lunes, 18 de noviembre de 2013

Noches En El Balcón

Eric chascó la lengua con rabia, al saber que estaba perdido lo que llevaba unos días guardándose para sí.

Un secreto, que iba a dejar de serlo.

¿Era realmente el momento de decirlo? Oh al tener un aliado, aún le fastidiaría más el asunto, porque no lo dejarían tranquilo.

-Me sorprendió con Laia –Acabó confesando con cierto pesar.

-¡Laia! –Exclamó con los ojos desorbitados-. Esa víbora idiota –Soltó en un gruñido-. ¿Otra vez vuelves a estar con ella?

Las puertas se abrieron en un último sótano del edifico “A”, mostrándoles un corto pasillo flanqueado por un guardia de seguridad. Quien se puso en pie detrás del mostrador, al ver quien era la persona que llegaba.

-¡Yo no vuelvo a estar con ella! –Gruñó con enfado-. Y es más, nunca ha sido mi pareja –Rebufó con enfado acercándose a firmar la hoja de entradas-. Ya sabes que ha sido un rollo de varias noches.

Elisabeth, firmó también la hoja tras él y pasó por la puerta de escáner, antes que él con pisadas fuertes y se giró entonces, a enfrentarlo con mal humor.

-Desde luego, debo decirte que a pesar de que sea un a chica guapa, se ve a mil leguas que es una furcia como…

-Ya vale –La frenó sin dejar de decir la resalía de insultos que tenía en la punta de la lengua-. Sabes de sobras, que fue en un momento débil…

-Más borracho que una cuba –Sentenció Elisabeth con cierto sarcasmo-. Pero las otras veces, no fue así –Inquirió alzando una ceja.

-Uno, tiene derecho a tener algún momento de… -Volteó los ojos al techo con fastidio, por no creerse de que estuviera hablando de aquello en un lugar, que pasaban constantemente bastantes personas-. ¡Ya me entiendes!

Acabó gruñendo bastante rabioso.

-Entonces –comenzó con cierto despecho-, ayer volviste a tener un momento de esos –Soltó asqueada.

-No –Gruñó-. Yo estaba dormido en mi sofá, cuando esa idiota entró en mi piso, con una llave que yo no le he dado –Descubrió con rabia.

-¡Ho! –Se sorprendió Elisabeth-. ¿Cómo lo hizo?

-Hizo, que el conserje del edificio hablara con mi madre-. Escupió consternado.

-Es una serpiente –Achicó Elisabeth los ojos-. Nunca me ha caído bien. Pero tiene a tú madre muy engañada.

-Lo se –Suspiró hundiéndose de hombros-. Me despertó al intentar tumbarse conmigo en el sofá.

-Encima idiota –protestó-, por una vez que estas durmiendo.

Eric sonrió por el respaldo de su compañera y amiga.

-Me senté aturdido, mientras que le exigía de su presencia allí –continuó confesando con gran abatimiento  en sus palabras, porque hubiera sido pillado así por su vecina-. Ella, se arrodilló enfrente de mí y me besó… Justo, cuando aparecía Yola.

-Comprendo –bajó la mirada-. No, espera –Frunció el ceño-, no comprendo.

Sabía que Elisabeth no era tonta, tenía muy buen olfato para hallar cuando uno se guardaba algo para sí.

-Me dio rabia que Yola, me descubriera así con otra chica –Admitió con cierto fastidio-. Pero lo que ocurrió en verdad, es que ella se avergonzó por sorprenderme en algo íntimo.

-Pero le explicaste que aquello no era…

Eric negó en un gesto de cabeza.

-No pude, pues Laia salió también a la terraza y ya sabes como es…

-¿Cuándo siente su presa amenazada? –Intervino con una ceja alzada y cierta sonrisa pintoresca-. Así que dime –Se acercó a él, para propinarle un codazo en sus costillas-. ¿Resulta nuestra bella he inocente pelirroja, una amenaza para tus admiradoras?

Como respuesta, Eric solo supo guiñarle un ojo y entrar por la puerta que conducía a su laboratorio. Dejando a su amiga, con una mirada soñadora.



¡Dios, menuda calor que hacia aquel viernes por la noche!

Estaban en la tercera semana del mes de Julio, y las temperaturas en el termómetro no paraban de subir.
Aquello le gustaba, pero quitando la humedad que había en aquella ciudad al ser ésta costera.

Acababa de darse una ducha y ahora, esperaba a que su madre acabara de hacer la cena. Mientras, había salido al balcón como lo hacia todas las noches.

Habían pasado tres semanas, desde que había ocurrido aquella situación extraña con Eric. Y aún así, pasado todo aquel tiempo sin verlo. No comprendía muy bien, lo que había sucedido.

Y admitía, que lo echaba de menos.

Pero aquello no pensaba confesárselo en ningún momento. Sino iba ha convertirse en un pelmazo de primera categoría. Pero todos aquellos días, sin tener a nadie con quien poder meterse, la estaban matando de aburrimiento.

Había tratado de comprender, el cargo que él tenía en la empresa farmacéutica. Pero tanto como Albert y Elisabeth, no acababan de concretarle del todo la postura del chico.

Solo sabían decirle, que hacía un poco de todo en todas las áreas. Y que ésta última vez, le había tocado participar de ayuda en los congresos que iban a realizarse por algunas ciudades de Europa.

¿Cuánto tiempo más iba a estar fuera? Se preguntó soltando un suspiro, y mirando una vez más hacia el balcón vecino.

 Otro punto que no lograba comprender, era que aún tuviera aquel pequeño sabor amargo en la boca, cuando a su mente volvía el recuerdo de Eric, besando los labios de aquella arpía. Aquella imagen le hervía la sangre, pero también le creaba una sensación de tristeza.

Pero aquello no tenía que ser así. A ella, no tenía que importarle aquello. Como tampoco tenía que detenerse a pensar, que él pudiera estar en aquel momento rodeado por alguna chica, de la ciudad en donde se hallara en aquel instante.

Pues gracias a Elisabeth, que todavía no comprendía porque había sacado un día como conversación, el nombre de Laia y todos los adjetivos, que le iban como un gante. Para indicarle que no era novia de Eric.

Simplemente, una pesada que lo tenía en el centro de su diana, como futuro rico marido.

Sí, aquel era otro punto que aún le dejaba los ánimos por los suelos. Él, era un chico con dinero. Y puede, que por el momento la trataba por simple curiosidad o diversión.

Y un tiempo después, siguiera con su vida habitual.

¡Pero que idiota era!

Como podía decir aquello, cuando ni siquiera sabía si él iba con ella.

Por favor, si solo la llevaba al trabajo y le hablaba por ser su vecina. Como  bien había dicho Laia, era una niña. Entre ellos, había toda una vida…

Simplemente, tenía que valorarlo como una persona más que se cruzaba en su camino, a lo largo de la vida porque el destino lo marcaba así.

Tenía que quitarse aquellas tonterías de la cabeza.

Además, no podía estar triste. Por el poco tiempo que llevaba en aquella ciudad, había hecho un pequeño grupo de amigos en el trabajo. Que sabía que no iba a perder, en cuanto comenzara el instituto.

El sonido de su móvil, hizo que girara su cabeza al interior del dormitorio con cierta ansia.

¿Y si se trataba de él?

Otra cosa que le sabía mal, es que ni siquiera había sido capaz de hacerle llegar, un mísero mensaje.  
Se acercó hasta su escritorio, con falta de aliento para ver el nombre de Elisabeth, brillando en su pantalla táctil.

Frunció el ceño, al no saber por qué la llamaría un viernes a las nueve de la noche. Pero aún así, descolgó con una sonrisa en el timbre de voz, pues estaba encantada con aquella amistad.

-Dime loca –La saludó tumbándose en la cama.

-Te llamaba para invitarte a salir ésta noche –rió la joven al otro lado del teléfono.

-¿Salir? –Preguntó sorprendida por aquella invitación, al ser muy visible la diferencia de edad entre ellas dos.
Pero a lo mejor, se estaba adelantando a los acontecimientos y Elisabeth, solo quería salir a tomar un helado y dar una vuelta por la rambla.

-Sí, unos amigos míos viven tocando la playa y hacen hoy una fiesta –Siguió explicándose muy animada.

-Pero… -Comenzó con tono tímido-. Yo soy…

-Mí amiga –La interrumpió la otra chica-. Y puedes estar tranquila, pues nadie va ha decirte nada por ser una adolescente cercana a los dieciséis años.

-Pero…

Intentó interrumpir, exponiendo una vez más sus diferencias.

-Yola, deja atrás esa tontería de la edad –Volvió a reír-. Puedo asegurarte, que tu edad no tiene nada que ver con tu inteligencia. Así que déjate de tonterías y pregúntale a tú madre, si te deja venir.

Aquello sí que le sacó una mueca, al saber que su madre iba ha ser la primer en animarla, para que saliera aquella noche y se lo pasara bien con sus nuevos amigos.

-Espera, que voy a decirle –Dijo incorporándose de la cama y saliendo del dormitorio, para ir en busca de su madre a la cocina.

Ésta, se encontraba pelando unas patatas al ritmo de una canción, que solo ella sabía cual era por la forma de tararearla.

-¡Hola pequeña! –La saludó sonriente-. Ya mismo tendré la cena lista.

La miró un segundo en silencio, al tiempo que se mordía el labio inferior nerviosa por lo que pudiera decirle la mujer.

-Mamá, es que tengo al teléfono a Elisabeth en espera, para saber si me dejas salir ésta noche…

Su madre soltó de sopetón el cuchillo y la patata, para acercarse a ella muy sonriente.

-¡Pues claro que sí cariño! ¿Quieres que te deje algo de ropa? –Preguntó agarrándola de los hombros, y achicando sus ojos mientras estudiaba su aspecto.

Yola volteó los ojos al techo de la cocina por un segundo.

-Una madre, le estaría preguntando a dónde y con quién va –resopló-. No la animaría, ni le prestaría ropa –Acusó con los brazos en jarra.

Judith, se rió bien fuerte de la actitud seria de su hija.

-Exacto, pero eso lo haría con una hija adolescente y con la cabeza, llena de pajaritos –le dio un golpe en el brazo divertida-. Cosa que tú no lo eres.

-Voy a cumplir dieciséis años –Soltó exasperada-. Me hallo en plena edad de rebeldía y de experimentación.

-¿Te dejo algún preservativo? –Señaló su madre de repente con un guiño de ojos.

-¡Mamá!

Protestó con tono indignado, escuchando muy de fondo la risa de Elisabeth al teléfono.

-¡Ahí lo tienes! –chascó la mujer los dedos riéndose-. Tu misma me has dado al respuesta. Se que puedo fiarme de ti… ¿Pero vas a cenar aquí o fuera?

Volviendo a resoplar, Yola se acercó el auricular a la oreja.

-¿Ceno en mí casa?

-No –Rió la chica-. Cenamos en la mía y así, miramos que nos ponemos de ropa –volvió a reírse-. Tengo mucha ropa que te vale. En diez minutos, estoy debajo de tú casa.


Y le colgó, sin darle tiempo a protestar sobre aquel punto. Pues, un poco si que comenzaba a desconfiar de Elisabeth. Dado que ésta había sonado algo alocada. 


5 comentarios:

  1. Mmmm qué se trae Elizabeth? Estará Eric allí? quiero más.... y a ver si esta chiquilla cae en la cuenta de que tiene loco loco a su vecino!!!
    ¿Y podemos arrancarle el cabello a la Laia esa o como se llame? Si?

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    Respuestas
    1. Se llama Laia, (me parece que es catalán) Y desde cuando actúas como los bárbaros!!!!! jajajajjaa

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    2. ¿Desde siempre? jajajajaj PELEA EN EL BARROOOOOOOOOOOOOO

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  2. Que interesante está la historia. Y yo pienso que Eric estará en la fiesta, y encima Elizabeth va a poner muy mona a Yola jajajaja.
    Estoy esperando con ansias el próximo capítulo jijiji.
    Muchos besos

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    Respuestas
    1. Tu olfato, para las siguientes páginas de la novela es exquisito!!!!! jajajajjajjaa

      Muchso besos preciosa

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