sábado, 19 de octubre de 2013

Conociéndote 4



Durante el primer período, cuando el profesor de física pidió los ejercicios del día anterior, fueron muchos los sorprendidos al ver que Helena Wilder entregaba la tarea. Ella esbozó una leve mueca y miró fijamente a Benedict Cole, se sintió satisfecha al ver la mirada sorprendida de él, sin embargo ya que le había dado el cuadernillo con los apuntes, se había sentido obligada a realizar la tarea. Su orgullo la había empujado y una imperiosa necesidad de demostrar que no era ninguna tonta.
Y la satisfacción había sido mayor de la esperada, pues hasta el profesor pestañeó cuando le entregó las actividades.

Las horas de sueño sacrificadas habían valido la  pena, aunque estuviera terriblemente somnolienta, de nuevo.
Cuando anunciaron que tenían libre el segundo periodo porque la profesora de Historia faltaba y nadie podía reemplazarla, Lena creyó que el universo por fin se estaba equilibrando otorgándole un respiro. Con aquel par de horas libres pensaba encontrar algún rincón escondido  donde dormir un poco. Al toque de timbre todos se dispersaron y ella fue a buscarse un lugar que le sirviera de refugio, aunque parecía que todo estaba ocupado , por parejas además. Había una pareja besuqueándose en su rincón del jardín y otra en la vieja sala de arte que ya no se ocupaba. Había un grupo fumando en la azotea y el gimnasio estaba ocupado. No quedaban muchos lugares donde ir, sólo la sala de música  del segundo piso que casi no se usaba, ya que planeaban refaccionarla pronto, y el depósito de trastos que probablemente estaría cerrado con llave.
Se fue hacia la sala de música, no andaba gente circulando por allí pero a medida que se acercaba escuchó una melodía de piano. Era la canción Falling Slowly, la reconocía porque siempre le había gustado aquella canción, pero jamás había escuchado la versión en piano y era preciosa. Se acercó con sigilo y apoyando la mano en el pomo de la puerta de la sala de música, apenas entreabrió la puerta para escuchar mejor y descubrir quién era el pianista, sonrió por la ironía, era Benedict Cole.
Se sentó junto a la puerta entreabierta y  en silencio escuchó aquel inesperado concierto privado, apenas había visto de refilón el perfil concentrado del muchacho y las manos moviéndose ágilmente sobre las teclas, pero ahora con los ojos cerrados, escuchando la música podía visualizarlo como si estuviera dentro de la sala y no afuera. Hizo una mueca de disgusto, ella siempre estaba afuera, un sentimiento de frustración estuvo a punto de apoderarse de ella, pero la música lo disipó.
Y luego de Falling Slowly siguió otra melodía que no pudo reconocer , lenta y sensual, luego siguió otra más suave aún relajante, lo suficientemente para adormecerla.
-Oye Wilder, el recital ya terminó – dijo una voz reconocida y Helena se dio cuenta que había vuelto a dormirse y, para peor de males, atrapada por el delegado  que la miraba desde lo alto  apoyado en el marco de la puerta. Se incorporó de prisa , sonrojada y sin saber que decir.
-Yo…
-¿Te aburrí tanto? ¿O simplemente es tu costumbre quedarte dormida por allí?- preguntó él.
-Las dos cosas…prefiero la guitarra eléctrica, algo con más vida, ya sabes-respondió ella.
- ¿ Tu novio toca la guitarra?
-No, yo – respondió Helena y se marchó. En adelante no podría bajar la guardia, por un instante había deseado decirle la verdad a Benedict, que su música era preciosa.

Cuando Benedict tenía cinco años, prácticamente lo habían obligado a empezar las lecciones de piano, lo había hecho a regañadientes pero al poco tiempo había descubierto que realmente le gustaba y que disfrutaba haciéndolo.
En la actualidad, solía tocar cuando necesitaba despejar su mente, sus dedos se deslizaban solos y podía expresar sus emociones sin pensar demasiado.
Había aprovechado aquellas horas libres para colarse en la vieja sala de música y cuando iba a mitad de la interpretación de Falling Slowly , había percibido el ruido de la puerta al entreabrirse, y en la ventana que estaba frente a él había visto el reflejo de Helena Wilder.
Usualmente no le gustaba tocar con público, prefería  estar solo, tocar el piano era algo que ahora hacía para sí mismo, pero no le había molestado la presencia de la chica.
Y sin darse cuenta había tocado canción tras canción para que ella lo escuchara. Se detuvo después de varios temas, más que nada tentado por ver la reacción de Helena , pero al salir la descubrió  sentada contra la pared y adormilada, aunque tenía esbozada una leve sonrisa como si fuera un sueño feliz, uno que él había provocado con su música….la observó varios minutos antes de despertarla y ver cómo volvía a ser el mismo puercoespín a la defensiva.

1 comentario:

  1. Mujeres
    Como llegamos a ser de espinosas. Jejeje

    Me ha encantado. Quiero mas situaciones de ellos dos

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...