Era peor que un perro, y hasta con
ellos solía pelear por un trozo de comida.
No había cumplido los once años aun pero
pensaba que llevaba mucho más tiempo recorriendo el mundo porque estaba
cansado, demasiado cansado para su corta edad.
Tal vez porque no vivía como los demás niños, sino que luchaba por
sobrevivir en un mundo completamente hostil. Aunque fuera pleno día, él siempre
circulaba en las sombras, su alma estaba sumergida en lo turbio, era un niño
abandonado sin padres que lo cuidaran, sin nadie que se preocupara por su
bienestar.
Estaba acostumbrado al maltrato y al hambre, y lo peor era que se había
acostumbrado a no esperar nada bueno. Era un ser de sombras, lleno de dolor,
rencor y furia.
Aquel día en particular, había recibido una gran paliza y estaba tirado
y lastimado sin que nadie lo socorriera, el estomago le crujía de hambre pero
era algo menor respecto a su situación general.
Estaba acurrucado contra una pared en una callejuela de uno de los
barrios ricos de Londres, imaginaba que muy pronto la policía vendría a echarlo
de allí y tendría que ponerse en pie, tan solo pensar en pararse le generaba
dolor.
Desde lejos le llegaba el sonido de música de piano, durante un tiempo
casi se adormiló hasta que unas voces lo despertaron.
-¡¿Dónde estás princesa?! – llamaba una voz masculina y cuándo él
levantó los ojos vio a un ángel parado delante suyo. En realidad no era un
ángel pero lo parecía, era una niña pequeña, de unos cinco años, con hermosos
rizos rubios claros y un precioso vestido y abrigo blanco, toda ella se veía
pura e inalcanzable. Provenía de un mundo totalmente ajeno al suyo.
-¿Estás bien? – preguntó con una voz suave y melodiosa. Él apenas se las
arregló para asentir y en ese momento su estómago volvió a gruñir de hambre. La
niña metió una mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una gallea que le
extendió. Él la tomó como el perro hambriento que era y ella le sonrió.
Los gritos de quienes la buscaban se hicieron más cercanos.
-Me tengo que ir- dijo ella, le sonrió y agitó su mano para saludarlo.
Entonces lo vio, el extraño lunar con forma de corazón en la palma de ella.
Y algo tan pequeño lo salvó, le insufló ganas de seguir viviendo para
volver a verla algún día.
Cuando se recuperó, durante mucho tiempo rondó aquel lugar intentado volver
a verla, pero no lo logró. Había una academia de piano allí , e imaginó que era
una alumna de aquel lugar.
También podría haber sido alguien que iba de visita o sólo pasaba con
sus padres por la calle en ese instante, pero él estaba convencido de que ella
tocaba el piano.
La vida le debía mucho y él pensaba cobrárselo con uñas y dientes, pero
de algo estaba seguro, cuando creciera la tendría ella a su lado. Una preciosa
princesa rubia, rica, fina y que supiera tocar el piano, incluso con un lunar
con forma de corazón en la mano.
20 años después….
James Cole Bayley entró a su mansión maldiciendo, y su vocabulario
contrastaba totalmente con su apariencia de caballero, claro que aquel exterior
era sólo una fachada, en el fondo seguía siendo el chico de los bajos fondos.
Podía tener dinero y haberse esmerado en refinarse un poco, pero en el fondo seguía
siendo el mismo.
Era el perro de la calle que apenas había sobrevivido para llegar a
adulto, debajo de la camisa confeccionada a mano, había varias marcas en su
cuerpo que daban testimonio de ello. Era el de puños rápidos y fuertes , era el
que había hecho fortuna en peleas clandestinas, apuestas, contrabando, usura y
cualquier cosa siempre que no
involucrara muertes o prostitución.
Actualmente era un hombre respetado aunque quizás más temido que otra
cosa, pero seguía siendo propietario de varios salones de juegos y también era
dueño de varios secretos de hombres poderosos que preferían tenerlo de su lado.
Cuando pensaba en su vida, tenía la satisfacción de haber llegado muy
lejos, había escalado socialmente y
podía darse por realizado, pero aún había algo que le faltaba conseguir, la
mujer indicada.
Y no era porque le faltaran mujeres, había tenido y tenía muchas aún
dispuestas a satisfacer sus deseos en la cama, pero la princesa rubia que
deseaba como esposa le era esquiva.
Años atrás había renunciado a encontrar a la niña con el corazón en la mano, era igual
que perseguir una quimera, pero aquel deseo se había transformado en otra
obsesión, casarse con una señorita de la alta sociedad londinense. Y por
supuesto que debía ser rubia, bella y saber tocar el piano,
Había cortejado a varias, y si bien su falta de pedigrí las espantaba,
su dinero solía ser muy buena carnada para ellas y sus familias. Así era como
actualmente estaba de novio con la preciosa Victoria Elizabeth Fernsby.
-¿Qué sucede Jefe? ¿Problemas con su chica?– preguntó Bart, su hombre de
confianza al escucharlo maldecir.
Cole se aflojó bruscamente el corbatón que le ceñía el cuello, siempre se
sentía ahogado con aquella ropa, como si su naturaleza estuviera aprisionada.
-Ella no quiere venir aquí- sentenció.
-¿No le gustó el collar de diamantes que le llevó de regalo?
-Oh, sí, amó el condenado collar. Pero dice que una señorita jamás viene
sola a casa de un hombre…
-Supongo que es cierto, aunque no sé mucho sobre señoritas – comentó con
cierto tono burlón.
-Tampoco yo sé mucho sobre señoritas – respondió Cole repantigándose en
el sillón de terciopelo- pero si no viene aquí ¿cómo diablos se supone que le
regale esa cosa? – preguntó señalando un precioso piano blanco que estaba
contra la pared del salón.
-Podría enviárselo a su casa…-sugirió el otro.
-No, Bart, quiero que lo vea aquí, quiero ver su expresión, quiero que
se siente allí y toque para mí. Quiero que esta sea su casa.
-¿Y ella no quiere?
-No lo sé, no entiendo cómo funciona esto, todas esas reglas de
sociedad y vueltas que da esa gente me
cofunde y me harta. Si hasta para salir a dar un paseo debe acompañarnos esa
horrible vieja que tiene de chaperona ¡Ni siquiera he podido besarla!
-Tal vez uno se case con ese tipo de señoritas sin besarlas, ¿no lo ha
pensado?
-¡Qué me aspen! No pienso acostarme con ella antes de casarnos, pero al
menos necesito besarla, y ese collar de diamantes valía un buen beso, créeme.
-Hasta yo lo habría besado por ese collar – le dijo el hombre y él largó
una carcajada, poco a poco se relajaba, allí en su propia casa, sin tener que
fingir ser un caballero se sentía mucho más aliviado, más cómodo con su propia
piel.
-Mejor me daré un baño y luego me
ocuparé un poco de los negocios.
-De acuerdo, ordenaré que le preparen el baño y de paso le llevaré un
poco de ron a su estudio, ¿le parece?
-Gran idea – asintió Cole mientras de desabrochaba el chaleco y se
dirigía a su habitación en el segundo piso.
Vaya, vaya.... Tenemos un nuevo cuento y ambientado en cierta época...
ResponderEliminarYa desde un principio me cae bien. Opina igual que yo, con el protocolo de aquel momento y la tontera de las mujeres jejeje
Quiero saber más!!!! Diste poquita información!!!!!
me gusto, me gusto...quiero saber en donde anda la chica del lunar en forma de corazon. jajaja. que vueltas da la vida.
ResponderEliminarNueva historia, siiii!! Histórica, sin duda ha iniciado de tal manera que parece que se hará lugar entre mis favoritas. Esperaré por mássssss.
ResponderEliminarAbrazos!
Sisssss tardaste tanto que no me acordaba!!!! Me gusta, me gusta y de época..uff, me matas. Me gusta el prota ya, así rudo y hecho a sí mismo... yo si lo beso con collar o sin el XD
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