Por un segundo, solo uno... Se vio cumpliendo aquella inocente petición. Tumbándose junto al dulce cuerpo de la chica, y rodeándola con sus fuertes brazos para consolarla.
Pero se conocía muy bien, para saber que sus movimientos en ningún momento serían inocentes, al nivel que ella le estaba pidiendo.
Aquello. El tenerla junto a él sentada en una cómoda cama, es lo que había estado imaginándose por años, todas las noches cuando se hallaba completamente solo. Habiendo de ir más de una vez, a darse una molesta ducha de agua fría.
Sabía que visto desde afuera, si cometía una estupidez como aquella. Sería calificado como un maldito cerdo, por más de una persona.
Aunque mirando a sus ojos, tenía otro motivo para no dar ningún paso en falso.
En ellos, por más que mirara a cada minuto del día. No encontraba reflejado aquel brillo de admiración y deseo, con el que siempre le había brindado la joven.
Debía contenerse, ahora era un extraño para ella.
Ni ella era aún su Janna, ni él era su amor de juventud. No señor, ahora era su desconocido marido pero sin ningún derecho, referente a todo lo que abarcara aquella categoría.
-¿Y si mejor bajamos a la cocina, donde te prepararé un delicioso vaso de leche con cacao en polvo, como a ti te gusta? -Le preguntó con tono cariñoso y esperanzador, para que no notara toda la tensión que estaba soportando en aquel momento su cuerpo y corazón.
-¡OH, vaya! -Susurró Janna en tono apagado y bajando un momento la mirada con vergüenza.
Paul, notó rápido el cambio de actitud en ella.
-¿Qué te ocurre pequeña?
Preguntó con tono meloso, al tiempo que con suma delicadeza, agarraba la barbilla de la joven, para volver alzarle la mirada hacia él. Descubriendo asombrado que el color gris, que había dominado su tez por un buen rato a causa del pánico por aquella pesadilla, había abandonado su rostro por el precioso tono sonrosado de cuando se sentía apurada.
Solo supo devorarla con sus ojos completamente maravillado. Encantado de volver a ver algo de su Janna.
Sonriendo brevemente, al recordar que mayormente le había obsequiado con aquella expresión, cuando ella rondaba trece años y se veía contenta, porque él le prestara total dedicación cuando hacía alguna pregunta interesante, respecto al trabajo en el rancho.
Que tiempos tan hermosos.
Pensó con algo de dolor, al hallarse en la incertidumbre de si ella, volvería alguna vez ha recordar todo aquello.
-Perdona... -Soltó en un hilo de voz-. Es solo, que me di cuenta que no conozco tus gustos... Cuando tú sí -Sus mejillas volvieron a encenderse, logrando que el corazón del hombre tuviera un vuelco al verla tan preciosa como siempre.
-No pasa nada pequeña -Susurró con voz ronca, debido al enorme deseo que estaba sintiendo y tratando de controlar con gran voluntad-. Poco a poco... Ahora, vamos hacerte ese vaso de leche.
Las ocho de la mañana.
Lo poco animada que se sentía, desde que se había despertado aquella mañana no hacía mucho rato, había acabado desapareciendo en un periquete, nada más cruzar por la puerta que te llevaba a la gran cocina.
Allí, la realidad había vuelto a golpearla haciéndola sentirse en un enorme vacío.
No sabía qué hacer, observó preocupada.
Bien, lo básico era mirar en la nevera y armario por armario, hasta encontrar lo que quería... ¿Pero qué se suponía que tenía que buscar? ¿Cual era su rutina habitual? ¿Que solía desayunar? Y lo más importante en aquel puzzle roto... ¿Lo hacía sola?
¿Por qué cuando había estado allí en la madrugada con Paul, todo había parecido diferente? Menos amenazador.
Suponía, que fue el hecho de llevar en todo momento el mando y tratarla con cariño, para que se sintiera a gusto y se olvidara de la pesadilla.
Solo había tenido que quedarse sentada en la silla, y observar como el hombre se movía con toda comodidad por aquella estancia, mientras preparaba algo que al parecer a ella le gustaba mucho.
Y había tenido razón.
Aquel vaso de leche con aquel cacao en polvo la había reconfortado. En cierto sentido, lo había notado familiar.
Algo, que no lograba sentir en aquel momento en medio de aquel espacio.
Y así fue, como la hallaron Paul y Louise. En medio de la cocina, asustada y con lágrimas en los ojos a punto de brotar. Se miraron en silencio, llegando a un acuerdo mutuo de no darle importancia.
-Buenos días querida.
La saludó el ama de llaves, tratando de disimular su deseo de acercarse y abrazarla fuerte contra su pecho. Sabían que no tenían que atosigarla. Ordenes del médico y de Paul.
-¿Ya te despertaste? -Preguntó Paul.
Se acercó hasta ella sonriente, disimulando también que no se había percatado del miedo que reflejaba su rostro en aquel momento. Y pudiendo evitar así, que aún lo pasara peor por sentirse una carga.
-Sí -Respondió cogiendo aire profundamente y mirándolo fijamente-. Estoy perdida -Confesó en un hilo de voz y hundiéndose de hombros.
Paul volvió a sonreír, al tiempo que alzaba sus dos brazos para apoyar sus manos en los hombros delicados de la joven.
-Déjame ver -Le guiñó un ojo-. No sabes qué desayunar.
Ella logró sonreír de forma tímida.
Cosa, que hizo que él respirara con calma al ver que si empleaba con ella cierto tono desenfadado, lograba arrancarle una pequeña sonrisa y que relajara un poco sus nervios.
Lo que iba bien para todos.
-Un consejo que te voy a dar -Comenzó hablarle con cierta burla y volviendo a guiñarle un ojo-, es que no te fíes en nada, pero en nada... De lo que puedan decirte Louise y Thelma.
-¡Paul! -Se giró la mujer mayor desde los fogones, completamente ofendida.
-Ni caso -Siguió de humor éste, acercándose a la nevera para extraer una jarra con zumo de naranja-. Si lo haces, lo único que lograrás por el momento, será parecerte a un tonel de cerveza.
Y así fue, como la hallaron Paul y Louise. En medio de la cocina, asustada y con lágrimas en los ojos a punto de brotar. Se miraron en silencio, llegando a un acuerdo mutuo de no darle importancia.
-Buenos días querida.
La saludó el ama de llaves, tratando de disimular su deseo de acercarse y abrazarla fuerte contra su pecho. Sabían que no tenían que atosigarla. Ordenes del médico y de Paul.
-¿Ya te despertaste? -Preguntó Paul.
Se acercó hasta ella sonriente, disimulando también que no se había percatado del miedo que reflejaba su rostro en aquel momento. Y pudiendo evitar así, que aún lo pasara peor por sentirse una carga.
-Sí -Respondió cogiendo aire profundamente y mirándolo fijamente-. Estoy perdida -Confesó en un hilo de voz y hundiéndose de hombros.
Paul volvió a sonreír, al tiempo que alzaba sus dos brazos para apoyar sus manos en los hombros delicados de la joven.
-Déjame ver -Le guiñó un ojo-. No sabes qué desayunar.
Ella logró sonreír de forma tímida.
Cosa, que hizo que él respirara con calma al ver que si empleaba con ella cierto tono desenfadado, lograba arrancarle una pequeña sonrisa y que relajara un poco sus nervios.
Lo que iba bien para todos.
-Un consejo que te voy a dar -Comenzó hablarle con cierta burla y volviendo a guiñarle un ojo-, es que no te fíes en nada, pero en nada... De lo que puedan decirte Louise y Thelma.
-¡Paul! -Se giró la mujer mayor desde los fogones, completamente ofendida.
-Ni caso -Siguió de humor éste, acercándose a la nevera para extraer una jarra con zumo de naranja-. Si lo haces, lo único que lograrás por el momento, será parecerte a un tonel de cerveza.
Por primera vez, desde que saliera del hospital. Que la escucharon reírse a gusto, como siempre solía hacer ella. Por ello, que el ama de llaves no se acercó a darle una cachetada, como hubiera sido lo más lógico. Si no que simplemente decidió dar un consejo.
-Solo digo, que una mujer debe de tener buenas curvas -Señaló medio riendo y guiñando un ojo-. A un hombre, le gusta tener donde poder sujetarse por las noches. Por ello, hay que comer bien y de todo...
Aquella vez, no fue la joven la única que se sonrojó. Ésta, pudo apreciar como su marido, también adquiría un leve tono sonrojado en el rostro, al tiempo que desviaba la vista de ella y carraspeaba un poco.
-Aquí tienes un rico zumo de naranja y se que Louise, te ha guardado parte del desayuno -Indicó sirviéndo un gran vaso de cristal lleno hasta arriba, para dejarlo en medio de la gran mesa de madera-. Come lo que te apetezca y después, ven a mí despacho.
Era obvio, que el ambiente desenfadado del principio, se había ido al traste al hablar de algo tan íntimo y difícil por el momento para ella y hasta para él. Cuando pudiera, mataba a su ama de llaves.
-¿Te parece bien? -Le preguntó con amabilidad.
-Sí -asintió con un gesto de cabeza.
-Perfecto. Entonces voy al despacho para ir adelantando unos papeles -Alzó una mano-. Nos vemos en un rato.
Apenas habían pasado quince minutos, desde que Paul se marchara al despacho y la dejara allí desayunando, que volvió hallarse sola cuando el ama de llaves tuvo que salir también, al patio trasero de la casa. Fue el momento perfecto, para poder desayunar tranquila sin sentirse observada en todo instante. Relajó sus músculos y alargó sus dedos, para coger porciones mínimas de todo un poco.
Tras haber ingerido de todo, se puso en pie con cierta sensación de satisfacción por comprobar que nada le había resultado desagradable. Agarró el vaso con el líquido naranja, para apurarlo de un solo trago y dirigirse en busca de Peter.
Aunque momentos después, se reprochaba de caminar de forma sigilosa por la casa.
Ahora, se sentía un poco incómoda cuando al llegar enfrente del despacho, éste tenía la puerta medio abierta. Pudiendo ver perfectamente al hombre, con los codos apoyados en el enorme escritorio color cerezo, agarrando así su cabeza con las manos.
No había mucho que analizar, para poder sacar una conclusión. Era un claro gesto de desesperación.
Aquello, hizo que el poco ánimo que tenía aquella mañana, desapareciera por completo en menos que cantaba un gallo. Llenando su autoestima de cierta negatividad como en un principio al despertar en el hospital. Un montón de dudas, volvieron agolparse en su cerebro.
¿Realmente no era una carga para todas aquellas personas? ¿Tenía Peter dudas respecto a su relación? ¿Y si se habían casado por un momento de locura y ahora, él no quería seguir con todo aquello?
¡Por qué diantres no recuperaba esa parte de su vida!
-Janna...
Susurró Peter justo a su lado, apoyando su cálida mano en su hombro. Notando enseguida como su cuerpo comenzaba a temblar, por el asomo de un llanto lleno de rabia y desesperación.
-¿Qué ocurre pequeña? -Preguntó con ternura y preocupación, llevando su mano hasta la barbilla y poder alzarle el rostro, en dirección al de él. Hallándose con que la joven le cerraba su mirada, con las pestañas húmedas en las puntas a causa de contener las lágrimas.
Su corazón volvió a encogerse.
-Soy una carga, una pesadilla -Sollozó, sin ver la sombra de dolor que aparecía en el rostro del hombre.
-Eso no es cierto -Aquella vez, empleó un tono algo más duro-. Mírame pequeña -Ordenó, tratando de suavizar su forma de dirigirse a ella.
Y obedeció al momento, mostrándose ante él con una mirada perdida en el dolor.
-Eso fue lo que hice al llegar aquí -Sus palabras sonaban temblorosas-. Y te encontré ahí sentado y derrotado -Soltó con rabia, por sentirse tal vez abandonada por él.
Aunque su mente no lo recordara, su corazón parecía que comenzaba a tener vestigios, al hacerle sentir que lo necesitaba como el aire que respiraba.
-¿Qué? -Frunció el ceño, alzando sus brazos para agarrarla de los hombros-. Eso no es verdad.
-¡No me mientas! -Gruñó con rabia-. No estoy ciega ni soy tonta. Te acabo de observar hace unos momentos.
-Pero no era por ti -Confesó con sinceridad-. Es por le trabajo Janna -Comenzó a explicarle-, me siento un poco agobiado en según que aspectos... -Su tono se tornó débil-. Antes, tenía un socio que era mi compañero y gran consejero.
Sus miradas conectaron, evaluándose en silencio durante unos segundos.
-¿De verdad? -No estaba segura, tenía miedo de que le estuviera mintiendo-. ¿No es por mí? Se que represento una carga en éstos momentos. Pues ahora, me siento como que soy una obligación para ti... -Su voz se tornó tímida-. Soy tu mujer, pero no lo soy -Sus mejillas cogieron cierta tonalidad-. Puede que ya no te guste, oh que...
-Eso ni lo pienses.
Gruñó con voz ronca, poco antes de descender su rostro en un movimiento inesperado y atraparle, los labios en un beso hambriento.
Para la cumpleañera, espero le guste. Felicidades!!!!
Un regalo genial!!!
ResponderEliminarMe encanto el capítulo, un momento de relajo entre tanto stress del estudio.
Muchas gracia por darte el tiempo de terminar el capítulo, mu hiciste muy feliz.
Me alegro mucho que te gustara!!! Besos y espero que te cayeran un par de regalos como mínimo!!! jejeje
EliminarY veo, que ya vas comentando algo más JEJEJEJE
OH BESOS! SIIIIIIIIIIIIIII! Pero brujis ya estás como las novelas que vemoscon tu sis menor, nos cortas en la mejor parte, en el beso..tanto contener la respiración con estos dos y mira... Pero me gustó mucho mucho. Gracias....está quedando genial.
ResponderEliminarSi lo hago para rabiarte!!!! jajajjaja
EliminarME alegro que te guste, el como va quedando poco a poco....
Muchos besos Boli rojo!!!!
NOOOOOO!!!!!...estoy en el trabajo y así no puedo leerlo con las prisas, mejor me espero a llegar a casita y leerlo con calma y sin el estrés de la oficina. saludos y gracias por el capitulo EJ
ResponderEliminarKriss, me pones de los nervios cunado lees en el trabajo!!! Como te pillen ya verás, ya....
EliminarY por ser mala, y hacer novillos en el trabajo. Te dejé ahi en cierta incertidumbre!!!!! juasjuasjuas
No, no soy mala.
me dejaste en lo mas emocionante.....!!!!!! por que??????????????
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