viernes, 26 de julio de 2013

Agencia Maridos a Domicilio- Prólogo

Una nueva historia, la verdad no sé cómo seguirá, ni cuando...sólo sentí ganas de escribir y ya eso es bastante. Tiene un poco de exorcismo de mis propios demonios, como siempre que escribimos,..así que aquí vamos....



Prólogo

“Agencia Maridos a Domicilio” era un negocio tremendamente rentable y  popular , su dueña Francesca Meadow estaba totalmente conforme con el resultado de su esfuerzo.
La idea para aquel negocio había surgido seis años atrás en medio de la peor tragedia de su vida, la muerte de su padre cuando ella tenía tan solo veinte años.
Más allá del dolor que había afrontado, que su familia hubiera quedado compuesta sólo por mujeres había traído otras complicaciones.
Su madre estaba frágil y demasiado triste, su hermana de catorce años necesitaba apoyo, así que había tenido tomar las riendas.

Sin pensarlo había abandonado la universidad y se había puesto a trabajar, había dejado a su novio pues en los primeros días de su duelo él no había comprendido el proceso que estaba pasando. Le había reclamado con cierto fastidio que era hora de que volviera a ser ella misma y dejara atrás la tristeza, más que un apoyo había sido un estorbo, y con cierta pena, casi inexistente, como cosquillas frente al gran dolor que sufría, Francesca comprendió que no le convenía tener a su lado alguien así, alguien con quien no podía contar.
Sin más opción, había archivado su dolor, se había resguardado tras una capa de fingida fortaleza y seguido, pero las lágrimas que no había derramado antes la habían desbordado el día que se les rompió el agua en la cocina.
Era extraño como el dolor más agudo tenía que ver con cosas pequeñas, detalles, recuerdos, sucesos mínimos que se volvían guillotinas para el alma sin que uno pudiera imaginarlo
En ese momento había sentido verdaderamente la ausencia de su padre, había comprendido que el hombre que las protegía, que aparecía con sus herramientas y arreglaba todo o que estaba para darles su apoyo y amor incondicionalmente, ya no existía.
Se había sentido tremendamente inútil y vulnerable, pero también había entendido que no había nadie más que lo hiciera, ya jamás lo habría, así que le tocaba a ella. Con esfuerzo, tragando las lágrimas y recordando los días en que había asistido a su padre en aquellos menesteres, había resuelto el problema. Con las herramientas en mano, había arreglado la pérdida.
Luego había llorado, llorado hasta agotarse.
Desde entonces, con el tiempo libre que le quedaba de sus trabajos de medio tiempo había comenzado a hacer cursos y aprender un poco de plomería, electricidad, mecánica y cualquier cosa que le resultara útil para ayudar en la casa.
Poco a poco, su hermana  y su madre se habían  interesado por aquellas actividades y agarrar un destornillador o un martillo se había vuelto algo común entre ellas.
No habían hombres que pudieran ayudarlas , así que aprendieron a hacerlo solas, aunque a las tres casi se les escapara un nombre cada vez que algo se rompía o necesitaban ayuda, pero el nombre lo gritaba cada una en silencio, en su corazón.
Y en medio del peor momento , Francesca había tenido una idea cercana a la epifanía: existían muchas mujeres en el mundo que al no tener marido, ni un hombre cercano, ni la voluntad que ella había tenido, necesitaban la ayuda de alguien más
Había cientos de actividades que se le atribuían a los hombres y para las cuáles la mayoría de las mujeres estaba incapacitada, desde cambiar bombillas, arreglar goteras, podar, mover muebles, hasta arreglos de todo tipo.
En muchos casos se podía contratar a un electricista o un plomero, pero también muchas veces, eran cosas tan pequeñas que no merecían contratar a alguien.
Sin embargo , al no tener quien lo hiciera,  estas mujeres cada vez que necesitaban algo, debían  atravesar una pequeña odisea, ya fuera rogar a algún vecino que les hiciera un favor o pagar a algún costoso experto para que las mirara con cierta burla mientras se encargaban de la nimia reparación.
Francesca pensó que lo ideal sería contar con un lugar al que recurrir, alguien de confianza que ofreciera un servicio integral y al que se pudiera acudir para algo  tan común y complicado como abrir un frasco que se resistía. Y que una no se sintiera cohibida o avergonzada, sino que sintiera que recibía la ayuda de un familiar, de un padre o de un marido.
Así había nacido la idea para su negocio, y sólo cuatro años después  cuando pudo juntar los ahorros necesarios le dio vida a su emprendimiento y fundó la “Agencia de Maridos a Domicilio”.
Fue mucho más difícil de lo que había pensado porque había tenido varios obstáculos que enfrentar. El primero había sido contratar a los “maridos a domicilio”, debían ser hombres habilidosos en varias áreas, de buen trato y sobre todo que comprendieran en qué consistía su trabajo, sin tener ideas equivocadas sobre relacionarse con las clientas.
Una mala elección llevaría el emprendimiento a la ruina.
Aquello era trabajo y no se mezclaba con nada más, la responsabilidad era un requisito indispensable para pertenecer a la agencia.
Una vez que había encontrado a los empleados ideales, debió superar el prejuicio que algunos tenían con ella por ser mujer y la Jefa. Pero su seriedad, tenacidad y capacidad los convenció.
Y luego le toco lo peor, instalar el negocio entre los clientes. Sin contar con  muchas creían que ella dirigía una agencia de acompañantes sexuales, a la mayoría le costaba confiar en su negocio. Sin embargo, poco a poco, fueron demostrando de lo que eran capaces y  la promoción boca a boca lo hizo instalarse en la preferencia de la clientela.
Francesca y su grupo de empleados lograron ganarse la confianza y preferencia de las mujeres que necesitaban de su ayuda.
En la actualidad , apenas daban a basto, tenían una larga lista de clientas y cada día era un trajín de ir y venir para cumplir con los pedidos.
La joven estaba orgullosa de sí misma, había logrado sacar adelante a su familia, había creado una fuente de empleo y , además, logrado ayudar a muchas mujeres que luchaban solas.
No estaba mal, nada mal.
Quizá seis años de atrás había dejado de ser la antigua Francesca, pero había podido reinventarse en una nueva mujer, y cuando la Sra. Smith, de 80 años le agradecía con galletas que alguno de los chicos de la agencia la ayudara sin cobrarle nada, Francesca era feliz.

3 comentarios:

  1. Hoy hablábamos de ti con brujis ¿no sientes algo raro en los oídos de vez en cuando? es por que ella y yo estamos platicando de ti, nada malo como bien sabes, a veces es lo típico: informarnos la una de la otra para saber como estás y lo de hoy fue precisamente sobre esto, sobre tus historias y cuando te animarías nuevamente a escribir. Llamamos al hada de la escritura por ti? Eso pareciera, me alegro de tener la oportunidad de leerte de nuevo y repito cuan orgullosa estoy de ti. Saranghe nomu, nomu Unni.

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  2. Esto da miedo de verdad...

    Juro que estuvimos hablando de ello. Incluso de la novela conjunta que tenemos apenas empezada las tres.. y vas tú y zas!!! Me das la mayor alegría del mundo.

    Que por cierto, muy intrigante!!!! Deseosa de lo poco que avances.

    Ahora, voy a buscar a la enana, para que nos pongamos hablar de que nos encontramos las tres. Nunca se sabe ¿No?

    Te quiero mucho

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  3. ¡Me encantó! Sabes que es así, no podía ser de otra manera mi Nata, cualquier historia tuya es atrapante y me quedé con ganas de leer más, que ganas de seguir leyendo y noté que ya había terminado... pero eso significa solo que habrá más (espero que pronto jeje). Gracias por compartirla y ahora me vendría muy bien alguien de esa agencia que tengo un frasco que no puedo abrir jaja. Un abrazo!

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