sábado, 31 de agosto de 2013

Una rosa en la noche 6



Capítulo 17
Una mujer se acercaba con paso firme hacia ellos.  Daniel instintivamente soltó la mano de Melina y se alejó más.  Quien se acercaba era fina y bonita, con su vestido parecía una de aquellas mujeres artificiales  -pensó Mel y enseguida notó algo de tensión en Daniel-  no podía ser ella la…

Todas sus dudas se despejaron cuando la mujer se acercó a Daniel besándolo ligeramente en los labios y a continuación tomó su brazo posesivamente aprovechando, de paso, para presumir el hermoso brillante que tenía en su dedo.
-  Melina, ella es Micaela  -Daniel las presentó repentinamente serio.
-  Su prometida  -completó la mujer por si el anillo no hubiera sido suficientemente claro-  y tú eres…  -pronunció con desprecio.
-  Hermana de la anfitriona  -culminó viendo como a esa mujer se le helaba la sonrisa.  ¡Bien merecido!
-  Disculpa, no sabía que fueras cuñada de Leonardo…  -emitió con falso arrepentimiento pero añadió con malicia-  y hermana de la diseñadora  -lo dijo con tal arrogancia que Mel deseó partirle uno de los maceteros cercanos en su “real” cabeza.
-  Si, una de las mejores diseñadoras del mundo ¿sabías?  -al ver que Micaela se quedaba repentinamente muda añadió-  ¿¿no??  Claro que no, obviamente tú no sabes nada más que el color de moda ¿cierto?  -Mel sonrió fingidamente-  Debo irme, porque mi hermana, la diseñadora, debe estar buscándome  -añadió con intención y soltando una ligera risita al oír el bufido de la mujer.
Daniel miró como Mel se alejaba y trató de reprimir una sonrisa que amenazaba con aflorar a sus labios.  Micaela no debería haberse comportado así pero Mel le había puesto en su lugar.  No debería alegrarse precisamente, pero alguien debía bajarle los humos a su futura esposa o terminaría por volverse loco y le agradecería al cielo y a Mel si ella era la persona adecuada para hacer de Mica una persona más natural.
¡Qué mujer más insoportable!  -pensó Micaela y viendo a Daniel apretó aún más su brazo-  No había creído cuando Antonella le había contado que había visto a su Daniel con una mujer.  Él sabía muy bien que ella era muy celosa así que decidió no confrontarlo.  Melina Báez -había dicho Antonella-  y ahora ella empezaba a sospechar que tal vez había algo raro ahí.  ¡Una oportunista igual que su hermana!  -comentó despidiéndose Antonella y Micaela prometió no dejar a Daniel nunca en libertad.
Melina aún sonreía al recordar la cara de fastidio de aquella mujer.  Ella había empezado y solo se había defendido, así que se merecía que su máscara se desfigurara aunque fuera un momento.  Empezó a mirar a su alrededor nuevamente a los invitados.
-  ¡Qué bueno verte, Melina!  -una voz sexy habló a su espalda y la sobresaltó.  ¿Qué estaba pasando?-  Te ves preciosa.
-  ¡Sebastien!  -lo miró sorprendida.  Él no solía buscarla y mucho menos le hacía cumplidos-  Igual te ves muy bien,
-  ¿Por qué no bailas?  -el sonrió seductor y ella empezó a pensar que ese vestido tenía algo mágico.
-  ¿Qué?  Porque no estoy de ánimo  -no sabía ni que decir.
-  ¡Lástima!  Yo deseaba tanto bailar contigo  -susurró galante y ella empezó a mirarlo como si estuviera loco.
-  ¿Sebastien estás bien?  -Él nunca se había fijado en ella.  Desde el principio “trataba” con Dome y ahora sabía toda su historia-  Generalmente, tú…
-  ¿No soy así?  -él preguntó divertido.
-  No, siempre eres así  -Mel dijo retadora-  pero no conmigo.
-  ¡Atrapado!  -él sonrió y ella entendió el encanto matador del que hablaban las mujeres-  Solo quiero hablar…
-  ¿De qué?  -ella no iba con rodeos y eso hizo que él se separara.
-  ¿Doménica está bien?  -Mel lo miró sorprendida.
-  ¿Por qué?
-  Porque no ha venido  -él habló con un tono despreocupado-  Y se que es muy amiga de Danna también…  Simple curiosidad.
-  ¿Si?  -Mel no se lo creía.  ¿De cuando acá Sebastien tenía “simple curiosidad”?-  Te conozco, Sebastien.  Me agradas pero no voy a decir nada de Dome… solo que esta perfectamente desde la última vez que la vi.
-  ¿Y no vino por?
-  Porque no pudo.  ¿Algo más para satisfacer tu simple curiosidad?  -Mel dijo sonriendo irónica porque no iba a decir nada de nada además de que se le podía escapar el gran secreto y Doménica le mataría.
Sebastien fingió mirarla resignado pero no la engañaba.
Capítulo 18
-  ¡Nunca vas a caer!  -sonrió inocentemente y Mel entendió que era lo que hacía irresistible a Sebastien.  Era esa mezcla de ángel – demonio.  Pasaba de ser un corderito a todo un lobo en segundos.  Pero eso si  -pensó Mel-  nunca lo había visto sin esa sonrisa seductora y ese brillo de cazador experimentado.
-  ¡Ni lo intentes!  -bromeó mientras tomaba su mano para ir a la pista de baile.  Ella lo apreciaba mucho.  Le parecía un hombre sumamente atractivo, al igual que su cuñado Leonardo y el hijo de éste, Stefano.  En realidad, en Italia había conocido a muchos hombres por los que bien podría derretirse pero más allá de admirarlos, no le provocaban nada… porque no eran Diego –suspiró y curiosamente su mente pasó una imagen- porque no eran ¿Daniel?
-  ¿En quién piensas?  -Sebastien le miró inocente.
-  ¡Qué curioso eres!  Nadie en especial…
-  ¿Adivinó?  -Mel lo miró suplicante pero él no se calló-  Estabas pensando en… lo bien que se ve ese pastel de cumpleaños  -sonrió y le tomó la mano-  Vamos que yo también tomaré un pedazo.
Melina sonrió porque siempre había pensado que Sebastien era un tanto bromista, si pero insensible y con la actitud de ahora le estaba demostrando que estaba equivocada.  Era un gran hombre y tenía mucho en común con Doménica.  ¿Por qué no se habrían enamorado?  ¿Por qué no estaban juntos?
***
Se estiró una vez más en el sillón para desechar un ligero letargo que parecía haberse adueñado de su cuerpo.  ¿Sería por el libro que tenía entre manos?  Claro que no, a ella siempre le había gustado leer… de hecho era una de sus mayores aficiones pero… no podía concentrarse.  ¿Por qué?  Por el mismo motivo de siempre.  Suspiró mirando al teléfono en una súplica absurda.  Cerró el libro, definitivamente no se iba a poder quedar tranquila hasta no tomarlo.  Cuando estaba a punto de alzar la bocina éste sonó inesperadamente.
-  ¿Diga?  -saludó y recordó que estaba en Italia- Excusi ¿Pronto?
-  ¿Melina?  -ni siquiera aguardo respuesta-  Estaba pensando si todavía estarías aquí, así que llamé a Eduardo para que le preguntara a Doménica, pero luego recordé que tengo el número de Leonardo y me dije mejor llamo directamente y pregunto por ti…
-  ¿Daniel?  -Mel sonrió cortando la retahíla de palabras de él.  Era inconfundible pero… debía preguntar.
-  Disculpa, Melina.  Si, soy yo  -pronunció en tono divertido-  ¿Cómo estás?
-  Aburrida y ¿tú?
-  ¿Sola?
-  Casi…  -en realidad estaban todos excepto Beth.  Pero, Leonardo y Danna habían desaparecido hacía un buen tiempo…
-  ¿Quieres salir?
-  ¿Contigo?  -preguntó automáticamente.
-  Obviamente… -dijo en tono sarcástico- pero si quieres llamó a un amigo para ti y…
-  No, tonto  -Melina se reía divertida- me conformó contigo.
-  Muy graciosa…
-  No te enfades…
-  Claro que no, Mel. ¿Qué dices?
-  Seguro ¿a dónde…?
-  ¡Sorpresa!  -le interrumpió Daniel-  Pasó por ti en cinco minutos.
-  Hummm –Mel se lo pensó-  Que sean diez  -culminó sonriendo.
-  ¡Y que conste que estabas loca por salir!  -dijo riendo Daniel y colgó.
Melina subió a su cuarto prácticamente volando.  No se había maquillado pero ya no le daba tiempo así que se puso solo un poco de brillo labial y se rizo ligeramente sus pestañas.  Ya estaba  -pensó y miró su melena ligeramente ondulada recogida en una coleta.  Siempre le había parecido curioso el contraste entre sus ojos grises clarísimos y su cabello castaño oscuro que era prácticamente negro.  No sabía a donde irían por lo que se quedó con los jeans y tan solo se cambió el blazer por una blusa fresca.  Dudaba entre quedarse con ella o ponerse algo más abrigado.  Se acercó a la ventana. El sol seguía brillando intensamente sin una sola nube en el cielo…  y un auto entraba en ese momento por el jardín.
Bajo presurosa para evitar que alguien la viera salir.  No quería chismes ni preguntas y estaba segura que quien llegaba era Daniel.  Cuando el mayordomo se acercaba a la puerta, Mel se adelantó aclarando que era a ella a quien buscaban.  Abrió la puerta y se encontró con un hombre tan magnífico y… distinto que dudó si era a él a quien esperaba ¿era la primera vez que lo veía?

Capítulo 19
-  ¿Mel, vamos?  -preguntó cuando sintió que ella había dejado de observarle impactada.  ¿Qué les pasaba a las mujeres?  No –se corrigió- A esa mujer en particular.  Lo miraba como si apenas lo hubiera conocido y aquel atento examen estaba teniendo consecuencias…-  ¿Vamos?
-  ¿Vamos?  -Mel repitió y de pronto se sintió totalmente estúpida-  Si vamos Daniel  -dijo atropelladamente y sonrojándose.
Él le abrió la puerta del coche y cuando iba a ponerlo en marcha, preguntó:
-  ¿Te despediste? –Daniel la miró un tanto acusador cuando negó-  Se pueden preocupar, Mel  -dijo condescendientemente.
-  Soy lo suficiente grandecita para salir sin permiso  -contestó enfurruñada porque él tenía razón pero no quería que nadie supiera que estaba con él-  Además no van a pensar que me han raptado ni nada parecido…
-  Melina, es tu hermana y…
-  Y está ocupada con su marido, Daniel  -sonrió al ver que él parecía avergonzado-  No creo que le hiciera gracia que los interrumpiera ya que…
-  Si, me lo imagino  -cortó avergonzado y arrancó el motor ante las risas de Melina.
Era bueno fastidiarlo un poco.  Se imaginaba lo que él estaba pensando.  Ni siquiera iba a completar la frase porque estaba bastante claro  -sonrió traviesa y de pronto se puso seria al recordar su primera reacción ante Daniel-  ¿Qué le había pasado?  No lo sabía, pero hasta ahora no asimilaba el cambio en Daniel.  Era guapísimo y desde que lo conocía sabía eso pero… no era lo mismo.  Había un cambio aunque no sabía cual… ¿o el cambio estaría en ella?
-  Te quedaste muy callada, Mel.  ¿Qué piensas?
-  En ti  -soltó repentinamente y un poco sonrojada aclaró- en tu invitación, quiero decir.
-  Si, ¿por qué?  ¿Hay algo misterioso en que te invite?
-  No lo creo… ¿o si?  -lo miró extrañada.
-  No, ¿acaso no se puede invitar a una amiga a tomar un helado?
-  ¿Helado?  -así que ese era el misterio pero no le paso por alto una palabrita que no supo porque le molestó.
-  ¿Estas a dieta?  -se burló
-  No, me encanta el helado  -dijo haciéndole una mueca-  ¿Crees que necesito una dieta?
-  No, por supuesto que no…
-  Tú lo dijiste…
-  No, te pregunte si estabas a dieta  -Daniel aclaró-  todas las mujeres cuentan las calorías o algo así y…
-  Yo no soy como todas las mujeres  -dijo algo molesta.  No le gustaba que generalizaran a “todas las mujeres” en ningún aspecto-  O al menos no a las que tú conoces.
-    No tengas la menor duda  -concordó aunque Mel no supo si tomarlo como un cumplido-  ¿Y qué tal la fiesta?
-  Bien, fue todo un éxito  -comentó sin saber que decir-  Pero no te quedaste…
-  No, tuve que irme…  -Daniel se quedó pensativo
-  No me di cuenta en que momento…
-  Estabas bastante ocupada  -comentó en tono raro
-  ¿Si?  -no podía recordar que estaba haciendo.
-  Bailabas con Sebastien  -dijo como si le leyera la mente-  Te veías muy a gusto con él…
-  ¿Te pareció?  -Mel reprimió una sonrisa-  Me agrada y somos buenos amigos  -no supo porque lo dijo-  Él ayudó mucho en la historia de mi hermana y Leonardo.
-  Me lo imagino… 
-  ¿No le agrado a tu novia verdad?  -Mel soltó sin pensar y él se limitó a sonreír.
-  ¿Por qué?
-  Creo que fue bastante evidente…  En fin, quiero saber algo pero…
-  Dímelo…
-  ¿Por qué ella?  -Mel no sabía explicarse-  Quiero decir  -él estaba expectante-  ella no me parece… no, si es tu tipo pero… al mismo tiempo… -¿cómo decirle que parecía tan cabeza hueca y no entendía que veía un hombre como Daniel en ella?-  ¿Por qué ella? –repitió.
 Capítulo 20
¿Por qué ella?  La pregunta parecía resonar entre ellos invadiendo el ambiente.  Incluso la música del auto parecía haber descendido en intensidad.  Él se lo pensó.
-  Porque nos conocemos de toda la vida  -Daniel tenía fija la vista en el horizonte- Micaela sabe lo que me agrada y lo que no.  Ella es… -ladeó un poco la cabeza-  Ella sabe…  Micaela asiste a los eventos… me representa a mí… siempre…  -Daniel la miró un instante y sonrió-  ¡Nunca me habían hecho esta pregunta!
-  No quise incomodarte…  Soy muy curiosa, es un defecto  -se sonrojó.
-  No hay problema, Melina…
-  Hablas de ella como si fuera una empleada tuya  -Mel lo miró un tanto enfadada-  Me representa en eventos que odio…-hizo como si lo imitara-  Daniel, yo…
-  ¿Me estás criticando?
-  Claro que no  -Mel lo miró retadora-  Yo no soy nadie para criticar tu vida y relaciones…
-  Relación, Mel.  Además yo no tengo ningún problema porque me imaginó lo que pensabas escuchar… ahora… respóndeme tú.  ¿Por qué él?
Eso ella no se lo esperaba.  Había caído en su propia trampa porque era cierto… él le había respondido y ahora no podía negarse… sería injusto.
-  Porque… -titubeó un poco- porque lo amo.
-  ¡No!  -Daniel alzó la voz y Mel lo miró sorprendida-  ¡Esa es la salida fácil!
¿De qué estaba hablando?  ¿¿Salida fácil??  ¡¡¡Salida fácil!!!  Vaya salida fácil lo que él consideraba.  No había nada de “fácil” ni “simple” en confesar que amas al hombre equivocado.  En admitir que no es la vida que quieres pero es lo que tienes… ¡Como podía siquiera pensarlo!  -Mel iba a hablar pero Daniel continuó:
-  ¿No estás de acuerdo no?  -Daniel hizo un amago de sonrisa-  Se te nota en tu expresión… pero es cierto y antes de que me contradigas  -se adelantó a sus protestas-  ¿Qué hay más fácil que una simple frase hecha?  Porque lo amo…  -sopesó sus palabras- Lo amas, puede ser pero… hay motivos más complejos.  No puedes pensar que con un “porque lo amo” se explica un ¿por qué él?  Razones, Melina, dame razones con las que yo pueda entender tu “porque lo amo”
Ella estaba desconcertada.  ¿Razones?... ¡El amor no tiene razones! –quería gritarle- pero… eso no era cierto.  Siempre había razones.  Pero eso era en otras relaciones.  La suya con Diego era distinta…  Él estaba insinuándole algo… ¿Tenía razón?
-  Razones de conveniencia como las tuyas… ¿Eso es lo que pides?  -Mel disfrazó sus dudas con un ataque-  Yo valoro una relación por lo que yo puedo aportar en ella y no por lo que recibo a cambio.
-  Tienes razón, Melina.  Pero eso no contesta mi pregunta  -Daniel no la miraba-  Si, razones de conveniencia… como tu las llamas  -dijo irónico-  es eso lo que pido.
-  No tengo ese tipo de razones… creo que quedó claro que…
-  Si, tú valoras por lo que tú puedes aportar en ella pero… ¿vale la pena solo tú aporte?  -Mel estaba seria-  Y si tú respuesta es si… ¿en qué momento es conveniente el aporte del otro?  Las relaciones son de dos…
-  Si… -Daniel había hecho la pregunta que a ella le había rondado desde hace bastante tiempo pero no se había atrevido a poner en palabras… ¿hasta cuándo esperaría por Diego?  ¡Diego!...-  Lo amo no es suficiente…  -admitió triste-  pero… estoy tan acostumbrada a decirlo… pensarlo  -se sorprendió a sí misma por la confesión-  Quisiera encontrar razones… Él es… Él es para mí…  -dijo temblorosa-  Yo… -trataba de encontrar palabras pero… no era tarea fácil y sentía que no tenía fuerza para seguir con eso-  Él… -lo intentó una vez más…
-  Hemos llegado  -Daniel anunció porque sentía el dolor en las palabras de Melina y quería evitarlo.  Quería dejar de escucharlo… ojalá pudiera sanarlo  -deseó inconscientemente mientras una gran fuerza se apoderaba de su corazón-  ¿por qué estaba pensando eso?...  Porque… la quería mucho  -se contestó-  es una persona excepcional y no es justo que sufra…-  Vamos Mel  -abrió la puerta y le extendió la mano que ella tomo gustosa.  Él había descendido antes solo para conducirla al interior de aquel establecimiento tomada de su brazo.
-  Gracias Daniel  -pronunció suavemente acariciando ligeramente su brazo y no necesitó decir más para que se entendieran.
-  Eres única, Melina  -él posó su mano sobre la de ella que descansaba en su otro brazo-  ¿Lo sabías?  -dijo bajo y a continuación alzó su mano y le sonreía a un hombre mayor que los recibía con entusiasmo en la puerta.
-  Donatello, ¡que alegría verte!  -saludaba Daniel-  Te presentó a Melina.
-  Hijo, hace tiempo que no vienes…  -se dirigió a Mel-  Mucho gusto, señorita.  Es muy bonita.
-  Gracias… el gusto es todo mío  -sonrió Mel.
-  Ya era hora que nos presentaras a tu novia…  -dijo Donatello-  Ven, que a Rafaella le encantará verte  -les condujo adentro.

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