Capítulo 35
Al separarse se evaluaron
mutuamente y mientras Mel trataba de mantener una sonrisa serena, Daniel
fruncía el ceño.
- ¿Lo hiciste?
-terció Daniel.
- Si… creo… -se corrigió- ya está todo
arreglado.
- Aja
-soltó en tono extraño.
- Seguro, Daniel. Él solo me hizo una proposición que yo… bueno
yo ya tomé una decisión definitiva… -soltó una risita nerviosa.
- ¿De verdad?
-él no sonreía
- Si yo…
- ¿Estás completamente segura? -él la miró sin emoción.
- Por supuesto, Daniel. Yo…
- Tengo algo para ti… -él le impidió continuar y ella miró
expectante lo que él extraería de aquella bolsa… algo como… ¡no podía ser posible! ¿era una broma? -se preguntó Melina- ¡maldición!
¿qué demonios estaba haciendo extendiéndole aquella rosa ante sí?- ¿Qué sucede?
Es para ti, Melina.
- ¿Cómo…?
¿Qué sucede? -Mel no podía
entenderlo- ¿Has olvidado que…?
- ¿Qué, Mel?
-él le sonrió sin humor- ¿He
olvidado qué?
- ¿Por qué…?
- Tómala… es para ti -repitió por última vez.
- Pero Daniel…
-ella quería extender su mano, de verdad, le enviaba frenéticas órdenes
que su cerebro se negaba a obedecer.
- No hace falta, Melina -él cortó su argumento restándole
importancia- ya sé cual es tu decisión.
- ¡Eso es imposible! ¿Cómo podrías…?
- ¿O lo correcto es tu indecisión? -Daniel estaba muy serio.
- ¡No!
Daniel…
- Melina, de verdad, no es necesario. Sea cual sea... el panorama no es halagador
para ninguno de los dos.
- ¿Qué quieres decir? -exclamó pero él ya se estaba alejando- Daniel espera
-le tomó el brazo- No puedes irte
así…
- Melina mi vuelo está a punto de salir… -él suavizó su expresión.
- Pero…
-ella pensó rápidamente un argumento para refutar sus conclusiones. Había tanto por decir… pero simplemente no
encontraba las palabras…- No te alejes de mí, Daniel. Yo…
- Melina…
-él soltó un pequeño suspiro mientras acallaba con un dedo sus
palabras- Hay cosas que no se pueden
cambiar. No se puede ignorar ciertas
conductas correctas. Tal vez en este
momento no lo entiendas… pero más adelante lo harás. Y llegarás a la conclusión de que fue lo
mejor… lo correcto.
- Pero…
-ella tembló bajo el contacto de Daniel.
- Sin peros, Melina. Es algo que quisiera… ¡no! -negó vehementemente- no puedo ignorar. En realidad -lo pensó mejor- No quiero ignorarlo. Es lo correcto… mi deber -concluyó mientras tomaba su rostro con ambas
manos- Adiós Melina -susurró suavemente y mientras acercaba su
rostro hacia él… besó castamente su frente y se alejó. Sin esperar una réplica. Sin mirar atrás.
Mel había quedado aturdida
por el contacto y por aquellas palabras.
No entendía nada de lo que sucedía.
Era tan absurdo. ¿Dé que estaba hablando? ¿Qué deber no quería ignorar? ¡No!
Por supuesto… su boda. Él estaba
hablando de casarse… pero ¿por qué el misterio?
Si no quería… no, él había dicho
que era lo correcto. Qué… pero… por más misterio en aquellas palabras…
ni de lejos eran una confesión de amor.
No había dicho que la amaba a ella ni se había retractado de amar a su
prometida. ¿Por qué todo tenía que ser
tan complicado? -de repente se dio
cuenta que estaba parada como una tonta ahí sola y se dio vuelta ya que él ni
siquiera le había dedicado una última mirada.
Daniel caminó con paso
firme hasta la puerta que conducía a la pista.
No quería mirar porque temía arrepentirse de su decisión y correr a
estrechar entre sus brazos a Mel y besarla hasta dejarle rendida contra
él. Era un absurdo lo que pensaba. ¿Debía quedarse y…? Claro que no.
La decisión la había tomado con la cabeza fría y había que conservarla
aunque por dentro le estuviera recorriendo una cierta reticencia a dejarla
sola… a merced de sus decisiones.
¡No! Ya todo estaba
resuelto. Además no iba echar a perder
lo que tanto le había costado… definitivamente llevaría su plan hasta las
últimas consecuencias. Aunque ello
conllevara la posibilidad de ser desdichado de por vida. Miró una última vez… Mel se había ido.
Escondida en un rincón, vio
como la alta figura de Daniel se perdía en el interior del avión… una intensa desesperación le recorrió
entera… sin darse cuenta, se había
echado a llorar.
Capítulo 36
Italia,
1 año después.
- ¡Finalmente te dignaste a venir! -la reprendió bromeando Danna mientras la
abrazaba- Estás más delgada… -miró preocupada.
- ¡Tú sigues igual de fabulosa! -terció Mel riendo- Y no estoy más delgada, son ideas tuyas…
aunque sería muy halagador -se burló.
- ¡Qué gusto tenerte aquí, Melina! -su cuñado besaba su mejilla- Vamos, en casa nos esperan Beth y André.
- ¡Ya quiero verlos! ¿Cómo están mi niña y mi travieso?
- Creciendo…
-río Danna- te extrañan mucho,
Mel…
- Ya no Danny
-se río de su hermana- ya estoy
de vuelta -dijo y ambos asintieron
entendiendo el doble fondo de aquellas palabras pronunciadas tan
despreocupadamente.
- Y cuéntame… ¿qué has hecho en este tiempo?
- ¡Ay Danna!
Te escribí por lo menos cada mes contándote los pormenores y me
visitaste dos veces… pero, no hay novedades.
Me va muy bien en mi nuevo empleo y he buscado un piso más céntrico.
- ¿Has considerado mi propuesta? -Danna la miró interrogante.
- La verdad… si
-Mel desvió la vista incómoda.
- Más adelante podrán seguir platicando,
Danna. Ahora vamos al auto pronto que
los niños deben estar ansiosos -terció
Leonardo sonriendo logrando distender aquel aire tan cargado.
***
Ni bien dieron la última
vuelta para llegar a la mansión, Melina enseguida empezó a recordar lo sucedido
en aquella misma salida, frente aquel portón cuando Daniel la esperaba. ¡No!
Por eso se resistía a volver a Italia.
Sabía que a cada paso recordaría a Daniel… pero eso no era más que una
excusa. Para recordar a Daniel no
necesitaba estar en un lugar determinado… ni siquiera mirar un objeto
determinado. Él estaba presente en su
vida pero… no como algo destructivo. Era
curioso, pero el recuerdo de Daniel no le hacía daño. En realidad sentía un vacío asfixiante pero…
le permitía seguir con su vida.
Normalmente… bueno, casi. Porque
su vida ya no era la misma. Habían
sucedido muchos cambios positivos durante ese año. Empezando porque se había negado a la
petición de Diego y, aún más, cortó toda relación con él. No había sido fácil que él se resignara a
dejarla en paz. Hasta el último instante
intentó utilizar todo tipo de chantaje emocional… le dolía verlo así, hasta cierto punto le
tenía lástima. Incluso, simpatía porque finalmente, había mostrado con hechos
que se había reformado. Había madurado
tan de repente que ni siquiera se había dado cuenta de que él ya no salía
frecuentemente, ya no se le veía con multitud de mujeres, a pesar de que lo
seguían y… lo más sorprendente… se había
enfrascado completamente en el trabajo.
Era un cambio radical, que se había negado a creer, pensaba que tal vez
solo era algo temporal… pero no. Hasta
el momento seguía así, a pesar de que ya había pasado seis meses desde su
“redención”. Incluso habían hablado una
o dos veces. Se mostraba más maduro y
aquel aire de seductor ya no era un escudo, hasta se permitía sonar
inseguro… ¡Estaba irreconocible! Aún así, ella ya no sentía nada. Lo veía y solo sentía simpatía. Nada más.
Había pensado que tal vez se notaría vulnerable frente a él por su cambio…
pero no. Ni aunque hablara de amor… él
no era más que parte de su pasado. Era
un alivio, en cierta manera, saberse finalmente libre y segura de lo que se
quería… lo que se deseaba y necesitaba… lo que amaba. A pesar de que ya no
estuviera a su alcance… a pesar de las circunstancias… amaba a Daniel
Cabalganti y… no iba a hacer nada para cambiar eso. Él había sido lo más real de su vida… aún
ahora lo seguía siendo… y no sabía si
alguna vez cambiaría eso.
***
Una vez efectuados los
abrazos y pequeñas charlas de bienvenida, Mel subió a su habitación y la
encontró tal y como la había dejado la última vez. Recorrió lentamente cada tramo de la
habitación. Era tan elegante y…
familiar. Le estaba viendo otra cara a
Italia… empezaba a sentirse como si hubiera regresado a casa. ¡Qué locura! Pero tal vez Danna tuviera razón
en sus sugerencias de ir a vivir en Italia.
Sería una experiencia totalmente nueva, podría finalmente pasar tiempo
de calidad con su única hermana, con la que no había crecido, pues Danna y sus
padres siempre vivieron en Ecuador y ella, desde que tenía 6 años, vivía en
España con una tía. Había sido doloroso
estar con su familia solo en vacaciones pero… eso era pasado. Ahora veía un futuro brillante, rodeada del
cariño de aquella familia que estaba en la sala, tal vez… hasta se decidiera a
tener un hijo propio. Sola. Como lo había hecho Doménica.
Se asomó por la ventana y…
el mundo se vino a sus pies. Tenía que
ser una coincidencia. Por supuesto… no
podía ser el auto de Daniel. Aunque… era muy probable que lo fuera. Pero nadie bajó del auto. En un instante,
había acelerado desapareciendo de su vista.
- ¿Volvería a ver a Daniel en algún
momento? -se preguntó en voz alta- Probablemente si… si de verdad consideraba
quedarse a vivir en Italia.
Capítulo 37
Recorría los jardines a
paso lento. Aspiró el aroma de aquel
rosal que una vez le había recordado a Diego.
Ahora, ya no lo hacía más. Su
pelea con las rosas había terminado
-sonrío y siguió su camino- Su
hermana le había invitado para participarle de una maravillosa noticia. Estaba embarazada nuevamente… por eso estaba aún
más radiante. Se sentía realmente
feliz. Al convivir con ellos se había
dado cuenta que no eran lo que imaginaba.
Siempre había creído que todo era total armonía entre Leonardo y Danna…
pero no era así. Tenían sus desacuerdos
pero… lo discutían respetando sus puntos de vista. Tal vez se alteraban un poco pero solo porque
los dos eran unos tercos. ¡La pareja
perfecta ja! -había dicho su hermana-
eso no existe, Mel. Pero aquel
matrimonio funcionaba a pesar de todo.
La clave es la comunicación
-había comentado su hermana y era cierto. El consenso no tardó en llegar porque
Leonardo cedió en su posición haciendo que Danna aceptara trabajar solo hasta
los 5 meses de embarazo cuando ella quería hacerlo hasta el final. Sonriendo ellos se habían reconciliado… parecía tan sencillo -suspiró y de pronto deseó tener esos
pequeños desacuerdos- discutir riendo
como lo hacía con Daniel… intentando que él se riera dejando de lado su
seriedad habitual… que bromeara como solo él podía hacerlo.
Para cuando se dio cuenta,
ya estaba frente a un auto mientras manejaba hasta la heladería. Los dueños la recibieron sonriendo. No se habían olvidado de ella. Pero… algo la extrañó. Le preguntaron si ya era novia de
Daniel. No -contestó triste- él está casado ¿no lo sabían? Ellos asintieron y desviaron el tema.
Terminó su helado y empezó
a vagar por aquellos rumbos que eran tan familiares como si los hubiera
recorrido toda su vida. Pasó por aquella
pequeña desviación y parecía que hubiera sido ayer cuando habían estado
abrazados con Daniel, riendo y hablando de sus vidas. Él conocía todas sus facetas… incluso la
neurótica -sonrió- y ella también lo conocía… ya no tenía dudas. E, increíblemente, le empezó a encontrar
sentido a las palabras de Daniel… las últimas palabras que le había dirigido
antes de despedirse…
- Melina…
-se paró de golpe. Alguien se
acercaba y apostaría la mitad de su vida a que era…
- Daniel…
-pronunció y se volteó a mirarlo.
Si, efectivamente, él estaba ahí.
¿Sería un sueño? Tal vez se quedó
dormida y… Pero parecía tan real… sin
detenerse a pensar le rozó ligeramente-
Eres… real…
Daniel se rió al ver la
perplejidad en el rostro de Melina.
Estaba hermosa aunque un poco pálida.
Pero aún así… se alegraba tanto de finalmente tenerla a su lado.
- Me has hecho esperar bastante… -él murmuró desviando la vista- un año y
veinte días para ser exacto.
- ¿Has llevado la cuenta? -Mel sonrió.
- ¿Tú no?
- Claro que si.
Con horas incluso -admitió
riendo.
- Así que es cierto… -él la miró-
de verdad estás aquí…
- Es lo mismo que yo estaba preguntándome… Daniel
-ella caminó un poco- ¿qué haces aquí?
- Es lo que yo estaba a punto de preguntarte a
ti… -él le tomó la mano tan levemente
que ella sintió un pequeño calorcito.
- Yo… yo vine a visitar a mi hermana…
- ¿Nada más?
- Claro que hay algo más, Daniel… tú lo… -de pronto se detuvo a mirarle la mano que
apretaba la suya- ¿Por qué no llevas
aro? -frunció el ceño sin notarlo.
- Si te gustan los aros me pongo los que
quieras -él alzó su ceja irónico ante la
mirada indignada de ella.
- Daniel, es serio. ¿Por qué…?
- ¿Por qué lo llevaría? -él se hizo el desentendido.
- ¡Como que por qué! Por qué es lo que se supone llevan los
hombres casados…
- Si, estoy completamente de acuerdo… -Daniel sonreía.
- ¿Qué me he perdido? -Mel lo miraba interrogante- ¿Qué es tan gracioso?
- Nada… solo que es cierto… lo llevan los
hombres casados…
- Entonces ¿por qué…? -Mel empezó a entender. ¿Será que Daniel le estaba insinuando
que…?- Daniel Cabalganti, ¿estás casado?
- ¿Es una propuesta? -Daniel sonrió ante la mirada asesina de
ella- Supongo que…
- Nada de supongo que… lo estás si o no -Mel estaba a punto de sonreír por aquella
situación absurda.
- No, a menos que tú aceptes ser mi
esposa… -Daniel estaba serio y Mel
estuvo a punto de caer redondita a sus pies.
Capítulo 38
- ¿Qué?
-Mel lo miró de hito en hito y Daniel empezó a esbozar una sonrisa- ¿Estás diciendo que no te casaste?
- No
- Pero tu boda… hace un año… tú…
- Yo cancelé esa boda, Melina. La cancelé un minuto antes de viajar a
España…
- ¿Cuándo viajaste…? -Mel se quedó perpleja- ¿Te refieres a que la cancelaste antes de
nuestra cena y…? -se sonrojó.
- … Y de nuestro beso -él concluyó-
Si, lo hice.
- Pero… yo pensé que… -Mel se río-
Ahora lo entiendo todo. Por
supuesto. Tus palabras… tú querías que
decidiera por mí misma… ese era tu deber ¿cierto?
- Si
-Daniel asintió- habría adorado
quedarme a tu lado mientras enfrentabas todas esas decisiones pero, no quería presionarte,
Melina. Deseaba que si tú venías a mí,
fuera por voluntad propia. No por
venganza ni por obligación… sino por…
- Amor…
-concluyó Melina echándose a sus brazos-
¡Cuánto te extrañé, Daniel!
Lamento haber tardado tanto…
- No tiene importancia -susurró él contra su pelo- te habría esperado hasta el último instante…
- Te amo, Daniel… -Mel tomo su cabeza y la bajó hasta la
suya- ¿Qué esperas para besarme?
- ¡Pequeña impaciente! -se rió y en el último instante antes de
fundirse en un apasionado beso susurró- Finalmente… te amo Melina.
Y sonriendo se desvaneció
el mundo a su alrededor. El amor que los
había llevado a separarse finalmente los unía con mano de hierro. Un año había sido el tiempo que le tomó hacer
que volvieran… pero, que más daba. A
otros les costaba toda una vida encontrar al amor de su vida, si es que eso
existía, pero viendo a la pareja que yacía estrechamente abrazada en mitad del
campo… bien se podía concluir que… si.
***
La boda había sido discreta. Se celebró en los jardines de la mansión de
Daniel. Todo era muy sencillo e incluso
la novia hizo su aparición con un vestido simple que lograba resaltar su
belleza natural. Con su hermoso cabello
negro suelto, el ligero velo revoloteaba alrededor de su cabeza mientras la
brisa no le dejaba ni un solo cabello en el lugar correcto. Qué iba a hacer -pensó Melina- ella nunca sería tan perfecta como su hermana
ni tan hermosa como Dome. Incluso la
naturaleza estaba de acuerdo.
Pero no el novio que la
esperaba en el altar. En cuanto Melina
llegó a su lado, sola, sin que nadie la condujera, pues así había vivido, él le
sonrió con una ternura tal que sintió como su estómago se encogía. Te amo
-susurró atrapando con su pulgar una lágrima que se deslizaba por su
mejilla- de ahora en adelante siempre
estaré contigo… a tu lado -Daniel
sonrió- Ya no estás sola…
- ¿Cómo supiste…? -estaba preguntado ella cuando el sacerdote
se aclaró la garganta, obligándola a guardar silencio, y empezó la ceremonia.
***
- Te encanta escapar ¿verdad? -Daniel sonrió mientras era arrastrado por
Melina.
- ¿A ti no?
-Mel no lo miró.
- Claro que si… pero no creo que sea lo
correcto cuando es nuestra propia fiesta
-él río mientras Mel sofocaba un bufido de impaciencia pues no se
decidía por el camino a tomar.
- ¡Me rindo!
Esto es un laberinto, Daniel…
- ¡No estoy de acuerdo! Y no solo porque sea nuestra casa -dijo duramente pero apenas conteniendo la
risa- Si me dejaras guiarte…
- Soy una mujer de costumbres, Daniel -Mel río aunque estaba algo sonrojada- Tendré que considerar la sugerencia…
- ¿Sugerencia?
-Daniel la miró incrédulo- Si
quieres llegar a alguna parte es mejor que yo tome el control -y sin esperar respuesta la tomó entre sus
brazos y la cargó hasta su habitación.
- ¡Daniel!
¡Bájame! -Melina reía y
disfrutaba de estar entre los brazos de su esposo.
- ¡Cómo ordene, señora Cabalganti! -dijo riendo mientras la depositaba en la
cama y él se colocaba encima.
- ¡Daniel!
¡Sabes que no me refería a esto!
-ella se removió juguetonamente mientras le acariciaba la espalda
lentamente.
- ¿Entonces?
¿Tal vez querías esto? -preguntó
empezando a acariciar con suma destreza cada una de las partes de su cuerpo. No dejaba de explorar con sus manos mientras
le despojaba… despacio... de su vestido de novia. A cada centímetro de piel que
descubría, le llenaba de atenciones… con su boca cubrió la boca de Melina…
acallando sus palabras y suspiros. Mel
era una mujer apasionada, sus manos empezaron a explorar con una extraña
timidez el cuerpo de su esposo… pero las barreras empezaron a desaparecer… solo
podía pensar en Daniel y en tenerlo tan cerca de ella como fuera posible. Sus almas ya estaban unidas para siempre…
ahora solo restaba la unión de sus cuerpos…
El tiempo voló. Se amaron de mil maneras distintas. Fue una experiencia única para los dos… Tan única como la primera vez.
- Eres tan bella, Melina… -Daniel la acunó contra su cuerpo- cada vez… es distinto…
- Mejor…
-río Melina abrazándose a él- Te
amo, Daniel.
- Yo te amo, Melina. No tienes idea cuanto… -susurró mientras le acariciaba su larga
melena negra- Recuerdas…
- ¿Qué?
-lo miró con los ojos entrecerrados por el sueño.
- Te dije que eras única… pero… no es
suficiente…
- Si…
-ella murmuró somnolienta- yo
dije que eras especial…
- Aja…
- Y sin duda… eres mucho más que eso… -dijo
antes de suspirar ligeramente y perder el hilo de sus pensamientos- Siempre me pasa… -murmuró pero él no pudo preguntar que quería
decir porque Mel ya estaba dormida.
- Amore mío… -sonrió
dejando ya que el sueño se apoderara de él y pasando un brazo por su cintura,
se durmió.
Epílogo
Italia,
(nuevamente), 1 año después.
- ¿Dónde está Melina? -Daniel preguntaba al ama de llaves que le
señaló el cuarto de la pequeña Aurora-
Debí imaginarlo… gracias.
Se encaminó hasta el cuarto
de su hija de casi tres meses. Sonrió al
ver como Mel estaba sentada con Aurora en el regazo. Se la veía tan serena y muy enfocada en su
nuevo papel de mamá… y no era la única.
- Daniel ¿qué haces ahí? -Melina alzó risueña su cabeza- No te quedes en la puerta… entra.
- Como usted ordene, señora -bromeó logrando que ella soltara una risita
y con paso firme pero con inusual delicadeza se acercó a besar la frente de la
pequeña y a Mel le rozó la mejilla-
¿Quieres que la cargue yo?
- En un momento… -Mel la miró una vez más y sonriendo le
extendió la niña a Daniel- Quiero
hacerte una pregunta… desde hace algún tiempo…
- ¿Si?
-inquirió absorto en la bebé que tenía en brazos.
- Si, pero no ahora… evidentemente no estas
disponible…
- Por supuesto
-él dijo sin escucharla.
- Aunque te dijera que estoy embarazada otra
vez… -soltó irónica
- Tienes razón
-ni siquiera la miraba- ¿algo
más?
- Daniel, no me estás escuchando… -se quejó
haciendo pucheros y finalmente él la miró-
te dije que estaba embarazada y eso…
- Es imposible…
-comentó Daniel y Mel se río.
- Claro que lo es, pero quería saber que tanta
atención me ponías. Por tu cara ninguna…
- No te enfadas ¿cierto? -Daniel puso aquel gesto que la volvía loca
- No… puedo aceptar que pongas atención a otra
mujer… -Mel sonrío- siempre que sea nuestra hija… está bien.
- Si –él
sonrió- ahora ¿cuál era tu pregunta?
- ¿Por qué…
-ella se encaminó a mirar por la ventana- tú… confesaste amar a Micaela?
- ¿Qué?
-¿a qué venía esa pregunta?- ¿por
qué después de tanto tiempo tú…?
- Es algo que siempre quise saber… -ella soltó con una sonrisa y él respiró
aliviado porque no era un reproche- ¿Me
mentiste o no?
- Creo que si escojo una de las dos opciones saldré
mal parado -él se colocó al lado de
Mel- Fue una forma de auto
convencimiento…
- ¿Auto convencimiento? Pensé que era a mí a
quien querías…
- A los dos
-aclaró- Mel, desde que empecé a
pasar tiempo contigo yo miré al amor de otra manera. Siempre estuve convencido de que el amor solo
era un concepto utópico propio del inicio de un romance pero tú… a pesar de lo
herida que estabas… creías en el amor.
Era impactante ver tu punto de vista tan distinto al mío. Yo era aún más práctico e independiente…
Micaela no invadía mi espacio de ninguna forma… y hasta cierto punto eso me
complacía. No teníamos nada en común y
pensé que ese era algo a favor… ella
cumpliría los compromisos que yo tanto odiaba y yo cumpliría con mi deber en
los negocios que tanto le disgustaban.
Era una unión esperada y conveniente.
Estaba tan seguro de eso que el replantearme la situación fue un golpe
severo a mi confianza… y todo por ti.
Por tus pensamientos -él tomó la
mano de Mel- y como mi cerebro trataba
de controlarlo todo… simplemente trato de convencerme de que era lo correcto…
de que si seguía con Micaela era porque la amaba… y surgieron las palabras…
- No las digas…
-ella lo miró- ahora sé que
podríamos llamarla una “mentira inconsciente”
-apretó su mano- pero… ¿cómo
lograste separarte de ella? Seguro no
fue fácil…
- No, no lo fue… -él se llevó su mano a los labios- Fue difícil convencerla de que no existía
amor entre nosotros… ella no aceptaba que era conveniencia lo que nos unía…
comodidad… pero, ¿sabes lo que es la humillación para una mujer de su
tipo? Eso fue a lo que apelé… si no
accedía a cancelar ella el compromiso lo haría yo… frente a todos…
- ¿De verdad se lo planteaste así? -Melina podía imaginarse la cara de Micaela
cuando vio la férrea decisión en Daniel-
Pero tú odias los escándalos… prefieres un perfil bajo…
- Efectivamente… pero ella no estaba tan segura. Y finalmente se resignó… aunque yo tuve que
pagar por lo que conlleva cancelar una boda con prácticamente todo listo.
- Debiste obligarme a venir contigo… -Mel pensó en voz alta- así ya teníamos todo listo y solo restaba
decir si acepto -se rieron por la
ocurrencia.
- Lo hubiera hecho… pero debías arreglar tus asuntos sola… lo sé.
- No te equivocaste. Si me hubieras obligado, habría huido…
- Tenía una ligera idea… -él ladeó la cabeza y de pronto dijo- Me has hecho olvidar por completo a qué
venía…
- No… la charla está muy entretenida… -Mel protestó.
- Seguro, pero nuestros invitados ya han
llegado… -miró su reloj- hace media hora
que nos esperan…
- ¿Por qué…?
-ella empezó y recordó- ah, el
aniversario.
- Dicho de esa manera… parece que no
disfrutaste, precisamente, nuestro primer año juntos… -alzó la ceja irónico.
- Disfrute si… y mucho más, pero… no las
fiestas…
- No es una fiesta -él no le dio importancia- es una pequeña
reunión y, déjame recordarte que fue tú idea…
- Vale, vale… no hace falta que te
enfades… -Mel lo abrazó.
- Por cierto, Doménica ha venido…
- ¿Dome está aquí? -alzó la cabeza de golpe porque estaba a
punto de darle un beso- Pudiste haber
empezado por ahí… -pronunció saliendo
presurosa…
- Créeme que la próxima vez… lo recordaré -dijo apenas conteniendo la risa y con la
pequeña Aurora aún en brazos bajo tras su esposa.
***
En el sobrio salón les
esperaban sentados: Leonardo y Danna con sus hijos: Beth, André y Danaé (la
pequeña de 5 meses). Carolina y sus
padres. Doménica con su hijo Alex y su
recién estrenado esposo, Sebastien. Su
madre y los padres de Daniel.
Saludaron afectuosamente y
los condujeron hasta el comedor donde se sirvió una variedad de exquisitos
platos. Conversaron animadamente y
cuando empezaron a servir el postre, Mel se inclinó hacia Daniel.
- ¿Por qué no ha venido Edu?
- Él está… -Daniel se quedó callado- no era conveniente.
- ¿Por qué?
¿Han discutido?
- No precisamente… él está saliendo… -Mel le dedicó una mirada incrédula- con Micaela…
- ¿Con Micaela?
-gritó y todos la miraron- Lo
siento… continúen… -murmuró azorada- ¿Eso te ha molestado?
- No, en absoluto. Pero Eduardo pensó que lo mejor era no venir.
- ¿Por mí?
-Daniel asintió- Pero que
absurdo -dijo Mel- si a ti no te ha
molestado ¿por qué lo haría a mí? -Mel
sonrió- La próxima dile a Eduardo que es
bienvenido venga con quien venga…
- ¿En serio?
-Daniel sonrío- Gracias por
entenderlo… eres única.
- No es para tanto… -Mel lo besó- Pensé que se odiaban… -murmuró y Daniel finalmente se río.
***
- ¿Cómo estás Dome? -Mel sonrío al ver que Dome le restaba
importancia con las manos.
- Bien, aparentemente y ¿tú?
- Mucho mejor ahora que ha pasado lo del parto…
-Mel bromeó- por cierto, no he tenido la
oportunidad de agradecerte…
- ¿Por qué?
-Dome la miró extrañada.
- Hay tantas cosas, en realidad… -Mel se sentó a su lado- pero por una en especial: la tercera opción…
- ¿La tercera…?
-Dome sonreía- ¡Ah! ¿Entonces la
sabías?
- No, en realidad me costó encontrarla -Mel decía melancólica- Aquel año me enseñó tantas cosas… entre ellas
que siempre hay una tercera opción: la soledad.
En ese momento necesitaba estar libre de una relación para pensar
claramente… para aclarar mis sentimientos.
Tú críptico consejo me llevó a la paz que necesitaba…
- ¡Cuánto me alegro, Melina! -Dome la estrechó en un abrazo.
- Si, y el reencontrar a Daniel me dio la
felicidad… -dijo sonriendo.
- Pues, tu amado viene para acá… -río Dome mientras él abrazaba a Melina por
detrás y le susurraba algo al oído que hizo que ella se sonrojara- ¡Mira!
¡Han cambiado los papeles! Ahora
eres tú la que se sonroja -bromeó Dome
haciendo que el carmesí subiera de tono y riendo aún fue hasta Alex que jugaba
con Sebastien.
Unidos por un abrazo,
Daniel y Melina elevaron sus copas para celebrar, junto a sus seres queridos,
el primer año de una intensa felicidad. Sonriendo bebieron un sorbo y los
invitados prorrumpieron en aplausos cuando Daniel tomó a Mel en brazos y la
elevó en el aire para, finalmente depositar un apasionado beso en sus labios.
FIN
Y llegó a su fin esta preciosa historia de nuestra querida Gabriela Ruiz, historia que nosotras disfrutamos mucho y agradecemso que compartiera primero en el grupo Creaciones Apsionadas y ahora en este rinconcito que tenemos. Y esperamos seguir disfutando sus historias...
Desde ya que habrá más historias de su saga "Italia"....
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