lunes, 3 de junio de 2013

Noches En El Balcón 4

Al final, eran cerca de las nueve de la noche cuando entraba por el portal de su bloque y se disponía a coger el ascensor. Había estado cerca de dos horas y media, paseando por la ciudad. Y tampoco había resultado ser al fin y al cabo, ninguna molestia. Dado que los domingos, por la rambla disponían una enorme exposición de tiendas donde vendían complementos artesanales. La mayoría del tiempo, lo había pasado observando todo al detalle.

Y tampoco podía decirse que fuera una irresponsable, pues en todo momento su madre sabía que se hallaba paseando cerca de la vivienda, al hacerle llegar un mensaje instantáneo a su teléfono. Quitando así la preocupación que pudiera surgirle.

Había necesitado salir de allí, para poder calmar el enfado que acarreaba. Y como no estaba apuntada a ningún gimnasio, no podía desahogarse dándole puñetazos y patadas a un saco de boxeo. Aquello, hubiera sido la terapia idónea, pensó con una sonrisa entrando en el aparato y pulsando su planta. Y no le importaba en absoluto, el que su madre no estuviera de acuerdo con aquella huida.
Ahora, lo único que pedía era no toparse con él en su casa. Le había dado el suficiente tiempo, para que desapareciera de allí. El que su madre lo viera como un chico encantador, no significaba que ella también.
Y sí lo que pedía, era que se detuviera a meditar por unos días. Muy bien, es lo que haría. Darle esos días, pero con el mismo resultado que había dado unas horas atrás. El panel divisor, se acabaría colocando. Y si podía, le pintaría la señal de prohibido el paso en grande al otro lado. Para que acabara de captar el mensaje mejor.
¿Qué quería seguir manteniendo amistad con su madre? Perfecto, por ella no había problema alguno. Pero que acudiera a su casa por la puerta principal. Nada de traspasar el umbral de su dormitorio. Necesitaba intimidad. Y él, parecía transmitir el mensaje de dársela en un futuro muy lejano.
¿Qué la veían algo testaruda y caprichosa? Era probable. Pero toda persona, se merecía serlo una vez en la vida. Y ella, había escogido aquel momento y con él.
De seguro resultaba ser un chico simpático, pero por el momento ella no había visto aquel rasgo en él, como su madre le había insinuado varias veces un buen rato atrás. Ella, solo había sentido cierta empatía hacia su vecino. Y no sabía si cambiarían aquellos sentimientos en algún momento.
Aunque sospechaba, que por parte de su madre la cosa no iba a quedar zanjada. Estaba completamente segura, de que le esperaría escuchar como le recitaba una lista de sus virtudes. Y de la tonta oportunidad que estaba perdiendo, al dejar pasar el hecho de trabar amistad con un chico como aquel. Hallándose en aquellos momentos sola en la ciudad, sin amigo alguno. Dado que hasta nuevo curso, no trabaría amistad alguna.
Pero aquello, no iba a producirle ningún dolor de cabeza. No era algo que le importara mucho. Podía aguantar perfectamente, los tres meses de verano sin amistades. Bastante tenía con recorrer aquella nueva ciudad, tumbarse en la playa bajo el sol y poder coger así, un fantástico moreno. Aunque, como tenía el objetivo de buscarse un trabajo temporal de verano, quien no le decía que cuando lo hallara en él no haría buenas migas con la gente.
Al abrir la puerta principal, paró un momento para escuchar todo sonido que hubiera en la casa.
Comprobando que se oían varias voces, pero éstas provenían del televisor.
¡Bien, Eric estaba fuera de allí!
-¡Soy yo! –Exclamó con una sonrisa en el rostro, al tiempo que cerraba la puerta con las llaves por ser la hora que era.
Después, caminó hacia su dormitorio donde al abrir la puerta, sus ojos se dirigieron de forma automática hacia el balcón. La puerta se hallaba abierta, cosa normal ante el calor que hacia. Pero con cierta decisión, corrió las cortinas para poder cambiarse la ropa por un pijama de pantalón corto y blusa de tirantes.
Al terminar, con paso tranquilo se dirigió hacia el comedor donde su madre se hallaba tumbada en el sofá, con Nico entre sus brazos completamente dormido.
-Hola –Saludó con tono bajo.
-Hola cielo –Le sonrió su madre, apartando la vista de la pantalla-. ¿Tienes hambre?
-Un poco –Se encogió de hombros-. ¿Has cenado?
-No –Se le escapó un bostezo-. Te estaba esperando.
-¿Quieres que ponga al horno una pizza?
-Vale –Sonrió al tiempo que se incorporaba con cuidado, para no despertar al niño-. Voy a dejarlo en su cama. ¿Te importaría hacer una mini ensalada de tomate y mozzarella?
Yola, señaló afirmando con la cabeza a la vez que iba hacia la cocina.
Podía estar tranquila, no iba a recibir ninguna bronca. Aunque tampoco había recibido nunca. No podía quejarse, al poder considerar a su madre como una gran amiga. Comprendiéndola en muchas situaciones y dándole, sus espacios para observar sus errores.
Antes de irse a dar el paseo, su madre ya le había pedido el favor, de que lo pensara por un par de días. Dando así, el asunto zanjado por el momento.
De modo, que no volverían a estar en desacuerdo hasta el miércoles. Pues no pensaba cambiar de idea, en cuestión a la libertad de acceso de su vecino.
Un rato después, se sentaba enfrente de su ordenador para crear su primer curriculum vitae. Al día siguiente, quería comenzar a buscarse un trabajo para el verano.


Treinta y cuatro grados, dos del mediodía y los ánimos por los suelos.
Se había levantado a la vez que su madre, para dejar lista la comida y poder marcharse así, en busca de trabajo.
¡Pero nunca hubiera pensado que fuera tan difícil!
Al ser una zona turística, en muchos comercios te pedían como mínimo, el tercer nivel en idiomas. Y ella, no alcanzaba aún a tanto. No le quedaba más remedio, que seguir buscando un poco más por aquella zona. Y si no había suerte, le tocaría desplazarse con transporte público.
Miró el reloj nuevamente, cuando entraba en su edificio. Su madre, ya debería de estar en casa desde hacia un buen rato, así que tenía la ducha toda para ella.
Se refrescaría, comería y se daría una pequeña siesta, para cuando fueran las cinco de la tarde, volver a la calle en busca de trabajo.
-¡Hola mamá! –Saludó nada más cerrar la puerta de entrada.
-Hola cariño –Se asomó su madre al pasillo-. ¿Cómo andas de paseo a estas horas con el calor que hace?
-Fui a repartir curriculums –Informó un tanto desanimada.
-¡HO! –Se sorprendió-. ¿Aún sigues con querer trabajar? Son tus vacaciones, deberías de disfrutar.
-Mamá, no empieces con lo mismo de siempre.
Soltó un quejido de fastidio, mientras iba hacia el baño con la sola idea de refrescarse.
-Vale, vale… -Rebufó mientras la seguía-. Yo solo quiero que disfrutes del verano. ¿Te aparto la comida?
-No, después lo haré yo.
Se volteó a mirarla, mientras comenzaba a sacarse la camisa que llevaba puesta.
-¿Y Nico, que no le oigo? –Frunció el ceño ante tanta paz.
-Hoy lo dejé que comiera en la guardería –Se encogió de hombros-. Me llamaron, para informarme que se había quedado dormido. Y como saben, que a las dos horas lo vuelvo a dejar… Vieron que era mejor que se quedara allí.
-Espero que no le entre un berrinche –Sonrió bajándose la falda beige de lino-. ¿Quieres que lo recoja yo ésta tarde de la guardería? –Sugirió abriendo el grifo del agua fría-. Así no pasará tanto rato allí.
Su madre se quedó un momento meditando. Para después negar con un gesto de cabeza.
-Éste año empieza el parvulario. Y no habrá más remedio que dejarlo en el comedor del colegio –Se cruzó de brazos-. Tiene que ir acostumbrándose.
Yola asintió con la cabeza antes de entrar en la ducha y cerrar la cortina.
-¡Ho que bien! –Gimió al notar como su piel se desprendía del calor y sudor.
-Por cierto tesoro –Preguntó su madre por encima del ruido del agua-. ¿Has echado un vistazo a los institutos de la zona?
-No.
-Pues te recuerdo que las dos primeras semanas del mes que viene, son las inscripciones –Señaló-. No lo dejes para el último momento.
-Lo se –Resopló al pensar en el cambio que indicaba aquello en su vida-. Hoy me conectaré a internet para informarme.
-Bien. Sino te importa, me siento a comer ya –Informó la mujer-. Tengo trabajo atrasado, y me gustaría poder ir un poco antes.
-Ningún problema, come tu tranquila –Le respondió enjabonándose el cabello.
Completamente contenta por quitarse el sudor del cuerpo, cerró el grifo y abrió la cortina de la ducha, para soltar una pequeña exclamación al hallarse allí mirándola fijamente el pequeño gatito.
¡Oh, Eric estaba allí!
-No, no…
Gimió con cierta desesperación en un pequeño susurro, al no haber cogido aquella vez nada de ropa. Tenía que cambiarse en su dormitorio.
¡Aquello, es lo que iba a señalarle a su madre! Pensó completamente enfurruñada.  No tenía ni una pizca de intimidad en su propio dormitorio.
Envolviendo su cuerpo mojado con la toalla más grande que pilló, se asomó al quicio de la puerta para ver si escuchaba al chico hablar con su madre.
Pero no escuchaba ningún ruido de voces, que le pudiera indicar que no se hallaban ellas dos solas en casa.
Aunque también podía ser, que nuevamente el gatito estaba dando un paseo. Considerando, que aquella casa también le pertenecía.
Apretando la toalla con firmeza a su cuerpo desnudo, anduvo con cierta precaución hasta su dormitorio, seguida en todo momento por el pequeño animal. Como la puerta se hallaba abierta, pudo asomarse por el quicio de ésta, y comprobar que no había más sorpresas rondando por allí.
Así que se acercó a la puerta del balcón con paso apresurado, para cerrarla con el seguro mientras se vestía y asegurándose en todo momento,  que las cortinas estaban en el final de su recorrido.
Completamente cambiada, volvió abrir la puerta de su balcón por si el animal quería salir. Pero éste se hallaba encima de su escritorio, observando atentamente todos sus movimientos. No se le veía con ganas de marcharse a su territorio.
Por suerte suya, era más gracioso que su dueño. Pensó con cierta diversión, encaminándose a la cocina, y viendo como éste volvía a seguirla con trote suave.
Allí, su madre ya se estaba tomando su café cuando sonrió al ver su escolta. Dejando a un lado la taza, para alargar el brazo y llamarlo.
-Hola chiquitín –Canturreó con tono meloso.
Obviamente, éste fue hacia ella maullando contento para dejarse coger y mimar.
-Te recuerdo que no es nuestro –Observó Yola, cogiendo su plato y sentándose en la mesa-. No deberías darle muchos mimos.
Su madre, dejó de acariciar al felino para mirarla con el ceño fruncido.
-Espero, que no castigues al pobre animal porque te has negado aceptar a su dueño –Señaló con cierto tono irritado-. Estoy segura, que el pobre te sigue porque quiere tu atención.
Dejó a un lado el tenedor, para coger el vaso de agua y darle un trago.
-Creo que me diste el espacio de unos días en referencia a nuestro vecino –Dijo mostrando cierta mueca y volviendo a sujetar el tenedor.
-Y así es –Le sonrió con cierta complicidad-. Estoy hablando de éste lindo gatito, que se halla en una edad de mucha necesidad de atención y mimos.
-No soy su dueña –Respondió seca, sabiendo que aquello no lo vería bien su madre.
-Terca –Gruñó entre dientes, soltando seguidamente un suspiro antes de acabarse el café de un solo trago y ponerse en pie-. Me voy ya, sino no llegaré pronto.
Se acercó a ella, y le dio un beso en la frente con mucho cariño.
-Ten cuidado. Y no olvides lo del instituto.
-Sí, mamá –Sonrió-. Que te vaya bien.
Se despidió, justo antes de que su madre desapareciera por la puerta de la cocina.

Al terminar de comer, fregó los dos platos y con paso tranquilo, anduvo de nuevo a su dormitorio para dejarse caer en la cama. Notando como el animal, subía y se acomodaba en su costado ronroneando.
Era una monada. Admitió sonriente, alargando una mano para acariciarlo tras las orejas. Mientras el sueño la iba capturando.


Cerca de las cinco de la tarde, el suave pitido de su despertador, irrumpió en su subconsciente sacándola del sueño profundo en el que se hallaba.
Con cierto letargo, se desperezó con los brazos y pies, rompiendo en carcajadas al observar como el pequeño felino hacia lo propio, después de haberse echado la siesta con ella.
Bien, se cambiaría y volvería a recorrer la ciudad con nuevos ánimos, en busca de encontrar un trabajo para aquel verano.
Era obvio, que era lo único para salvarla de aburrirse en sus vacaciones.
Después de  haberse cambiado el pijama, por ropa presentable pero a la vez cómoda y fresca. Se acercó a su escritorio, en busca de la carpeta que contenían un buen número de curriculums vitae. Reparando entonces, en que ya no la seguía el pequeño. ¿Habría vuelto a su casa, sabiendo que iba a quedarse allí solo? ¿Ho se había perdido por el piso?
Hizo una pequeña mueca, al ver que su balcón debía quedarse un poco abierto, al igual que la puerta de su dormitorio. Por si el animal, rondaba por allí y tenía que acudir a su cajita de arena.
Tampoco tenía que pensar mal, la verdad. Se reprendió así misma. Aún no había visto a su vecino irrumpir por allí. Puede que hubiera captado su mensaje. Ho simplemente, había corrido demasiado al pensar que iba a estar molestándola.
Que idiota era  a veces. Renegó de sí misma. Para que iba a perder el tiempo, un chico seis años mayor que ella.
Puede, que su madre tuviera razón con él. Simplemente habían tenido un mal comienzo, que podía repararse de forma fácil. Aceptando su culpa, y comenzando de nuevo con cierta actitud positiva.
Bueno, era algo que trataría de solucionar llegado el momento. Ahora, tenía otro asunto importante.
Agarró también su bolso, junto con el móvil y salió de casa con cierta confianza sobre sí misma.


Cansada de tanto caminar y con los ánimos bajos, se sentó en el muro que separaba el paseo marítimo, con la arena de la playa.
No, tampoco había habido suerte aquella segunda vez. Al parecer, no iba a ser algo tan sencillo como había creído desde un principio.
Soltó un profundo suspiro, mientras observaba a la gente divirtiéndose en la playa. Si estuviera su madre allí, seguro que en aquel momento le estaría señalando dirección al paisaje que tenía ante sus ojos, para indicarle que debería de estar inmersa en él, disfrutando de sus vacaciones.
Pero ella quería… ¿Un granizado?
De pronto, a pocos centímetros de su rostro apareció un enorme vaso, con refrescante granizado de limón, por el color que tenía. Giró el rostro, para llevarse una pequeña sorpresa.
Se trataba de un Eric sonriente.
-¿Puedo sentarme contigo?
Preguntó amablemente, allí parado a su lado con otro vaso como el que le ofrecía a ella.
Aquel día, iba más arreglado que en el primer encuentro. Llevaba una camisa de manga corta blanca, con unos pantalones de tela color beige. Una combinación que resaltaba el moreno de su piel de forma favorable y haciéndole ver, que sí era un chico muy atractivo.
Mal, muy mal… Gimió para sí, al ver que tenía un vecino atractivo, amable y seis años mayor que ella.
-¿Yola? –Insistió con una media sonrisa, al ver que la joven se hallaba perdida mirándolo-. ¿No estarás pensando en estamparme el granizado?
Preguntó éste con cierto humor y algo cauto.
-No… -Logró sonreír, aceptando el refresco-. No voy a tirarte nada. Y puedes sentarte –Se encogió de hombros-. Es un lugar público…
-¿Qué haces por aquí tan pensativa?
Preguntó una vez, que se hubo sentado junto a ella y dado un trago a su vaso.
-Estaba descansando un poco de tanto caminar –Medio informó con la mirada perdida en el mar.
Eric la miró por unos minutos en silencio, aprovechando que ella se hallaba distraída, con la vista perdida en el horizonte.
-Supongo que no debe resultar muy divertido, el salir a pasear sola –Señaló con aire pensativo.
Yola, negó con la cabeza sin girarse a mirarlo.
-Realmente, eso es una cosa que no me preocupa –Habló tranquila y algo sorprendida, al ver que no le molestaba el que estuviera él allí-. Se que cuando empiece el instituto, haré nuevas amistades –Se encogió de hombros.
-¿Entonces, que es lo que te tiene un poco triste?
Ella, alzó su vaso para dar un buen trago al granizado de limón. Después, giró su rostro hacia él, para sonreír por un momento.
-Tonterías mías. Supongo que fue un pequeño bajón de ánimos, porque se que no debo rendirme. Realmente, solo me recorrí todos los comercios de la zona…
-¿Te has recorrido todos los comercios de la zona? –Repitió con el ceño fruncido.
-Sí –Volvió a sonreír-. Quiero un trabajo.
Fue entonces, cuando Eric reparó en la carpeta que la joven tenía encima de sus piernas.
-¿Pero tú no tienes que estudiar? –Preguntó con tono serio-. Solo tienes dieciséis años. ¿No quieres hacer una carrera?
Yola rió a carcajada, al ver el gran desconcierto que presentaba el chico.
-Tonto, busco un trabajo para el verano –Aclaró riendo aún.
-Ah, vale…
¿Era posible que respirara con más calma, tras saber que no dejaba los estudios? No, imposible… Aquello eran imaginaciones suyas.
-El problema, que no tuve mucha suerte por hoy –Dijo con cierta mueca de fastidio en el rostro.
-¿Lo buscas con un horario determinado? ¿Y algo en concreto?
Preguntó Eric, con cierto aire de interés alargando una mano, para arrebatarle la carpeta y extraer de ella un curriculum.
Estudió por unos segundos, el escaso contenido que había impreso. Comprobando que en el hueco de la experiencia laboral, solo existían dos cortas líneas.
Canguro  y reponedora, en el centro comercial por fechas navideñas y rebajas.
-Lo se –Rebufó un poco ella-, no s un brillante historial.
-Es lo esperado a tu edad –Sonrió, guardando la hoja en la carpeta y entregándosela.
Yola, se mordió el labio con cierto nerviosismo.
-Pero me esta limitando, para poder obtener un trabajo –Señaló desanimada.
-¿Tan importante es el encontrarlo? –Preguntó algo pensativo.
-Siempre me ha gustado tener lago que hacer, cuando dispongo de tanto tiempo libre –Explicó-. Además, el dinero extra siempre va bien –Se alzó de hombros.- Y más ahora, que mi madre debe cargar con todo.
Eric apuró su granizado de un solo trago.
-¿Tú padre, no le pasa ninguna manutención? –Preguntó, pudiendo observar como los ojos de la joven adquirían cierto brillo triste.
-En teoría, debe pasarle algo –Su tono de voz era débil-. Pero no deja de ser solo ella, quien debe afrontar con todos los gastos.
-Comprendo –Dijo aspirando profundamente.
-Si consigo un trabajo, donde gane algo decente puedo tener acceso a ropa, libros y demás cosas, sin tener que pedirle.
Agachó su mirada, para observar que su granizado era ya historia.
-Ya sabes lo que quieres estudiar –Cambió el chico de tema.
-Farmacología –Dijo aún perdida en sus pensamientos. Sin poder observar, el cambio que había sufrido la expresión de su vecino. Quien al momento, empezó a reírse.
Yola, alzó la mirada hacia él algo confusa por aquel ataque.
-¿Qué te ocurre? –Se atrevió a preguntar algo desconfiada.
Eric se puso en pie, aún con la sonrisa en el rostro.

-Primero, me manchas con el helado y después, descubro que eres mi nueva vecina –Comenzó a enumerar-. Y ahora, te hallo buscando trabajo. Descubriendo que quieres estudiar farmacología…
Ella lo miraba con cierta curiosidad.
-Vas a tener que aceptarme en tu vida, pequeña demonio –Dijo con humor y guiñándole un ojo.
-¿Qué quieres decir? –Preguntó aún más confusa.
-Ven conmigo –Soltó un suspiro-. Ya has encontrado trabajo.
-¿Cómo que ya tengo trabajo?
-¿No confías en mí? –Sonrió-. Ven, vamos a un sitio.
-¿Cómo quieres que confíe en ti, si me llamas de esa manera y siendo un recién conocido para mí?
Ante aquello, Eric solo supo reírse fuerte. Para después, con una indicación de cabeza instarla a seguirlo.
-Por favor Yola, no seas tan mala conmigo –Le guiñó otra vez-. Puedes mandarle un sms a tú madre, diciéndole que vienes conmigo.
Indicó, para convencerla.
-Esta bien –Aceptó, poniéndose en pie y yendo hacia él, al tiempo que extraía su móvil para sorprender al chico.
-¿En serio vas a enviarle un sms? –Preguntó incrédulo.
-Sí, por quien me tomas –Alzó una ceja-. Me gusta tenerla informada. Así, obtengo más libertad y confianza por pare de ella.
-Chica lista –Observó él divertido-. Venga vamos…


Cohibida. Así es como se sintió, durante un buen rato después, tras decidir seguir a Eric.
Éste, la había llevado hacia la zona de aparcamiento, donde se había acercado a una enorme moto, extrayendo de una maleta que llevaba incorporada, un casco para ella.
Había estado desde un principio, muy equivocada con él. No era un niñato creído. Se veía alguien serio y responsable. Solo había que mirar el piso y la moto… Era obvio, que provenía de una familia adinerada.
Algo que a ella la abrumaba bastante. Además, contando que era la primera vez que montaba en una moto y que rodeaba la cintura de un chico.
Todo aquello, le eliminaba algo de seguridad así misma. Eric, era el primer chico que le hacia sentirse nerviosa, femenina, débil…
Iba  atener que vigilarse mucho así misma, para poder tener control sobre sus acciones cuando se trataba de él.

Después de conducir por la avenida, salió hacia la carretera para coger dirección a la zona industrial de la ciudad.
Si que era cierto, que allí iba a poder tener más suerte en obtener trabajo. Pero esperaba que hubiera un medio de transporte público, que la acercara aquella zona.
Eric, condujo por una serie de calles girando a izquierda y derecha, para ir reduciendo velocidad ante un gran solar. En donde dominaban tres enormes edificios de cristales oscuros. Abrió los ojos, cuando comprobó que se habían detenido en la verja principal de aquel lugar.
Miró hacia la casilla del vigilante, quien alzó una mano para saludar a Eric, antes de abrir la verja.
¿Lo conocían en aquel lugar? ¿Acaso trabaja él allí?
Pero aquella son fueron las únicas preguntas que se hizo, mientras éste rodeaba el lugar hacia la parte trasera. Revelándoles la entrada principal.
Allí, ante sus ojos descubrió el nombre de la gran empresa “Laboratorios G & G”.
¡Se trataba de una de las farmacéuticas más importantes del país!

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