Eric chascó la lengua
con rabia, al saber que estaba perdido lo que llevaba unos días guardándose
para sí.
Un secreto, que iba a
dejar de serlo.
¿Era realmente el
momento de decirlo? Oh al tener un aliado, aún le fastidiaría más el asunto,
porque no lo dejarían tranquilo.
-¡Laia! –Exclamó con
los ojos desorbitados-. Esa víbora idiota –Soltó en un gruñido-. ¿Otra vez
vuelves a estar con ella?
Las puertas se abrieron
en un último sótano del edifico “A”, mostrándoles un corto pasillo flanqueado
por un guardia de seguridad. Quien se puso en pie detrás del mostrador, al ver
quien era la persona que llegaba.
-¡Yo no vuelvo a estar
con ella! –Gruñó con enfado-. Y es más, nunca ha sido mi pareja –Rebufó con
enfado acercándose a firmar la hoja de entradas-. Ya sabes que ha sido un rollo
de varias noches.
Elisabeth, firmó también
la hoja tras él y pasó por la puerta de escáner, antes que él con pisadas
fuertes y se giró entonces, a enfrentarlo con mal humor.
-Desde luego, debo
decirte que a pesar de que sea un a chica guapa, se ve a mil leguas que es una
furcia como…
-Ya vale –La frenó sin
dejar de decir la resalía de insultos que tenía en la punta de la lengua-. Sabes
de sobras, que fue en un momento débil…
-Más borracho que una
cuba –Sentenció Elisabeth con cierto sarcasmo-. Pero las otras veces, no fue
así –Inquirió alzando una ceja.
-Uno, tiene derecho a
tener algún momento de… -Volteó los ojos al techo con fastidio, por no creerse
de que estuviera hablando de aquello en un lugar, que pasaban constantemente
bastantes personas-. ¡Ya me entiendes!
Acabó gruñendo bastante
rabioso.
-Entonces –comenzó con cierto
despecho-, ayer volviste a tener un momento de esos –Soltó asqueada.
-No –Gruñó-. Yo estaba
dormido en mi sofá, cuando esa idiota entró en mi piso, con una llave que yo no
le he dado –Descubrió con rabia.
-¡Ho! –Se sorprendió
Elisabeth-. ¿Cómo lo hizo?
-Hizo, que el conserje
del edificio hablara con mi madre-. Escupió consternado.
-Es una serpiente –Achicó
Elisabeth los ojos-. Nunca me ha caído bien. Pero tiene a tú madre muy
engañada.
-Lo se –Suspiró hundiéndose
de hombros-. Me despertó al intentar tumbarse conmigo en el sofá.
-Encima idiota –protestó-,
por una vez que estas durmiendo.
Eric sonrió por el
respaldo de su compañera y amiga.
-Me senté aturdido,
mientras que le exigía de su presencia allí –continuó confesando con gran abatimiento
en sus palabras, porque hubiera sido
pillado así por su vecina-. Ella, se arrodilló enfrente de mí y me besó… Justo,
cuando aparecía Yola.
-Comprendo –bajó la
mirada-. No, espera –Frunció el ceño-, no comprendo.
Sabía que Elisabeth no
era tonta, tenía muy buen olfato para hallar cuando uno se guardaba algo para
sí.
-Me dio rabia que Yola,
me descubriera así con otra chica –Admitió con cierto fastidio-. Pero lo que
ocurrió en verdad, es que ella se avergonzó por sorprenderme en algo íntimo.
-Pero le explicaste que
aquello no era…
Eric negó en un gesto
de cabeza.
-No pude, pues Laia
salió también a la terraza y ya sabes como es…
-¿Cuándo siente su presa
amenazada? –Intervino con una ceja alzada y cierta sonrisa pintoresca-. Así que
dime –Se acercó a él, para propinarle un codazo en sus costillas-. ¿Resulta
nuestra bella he inocente pelirroja, una amenaza para tus admiradoras?
Como respuesta, Eric
solo supo guiñarle un ojo y entrar por la puerta que conducía a su laboratorio.
Dejando a su amiga, con una mirada soñadora.
¡Dios, menuda calor que
hacia aquel viernes por la noche!
Estaban en la tercera
semana del mes de Julio, y las temperaturas en el termómetro no paraban de
subir.
Aquello le gustaba,
pero quitando la humedad que había en aquella ciudad al ser ésta costera.
Acababa de darse una
ducha y ahora, esperaba a que su madre acabara de hacer la cena. Mientras,
había salido al balcón como lo hacia todas las noches.
Habían pasado tres
semanas, desde que había ocurrido aquella situación extraña con Eric. Y aún
así, pasado todo aquel tiempo sin verlo. No comprendía muy bien, lo que había
sucedido.
Y admitía, que lo
echaba de menos.
Pero aquello no pensaba
confesárselo en ningún momento. Sino iba ha convertirse en un pelmazo de
primera categoría. Pero todos aquellos días, sin tener a nadie con quien poder
meterse, la estaban matando de aburrimiento.
Había tratado de
comprender, el cargo que él tenía en la empresa farmacéutica. Pero tanto como
Albert y Elisabeth, no acababan de concretarle del todo la postura del chico.
Solo sabían decirle, que
hacía un poco de todo en todas las áreas. Y que ésta última vez, le había
tocado participar de ayuda en los congresos que iban a realizarse por algunas
ciudades de Europa.
¿Cuánto tiempo más iba
a estar fuera? Se preguntó soltando un suspiro, y mirando una vez más hacia el
balcón vecino.
Otro punto que no lograba comprender, era que
aún tuviera aquel pequeño sabor amargo en la boca, cuando a su mente volvía el
recuerdo de Eric, besando los labios de aquella arpía. Aquella imagen le hervía
la sangre, pero también le creaba una sensación de tristeza.
Pero aquello no tenía
que ser así. A ella, no tenía que importarle aquello. Como tampoco tenía que
detenerse a pensar, que él pudiera estar en aquel momento rodeado por alguna
chica, de la ciudad en donde se hallara en aquel instante.
Pues gracias a
Elisabeth, que todavía no comprendía porque había sacado un día como
conversación, el nombre de Laia y todos los adjetivos, que le iban como un
gante. Para indicarle que no era novia de Eric.
Simplemente, una pesada
que lo tenía en el centro de su diana, como futuro rico marido.
Sí, aquel era otro
punto que aún le dejaba los ánimos por los suelos. Él, era un chico con dinero.
Y puede, que por el momento la trataba por simple curiosidad o diversión.
Y un tiempo después,
siguiera con su vida habitual.
¡Pero que idiota era!
Como podía decir
aquello, cuando ni siquiera sabía si él iba con ella.
Por favor, si solo la
llevaba al trabajo y le hablaba por ser su vecina. Como bien había dicho Laia, era una niña. Entre ellos,
había toda una vida…
Simplemente, tenía que
valorarlo como una persona más que se cruzaba en su camino, a lo largo de la
vida porque el destino lo marcaba así.
Tenía que quitarse
aquellas tonterías de la cabeza.
Además, no podía estar
triste. Por el poco tiempo que llevaba en aquella ciudad, había hecho un
pequeño grupo de amigos en el trabajo. Que sabía que no iba a perder, en cuanto
comenzara el instituto.
El sonido de su móvil,
hizo que girara su cabeza al interior del dormitorio con cierta ansia.
¿Y si se trataba de él?
Otra cosa que le sabía
mal, es que ni siquiera había sido capaz de hacerle llegar, un mísero mensaje.
Se acercó hasta su
escritorio, con falta de aliento para ver el nombre de Elisabeth, brillando en
su pantalla táctil.
Frunció el ceño, al no saber
por qué la llamaría un viernes a las nueve de la noche. Pero aún así, descolgó
con una sonrisa en el timbre de voz, pues estaba encantada con aquella amistad.
-Dime loca –La saludó tumbándose
en la cama.
-Te llamaba para
invitarte a salir ésta noche –rió la joven al otro lado del teléfono.
-¿Salir? –Preguntó sorprendida
por aquella invitación, al ser muy visible la diferencia de edad entre ellas
dos.
Pero a lo mejor, se estaba
adelantando a los acontecimientos y Elisabeth, solo quería salir a tomar un
helado y dar una vuelta por la rambla.
-Sí, unos amigos míos
viven tocando la playa y hacen hoy una fiesta –Siguió explicándose muy animada.
-Pero… -Comenzó con
tono tímido-. Yo soy…
-Mí amiga –La interrumpió
la otra chica-. Y puedes estar tranquila, pues nadie va ha decirte nada por ser
una adolescente cercana a los dieciséis años.
-Pero…
Intentó interrumpir, exponiendo
una vez más sus diferencias.
-Yola, deja atrás esa
tontería de la edad –Volvió a reír-. Puedo asegurarte, que tu edad no tiene nada
que ver con tu inteligencia. Así que déjate de tonterías y pregúntale a tú
madre, si te deja venir.
Aquello sí que le sacó
una mueca, al saber que su madre iba ha ser la primer en animarla, para que
saliera aquella noche y se lo pasara bien con sus nuevos amigos.
-Espera, que voy a
decirle –Dijo incorporándose de la cama y saliendo del dormitorio, para ir en
busca de su madre a la cocina.
Ésta, se encontraba
pelando unas patatas al ritmo de una canción, que solo ella sabía cual era por
la forma de tararearla.
-¡Hola pequeña! –La saludó
sonriente-. Ya mismo tendré la cena lista.
La miró un segundo en
silencio, al tiempo que se mordía el labio inferior nerviosa por lo que pudiera
decirle la mujer.
-Mamá, es que tengo al teléfono
a Elisabeth en espera, para saber si me dejas salir ésta noche…
Su madre soltó de
sopetón el cuchillo y la patata, para acercarse a ella muy sonriente.
-¡Pues claro que sí
cariño! ¿Quieres que te deje algo de ropa? –Preguntó agarrándola de los hombros,
y achicando sus ojos mientras estudiaba su aspecto.
Yola volteó los ojos al
techo de la cocina por un segundo.
-Una madre, le estaría
preguntando a dónde y con quién va –resopló-. No la animaría, ni le prestaría
ropa –Acusó con los brazos en jarra.
Judith, se rió bien
fuerte de la actitud seria de su hija.
-Exacto, pero eso lo
haría con una hija adolescente y con la cabeza, llena de pajaritos –le dio un
golpe en el brazo divertida-. Cosa que tú no lo eres.
-Voy a cumplir
dieciséis años –Soltó exasperada-. Me hallo en plena edad de rebeldía y de
experimentación.
-¿Te dejo algún
preservativo? –Señaló su madre de repente con un guiño de ojos.
-¡Mamá!
Protestó con tono
indignado, escuchando muy de fondo la risa de Elisabeth al teléfono.
-¡Ahí lo tienes! –chascó
la mujer los dedos riéndose-. Tu misma me has dado al respuesta. Se que puedo
fiarme de ti… ¿Pero vas a cenar aquí o fuera?
Volviendo a resoplar,
Yola se acercó el auricular a la oreja.
-¿Ceno en mí casa?
-No –Rió la chica-.
Cenamos en la mía y así, miramos que nos ponemos de ropa –volvió a reírse-.
Tengo mucha ropa que te vale. En diez minutos, estoy debajo de tú casa.
Y le colgó, sin darle
tiempo a protestar sobre aquel punto. Pues, un poco si que comenzaba a
desconfiar de Elisabeth. Dado que ésta había sonado algo alocada.
Mmmm qué se trae Elizabeth? Estará Eric allí? quiero más.... y a ver si esta chiquilla cae en la cuenta de que tiene loco loco a su vecino!!!
ResponderEliminar¿Y podemos arrancarle el cabello a la Laia esa o como se llame? Si?
Se llama Laia, (me parece que es catalán) Y desde cuando actúas como los bárbaros!!!!! jajajajjaa
Eliminar¿Desde siempre? jajajajaj PELEA EN EL BARROOOOOOOOOOOOOO
EliminarQue interesante está la historia. Y yo pienso que Eric estará en la fiesta, y encima Elizabeth va a poner muy mona a Yola jajajaja.
ResponderEliminarEstoy esperando con ansias el próximo capítulo jijiji.
Muchos besos
Tu olfato, para las siguientes páginas de la novela es exquisito!!!!! jajajajjajjaa
EliminarMuchso besos preciosa