jueves, 7 de noviembre de 2013

Heridas de amor 1°

 Ua vieja historia que tenía archivada e inconclusa, a ver si logro que siga su rumbo...espero les guste

La muchacha golpeó la puerta y entró.
Él estaba de espaldas mirando por los grandes ventanales mientras hablaba por teléfono. Su voz era firme  y sus palabras tenían un tono imperioso. Se volvió ligeramente hacia ella y le hizo un gesto para que dejara las carpetas sobre el escritorio. Luego siguió hablando ignorando totalmente su presencia.

La joven secretaria se retiró cerrando la puerta tras de sí. Era un hombre  muy atractivo, alto, de cabello y ojos oscuros, impecablemente vestido con los mejores trajes a medida, no había nada que desentonara en él. Era , además, un genio de las finanzas, todo lo que tocaba se volvía oro. Las mujeres lo admiraban y al principio ella no había sido la excepción.
Él no tenía una relación estable, sino que salía con distintas mujeres a las que parecía no darle demasiado valor, seguramente era un buen amante porque era la clase de hombre que hacía todo bien pero ella no se lo imaginaba en una situación apasionada, donde se dejara llevar perdiendo el control. En este punto la chica suspiró, al trabajar con él , había descubierto que era un hombre temible, no demostraba ninguna clase de sentimientos, era totalmente frío como si él mundo no tuviera ninguna importancia para él más que para brindarle dinero y poder. Ni siquiera miraba dos veces a las personas que lo rodeaban, sólo le importaba que obedecieran sus órdenes.
En los negocios era respetado y temido, era despiadado, no le importaba nada con tal de conseguir su objetivo. Ella había descubierto que era un hombre  sin corazón. No recordaba haberlo visto reír en todo el tiempo que llevaba trabajando allí, a veces hacía una mueca similar a una sonrisa cuando estaba negociando algo pero era más bien un gesto que recordaba a un predador al acecho, nada parecido a una sonrisa verdadera.
Él no gritaba, sólo que su voz solía tener tan frialdad cuando estaba enojado que era más aterrador que un par de gritos locos, parecía ser que él nunca perdía la compostura.
Ahora al recordar las ilusiones románticas que había creado al verlo por primera vez, se reía de sí misma, aquel hombre no era humano. Y ella demasiado inteligente como para saber que  era peligroso.
Sinceramente  no creía que supiera amar y compadecía a cualquier mujer que se relacionara con él.
Lo único que Cristhian Kensington tenía para ofrecer era soledad y una herida en el corazón a cualquiera que se atreviera a amarlo.
Mientras ordenaba los papeles, la chica se preguntó si alguna vez una mujer había tenido el valor suficiente.
 
Cristhian  observó el paisaje desde los grandes ventanales de su oficina, desde allí podía abarcar  la ciudad con su mirada, desde allí podía sentirse el dueño del mundo, de hecho no distaba mucho de serlo. No poseía el mundo, pero nunca había deseado hacerlo, sólo había deseado tener el dinero y el poder suficiente para que nadie pudiera despreciarlo, ni dañarlo, ser capaz de hacer lo que él quisiera sin que nadie se lo impidiera. Sí , muchos años atrás siendo un niño, se había prometido que sería fuerte, tan fuerte como para que nadie se atreviese a enfrentarlo y lo había conseguido.
Ahora su nombre era recordado, la gente se movía con cuidado a su alrededor. Apenas tenía treinta y dos años y había levantado un imperio.
También había logrado cobrar viejas deudas.
“¿Cuál es el secreto de su éxito?” le había preguntado un periodista de una prestigiosa revista financiera y él había sonreído burlonamente para responder que eso era un secreto que no podía revelar.
De hecho su único secreto era su voluntad, y el hecho de que no tenía nada que perder. Había hecho lo que creía necesario sin mirar atrás,  y había dejado muchas cosas en el camino. Había cumplido su objetivo aunque su ambición no se había saciado, aún quería más, por un instante se preguntó si nunca sería suficiente.
¿No existía nada que pudiese colmar el vacío que sentía dentro?
 

Llevaba una hora dando golpes y aún  no lograba quitarse la inquietud que sentía .
Para mantenerse en forma practicaba artes marciales y boxeo, aquello no sólo contribuía a  que su estado físico fuera inmejorable sino que también  aumentaba aquella sensación de seguridad en sí mismo que lo caracterizaba. A Cristhian le agradaba  que la sensación de seguridad, de que todo estaba bajo su control, también tuviera un asidero corporal, no sólo era peligroso en el campo de los negocios, también era peligroso si alguien deseaba combatir con él en una forma más primitiva. Aunque eso no era algo factible, en el mundo civilizado en que se movía se atacaba a la gente con informes económicos y en el mercado de valores, no se peleaba como perros callejeros, sin embargo en su juventud había necesitado defenderse, había necesitado saber protegerse y devolver golpe tras golpe.
Aquello había quedado en el pasado, el tiempo lo había cambiado pero aún tras su sofisticada fachada  quedaba una sombra de aquel joven. Lo único que no había cambiado era que siempre calculaba todo, ya fuera la compra de acciones o el momento exacto de moverse para evitar un golpe o para darlo. No le gustaba que nada quedara librado al azar.
Pero esta vez el ejercicio no le había servido de nada, su sparring estaba agotado y aún así él no había logrado relajarse, llevaba un par de noches sin dormir bien, y  no podía quitarse de encima una extraña sensación de nerviosismo que lo acosaba en los últimos días.
Él no solía ponerse nervioso. Aquella sensación le resultaba incómoda e improductiva.
Finalmente se bajó del ring y se dirigió a las duchas, si el ejercicio no le servía lo mejor sería ir a trabajar.


La reunión empezó puntualmente, nadie se atrevería a hacer esperar al Señor Kensigton. Cristhian se ubicó en el lugar central presidiendo la junta, mientras escuchaba los informes y daba indicaciones.
De pronto las puertas se abrieron y la atención de todos se dispersó, nadie tenía permitid interrumpir aquellas reuniones, de hecho hasta apagaban sus celulares por orden de Kensington, sin embargo acababa de pasar algo inaudito.
Cristhian  miró a quien entraba y todas las alertas sonaron en su cuerpo, era su secretario personal, pero más que eso era el encargado de mantenerlo a tanto de los movimientos de una persona y sólo tenía autorización para interrumpir si era algo relacionado con ella. El hombre se le acercó con el rostro serio, se inclinó y le susurró escuetas palabras al oído.
Lo que sucedió a continuación fue mucho más extraño para los presentes, era algo que nunca habían esperado ver, la impasible expresión de aquel hombre todo poderoso se demudó mientras palidecía, se levantaba de prisa y se retiraba de la sala sin dar ninguna explicación.

Cristhian sabía que su secretario lo seguía pero apenas si podía pensar en nada, sólo en ir al auto y en llegar tan pronto como fuera posible a su lado, acababan de informarle que Elizabeth Beaumont había tenido un accidente automovilístico mientras viajaba con su novio actual.
Escuchar en una misma oración las palabras Elizabeth y accidente había bastado para congelarle la sangre en las venas.


3 comentarios:

  1. Pero que Calladito te lo tenias Boli rojo!!!

    Quiero mas, mas y mas....

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  2. Oooh, muy bueno!!
    Voy muy por detrás de las publicaciones, pero ya me pondré al día.

    Nuevamente, muy bueno, Noona!!

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