Dentro
de su estado debilitado, no quería despertarse del todo. Solo quería permanecer
un poco más en aquel sueño junto a Eric.
Ahora,
sí que exploraba por primera vez los efectos secundarios de un alto estado
febril. Todo era cierto, pudiendo llegar uno a tener una especie de sueño muy
real…
Era
como en la playa, cuando se vio rodeada por sus brazos. Su actividad nerviosa
llegaba a ser noqueada, quedando relajada… Tenía que admitir, que le gustaba el
calor y seguridad que le daban los brazos de su vecino.
Soltó
un profundo suspiro, al tiempo que aún arrimaba más su espalda al pecho del
joven.
¿Cómo
podía ser posible?
Se
encontraba en la cama con fiebre de 38.5 grados, y su cuerpo se portaba de
forma libre ante la presencia de él.
Se
supone que una persona, en un momento así solo tiene ganas de arroparse bajo la
manta y dormir.
Pero
ella no… Bueno, mejor dicho sus jóvenes y alocadas hormonas, estaban en fase de
mutación queriendo absorber toda novedad en contacto con el sexo contrario y
atractivo.
¡Dios!
Soltó un gemido.
Estaba
segura, que si su madre pudiera escucharle los pensamientos desde lejos a
través de la telepatía. En vez de comprarle un cinturón de castidad y hacerle
recitar los mandamientos de castidad y pureza. Estaría dando saltos y palmadas,
contenta por verla comportarse por fin acorde a una chica de su edad.
Resumiendo…
Aceptar que comenzaba a sentirse muy atraída por un chico en cuestión.
No
queriendo salir aún de aquella neblina, porque parecía tan real que hasta podía
analizar sus sentimientos, sin tener la presión de nadie, volteó su cuerpo para
poder ver si aún podía disfrutar de aquel espejismo en otra postura más cómoda.
Estaba
segura, que si al darse la vuelta abría los ojos, vería que se hallaba junto a
uno de sus cojines y despertaba al mundo real.
-Qué
fiebre tengo que pareces tan real –Dijo en voz alta, soltando un largo y
profundo suspiro henchido de satisfacción.
Ahora,
se hallaba girada hacia el otro lado sin ganas de abrir los ojos a su
habitación.
¿Para
qué? Pudiendo absorber así su olor… Era como tenerlo allí, cuidando de ella
como hacía cuando no le estaba lanzando ninguna pulla.
Estaba
malita. Con lo que podía darse el capricho de ser perezosa y seguir dormitando
en su laguna de oasis.
Si
su pequeña demonio rojo, abriera en verdad los ojos, vería que él era muy real
y que admitía haber cometido un error al meterse en la cama.
Ahora
mismo, tenía la espalda en tensión mientras que seguro el labio inferior a
punto de sangrar, por lo fuerte que se lo estaba mordiendo a causa de la
contención.
A
lo primero, le había parecido algo inocente y tierno, el poder observarla
dormir. Después, cuando se arrimó a él, pudiendo captar su olor corporal ya no
le pareció tan buena idea, ni tan poco muy inocente el gesto.
Sus
fosas nasales, se hallaban asfixiadas de su olor. Su brazo, que por el momento
se hallaba en zona segura en la cintura, comenzaba a tener impulsos
independientes de querer subir o bajar a otras zonas no tan seguras.
Y
lo que más duro le resultaba, por la separación de edades y experiencia en la
vida, era el contacto inocente pero cargado de tensión sexual, que había con el
trasero de ella rozando su hombría sin saber lo que hacía.
Suerte,
que su cabeza le caía a la altura de los hombros. Porque estaba seguro, que si
llegaba a tener su cuello cerca de sus labios, caía en la tentación directamente.
Ahora
mismo, rezaba porque volviera a caer en un sueño un poco profundo y salir de
así, del embrollo que se había metido él solito.
Todo
tenía que ir más ralentizado. Ya lo había comprobado cuando la besó, pero era
un idiota y necesitaba estar a su lado. Sentirla… Le parecía perfecto, al
descubrir con éste nuevo acercamiento que no le era del todo indiferente. Que
sin darse cuenta, ya comenzaba a colarse en su subconsciente.
Pero
aún no se hallaba él preparado. Lo acababa de comprobar, al ver como su cuerpo
deseaba caer en la dulce tentación. Pero sabía que no sería lo justo para ella.
Tenía
que volver a poner un poco de distancia y lo más rápido posible. Si no quería
sentirse asqueado de corromper a una adolescente.
La
siguiente vez, que volvió a sentirse medio despierta, ya se encontraba mejor. Apreciando
una pequeña decepción, al comprobar que aquella vez no estaba en medio de
ningún oasis sensorial.
Obvio,
que en su cuerpo ya no dominaba ninguna gota de fiebre.
Resoplando
con cierto pesar, decidió abrir los ojos y poder saber así, que hora y día
eran. Porque sabía, que había estado invernando un poquito.
Girando
un momento la cabeza hacia el balcón, comprobó que aún era de día por la
claridad que veía.
Al
menos, esperaba no cambiar mucho su rutina del sueño por culpa de haber estado
enferma.
Y
al alargar su brazo a su mesita de noche, cogió el teléfono para comprobar que
fueron dos días los que había resultado estar alejada del mundo.
Volvió
a suspirar con más profundidad, dejando caer con cierto descuido el móvil
encima de sus piernas en la cama y pasarse una mano por el cabello, pudiendo
notar como éste se hallaba algo áspero a causa de haber tenido que sudar mucho.
Sí.
Hora de ponerse en pie, ducharse, llenarse el estomago y airear su dormitorio
de los malos virus, cambiando la ropa de su cama y abriendo bien la puerta del
balcón.
Fue
el decir, que tenía que cambiar la ropa de la cama que se fijó en ella, cuando
se dio cuenta de que su mente quería avisarla de algo…
¡Aquel
juego de cama, no era el que solía tener
habitualmente!
Con
gran confusión, sacó sus piernas para ponerse en pie y mirar con suma atención
a su alrededor.
Su
dormitorio se hallaba recogido… ¡No había ni un pañuelo de papel en la mesilla
de noche, ni al lado de la cama!
¿Pero
qué?...
Extrañada,
se llevó una mano a a la cabeza tratando de recordar si en verdad se había
puesto en pie, y ahora no recordaba haberlo hecho.
Pero
que enfermo adolescente, cambiaba la cama y recogía su dormitorio estando
enfermo.
Ninguno.
¿Acaso
habría vuelto su madre antes de lo previsto?
Pensó,
dando la orden a sus debilitadas piernas para salir a inspeccionar al resto del
piso. Pero la música de su móvil, rompieron el silencio que reinaba allí,
causando que diera por ello un enorme brinco en el lugar.
-¡Joder!
–Farfulló con una mano en el pecho.
Con
un solo paso apresurado, lo agarró y leyó el nombre de Elisabeth. Rápido, sus
dedos dieron la orden de entrada a la llamada.
-¿Yola?
–Se notaba esperanzada a la chica al otro lado.
-Sí
–Respondió aclarándose la garganta al notarla algo reseca.
Nota
mental, dirigirse a la cocina para beber de forma inmediata líquidos. Se auto
indicó, mientras escuchaba a la joven.
-¿Ya
te has levantado? ¿Estás mejor? ¿Quieres que vaya a verte y echarte una mano?
¿Ha llegado ya tu madre? –Preguntó de forma atropellada, logrando sacarle una
sonrisa a la chica.
-Tranquila
–Respondió con voz calmada-. Me encuentro mucho mejor –Informó con sinceridad,
al llegar a la cocina y coger un vaso del estante y echar agua del grifo –Espera
que bebo un poco.
-Me
alegro escuchar eso, me tenías preocupada –Suspiró su amiga.
Al
acabar de refrescarse fue a dejar el vaso en el interior de la pica, cuando
recayó en su imagen reflejada en la puerta del microondas. Aquella ropa, no era
la que ella llevaba cuando cayó enferma…
-Mira
que fui a tu casa y estuve picando al interfono, pero no me escuchabas –Siguió explicando
la chica ajena, a lo que le ocurría a su amiga al otro lado de la línea-. Por
suerte, Eric llegó antes del viaje y le pedí que se acercara a echarte un
vistazo. Él se encargó de…
¡Eric!
¡Eric
había estado allí! ¡Él, había cambiado la cama! ¡Él había recogido todo! Él, la
había... La había…
¡No,
no qué horror! Pensó completamente abochornada, al caer en lo que había sucedido cuando se había hallado medio inconsciente
por la fiebre.
¡La
había visto desnuda! Concluyó con las pulsaciones a mil por hora y
completamente anonadada, dejó caer a la vez el vaso de cristal al suelo como
también el teléfono, sin poder escuchar como alarmaba a su amiga al otro lado
de la línea.
Ay este par! Igual adoro a Eric y que sea tan considerado!! gracias pro el nuevo capi...besos cielo!!
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