martes, 24 de diciembre de 2013

Una navidad más

Este año nuestra querida Gaby nos trae una historia de Navidad llena de amor y dulzura, espero la disfruten como yo. Gracias Gaby querida por terminarla a tiempo, por darme un cuento de navidad y por compartirlo.



Prólogo
Kendrick entrecerró los ojos mirando fijamente el árbol que había colocado en un rincón del salón. Le parecía que no estaba bien. No del todo… faltaba algo. Pero ¿qué?
- ¿Qué te parece? –inquirió Kendrick al escuchar a sus espaldas la llegada de Trisha.
- No está funcionando –contestó en tono bajo. Él giró y ladeó el rostro.
- Lo sé. ¿Qué exactamente?
- ¿Lo sabes? –lucía sorprendida- bueno, siendo así, es más fácil.
- ¿Tú crees? –Kendrick esbozó una sonrisa torcida y Trisha cerró los ojos, como si le doliera profundamente.
- Eres… lindo, Kendrick. Pero, no eres tú…
- ¡Espera! –exclamó él abriendo desmesuradamente los ojos- no, no puedes hablar en serio.
- Lo siento.
- ¡Es Nochebuena!
- De verdad, lo siento –musitó.

- Pero yo…
- Eres un buen hombre, Kendrick. De seguro encontrarás…
- ¿Por qué? Solo dime… ¿por qué?
- Ya no te quiero –contestó en voz baja, triste Trisha- solo se acabó.
- Solo así.
- Sí.
- Bien. Si realmente… -Kendrick se dirigió a la ventana y miró la nieve caer, respirando hondo. Cerró la mano en un puño- adiós Trisha.
Pero ella ya no estaba ahí. Y él se sintió aun más idiota, considerando que había planeado pedirle que se casara con él aquella misma noche.
***
Ariadne dio un portazo al entrar y se apoyó en el umbral. Observó el árbol con ojo crítico y sonrió.
- Es la estrella.
- ¿Cómo? –Kendrick giró y chasqueó la lengua- eres tú.
- Soy yo –Ariadne contestó divertida.
- Sí –cerró los ojos con incredulidad.
- Sabes que eso no te servirá de nada. No voy a desaparecer.
- ¿Por qué precisamente tú?
- Porque es Navidad. Y somos familia.
- ¡No somos familia!
- Bueno, casi lo somos. Tu madre se casó con mi padre. ¿Recuerdas?
Kendrick resopló ante esa declaración. No eran familia. Que su madre hubiera vuelto a casarse con Carl, el padre de Ariadne, no los convertía en familia de ningún tipo.
- No pongas esa cara, Kendrick –soltó alegremente Ariadne- ¿y ya está aquí?
- ¿Quién?
- Tú sabes –puso en blanco los ojos- TODOS lo saben.
- No sé a qué te refieres.
-  Tu propuesta de matrimonio en Navidad –Ariadne se llevó una mano a la frente- terriblemente romántico.
- Deja de burlarte –gruñó por lo bajo. Ella le sonrió ampliamente- Ariadne –advirtió.
- ¡Oh, vamos, Kendrick! Sí, pronto serás un hombre serio y felizmente casado pero ¿no puedes ser alocado y felizmente soltero por un instante, ahora?
- Estoy soltero –murmuró.
- ¿Qué dijiste?
- Al entrar… -cambió de tema él- ¿qué dijiste?
- El árbol –señaló Ariadne extrañada- te falta la estrella, otra vez.
Kendrick elevó los ojos con incredulidad hacia la punta del árbol. Era impensable, absurdo y… Ariadne tenía razón. Dios lo ayudara.
- Tampoco es tan malo que me des la razón de vez en cuando –dijo riendo, como si le adivinara el pensamiento y se alejó canturreando villancicos.
Capítulo I
Kendrick saludó a su madre Martina y a Carl cuando llegaron de una visita de último minuto al centro comercial. Al escucharlos, Ariadne bajó las escaleras y los abrazó con un gritito de alegría. Kendrick bufó por lo bajo.
- ¡Qué espíritu de Navidad, Kendrick! –rió Martina palmeando el brazo de su hijo- ¿qué sucede, cariño?
- Nada, mamá –contestó Kendrick señalando el salón- he terminado con el árbol.
- Excelente –comentó Carl observando la decoración- solo faltan las luces.
- ¿Las ponen juntos? –pidió Martina mirando a Ariadne y Kendrick- sin matarse, por favor –rogó frunciendo el ceño amenazadoramente.
- Yo no… -protestó Ariadne.
- No creo que… -dijo al mismo tiempo Kendrick.
- Ni una palabra, niños –cortó Carl negando- su mamá ha hablado. Vayan ahora.
Los dos refunfuñaron pero se dirigieron al salón. Ariadne le dio un empujón en el costado a Kendrick al pasar y él le haló un mechón de cabello.
- ¡Lo dicho, unos niños! –rió Carl y tomó el brazo de Martina para dirigirse a la cocina.
Ariadne recibió la caja que Kendrick bajó del estante superior y la abrió. Tomó el juego de luces y chasqueó la lengua al ver lo enredado que estaba.
- Esto no es posible –murmuró Kendrick mortificado ante esa visión.
- Lo sé. Cada año parece imposible que empeore… ¿cómo es que guardan todo? ¿Acaso lo enredan a propósito? –gruñó Ariadne contrariada.
Kendrick reprimió una inesperada sonrisa y bajó de la escalera para tomar uno de los extremos, o al menos intentó localizar uno de ellos. Ariadne tomó un segundo juego de luces. Sorprendentemente, parecía en peores condiciones que el primero.
- Y no basta con terminar de desenredarlo, hay que probar las luces y generalmente…
- Una no sirve –recordó Kendrick halando un extremo con cuidado- o un par.
- O diez –Ariadne dejó de lado el segundo juego y se puso frente a Kendrick- ¿qué les dirás a papá y mamá?
- No lo sé –contestó. ¿De qué valía pretender que no sabía a qué se refería?
- Es lo mejor –musitó.
- Sí, claro –soltó secamente sin mirarla.
- Lo es. Para ti, al menos.
Kendrick clavó sus ojos oscuros en ella largamente. Ariadne lo miró fugazmente, antes de desviar sus ojos azules hasta la caja.
- ¡Has dejado uno de los adornos! –puso distancia y lo tomó. Frunció el ceño- es el mío. El de la puerta de mi habitación.
- Tenía la esperanza de que no fuera necesario.
- ¡Qué mal de tu parte decir algo tan feo! –Ariadne le sacó la lengua. Él puso en blanco los ojos.
- Y aún peor de la tuya alegrarte porque terminara con mi prometida.
- ¡No he dicho que me alegraba!
- Claro que…
- ¡No! He dicho que es lo mejor para ti. Y lo creo –acotó echando chispas- lo mantengo.
- A mí no me interesa… -Kendrick notó que estaban discutiendo y a nada de ponerse a gritar. Como de costumbre. Inspiró hondo y cerró los ojos por un instante. ¿Cómo era posible que siempre que estaba junto a Ariadne volviera a sentirse como un adolescente maleducado?- Lo olvidé, lo siento –dijo en tono bajo, señalando el adorno.
- ¡Ay, Kendrick! Ya nunca discutes conmigo –Ariadne le brindó una sonrisita, aunque tomó el adorno entre sus manos con cuidado- ¿tienes miedo de que nuestros padres vengan a regañarnos?
- Eso sería interesante –se encogió de hombros- mi madre regañándome a esta edad.
- ¿Esta edad? ¡29 años! Sí, eres un anciano –lo miró con cariño. Él se removió incómodo.
- Tengo 30, en realidad –corrigió.
- Lo sé –murmuró Ariadne encaminándose a las escaleras para ir a las habitaciones en el piso superior- ¿te puedes hacer cargo un momento de las luces? Iré a colocar el adorno en mi puerta, no tardo.
Kendrick la miró alejarse y, no por primera vez, se sintió incrédulo ante el cambio de Ariadne durante esos quince años. Al conocerla, era tan solo una niña de 10 años, desgarbada y con el cabello sin forma sujeto en la cima de su cabeza. Usaba pantalones cortos y decididamente (de no ser por el cabello largo) parecía un niño.
Torció el gesto, como si observara aún la mano llena de tierra que le había extendido para que él se la estrechara. Lo había hecho brevemente, con una sonrisa cansada y queriendo abandonar ese lugar lo más pronto posible.
Solo que esa era su nueva casa. La presentación oficial de la hija de su padrastro y Ariadne era una niña horrible. ¡Era impensable que él tuviera que tratarla como su hermana! No, no lo había hecho. Era cortés con ella pero frío, lejano. No la había visto como alguien de su familia ni la quería cerca.
¡Ojalá hubiera sido tan fácil! Él, a sus 15 años, se encontró siendo seguido a todas partes por una incansable niña de 10 que lucía como un niño. Era un infierno y una fuente de constantes burlas para sus amigos. A su novia tampoco le había hecho mucha gracia.
- ¡Si tan solo fuera más… niña! –había lamentado Karen, su novia de entonces- pero es… extraña. Y no deja de mirarnos –se quejó, cuando estaban en el jardín de la casa y Ariadne los observaba, simulando jugar con una muñeca.
Kendrick estaba de acuerdo. Ariadne era tan peculiar que llevarla con él era un sacrificio que rara vez estaba dispuesto a realizar. Pero su madre no estaba de acuerdo y eso significaba que más de una vez había tenido que ir con Ariadne al cine, a la escuela, o a comprar algo.
Poco a poco, no sabía en qué momento exacto, eso había cambiado. Ariadne continuaba siguiéndolo, pero empezaba a lucir diferente. Pasaron cinco años desde que él viviera en esa casa para que lo notara, porque Martina había influido en Ariadne, su comportamiento y sus maneras. Ahora eran las de una señorita, usaba faldas y vestidos, su larga melena castaña brillaba siempre que la llevaba suelta y empezó a maquillarse.
Su pequeña y fastidiosa hermanastra se había vuelto una joven hermosa y popular de 15 años, desenvuelta y un tanto alocada. Sin embargo, no todo había cambiado aún.
- ¿Por qué no, Kendrick? –Ariadne cruzó los brazos frente a él- quiero ir.
- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? –Kendrick intentó dar un paso al costado pero ella era muy ágil- Ariadne, déjame pasar.
- ¡Llévame contigo, Kendrick! Por favor –suplicó con sus grandes ojos azules fijos en él.
- No.
- Kendrick, te he dicho por favor –insistió.
- Bien, no. Lo siento.
- ¡Kendrick! –Ariadne frunció el ceño- de cualquier manera iré. Contigo o sin ti.
- No te dejarán ir sola –se burló él.
- Perfecto. Me escaparé.
- Tú no harías algo así.
- ¡Claro que sí!
- Lo sabrían.
- ¿Tú se los dirás?
- No, pero…
- Bien, lo haré.
- Ariadne… -impaciente, Kendrick observó la puerta de salida de la casa- está bien –accedió a regañadientes- pero no debes perderte de vista. Quiero que te quedes todo el tiempo donde yo pueda verte ¿entiendes?
- ¿Estás bromeando? –bufó incrédula- olvídalo.
Se marchó pisando fuerte y Kendrick se encogió de hombros. Él lo había intentado pero si ella no quería… Por supuesto, lo que menos había esperado era encontrarla en la fiesta a la que él asistía menos de diez minutos después de haber llegado.
Kendrick sacudió la cabeza, regresando al presente cuando Ariadne volvió a entrar en el salón. Le dio una breve sonrisa que se desvaneció al mirar los juegos de luces.
- ¿No has avanzado nada? ¿Nada de nada? –torció el gesto- Kendrick, ¿qué estabas haciendo en todo este tiempo?
Ariadne se sentó en la alfombra, cerca de la chimenea y tomó un extremo del juego de luces para empezar a desenredarlo distraídamente. Kendrick continuaba sentado en el sofá, muy quieto aunque también intentaba desenredar las otras luces.
Lo miró de reojo, observando su perfil a la luz de la chimenea. Su cabello negro estaba pulcramente peinado y sus ojos oscuros estaban clavados en el cable que sostenía en la mano. Parecía muy lejos de ahí, sin ser consciente de su presencia.
Eso no era nada nuevo, por supuesto. A Kendrick nunca le había agradado que ella estuviera alrededor y siempre se lo había dejado muy claro. Era una lástima. Con lo mucho que lo quería.
Así había sido. Desde el primer momento en que lo vio, un joven alto y delgado de ojos negros penetrantes y cabello ligeramente despeinado. Tenía un aire vulnerable, como si estuviera confundido y necesitara encontrar un lugar en el mundo. Ella, a sus 10 años, sabía cuál era su lugar y quería ayudarlo. Sabía que podía.
Él había perdido a su padre y ella a su madre. Ahora sus padres se habían casado y ellos eran una familia nuevamente. Podrían ser tan felices todos juntos. Había extendido su mano con una gran sonrisa y él había parecido reacio a estrecharla, aunque al final lo había hecho.
¡Así lo había sabido! Siempre serían amigos y siempre lo querría. Kendrick.
Había sido una niña entusiasmada ante la perspectiva de tener un hermano. Todos los días había soñado con tener un hermano con quien pasar el tiempo y con el que pudiera jugar. Solo que Kendrick consideraba que estaba bastante grande como para jugar o pasar tiempo con ella. Al principio no lo había notado.  No fue hasta que escuchó, por accidente, una conversación de Kendrick con su madre para saberlo.
- Kendrick, cariño… -decía Martina- Sé que es difícil por la diferencia de edad pero…
- No es solo eso, mamá. Si eso no fuera suficiente, Ariadne es una niña y…
- Ya crecerá. Es una niña adorable –protestó Martina.
- Apenas llega a ser una niña. En realidad, parece un niño.
- ¡Kendrick! –reprendió su madre- no está bien que hables así de tu hermana.
- Ariadne NO es mi hermana. ¡Ella no es nada mío!
- Kendrick, eso no… -sus palabras se quedaron en el aire cuando observó en el umbral a Ariadne, quieta y con sus ojos llenos de lágrimas. Martina había ido a su encuentro en cuanto ella salió corriendo.
De esa manera, Ariadne había comprendido que a pesar de lo que sentía por Kendrick, él no la quería. Nunca la querría. Y odiaba que estuviera a su lado. No la necesitaba.
- No le hagas caso –susurró Martina contra su cabello castaño- Kendrick necesita madurar. Todo cambiará cuando lo haga.
- No lo entiendo. ¿Por qué no me quiere? –musitó Ariadne, sintiendo nuevas lágrimas brotar de sus ojos.
Con el cariño de Martina, quien se convirtió en una madre para ella y con el siempre presente amor de su padre, a Ariadne poco a poco se le fue olvidando el desplante de Kendrick. Había intentado odiarlo pero era difícil dado que vivían en la misma casa, así que optó por ignorarlo. Llegó al punto en que ni siquiera le importaba salir con él.
Empezó a tener amigas, salir de compras, al cine, a la playa. Y creció. Cumplió 14 años y notó que había chicos a los que ella les agradaba. Que querían salir con ella.
- ¿Ariadne? ¿Estás bien? –escuchó la voz de su padre desde el umbral del salón- vamos a tomar un chocolate caliente para charlar un poco de lo que ha sucedido en sus vidas.
- Sí, claro –asintió y se incorporó. Notó que Kendrick había abandonado el salón sin que ella lo notara. Nada extraño, se esforzaba en evitarla y ella en fastidiarlo por eso.
Se encaminó hacia el comedor junto a su padre, quien le pasó un brazo por los hombros con una amplia sonrisa.

Capítulo II
Con una taza de chocolate caliente en la mano, Ariadne fue la primera en hablar. Narró animadamente sus meses en la ciudad, su reciente ascenso y sus relaciones personales.
- ¡Me alegro de que dejaras al cantante de rock! –pronunció su padre con visible alivio- ese cabello largo y ¿qué edad tenía? ¡Porque se vestía como si tuviera 16 años!
Martina reprimió una risita ya que Ariadne la miró ceñuda antes de contestar a su padre.
- Era… diferente –murmuró tras pensar un largo minuto- y estoy segura de que él podría haber sido alguien muy famoso.
Esta vez, Martina si rió porque Carl también lo hizo. Ariadne observó que inclusive Kendrick sonreía, casi como si estuviera a punto de reír a carcajadas. Eso debería molestarla… pero no realmente. Al contrario, ella también rió.
- Está bien, era atroz –admitió a regañadientes y volvió a reír- pero era divertido.
- Espero que sí. Algo debió tener para que nuestra Ariadne lo quisiera –Martina le sonrió cálidamente- ¿y el joven con el que estabas saliendo? ¿el ejecutivo?
- Mark –añadió Kendrick y tres pares de ojos se fijaron en él con extrañeza- su nombre es Mark –explicó carraspeando incómodo- ¿verdad, Ariadne?
- Sí, lo es –entrecerró sus ojos azules- qué extraño que tú lo recuerdes –susurró.
Ariadne y Kendrick sostuvieron sus miradas por bastante tiempo antes de que Carl carraspeara al mismo tiempo que Martina ofrecía más chocolate.
- ¿Qué decía? ¡Oh sí, Mark! –exclamó Ariadne como si no hubiera sucedido nada- tuve que terminar con él.
- Oh no, eso es una verdadera pena –Martina suspiró contrariada- ¿qué sucedió?
- Me invitó a pasar las vacaciones de Navidad en una cabaña. Toda su familia estaría presente –Ariadne torció el gesto- estaba poniéndose demasiado serio.
- ¿Demasiado serio? –el tono censurador de su padre hizo que Ariadne lo mirara agitando las pestañas- ya no eres una niña, Ariadne –la regañó a pesar de su intento de ablandarlo.
- Lo sé, pero… -protestó cruzando los brazos- yo no quiero comprometerme aún.
- Te ayudaría. Necesitas más responsabilidades –Kendrick intervino y Ariadne le dirigió una mirada indignada.
- ¿Más responsabilidades? ¿Qué insinúas? ¡Yo sí tengo responsabilidades!
- Seguro –arqueó una ceja burlón.
- ¿Sabes qué sucede? –Ariadne le brindó una sonrisa totalmente dulce- que yo necesito estar segura para comprometerme. ¿Te imaginas dejar a alguien plantado en el altar?
- ¡Ariadne! No digas eso ni en broma –Martina elevó los brazos al cielo- y menos cuando pronto tendremos una boda en la familia.
- ¿Sí? –Ariadne ladeó el rostro pensativa- ¿quién se casa?
- Ariadne… -gruñó Kendrick, lamentando haber abierto la boca y sin entender cómo Ariadne había logrado trucar el interrogatorio hacia él- Mamá, no habrá boda.
El último comentario de Kendrick no fue atendido ya que un sonido proveniente de la cocina anunció que las galletas que Martina estaba horneando estaban listas. Se levantó de la mesa junto con Carl y dejó solos a los jóvenes.
- ¿Sabes algo, Kendrick? Ese comentario no ha sido muy listo de tu parte.
- ¿Cuál? ¿El de tu falta de responsabilidad o el de la falta de una boda en la familia? 
- Los dos –Ariadne bebió un sorbo de su chocolate- no puedes decirle a mamá algo así de esa manera, sin tacto. Debes ser más… sutil.
- La manera en que lo diga no cambiará la realidad –Kendrick se encogió de hombros- así como las excusas que das para terminar tus relaciones no cambian la realidad.
- ¿Sí? ¿Y cuál es esa realidad?
- Te aterra el compromiso.
- Eso no es cierto.
- ¿No? ¿Y por qué no has tenido una relación seria, con futuro, en todos estos años?
- Porque soy demasiado joven para eso.
- Tienes 25 años.
- Exacto mi punto. Soy demasiado joven.
- Es inútil hablar contigo. No sé por qué lo hago.
- Quizás porque soy de las pocas personas que te soportan.
- ¿A qué te refieres?
- Eres un buen chico, Kendrick. Pero eso, muchas veces, te hace aburrido.
Ariadne se levantó de la mesa pues había terminado su taza de chocolate. La dejó en la cocina y se dirigió al salón para continuar con las luces navideñas, consciente de que lo que había dicho no era ni la mitad de la verdad. Consideraba a Kendrick un buen chico, eso sin duda, pero lo de aburrido no era cierto. Era bastante serio, pero tenía sentido del humor. Recordaba un sinfín de ocasiones en que habían terminado riendo juntos, a pesar de su reticencia a pasar tiempo con ella.
Pero prefería decirle eso, que era aburrido a que disfrutaba de su compañía más de lo que hacía ver. ¿Cómo podría? Él no la quería, nunca la querría. ¿De qué serviría decirle, que en realidad, era la única persona a la que quería impresionar?
No lo había impresionado nunca, por lo que había intentado por lo menos llamar su atención. Muchas veces de manera extravagante, lo admitía. Sin embargo, ¿qué más podía hacer? ¡Ay, Kendrick!
***
Kendrick entró a la estancia en silencio, observando de reojo el lugar en que Ariadne se encontraba, con la única idea de sentarse lo más lejos posible de ella. No la quería cerca, nunca la había querido cerca ni como parte de su familia.
Y ahora tenía que tolerarla. A ella y sus impertinencias, sus desplantes y sus comentarios maleducados. No le agradaba. Apenas podían estar en la misma habitación sin que se arrojaran cosas a la cabeza.
Sin embargo… le gustaba. Era una paradoja, algo absurdo y sinsentido, pero que existía. Él era consciente de aquello, esa sensación extraña lo había acompañado sutilmente desde aquel día…
Cerró los ojos y negó con fuerza una vez, intentando olvidar lo sucedido. Pero no podía. Nada había vuelto a ser como antes después de eso.
Ariadne entró a la fiesta mirando a su alrededor maravillada. Era tal y como lo había imaginado, rió y se dejó llevar por Michael hasta un rincón del salón de la casa. Era la casa de los padres de Michael. Su hermano mayor organizaba aquella fiesta y por esa razón ella también había sido invitada.
Después de una hora de bailar y charlar con Michael, él se ofreció a mostrarle el resto de la casa, donde tendrían mayor oportunidad de hablar, porque el ruido de la música era intenso y apenas se distinguían sus voces.
Ella lo siguió, encantada con la enorme casa y el buen gusto con el que estaba decorada. En la planta alta, el ruido se reducía al mínimo y Michael abrió una puerta para dejarla entrar. Era su habitación.
- Ariadne, me alegra tanto que vinieras –pronunció una vez que estaban sentados en la orilla de la cama.
- Gracias por invitarme, Michael. Es una fiesta estupenda.
- Sí –él tomó su mano- quiero preguntarte algo.
- Oh… claro, dime… -Ariadne apretó en un puño su mano libre, sintiendo como la expectación crecía en su interior.
- ¿Te gustaría ser mi novia? –pidió Michael.
Ariadne miró sus ojos verdes y suspiró. Oh Dios, ¿cómo no? ¡Eso era lo que había soñado! Su primer novio.
- Sí. Sí, me gustaría –asintió sonriendo. Michael también le sonrió y a continuación empezó a inclinarse hacia ella. No tuvo oportunidad más que para rozarle los labios antes de que la puerta se abriera con un golpe seco.
- ¿Qué crees que estás haciendo? –gruñó Kendrick tomando a Michael por un brazo y dándole un fuerte tirón hacia un lado, para apartarlo de Ariadne.
- ¡Kendrick! ¿Qué estás haciendo tú? –Ariadne chilló incrédula y molesta- ¡suéltalo!
- ¿Qué pensabas? ¿Qué tú podrías engañarla tan fácilmente? ¡Claro que no!
- Kendrick, eso no es así –resolló Michael, porque Kendrick lo tenía inmovilizado contra la pared.
- ¡Kendrick, he dicho que lo sueltes! –Ariadne haló de su brazo, intentando aflojar su agarre. Él la miró- ¿qué haces?
- Eso es lo que yo quiero saber. ¿Qué crees que estás haciendo aquí, Ariadne? En la habitación de él, a solas. ¿Qué te sucede?
- ¡Kendrick, suéltalo! –protestó una vez más. Michael lucía aterrado, porque Kendrick no solo lo superaba en edad, sino en estatura y fuerza.
- Maldita sea, Ariadne. ¿Acaso no piensas? –Kendrick dejó caer a Michael, quien dudó entre escabullirse o quedarse… solo por un segundo. Desapareció con rapidez.
- ¿Has visto lo que has hecho? ¡Nunca volverá a hablarme!
- ¿Y por qué te importa eso?
- ¡Michael es mi novio!
- ¿Tú qué? –Kendrick rió- eres una niña. No puedes tener novio.
- ¡No soy una niña! Tengo prácticamente 16 años y claro que puedo.
- Ariadne, escucha…
- No, Kendrick. Escucha tú. ¡Déjame tranquila! No vine contigo y ¡ni siquiera sé por qué te importa!
- Porque eres mi hermana.
- No, no lo soy –Ariadne lo miró con odio- tú lo dejaste muy claro hace años. No querías que fuera parte de tu familia, no me quieres. ¿Por qué ahora te interesa?
- No sabes lo que podría haber sucedido, Ariadne. Eres tan inocente, apenas una niña aunque no quieras admitirlo –murmuró en tono conciliador.
- ¿Qué? ¿Qué supones que iba a suceder? ¡Era solo un beso, Kendrick!
- Eso puede llevar a mucho más.
- Nada que no pueda manejar.
Él resopló burlón e impaciente. Ella no lo soportaba más.
- Tú no podrías manejar nada. Ni siquiera puedes con tu vida aún, Ariadne.
- ¿Sabes algo? No sería nada que tú no hayas hecho con cualquiera de tus novias.
- Ariadne, ¿cómo puedes decir algo así?
- Nada que yo no haya visto antes de ti. ¿Qué me estás reprochando ahora, Kendrick?
- Eso no es cierto, Ariadne. Yo nunca…
- ¡Déjame tranquila! ¿Por qué no te ocupas de tu vida? Nunca antes te interesó mi vida ¿por qué ahora?
- No lo sé.
- ¿Por qué, Kendrick?
- ¡Maldita seas, Ariadne!
Ella abrió los ojos desmesuradamente antes sus palabras. Kendrick se encontraba a centímetros y en ese instante fue consciente de la cercanía de sus cuerpos. La tensión en el ambiente era palpable mientras intercambiaban miradas hostiles. Él intentó sujetarle un brazo para arrastrarla fuera de la habitación pero Ariadne se sacudió de su agarre.
Kendrick se paró frente a ella y la tomó de ambos brazos, apretándoselos como si estuviera a punto de sacudirla para que entrara en razón. Pero, de pronto, algo cambió.
En un instante, sus manos se aflojaron hasta estar levemente posadas en sus brazos. Empezó a moverlas con lentitud hacia arriba, las colocó en los hombros de Ariadne y las dejó ahí. Ella estaba desconcertada y elevó sus ojos azules hacia él.
Kendrick tragó con fuerza, intentando despertar de aquel hechizo que lo atraía hacia el rostro de Ariadne. Estaba tan cerca que podía ver una línea fina de un azul más oscuro que rodeaba el iris de sus ojos, algo que nunca antes había notado. Sus mejillas estaban sonrosadas por la discusión y sus labios se abrieron suaves.
Tuvo que hacerlo. Era una de aquellas cosas inevitables en la vida. La besó.























Capítulo III
Ariadne soltó un gritito triunfal cuando el último nudo en las luces navideñas fue deshecho. Miró hacia Kendrick, que en ese instante alzó la mirada hacia ella y arqueó una ceja con curiosidad, como si esperara que ella dijera algo sobre su comportamiento.
- Lo logré –elevó las luces- ¡lo hice!
- Qué alivio –Kendrick soltó las que él tenía, bastante enredadas aún y se encaminó hacia ella. Ariadne lo miró aprensiva, como si él se las fuera a arrebatar- ¿acaso tú puedes sola?
Ella miró al árbol de más de 2 metros y a continuación a Kendrick que medía 1.90 m. Sí, sin duda necesitaba de su ayuda.
- Veo que lo has notado –le brindó una sonrisa de satisfacción.
- Por poco –murmuró Ariadne, aun cuando era consciente que su 1.70 m. apenas era adecuado para las ramas más altas. Pero de ninguna manera llegaba a la punta del árbol, ni siquiera de puntillas. Suspiró derrotada.
- Ya crecerás –reprimió una risita ante su bufido ofendido.
- Qué idiota eres, Kendrick. Eso no ha sido gracioso.
- Yo diría que eres tú quien no tiene sentido del humor.
- ¡No empecemos con eso, Kendrick! –Ariadne alzó los ojos hacia la estrella en la punta y sonrió- creo que nuestras peleas ya son una tradición familiar ¿no te parece?
- ¿Una tradición familiar? –inquirió con incredulidad.
- Sí. Suceden cada año, sin falta en Navidad y no sería Navidad sin un par de objetos lanzados uno contra el otro.
Inesperadamente, Kendrick soltó varias carcajadas negando divertido. Ariadne sonrió encantada. Lo último que habría esperado era hacer reír a Kendrick, sobre todo por la situación en la que se encontraba con su ex prometida.
- Creo que tienes razón –admitió Kendrick con los ojos negros brillantes.
Ariadne se perdió en la mirada larga que le dedicó Kendrick. Contenía tanta emoción de que inmediato la transportó a un pasado lejano entre ellos, tanto que prácticamente podía decir que no había sucedido. Solo que, sí que había pasado. El beso.
Un beso de Kendrick no era algo que Ariadne hubiera pensado recibir alguna vez. De hecho, ni siquiera había considerado que él fuera a darle uno (ni tan solo uno inocente) algún día. Pero ahí estaban, en mitad de la habitación del chico que hacía unos minutos le había pedido que fuera su novia, besando a su hermano (no en el sentido estricto, pero así los consideraban todos). Era una locura. Un sinsentido. Era… maravilloso.
Ariadne se aferró a los hombros de Kendrick y se puso de puntillas para que él profundizara el beso. Kendrick no esperó mayor invitación y, de no ser por el ruido de la puerta al cerrarse, ellos no se habrían separado ni sido conscientes de qué sucedía. Y quiénes eran.
Se miraron sorprendidos y fascinados. Pero en un par de segundos, la mirada de Kendrick se volvió dura y horrorizada al comprender lo que había hecho. Farfulló unas palabras, de disculpa quizás, y atravesó la habitación a grandes zancadas.
Ariadne tardó un tanto más en recuperarse y ser capaz de caminar, recordando que debía salir de ahí cuanto antes. Además, no sabía quién los había visto. O qué había visto. Seguramente, lo había visto todo, en realidad.
Gimió mortificada. Eso no sería nada bueno para ellos. Sería extraño e incómodo. ¿Cómo se comportaría ahora con Kendrick? ¿Qué se suponía debía hacer? ¿Por qué él la había besado? ¿Por qué ella le había correspondido? ¡Dios!
Y todas aquellas preguntas se habían quedado sin respuesta cuando, de improviso, Kendrick decidió que quería marcharse a una Universidad en una ciudad lejana. Había aplicado a varias pero ahora quería ir a esa. Ariadne no tuvo oportunidad de sentarse y hablar con Kendrick de lo sucedido. Él lo evitó y después hizo de cuenta que no había sucedido. Ariadne no pensaba dejárselo tan fácil y aunque insistió e insistió, Kendrick la ignoró intencionadamente. Eso la molestó y, sobre todo, la lastimó profundamente. Porque él le había robado la oportunidad de interesarse realmente en alguien, de querer y… ahora se marchaba. Sin más. La dejaba de lado de nuevo. ¡Tan fácilmente!
Dos veranos después, tras un nuevo rechazo de Kendrick, Ariadne se dio por vencida. Y no, no tenía relación alguna con la novia rubia que acompañaba a Kendrick para celebrar las fiestas familiares. Lo decidió, al año siguiente, ella sería alguien diferente.
Y lo hizo. Sus extravagancias dieron inicio y se consiguió un novio de 19 años que tenía una banda de rock, cabello largo y un tatuaje en el brazo. Ariadne decidió teñirse el cabello de morado y hacerse perforaciones en el cuerpo. Su ropa cambió y su actitud.
Lo logró. Kendrick no pudo disimular su horror aquella Navidad, al descubrir que su joven “hermana” era una persona totalmente nueva, descarada y burlona.
- ¿Qué demonios le pasó a tu cabello? –inquirió Kendrick arrastrándola hacia un costado del jardín- ¿es morado?
- Sí. ¿No te gusta? –preguntó inocente y con un tono meloso- ¿qué sucede Kendrick?
- ¿Te has vuelto loca? ¡Esta no eres tú!
- Al contrario. Soy exactamente yo. Por primera vez en años.
- Por supuesto que no. Qué absurdo.
- Tú no lo entiendes, Kendrick.
- ¿Qué?
- Me cansé de intentar ser lo que no soy para que tú me aceptes. Ya no más.
- ¿A qué te refieres?
- ¿De verdad? –Ariadne arqueó una ceja riendo- no sé si reír o…
- Deja de burlarte.
- Lo haré. Si me dejas en paz.
- ¿En paz? –Kendrick la miró con incredulidad- solo me preocupo por ti. Eres mi hermana menor ¿no?
- No.
La dureza de su respuesta dejó a Kendrick momentáneamente mudo. En sus ojos se reflejó inquietud y Ariadne supo en qué pensaba. El beso.
- Así no tratas a una hermana ¿verdad? –Ariadne apoyó la mano en el brazo de Kendrick- deja de meterte en mi vida y yo olvidaré lo que pasó. ¿Trato hecho?
Kendrick abrió la boca y la cerró con fuerza. Su mandíbula se tensó y sus ojos negros se fijaron duramente en su rostro.
Ariadne iba a hablar cuando él asintió imperceptiblemente.
- Es un trato –murmuró antes de girar y alejarse.
***
Kendrick pasó un extremo de las luces sobre la estrella y empezó a girarlas sobre su eje. Ariadne lo ayudaba distraídamente y sin querer se rozaban los brazos en el camino alrededor del árbol.
- Rojo –comentó Kendrick sin poder evitarlo. Ariadne se detuvo tan bruscamente que estuvo a punto de tropezar.
- ¿Qué dijiste?
- Tu cabello. Está rojo –completó incrédulo. Ariadne rió.
- Sí, pensé que unos mechones rojizos me sentarían bien. ¿Qué te parece?
La mueca torcida de Kendrick le proveyó la respuesta. Ariadne no se ofendió, sino que se echó a reír con fuerza.
- Ay, Kendrick, no cambias. Eres tan predecible.
- Eso no es cierto.
- Por supuesto que lo es. Te sientes escandalizado.
- Que no.
- Horrorizado.
- Eso no…
- Incrédulo y…
- Un poco –admitió a regañadientes para que Ariadne no continuara enumerando. Ella reprimió una sonrisa- es que no sé por qué lo haces. Y…
- ¿Y qué? –pidió cuando él negó lentamente- dilo.
- Y con esos colores –chasqueó la lengua- tan…
- ¿Tan…? –Ariadne esperó a que terminara una vuelta para mirarlo ladeando el rostro.
- Particular –completó. Ella rió- ¿peculiar?
- ¿Qué sugieres entonces? ¿Qué colores no serían peculiares?
- Quizás algo más… -él la miró- no sé.
- ¿Rubia? –agitó su melena castaña- eso no sucederá nunca.
- ¿Por qué no?
- Porque eso significaría que quiero agradar a alguien. Y solo conozco a una persona a quién le encantan las rubias.
- ¿Sí?
- A ti. Y, de ninguna manera, quisiera que pensaras que trato de agradarte.
Kendrick entrecerró los ojos con extrañeza y dio una vuelta antes de poder mirarla. ¿Por qué había dicho eso? ¿Las rubias? Él no tenía predilección por las rubias… ¿o sí?
- Sí, sí la tienes –confirmó Ariadne a la pregunta que él solo formuló con la mirada- créeme, así es –se encogió de hombros y con una vuelta final, terminaron con las luces.
Capítulo IV
La hora de la cena se acercaba y el resto de familiares y amigos empezaron a llegar de manera vertiginosa, abarrotando el salón y el pasillo. Se escuchaban risas, canciones y conversaciones varias que daban al ambiente un aire de algarabía y alegría. El olor de galletas recién horneadas invadió el lugar cuando unas bandejas arribaron en manos de Martina y de Carl.
Ariadne se apoyaba en el umbral de la puerta con despreocupación, mirando a su alrededor y deseando estar en otro lugar. Cualquier otro lugar donde no fuera tan consciente de la presencia de Kendrick. Él se encontraba sonriendo con Maya, una joven que vivía en la casa de enfrente. Como si fuera sorpresivo, Maya era rubia.
Frunció el ceño al notar que sostenía entre sus dedos un par de mechones castaños rojizos. Chasqueó la lengua y los soltó en el mismo instante en que Kendrick atravesaba el salón con Maya de su brazo.
- Lo siento –esbozó una sonrisa excesivamente dulce Ariadne cuando Maya tropezó con su pie- estaba tan distraída –exclamó con gesto apenado. Kendrick entrecerró sus ojos oscuros con sospecha, como diciéndole que sabía exactamente por qué lo había hecho.
- No hay problema –contestó Maya extrañada y miró hacia Kendrick- tu hermano y yo…
- ¡No somos hermanos! –fue una frase pronunciada con fuerza y al unísono por Kendrick y Ariadne. Intercambiaron miradas sorprendidas.
- Oh yo… está bien… no sabía… -farfulló Maya confusa.
- No importa –aseguró Kendrick apretando su mano.
- Nos gusta aclararlo –murmuró Ariadne incómoda, porque de repente notó que la mitad del salón los miraba detenidamente.
Un carraspeo hizo que varias cabezas miraran hacia uno de los grupos más cercanos a la puerta. Matthew, el hermano mayor de Maya sonrió divertido.
- Todos lo sabemos, no son hermanos y no se llevan de lo mejor –señaló hacia Kendrick y Ariadne- y dicho esto ¿han notado dónde están parados?
- ¿En el umbral? –inquirió Ariadne como si él fuera idiota. Matthew arqueó una ceja y miró hacia arriba.
- Sí, yo diría que sí.
Kendrick cerró los ojos por un instante y rogó con todas sus fuerzas que lo que pensaba no fuera… pero sí, si era. Al mirar sobre sus cabezas, un ramito de muérdago pendía sobre ellos. Demonios.
- Ya saben lo que eso significa… -dijo Matthew.
- Espera –Kendrick negó tajante- no creo que sea apropiado…
La frase no pudo concluirse ya que Maya se lanzó a sus brazos, elevó su rostro poniéndose de puntillas y besó a Kendrick en los labios.
- Listo, asunto arreglado. ¿Salimos? –Maya tomó a Kendrick de la mano y lo haló hacia ella. Kendrick se dejó llevar hasta que un nuevo murmullo los detuvo.
- ¡Ah, pero eso no es justo! –Matthew caminó hacia Ariadne y se colocó a su lado- ¿te importaría? –hizo un gesto hacia el muérdago. Matthew acercó su rostro hacia ella y la besó con suavidad- ¿esto es justo? –miró a Kendrick que apretaba la mandíbula- ¿no, verdad?
Kendrick se soltó de la mano de Maya y avanzó hasta la posición que tenía anteriormente. Clavó sus ojos negros en los ojos azules de Ariadne y después bajo la mirada hasta sus labios. Y lo olvidó.
Olvidó el lugar, las personas, la fecha… lo olvidó absolutamente todo.
Bajó su cabeza, rozó sus labios y después la besó con avidez.
Fueron un par de intensos segundos antes de que sintiera como Ariadne se separaba y le propinaba un sonoro golpe en la mejilla. Sus ojos desmesuradamente abiertos se clavaron en la multitud de espectadores y salió corriendo del salón. Kendrick la siguió.
- Espera. Ariadne, espera… -pidió él alcanzándola. La detuvo del brazo y ella se sacudió con vigor- Ariadne, detente. No quiero hacerte daño involuntariamente…
- ¡Me estás haciendo daño con tu sola presencia! –gritó ella, cuando estuvieron en el jardín, lejos de los invitados- ¿qué crees que hacías? ¿te has vuelto loco?
- ¿Yo? ¡Sencillamente cumplía una tradición!
La mirada hostil e incrédula de Ariadne lo atravesó con fuerza. Inspiró hondo y se pasó una mano por el cabello oscuro con nerviosismo.
- Bueno… no del todo –Kendrick soltó el aire lentamente, como si tuviera un gran peso y empezara a descargarlo de a poco, en ese momento- la verdad es que lo quería hacer. Hace tanto tiempo que he querido hacerlo que yo… -apretó la mano en un puño- sé que no es correcto, lo sé. No tiene sentido, no funcionaría y tú seguramente… pero yo, Ariadne, yo…
Ariadne observó como Kendrick luchaba con las palabras y las emociones que se leían tan claramente en su rostro. Se sorprendió de la intensidad que vio en aquellos ojos negros, como si una pasión contenida por largo tiempo estuviera a punto de desatarse.
- Kendrick, no…
- Lo sé –la interrumpió y pasó su mano por la mejilla de Ariadne- sé que me odias y…
- Yo no te odio, Kendrick.
- ¿No? Siempre haces lo contrario a lo que yo…
- Eso no es odiarte, si te llevo la contraria es porque… -ella sonrió avergonzada- me gusta discutir contigo.
- ¿Qué? ¡Eso es una locura! –exclamó él sorprendido.
- Tú ya sabías que estaba loca ¿no? –pronunció burlona.
- Sí y así me gustaste siempre –Kendrick se encogió de hombros- supongo que eso me convierte a mí en alguien bastante loco también.
- Más loco que yo –elevó sus manos en el aire riendo- ¿quién lo diría? ¡Te gusto!
- Y mucho. Más de lo que….
Unos pasos fuertes los interrumpieron y la voz de Carl se alzó.
- ¿Me pueden explicar qué demonios les pasa? ¡Todos están escandalizados en el salón!
- ¿Cómo que se han besado? ¿Qué están saliendo? ¿Van a casarse? –Martina observó a su hijo con reprobación- ¡Kendrick, tú estás comprometido con otra mujer!
- Lo estaba –contestó Kendrick mirándolos con una disculpa dibujada en su mirada- pero ya no. Trisha y yo…
- ¿Y por eso andas besando a mí hija frente a nuestros invitados? –Carl retó con deje amenazador. Ariadne se adelantó.
- Papá, las cosas no son así. Yo…
- Estábamos bajo el muérdago y… -Kendrick frunció el ceño- la besé y perdí el control. Lo siento, no debió suceder. Pero no me arrepiento –añadió.
- Yo tampoco –Ariadne exclamó con convicción- no me arrepiento de nada.
En su mirada, Kendrick pudo observar que no solo lo decía por ese beso. Sino por el del pasado. Sonrió levemente.
- No entiendo nada –Martina se llevó las manos a la cabeza.
- Yo menos. Creo que se han vuelto locos –murmuró Carl contrariado- Finalmente, Ariadne ha vuelto loco a Kendrick.
Martina tocó el brazo de su esposo y le brindó una sonrisa para tranquilizarlo. A continuación, puso gesto serio y miró a Kendrick.
- Hijo, ¿qué sucedió con Trisha? ¡No lo entiendo!
- No la quería –fue Ariadne quién contestó y tres pares de ojos se clavaron en ella- bueno… ejem… yo decía porque… -chasqueó la lengua y aspiró profundamente- si la quisiera ¿no creen que Kendrick la habría seguido a dónde ella estuviera? Sin duda, no estaría aquí.
Martina y Carl miraron a Kendrick, quién se sintió incómodo ante el escrutinio y la aparente transparencia que habían adquirido sus sentimientos. De lo contrario, ¿cómo es que Ariadne lo sabía? ¿Cómo podía saberlo? ¿Tanto lo conocía?
- Tiene razón –habló Kendrick y se aclaró la voz- sorprendente, pero Ariadne tiene toda la razón. No la quería, no la amaba. Pensé que ella era la mujer adecuada para mí, para mis aspiraciones pero nunca me cuestioné si la quería o no. Si sentía algo por ella como…
Martina, Carl y Ariadne esperaron que completara esa idea. Ariadne lo miró expectante y notó que contenía el aire, a la espera de que terminara.
- Creo que el pavo está listo –musitó Martina, notando la incomodidad de su hijo.
- Oh sí, la cena… -Carl entendió después de un golpe en su costado, propinado por Martina- los dejamos chicos.
- Sí, ya son adultos y…
Siguieron murmurando entre ellos y mirando de reojo hacia la pareja que dejaban en el jardín. Ariadne y Kendrick se miraron con una sonrisa en los labios.
- Ahora lo sé –dijo Kendrick rompiendo el silencio entre ellos.
Ariadne lo miró con extrañeza, preguntándose a qué se refería. ¿Tendría que saberlo?
- ¿Qué?
- El color de cabello –Kendrick tomó un mechón entre sus dedos y lo acarició suavemente- castaño –ladeó una sonrisa- me gusta castaño.
- ¿Castaño? Si no lo has notado, ese es mi color natural –bufó incrédula.
- Exacto. Me gusta tu cabello al natural, tal y como siempre fue. Castaño.
- Kendrick…
- Bien, quizás no como era cuando tenías 10 pero desde que lo empezaste a llevar suelto y brillaba como… -él la miró embelesado- me tenías loco.
- Eso no es cierto –protestó con una risita.
- Sí que lo es.
- ¿De verdad? –Ariadne lo miró sorprendida- ¿lo es?
- Sí. Así era y así sigue siendo.
- No te lo creo.
Kendrick se encogió de hombros y le guiñó un ojo. Ariadne arqueó las cejas.
- Por eso me fui, por eso te alejé. Tenía que hacerlo. Tú eras tan joven y yo… era demasiado fuerte, casi no podía mantenerlo bajo control. Una mirada tuya y me volvía loco.
- No me lo creo –musitó- tú, diciéndome esto y yo… ¡Dios, es casi una declaración y… prácticamente en Navidad!
Las campanadas anunciaron que la Nochebuena había concluido y, oficialmente, era el primer minuto de Navidad. Ariadne abrió la boca con incredulidad y sus ojos brillaron de la emoción. Kendrick tomó su rostro entre las manos y bajó la cabeza hasta besar la punta de su nariz.
- No –ladeó una sonrisa- no es casi una declaración. Es una declaración. Definitivamente es mi declaración de amor en Navidad. Para ti.
Ariadne pasó los brazos por el cuello de Kendrick y bajó su cabeza para poder atrapar sus labios. Lo besó con suavidad y todas las emociones que él había despertado en ella desde la primera vez que lo vio, que lo abrazó, que lo besó. Fue mágico. Fue único.
- ¿Sabes algo? –Ariadne murmuró cuando se separaron, con una enorme sonrisa en sus labios- definitivamente, esta de ninguna manera, es una Navidad más.
Kendrick esbozó una leve sonrisa que poco a poco se fue ensanchando. Y aquel sentimiento también se expandió en su pecho, llenando de calidez su corazón. Era diferente. Ariadne tenía razón, esta Navidad no era una más. Era mejor, la mejor de todas.

FIN


5 comentarios:

  1. Me encantaaaan!! Son una pareja encantadora, por dios estoy enamorada jajajaaja

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  2. Ya te lo dije mi Gab, pero me encantó, gracias!!!!

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  3. gracias por compartir esta historia con nosotras, saludos chicas

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  4. De nada mi querida Nata, siempre es un gusto compartir en este espacio de ustedes. Un abrazo y Feliz Navidad!

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  5. Gracias Gaby, me encantan tus novelas, esta fue muy linda. gracias.

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