Al separarse de ella , Bastian le
sostuvo las manos contra la espalda sin apartarse del todo.
-¿Vas a golpearme? - preguntó en voz
baja apenas distanciado mínimamente de Leo.
-No.
-¿Vas a
besarme?- volvió a preguntar.
-No- dijo ella nuevamente.
-¿Entonces , Leoncito?
-No sé qué rayos voy a hacer con usted, ¡¿por
qué cree que tengo estas ojeras….?!– le soltó y él le sonrió.
-Quédate conmigo, es una ganga.
-Es una estafa, más bien. Ahora
suélteme, tengo trabajo que hacer.
-Simplemente así, ¿no harás escándalo por
el beso?¿no me darás un discurso?
-Yo empecé esto con el abrazo de ayer,
así que soportaré las consecuencias. Ya estamos a mano, ahora deje de molestar.-
respondió ella con tranquilidad aunque la respiración la traicionaba.
-¡Qué estoica y ecuánime! – dijo él
soltándola y su tono sonó molesto. En realidad le desagradaba que ella pudiera
racionalizar el beso cuando él estaba totalmente trastornado desde que lo había
abrazado.
-¿Y qué se supone qué haga? ¿Qué me case
por usted por un par de besos?¿Acaso es una doncella deshonrada? – le preguntó
ella también enfadada, aunque el enfado era consigo misma porque más que deseos
de resistirse tenía ganas de rendirse a los encantos de su jefe cabeza hueca.
-No sería mala idea.
-Está loco.
-Eso parece, y es la primera vez en mi
vida.
-Entonces cúrese pronto, porque hoy
tenemos un día demasiado ocupado.- dijo y se escabulló de la oficina de su
jefe.
Bastian suspiró, tenía demasiados
pendientes entre manos, sin embargo Leonora era su prioridad, definitivamente
había enloquecido.
Leo trató de concentrarse en su tarea
pero le resultaba casi imposible, leyó casi cinco veces un mismo mail para
entenderlo.
Y para mal de peores, cuando salió a
comprar unos sobres que necesitaba escuchó algunos retazos de conversaciones a
su espalda, por lo visto Alan había andado esparciendo algunos rumores sobre
ella y Bastian.
Suspiró, no había nada que hacer, era
mejor no preocuparse , en poco tiempo, tendrían algo nuevo sobre lo que hablar
y se olvidarían de ellos, sólo esperaba que aquellas palabras no llegaran a
oídos de nadie de la cúpula directiva Cavendish.
No tenía ganas de ver al hermano mayor
de Bastian llegar a la oficina para hacer un escándalo sobre un romance de
oficina que no existía. Aquello le daba un nuevo motivo para mantenerse alejada
de él, aunque una chispa de rebeldía la hizo imaginar la escena y a ella misma
enfrentándose a aquel hombre desagradable para defender su amor.
Amor, la palabra surgió en su mente tan
repentinamente que la tomó desprevenida, incluso sacudió la cabeza en un acto
reflejo por sacudirse de aquella idea.
Bastian Cavendish había logrado ponerla
al borde del abismo.
Tenía que concentrarse, la reunión se
acercaba y estaba aterrada que su jefe, en su actual estado de Don Juan,
arruinará todo.
Entre su familia y él iban a envejecerla
antes de tiempo y como si pudiera albergar alguna esperanza, apenas regresó a
su escritorio, Bastian salió de su oficina.
-Surgió algo y debo irme, Leoncito.
-¿Irse? Si apenas lleva dos horas
trabajando…
-Tendrá que bastar por hoy. Debo
marcharme, pero no tienes nada que preocuparte, juro que no tiene nada que ver
con otra mujer, eres la única para mí.
-¡Señor Cavendish!- lo riñó pero él le
dedicó una de aquellas sonrisas matadoras que no admitían refutación alguna.
-No trabajes hasta tarde, Leoncito y
vete en taxi que hoy no podré llevarte – dijo y ella frunció el ceño .
-Voy a estar muy bien sin que me lleve,
créame.
-Pero yo no, me estaré preocupando por
ti y además añoraré la posibilidad de que me des un abrazo.
-Uno no debería decir cualquier cosa que
se le viene a la cabeza, ¿no lo sabía? Es de mala educación.
-Créeme Leoncito, no digo ni la mitad de
las cosas que vienen a mi cabeza porque entonces sí te espantaría – le dijo con
un tono ronco y una mirada intensa que
la hizo sonrojar.
-Váyase, entonces.
-De acuerdo, pórtate bien en mi ausencia
y toma – dijo alcanzándole su abrigo.
-¿Qué hago con esto?
-Póntelo cuando te vayas, hará frío
cuando te marches y no trajiste abrigo. Supongo que lo que dormiste mal se te
olvidó, no quiero que te enfermes.
-No lo necesito.
-Hablando de cosas que no sabemos,
tampoco tú aprendiste que uno debe obedecer al jefe, y también aceptar los
gestos caballerosos del hombre que te quiere. Me voy – dijo y salió
apresuradamente antes que ella pudiera responder, aunque la mirada furiosa era una
respuesta en sí misma.
No había nada que pudiera hacer, al
menos si él estaba lejos no se sentiría inquieta y sobresaltada, esperaba poder
concentrarse en el trabajo. Recordó que le había dejado varios documentos para
firmar e insultó por lo bajo, seguramente él ni los había mirado.
Entró a su oficina y encontró los
documentos en el escritorio, sorpresivamente estaban firmados y no había puesto
su firma al azar sino que los había leído ya que no había firmado uno , dejando una notita con la explicación y ciertas modificaciones que debían
hacerse.
-Está trabajando en serio– dijo Leo en
voz alta para sí misma. Cuando ella pensaba que era un caso perdido siempre la
sorprendía.
Suspiró y regresó a su lugar, iba a
adelantar todo el trabajo que fuera necesario y después se pondría a estudiar
un poco. Si quería ser de verdadera ayuda necesitaba entender cosas que eran
nuevas para ella, así que desde un tiempo atrás dedicaba su tiempo libre a
estudiar sobre administración y lo referido a exportación e importación.
Había comprado libros y buscado material
en internet, de hecho había encontrado un
ensayo muy interesante, era un trabajo académico de un doctor en economía de
una prestigiosa universidad pero explicaba con mucha claridad y Leo lo
agradecía.
Últimamente encontraba discrepancias y
cosas extrañas en documentos de la empresa y aunque no podía entenderlas sentía
que algo no estaba bien, por eso buscaba toda la información que necesitaba
para descifrarlo, era en esos momentos cuando lamentaba sus carencias
educativas.
Estaba tan encantada con aquel ensayo
que envió un mail a la Universidad preguntando si había más trabajos del Dr. Ch.
B.C a disposición del público en
general. Quizás hasta pudieran contactarla con el hombre vía mail y consintiera responder sus dudas
sobre el tema.
Antes de darse cuenta se hizo la hora de
salida, tomó su bolso y a punto de irse se detuvo. Suspiró pesarosa, llamó un
taxi y agarró el abrigo de Bastian para cubrirse. Al salir , notó que había sido una buena decisión
hacía mucho frío. Maldito hombre, odiaba que tuviera razón. Y esperaba que
él estuviera en algún lugar cálido y
abrigado y no pasando frío por haberle cedido su abrigo.
Excelente capítulo Nata. Como de costumbre, quiero másssssss. Abrazos!!
ResponderEliminarBuenisimo!!!
ResponderEliminarEse hombre me enamora sis... agrrr quiero uno para llevar jejej
ResponderEliminarQue capitulo, muy muy intenso.
ResponderEliminar¡¡Quiero mas!!
Muchos besos
Gracias por los comentarios, me alegra que les gustara!!
ResponderEliminarDirecto, atractivo, arrollador... Dios, cada día me enamora más este hombre!!!!!!!!
ResponderEliminarLeoncito, más vale que despierte del letargo mental y le diga que sí al príncipe que tiene a su lado.
Esto, Nata, es que ya he llegado aquí, y ya me conoces, las adicciones hay que mantenerlas, y claro, ¿Dónde se ha ido? Eh? eh? y ella está rendida... jaja. Tenía que pasar porque él es un encanto.
ResponderEliminarBueno esperaré por el próximo cap, pero conoces todo lo que gasto en paciencia no? JAJAJAJAJA