Capítulo 10
Tenía
todo listo. Se despidió de Dome y Alex
que al final no se habían decidido a asistir.
Prometo traer muchos dulces -le
había dicho a Alex que saltó contento pero Doménica estaba extraña. ¿Qué tendría?
Ya no había tiempo de preguntar porque anunciaron que su vuelo estaba a
punto de despegar. Debía llamarle apenas
llegara a Italia.
Sentada
en su lugar, Mel empezó a recordar su historia con Diego. Había iniciado hace tanto tiempo ya. Cuando ella tenía 15 años lo conoció. Él era un joven de 18 años en ese entonces,
tan seguro de sí y con un aura magnética que le conquistaron de inmediato. Diego era parte de una banda de rock y al
darse cuenta que ella lo atraía, se sintió eufórica y ni que decir de sus
amigas, chiquillas que la alentaron a ir tras él. Incluso Doménica, en un principio estaba
fascinada con él y le animó a seguirle la corriente. Y si, en poco tiempo ya estaban saliendo
formalmente. No había pasado ni un mes y
empezaron los rumores. Que él estaba con
otras, que se aprovechaba de su fama entre las jóvenes, que estaba jugando con
ella. ¡Envidia! Había creído en ese
entonces y empezó a volverse inmune a los comentarios. No son verdad
-decían sus amigos- y ella estaba
segura de conocer a Diego. Casi un año
sin escuchar nada de lo que se decía y tal vez hacerse un tanto ciega -ahora que recordaba- porque él siempre fue un coqueto pero de ahí
no pasaba. Solo flirteaba y era
normal -en su opinión- de eso se trataba su trabajo. Debía atraer nuevas jóvenes fanáticas a su
banda y ella lo apoyaba incondicionalmente.
Hasta que vio con sus propios ojos.
Él estaba besando a una de las chicas…
- ¿Desea algo señorita? -preguntó la aeromoza interrumpiéndola.
- Un zumo, gracias -se lo entregaron y los recuerdos acudieron
nuevamente.
Tuvieron
una discusión tremenda por eso. Él,
pasada la ira, le pidió disculpas porque la chica se lanzó a besarlo pero Mel
no le creyó nada. Se terminó -pronunció con cierto temor y se alejó
herida. Después de todo, los rumores
siempre tiene algo de verdad -reflexionó
aquella ocasión. No se habían vuelto a ver
pero se enteró que la banda se disolvió cuando Diego abandonó el
liderazgo. Después de dos años, se
volvieron a ver en la Universidad. Él
estaba en cuarto año y ella ingresaba a primero. Su rostro seguía igual, no había cambiado
excepto su cabello que ahora lucía mucho más corto y bien peinado. Estás hermosa, Mel -él le había dicho admirado. Tú no has cambiado, Diego -respondió y se alejó riendo. Él empezó a buscarla. Se hicieron amigos y compartían largas
charlas en la tarde y Mel pensó que Diego si había cambiado en su
personalidad. Ahora lo notaba más maduro
y bromeaba más. Se sintió cada vez más
cerca de él y sin notarlo casi se encontró enamorada de él. Pero esta vez no era un caprichito de
adolescencia, ya no se sentía “enamorada” de un ídolo, sino de él, del
verdadero Diego y de su forma de ser con ella.
Después
de un año juntos, como amigos, él le pidió que fuera su novia. Aceptó, a pesar de la fama de él. Había madurado, si, pero seguía siendo todo
un cazador de mujeres. Empezaron a ser
una de las parejas más conocidas y estables de la Universidad. Despertaban envidias por lo atractivos que
eran. Él, alto, guapo e inteligente al
igual que ella, alta, bella e inteligente.
Cuando estaban a un día de celebrar su primer aniversario, Melina decidió ir a su departamento sin
avisar. ¡Grave error! Porque lo que vio
la dejó paralizada. Ella no había ido
nunca pero tenía las llaves que él le había dado y entró para toparse con un
espectáculo que bien podría haber evitado.
Diego besaba apasionadamente a otra mujer que estaba semidesnuda, al
igual que él. No, no podía estar
pasando. Corrió desconsolada y Diego
trató de alcanzarle. No lo logró y ella
se rehusó a hablar de lo sucedido, ni siquiera se lo contó a Doménica. Estaba dolida y no entendía que era lo que
había hecho mal. Ella lo amaba, pero aún
no se había acostado con él.
Diego
terminaba ese año la Universidad y se graduó de doctor. Aún lo apreciaba -se dijo Mel-
por lo que asistió a su incorporación.
Lo felicitó con un abrazo que le recordó lo cálidos que eran los brazos
de él. Aún lo amaba… y después de un par
de meses había vuelto a su lado. Nadie
sabía el motivo de su separación anterior por lo que en ese entonces no hubo
reclamos ni alegatos de ningún lado.
Estaban juntos y al cumplir nuevamente un año juntos, Mel visitó su
apartamento. Pero era uno nuevo y esta
vez, ella no se iba a ir tan rápidamente.
Su visita no era lo que había planeado pero, no iba a negar, que era eso
lo que quería que pasara. Se entregó a
Diego y le otorgó su pureza que, para ella, era algo muy significativo que se
había prometido entregarla al hombre de su vida. Y así lo hizo
-pensó- No se arrepentía a pesar
de todos los sucesos posteriores. Los
primeros meses después de aquel día, sus encuentros se hicieron asiduos y no le
importaba lo que dijeran. Al fin y al
cabo ya tenía 21 años y nadie tenía porque decirle lo que debía hacer. Él visitaba su apartamento o ella el de
él. Creía que todo era felicidad pero al
parecer, Diego no pensaba lo mismo, porque volvió a coquetear con mujeres. ¿O será que nunca había dejado de
hacerlo? Coqueteos lo aceptó, pero si se
pasa de ahí… Te dejo -le había amenazado
y él había asentido empezando a besarle y logrando que olvidara su enojo y solo
estuviera consciente de él.
Capítulo 11
Era
una mentira, por supuesto. Diego había
seguido con sus andanzas y primero lo hacía a escondidas, para evitar que se
enterara. Pero poco a poco empezaron a
hacerse públicas. Tanto que todos los
que se atrevían le decían lo que ocurría a una Mel cegada y otros tantos se
limitaban a verle con lástima. Ella
sentía que se hundía en un abismo por Diego.
Empezó a restarle importancia a su empleo y casi no se concentraba
pensando en donde estaría Diego y con quien. Él le había vuelto una celosa obsesiva y la situación era insostenible. Discutían y se reconciliaban en la cama. Se estaba volviendo una persona taciturna y
su carácter alegre cambió notablemente.
No, era insoportable y aún peor fue cuando todos empezaron a meterse en
su vida. Solo lograron que ella se
aferrara más a él. Doménica le dio un
ultimátum o lo dejaba o se olvidaba de lo que ella había sido alguna vez porque
esa relación la estaba acabando física y mentalmente. Se había distanciado por primera vez de
Doménica y se aisló del mundo. Diego
muchas veces no llegaba a dormir y ella sentía que se moría poco a poco.
No
recordaba exactamente que fue lo que le hizo reaccionar. Tal vez empezó a darse cuenta de lo que Diego
le estaba haciendo cuando asistió a la boda de su hermana Danna. Allí vio, para variar, como él coqueteaba con
las invitadas de casi toda edad. Pero
aún estuvo un par de meses más hasta que se alejó definitivamente de Doménica y
del mundo. Cuando por fin se decidió a
dejarlo fue porque lo siguió un día. Ver
era mucho más efectivo que saber y fue consciente de lo que estaba
soportando. Una pesadilla. Se separó de Diego y alquiló el piso en el
que vivía hasta ahora y Doménica fue, inclusive su hermana vino de Italia, solo
para asegurarse de que su historia con Diego, era eso… historia.
***
- Mel, ¿Cómo estuvo el viaje? -Danna interrogaba mientras le daba un fuerte
abrazo- Parecen siglos desde la última
vez que viniste.
- No por gusto, Danna -Mel le besó en la mejilla- Mis ocupaciones no me dan tregua
- Yo también trabajo pero igual te visitó… -al
ver el semblante de Mel cambió- Si se
que es una ventaja que mi esposo sea mi jefe
-sonrieron y caminaron al interior de la casa.
- ¿Dónde está Leonardo? -preguntó curiosa por su ausencia.
- Tuvo una reunión de emergencia -suspiró-
pero naturalmente yo me escapé…
Debo conversar contigo -replicó
seria.
- Danna, puede esperar ¿verdad? -Melina estaba cansada- Quiero tomar una ducha y realizar un par de
llamadas…
- Claro que si, Mel. ¡Qué mal anfitriona soy! -Danna dijo mortificada- Mira tu cuarto está listo. Ve y has todo lo que debas.
- ¿No te opones? -Mel la miraba extrañada- El matrimonio te ha sentado bien -sonrió y Danna le hizo una mueca.
- Quiero hablar, Mel. Pero lo mejor será dejarlo para más adelante.
- Por mi está bien, Danny -sonrió al ver su cara de fastidio.
- Se que lo utilizas para molestarme -gritó Danna mientras Mel se alejaba- Pero no conseguirás librarte de la charla
esta vez…
Melina
sonrió al escuchar los gritos de su hermana.
No se detuvo pero recordó a lo que ella se refería. En todas las ocasiones que su hermana había
tocado el tema de Diego, ella lo había esquivado hábilmente. Llevaba casi tres años escapando de esa
charla. ¿Será que había llegado el
momento de hablar? Esperaba que no.
Salió
de la ducha dispuesta a hablar con Doménica.
Empezó a marcar pero se encontró digitando un número distinto.
- Si
-contestó Diego con voz profunda.
- Hola, soy yo.
¿Estás muy ocupado? -dijo escueta
por si acaso alguien estaba escuchando.
- No, exactamente. ¿Apenas llegas?
- No, hace unas horas…
- ¿Cuándo vuelves?
- Aún no lo sé…
- Te extraño, Mel -bajó la voz perceptiblemente- no se como estuve tan loco como para dejarte
ir…
- No me dejaste ir… Yo me marché
-aclaró Mel sin saber porque- Te
llamo más tarde.
- Espero tu llamada. Adiós
-Diego colgó sin esperar respuesta.
Estaba enfadado.
- Gracias por preguntar como me siento yo… -le dijo Melina a la bocina del
teléfono. Estaba empezando a cansarse de
ese juego.
Escuchó
unos pasos que se dirigían a su habitación, así que optó por terminar de
vestirse. No tenía ánimo de nada por lo
que era mejor dejar la llamada a Doménica para más tarde.
Capítulo 12
- ¿Puedo pasar, Mel? -Danna preguntó y ella le abrió la puerta.
- Claro Danna, pasa -Mel se paró frente a la ventana y miró
distraídamente- ¿Qué sucede?
- Melina, tu sabes que no me gusta meterme en
tu vida -Danna no sabía como continuar y
vacilante dijo- Yo temo que tu…
- Danna es mejor dejarlo… -Mel bajo el tono amenazante.
- No, Mel.
Creo que ya esperamos bastante.
Yo se que no soy nadie para opinar pero…
- Danna tu eres mi hermana y a pesar de todo te
quiero y respeto mucho. Tú pasaste por
tanto y yo… Eres muy valiente pero
tienes razón. No voy a discutir mi vida
personal contigo ni con nadie.
- Melina yo no quiero obligarte a hablar de
algo que no quieres, pero solo quería decirte que yo estaré ahí para lo que
necesites… Yo estoy dispuesta a
escucharte cuando así lo decidas y prometo no juzgarte… Yo también te quiero hermanita –se acercó a
abrazarla y sonrió- sigues pareciéndome
enorme -bromeó.
- Yo no tengo la culpa de que seas tan
pequeñita -río al ver la cara de
Danna. Ella apenas medía 1.60 por lo que
parecía bastante chica.
- Pues a mi me gusta así -una voz masculina se escuchó desde el
pasillo. Leonardo entró sonriendo y
dijo- ¿Interrumpo?
- No claro que no, cariño -Danna se acercó y besó ligeramente sus
labios- Estaba comentando con Mel los
preparativos de la fiesta.
- ¿Con Mel?
¡Increíble! -dijo bromista y Mel
cerró sus ojos con gesto amenazante-
¿Qué? -puso gesto inocente- No te gusta la organización de fiestas ni
nada que tenga que ver. ¿O me equivoco
cuñadita? -él acercó a su cuerpo a Danna
que contenía las ganas de echarse a reír-
Antes que haya una masacre me voy
-Danna río abiertamente- Solo
venía a decirles que la comida esta servida.
- Gracias amor.
Vamos Mel -Danna aún reía.
- Si, vamos
-¿Con qué su cuñado quería bromear no?-
¡Leonardo! –gritó al tiempo que tomaba un cojín y se lo arrojaba.
- ¿Has visto lo que ha hecho nuestra
invitada? -fingió un gesto severo- Es inconcebible -dijo evitando sonreír divertido.
- Tú te lo buscaste, querido -Danna sonrió- Sabías que Mel no se quedaría quieta…
Escuchó
como las risas de Leonardo y Danna se perdían en el pasillo. Ellos se amaban tanto que a veces deseaba
tener la vida de Danna. Como en ese
momento… ¡Qué no daría por tener un
hombre así en su vida! Que la amara
tanto como su cuñado amaba a su hermana,
que la respetara y cuidara… que quisiera formar una familia… Algo que era un sueño que nunca compartiría
con Diego.
***
- Bienvenida Mel -Leonardo dijo serio y Mel le sonrió- Espero que tu estadía sea larga.
- Gracias, Leonardo. Veré que puedo hacer -Mel estaba consciente del gran aprecio que
su cuñado sentía hacía ella. Era mutuo.
- Hola Mel ¿viniste a mi fiesta? -Saludaba sonriente Beth, la hija de Leonardo
con su primera esposa- Me alegro tanto -abrazó a Melina que la estrechó
cariñosamente. Quería mucho a esa niña.
- Hola pequeña.
Si, he venido a tu fiesta, además te extrañaba mucho ya -con un gesto señaló al segundo piso- te tengo un obsequio.
- Gracias tía Mel -le encantaba ver a esa chiquilla sonriendo y
al mismo tiempo le recordaba lo que no llegaría a tener. Su ánimo se nubló pero nadie lo comentó.
- ¿Dónde está André? -Mel trató de alejar esos pensamientos
preguntando por su otro sobrino. André
era el único hijo de Danna y Leonardo.
- Está en su habitación. Seguro pronto se despierta y lo podrás
ver -Danna sonriente respondió y como la
cena fue servida, todos se dispusieron a comer.
***
Estaban
disfrutando de un café. Beth se había
ido a dormir y solo quedaban en la salita Leonardo, Danna y Mel. Comentaban de la fiesta. Estarían presentes solo la familia y amigos
íntimos. Mel empezó a revisar la lista
de invitados. La mayoría eran conocidos
suyos pero solo un nombre le llamó la atención.
Micaela Sauz constaba como invitada y se le hizo muy familiar. Ese nombre… definitivamente lo conocía de
algo. Tal vez porque asistió a la boda
de Danna también pero… ella apenas recordaba a alguien de aquella vez. Eran tantas personas… Pero si no era de ahí… ¿de donde recordaría a una mujer, que
obviamente, jamás conocería en otro lado?
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