lunes, 16 de septiembre de 2013

Becaria Pueblerina 4


Un ruido de fondo y el olor a café fuerte, fue lo que acabó por despertarlo de su profundo sueño.

Al abrir los ojos, pudo comprobar que entraba bastante luz por la ventana. Aquello decía, que muy temprano no era y estaba más cansado de lo que había pensado en un principio.

Se incorporó de media cintura, para refregarse los ojos y bostezar un poco, mientras observaba aún aturdido la cama vacía de su lado.

¿Haría mucho que ella se había levantado?

Con cierto amargor, recordó lo mucho que le había costado coger a lo primero el sueño, aunque llevara agotamiento físico acumulado. Durante unos largos minutos, cada vez que había cerrado sus ojos solo lograba ver tres cosas en su oscuridad.

Una, a su dulce niña vestida con aquella toalla. Dos, las braguitas de encaje moradas encima de la cama. Y tres, a ésta dando un repentino salto, para mostrarle en la oscuridad del dormitorio su pequeño trasero, vestido con aquellas sensuales braguitas blancas.

¡OH, mierda! ¿Pero cómo se podía ser tan estúpido?

Ahora, no solo su mente se hallaba despierta y despejada. Algo más en él, había cobrado vida tras llevar un buen tiempo apagado.

Había que ser imbécil, para ponerse a pensar en aquellas cosas, sabiendo el hambre que sentía hacia ellas.
Y lo penoso, que la única forma de controlarlo que tenía, era sometiéndose a una larga ducha de agua fría.

¡Genial, un plan divertido para el mes de Diciembre!


Más le valía darse prisa y capar aquella sed, si no quería que ocurrieran problemas. 



Se hallaba en la cocina, completamente en silencio y concentrada en preparar unas tostadas para todos. No queriendo detenerse nuevamente a pensar, en el gran giro que acababan de dar sus vacaciones.

Estaba hecha un lío. No le quedaba más remedio que acudir a sus amigas, para que le aconsejaran sobre la llegada sorpresa de Sebastián.

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Su corazón se hallaba dividido, con un nuevo comienzo o seguir el sonido de sus viejos latidos. 


 -Karolaine, ve y despierta a Sebastián.

Le ordenó de pronto su hermano, causando que rompiera su quebradero de cabeza.

-Estoy liada con las tostadas, ve tú –Intentó esquivarlo con tono tranquilo, intentando que no viera sus nervios.

Pero no sirvió de nada, cuando vio como éste se posicionaba a su lado, para apartarla de un suave empujón de caderas.

-Ya sigo yo con ellas –Sonrió-. Dile, que se levante a desayunar. Sé que no le gusta levantarse muy tarde.

Lo miró por un momento con el ceño fruncido, para después darse media vuelta no queriendo mostrar a su hermano su debilidad. Era lo mejor.

-Perfecto –Se quejó-. Quieres que sea el blanco de su enfado –Comentó mientras salía de la cocina-. Gracias hermanito.



¿Y ahora, por qué diantres estaba nerviosa?

Se recriminó, una vez que detuvo sus pies delante de la puerta del dormitorio y trataba de calmar, la carrera desenfrenada que llevaba en aquel momento su corazón.

Aquello era de tontos.

Solo tenía que abrir aquella maldita puerta y dar un buen grito para que se levantara. Ni siquiera hacia falta que mirara al interior. Era muy sencillo. Abría un poco, gritaba y volvía a cerrar para encaminarse a la cocina y desayunar tranquilamente.

¡Decidido!

Cogiendo aire profundamente y dando un paso, alargó su brazo para agarrar la manija y abrir la puerta…


Con lo que no contaba en aquel momento, era con la fuerza que había actuado sobre ella y aún más, con la fuerza dominante de su gran curiosidad hacia el hombre. Causando que en el impulso del empuje, la puerta se abriera hasta el final de su recorrido, no quedándole más remedio que dar un paso al interior para acompañarla hasta el final, sin que diera ningún golpe brusco. Y en el proceso, mirara hacia la primera cama mientras transmitía el mensaje de su hermano. 


-¡Buenos días! –Gritó con tono cantarín y buscándolo por el cuarto con la mirada, al ver que no se hallaba en la cama-. Mi hermano dice que no seas un dormilón y pongas arriba ese… ¡Pene! –Jadeó sorprendida-. ¡Oh, dios mío! –Se llevó una mano a la boca, en un intento de amago a sus palabras. Mientras que aturdida y avergonzada, cerraba por unos segundos sus ojos.

¡Qué puñetas hacia el hombre parado en medio del dormitorio y completamente en cueros!

Y para más mortificación, se hallaba en un estado completo de excitación. ¿Porque aquella forma significaba aquello, verdad? ¡Y por dios, le había parecido algo enorme!

Con cierto apuro, volvió abrir los ojos para comprobar que no era ella la idiota, que estaba teniendo un sueño despierta o en estado febril, por culpa de la poca ropa de invierno que tenía.


-¡Oh, dios mío! –Volvió a gemir, en poco menos de un segundo al comprobar que no era un maldito sueño. Aquello era eral. 

Y cerró otra vez los ojos.

-¡Joder, Karolaine! –Soltó apresurado y enfadado él-. No sabes llamar antes…

-Yo… -Abrió otra vez sus inocentes ojos-. Yo… -Y buscando aire, se dio la vuelta tan veloz para huir de allí, de aquella situación tan vergonzosa, que lo más lejos que llegó fue al quicio de la puerta.

Amorrándose a él con bastante fuerza y cayéndo al suelo del rebote, con un quejido seco y dolor enorme en la nariz.


-¡AH! Como duele… -Sollozó sentada en el suelo y con las manos tocándose la nariz, mientras que apretaba los ojos para reprimir el asomo de las lágrimas. 


Aún así, notó como el hombre se paraba delante de ella.

-¿Te has hecho daño? –Preguntó Sebastián-. Déjame que le eche un vistazo.

Se agachó delante de ella, y con delicadeza le apartó las manos para observarla con mirada escrutadora.
Fue cuando ella se atrevió abrir sus ojos completamente empañados en lágrimas.

-Me duele un poco… -Absorbió por la dolorida nariz  y dejando, que una lágrima se deslizara por su mejilla.

-Mira que eres tonta… -Sonrió con dulzura, sujetándole el rostro con suavidad-. Al menos, no te la has roto…

-Tú, tienes la culpa –Lo miró con enfado-. ¿Qué hacías desnudo?

Ante aquello, Seba solo supo echarse a reír, molestándola aún más. Obvio, que le divertía su tonta actuación.

- ¡No te rías idiota! – Lo amonestó estirando sus brazos  para  tratar de empujarlo con fuerza y derribarlo. Pudiendo notar al momento una vergonzosa cosa… ¡Aún seguía desnudo!

 Otra vez, había necesitado la imperiosa necesidad de enterrar su cabeza bajo el suelo como los avestruces. Cuando al notar que por culpa de su empuje, había pillado desprevenido al hombre. Cayendo éste al suelo de espaldas y mostrando así, que aún seguía desnudo y…

¡Maldito engreído!


-¡Quieres taparte, idiota! –Vociferó alterada y colorada, tratando de apresurarse en ponerse de pie. Mientras oía a éste reírse de ella a pleno pulmón. 

-Vamos Karolaine  -Se reía-. ¿No deberías de estar ya acostumbrada? No presumiste de eso ayer… -Soltó picarón, poco antes de que ella desapareciera de allí.


Pasados quince minutos, el muy cretino hacia acto de presencia en la cocina, totalmente sonriente y al ritmo de una melodía alegre que iba silbando. Mientras que ella, desde que había vuelto se encontraba callada y cabizbaja, comiendo su tostada en una de las esquinas de la mesa.

-Buenos días  -Soltó con tono feliz, mientras cogía una taza vacía y se servía café. Para después, apoyarse en la encimera y observar por un momento a la chica con cierta sonrisa divertida.

-Buenos días -Respondió Derek, alzando un momento la cabeza de su agenda y saludaba a su animado amigo.

-Vaya, veo que has dormido bien –Puntualizó Clara, terminando su café y guiñándole un ojo divertida.

-Sí –Confesó con sinceridad-. A lo primero se me hizo un poco raro, por ser una cama pequeña.  Pero  después, muy bien… -Entonces, fue cuando la miró a ella mientras daba nuevamente un sorbo a su café-. ¿No he roncado, verdad enana? –Le preguntó con mirada burlona.

-¿Qué? –Levantó la mirada totalmente azorada-. No, no has roncado –Respondió escueta para después bajar su mirada y  esconderla tras su café con leche.

-Bien –Se rió-. Era para confirmar, lo que mis amantes dicen.

-Sebastián –Rió Clara-. No seas tonto.

¡No mujer, solo era un poco capullo!

 Pensó con rabia Karolaine. Cuando aún sentía el latido de su corazón, rebotar con fuerza en sus oídos.

 Era una idiota. Si había conseguido hacerle ver al hombre en el día de ayer, que era toda una mujer. Ahora, si que ya no… Lo veía en su mirada divertida  y en sus indirectas.

 Por culpa de aquel incidente, que menudo incidente había que decirlo… Por mucho que su aspecto exterior hubiera cambiado, él sabía que seguía siendo la virginal chica del pueblo.

¡Que ganas de estamparle aquella tostada en sus morros!

-Bien -Interrumpió su hermano el intento de asesinato dulce-. Yo me voy al trabajo. En la entrada te he dejado una copia de las llaves.

Se dirigió hacia su amigo, quien veloz se puso recto para proceder a una protesta.

-Creo, que sigue siendo mejor… -Empezó una vez más, pero como siempre lo interrumpieron.

-¡He dicho que no! –Soltó en una orden Derek-. Aquí no molestas a nadie.

-Exacto  -Sonrió divertida Clara-. Yo también me voy ya trabajar. Karolaine, es quien cocina al mediodía. Pero solo para ella –Le señaló con el dedo-, así que avísale si debe tenerte en cuenta. Dado que solo se encarga de  preparar la cena para todos, que es cuando regresamos nosotros dos.

Sebastián se encogió de hombros.

-Apenas vais a notar que estoy. Tengo trabajo que hacer –Comunicó, sin detenerse a pensar que ella estaría sola ahí, por bastantes horas.

-Y cuando no es trabajo, es su agenda en algún buen hotel –Respondió Karolaine con sarcasmo, levantándose y yendo a  limpiar su taza en la pica.

-¡Karolaine! –Rió Clara, ante su osadía.

-Es la verdad –Se alzó de hombros-. Si igualmente, va  a pasar más tiempo entre las sábanas de un hotel, que aquí en casa.

Volvió a meterse algo picajosa.

-¿Algo en contra, enana? –Alzó éste las cejas y divertido por aquella muestra de carácter en ella.

-Nada –Le guiñó un ojo divertida-. Un perro guardián menos en mí nuca.

Al momento, Sebastián comprendió que tras sus traviesas palabras, había algún plan oculto.

-Me voy -Se rió su hermano ante las diferencias de ellos dos-. Pórtate bien, pequeña –Le dio un beso en la mejilla.

-No compres nada, que aquí hay mucha comida –Le indicó Clara, también besándola-. Hasta la noche Seba.

Éste respondió en un gesto de cabeza, deseando poder aclarar ciertas cosas con ella.

-Adiós, chicos –Sonrió, viendo como se cerraba la puerta dejándolo allí solo con ella-. ¿Tienes algo en contra de mí, enana? –Preguntó sin moverse del mismo sitio, y observando como ella guardaba la mantequilla y la mermelada. 

-¿Y tú? –Le respondió ésta dándole la espalda, en el espacio que  guardaba las servilletas-. Simplemente te indico, que si tú me atacas yo haré lo mismo…

-¿Qué pretendes? –Le inquirió divertido-. ¿Tan pronto has olvidado el episodio del dormitorio?

Por mala suerte, no. Pensó con cierto fastidio.

 Aún le quemaban los ojos, cada vez que los cerraba, pensó con gran vergüenza. Dios, estaba deseando que se marchara, para poder despertar a Susan y hablar con ella. Aquello, se merecía ser despertado a la hora que fuera.

-Muy gracioso Seba –Sonrió un poco, acabando de guardar todo-. Veo que voy a tener broma para mucho tiempo.

Siguió hablando de espaldas a él, y empleando cierto tono relajado como le habían enseñado las chicas. Recordándole en todo momento, que un hombre no tenía que notar que se hallaba temblando de piernas por él.

Y al parecer funcionaba.  Pues Sebastián, algo nervioso dejó la taza dentro de la pica y se giró a observarla atentamente, con los brazos en jarra.

-Admite, que soy el primer hombre que ves desnudo. Y que es mentira, esta imagen que nos das ahora.
Sus ojos se hallaban entrecerrados  y fijos en ella.

-Admito –Se giró por fin a mirarlo fijamente a los ojos-. Que eres el primer hombre de mi entorno, que veo completamente… -Soltó un  chasquido con sus dedos-. Por dios Sebas… ¡Te conozco de toda la vida! Eso es lo que me ha dado un poco, por no decir bastante vergüenza. También me ocurriría con mi hermano –Soltó casi toda convencida, sin tartamudear en ningún momento.

Éste, aún en la misma postura. Se quedó por unos segundos en silencio observándola atentamente. Después sonrió con un guiño de ojos.

-Si te lo crees tú -Soltó Seba con tono socarrón y alzando sus hombros.

Ella, reaccionó como solía hacer Susan.

 Rebufó con exageración, a la vez que volteaba sus ojos al techo y abría por un momento sus brazos como abarcando su alrededor, para después dejarlos caer a sus costados como signo de desesperación.

-Como quieras pensar, Seba –Acabó alzando sus hombros y una sonrisa engañosa en las comisuras de sus labios-. Me voy a duchar, tengo muchas cosas que hacer ¿Querrás comer aquí al mediodía?

-No lo sé –Soltó pensativo y un poco enfadado al ver la actitud pasiva que mostraba ella-. ¿Vas hacer algo?

-Sí, dar paseos –Confesó escueta y con firmeza-. Quiero visitar un par de sitios.

-¿Tú sola? –Volvió a entrecerrar sus ojos.

Aquello, era una obvia respuesta a que no estaba en nada de acuerdo con sus palabras. Como le habían mostrado más de una vez Sabrina y Marta, con sus respectivas parejas.

Tal vez, quizás. Solo quizás, pudiera estar volviendo a entrar en juego con él.

 ¡Genial! Saltó hasta el techo, mentalmente.

-Soy mayorcita –Alzó la barbilla con cierto brillo pícaro en sus ojos.

-Sí, ya lo he visto no hará mucho… -Le tiró otra vez en guerra, sabiendo que la molestaba-. Pero ésta ciudad, tiene sus peligros.

-Como también los tiene Londres –Señaló un poco hostil.

-No comprendo cómo tú hermano te ha dejado irte a vivir allí –Refunfuñó un poco.

Vaya, el niño estaba algo enfadado…

-Sebastián, métete en la cabeza que no soy ninguna niña –Quiso volver a remarcar, poniendo sus brazos en jarra.

-Claro –silbó éste-,  sobre todo cuando recuerdo la cara que pusiste ésta mañana.

-¡Dios! –Soltó en tono exasperado-. Me ducho y me largo. Vete a trabajar un poco  y así me dejarás tranquila –Le indicó saliendo de allí  y metiéndose en el dormitorio, para ir a ducharse.

Llevaba ya un rato bajo el chorro de agua caliente, intentando aclarar en su cabeza todo el episodio con Sebastián. Cuando unos suaves golpes en la puerta del baño, hicieron que tensara su espalda y sacara la cabeza de debajo el chorro.

¿Había escuchado bien?

Pero un nuevo golpe seco, hizo que comprendiera que no se hallaba sola en el piso. Éste, aún rondaba por allí.

-¿Sí?

Dijo con cierto tono tímido.

-Dame tú número de móvil –Exigió éste tras la puerta.

Aquello, hizo que se encrespara otra vez por su actitud de superioridad.

-Ya te lo daré más tarde –Soltó risueña y orgullosa, por poder fastidiarlo un poco como él intentaba con ella.

-No me vengas con tonterías –Gritó el hombre molesto y abriendo sin respeto alguno, la puerta-. Dime el número.

¿Pero quién demonios se creía que era? Se hallaba en la ducha. Y ésta, era de cristal casi transparente.

-¡Quieres salir del baño! –Chilló histérica, tratando de cubrirse el cuerpo, sabiendo que la mampara no era del todo opaca-. ¡Me estoy duchando, pedazo de memo!

-Tranquila –Rió con cierta mofa-. A diferencia de ti, no eres la primera mujer que veo desnuda.

¡Pedazo de idiota! Se insultó enfadado así mismo. Pues era la que más deseaba ver, así que mejor salir de allí y no complicar las cosas.

-¡Y a mí qué demonios me cuentas! –Soltó enfurecida-. ¡Sal del baño imbécil!

Sebastián, tensó su espalda ante la retalla de palabras que salían por la dulce chica.

-Esa boca, te la voy a lavar con jabón –Frunció el ceño con cierto desagrado-. Dices muchas palabrotas.

-¡Largo, si no quieres que te rompa las piernas! –Volvió a amenazar, totalmente consternada.

-Desde luego, que Londres no te sienta nada bien –Indicó sorprendido-. Nunca habías sido tan agresiva.

Ella, sonrió a escondidas por poder encabritarlo.

-Aquí, lo único que no me sienta bien eres tú… ¡Por última vez! ¡Largo!

Segundos después, agudizó el oído. No escuchando ninguna queja más.

 ¿Sería buena señal? Recordaba, que Sebastián siempre había sido muy testarudo con ella. Y también muy insistente. De seguro que cuando saliera la estaba esperando, con cara de pocos amigos.

¡Perfecto!

 Pensó sonriente. Entonces,  mejor era tardar un buen rato en salir de la ducha. Y como tampoco tenía mucha prisa, no le importaba perder tiempo. Pero a quien no le daba igual aquello, era a  Sebastián.  Rió en silencio. Al saber que éste,  quería pasarse por su oficina durante la mañana. De modo, que acabaría cansándose y se marcharía dejando la frontera libre.


8 comentarios:

  1. YAHOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! y no le estoy haciendo propaganda a ese servicio sino que me da mucho gusto que haya vuelto Karoline, buena sis mediana!!!
    Gracias!!!!

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    1. Y pobrecita Karoline, mira los momentos que le haces pasar!!!!!

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    2. No querías Karolaine, Karolaine... Pues ale, ahí la tenéis.

      Que sufra, por lo que me hacéis sufrir a mi


      jejeje

      Muchos besos guapi

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  2. Me da que esa vivienda se va a convertir en zona nudista jajaja, hasta a mi me daría un patatús jajajaja
    Besos a todas

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    1. Aquí había un comentario... Mmmmm.... Ande se fue..
      Y nudista, nudista...

      Ya tenemos la principal sospechosa, para inducirme a pura indecencia.. jajaja.. es Yola!!! Que de forma simulada, me incita a ir desnudando a la gente!!!!

      jajajja

      Quejas a ella. jajaja

      Muchas gracias. Besos

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  3. estuvo genial, como siempre me encanto...!!!! no importa sigue torturándonos con mas capítulos jajajaja!!!

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    1. hai...

      Seguiremos torturando. Eso que no falte jejeje

      Muchas gracias Kriss

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  4. He repasado todos los capítulos (y no es que me queje eh!) pero no tardessss en subir más Esther, que no me gusta nada esperar (porque tengo una memoria terrible) jaja. Un abrazo y me ha encantado leer más de Becaria!!

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