sábado, 27 de julio de 2013

"Gabriela Ruiz" Una Rosa En La Noche 4


Capítulo 10
Tenía todo listo.  Se despidió de Dome y Alex que al final no se habían decidido a asistir.  Prometo traer muchos dulces  -le había dicho a Alex que saltó contento pero Doménica estaba extraña.  ¿Qué tendría?  Ya no había tiempo de preguntar porque anunciaron que su vuelo estaba a punto de despegar.  Debía llamarle apenas llegara a Italia.

Sentada en su lugar, Mel empezó a recordar su historia con Diego.  Había iniciado hace tanto tiempo ya.  Cuando ella tenía 15 años lo conoció.  Él era un joven de 18 años en ese entonces, tan seguro de sí y con un aura magnética que le conquistaron de inmediato.  Diego era parte de una banda de rock y al darse cuenta que ella lo atraía, se sintió eufórica y ni que decir de sus amigas, chiquillas que la alentaron a ir tras él.  Incluso Doménica, en un principio estaba fascinada con él y le animó a seguirle la corriente.  Y si, en poco tiempo ya estaban saliendo formalmente.  No había pasado ni un mes y empezaron los rumores.  Que él estaba con otras, que se aprovechaba de su fama entre las jóvenes, que estaba jugando con ella.  ¡Envidia! Había creído en ese entonces y empezó a volverse inmune a los comentarios.  No son verdad  -decían sus amigos-  y ella estaba segura de conocer a Diego.  Casi un año sin escuchar nada de lo que se decía y tal vez hacerse un tanto ciega  -ahora que recordaba-  porque él siempre fue un coqueto pero de ahí no pasaba.  Solo flirteaba y era normal  -en su opinión-  de eso se trataba su trabajo.  Debía atraer nuevas jóvenes fanáticas a su banda y ella lo apoyaba incondicionalmente.  Hasta que vio con sus propios ojos.  Él estaba besando a una de las chicas…
-  ¿Desea algo señorita?  -preguntó la aeromoza interrumpiéndola.
-  Un zumo, gracias  -se lo entregaron y los recuerdos acudieron nuevamente.
Tuvieron una discusión tremenda por eso.  Él, pasada la ira, le pidió disculpas porque la chica se lanzó a besarlo pero Mel no le creyó nada.  Se terminó  -pronunció con cierto temor y se alejó herida.  Después de todo, los rumores siempre tiene algo de verdad  -reflexionó aquella ocasión.  No se habían vuelto a ver pero se enteró que la banda se disolvió cuando Diego abandonó el liderazgo.  Después de dos años, se volvieron a ver en la Universidad.  Él estaba en cuarto año y ella ingresaba a primero.  Su rostro seguía igual, no había cambiado excepto su cabello que ahora lucía mucho más corto y bien peinado.  Estás hermosa, Mel  -él le había dicho admirado.  Tú no has cambiado, Diego  -respondió y se alejó riendo.  Él empezó a buscarla.  Se hicieron amigos y compartían largas charlas en la tarde y Mel pensó que Diego si había cambiado en su personalidad.  Ahora lo notaba más maduro y bromeaba más.  Se sintió cada vez más cerca de él y sin notarlo casi se encontró enamorada de él.  Pero esta vez no era un caprichito de adolescencia, ya no se sentía “enamorada” de un ídolo, sino de él, del verdadero Diego y de su forma de ser con ella. 
Después de un año juntos, como amigos, él le pidió que fuera su novia.  Aceptó, a pesar de la fama de él.  Había madurado, si, pero seguía siendo todo un cazador de mujeres.  Empezaron a ser una de las parejas más conocidas y estables de la Universidad.  Despertaban envidias por lo atractivos que eran.  Él, alto, guapo e inteligente al igual que ella, alta, bella e inteligente.  Cuando estaban a un día de celebrar su primer aniversario,  Melina decidió ir a su departamento sin avisar.  ¡Grave error! Porque lo que vio la dejó paralizada.  Ella no había ido nunca pero tenía las llaves que él le había dado y entró para toparse con un espectáculo que bien podría haber evitado.  Diego besaba apasionadamente a otra mujer que estaba semidesnuda, al igual que él.  No, no podía estar pasando.  Corrió desconsolada y Diego trató de alcanzarle.  No lo logró y ella se rehusó a hablar de lo sucedido, ni siquiera se lo contó a Doménica.  Estaba dolida y no entendía que era lo que había hecho mal.  Ella lo amaba, pero aún no se había acostado con él. 
Diego terminaba ese año la Universidad y se graduó de doctor.  Aún lo apreciaba  -se dijo Mel-  por lo que asistió a su incorporación.  Lo felicitó con un abrazo que le recordó lo cálidos que eran los brazos de él.  Aún lo amaba… y después de un par de meses había vuelto a su lado.  Nadie sabía el motivo de su separación anterior por lo que en ese entonces no hubo reclamos ni alegatos de ningún lado.   Estaban juntos y al cumplir nuevamente un año juntos, Mel visitó su apartamento.  Pero era uno nuevo y esta vez, ella no se iba a ir tan rápidamente.  Su visita no era lo que había planeado pero, no iba a negar, que era eso lo que quería que pasara.  Se entregó a Diego y le otorgó su pureza que, para ella, era algo muy significativo que se había prometido entregarla al hombre de su vida.  Y así lo hizo  -pensó-  No se arrepentía a pesar de todos los sucesos posteriores.  Los primeros meses después de aquel día, sus encuentros se hicieron asiduos y no le importaba lo que dijeran.  Al fin y al cabo ya tenía 21 años y nadie tenía porque decirle lo que debía hacer.  Él visitaba su apartamento o ella el de él.  Creía que todo era felicidad pero al parecer, Diego no pensaba lo mismo, porque volvió a coquetear con mujeres.  ¿O será que nunca había dejado de hacerlo?  Coqueteos lo aceptó, pero si se pasa de ahí… Te dejo  -le había amenazado y él había asentido empezando a besarle y logrando que olvidara su enojo y solo estuviera consciente de él. 
Capítulo 11
Era una mentira, por supuesto.  Diego había seguido con sus andanzas y primero lo hacía a escondidas, para evitar que se enterara.  Pero poco a poco empezaron a hacerse públicas.  Tanto que todos los que se atrevían le decían lo que ocurría a una Mel cegada y otros tantos se limitaban a verle con lástima.  Ella sentía que se hundía en un abismo por Diego.  Empezó a restarle importancia a su empleo y casi no se concentraba pensando en donde estaría Diego y con quien.  Él le había vuelto una celosa obsesiva  y la situación era insostenible.  Discutían y se reconciliaban en la cama.  Se estaba volviendo una persona taciturna y su carácter alegre cambió notablemente.  No, era insoportable y aún peor fue cuando todos empezaron a meterse en su vida.  Solo lograron que ella se aferrara más a él.  Doménica le dio un ultimátum o lo dejaba o se olvidaba de lo que ella había sido alguna vez porque esa relación la estaba acabando física y mentalmente.  Se había distanciado por primera vez de Doménica y se aisló del mundo.  Diego muchas veces no llegaba a dormir y ella sentía que se moría poco a poco. 
No recordaba exactamente que fue lo que le hizo reaccionar.  Tal vez empezó a darse cuenta de lo que Diego le estaba haciendo cuando asistió a la boda de su hermana Danna.  Allí vio, para variar, como él coqueteaba con las invitadas de casi toda edad.  Pero aún estuvo un par de meses más hasta que se alejó definitivamente de Doménica y del mundo.  Cuando por fin se decidió a dejarlo fue porque lo siguió un día.  Ver era mucho más efectivo que saber y fue consciente de lo que estaba soportando.  Una pesadilla.  Se separó de Diego y alquiló el piso en el que vivía hasta ahora y Doménica fue, inclusive su hermana vino de Italia, solo para asegurarse de que su historia con Diego, era eso… historia.
***
-  Mel, ¿Cómo estuvo el viaje?  -Danna interrogaba mientras le daba un fuerte abrazo-  Parecen siglos desde la última vez que viniste.
-  No por gusto, Danna  -Mel le besó en la mejilla-  Mis ocupaciones no me dan tregua
-  Yo también trabajo pero igual te visitó… -al ver el semblante de Mel cambió-  Si se que es una ventaja que mi esposo sea mi jefe  -sonrieron y caminaron al interior de la casa.
-  ¿Dónde está Leonardo?  -preguntó curiosa por su ausencia.
-  Tuvo una reunión de emergencia  -suspiró-  pero naturalmente yo me escapé…  Debo conversar contigo  -replicó seria.
-  Danna, puede esperar ¿verdad?  -Melina estaba cansada-  Quiero tomar una ducha y realizar un par de llamadas…
-  Claro que si, Mel.  ¡Qué mal anfitriona soy!  -Danna dijo mortificada-  Mira tu cuarto está listo.  Ve y has todo lo que debas.
-  ¿No te opones?  -Mel la miraba extrañada-  El matrimonio te ha sentado bien  -sonrió y Danna le hizo una mueca.
-  Quiero hablar, Mel.  Pero lo mejor será dejarlo para más adelante.
-  Por mi está bien, Danny  -sonrió al ver su cara de fastidio.
-  Se que lo utilizas para molestarme  -gritó Danna mientras Mel se alejaba-  Pero no conseguirás librarte de la charla esta vez…
Melina sonrió al escuchar los gritos de su hermana.  No se detuvo pero recordó a lo que ella se refería.  En todas las ocasiones que su hermana había tocado el tema de Diego, ella lo había esquivado hábilmente.  Llevaba casi tres años escapando de esa charla.  ¿Será que había llegado el momento de hablar?  Esperaba que no.
Salió de la ducha dispuesta a hablar con Doménica.  Empezó a marcar pero se encontró digitando un número distinto.
-  Si  -contestó Diego con voz profunda.
-  Hola, soy yo.  ¿Estás muy ocupado?  -dijo escueta por si acaso alguien estaba escuchando.
-  No, exactamente.  ¿Apenas llegas? 
-  No, hace unas horas…
-  ¿Cuándo vuelves?
-  Aún no lo sé…
-  Te extraño, Mel  -bajó la voz perceptiblemente-  no se como estuve tan loco como para dejarte ir…
-  No me dejaste ir…  Yo me marché  -aclaró Mel sin saber porque-  Te llamo más tarde.
-  Espero tu llamada.  Adiós  -Diego colgó sin esperar respuesta.  Estaba enfadado.
-  Gracias por preguntar como me siento yo…  -le dijo Melina a la bocina del teléfono.  Estaba empezando a cansarse de ese juego.
Escuchó unos pasos que se dirigían a su habitación, así que optó por terminar de vestirse.  No tenía ánimo de nada por lo que era mejor dejar la llamada a Doménica para más tarde.

Capítulo 12
-  ¿Puedo pasar, Mel?  -Danna preguntó y ella le abrió la puerta.
-  Claro Danna, pasa  -Mel se paró frente a la ventana y miró distraídamente-  ¿Qué sucede?
-  Melina, tu sabes que no me gusta meterme en tu vida  -Danna no sabía como continuar y vacilante dijo-  Yo temo que tu…
-  Danna es mejor dejarlo…  -Mel bajo el tono amenazante.
-  No, Mel.  Creo que ya esperamos bastante.  Yo se que no soy nadie para opinar pero…
-  Danna tu eres mi hermana y a pesar de todo te quiero y respeto mucho.  Tú pasaste por tanto y yo…  Eres muy valiente pero tienes razón.  No voy a discutir mi vida personal contigo ni con nadie.
-  Melina yo no quiero obligarte a hablar de algo que no quieres, pero solo quería decirte que yo estaré ahí para lo que necesites…  Yo estoy dispuesta a escucharte cuando así lo decidas y prometo no juzgarte…  Yo también te quiero hermanita –se acercó a abrazarla y sonrió-  sigues pareciéndome enorme  -bromeó.
-  Yo no tengo la culpa de que seas tan pequeñita  -río al ver la cara de Danna.  Ella apenas medía 1.60 por lo que parecía bastante chica.
-  Pues a mi me gusta así  -una voz masculina se escuchó desde el pasillo.  Leonardo entró sonriendo y dijo-  ¿Interrumpo?
-  No claro que no, cariño  -Danna se acercó y besó ligeramente sus labios-  Estaba comentando con Mel los preparativos de la fiesta.
-  ¿Con Mel?  ¡Increíble!  -dijo bromista y Mel cerró sus ojos con gesto amenazante-  ¿Qué?  -puso gesto inocente-  No te gusta la organización de fiestas ni nada que tenga que ver.  ¿O me equivoco cuñadita?  -él acercó a su cuerpo a Danna que contenía las ganas de echarse a reír-  Antes que haya una masacre me voy  -Danna río abiertamente-  Solo venía a decirles que la comida esta servida.
-  Gracias amor.  Vamos Mel  -Danna aún reía.
-  Si, vamos  -¿Con qué su cuñado quería bromear no?-  ¡Leonardo! –gritó al tiempo que tomaba un cojín y se lo arrojaba.
-  ¿Has visto lo que ha hecho nuestra invitada?  -fingió un gesto severo-  Es inconcebible  -dijo evitando sonreír divertido.
-  Tú te lo buscaste, querido  -Danna sonrió-  Sabías que Mel no se quedaría quieta…
Escuchó como las risas de Leonardo y Danna se perdían en el pasillo.  Ellos se amaban tanto que a veces deseaba tener la vida de Danna.  Como en ese momento…  ¡Qué no daría por tener un hombre así en su vida!  Que la amara tanto como su cuñado amaba a su hermana,  que la respetara y cuidara… que quisiera formar una familia…  Algo que era un sueño que nunca compartiría con Diego.
***
-  Bienvenida Mel  -Leonardo dijo serio y Mel le sonrió-  Espero que tu estadía sea larga.
-  Gracias, Leonardo.  Veré que puedo hacer  -Mel estaba consciente del gran aprecio que su cuñado sentía hacía ella.  Era mutuo.
-  Hola Mel ¿viniste a mi fiesta?  -Saludaba sonriente Beth, la hija de Leonardo con su primera esposa-  Me alegro tanto  -abrazó a Melina que la estrechó cariñosamente.  Quería mucho a esa niña.
-  Hola pequeña.  Si, he venido a tu fiesta, además te extrañaba mucho ya   -con un gesto señaló al segundo piso-  te tengo un obsequio.
-  Gracias tía Mel  -le encantaba ver a esa chiquilla sonriendo y al mismo tiempo le recordaba lo que no llegaría a tener.  Su ánimo se nubló pero nadie lo comentó.
-  ¿Dónde está André?  -Mel trató de alejar esos pensamientos preguntando por su otro sobrino.  André era el único hijo de Danna y Leonardo.
-  Está en su habitación.  Seguro pronto se despierta y lo podrás ver  -Danna sonriente respondió y como la cena fue servida, todos se dispusieron a comer.
***
Estaban disfrutando de un café.  Beth se había ido a dormir y solo quedaban en la salita Leonardo, Danna y Mel.  Comentaban de la fiesta.  Estarían presentes solo la familia y amigos íntimos.  Mel empezó a revisar la lista de invitados.  La mayoría eran conocidos suyos pero solo un nombre le llamó la atención.  Micaela Sauz constaba como invitada y se le hizo muy familiar.  Ese nombre… definitivamente lo conocía de algo.  Tal vez porque asistió a la boda de Danna también pero… ella apenas recordaba a alguien de aquella vez.  Eran tantas personas…  Pero si no era de ahí…  ¿de donde recordaría a una mujer, que obviamente, jamás conocería en otro lado?


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