martes, 19 de noviembre de 2013

Una rosa en la noche 11 ( Final)



Capítulo 35
Al separarse se evaluaron mutuamente y mientras Mel trataba de mantener una sonrisa serena, Daniel fruncía el ceño.
-  ¿Lo hiciste?  -terció Daniel.
-  Si… creo… -se corrigió- ya está todo arreglado.
-  Aja  -soltó en tono extraño.
-  Seguro, Daniel.  Él solo me hizo una proposición que yo… bueno yo ya tomé una decisión definitiva… -soltó una risita nerviosa.

-  ¿De verdad?  -él no sonreía
-  Si yo…
-  ¿Estás completamente segura?  -él la miró sin emoción.
-  Por supuesto, Daniel.  Yo…
-  Tengo algo para ti…  -él le impidió continuar y ella miró expectante lo que él extraería de aquella bolsa…  algo como… ¡no podía ser posible!  ¿era una broma?  -se preguntó Melina-  ¡maldición!  ¿qué demonios estaba haciendo extendiéndole aquella rosa ante sí?-  ¿Qué sucede?  Es para ti, Melina.
-  ¿Cómo…?  ¿Qué sucede?  -Mel no podía entenderlo-  ¿Has olvidado que…?
-  ¿Qué, Mel?  -él le sonrió sin humor-  ¿He olvidado qué?
-  ¿Por qué…?
-  Tómala… es para ti  -repitió por última vez.
-  Pero Daniel…  -ella quería extender su mano, de verdad, le enviaba frenéticas órdenes que su cerebro se negaba a obedecer.
-  No hace falta, Melina  -él cortó su argumento restándole importancia-  ya sé cual es tu decisión.
-  ¡Eso es imposible!  ¿Cómo podrías…?
-  ¿O lo correcto es tu indecisión?  -Daniel estaba muy serio.
-  ¡No!  Daniel…
-  Melina, de verdad, no es necesario.  Sea cual sea... el panorama no es halagador para ninguno de los dos.
-  ¿Qué quieres decir?  -exclamó pero él ya se estaba alejando-  Daniel espera  -le tomó el brazo-  No puedes irte así…
-  Melina mi vuelo está a punto de salir…  -él suavizó su expresión.
-  Pero…  -ella pensó rápidamente un argumento para refutar sus conclusiones.  Había tanto por decir… pero simplemente no encontraba las palabras…- No te alejes de mí, Daniel.  Yo…
-  Melina…  -él soltó un pequeño suspiro mientras acallaba con un dedo sus palabras-  Hay cosas que no se pueden cambiar.  No se puede ignorar ciertas conductas correctas.  Tal vez en este momento no lo entiendas… pero más adelante lo harás.  Y llegarás a la conclusión de que fue lo mejor… lo correcto.
-  Pero…  -ella tembló bajo el contacto de Daniel.
-  Sin peros, Melina.  Es algo que quisiera… ¡no!  -negó vehementemente-  no puedo ignorar. En realidad  -lo pensó mejor-  No quiero ignorarlo.  Es lo correcto… mi deber  -concluyó mientras tomaba su rostro con ambas manos-  Adiós Melina  -susurró suavemente y mientras acercaba su rostro hacia él… besó castamente su frente y se alejó.  Sin esperar una réplica.  Sin mirar atrás.
Mel había quedado aturdida por el contacto y por aquellas palabras.  No entendía nada de lo que sucedía.  Era tan absurdo.  ¿Dé que estaba hablando?  ¿Qué deber no quería ignorar?  ¡No!  Por supuesto… su boda.  Él estaba hablando de casarse… pero ¿por qué el misterio?  Si no quería…  no, él había dicho que era lo correcto.  Qué…  pero… por más misterio en aquellas palabras… ni de lejos eran una confesión de amor.  No había dicho que la amaba a ella ni se había retractado de amar a su prometida.  ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?  -de repente se dio cuenta que estaba parada como una tonta ahí sola y se dio vuelta ya que él ni siquiera le había dedicado una última mirada.
Daniel caminó con paso firme hasta la puerta que conducía a la pista.  No quería mirar porque temía arrepentirse de su decisión y correr a estrechar entre sus brazos a Mel y besarla hasta dejarle rendida contra él.  Era un absurdo lo que pensaba.  ¿Debía quedarse y…?  Claro que no.  La decisión la había tomado con la cabeza fría y había que conservarla aunque por dentro le estuviera recorriendo una cierta reticencia a dejarla sola… a merced de sus decisiones.  ¡No!  Ya todo estaba resuelto.  Además no iba echar a perder lo que tanto le había costado… definitivamente llevaría su plan hasta las últimas consecuencias.  Aunque ello conllevara la posibilidad de ser desdichado de por vida.  Miró una última vez… Mel se había ido.
Escondida en un rincón, vio como la alta figura de Daniel se perdía en el interior del avión…  una intensa desesperación le recorrió entera…  sin darse cuenta, se había echado a llorar.
Capítulo 36
Italia, 1 año después.
-  ¡Finalmente te dignaste a venir!  -la reprendió bromeando Danna mientras la abrazaba-  Estás más delgada…  -miró preocupada.
-  ¡Tú sigues igual de fabulosa!  -terció Mel riendo-  Y no estoy más delgada, son ideas tuyas… aunque sería muy halagador  -se burló.
-  ¡Qué gusto tenerte aquí, Melina!  -su cuñado besaba su mejilla-  Vamos, en casa nos esperan Beth y André.
-  ¡Ya quiero verlos!  ¿Cómo están mi niña y mi travieso?
-  Creciendo…  -río Danna-  te extrañan mucho, Mel…
-  Ya no Danny  -se río de su hermana-  ya estoy de vuelta  -dijo y ambos asintieron entendiendo el doble fondo de aquellas palabras pronunciadas tan despreocupadamente.
-  Y cuéntame… ¿qué has hecho en este tiempo?
-  ¡Ay Danna!  Te escribí por lo menos cada mes contándote los pormenores y me visitaste dos veces… pero, no hay novedades.  Me va muy bien en mi nuevo empleo y he buscado un piso más céntrico.
-  ¿Has considerado mi propuesta?  -Danna la miró interrogante.
-  La verdad… si  -Mel desvió la vista incómoda.
-  Más adelante podrán seguir platicando, Danna.  Ahora vamos al auto pronto que los niños deben estar ansiosos  -terció Leonardo sonriendo logrando distender aquel aire tan cargado.
***
Ni bien dieron la última vuelta para llegar a la mansión, Melina enseguida empezó a recordar lo sucedido en aquella misma salida, frente aquel portón cuando Daniel la esperaba.  ¡No!  Por eso se resistía a volver a Italia.  Sabía que a cada paso recordaría a Daniel… pero eso no era más que una excusa.  Para recordar a Daniel no necesitaba estar en un lugar determinado… ni siquiera mirar un objeto determinado.  Él estaba presente en su vida pero… no como algo destructivo.  Era curioso, pero el recuerdo de Daniel no le hacía daño.  En realidad sentía un vacío asfixiante pero… le permitía seguir con su vida.  Normalmente… bueno, casi.  Porque su vida ya no era la misma.  Habían sucedido muchos cambios positivos durante ese año.  Empezando porque se había negado a la petición de Diego y, aún más, cortó toda relación con él.  No había sido fácil que él se resignara a dejarla en paz.  Hasta el último instante intentó utilizar todo tipo de chantaje emocional…  le dolía verlo así, hasta cierto punto le tenía lástima. Incluso, simpatía porque finalmente, había mostrado con hechos que se había reformado.  Había madurado tan de repente que ni siquiera se había dado cuenta de que él ya no salía frecuentemente, ya no se le veía con multitud de mujeres, a pesar de que lo seguían y… lo más sorprendente…  se había enfrascado completamente en el trabajo.  Era un cambio radical, que se había negado a creer, pensaba que tal vez solo era algo temporal… pero no.  Hasta el momento seguía así, a pesar de que ya había pasado seis meses desde su “redención”.  Incluso habían hablado una o dos veces.  Se mostraba más maduro y aquel aire de seductor ya no era un escudo, hasta se permitía sonar inseguro…  ¡Estaba irreconocible!  Aún así, ella ya no sentía nada.  Lo veía y solo sentía simpatía.  Nada más.  Había pensado que tal vez se notaría vulnerable frente a él por su cambio… pero no.  Ni aunque hablara de amor… él no era más que parte de su pasado.  Era un alivio, en cierta manera, saberse finalmente libre y segura de lo que se quería… lo que se deseaba y necesitaba… lo que amaba. A pesar de que ya no estuviera a su alcance… a pesar de las circunstancias… amaba a Daniel Cabalganti y… no iba a hacer nada para cambiar eso.  Él había sido lo más real de su vida… aún ahora lo seguía siendo…  y no sabía si alguna vez cambiaría eso.
***
Una vez efectuados los abrazos y pequeñas charlas de bienvenida, Mel subió a su habitación y la encontró tal y como la había dejado la última vez.  Recorrió lentamente cada tramo de la habitación.  Era tan elegante y… familiar.  Le estaba viendo otra cara a Italia… empezaba a sentirse como si hubiera regresado a casa.  ¡Qué locura! Pero tal vez Danna tuviera razón en sus sugerencias de ir a vivir en Italia.  Sería una experiencia totalmente nueva, podría finalmente pasar tiempo de calidad con su única hermana, con la que no había crecido, pues Danna y sus padres siempre vivieron en Ecuador y ella, desde que tenía 6 años, vivía en España con una tía.  Había sido doloroso estar con su familia solo en vacaciones pero… eso era pasado.  Ahora veía un futuro brillante, rodeada del cariño de aquella familia que estaba en la sala, tal vez… hasta se decidiera a tener un hijo propio.  Sola.  Como lo había hecho Doménica.  
Se asomó por la ventana y… el mundo se vino a sus pies.  Tenía que ser una coincidencia.  Por supuesto… no podía ser el auto de Daniel.  Aunque…  era muy probable que lo fuera.  Pero nadie bajó del auto. En un instante, había acelerado desapareciendo de su vista.
-  ¿Volvería a ver a Daniel en algún momento?  -se preguntó en voz alta-  Probablemente si… si de verdad consideraba quedarse a vivir en Italia.

Capítulo 37
Recorría los jardines a paso lento.  Aspiró el aroma de aquel rosal que una vez le había recordado a Diego.  Ahora, ya no lo hacía más.  Su pelea con las rosas había terminado  -sonrío y siguió su camino-  Su hermana le había invitado para participarle de una maravillosa noticia.  Estaba embarazada nuevamente… por eso estaba aún más radiante.  Se sentía realmente feliz.  Al convivir con ellos se había dado cuenta que no eran lo que imaginaba.  Siempre había creído que todo era total armonía entre Leonardo y Danna… pero no era así.  Tenían sus desacuerdos pero… lo discutían respetando sus puntos de vista.  Tal vez se alteraban un poco pero solo porque los dos eran unos tercos.  ¡La pareja perfecta ja!  -había dicho su hermana- eso no existe, Mel.  Pero aquel matrimonio funcionaba a pesar de todo.  La clave es la comunicación  -había comentado su hermana y era cierto.  El consenso no tardó en llegar porque Leonardo cedió en su posición haciendo que Danna aceptara trabajar solo hasta los 5 meses de embarazo cuando ella quería hacerlo hasta el final.  Sonriendo ellos se habían reconciliado…  parecía tan sencillo  -suspiró y de pronto deseó tener esos pequeños desacuerdos-  discutir riendo como lo hacía con Daniel… intentando que él se riera dejando de lado su seriedad habitual… que bromeara como solo él podía hacerlo.
Para cuando se dio cuenta, ya estaba frente a un auto mientras manejaba hasta la heladería.  Los dueños la recibieron sonriendo.  No se habían olvidado de ella.  Pero… algo la extrañó.  Le preguntaron si ya era novia de Daniel.  No  -contestó triste-  él está casado ¿no lo sabían?  Ellos asintieron y desviaron el tema.
Terminó su helado y empezó a vagar por aquellos rumbos que eran tan familiares como si los hubiera recorrido toda su vida.  Pasó por aquella pequeña desviación y parecía que hubiera sido ayer cuando habían estado abrazados con Daniel, riendo y hablando de sus vidas.  Él conocía todas sus facetas… incluso la neurótica  -sonrió-  y ella también lo conocía…  ya no tenía dudas.  E, increíblemente, le empezó a encontrar sentido a las palabras de Daniel… las últimas palabras que le había dirigido antes de despedirse…
-  Melina…  -se paró de golpe.  Alguien se acercaba y apostaría la mitad de su vida a que era…
-  Daniel…  -pronunció y se volteó a mirarlo.  Si, efectivamente, él estaba ahí.  ¿Sería un sueño?  Tal vez se quedó dormida y…  Pero parecía tan real… sin detenerse a pensar le rozó ligeramente-  Eres… real…
Daniel se rió al ver la perplejidad en el rostro de Melina.  Estaba hermosa aunque un poco pálida.  Pero aún así… se alegraba tanto de finalmente tenerla a su lado.
-  Me has hecho esperar bastante…  -él murmuró desviando la vista- un año y veinte días para ser exacto.
-  ¿Has llevado la cuenta?  -Mel sonrió.
-  ¿Tú no?
-  Claro que si.  Con horas incluso  -admitió riendo.
-  Así que es cierto…  -él la miró-  de verdad estás aquí…
-  Es lo mismo que yo estaba preguntándome…  Daniel  -ella caminó un poco- ¿qué haces aquí?
-  Es lo que yo estaba a punto de preguntarte a ti…  -él le tomó la mano tan levemente que ella sintió un pequeño calorcito.
-  Yo… yo vine a visitar a mi hermana…
-  ¿Nada más?
-  Claro que hay algo más, Daniel… tú lo…  -de pronto se detuvo a mirarle la mano que apretaba la suya-  ¿Por qué no llevas aro?  -frunció el ceño sin notarlo.
-  Si te gustan los aros me pongo los que quieras  -él alzó su ceja irónico ante la mirada indignada de ella.
-  Daniel, es serio.  ¿Por qué…?
-  ¿Por qué lo llevaría?  -él se hizo el desentendido.
-  ¡Como que por qué!  Por qué es lo que se supone llevan los hombres casados…
-  Si, estoy completamente de acuerdo…  -Daniel sonreía.
-  ¿Qué me he perdido?  -Mel lo miraba interrogante-  ¿Qué es tan gracioso?
-  Nada… solo que es cierto… lo llevan los hombres casados…
-  Entonces ¿por qué…?  -Mel empezó a entender.  ¿Será que Daniel le estaba insinuando que…?-  Daniel Cabalganti, ¿estás casado?
-  ¿Es una propuesta?  -Daniel sonrió ante la mirada asesina de ella-  Supongo que…
-  Nada de supongo que… lo estás si o no  -Mel estaba a punto de sonreír por aquella situación absurda.
-  No, a menos que tú aceptes ser mi esposa…  -Daniel estaba serio y Mel estuvo a punto de caer redondita a sus pies.
Capítulo 38
-  ¿Qué?  -Mel lo miró de hito en hito y Daniel empezó a esbozar una sonrisa-  ¿Estás diciendo que no te casaste?
-  No
-  Pero tu boda… hace un año… tú…
-  Yo cancelé esa boda, Melina.  La cancelé un minuto antes de viajar a España…
-  ¿Cuándo viajaste…?  -Mel se quedó perpleja-  ¿Te refieres a que la cancelaste antes de nuestra cena y…?  -se sonrojó.
-  … Y de nuestro beso  -él concluyó-  Si, lo hice.
-  Pero… yo pensé que…  -Mel se río-  Ahora lo entiendo todo.  Por supuesto.  Tus palabras… tú querías que decidiera por mí misma… ese era tu deber ¿cierto?
-  Si  -Daniel asintió-  habría adorado quedarme a tu lado mientras enfrentabas todas esas decisiones pero, no quería presionarte, Melina.  Deseaba que si tú venías a mí, fuera por voluntad propia.  No por venganza ni por obligación…  sino por…
-  Amor…  -concluyó Melina echándose a sus brazos-  ¡Cuánto te extrañé, Daniel!  Lamento haber tardado tanto…
-  No tiene importancia  -susurró él contra su pelo-  te habría esperado hasta el último instante…
-  Te amo, Daniel…  -Mel tomo su cabeza y la bajó hasta la suya-  ¿Qué esperas para besarme?
-  ¡Pequeña impaciente!  -se rió y en el último instante antes de fundirse en un apasionado beso susurró- Finalmente… te amo Melina.
Y sonriendo se desvaneció el mundo a su alrededor.  El amor que los había llevado a separarse finalmente los unía con mano de hierro.  Un año había sido el tiempo que le tomó hacer que volvieran… pero, que más daba.  A otros les costaba toda una vida encontrar al amor de su vida, si es que eso existía, pero viendo a la pareja que yacía estrechamente abrazada en mitad del campo… bien se podía concluir que… si.
***
La boda había sido discreta.  Se celebró en los jardines de la mansión de Daniel.  Todo era muy sencillo e incluso la novia hizo su aparición con un vestido simple que lograba resaltar su belleza natural.  Con su hermoso cabello negro suelto, el ligero velo revoloteaba alrededor de su cabeza mientras la brisa no le dejaba ni un solo cabello en el lugar correcto.  Qué iba a hacer  -pensó Melina-  ella nunca sería tan perfecta como su hermana ni tan hermosa como Dome.  Incluso la naturaleza estaba de acuerdo.
Pero no el novio que la esperaba en el altar.  En cuanto Melina llegó a su lado, sola, sin que nadie la condujera, pues así había vivido, él le sonrió con una ternura tal que sintió como su estómago se encogía.  Te amo  -susurró atrapando con su pulgar una lágrima que se deslizaba por su mejilla-  de ahora en adelante siempre estaré contigo… a tu lado  -Daniel sonrió-  Ya no estás sola…
-  ¿Cómo supiste…?  -estaba preguntado ella cuando el sacerdote se aclaró la garganta, obligándola a guardar silencio, y empezó la ceremonia.
***
-  Te encanta escapar ¿verdad?  -Daniel sonrió mientras era arrastrado por Melina.
-  ¿A ti no?  -Mel no lo miró.
-  Claro que si… pero no creo que sea lo correcto cuando es nuestra propia fiesta  -él río mientras Mel sofocaba un bufido de impaciencia pues no se decidía por el camino a tomar.
-  ¡Me rindo!  Esto es un laberinto, Daniel…
-  ¡No estoy de acuerdo!  Y no solo porque sea nuestra casa  -dijo duramente pero apenas conteniendo la risa-  Si me dejaras guiarte…
-  Soy una mujer de costumbres, Daniel  -Mel río aunque estaba algo sonrojada-  Tendré que considerar la sugerencia…
-  ¿Sugerencia?  -Daniel la miró incrédulo-  Si quieres llegar a alguna parte es mejor que yo tome el control  -y sin esperar respuesta la tomó entre sus brazos y la cargó hasta su habitación.
-  ¡Daniel!  ¡Bájame!  -Melina reía y disfrutaba de estar entre los brazos de su esposo.
-  ¡Cómo ordene, señora Cabalganti!  -dijo riendo mientras la depositaba en la cama y él se colocaba encima.
-  ¡Daniel!  ¡Sabes que no me refería a esto!  -ella se removió juguetonamente mientras le acariciaba la espalda lentamente.
-  ¿Entonces?  ¿Tal vez querías esto?  -preguntó empezando a acariciar con suma destreza cada una de las partes de su cuerpo.  No dejaba de explorar con sus manos mientras le despojaba… despacio... de su vestido de novia. A cada centímetro de piel que descubría, le llenaba de atenciones… con su boca cubrió la boca de Melina… acallando sus palabras y suspiros.  Mel era una mujer apasionada, sus manos empezaron a explorar con una extraña timidez el cuerpo de su esposo… pero las barreras empezaron a desaparecer… solo podía pensar en Daniel y en tenerlo tan cerca de ella como fuera posible.  Sus almas ya estaban unidas para siempre… ahora solo restaba la unión de sus cuerpos… 
El tiempo voló.  Se amaron de mil maneras distintas.  Fue una experiencia única para los dos…  Tan única como la primera vez.
-  Eres tan bella, Melina…  -Daniel la acunó contra su cuerpo-  cada vez… es distinto…
-  Mejor…  -río Melina abrazándose a él-  Te amo, Daniel.
-  Yo te amo, Melina.  No tienes idea cuanto…  -susurró mientras le acariciaba su larga melena negra-  Recuerdas…
-  ¿Qué?  -lo miró con los ojos entrecerrados por el sueño.
-  Te dije que eras única… pero… no es suficiente…
-  Si…  -ella murmuró somnolienta-  yo dije que eras especial…
-  Aja…
-  Y sin duda… eres mucho más que eso… -dijo antes de suspirar ligeramente y perder el hilo de sus pensamientos-  Siempre me pasa…  -murmuró pero él no pudo preguntar que quería decir porque  Mel ya estaba dormida.
- Amore mío… -sonrió dejando ya que el sueño se apoderara de él y pasando un brazo por su cintura, se durmió.
Epílogo
Italia, (nuevamente), 1 año después.
-  ¿Dónde está Melina?  -Daniel preguntaba al ama de llaves que le señaló el cuarto de la pequeña Aurora-  Debí imaginarlo… gracias.
Se encaminó hasta el cuarto de su hija de casi tres meses.  Sonrió al ver como Mel estaba sentada con Aurora en el regazo.  Se la veía tan serena y muy enfocada en su nuevo papel de mamá… y no era la única.
-  Daniel ¿qué haces ahí?  -Melina alzó risueña su cabeza-  No te quedes en la puerta… entra.
-  Como usted ordene, señora  -bromeó logrando que ella soltara una risita y con paso firme pero con inusual delicadeza se acercó a besar la frente de la pequeña y a Mel le rozó la mejilla-  ¿Quieres que la cargue yo?
-  En un momento…  -Mel la miró una vez más y sonriendo le extendió la niña a Daniel-  Quiero hacerte una pregunta… desde hace algún tiempo…
-  ¿Si?  -inquirió absorto en la bebé que tenía en brazos.
-  Si, pero no ahora… evidentemente no estas disponible…
-  Por supuesto  -él dijo sin escucharla.
-  Aunque te dijera que estoy embarazada otra vez… -soltó irónica
-  Tienes razón  -ni siquiera la miraba-  ¿algo más?
-  Daniel, no me estás escuchando… -se quejó haciendo pucheros y finalmente él la miró-  te dije que estaba embarazada y eso…
-  Es imposible…  -comentó Daniel y Mel se río.
-  Claro que lo es, pero quería saber que tanta atención me ponías.  Por tu cara ninguna…
-  No te enfadas ¿cierto?  -Daniel puso aquel gesto que la volvía loca
-  No… puedo aceptar que pongas atención a otra mujer…  -Mel sonrío-  siempre que sea nuestra hija… está bien.
-  Si  –él sonrió- ahora ¿cuál era tu pregunta?
-  ¿Por qué…  -ella se encaminó a mirar por la ventana-  tú… confesaste amar a Micaela?
-  ¿Qué?  -¿a qué venía esa pregunta?-  ¿por qué después de tanto tiempo tú…?
-  Es algo que siempre quise saber…  -ella soltó con una sonrisa y él respiró aliviado porque no era un reproche-  ¿Me mentiste o no?
-  Creo que si escojo una de las dos opciones saldré mal parado  -él se colocó al lado de Mel-  Fue una forma de auto convencimiento…
-  ¿Auto convencimiento? Pensé que era a mí a quien querías…
-  A los dos  -aclaró-  Mel, desde que empecé a pasar tiempo contigo yo miré al amor de otra manera.  Siempre estuve convencido de que el amor solo era un concepto utópico propio del inicio de un romance pero tú… a pesar de lo herida que estabas… creías en el amor.  Era impactante ver tu punto de vista tan distinto al mío.  Yo era aún más práctico e independiente… Micaela no invadía mi espacio de ninguna forma… y hasta cierto punto eso me complacía.  No teníamos nada en común y pensé que ese era algo a favor…  ella cumpliría los compromisos que yo tanto odiaba y yo cumpliría con mi deber en los negocios que tanto le disgustaban.  Era una unión esperada y conveniente.  Estaba tan seguro de eso que el replantearme la situación fue un golpe severo a mi confianza… y todo por ti.  Por tus pensamientos  -él tomó la mano de Mel-  y como mi cerebro trataba de controlarlo todo… simplemente trato de convencerme de que era lo correcto… de que si seguía con Micaela era porque la amaba… y surgieron las palabras…
-  No las digas…  -ella lo miró-  ahora sé que podríamos llamarla una “mentira inconsciente”  -apretó su mano-  pero… ¿cómo lograste separarte de ella?  Seguro no fue fácil…
-  No, no lo fue…  -él se llevó su mano a los labios-  Fue difícil convencerla de que no existía amor entre nosotros… ella no aceptaba que era conveniencia lo que nos unía… comodidad… pero, ¿sabes lo que es la humillación para una mujer de su tipo?  Eso fue a lo que apelé… si no accedía a cancelar ella el compromiso lo haría yo… frente a todos…
-  ¿De verdad se lo planteaste así?  -Melina podía imaginarse la cara de Micaela cuando vio la férrea decisión en Daniel-  Pero tú odias los escándalos… prefieres un perfil bajo…
-  Efectivamente…  pero ella no estaba tan segura.  Y finalmente se resignó… aunque yo tuve que pagar por lo que conlleva cancelar una boda con prácticamente todo listo.
-  Debiste obligarme a venir contigo…  -Mel pensó en voz alta-  así ya teníamos todo listo y solo restaba decir si acepto  -se rieron por la ocurrencia.
-  Lo hubiera hecho…  pero debías arreglar tus asuntos sola… lo sé.
-  No te equivocaste.  Si me hubieras obligado, habría huido…
-  Tenía una ligera idea…  -él ladeó la cabeza y de pronto dijo-  Me has hecho olvidar por completo a qué venía… 
-  No… la charla está muy entretenida…  -Mel protestó.
-  Seguro, pero nuestros invitados ya han llegado…  -miró su reloj- hace media hora que nos esperan…
-  ¿Por qué…?  -ella empezó y recordó-  ah, el aniversario.
-  Dicho de esa manera… parece que no disfrutaste, precisamente, nuestro primer año juntos…  -alzó la ceja irónico.
-  Disfrute si… y mucho más, pero… no las fiestas…
-  No es una fiesta  -él no le dio importancia- es una pequeña reunión y, déjame recordarte que fue tú idea…
-  Vale, vale… no hace falta que te enfades…  -Mel lo abrazó.
-  Por cierto, Doménica ha venido…
-  ¿Dome está aquí?  -alzó la cabeza de golpe porque estaba a punto de darle un beso-  Pudiste haber empezado por ahí…  -pronunció saliendo presurosa…
-  Créeme que la próxima vez… lo recordaré  -dijo apenas conteniendo la risa y con la pequeña Aurora aún en brazos bajo tras su esposa.
***
En el sobrio salón les esperaban sentados: Leonardo y Danna con sus hijos: Beth, André y Danaé (la pequeña de 5 meses).  Carolina y sus padres.  Doménica con su hijo Alex y su recién estrenado esposo, Sebastien.  Su madre y los padres de Daniel.
Saludaron afectuosamente y los condujeron hasta el comedor donde se sirvió una variedad de exquisitos platos.  Conversaron animadamente y cuando empezaron a servir el postre, Mel se inclinó hacia Daniel.
-  ¿Por qué no ha venido Edu?
-  Él está… -Daniel se quedó callado-  no era conveniente.
-  ¿Por qué?  ¿Han discutido?
-  No precisamente…  él está saliendo…  -Mel le dedicó una mirada incrédula-  con Micaela…
-  ¿Con Micaela?  -gritó y todos la miraron-  Lo siento… continúen…  -murmuró azorada-  ¿Eso te ha molestado?
-  No, en absoluto.  Pero Eduardo pensó que lo mejor era no venir.
-  ¿Por mí?  -Daniel asintió-  Pero que absurdo  -dijo Mel- si a ti no te ha molestado ¿por qué lo haría a mí?  -Mel sonrió-  La próxima dile a Eduardo que es bienvenido venga con quien venga…
-  ¿En serio?  -Daniel sonrío-  Gracias por entenderlo… eres única.
-  No es para tanto…  -Mel lo besó- Pensé que se odiaban…  -murmuró y Daniel finalmente se río.
***
-  ¿Cómo estás Dome?  -Mel sonrío al ver que Dome le restaba importancia con las manos.
-  Bien, aparentemente y ¿tú?
-  Mucho mejor ahora que ha pasado lo del parto… -Mel bromeó-  por cierto, no he tenido la oportunidad de agradecerte…
-  ¿Por qué?  -Dome la miró extrañada.
-  Hay tantas cosas, en realidad…  -Mel se sentó a su lado-  pero por una en especial: la tercera opción…
-  ¿La tercera…?  -Dome sonreía-  ¡Ah! ¿Entonces la sabías?
-  No, en realidad me costó encontrarla  -Mel decía melancólica-  Aquel año me enseñó tantas cosas… entre ellas que siempre hay una tercera opción: la soledad.  En ese momento necesitaba estar libre de una relación para pensar claramente… para aclarar mis sentimientos.  Tú críptico consejo me llevó a la paz que necesitaba…
-  ¡Cuánto me alegro, Melina!  -Dome la estrechó en un abrazo.
-  Si, y el reencontrar a Daniel me dio la felicidad…  -dijo sonriendo.
-  Pues, tu amado viene para acá…  -río Dome mientras él abrazaba a Melina por detrás y le susurraba algo al oído que hizo que ella se sonrojara-  ¡Mira!  ¡Han cambiado los papeles!  Ahora eres tú la que se sonroja  -bromeó Dome haciendo que el carmesí subiera de tono y riendo aún fue hasta Alex que jugaba con Sebastien.
Unidos por un abrazo, Daniel y Melina elevaron sus copas para celebrar, junto a sus seres queridos, el primer año de una intensa felicidad. Sonriendo bebieron un sorbo y los invitados prorrumpieron en aplausos cuando Daniel tomó a Mel en brazos y la elevó en el aire para, finalmente depositar un apasionado beso en sus labios.
FIN

 Y llegó a su fin esta preciosa historia de nuestra querida Gabriela Ruiz, historia que  nosotras disfrutamos mucho y agradecemso que compartiera  primero en el grupo Creaciones Apsionadas y ahora en este rinconcito que tenemos. Y esperamos seguir disfutando sus historias...
Desde ya que habrá más historias  de su saga "Italia"....

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