Nina giró sobre sus pies, dejando que sus ojos castaños
vagaran llenos de emoción. Realmente parecía un paraíso para alguien que, como
ella, amaba los postres. Había pasteles de todos los sabores y colores que
podía imaginar, las texturas variaban y los tamaños también. Unos deliciosos
creme brulee adornaban el centro de la vitrina principal, mientras que el lado
izquierdo estaba desbordante de tuille elaborado con diferentes frutas y el
derecho de muffins de colores brillantes.
Y esos eran los que podía identificar. No estaba muy
segura de cada uno de los postres exhibidos pero sí que se veían exquisitos.
Deseaba probar todo. Era imposible elegir.
–No, no puedo hacerlo –Nina negó como una niña, cruzando
sus brazos en gesto terco– ¿cómo puedo decidir?
Caleb sonrió divertido y no pudo evitar, cuando Nina
frunció los labios, tomar su rostro entre las manos.
–Calma, puedes pedir lo que quieras. Te invito, vuélvete
loca.
–No tienes idea de lo que estás sugiriendo –inspiró hondo
Nina y sintió como el calor de las manos de él sobre sus mejillas provocaban
una gran calidez en ella.
–Tomaré el riesgo –susurró Caleb y la soltó– ¿vamos a
sentarnos?
–¿Tan pronto? ¡Quiero verlo todo!
–Imposible –negó Caleb con una sonrisa– no puedo permitir
que vayas a los siguientes niveles.
–¿Qué? ¿Hay más? –Nina abrió los ojos con sorpresa y le
tomó la mano– ¡debes llevarme, Caleb! No puedo pensar en nada más que verlo
todo.
–Te advierto que será mil veces más difícil decidir…
–No me importa. ¡Vamos! –Nina lo llevó con alegría y
Caleb la siguió sonriendo, feliz.
Tras veinte minutos en los que Caleb tuvo que empujar
levemente a Nina de una vitrina a otra,
eligieron una mesa en el segundo piso. En el menú existía la posibilidad de
pedir varios postres en miniatura, lo que a Nina le pareció una idea perfecta.
–Incluso elegir estos 5 fue una tortura –se quejó, entre
bocado y bocado– ¿cómo puedes conocer un lugar así y no haberme contado jamás?
–No hablamos demasiado, precisamente… –murmuró Caleb,
llevándose un trozo de tiramisú a la boca.
–Tienes razón, pero fue un error –Nina cortó otro pedazo–
mmm… delicioso.
–¿Qué fue un error? –interrogó Caleb divertido.
–Que no habláramos, que no supiera de este lugar, que… –se
interrumpió y tomó un mini creme brulee– ¿te estoy asustando?
Caleb negó, solo le gustaba mirar a Nina. Mientras
hablaba, comía, pensaba… se veía adorable. Sonrió.
–Me encanta –exclamó Nina sin pensar. Es que la sonrisa
de Caleb… era increíble.
–¿Así de bueno, eh? –Caleb interpretó que se refería al
postre que había probado. Nina asintió y eligió un mini muffin. Varias migas se
quedaron en sus labios y Caleb elevó la mano para retirarlas, rozó levemente
sus labios, antes de carraspear y tomar una servilleta, poniéndola frente a
ella– comes como una niña.
Nina frunció los labios y giró el rostro, simulando estar
ofendida. Sin embargo, sonrió y tomó la servilleta que Caleb aún sostenía
frente a ella. Sus dedos se rozaron e intercambiaron miradas de sorpresa y
reconocimiento. Podían sentirlo. Era diferente.
–Y tú pareces un anciano con tantas quejas –Nina ocultó
su sonrisa tras la servilleta y Caleb se limitó a arquear una ceja con
suficiencia– ¡vamos, no puedes no contestar!
–Prefiero no hacerlo, soy un adulto, Nina –contestó con
seriedad Caleb, pero un esbozo de sonrisa se dibujó en la comisura de sus
labios.
–¡Sé que quieres sonreír, Caleb! –aseveró Nina y comió un
bocado más.
Caleb no respondió. Simplemente la miró, sus ojos azules
contenían aquella expresión que Nina había visto tantas veces pero no lograba
descifrar que significaba. Pensaba que se debía a que, simplemente, él era un
enigma. Pero no, solo había una persona a la que miraba de aquella forma… ella.
Nina miró con nostalgia el lugar mientras se alejaban
hacia la oficina de Caleb, donde él tomaría su auto y allí le pediría que la
llevara a la estación de autobuses, pues habían venido en el auto de Kristen.
Miró el preciado tesoro de postres que llevaba y sonrió. ¡A su mamá le
encantarían!
–¡Caleb, espera! –Nina lo detuvo. Él la miró interrogante–
¡debes comer!
–Acabo de comer –señaló con ironía.
–No, eso no cuenta –negó vehemente– necesitas algo de
comida.
–¿Te parece? –arqueó una ceja y ella lo golpeó en el
costado.
–¡Estoy hablando en serio, Caleb! ¿No comiste nada al
mediodía verdad? –Nina dijo en tono reprobador– vamos a buscar algo de comer.
–Tengo una idea mejor –Caleb pasó sus dedos con lentitud
por el brazo de Nina– ¿qué tal una cena conmigo?
–¿Me estás invitando a cenar? –Nina se sorprendió y él
asintió un poco incómodo– oh, me encantaría. Pero mira como estoy –se observó
con tristeza– soy un desastre y estoy un poco cansada…
–Lo entiendo –asintió él intentando deshacer el nudo de
decepción que se formó en su garganta– ¿quieres que te lleve a algún lugar
especial?
–Me expresé mal –Nina se acercó, pues Caleb puso
distancia entre ellos– me gustaría ir contigo pero a un lugar informal ¿si?
Caleb se sorprendió. ¿Qué intentaba decirle Nina? ¿Acaso
daba la impresión de que frecuentaba solo lugares de moda y exclusivos?
–Creo que esta propuesta te agradará –Caleb la condujo
hasta el interior del estacionamiento de la oficina y subieron al auto– ¿qué te
parece si vamos a mi departamento y ordenamos algo de comer?
–Eso estaría bien –asintió con entusiasmo.
–Entonces ¿no te ofendes, verdad? –interrogó Caleb
dudoso.
–¿Por qué razón? Yo te conozco, Caleb. Confío en ti
–soltó alegremente Nina y continuó mirando por la ventana. No pudo observar lo
mucho que esas palabras significaron para él.
Aparcaron y subieron el tramo de escaleras que los
separaba del lugar. Al entrar, Nina observó que era pequeño pero de una cuidada
distribución, muy agradable. Caleb le indicó que tomara asiento mientras
ordenaba la comida. Nina le pidió permiso para recorrer su departamento y él le
aseguró que podía sentirse como si estuviera en casa.
Caminó con lentitud, mirando cada detalle con atención.
Le sorprendió encontrar una foto de la familia de Caleb en la repisa. Era
antigua, de cuando su padre estaba vivo. 4 miembros de una familia muy feliz.
Inspiró hondo, ¿cómo había Caleb terminado odiando a su mamá y a Cameron? ¿Por
qué o solo era un malentendido?
En la sala, había un gran ventanal en el que se observaba
la puesta de sol. De a poco, los colores anaranjados teñían el cielo y las
tonalidades parecían no tener fin.
–Nina –Caleb le tocó levemente el brazo y ella volteó–
estabas muy concentrada.
–Pensaba en que ya sé porque vives aquí –Nina sonrió– la
vista es increíble.
Caleb se puso a la altura de Nina y dirigió su mirada
hacia el lugar que Nina miraba. No, nunca antes se había detenido a observar
nada. Llegaba bastante tarde y no apreciaba el mundo a su alrededor, solo lo
percibía cuando Nina estaba cerca. Como en ese instante.
–Sí, es increíble –susurró y sus ojos azules se posaron
en Nina. Sin duda, ella lo era.
¡¡¡Alaaaaaaa!!!
ResponderEliminarMe encantó, Nata. Quiero más jijiji. Me pareció largo pero a la vez muy corto. Esta pareja promete jijiji.
Porfi, Nata, necesito mas. Caleb es un cacho pan, mas mas mas...
Muchos besos