Jacqui, decidió que era
el momento de dejar de esconderse en su dormitorio y tratar de averiguar qué
ocurría con Kénan.
Por ello, que no esperó a que su padre le contara más.
Simplemente salió corriendo de allí, con ellos tras sus pasos. Sabiendo, que de
seguro si su madre la viera en aquel momento actuando de aquella manera,
alzaría la voz al indicarle que una princesa jamás corría por los pasillos y
menos, en presencia de todo el personal.
¿Qué se proponía su
madre al actuar de aquel modo? ¿Acaso se le había ido la cabeza?
Eran tantas las
preguntas, que le venían a la cabeza. Que no tenían cabida en ella, dado que lo
que más pesaba en aquel momento, era el miedo. Sí, un terror enorme a como iba
a cambiar su vida, tras la exposición de aquel enorme secreto.
Pánico, aceptar lo que
más había temido siempre. Ser una simple marioneta, sin personalidad y vida
propia.
Y horror, a ser atada
sin la promesa de un verdadero amor eterno.
Cuando llegaron al ala
del palacio, dedicada a la zona del museo. Se encontraron con la presencia de
los dos guardaespaldas que siempre, procuraban cuidar de su madre custodiando la entrada.
Su padre tenía razón.
-Abrid la puerta –Ordenó
Jacqueline con tono tajante, siendo al momento
obedecida por los dos hombres.
Parándose un momento a
coger aire, traspasó el marco de la puerta que la conduciría a la persona de la
que había huido hacía unas horas.
***
-Emmanuelle –Gruñó Kénan-.
¿Cuánto rato piensas tenerme aquí retenido?
La mujer, sentada en
una cómoda silla fuera de la celda ruinosa, miraba con cierto enfado al hombre
sin mediar aún ninguna palabra desde hacía un buen rato.
-Realmente, no debería
dejarte salir nunca –Soltó con cierta presunción-. ¿Cómo has podido hacernos esto?
A decir verdad, incluyendo a mí marido y mí hija mayor. Los tres, me habéis
engañado por todos estos años –Medio sollozó.
-Lo siento mucho –Suspiró-,
pero realmente no creo que esto sea lo mejor en éste momento, para intentar
solventar el problema.
La mujer, ante aquella
observación solo supo mostrar una sonrisa un tanto dudosa, poniendo aún más
nervioso al hombre.
-Una simple disculpa,
no arregla el lío que hay montado en estos momentos –Señaló alzando la
barbilla-. Creo que necesitáis una pequeña lección.
Kénan achicó los ojos,
ante el tono de aquella amenaza. Para después, soltar una palabrota como a modo
de desahogo, tras verse encerrado en aquella húmeda celda.
Realmente, aquel iba a
ser un día digno de recordar y celebrar en su vida.
Jamás hubiera pensado, que
acabaría derribando algunas barreras de Jacqui y haría el amor con ella. Unas
horas antes, de que todo Mónaco o Europa, se enterara de que llevaba
secretamente atado a ella en santo matrimonio, desde que la princesa era mayor
de edad.
Y por último, que
cuando iba en búsqueda de ella para solucionar de alguna manera, aquel lío. Se
viera medio secuestrado, a las mazmorras del castillo por la escolta real, bajo
la orden de la reina.
Soltó un chasquido con
su lengua, para caminar unos pasos atrás y apoyarse en la pared del fondo, con
los brazos cruzados y el ceño fruncido, al comprender que aquello iba para
largo.
Ahora, comprendía donde
había fallado y lo idiota que había sido.
Realmente, no tendría
que haber dejado sola a Jacqui en la cama. Debería haberla despertado con besos
y convencerla, de que se estaban comportando como dos idiotas.
No, que había
conseguido que ella se alejara de forma despavorida, siendo muy difícil en
aquel momento que pudieran resolver las cosas, por culpa de un ataque de locura de su suegra.
Ahora, veía difícil hablar
a solas con ella. De seguro que intervendría en todo momento la familia o algún
mandato real, privándolos en todo momento de poder confesarse de forma sincera
respecto a sus sentimientos.
Obvio, que Jacqui
habría vuelto a levantar su muro de protección con unos cuantos tochos más de
profundidad.
¡Dios, tenía ganas de
golpear algo!
-Emmanuelle, sabes que esto
no es para nada legal –Soltó con cierto sarcasmo.
-Querido, no se a que
te refieres –Respondió con ironía y riéndose-. Te estoy dando cobijo en mi casa
–Alzó sus manos, para abarcar la zona húmeda y ruinosa-. Al fin y al cabo, esto
también es el palacio.
-¡Mama, acaso perdiste
la cabeza!
Acusó Jacqui,
apareciendo por el pasillo de las mazmorras con sus hermanas y padre. No
pudiendo evitar, el mirar por un segundo a Kénan encerrado tras aquellos
barrotes.
Quien al verla
aparecer, se retiró de la pared para caminar hacia el centro de la celda con
rostro serio.
De pronto, sintió mucha
vergüenza cuando le asaltaron nuevamente los recuerdos de lo sucedido unas
horas atrás. No pudiendo aguantarle la mirada, más de unos leves segundos.
-Tesoro –Se acercó
Ramón a su mujer-. Creo que el asunto se te ha podido ir un poquito de las
manos –Indicó con tono nervioso.
Ante aquella
señalización, todos los presentes contuvieron
el aire sabiendo del carácter de su madre.
Había que estar un poco
loco, para decirle que estaba haciendo algo mal.
-Ni te me atrevas a
dirigir la palabra –Empleó un tono mordaz y mirada despectiva-.Créeme, que esto
vamos hablarlo tu y yo a solas… -Entonces, se giró hacia su hija mayor, que se
hallaba flanqueada por sus dos hermanas pequeñas-. Por fin te dignas a brindarnos
con tu presencia.
Sí, la mujer se hallaba
muy enfadada.
-Yo…
-¡Estás casada! –Reprochó
con dolor-. ¿Te das cuenta de lo que implica una cosa como esa?
-Se que te acabo de
decepcionar –Confesó con tono tembloroso.
-¡Me has mentido por
todos éstos años! –Se puso en pie la mujer.
-Pero no sabíamos que
aquello era real y nos asustamos –Imploró con cierta desesperación.
-¡Se supone que erais
ciertamente responsables! –Se giró hacia Kénan-. Unos más que otros, tal vez
por la edad.
Ante aquella
observación, éste solo supo voltear los ojos y llevarse las manos a las caderas
con cierta frustración.
-Y sin embargo, lo
habéis ocultado por todos estos años –Increpó con ironía-. Porque no me creo,
que éste hombre haya sido un santo bajo las sábanas por todo este tiempo. Y que
no se haya llevado a la cama, a ninguna mujer con la que lo fotografiaban.
-¡Emmanuelle, por dios!
–Soltó su marido escandalizado.
Ésta, se giró al hombre
con cierta indignación.
-¡Se acabaron las tonterías!
–Vociferó-. Tuvieron su momento de poder solucionar las cosas, pero prefirieron
quedarse de brazos cruzados –Observó a todos con enfado, para hablar
seguidamente con gran resolución-. Ahora, que apechuguen con las consecuencias
de sus actos.
Ramón, trató de
acercarse a la mujer para intentar calmarla. Pero ésta, alzó una ceja en acto
de alerta.
-Esto, deberíamos
tratar de hablarlo en otro lugar un poco más… -Calló ante el tono alto de ella.
-Lo único que queda por
hablar, es la historia a contar de su matrimonio y ruptura –volteó los ojos.-
Porque con la vida amorosa de él –Señaló en un movimiento de cabeza hacia
Kénan.- No podemos indicar que llevan todos éstos años juntos y enamorados…
Kénan volvió a
refunfuñar un gruñido con mirada asesina.
-Suerte, que habéis
tenido un nuevo escarceo y ha sido captado por la prensa del corazón –Marcó con
tono lastimero.
-¿Qué estas sugiriendo
mamá?
Decidió intervenir
Enora, con sus sentidos alerta por las palabras de su madre.
-Acaso no es obvio –Se sorprendió
ésta soltando una risita nerviosa-. Tenemos mucho trabajo por delante, hay que organizar una boda real.
SIIIIIIIIIIIIIIIIII BODAAAAAAAAAAAAAAAAA!! Me encantó el capi, esa madre vaya!! es de las mías...pobrecito Kenan un poco más y se arrepiente de ser parte de esa familia...quiero más!!!
ResponderEliminarComo siempre exigiendo!!!! tu tienes q tener muchas arrugas de mala leche verdad? jajajjaja
EliminarQuiero el cap 18!!! que ganas
ResponderEliminarsemana q viene subiré uno o dos capitulos!!!! muchas gracias jejeje
Eliminaren serio que bien!!! Me tienes super enganchada!!
EliminarComo siempre las madres sales a resolver los problemas de los hijos....que mejor que una boda, a ver si ya hablan estos dos para que se arregles las cosas, luego me como las uñas de los nervios, jajaja
ResponderEliminarni hablar!!! las uñas no se comen!_!!
EliminarEscupe!!!
Y cierto, siempre tenemos a las mamis!!!
Muchos besos Kriss.