Capítulo 17
Una mujer se acercaba con paso firme hacia
ellos. Daniel instintivamente soltó la
mano de Melina y se alejó más. Quien se
acercaba era fina y bonita, con su vestido parecía una de aquellas mujeres artificiales -pensó Mel y enseguida notó algo de tensión
en Daniel- no podía ser ella la…
Todas sus dudas se despejaron cuando la mujer se
acercó a Daniel besándolo ligeramente en los labios y a continuación tomó su
brazo posesivamente aprovechando, de paso, para presumir el hermoso brillante
que tenía en su dedo.
- Melina,
ella es Micaela -Daniel las presentó
repentinamente serio.
- Su
prometida -completó la mujer por si el
anillo no hubiera sido suficientemente claro-
y tú eres… -pronunció con
desprecio.
- Hermana
de la anfitriona -culminó viendo como a
esa mujer se le helaba la sonrisa. ¡Bien
merecido!
-
Disculpa, no sabía que fueras cuñada de Leonardo… -emitió con falso arrepentimiento pero añadió
con malicia- y hermana de la
diseñadora -lo dijo con tal arrogancia
que Mel deseó partirle uno de los maceteros cercanos en su “real” cabeza.
- Si, una
de las mejores diseñadoras del mundo ¿sabías?
-al ver que Micaela se quedaba repentinamente muda añadió- ¿¿no??
Claro que no, obviamente tú no sabes nada más que el color de moda
¿cierto? -Mel sonrió fingidamente- Debo irme, porque mi hermana, la diseñadora,
debe estar buscándome -añadió con
intención y soltando una ligera risita al oír el bufido de la mujer.
Daniel miró como Mel se alejaba y trató de
reprimir una sonrisa que amenazaba con aflorar a sus labios. Micaela no debería haberse comportado así
pero Mel le había puesto en su lugar. No
debería alegrarse precisamente, pero alguien debía bajarle los humos a su
futura esposa o terminaría por volverse loco y le agradecería al cielo y a Mel
si ella era la persona adecuada para hacer de Mica una persona más natural.
¡Qué mujer más insoportable! -pensó Micaela y viendo a Daniel apretó aún
más su brazo- No había creído cuando
Antonella le había contado que había visto a su Daniel con una mujer. Él sabía muy bien que ella era muy celosa así
que decidió no confrontarlo. Melina Báez
-había dicho Antonella- y ahora ella
empezaba a sospechar que tal vez había algo raro ahí. ¡Una oportunista igual que su hermana! -comentó despidiéndose Antonella y Micaela
prometió no dejar a Daniel nunca en libertad.
Melina aún sonreía al recordar la cara de
fastidio de aquella mujer. Ella había
empezado y solo se había defendido, así que se merecía que su máscara se
desfigurara aunque fuera un momento.
Empezó a mirar a su alrededor nuevamente a los invitados.
- ¡Qué
bueno verte, Melina! -una voz sexy habló
a su espalda y la sobresaltó. ¿Qué
estaba pasando?- Te ves preciosa.
-
¡Sebastien! -lo miró
sorprendida. Él no solía buscarla y
mucho menos le hacía cumplidos- Igual te
ves muy bien,
- ¿Por
qué no bailas? -el sonrió seductor y
ella empezó a pensar que ese vestido tenía algo mágico.
-
¿Qué? Porque no estoy de
ánimo -no sabía ni que decir.
-
¡Lástima! Yo deseaba tanto bailar
contigo -susurró galante y ella empezó a
mirarlo como si estuviera loco.
-
¿Sebastien estás bien? -Él nunca
se había fijado en ella. Desde el
principio “trataba” con Dome y ahora sabía toda su historia- Generalmente, tú…
- ¿No soy
así? -él preguntó divertido.
- No,
siempre eres así -Mel dijo retadora- pero no conmigo.
-
¡Atrapado! -él sonrió y ella
entendió el encanto matador del que hablaban las mujeres- Solo quiero hablar…
- ¿De
qué? -ella no iba con rodeos y eso hizo
que él se separara.
-
¿Doménica está bien? -Mel lo miró
sorprendida.
- ¿Por
qué?
- Porque
no ha venido -él habló con un tono
despreocupado- Y se que es muy amiga de
Danna también… Simple curiosidad.
-
¿Si? -Mel no se lo creía. ¿De cuando acá Sebastien tenía “simple
curiosidad”?- Te conozco, Sebastien. Me agradas pero no voy a decir nada de Dome…
solo que esta perfectamente desde la última vez que la vi.
- ¿Y no
vino por?
- Porque
no pudo. ¿Algo más para satisfacer tu
simple curiosidad? -Mel dijo sonriendo
irónica porque no iba a decir nada de nada además de que se le podía escapar el
gran secreto y Doménica le mataría.
Sebastien fingió mirarla resignado pero no la
engañaba.
Capítulo 18
- ¡Nunca
vas a caer! -sonrió inocentemente y Mel
entendió que era lo que hacía irresistible a Sebastien. Era esa mezcla de ángel – demonio. Pasaba de ser un corderito a todo un lobo en
segundos. Pero eso si -pensó Mel-
nunca lo había visto sin esa sonrisa seductora y ese brillo de cazador
experimentado.
- ¡Ni lo
intentes! -bromeó mientras tomaba su
mano para ir a la pista de baile. Ella
lo apreciaba mucho. Le parecía un hombre
sumamente atractivo, al igual que su cuñado Leonardo y el hijo de éste,
Stefano. En realidad, en Italia había
conocido a muchos hombres por los que bien podría derretirse pero más allá de
admirarlos, no le provocaban nada… porque no eran Diego –suspiró y curiosamente
su mente pasó una imagen- porque no eran ¿Daniel?
- ¿En
quién piensas? -Sebastien le miró
inocente.
- ¡Qué
curioso eres! Nadie en especial…
-
¿Adivinó? -Mel lo miró suplicante
pero él no se calló- Estabas pensando
en… lo bien que se ve ese pastel de cumpleaños
-sonrió y le tomó la mano- Vamos
que yo también tomaré un pedazo.
Melina sonrió porque siempre había pensado que
Sebastien era un tanto bromista, si pero insensible y con la actitud de ahora
le estaba demostrando que estaba equivocada.
Era un gran hombre y tenía mucho en común con Doménica. ¿Por qué no se habrían enamorado? ¿Por qué no estaban juntos?
***
Se estiró una vez más en el sillón para desechar
un ligero letargo que parecía haberse adueñado de su cuerpo. ¿Sería por el libro que tenía entre
manos? Claro que no, a ella siempre le
había gustado leer… de hecho era una de sus mayores aficiones pero… no podía
concentrarse. ¿Por qué? Por el mismo motivo de siempre. Suspiró mirando al teléfono en una súplica
absurda. Cerró el libro, definitivamente
no se iba a poder quedar tranquila hasta no tomarlo. Cuando estaba a punto de alzar la bocina éste
sonó inesperadamente.
-
¿Diga? -saludó y recordó que
estaba en Italia- Excusi
¿Pronto?
- ¿Melina? -ni siquiera aguardo respuesta- Estaba pensando si todavía estarías aquí, así
que llamé a Eduardo para que le preguntara a Doménica, pero luego recordé que
tengo el número de Leonardo y me dije mejor llamo directamente y pregunto por
ti…
-
¿Daniel? -Mel sonrió cortando la
retahíla de palabras de él. Era
inconfundible pero… debía preguntar.
-
Disculpa, Melina. Si, soy yo -pronunció en tono divertido- ¿Cómo estás?
-
Aburrida y ¿tú?
- ¿Sola?
-
Casi… -en realidad estaban todos
excepto Beth. Pero, Leonardo y Danna
habían desaparecido hacía un buen tiempo…
-
¿Quieres salir?
-
¿Contigo? -preguntó
automáticamente.
-
Obviamente… -dijo en tono sarcástico- pero si quieres llamó a un amigo
para ti y…
- No,
tonto -Melina se reía divertida- me
conformó contigo.
- Muy
graciosa…
- No te
enfades…
- Claro
que no, Mel. ¿Qué dices?
- Seguro
¿a dónde…?
-
¡Sorpresa! -le interrumpió
Daniel- Pasó por ti en cinco minutos.
- Hummm
–Mel se lo pensó- Que sean diez -culminó sonriendo.
- ¡Y que
conste que estabas loca por salir! -dijo
riendo Daniel y colgó.
Melina subió a su cuarto prácticamente
volando. No se había maquillado pero ya
no le daba tiempo así que se puso solo un poco de brillo labial y se rizo
ligeramente sus pestañas. Ya estaba -pensó y miró su melena ligeramente ondulada
recogida en una coleta. Siempre le había
parecido curioso el contraste entre sus ojos grises clarísimos y su cabello
castaño oscuro que era prácticamente negro.
No sabía a donde irían por lo que se quedó con los jeans y tan solo se
cambió el blazer por una blusa fresca.
Dudaba entre quedarse con ella o ponerse algo más abrigado. Se acercó a la ventana. El sol seguía
brillando intensamente sin una sola nube en el cielo… y un auto entraba en ese momento por el
jardín.
Bajo presurosa para evitar que alguien la viera
salir. No quería chismes ni preguntas y
estaba segura que quien llegaba era Daniel.
Cuando el mayordomo se acercaba a la puerta, Mel se adelantó aclarando
que era a ella a quien buscaban. Abrió
la puerta y se encontró con un hombre tan magnífico y… distinto que dudó si era
a él a quien esperaba ¿era la primera vez que lo veía?
Capítulo 19
- ¿Mel,
vamos? -preguntó cuando sintió que ella
había dejado de observarle impactada.
¿Qué les pasaba a las mujeres? No
–se corrigió- A esa mujer en particular.
Lo miraba como si apenas lo hubiera conocido y aquel atento examen
estaba teniendo consecuencias…- ¿Vamos?
-
¿Vamos? -Mel repitió y de pronto
se sintió totalmente estúpida- Si vamos
Daniel -dijo atropelladamente y
sonrojándose.
Él le abrió la puerta del coche y cuando iba a
ponerlo en marcha, preguntó:
- ¿Te
despediste? –Daniel la miró un tanto acusador cuando negó- Se pueden preocupar, Mel -dijo condescendientemente.
- Soy lo
suficiente grandecita para salir sin permiso
-contestó enfurruñada porque él tenía razón pero no quería que nadie
supiera que estaba con él- Además no van
a pensar que me han raptado ni nada parecido…
- Melina,
es tu hermana y…
- Y está
ocupada con su marido, Daniel -sonrió al
ver que él parecía avergonzado- No creo
que le hiciera gracia que los interrumpiera ya que…
- Si, me
lo imagino -cortó avergonzado y arrancó
el motor ante las risas de Melina.
Era bueno fastidiarlo un poco. Se imaginaba lo que él estaba pensando. Ni siquiera iba a completar la frase porque
estaba bastante claro -sonrió traviesa y
de pronto se puso seria al recordar su primera reacción ante Daniel- ¿Qué le había pasado? No lo sabía, pero hasta ahora no asimilaba el
cambio en Daniel. Era guapísimo y desde
que lo conocía sabía eso pero… no era lo mismo.
Había un cambio aunque no sabía cual… ¿o el cambio estaría en ella?
- Te
quedaste muy callada, Mel. ¿Qué piensas?
- En
ti -soltó repentinamente y un poco
sonrojada aclaró- en tu invitación, quiero decir.
- Si,
¿por qué? ¿Hay algo misterioso en que te
invite?
- No lo
creo… ¿o si? -lo miró extrañada.
- No,
¿acaso no se puede invitar a una amiga a tomar un helado?
-
¿Helado? -así que ese era el
misterio pero no le paso por alto una palabrita que no supo porque le molestó.
- ¿Estas
a dieta? -se burló
- No, me
encanta el helado -dijo haciéndole una
mueca- ¿Crees que necesito una dieta?
- No, por
supuesto que no…
- Tú lo
dijiste…
- No, te
pregunte si estabas a dieta -Daniel
aclaró- todas las mujeres cuentan las
calorías o algo así y…
- Yo no
soy como todas las mujeres -dijo algo
molesta. No le gustaba que generalizaran
a “todas las mujeres” en ningún aspecto-
O al menos no a las que tú conoces.
- No tengas la menor duda -concordó aunque Mel no supo si tomarlo como
un cumplido- ¿Y qué tal la fiesta?
- Bien,
fue todo un éxito -comentó sin saber que
decir- Pero no te quedaste…
- No,
tuve que irme… -Daniel se quedó
pensativo
- No me
di cuenta en que momento…
- Estabas
bastante ocupada -comentó en tono raro
-
¿Si? -no podía recordar que
estaba haciendo.
-
Bailabas con Sebastien -dijo como
si le leyera la mente- Te veías muy a
gusto con él…
- ¿Te
pareció? -Mel reprimió una sonrisa- Me agrada y somos buenos amigos -no supo porque lo dijo- Él ayudó mucho en la historia de mi hermana y
Leonardo.
- Me lo
imagino…
- ¿No le
agrado a tu novia verdad? -Mel soltó sin
pensar y él se limitó a sonreír.
- ¿Por
qué?
- Creo
que fue bastante evidente… En fin, quiero
saber algo pero…
- Dímelo…
- ¿Por
qué ella? -Mel no sabía explicarse- Quiero decir
-él estaba expectante- ella no me
parece… no, si es tu tipo pero… al mismo tiempo… -¿cómo decirle que parecía tan
cabeza hueca y no entendía que veía un hombre como Daniel en ella?- ¿Por qué ella? –repitió.
Capítulo 20
¿Por qué ella? La pregunta parecía resonar entre ellos
invadiendo el ambiente. Incluso la
música del auto parecía haber descendido en intensidad. Él se lo pensó.
- Porque nos conocemos de toda la vida -Daniel tenía fija la vista en el horizonte-
Micaela sabe lo que me agrada y lo que no.
Ella es… -ladeó un poco la cabeza-
Ella sabe… Micaela asiste a los
eventos… me representa a mí… siempre…
-Daniel la miró un instante y sonrió-
¡Nunca me habían hecho esta pregunta!
- No quise incomodarte… Soy muy curiosa, es un defecto -se sonrojó.
- No hay problema, Melina…
- Hablas de ella como si fuera una empleada
tuya -Mel lo miró un tanto
enfadada- Me representa en eventos que odio…-hizo como si lo imitara- Daniel, yo…
- ¿Me estás criticando?
- Claro que no
-Mel lo miró retadora- Yo no soy
nadie para criticar tu vida y relaciones…
- Relación, Mel. Además yo no tengo ningún problema porque me
imaginó lo que pensabas escuchar… ahora… respóndeme tú. ¿Por qué él?
Eso ella no se lo
esperaba. Había caído en su propia
trampa porque era cierto… él le había respondido y ahora no podía negarse…
sería injusto.
- Porque… -titubeó un poco- porque lo amo.
- ¡No!
-Daniel alzó la voz y Mel lo miró sorprendida- ¡Esa es la salida fácil!
¿De qué estaba
hablando? ¿¿Salida fácil?? ¡¡¡Salida fácil!!! Vaya salida fácil lo que él consideraba. No había nada de “fácil” ni “simple” en
confesar que amas al hombre equivocado.
En admitir que no es la vida que quieres pero es lo que tienes… ¡Como
podía siquiera pensarlo! -Mel iba a
hablar pero Daniel continuó:
- ¿No estás de acuerdo no? -Daniel hizo un amago de sonrisa- Se te nota en tu expresión… pero es cierto y
antes de que me contradigas -se adelantó
a sus protestas- ¿Qué hay más fácil que
una simple frase hecha? Porque lo
amo… -sopesó sus palabras- Lo amas,
puede ser pero… hay motivos más complejos.
No puedes pensar que con un “porque lo amo” se explica un ¿por qué
él? Razones, Melina, dame razones con
las que yo pueda entender tu “porque lo amo”
Ella estaba
desconcertada. ¿Razones?... ¡El amor no
tiene razones! –quería gritarle- pero… eso no era cierto. Siempre había razones. Pero eso era en otras relaciones. La suya con Diego era distinta… Él estaba insinuándole algo… ¿Tenía razón?
- Razones de conveniencia como las tuyas… ¿Eso
es lo que pides? -Mel disfrazó sus dudas
con un ataque- Yo valoro una relación
por lo que yo puedo aportar en ella y no por lo que recibo a cambio.
- Tienes razón, Melina. Pero eso no contesta mi pregunta -Daniel no la miraba- Si, razones de conveniencia… como tu las
llamas -dijo irónico- es eso lo que pido.
- No tengo ese tipo de razones… creo que quedó
claro que…
- Si, tú valoras por lo que tú puedes aportar
en ella pero… ¿vale la pena solo tú aporte?
-Mel estaba seria- Y si tú
respuesta es si… ¿en qué momento es conveniente el aporte del otro? Las relaciones son de dos…
- Si… -Daniel había hecho la pregunta que a
ella le había rondado desde hace bastante tiempo pero no se había atrevido a
poner en palabras… ¿hasta cuándo esperaría por Diego? ¡Diego!...-
Lo amo no es suficiente… -admitió
triste- pero… estoy tan acostumbrada a
decirlo… pensarlo -se sorprendió a sí
misma por la confesión- Quisiera
encontrar razones… Él es… Él es para mí…
-dijo temblorosa- Yo… -trataba de
encontrar palabras pero… no era tarea fácil y sentía que no tenía fuerza para
seguir con eso- Él… -lo intentó una vez
más…
- Hemos llegado
-Daniel anunció porque sentía el dolor en las palabras de Melina y
quería evitarlo. Quería dejar de
escucharlo… ojalá pudiera sanarlo -deseó
inconscientemente mientras una gran fuerza se apoderaba de su corazón- ¿por qué estaba pensando eso?... Porque… la quería mucho -se contestó-
es una persona excepcional y no es justo que sufra…- Vamos Mel
-abrió la puerta y le extendió la mano que ella tomo gustosa. Él había descendido antes solo para
conducirla al interior de aquel establecimiento tomada de su brazo.
- Gracias Daniel -pronunció suavemente acariciando ligeramente
su brazo y no necesitó decir más para que se entendieran.
- Eres única, Melina -él posó su mano sobre la de ella que
descansaba en su otro brazo- ¿Lo
sabías? -dijo bajo y a continuación alzó
su mano y le sonreía a un hombre mayor que los recibía con entusiasmo en la
puerta.
-
Donatello, ¡que alegría verte!
-saludaba Daniel- Te presentó a
Melina.
- Hijo,
hace tiempo que no vienes… -se dirigió a
Mel- Mucho gusto, señorita. Es muy bonita.
- Gracias…
el gusto es todo mío -sonrió Mel.
- Ya era
hora que nos presentaras a tu novia…
-dijo Donatello- Ven, que a Rafaella
le encantará verte -les condujo adentro.
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