viernes, 22 de noviembre de 2013

Universitaria Y Canguro 3

Llegaba completamente exhausta y sudada, pero contenta. Aquella vez, había podido completar cinco quilómetros a la perfección sin tener que detenerse ninguna vez a recuperar el aliento.

Se acercaba a los escalones de la casa, para hacer en ellos sus estiramientos, cuando la puerta principal se abrió de sopetón, dando paso a Fiona.

La mujer mayor la saludó muy sonriente, mientras descendía los escalones y se detenía a su lado.

-¿Aún estas aquí?

Frunció el ceño Megan, pues normalmente cuando llegaba de correr, en la casa no había rastro de los dos adultos.

Era ella a quien le tocaba levantar a los dos más pequeños. La mayor, Elisa era lo suficiente independiente y responsable, para no dar ningún problema respecto a ello.

-Lo se –Sonrió-, pero tranquila que no voy tarde. Hoy debo ir hacer unas gestiones antes de ir al trabajo –Suspiró-. Les di un pequeño toque, para ir adelantándote gritos –Volvió a sonreír divertida-. Pero con quien no pude hacer nada…

-Tranquila –Rió, cambiando de pierna en el estiramiento-. Se trata de una lucha, entre Peter y yo.

-Ya veo –Rió la mujer-. Entonces, te doy permiso para que hagas con él, todo tipo de torturas.

Megan soltó una carcajada, al tiempo que terminaba sus ejercicios y comenzaba a subir los escalones.

-No te preocupes, que siempre termina portándose bien –Indicó con tono dulce-. Solo, que le divierte las tretas que utilizo para ponerlo en pie.

Fiona, con una sonrisa en el rostro alzó su muñeca para mirar su reloj, soltando de pronto un pequeño alarido al comprobar la hora en éste.

-¡Ahora sí que me voy, sino llegaré tarde! –Gritó histérica en dirección hacia el utilitario blanco que tenía aparcado en un lado del camino de entrada-. Acuérdate que hoy irá Harry a buscar al colegio a Peter y Judith.

-De acuerdo –Asintió con la cabeza, agachándose para abrir la puerta, con la llave que llevaba anudada en un cordón alrededor de su cuello.

-Solo tienes que entenderte con Elisa, por si se viene a casa sola o contigo.

-No te preocupes –Se despidió con la mano-. ¡Hasta luego!

Cerró la puerta, para quedarse un momento allí quieta en silencio acariciando la cabeza de Sultán, que se había acercado a saludarla.

Realmente, agradecía que el perro no le guardara ningún rencor.

Volvió a la realidad, al escuchar cerrarse una puerta. Indicándole que los chicos habían decidido levantarse al fin. Era momento de comenzar a moverse con la rutina de cada mañana.

Con paso ágil, se dirigió hacia las escaleras para subirlas en dos y girar hacia la derecha, una vez que hubo llegado al final de ellas, para detenerse en la primera puerta y dar dos toques suaves con el puño.

Abrió un poco, lo justo para asomar su cabeza sonriendo y hallarse a la pequeña Judith, sentada en la camita con carita de sueño también con una sonrisa en el rostro.

-Buenos días princesita –Saludó con tono cariñoso y yendo hacia ella.

-Hola –Saludó con tono flojo y frotándose un ojo, al tiempo que se le escapaba un pequeño bostezo.

Megan, le apartó el cabello de la cara con delicadeza, para después alzarla en brazos y conducirla a la planta de arriba del todo y ducharse con ella en su baño. Consiguiendo con ello, ganar un poco más de tiempo.

-Mamá me ha despertado con un beso de buenos días –Señaló la pequeña contenta por aquel hecho.

-¡De verdad! –Le habló con tono cantarín-. ¡Que guay!

La chiquitina rió por la expresión que había utilizado Megan.

-Ahora, como siempre –Dijo saliendo de la habitación-, vamos a dar el primer toque a Peter –Informó, parándose enfrente de la puerta contigua y llamando del mismo modo que antes, para después abrirla y asomar un poco la cabeza-. Buenos días, Peter hay…

Pero se calló al hallar la cama destapada y ningún rastro del chico escondido por algún rincón del dormitorio.

Frunció un momento el ceño, al verse sorprendida de que el pequeño diablillo se hubiera salido de la cama, sin ganas de jugar un poco.

-No esta –Observó la pequeña.

-No –Se encogió de hombros-. Parece que hoy no tenía ganas de estar más rato en la cama –Le guiñó un ojo sonriendo-. Ho puede, que quiera jugar al escondite con nosotras.

-¡Escondite! –Exclamó divertida la pequeña, extendiendo sus bracitos al aire.

-Vaya, ahora ya estás despierta –Observó divertida Megan-. Pero no hay tiempo para el escondite –La pequeña pareció comprender sus palabras, al hacer un gesto negativo con su cabecita-. Correcto, tenemos que ducharnos y desayunar, para ir al colegio.

-¡Colegio! –volvió a repetir el mismo gesto con sus bracitos y mirada excitada.

-¡Bien! –Pensó contenta de que le encantara asistir al colegio-. ¡Peter, no hay tiempo de juegos! –Decidió exclamar a pleno pulmón-. Así, que espero que te estés duchando –Señaló comenzando a subir a la última planta de la casa, para ducharse con la pequeña.

Pero al llegar, se sorprendió de hallar a Sultán sentado delante de la puerta del otro dormitorio que estaba desocupado, con un pequeño lloriqueo por que le abrieran la puerta.

Volteó los ojos al techo, al comprender que el perro había delatado el paradero del chico.

Con la niña aún en brazos, se dirigió al frente de la puerta y antes de agarrar el pomo, le susurró al oído que no hiciera ruido. Está se llevó una manita a sus labios, con un brillo divertido en sus ojitos.

Agarró el pomo, y con movimiento suave lo hizo girar sin hacer ruido alguno para que pudieran pasar ellas dos y el perro, por el pequeño espacio que había conseguido hacer sin chirrido alguno.

Bien hecho, Sultán.

Pensó en silencio, al ver un enorme bulto bajo el edredón nórdico de colores de la enorme cama.

Aguantándose la risa, dejó a la pequeña en el suelo para acercarse a un lateral de la cama, levantar un poco el edredón eh introducir una mano suya.

Sabía que el pequeño Peter, tenía muchas cosquillas. Pero de primero, iba a darle un pequeño pellizco en su trasero por deshacer aquella cama, antes de lanzarse al ataque de risas de cada día.

Con sus dedos, tocó el cálido cuerpo reconociendo la parte baja de la espalda. De modo, que bajó unos centímetros hasta hallar los blandos glúteos y sin mucha ceremonia, le propinó el merecido pellizco para después alzar un poco al aire la ropa de cama y aventurarse bajo ellas, preparada para comenzar el ataque de cosquillas.

Pero hubo dos factores inmediatos y a la vez, que hicieron que se quedara de piedra.

Uno, aquel cuerpo era demasiado grande para un niño de la edad de Peter.


Dos, el chico había hablado en aquella habitación y en aquel momento. Pero la voz, no venía de debajo del edredón, sino más bien fuera de la cama.

3 comentarios:

  1. Nooooooooooooooooooooooooooooooo..... No puedo decir que te o... porque no es verdad. ¿Pero por qué lo dejas ahi?¿Te hemos hecho algo en esta vida (o en otra)?
    Jo... EJ, eres mala :(
    Espero que pronto nos recompenses jijiji
    Muchos beso

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    Respuestas
    1. Me odias!!!Me odias!!!! jejejejjejeje Y eso mola!!!!! Y Nathan es mio!!!! jejejejjeje

      intentaré hacerlo pronto. Gracias guapi

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  2. Se me había pasado leerlo...OHHHHHHHHHHHHHH...pobre chica, acabade pellizcarle el tarsero al hombre de su vida, jajaja...
    Eres mala metiendo en aprietos a tus heroinas, a ver cómo sale de esta, besos

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