jueves, 16 de enero de 2014

Heridas de amor 9



Se adormiló un poco y despertó cuando el auto llegó a destino. Escuchó al chofer descender y sacar la silla de ruedas del baúl.
-Llegamos …-dijo Cristhian en voz baja y ella se dio cuenta que estaba acomodada entre sus brazos. Probablemente estaba adormecido por sostenerla en aquella incómoda posición.
Ella tomó una bocanada de aire profundamente . Él la acomodó contra el asiento y se movió para bajar. Entonces ella miró hacia afuera y se dio cuenta que  no estaban en un lugar que conociera.
-Cristhian…-dijo en voz baja a la vez que él descendía del auto y luego se inclinaba para tomarla en brazos y sacarla.
-Cristhian….ésta no es mi casa…- aseveró mientras él la acomodaba en la silla de ruedas.

-Es tu nueva casa – dijo él- ha sido completamente acondicionada para que puedas moverte con comodidad.
-Quiero ir a MI casa, llévame allí.
-Elizabeth, vives en un departamento en un cuarto piso, a pesar del elevador será difícil moverte, no tiene ninguna comodidad para tu condición actual y es una completa insensatez regresar allí. Aquí estarás bien…
-No vas a dirigir mi vida, quiero ir a casa.
-Esta es tu casa por ahora, hasta que estés bien. Tus cosas ya han sido trasladadas aquí, así que ahorrarte la pataleta.
-¿Qué soy? ¿Una amante a la que le pones una casa en las afueras de la ciudad y abandonas allí? ¿Qué clase de películas clase B has estado viendo?
-No eres mi amante, aunque supongo que podría ser por los viejos tiempos- respondió él y ella gritó.
-¡Maldito seas!
-Es un lugar cómodo, espacioso, tiene un hermoso parque para que te relajes….y no pienso  abandonarte aquí, hay empleados y yo me quedaré temporalmente, al menos hasta que decidas empezar la terapia de rehabilitación y puedas cuidar de ti misma.
-No voy a vivir contigo…
-No es esa la idea, no conmigo, sólo en la misma casa….
-Es un secuestro.
Sólo me estoy haciendo cargo de ti, y si eso es un delito, denúnciame. Es bueno que tengas ganas de pelear. Ahora me gustaría entrar a la casa, no me gusta dar espectáculos – dijo él como si hubiera un millón de vecinos observándolos, lo cierto era que la casa era grande y estaba bastante alejada de las demás, era un exclusivo barrio y ella dudada que alguien se metiera en las vidas ajenas. Había deseado volver a un lugar familiar, que pudiera reconocer, algo que tuviera una parte de lo que había perdido, pero una vez más, Cristhian Kensington se entrometía. Quería pelear contra él pero ni siquiera tenía un buen argumento a mano porque los puntos que él había mencionado eran irrefutables, su departamento era inadecuado para  alguien que iba en silla de ruedas, y ella lo había olvidado, mejor dicho no había pensado en eso.
-¿Entramos? – preguntó al verla callada y como no contestó, empujó la silla por la rampa de entrada. Una empleada abrió la puerta antes de que llamaran y entraron
El lugar era lujoso  y exquisito, lo recorrieron y ella vio las reformas que se habían hecho…muebles bajos  en la cocina para que pudiera moverse, rampas, barras para poder movilizarse. También su dormitorio con la cama movible y el baño especial, todo había sido preparado para ella, no quería imaginar el dinero que había costado hacer aquello en tan poco tiempo. Cada vez que pensaba en Cristhian y el dinero, se sentía mal. Le recordaba el pasado.
-Déjame aquí, quiero dormir un rato, estoy cansada…-dijo mientras estaban en la habitación.
-De acuerdo, descansa un par de horas, pero luego tienes que comer algo.
-Quiero dormir – insistió ella y él la levantó y la depositó en la cama.
-Ya le diré a Margueritte que venga a ayudarte a cambiar de ropa, la enfermera que contraté recién vendrá a la noche. Descansa.- dijo y salió de la habitación..La joven que les había abierto la puerta entró unos minutos después.
-Señora, ¿en qué puedo ayudarla?
-Sólo necesito un camisón o una camiseta amplia, algo que pueda usar para dormir….-dijo ella mientras se quitaba la ropa. Por suerte aún podía hacer eso por ella misma.
La joven se dirigió hacia unas puertas y las abrió, Liz vio con asombro que era un espacioso vestidor.
-¿Algo en especial? Su ropa llegó ayer y la acomodé así que si tiene alguna preferencia….
-Cualquier cosa está bien- respondió incomoda al pensar que una extraña había estado metiendo sus manos en sus cosas.
-Aquí tiene , ¿eso está bien?– dijo la joven y le alcanzó un camisón corto de satén claro. Liz sonrió, le gustaba la textura de aquella tela sobre la piel.
-Sí, eso servirá….-dijo y se lo puso, luego con ayuda de la joven se acomodó en la cama y se durmió. Rendirse al sueño era el olvido que necesitaba.
Dos horas después la joven vino a despertarla para comer pero ella se negó, dijo que prefería seguir durmiendo y que no la molestaran. Unas horas luego, Cristhian personalmente fue a insistir en que comiera.
-Dije que estoy cansada, déjame tranquila….-insistió ella.
-De acuerdo, Liz, sólo por hoy. ¿Escuchaste? Sólo por hoy. Dijo con aquel tono autoritario que lo caracterizaba, ella lo ignoró y volvió a acurrucarse.
Lo mismo hizo a la mañana siguiente, cuando la joven Margueritte llegó a despertarla y abrió las cortinas, le pidió que volviera a cerrarlas porque quería seguir durmiendo. De hecho, quería seguir durmiendo el resto de su vida si eso evitaba que se sintiera mal.
Sin embargo poco después sintió pasos enérgicos y que las cortinas eran abiertas con brusquedad para dejar entrar la luz del sol a raudales.
-Hola de levantarse, Liz – dijo Cristhian y ella pudo oler el aroma a jabón que desprendía aún su cuerpo.
-¡Vete al diablo Kensington! – respondió y se cubrió la cabeza con la almohada. Debió imaginar que era inútil.
-No voy a dejarte morir y no puedes escaparte, no tienes donde huir- le dijo quitándole la almohada e inclinándose sobre ella para mirarla fijamente.
-No soy la que huye….eres tú quien me echaste, ¿recuerdas?
-Me temo que nuestros recuerdos difieren un poco, pero no vamos a discutir eso. Vas a darte un baño y luego vas a desayunar…- decretó y se marchó de la habitación al tiempo que ella le arrojaba una almohada por la espalda.
“¿Qué los recuerdos diferían?”
Ella recordaba demasiado bien.

Después que él se fuera tuvo el corazón roto durante mucho tiempo, y era doble dolor, por extrañarlo y el saber que estaba solo y terriblemente dolido en su interior sin que ella pudiera ayudarlo.
Las cartas le dieron un poco de consuelo, pero luego dejaron de llegar, el tiempo pasó y la vida siguió aunque dentro suyo, no dejó de esperarlo.
Tenía 19 años cuando él regresó.
Ella salía de sus clases de danza con un grupo de compañeras, estaba trabajando muy duro para realizar su sueño de ser bailarina, ya había tenido varias presentaciones y todos le auguraban un buen futuro. Cada vez que salía de allí estaba llena de energía y alegría, de hecho bajaba la escalera mientras iba charlando y riendo con un grupo de amigas, cuando sintió que la llamaban.
-¡Oye Pelirroja! – gritó alguien y descubrió al pie de la escalera a un joven junto a una moto que la saludaba con la mano.
Era él, tenía el cabello más largo, había crecido y sus facciones eran de un hombre y no un chico, pero era él.
-¡Cristhian! – gritó e ignorando a sus acompañantes salió corriendo hacia él que la recibió en sus brazos-
- Volví, Liz. Cumplí mi promesa- le susurró contra el oído mientras la abrazaba.

1 comentario:

  1. Quiero másssssssssss. En la parte que más quería que no terminara (en los "recuerdos") se termina el capítulo, no es justo :(
    Espero que continues con la historia pronto Nata. Gracias y un abrazo!!

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