesitas ayuda para vestirte -sugirió con voz sensual.
-No, puedo yo sólita -sonrió-. Además, si me ayudaras no creo que llegáramos ha tiempo de coger el avión.
-Pero sería divertido intentarlo, no crees -dijo acercándose y besándole el cuello.
-Bendelin, por favor... -dijo soltando un profundo gemido-. Tengo que acabar de cambiarme.
-Está bien, pero no sabes lo que te pierdes mi amor -en aquel momento, Lilian quiso tomar protagonismo chapurreando unos sonidos extraños.
-Creo que la mimas demasiado -dijo Leslie, mientras se ponía una camisa.
-Pero si es muy pequeña, para saber lo que significa chantajear a sus padres con tonterías para conseguir las cosas que quieras...
-Me refiero que no es bueno que siempre la tengas en brazos. -No pasa nada mujer -dijo mirando a su encantadora hija.
-Ya te lo diré cuando sea más grande y pese mucho más –Lo advirtió sonriendo.
-Pero si tu ya eres un poco más grande y te cojo muchas veces, y ha que no me quejo –Se burló divertido.
-Eso es por que todavía no eres un abuelo, pero poco te falta…

-Estoy completamente seguro que ni en la cama todavía soy un abuelo, verdad cariño –Dijo bajando sus labios a los de ella y mordisqueándoselos con sensual delicadeza.
-No, eres todo un galán muy salvaje. -Vaya, me gustan tus cumplidos....
Se rió al pensar que haría muy pocos meses, ella no se atrevía a volver ha decirle aquellas cosas. Por que no sabía nada de cómo era en la cama, pero ahora...
-¿En qué piensas? -preguntó curioso su marido-. No me lo digas, lo adivino por el rubor de tus mejillas.
-Gracioso...
-Por cierto cariño, ahora que somos marido y mujer creo que debemos retomar una conversación que tuvimos hace mucho tiempo...
-¿Cual? -preguntó extrañada.
-Te acuerdas de cuando decíamos que un matrimonio no debía ocultar secretos... -soltó con tono inquisidor.
-Si, pero de aquello hace...
-¿Y bien? -se rió-. Creo que te falta por contarme una cosa...
-Ah, ya recuerdo -dijo repentinamente y sonriendo divertidamente.
-Resulta que yo invité a una persona, pero esa persona no ha venido ha nuestra boda
-Tal vez no podía.
-Sí, la verdad es que no podía venir como invitado por que esa persona tenía que venir como la novia...
-¡Lo sabes! -exclamó sorprendida.
-Si, se que eres E. K. -la miró divertido.
-¿Desde cuándo?
-Desde que enviaste aquel último escrito y yo me encontraba en Madrid -Leslie rió-.Le pregunté a Helen si había venido algún hombre y me dijo que no, entonces empecé a deducir cosas y bueno ya lo ves...

-¿Estás enfadado?,
-No, pero he de reconocer que estaba celoso de él -reconoció con sonrisa torcida.
-Pero cariño, si sabes que no tienes que tener celos de nadie -lo abrazó, como pudo con la niña en brazos.
-Lo sé -la besó-. ¿Seguirás escribiendo?
-Puede que si...
-Bien, por que me gusta tener a una revoltosa periodista en la cama...
-Ah, que simpático que eres.
-Y tu preciosa -le dijo con voz dulce.
-Te quiero, Ben -este soltó un gemido.
-Me encanta como pronuncias mi nombre...
-Lo sé -se rió.
-Te quiero -confesó orgulloso.
-¿Para siempre?-preguntó inocentemente.
-Si, para siempre mi amor...


                  FIN

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