Durante el
primer período, cuando el profesor de física pidió los ejercicios del día
anterior, fueron muchos los sorprendidos al ver que Helena Wilder entregaba la
tarea. Ella esbozó una leve mueca y miró fijamente a Benedict Cole, se sintió
satisfecha al ver la mirada sorprendida de él, sin embargo ya que le había dado
el cuadernillo con los apuntes, se había sentido obligada a realizar la tarea.
Su orgullo la había empujado y una imperiosa necesidad de demostrar que no era
ninguna tonta.
Y la
satisfacción había sido mayor de la esperada, pues hasta el profesor pestañeó
cuando le entregó las actividades.
Las horas de
sueño sacrificadas habían valido la
pena, aunque estuviera terriblemente somnolienta, de nuevo.
Cuando
anunciaron que tenían libre el segundo periodo porque la profesora de Historia
faltaba y nadie podía reemplazarla, Lena creyó que el universo por fin se
estaba equilibrando otorgándole un respiro. Con aquel par de horas libres
pensaba encontrar algún rincón escondido
donde dormir un poco. Al toque de timbre todos se dispersaron y ella fue
a buscarse un lugar que le sirviera de refugio, aunque parecía que todo estaba
ocupado , por parejas además. Había una pareja besuqueándose en su rincón del
jardín y otra en la vieja sala de arte que ya no se ocupaba. Había un grupo
fumando en la azotea y el gimnasio estaba ocupado. No quedaban muchos lugares
donde ir, sólo la sala de música del
segundo piso que casi no se usaba, ya que planeaban refaccionarla pronto, y el
depósito de trastos que probablemente estaría cerrado con llave.
Se fue hacia la
sala de música, no andaba gente circulando por allí pero a medida que se
acercaba escuchó una melodía de piano. Era la canción Falling Slowly, la
reconocía porque siempre le había gustado aquella canción, pero jamás había
escuchado la versión en piano y era preciosa. Se acercó con sigilo y apoyando
la mano en el pomo de la puerta de la sala de música, apenas entreabrió la
puerta para escuchar mejor y descubrir quién era el pianista, sonrió por la
ironía, era Benedict Cole.
Se sentó junto a
la puerta entreabierta y en silencio
escuchó aquel inesperado concierto privado, apenas había visto de refilón el
perfil concentrado del muchacho y las manos moviéndose ágilmente sobre las
teclas, pero ahora con los ojos cerrados, escuchando la música podía
visualizarlo como si estuviera dentro de la sala y no afuera. Hizo una mueca de
disgusto, ella siempre estaba afuera, un sentimiento de frustración estuvo a
punto de apoderarse de ella, pero la música lo disipó.
Y luego de
Falling Slowly siguió otra melodía que no pudo reconocer , lenta y sensual,
luego siguió otra más suave aún relajante, lo suficientemente para adormecerla.
-Oye Wilder, el
recital ya terminó – dijo una voz reconocida y Helena se dio cuenta que había
vuelto a dormirse y, para peor de males, atrapada por el delegado que la miraba desde lo alto apoyado en el marco de la puerta. Se
incorporó de prisa , sonrojada y sin saber que decir.
-Yo…
-¿Te aburrí
tanto? ¿O simplemente es tu costumbre quedarte dormida por allí?- preguntó él.
-Las dos
cosas…prefiero la guitarra eléctrica, algo con más vida, ya sabes-respondió
ella.
- ¿ Tu novio
toca la guitarra?
-No, yo –
respondió Helena y se marchó. En adelante no podría bajar la guardia, por un
instante había deseado decirle la verdad a Benedict, que su música era
preciosa.
Cuando Benedict
tenía cinco años, prácticamente lo habían obligado a empezar las lecciones de
piano, lo había hecho a regañadientes pero al poco tiempo había descubierto que
realmente le gustaba y que disfrutaba haciéndolo.
En la
actualidad, solía tocar cuando necesitaba despejar su mente, sus dedos se
deslizaban solos y podía expresar sus emociones sin pensar demasiado.
Había
aprovechado aquellas horas libres para colarse en la vieja sala de música y
cuando iba a mitad de la interpretación de Falling Slowly , había percibido el
ruido de la puerta al entreabrirse, y en la ventana que estaba frente a él
había visto el reflejo de Helena Wilder.
Usualmente no le
gustaba tocar con público, prefería
estar solo, tocar el piano era algo que ahora hacía para sí mismo, pero
no le había molestado la presencia de la chica.
Y sin darse
cuenta había tocado canción tras canción para que ella lo escuchara. Se detuvo después
de varios temas, más que nada tentado por ver la reacción de Helena , pero al
salir la descubrió sentada contra la
pared y adormilada, aunque tenía esbozada una leve sonrisa como si fuera un
sueño feliz, uno que él había provocado con su música….la observó varios
minutos antes de despertarla y ver cómo volvía a ser el mismo puercoespín a la
defensiva.
Mujeres
ResponderEliminarComo llegamos a ser de espinosas. Jejeje
Me ha encantado. Quiero mas situaciones de ellos dos