Se adormiló un poco y despertó cuando el auto llegó a destino. Escuchó
al chofer descender y sacar la silla de ruedas del baúl.
-Llegamos …-dijo Cristhian en voz baja y ella se dio cuenta que estaba
acomodada entre sus brazos. Probablemente estaba adormecido por sostenerla en
aquella incómoda posición.
Ella tomó una bocanada de aire profundamente . Él la acomodó contra el
asiento y se movió para bajar. Entonces ella miró hacia afuera y se dio cuenta
que no estaban en un lugar que conociera.
-Cristhian…-dijo en voz baja a la vez que él descendía del auto y luego
se inclinaba para tomarla en brazos y sacarla.
-Cristhian….ésta no es mi casa…- aseveró mientras él la acomodaba en la
silla de ruedas.
-Es tu nueva casa – dijo él- ha sido completamente acondicionada para
que puedas moverte con comodidad.
-Quiero ir a MI casa, llévame allí.
-Elizabeth, vives en un departamento en un cuarto piso, a pesar del
elevador será difícil moverte, no tiene ninguna comodidad para tu condición
actual y es una completa insensatez regresar allí. Aquí estarás bien…
-No vas a dirigir mi vida, quiero ir a casa.
-Esta es tu casa por ahora, hasta que estés bien. Tus cosas ya han sido
trasladadas aquí, así que ahorrarte la pataleta.
-¿Qué soy? ¿Una amante a la que le pones una casa en las afueras de la
ciudad y abandonas allí? ¿Qué clase de películas clase B has estado viendo?
-No eres mi amante, aunque supongo que podría ser por los viejos
tiempos- respondió él y ella gritó.
-¡Maldito seas!
-Es un lugar cómodo, espacioso, tiene un hermoso parque para que te
relajes….y no pienso abandonarte aquí,
hay empleados y yo me quedaré temporalmente, al menos hasta que decidas empezar
la terapia de rehabilitación y puedas cuidar de ti misma.
-No voy a vivir contigo…
-No es esa la idea, no conmigo, sólo en la misma casa….
-Es un secuestro.
Sólo me estoy haciendo cargo de ti, y si eso es un delito, denúnciame.
Es bueno que tengas ganas de pelear. Ahora me gustaría entrar a la casa, no me
gusta dar espectáculos – dijo él como si hubiera un millón de vecinos observándolos,
lo cierto era que la casa era grande y estaba bastante alejada de las demás,
era un exclusivo barrio y ella dudada que alguien se metiera en las vidas
ajenas. Había deseado volver a un lugar familiar, que pudiera reconocer, algo
que tuviera una parte de lo que había perdido, pero una vez más, Cristhian
Kensington se entrometía. Quería pelear contra él pero ni siquiera tenía un
buen argumento a mano porque los puntos que él había mencionado eran
irrefutables, su departamento era inadecuado para alguien que iba en silla de ruedas, y ella lo
había olvidado, mejor dicho no había pensado en eso.
-¿Entramos? – preguntó al verla callada y como no contestó, empujó la
silla por la rampa de entrada. Una empleada abrió la puerta antes de que
llamaran y entraron
El lugar era lujoso y exquisito,
lo recorrieron y ella vio las reformas que se habían hecho…muebles bajos en la cocina para que pudiera moverse,
rampas, barras para poder movilizarse. También su dormitorio con la cama
movible y el baño especial, todo había sido preparado para ella, no quería
imaginar el dinero que había costado hacer aquello en tan poco tiempo. Cada vez
que pensaba en Cristhian y el dinero, se sentía mal. Le recordaba el pasado.
-Déjame aquí, quiero dormir un rato, estoy cansada…-dijo mientras
estaban en la habitación.
-De acuerdo, descansa un par de horas, pero luego tienes que comer algo.
-Quiero dormir – insistió ella y él la levantó y la depositó en la cama.
-Ya le diré a Margueritte que venga a ayudarte a cambiar de ropa, la
enfermera que contraté recién vendrá a la noche. Descansa.- dijo y salió de la
habitación..La joven que les había abierto la puerta entró unos minutos
después.
-Señora, ¿en qué puedo ayudarla?
-Sólo necesito un camisón o una camiseta amplia, algo que pueda usar
para dormir….-dijo ella mientras se quitaba la ropa. Por suerte aún podía hacer
eso por ella misma.
La joven se dirigió hacia unas puertas y las abrió, Liz vio con asombro
que era un espacioso vestidor.
-¿Algo en especial? Su ropa llegó ayer y la acomodé así que si tiene
alguna preferencia….
-Cualquier cosa está bien- respondió incomoda al pensar que una extraña
había estado metiendo sus manos en sus cosas.
-Aquí tiene , ¿eso está bien?– dijo la joven y le alcanzó un camisón
corto de satén claro. Liz sonrió, le gustaba la textura de aquella tela sobre
la piel.
-Sí, eso servirá….-dijo y se lo puso, luego con ayuda de la joven se acomodó
en la cama y se durmió. Rendirse al sueño era el olvido que necesitaba.
Dos horas después la joven vino a despertarla para comer pero ella se
negó, dijo que prefería seguir durmiendo y que no la molestaran. Unas horas
luego, Cristhian personalmente fue a insistir en que comiera.
-Dije que estoy cansada, déjame tranquila….-insistió ella.
-De acuerdo, Liz, sólo por hoy. ¿Escuchaste? Sólo por hoy. Dijo con
aquel tono autoritario que lo caracterizaba, ella lo ignoró y volvió a
acurrucarse.
Lo mismo hizo a la mañana siguiente, cuando la joven Margueritte llegó a
despertarla y abrió las cortinas, le pidió que volviera a cerrarlas porque
quería seguir durmiendo. De hecho, quería seguir durmiendo el resto de su vida
si eso evitaba que se sintiera mal.
Sin embargo poco después sintió pasos enérgicos y que las cortinas eran
abiertas con brusquedad para dejar entrar la luz del sol a raudales.
-Hola de levantarse, Liz – dijo Cristhian y ella pudo oler el aroma a
jabón que desprendía aún su cuerpo.
-¡Vete al diablo Kensington! – respondió y se cubrió la cabeza con la
almohada. Debió imaginar que era inútil.
-No voy a dejarte morir y no puedes escaparte, no tienes donde huir- le
dijo quitándole la almohada e inclinándose sobre ella para mirarla fijamente.
-No soy la que huye….eres tú quien me echaste, ¿recuerdas?
-Me temo que nuestros recuerdos difieren un poco, pero no vamos a
discutir eso. Vas a darte un baño y luego vas a desayunar…- decretó y se marchó
de la habitación al tiempo que ella le arrojaba una almohada por la espalda.
“¿Qué los recuerdos diferían?”
Ella recordaba demasiado bien.
Después que él se fuera tuvo el corazón roto durante mucho tiempo, y era
doble dolor, por extrañarlo y el saber que estaba solo y terriblemente dolido
en su interior sin que ella pudiera ayudarlo.
Las cartas le dieron un poco de consuelo, pero luego dejaron de llegar,
el tiempo pasó y la vida siguió aunque dentro suyo, no dejó de esperarlo.
Tenía 19 años cuando él regresó.
Ella salía de sus clases de danza con un grupo de compañeras, estaba
trabajando muy duro para realizar su sueño de ser bailarina, ya había tenido
varias presentaciones y todos le auguraban un buen futuro. Cada vez que salía
de allí estaba llena de energía y alegría, de hecho bajaba la escalera mientras
iba charlando y riendo con un grupo de amigas, cuando sintió que la llamaban.
-¡Oye Pelirroja! – gritó alguien y descubrió al pie de la escalera a un
joven junto a una moto que la saludaba con la mano.
Era él, tenía el cabello más largo, había crecido y sus facciones eran
de un hombre y no un chico, pero era él.
-¡Cristhian! – gritó e ignorando a sus acompañantes salió corriendo
hacia él que la recibió en sus brazos-
- Volví, Liz. Cumplí mi promesa- le susurró contra el oído mientras la
abrazaba.
Quiero másssssssssss. En la parte que más quería que no terminara (en los "recuerdos") se termina el capítulo, no es justo :(
ResponderEliminarEspero que continues con la historia pronto Nata. Gracias y un abrazo!!