martes, 22 de octubre de 2013

Noches En El Balcón 11

En la mañana muy temprano, silenciaba el despertador medio dormida, quedándose un rato más en la cama abrazada a su almohada. Tenía sueño por culpa de su madre, al haber puesto después de la cena y que Nico ya estuviera en la cama, una película de miedo.

Eran su perdición, junto a un gran bol de palomitas.

Sin esperárselo, su móvil sonó con una entrada de mensaje. No podía ser nadie más que Eric.

Estiró su cuerpo, para agarrar el aparato y mirar así la notificación de entrada. No pudiendo evitar que sus labios se curvaran con una sonrisa al comprobar que la esperaba afuera en su balcón, en un espacio de quince minutos.

Por lo visto, la bronca del otro día había servido y ya no entraba en su dormitorio. Soltó un quejido, al estar segura que más bien era por el accidente ocurrido en su propio piso…Extrañada, volvió a leer el mensaje por segunda vez no creyendo haberlo entendido bien. ¿Por qué la esperaba afuera en el balcón?

Sin comprenderlo, se levantó de la cama y se acercó a mirar por éste, observando anonadada que se hallaba lloviendo bastante.

¡OH, aquello era una sorpresa!

Seguramente que irían juntos en el autobús, pues no creía que quisiera ir de todos modos en su moto.

Reprimiendo un bostezo, agarró la ropa que iba a ponerse y se dirigió a la ducha, con paso apresurado.

Doce minutos después, con su paraguas preparado en la mano, se asomaba al balcón para hallar al chico tapado bajo la lluvia, con otro más grande que el de ella.

-Buenos días –La saludó Eric, caminando hasta ella para poder protegerla del agua.

-Hola –Saludó, sintiendo aún algo de cohibición en su cuerpo.

-Coge tus cosas y vámonos –La apresuró Eric, al ver que la chica había salido sin sus pertenencias-. Iremos por mí piso, para bajar a mí garaje y coger allí el coche –Informó con tono alegre-. Así, no esperarás en la calle bajo el agua.

¿También tenía coche?

Se preguntó, aceptando la orden para volver al interior de su dormitorio y agarrar sus cosas. Diciéndose que era una tonta por sorprenderse, con una cosa como aquella.

Por supuesto que podía tener también coche, al vivir en el edificio que vivía y con la gente, que se llegaba a 
mover.

Miró un segundo por encima de su hombro, antes de asegurarse de llevarse todo lo necesario para el día de trabajo. Apagando seguidamente la luz y saliendo al balcón, para cobijarse bajo la protección del paraguas de Eric.

Dando un pequeño respingo, al notar como él la rodeaba con su brazo por los hombros para tratar de resguardarse bien del agua.

Suerte, que entre la oscuridad de la hora y del paraguas negro, más sumándole que llevaba la cabeza inclinada hacia el suelo. Eric, no pudo ver lo mucho que la turbaba un gesto como aquel.

No estaba acostumbrada a que la abrazara, nadie más que su madre y Nico. De su padre, pocos había recibido a decir la verdad…

Pero lo que más la inquietaba en aquel momento, era lo que le ocurría cuando su cuerpo entraba en contacto con el de él.

Como una especie de deseo, a seguir manteniendo aquel calor corporal por todo el rato que más le fuera posible.

Al entrar en el piso de él, evitó a toda costa mirar hacia el punto donde estaba el sofá, para no recordar a Eric besando a la tal Laia.

Aquella imagen, que le había venido a la cabeza unas pocas veces en la noche antes de dormirse. Hacía que se le enervara la sangre de todo el cuerpo.

Pero lo que le hizo sentirse algo mal, fue cuando llegaron a la plaza de garaje perteneciente a él.

Allí, estaba la preciosa moto que él conducía y que había tenido el placer de probar. Junto a un 4x4, tamaño mediano de una gama alta color negro.

Sí, aquel tipo de vehículos eran más para lucir, chicas como lo era Laia y no como era ella.

Frunció el entrecejo en aquel mismo instante, mientras se subía en el interior del coche al lado del conductor, recriminándose un poco por lo acontecido en su mente. ¿Qué demonios había sido aquel pensamiento? ¿Por qué se había comparado con cierta condena, con las demás chicas bellas que podían rondarle a Eric?

Era obvio, que su cerebro no estaba funcionando al cien por cien. Mejor empezaba a tomarse alguna que otra vitamina B12.



Eran apenas las doce del mediodía, cuando Elisabeth irrumpía en su despacho con los informes que le había pedido aquella mañana temprano.

Ésta, había dado dos toques en la puerta y luego entrado, para toparse con la mirada seria de Eric, quien le ordenó que cerrara la puerta.

-Aquí tienes todos los trámites que me has pedido –Dijo con tono eficiente y entregándole el montón de carpetas-. Es la primera vez, que me pides que te organice participar en tantos congresos seguidos –Se atrevió a señalar con el ceño fruncido-. Vas a estar fuera unas cuantas semanas.

-Es lo que necesito ahora mismo –Respondió con tono cortante, recogiendo todas aquellas carpetas y guardándolas en la bolsa-maletín, que llevaba aquel día.

Elisabeth lo observó detenidamente en silencio por un rato. No hacia falta indicar, que lo conocía desde hacía muchos años.

-¿Qué te ocurre? -Preguntó yendo directa al asunto.

 Así era ella.

-Nada –Gruñó éste, poniéndose en pie.

-¿Cuánto has podido dormir en ésta semana? –Inquirió con la libertad de sentarse en una de las sillas libres, que había delante del escritorio del chico.

-Algo –Se alzó de hombros, al tiempo que volvía a sentarse y se reclinaba hacia atrás en el sillón, para quedarse mirándola fijamente.

-Es obvio que te ocurre algo, te hallas bastante agitado –Frunció el ceño-. ¿Estás seguro de querer salir a todos esos congresos?

-Ahora, no me vengas de buena samaritana –Achicó los ojos con tono socarrón-. Cuando los dos sabemos, que eres la única culpable de la venganza Cleopatra.

Elisabeth frunció el ceño, para abrir su boca en un intento de hablar, volviendo a cerrarla nuevamente sin pronunciar sonido alguno. Y arrugando aún más el ceño, causando que Eric sonriera ante su confusión.

-¿No tienes palabras, para esquivar tu culpabilidad?

Le inquirió con cierta guasa.

Ella hizo una mueca de burla, ante aquella acusación tan irrisoria.

-No insultes mi inteligencia –Rió con sarcasmo-. Sabes que me encanta que en todo momento, estés informado de mis actos sobre tú persona –Se inclinó hacia delante-. Es solo, que al no cogerme el teléfono ayer noche. Pensé que la broma la dábamos por perdida –Eric, carraspeó algo nervioso ante las palabras de su amiga-. Y en el tiempo del desayuno, estuve con ella. Donde no me comentó en ningún momento, que ayer utilizara al final la peluca.

El teléfono sonó, interrumpiendo la conversación por gran alivio del chico. Quien tardó menos de un segundo en alzar el auricular.

-Dime Elvira –Habló girando el sillón, para quedar de espaldas a Elisabeth.- Comprendo… En unos diez minutos estaré en el laboratorio.

Acabó la conversación, volviendo a poner el sillón en su posición adecuada y dejando el auricular en su sitio con cierta seriedad. Pero la chica que estaba enfrente de él, no iba hacer que aquello la frenara para su deseo de saber, algo que era peligroso que averiguara.

-Escupe –Soltó ésta directa y cruzando sus brazos.

-Me necesitan en el laboratorio –Se puso en pie, intentando dar el tema por zanjado al coger su bata blanca y colocársela veloz-. No ocurrió nada importante, créeme.

-Nadie se calla cuando hace una broma –Se puso en pie, para caminar hasta la puerta y esperarlo allí-. Ah no ser, que saliera algo mal.

Eric caminó hasta ella, para abrir la puerta y salir en dirección al ascensor, saludando por el camino a su secretaria Elvira, quien se hallaba sentada en la sala exterior.

-Y luego, tenemos el hecho de que quieres irte por unas tres semanas –Señaló alzando su brazo, para darle un par de golpes en el pecho con el dedo índice-. A mí no me engañas amigo –Indicó, resoplando y volviendo a cruzarse de brazos.

El ascensor, hizo sonar su timbre al abrir sus puertas delante de ellos dos, para que entraran dentro ocultos ante la mirada curiosa de Elvira, quien no había podido evitar escuchar las acusaciones de la joven.

-Mira Elisabeth –soltó un suspiró-, es cosa mía. Puedo asegurarte, que entre Yola y yo no hay enfado alguno –Entrecerró la mirada-. Pero no pienso decirte nada más.

Sentenció justo, cuando el aparato se detenía en una planta para que entraran más trabajadores. Sabiendo que en unos metros más abajo, toda aquella gente se bajaría volviéndolos a dejar solos en el interior de la cabina.

Una oportunidad que ella no dejaría escapar.

Y así fue.

-Muy bien, no os halláis enfadados –alzó una ceja curiosa-, pero es obvio que ocurrió algo.
Eric volvió a suspirar, mirando pro un momento el panel, para averiguar cuantas plantas faltaban para deshacerse de ella.

-No te incumbe –Le espetó con cierta dureza.

-Claro que sí –Soltó con tono altanero-, cuando fui la principal instigadora, para que fuera a tu piso y…
Calló de sopetón. Aprovechando para quedarse un momento en silencio, pero sin apartar los ojos de los de él. Sabiendo, que había dado en el clavo…

-¿Qué vio? –Inquirió con tono seguro y amenazante.

Por el brillo que apareció en la mirada del chico, supo que había acertado con sus palabras.


Yola, sí había ido. Pero se había topado con algo inesperado.

2 comentarios:

  1. Más? MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!! besos.y este que nos sale huyendo, así no Eric, así no!!

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    1. Haber si paso el capi que tengo en la libreta!!!!!!

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