lunes, 3 de marzo de 2014

Deberes De Princesa 22


Aquello, parecía más bien una rebuscada comedia, que un hecho real ¿Quién podía creerse que la reina de Mónaco, iba a volver a poner de moda los encarcelamientos en las mazmorras?

-¿Emmanuelle, no se habrá olvidado hoy de tomarse cierta pastilla? –Soltó con sorna Kénan, mirando a la mujer con aire gozoso-. Como por ejemplo la del control de cordura.


-¡Kénan por dios! –Lo riñó su madre consternada por la forma en dirigirse a la monarca.

-No te preocupes mujer –rió algo imperiosa Emmanuelle-, ese carácter son simples reflejos de los acostumbrados nervios a la boda –Indicó con gran serenidad-. No hay que tenerle para nada en cuenta, todo lo que pueda decirnos  en los días de encierro.

La prima de Jacqui, agarrada aún a los barrotes con fuerza  soltó un grito contenido, ante las palabras dichas por su tía. Negándose a creer lo que estaba ocurriendo.

-¿Días de encierro? –Repitió Paulette, con mirada de desconfianza hacia las dos mujeres que se hallaban en el corredor de las mazmorras-. ¡Estáis locas, si nos vais a tener aquí por más de unos días encerrados!

Emanuelle se acercó hacia su sobrina, para mirarla con ojos entrecerrados y aire desdeñoso.

-¿Te atreves a cuestionarme, cuando vosotras tampoco habéis tenido un comportamiento ejemplar? –Se guardó la pistola en el bolsillo del vestido-. Hay que ver, como se nota que llevas los genes de la familia.

Señaló con mofa, girándose para ir en dirección a la salida, seguida de la madre de Kénan.

-En un rato vendrán a traernos cosas para que estéis más cómodos –Les recalcó con cierto jolgorio.

-¿Mamá, como puedes permitir una atrocidad como ésta? –Suplicó con furia Norah, y como último intento de poder hacer algo en aquel caos.

La mujer detuvo sus pasos, para darse la vuelta y mostrarle a su hija, una mirada de determinación que jamás había visto en ella.

-¿Qué esperanzas aguardas, cuando tú comportamiento ha sido travieso como el de una quinceañera? –Expuso con seriedad y cierta decepción-. Pues ser merecedora de un castigo al mismo nivel. Salvo que creo que el quitarte ésta vez el postre, sea lo adecuado ha tu edad – Habló dejando a todos sin palabras-. Vamos Emmanuelle, hay que organizar todo el lío que han originado estos muchachos.

Y sin más, abandonaron el frío lugar dejando a las cinco personas allí encerradas. 


Pasados unos minutos, en completo silencio su guardaespaldas, se acercó a los barrotes que daban a la celda de Kénan y Jacqui, para llamarle en apenas un susurro.
Era muy obvio, que no se fiaba para nada de las dos mujeres mayores. Puede que aún se hallaran allí abajo escondidas tras la puerta.
-Señor –lo llamó con el acostumbrado respeto-, no todo está perdido. No se han dado cuenta, de que oculté mi pinganillo. Podemos comunicarnos con el chófer.
Kenan sonrió, al conocer aquella noticia. Pudiendo encontrar una vía de escape a todo aquel embrollo.
-Bien –Asintió con la cabeza-, pero avísale que vaya con cuidado… Pues saben que no se marchará sin mi orden, y que después de tantas horas sin saber de mí, querrá averiguar algo.
-Sí señor –Señaló anudando un pañuelo a uno de los barrotes de la ventana, que daba justo al suelo de la parte trasera del castillo-. Le indicaré que de una vuelta de forma disimulada por los alrededores.
-Adelante –Volvió asentir con un movimiento de cabeza.

Pero pasado un buen rato, quien dio señales de vida por la parte baja del castillo, no fue nadie que acudiera a rescatarlos. Sino más bien, todo lo contrario.

Las dos mujeres que llegaron junto con la reina, venían exclusivamente para hacer el lugar algo más reconfortable. Mostrando en sus ojos desconcierto, por la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

-Bien –comenzó hablar la reina con tono satisfecho-, como podéis observar, el espacio entre cada barrote es alrededor de veinte centímetros –Dijo con una sonrisa de regocijo-. Medida perfecta, para introducir las suficientes cosas necesarias.

-Como una sierra de hoja dura –Puntualizó Kenan con insolencia, plantándose enfrente de las tres mujeres con los brazos cruzados, logrando arrancarles a las tres una sonrisa en la comisura de los labios. 

-Con éste –Lo apuntó con el dedo Emmanuelle-, tened mucho cuidado. Puede resultar algo peligroso.

-Vaya –Alzó una ceja Kenan-, como nos vamos conociendo de bien suegra querida.

La monarca alzó una ceja por aquellas palabras familiares y con humor, le guiñó un ojo a su yerno.

-Bien chicas, lo quiero todo listo en una hora –Habló con tono diligente-. No quiero que estén más rato sin ninguna comodidad.

-Cuanto nos honra tu bondad –Se burló Kenan.

Ésta volvió a mirarlo sonriente antes de darle la espalda, y alejarse de allí acompañada de las dos súbditas.

-No deberías de provocar así a mí tía –Señaló Paulette con cierto recelo hacia el hombre, pensando que él tenía la mayor parte de culpa de que se hallaran todos allí.

-Por qué no –Se giró a mirarla con las manos en los bolsillos-, digamos que es mi entretenimiento personal, mientras estemos aquí encerrados.

-¿Alguna vez te tomas las cosas en serio? –Escupió en un gruñido.

-Siempre me lo tomo todo en serio –Respondió cambiando su tono a un grado más formal-. Sin embargo, no creo poder decir lo mismo de vosotras.

-¡Cómo te atreves! –Achicó la chica los ojos.

-¡Ya vale! –Intervino Norah en un grito seco, mirando hacia su amiga Jacqui. Quien aún seguía ignorándolas por completo-. No es momento para discutir tonterías. Tenemos que ser un frente unido, si queremos librarnos de éste calvario.

Tuvieron que callar sus palabras, cuando volvieron a escuchar pasos en las escaleras. Al momento, las dos chicas de antes, aparecieron acompañadas de dos empleados más. Pero aquella vez, no venían con las manos vacías.

Con el ceño fruncido, observaron como estos portaban gruesas alfombras enrolladas, para acercarse a ellos y comenzar a entregarlas a través de los barrotes.

Entonces, sí que hubo reacción en Jacqui. Quien callada y seria, se puso en pie para empujar nuevamente la alfombra hacia las manos de su portadora.

Todos callaron, observando con suma atención la escena.

Cada una, aferraba con fuerza un extremo de la mullida alfombra, para empujarla hacia el lado contrario. Su mirada puesta en la otra fijamente, en una pequeña lucha por sus propios intereses.

Pero en vista de ver que podía durar todo el día aquella confrontación, la joven decidió hablar.

-Por favor su alteza –Suplicó la chica-. Sino me veré en serios problemas. Su madre se halla un tanto rara… Da miedo –Sus ojos brillaban por el cúmulo de lágrimas desesperadas.


Jacqueline, meditó unos segundos. Después en un gruñido y con cierto fastidio, soltó el extremo que tenía agarrado de la alfombra, para volver a reclinarse contra la pared en el mismo lugar que antes. 

4 comentarios:

  1. Jajajajaj...adoro a esa reina! Gracias por otro capi, aunque se me hizo muy corto...quiero más
    Y tengo una duda existencial qué rayos es un pinganillo???
    besos mi brujis...MÁS????

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre te quejas de corto!!!!!

      Es igual de largo que siempre!!!! Siento la tardanza, pero sabes que anduve muy liada. grrr

      Gracias por decir que te gustara. Y referente al pinganillo, es el pequeño o diminuto aparato que suelen colocarse en el oído. Por el que escuchan o hablan, los seguratas con sus demás compañeros.

      jejejeje

      Muchos besos abueli

      Eliminar
  2. Ooohhhhh hay aprendi una nueva palabra jajajja; me encanto el capitulo aunque tambien lo senti corto pero me gusto; saludos chicas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jolines, como estáis con lo del pinganillo jajajajajajja

      Muchas gracias preciosa!!!! Me alegro de que pudieras pasarte por aquí un ratín!!!!

      Eliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...