viernes, 14 de febrero de 2014

Reencuentro Dorado 1

-¡Marie Vizenzo!

Chilló en una orden Jaimie, apareciendo en la puerta principal de la casa con cara de enfado, para descubrir a su hija de cinco años abrazada al cuello del compañero y amigo de Santino. Mirándolo con cierta súplica, para que la llevara con él.


-Acaso no me has oído antes –Señaló acercándose a los dos-. La abuela Carmela, es quien se queda hoy a cuidarte.

Alargó sus brazos, esperando a que su hija se soltara del cuello de Sandro y fuera hacia ella.

-Pero yo quiero ir contigo y Sandro a las pistas –Soltó en un puchero con sus labios y el asomo de unas lágrimas de cocodrilo.

Jaimie, abrazó el pequeño cuerpo de su hija cuando ésta se lanzó a sus brazos, par darse la vuelta y caminar hacia el interior de la vivienda, seguida por su amigo. Allí, su querida suegra se acercó a ella con una enorme sonrisa en el rostro, para hacerse cargo de su amada nieta.

-No llores cielo –La agarró de la mano-, acaso no quieres venir con la yaya a la playa.

-Pero también quiero ver correr los coches –Pidió con tono triste.

-Está claro, que es hija tuya –Sonrió con burla Sandro, recibiendo por ello una mirada cortante de la joven madre, causando que callara no sin antes voltear la vista al techo con cierto fastidio.

-Hoy no puede ser mi amor –Caminó Jaimie hacia su hija, para agacharse enfrente de ella-. Pero te prometo, que el sábado sí vendrás. ¿De acuerdo? –Le preguntó dándole un beso en la nariz a la pequeña.

Su hija, acabó por asentir con la cabeza y dedicándole una encantadora sonrisa, antes de abrazarla con fuerza por unos instantes, para después girarse y caminar hasta el piloto.

-Te doy también un beso, para que se lo des a mí papá cuando lo veas –Explicó con mirada traviesa, alzando sus brazos para que éste se inclinara hacia delante y la subiera arriba, pudiendo así rodearle la chiquitina el cuello con sus bracitos y plantarle dos besos en las mejillas.

Ante aquel acto premeditado, su suegra y Sandro rompieron en fuertes carcajadas salvando a Jaimie, quien gruñó para sí misma antes de encaminarse nuevamente hacia la puerta, en dirección al coche del piloto.

Dos segundos después, éste apareció casi a su paso con cierta mueca en los labios, abriendo el cierre centralizado para que pudieran entrar los dos en el deportivo negro.

Un buen rato después, Jaimie mantenía la mirada fija en el paisaje sin mediar palabra alguna, después de llevar un cuarto de hora aproximadamente en marcha. Logrando que su amigo soltara un profundo suspiro de desesperación.

-Llevas con esa tonta actitud hacía mi persona, por todo un año –Reprochó con cierto tono acusativo.- Soy yo, Sandro –Le guiñó un ojo-. Tú amigo y el de tú marido, recuerdas.

Al fin, consiguió que la joven girara su rostro hacia él.

-¡Lo se! –Rebufó-. Pero tú has visto como tienes de encandilada a mí hija, desde que cumplió los cinco años –Se quejó con un gemido-. Has visto sus tretas, para que la cojas en brazos y poder darte besos…

El hombre, la interrumpió empleando cierto tono bromista.

-Eso, es porque soy un tesoro para las mujeres –Le dio una palmada en la rodilla-, no se que diantres viste en Santino, yo soy mucho más atractivo que él. Por no decir encantador.

Jaimie volteó los ojos, sin poder evitar el ocultar la sonrisa que apareció en sus labios.

-Ni en tus mejores sueños –Le guiñó un ojo.- Pero comprende el que me hierva un poco la sangre ante el enfado y la desconfianza –Dijo con cierta mueca en sus labios-. Tienes a mí hija enamoradita.

-Y ella a mí –Añadió con socarronería-. Es toda una princesita.

-Es un diablillo con rizos rubios –Suspiró ella.

-Puedes estar tranquila, que mí querida princesita a la que quiero mucho como una sobrina –Marcó con diferente ton las últimas palabras dichas-. No es mí destino dorado, a pesar de que nos llegaran las cartas el mismo día y en tu casa. 

-¿Y cómo se llama ella? –Preguntó veloz Jaimie con tono meloso.

-Reg… -Comenzó por inercia en la charla, callando veloz para soltar con cierto sarcasmo una risa-. Muy lista sirena –Sus labios sonreían-, casi consigues sonsacármelo –Jaimie se reía a carcajadas, mientras Sandro salía de la carretera por un desvío privado-. Y luego te enfadas por las tretas de tu hija –Dijo con ironía-. Pero si sois dos gotas de agua en ello –Chascó la lengua divertido-. Compadezco a Santino, pobre con lo que tiene que lidiar cada día.

Jaimie seguía riendo, cuando su amigo estacionó el vehículo en la zona de aparcamiento del recinto.

-Ya te gustaría a ti, tener a dos princesas como nosotras en tú casa –Señaló bajándose del coche-. Adelántate tú a las pistas, voy un segundo a la oficina.

Sandro, se apeó del coche con un brillo malicioso en los ojos.

-Eso, eso –Cerró el cierre centralizado-. Así podré decirle a Santino, el bicho que tiene por mujer –Bromeó, mientras observaba como la joven se alejaba por el lateral del edificio.

Y al quedarse solo, es cuando cambió su sonrisa en los labios, por una línea recta cargada de odio.

Casi, en un despiste había dicho su nombre.

Y aquello, es lo que tenía que procurar de no decir, pues no quería ver la reacción de sus amigos. En cuanto se enteraran de quien era su destino dorado.

Estaba enfadado con el sino, como también lo estuvo en su día, la mujer de su amigo. En aquellos días, aún comprendía más la actitud que había tenido Jaimie. Pero en él, todo era bastante diferente.

Era obvio, que el maldito destino había tenido un gran error en su caso. No había duda de ello. Porque tampoco creía que aquello lo hubiera hecho aposta. Se negaba a creer, que hubiera un punto de crueldad en algo desconocido, que tenía la maravillosa virtud, de unir a las personas con sus seres queridos para toda una vida.

Era imposible.

La única explicación que encontraba, era que su carta dorada había llegado con muchos años de retraso, por un simple extravío. De allí, a que le fuera entregada en casa de sus amigos, a la vez que llegaba otro envío.

Calculaba, que la había tenido que tener en su poder unos nueve años atrás. Pero mirando lo que había ocurrido, hubiera sido mejor no recibirla nunca.

Prefería pertenecer a la lista, de las personas que solo iban a tener relaciones esporádicas en su vida. Prácticamente como el padre de Jaimie, quien vivía por el momento muy a gusto con su soltería, debido a su trabajo.

Por aquel entonces, era cuando había entrado hacer las pruebas pertinentes con la escudería para la que corría actualmente, que los patrocinaba a él y a Santino.

Sonrió algo melancólico, cuando viejos recuerdos le vinieron a la mente. Su visión del amor, distaba de ser muy diferente a la que tenía ahora.

Desde esos años atrás, que tenía el corazón roto. Y ahora, con aquel sobre en su poder. Sabía que su destino iba a ser aquel. Triste y solitario, para toda la vida.

Su amor dorado, su Regina ya no estaba allí. Por desgracia y mala suerte, había abandonado aquel mundo cuando iba a reunirse con él, para casarse y vivir juntos en contra de que aún no les hubiera llegado la carta dorada, confirmándoles algo que en el fondo de sus corazones, sabían perfectamente que era correcto.

Aún recordaba la rabia y el odio, que le recorrió todo el cuerpo cuando en el papel dorado, salía el nombre de ella. Que ganas había tenido de levantarse de la mesa, para ir en busca de Basilio y estamparle la hoja en su pecho, encima de su corazón.

Maldito viejo bastardo, quien desde un principio había dejado claro, que no era suficientemente adecuado para su hija Regina.

Aún así, ellos habían seguido viéndose a escondidas. Hasta que un día, convenció a su joven amada, de que huyera de al lado de su padre y fuera a vivir con él, como su esposa.

Pero un día después, del que ella tenía que haber llegado a la estación de autobuses, en la que se habían citado. Él había vuelto acudir en su espera, preocupado al no poder ponerse en contacto con ella. Pensando y comprendiendo, que la parte más difícil la tenía ella, al tener que abandonar su vida por él. Y que por ello, podía demorarse un día o dos.

Pero en uno de los autobuses que llegó aquel día, de él no se apeó su amada Regina. No, de él bajó el hermano pequeño de Basilio, Antonio. Para indicarle con duras palabras, que él tenía la culpa de todo. Que si le hubiera hecho caso a Basilio, ella estaría en aquel momento viva en casa junto a su familia.

Por su estúpido orgullo, su preciosa sobrina había muerto al huir. El taxi que había cogido aquella fría noche de invierno, para ir a al estación de autobuses había sufrido un fuerte impacto contra un árbol, a causa del hielo en la carretera muriendo los dos ocupantes de él.

Aún recordaba el frío que se acomodó en su corazón, porque a día de hoy todavía no le había abandonado. Como tampoco, el recuerdo de las crueles y odiosas palabras, que le había soltado Antonio. Prohibiéndole por completo de acercarse al funeral, porque le meterían una bala en la cabeza.

Aún lloraba amargas lágrimas, por no poder tampoco ir a disculparse a la tumba de su amada, dado que se hallaba dentro de los terrenos de la propiedad de Basilio.

De modo, que él si tenía también un destino dorado.


Solo que éste, apenas había durado ocho meses. Un periodo corto, que atesoraba con gran amor en su corazón y mente, esperando no olvidarse jamás de ningún detalle.  

5 comentarios:

  1. Me encntó, lo sabes, haceee muchoooooooooo quequeria esta historia y se ve muy dulce y romática....Insisto...QUIERO MI SOBRE DORADO!!!! Agrrr

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  2. Cuando vi el titulo me pregunte si seria una nueva historia, pero me parecia raro la imagen del sobre... cuando empeze a leer me di cuenta, la historia original la lei por que ya habia terminado las que me gustaban y quise darle la oprtunidad a esa historia y me encanto. gracias por seguir la historia de Sandro.

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  3. Por que no sale mi comentario??? Por queeee... quiero mi sobre dorado, me encanta la historia, quiero saber mas!!!

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  4. la continuacion siiiii yotambien quiero mi sobre dorado, la niña nada perdida aprovechando la oportunidad con sandro jajaja me encanto

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  5. Me alegro mucho, de que os guste que suba continuación de ellos. Besos chicas!!!!!

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