Llegaba completamente
exhausta y sudada, pero contenta. Aquella vez, había podido completar cinco
quilómetros a la perfección sin tener que detenerse ninguna vez a recuperar el
aliento.
La mujer mayor la
saludó muy sonriente, mientras descendía los escalones y se detenía a su lado.
-¿Aún estas aquí?
Frunció el ceño Megan,
pues normalmente cuando llegaba de correr, en la casa no había rastro de los
dos adultos.
Era ella a quien le
tocaba levantar a los dos más pequeños. La mayor, Elisa era lo suficiente
independiente y responsable, para no dar ningún problema respecto a ello.
-Lo se –Sonrió-, pero
tranquila que no voy tarde. Hoy debo ir hacer unas gestiones antes de ir al
trabajo –Suspiró-. Les di un pequeño toque, para ir adelantándote gritos
–Volvió a sonreír divertida-. Pero con quien no pude hacer nada…
-Tranquila –Rió,
cambiando de pierna en el estiramiento-. Se trata de una lucha, entre Peter y
yo.
-Ya veo –Rió la mujer-.
Entonces, te doy permiso para que hagas con él, todo tipo de torturas.
Megan soltó una
carcajada, al tiempo que terminaba sus ejercicios y comenzaba a subir los
escalones.
-No te preocupes, que
siempre termina portándose bien –Indicó con tono dulce-. Solo, que le divierte
las tretas que utilizo para ponerlo en pie.
Fiona, con una sonrisa
en el rostro alzó su muñeca para mirar su reloj, soltando de pronto un pequeño
alarido al comprobar la hora en éste.
-¡Ahora sí que me voy,
sino llegaré tarde! –Gritó histérica en dirección hacia el utilitario blanco
que tenía aparcado en un lado del camino de entrada-. Acuérdate que hoy irá
Harry a buscar al colegio a Peter y Judith.
-De acuerdo –Asintió con
la cabeza, agachándose para abrir la puerta, con la llave que llevaba anudada
en un cordón alrededor de su cuello.
-Solo tienes que
entenderte con Elisa, por si se viene a casa sola o contigo.
-No te preocupes –Se
despidió con la mano-. ¡Hasta luego!
Cerró la puerta, para
quedarse un momento allí quieta en silencio acariciando la cabeza de Sultán,
que se había acercado a saludarla.
Realmente, agradecía
que el perro no le guardara ningún rencor.
Volvió a la realidad,
al escuchar cerrarse una puerta. Indicándole que los chicos habían decidido
levantarse al fin. Era momento de comenzar a moverse con la rutina de cada
mañana.
Con paso ágil, se
dirigió hacia las escaleras para subirlas en dos y girar hacia la derecha, una
vez que hubo llegado al final de ellas, para detenerse en la primera puerta y
dar dos toques suaves con el puño.
Abrió un poco, lo justo
para asomar su cabeza sonriendo y hallarse a la pequeña Judith, sentada en la
camita con carita de sueño también con una sonrisa en el rostro.
-Buenos días princesita
–Saludó con tono cariñoso y yendo hacia ella.
-Hola –Saludó con tono
flojo y frotándose un ojo, al tiempo que se le escapaba un pequeño bostezo.
Megan, le apartó el
cabello de la cara con delicadeza, para después alzarla en brazos y conducirla
a la planta de arriba del todo y ducharse con ella en su baño. Consiguiendo con
ello, ganar un poco más de tiempo.
-Mamá me ha despertado
con un beso de buenos días –Señaló la pequeña contenta por aquel hecho.
-¡De verdad! –Le habló
con tono cantarín-. ¡Que guay!
La chiquitina rió por
la expresión que había utilizado Megan.
-Ahora, como siempre
–Dijo saliendo de la habitación-, vamos a dar el primer toque a Peter –Informó,
parándose enfrente de la puerta contigua y llamando del mismo modo que antes,
para después abrirla y asomar un poco la cabeza-. Buenos días, Peter hay…
Pero se calló al hallar
la cama destapada y ningún rastro del chico escondido por algún rincón del
dormitorio.
Frunció un momento el
ceño, al verse sorprendida de que el pequeño diablillo se hubiera salido de la
cama, sin ganas de jugar un poco.
-No esta –Observó la
pequeña.
-No –Se encogió de
hombros-. Parece que hoy no tenía ganas de estar más rato en la cama –Le guiñó
un ojo sonriendo-. Ho puede, que quiera jugar al escondite con nosotras.
-¡Escondite! –Exclamó
divertida la pequeña, extendiendo sus bracitos al aire.
-Vaya, ahora ya estás
despierta –Observó divertida Megan-. Pero no hay tiempo para el escondite –La
pequeña pareció comprender sus palabras, al hacer un gesto negativo con su
cabecita-. Correcto, tenemos que ducharnos y desayunar, para ir al colegio.
-¡Colegio! –volvió a
repetir el mismo gesto con sus bracitos y mirada excitada.
-¡Bien! –Pensó contenta
de que le encantara asistir al colegio-. ¡Peter, no hay tiempo de juegos!
–Decidió exclamar a pleno pulmón-. Así, que espero que te estés duchando
–Señaló comenzando a subir a la última planta de la casa, para ducharse con la
pequeña.
Pero al llegar, se
sorprendió de hallar a Sultán sentado delante de la puerta del otro dormitorio
que estaba desocupado, con un pequeño lloriqueo por que le abrieran la puerta.
Volteó los ojos al
techo, al comprender que el perro había delatado el paradero del chico.
Con la niña aún en
brazos, se dirigió al frente de la puerta y antes de agarrar el pomo, le
susurró al oído que no hiciera ruido. Está se llevó una manita a sus labios,
con un brillo divertido en sus ojitos.
Agarró el pomo, y con
movimiento suave lo hizo girar sin hacer ruido alguno para que pudieran pasar
ellas dos y el perro, por el pequeño espacio que había conseguido hacer sin
chirrido alguno.
Bien hecho, Sultán.
Pensó en silencio, al
ver un enorme bulto bajo el edredón nórdico de colores de la enorme cama.
Aguantándose la risa,
dejó a la pequeña en el suelo para acercarse a un lateral de la cama, levantar
un poco el edredón eh introducir una mano suya.
Sabía que el pequeño
Peter, tenía muchas cosquillas. Pero de primero, iba a darle un pequeño
pellizco en su trasero por deshacer aquella cama, antes de lanzarse al ataque
de risas de cada día.
Con sus dedos, tocó el
cálido cuerpo reconociendo la parte baja de la espalda. De modo, que bajó unos
centímetros hasta hallar los blandos glúteos y sin mucha ceremonia, le propinó
el merecido pellizco para después alzar un poco al aire la ropa de cama y
aventurarse bajo ellas, preparada para comenzar el ataque de cosquillas.
Pero hubo dos factores
inmediatos y a la vez, que hicieron que se quedara de piedra.
Uno, aquel cuerpo era
demasiado grande para un niño de la edad de Peter.
Dos, el chico había
hablado en aquella habitación y en aquel momento. Pero la voz, no venía de
debajo del edredón, sino más bien fuera de la cama.
Nooooooooooooooooooooooooooooooo..... No puedo decir que te o... porque no es verdad. ¿Pero por qué lo dejas ahi?¿Te hemos hecho algo en esta vida (o en otra)?
ResponderEliminarJo... EJ, eres mala :(
Espero que pronto nos recompenses jijiji
Muchos beso
Me odias!!!Me odias!!!! jejejejjejeje Y eso mola!!!!! Y Nathan es mio!!!! jejejejjeje
Eliminarintentaré hacerlo pronto. Gracias guapi
Se me había pasado leerlo...OHHHHHHHHHHHHHH...pobre chica, acabade pellizcarle el tarsero al hombre de su vida, jajaja...
ResponderEliminarEres mala metiendo en aprietos a tus heroinas, a ver cómo sale de esta, besos