En la mañana muy
temprano, silenciaba el despertador medio dormida, quedándose un rato más en la
cama abrazada a su almohada. Tenía sueño por culpa de su madre, al haber puesto
después de la cena y que Nico ya estuviera en la cama, una película de miedo.
Eran su perdición,
junto a un gran bol de palomitas.
Estiró su cuerpo, para
agarrar el aparato y mirar así la notificación de entrada. No pudiendo evitar
que sus labios se curvaran con una sonrisa al comprobar que la esperaba afuera
en su balcón, en un espacio de quince minutos.
Por lo visto, la bronca
del otro día había servido y ya no entraba en su dormitorio. Soltó un quejido,
al estar segura que más bien era por el accidente ocurrido en su propio piso…Extrañada,
volvió a leer el mensaje por segunda vez no creyendo haberlo entendido bien.
¿Por qué la esperaba afuera en el balcón?
Sin comprenderlo, se
levantó de la cama y se acercó a mirar por éste, observando anonadada que se
hallaba lloviendo bastante.
¡OH, aquello era una
sorpresa!
Seguramente que irían
juntos en el autobús, pues no creía que quisiera ir de todos modos en su moto.
Reprimiendo un bostezo,
agarró la ropa que iba a ponerse y se dirigió a la ducha, con paso apresurado.
Doce minutos después,
con su paraguas preparado en la mano, se asomaba al balcón para hallar al chico
tapado bajo la lluvia, con otro más grande que el de ella.
-Buenos días –La saludó
Eric, caminando hasta ella para poder protegerla del agua.
-Hola –Saludó,
sintiendo aún algo de cohibición en su cuerpo.
-Coge tus cosas y
vámonos –La apresuró Eric, al ver que la chica había salido sin sus
pertenencias-. Iremos por mí piso, para bajar a mí garaje y coger allí el coche
–Informó con tono alegre-. Así, no esperarás en la calle bajo el agua.
¿También tenía coche?
Se preguntó, aceptando
la orden para volver al interior de su dormitorio y agarrar sus cosas. Diciéndose
que era una tonta por sorprenderse, con una cosa como aquella.
Por supuesto que podía
tener también coche, al vivir en el edificio que vivía y con la gente, que se
llegaba a
mover.
Miró un segundo por encima
de su hombro, antes de asegurarse de llevarse todo lo necesario para el día de
trabajo. Apagando seguidamente la luz y saliendo al balcón, para cobijarse bajo
la protección del paraguas de Eric.
Dando un pequeño
respingo, al notar como él la rodeaba con su brazo por los hombros para tratar
de resguardarse bien del agua.
Suerte, que entre la oscuridad
de la hora y del paraguas negro, más sumándole que llevaba la cabeza inclinada
hacia el suelo. Eric, no pudo ver lo mucho que la turbaba un gesto como aquel.
No estaba acostumbrada
a que la abrazara, nadie más que su madre y Nico. De su padre, pocos había
recibido a decir la verdad…
Pero lo que más la
inquietaba en aquel momento, era lo que le ocurría cuando su cuerpo entraba en
contacto con el de él.
Como una especie de deseo, a seguir manteniendo
aquel calor corporal por todo el rato que más le fuera posible.
Al entrar en el piso de él, evitó a toda costa mirar
hacia el punto donde estaba el sofá, para no recordar a Eric besando a la tal
Laia.
Aquella imagen, que le había venido a la cabeza unas
pocas veces en la noche antes de dormirse. Hacía que se le enervara la sangre
de todo el cuerpo.
Pero lo que le hizo
sentirse algo mal, fue cuando llegaron a la plaza de garaje perteneciente a él.
Allí, estaba la
preciosa moto que él conducía y que había tenido el placer de probar. Junto a
un 4x4, tamaño mediano de una gama alta color negro.
Sí, aquel tipo de
vehículos eran más para lucir, chicas como lo era Laia y no como era ella.
Frunció el entrecejo en
aquel mismo instante, mientras se subía en el interior del coche al lado del
conductor, recriminándose un poco por lo acontecido en su mente. ¿Qué demonios
había sido aquel pensamiento? ¿Por qué se había comparado con cierta condena,
con las demás chicas bellas que podían rondarle a Eric?
Era obvio, que su
cerebro no estaba funcionando al cien por cien. Mejor empezaba a tomarse alguna
que otra vitamina B12.
Eran apenas las doce
del mediodía, cuando Elisabeth irrumpía en su despacho con los informes que le
había pedido aquella mañana temprano.
Ésta, había dado dos
toques en la puerta y luego entrado, para toparse con la mirada seria de Eric,
quien le ordenó que cerrara la puerta.
-Aquí tienes todos los
trámites que me has pedido –Dijo con tono eficiente y entregándole el montón de
carpetas-. Es la primera vez, que me pides que te organice participar en tantos
congresos seguidos –Se atrevió a señalar con el ceño fruncido-. Vas a estar
fuera unas cuantas semanas.
-Es lo que necesito
ahora mismo –Respondió con tono cortante, recogiendo todas aquellas carpetas y
guardándolas en la bolsa-maletín, que llevaba aquel día.
Elisabeth lo observó detenidamente
en silencio por un rato. No hacia falta indicar, que lo conocía desde hacía
muchos años.
-¿Qué te ocurre? -Preguntó
yendo directa al asunto.
Así era ella.
-Nada –Gruñó éste, poniéndose
en pie.
-¿Cuánto has podido
dormir en ésta semana? –Inquirió con la libertad de sentarse en una de las
sillas libres, que había delante del escritorio del chico.
-Algo –Se alzó de
hombros, al tiempo que volvía a sentarse y se reclinaba hacia atrás en el
sillón, para quedarse mirándola fijamente.
-Es obvio que te ocurre
algo, te hallas bastante agitado –Frunció el ceño-. ¿Estás seguro de querer
salir a todos esos congresos?
-Ahora, no me vengas de
buena samaritana –Achicó los ojos con tono socarrón-. Cuando los dos sabemos,
que eres la única culpable de la venganza Cleopatra.
Elisabeth frunció el
ceño, para abrir su boca en un intento de hablar, volviendo a cerrarla
nuevamente sin pronunciar sonido alguno. Y arrugando aún más el ceño, causando
que Eric sonriera ante su confusión.
-¿No tienes palabras,
para esquivar tu culpabilidad?
Le inquirió con cierta guasa.
Ella hizo una mueca de
burla, ante aquella acusación tan irrisoria.
-No insultes mi inteligencia
–Rió con sarcasmo-. Sabes que me encanta que en todo momento, estés informado
de mis actos sobre tú persona –Se inclinó hacia delante-. Es solo, que al no
cogerme el teléfono ayer noche. Pensé que la broma la dábamos por perdida –Eric,
carraspeó algo nervioso ante las palabras de su amiga-. Y en el tiempo del
desayuno, estuve con ella. Donde no me comentó en ningún momento, que ayer
utilizara al final la peluca.
El teléfono sonó,
interrumpiendo la conversación por gran alivio del chico. Quien tardó menos de
un segundo en alzar el auricular.
-Dime Elvira –Habló girando
el sillón, para quedar de espaldas a Elisabeth.- Comprendo… En unos diez
minutos estaré en el laboratorio.
Acabó la conversación,
volviendo a poner el sillón en su posición adecuada y dejando el auricular en
su sitio con cierta seriedad. Pero la chica que estaba enfrente de él, no iba
hacer que aquello la frenara para su deseo de saber, algo que era peligroso que
averiguara.
-Escupe –Soltó ésta
directa y cruzando sus brazos.
-Me necesitan en el
laboratorio –Se puso en pie, intentando dar el tema por zanjado al coger su
bata blanca y colocársela veloz-. No ocurrió nada importante, créeme.
-Nadie se calla cuando
hace una broma –Se puso en pie, para caminar hasta la puerta y esperarlo allí-.
Ah no ser, que saliera algo mal.
Eric caminó hasta ella,
para abrir la puerta y salir en dirección al ascensor, saludando por el camino
a su secretaria Elvira, quien se hallaba sentada en la sala exterior.
-Y luego, tenemos el
hecho de que quieres irte por unas tres semanas –Señaló alzando su brazo, para
darle un par de golpes en el pecho con el dedo índice-. A mí no me engañas
amigo –Indicó, resoplando y volviendo a cruzarse de brazos.
El ascensor, hizo sonar
su timbre al abrir sus puertas delante de ellos dos, para que entraran dentro
ocultos ante la mirada curiosa de Elvira, quien no había podido evitar escuchar
las acusaciones de la joven.
-Mira Elisabeth –soltó un
suspiró-, es cosa mía. Puedo asegurarte, que entre Yola y yo no hay enfado
alguno –Entrecerró la mirada-. Pero no pienso decirte nada más.
Sentenció justo, cuando
el aparato se detenía en una planta para que entraran más trabajadores.
Sabiendo que en unos metros más abajo, toda aquella gente se bajaría volviéndolos
a dejar solos en el interior de la cabina.
Una oportunidad que
ella no dejaría escapar.
Y así fue.
-Muy bien, no os halláis
enfadados –alzó una ceja curiosa-, pero es obvio que ocurrió algo.
Eric volvió a suspirar,
mirando pro un momento el panel, para averiguar cuantas plantas faltaban para deshacerse
de ella.
-No te incumbe –Le espetó
con cierta dureza.
-Claro que sí –Soltó con
tono altanero-, cuando fui la principal instigadora, para que fuera a tu piso y…
Calló de sopetón.
Aprovechando para quedarse un momento en silencio, pero sin apartar los ojos de
los de él. Sabiendo, que había dado en el clavo…
-¿Qué vio? –Inquirió con
tono seguro y amenazante.
Por el brillo que
apareció en la mirada del chico, supo que había acertado con sus palabras.
Yola, sí había ido.
Pero se había topado con algo inesperado.
Más? MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!! besos.y este que nos sale huyendo, así no Eric, así no!!
ResponderEliminarHaber si paso el capi que tengo en la libreta!!!!!!
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