martes, 23 de abril de 2013

Líos de Oficina 13 Final

-Supongo, que me recogeréis esto –Les dijo María, que aparecía en aquel momento junto a ellas.

-Sí, mamá…

-Bien –Sonrió-, cuando terminéis os tendré listo un buen desayuno.

-Yo quiero tortitas… -Sonrió con peloteo Patricia.

-Tú te comerás lo que yo prepare, y punto… -Sentenció la mujer mayor, con las cejas arqueadas esperando la protesta de la chica.

-A la orden, mi sargento… -Se rió.


-Cabras… Eso es lo que sois, unas locas cabras… -Murmuró, mientras se marchaba.


-Creo que tiene razón –Comentó Patricia.

-Yo también lo creo… Bueno, vamos a recoger esto… Pero antes, levantemos a Rosa y Júlia…

-Eso, creo que va a ser lo más difícil.


Media hora después, ya tenían las tiendas desmontadas y guardadas en sus respectivas cajas… Cuando, se dieron cuenta de que eran observadas por Marcus y Alberto.


-Serán capullos… -Gruñó por lo bajo Patricia, toda sudada-. Ya nos podían haber echado una mano, en vez de sentarse en una silla a observarnos, mientras se toman seguramente su segundo café… Mira que le pegaba a Alberto, con la caja en la cabeza solo para borrarle esa sonrisa de estúpido que tiene en estos momentos…

-¡Patricia! –Se rieron con ella Rosa y Júlia, mientras que Marta hacia lo posible para no mirar a Marcus.

-Déjalos, son unos idiotas…

-¡Buenos días chicas! –Saludó Alberto-. ¿Habéis pasado una buena noche?

-La mejor de mi vida, fíjate que no te eché de menos… -Le respondió con sorna Patricia a su novio, para después sacarle la lengua.

-¿Así? –Alberto se levantó de la silla y se acercó a ella-. Pues yo si te eché en falta, y mucho… -confesó con cariño, consiguiendo que Patricia se detuviera y fuera abrazarlo.

-Si es que eres mi peluche favorito… -Lo besó tiernamente en la nariz-. Anda, ayúdame a guardar estos trastos y me acompañas a ducharme.

-Lo que tú mandes cielo.

Júlia y Rosa, siguieron a  apareja de tortolitos hacia el trastero para guardar todo, mientras que Marta se quedaba sola junto a la piscina y observada atentamente por Marcus. Lo cual, le ponía los pelos de punta… Mejor era marcharse de allí.


-¿Ya te vas? –Le inquirió, mientras se levantaba con gracia felina de la silla y se acercaba a donde se hallaba ella.

-Sí, quiero darme una ducha antes de desayunar.

-Yo también quiero hacer muchas cosas, pero por el momento no hice nada… -Comentó divertido.

-No es mi problema, que seas un tarugo para…

-¿Tarugo? –Se rió de su comparación-. Cielo, esas cosas son contigo…

-¿Sí? –Lo miró con furia-. Pues por que no te buscas a la rubia –soltó con sarcasmo-, por que lo que es conmigo no vas hacer nada… Cielo… -Dicho aquello, fue apartarlo del medio para poder continuar con su camino.

-No tan rápido, preciosa… -Ordenó, cogiéndola del brazo para que no se le escapara-. Como eh dicho antes, tengo varias cosas sin acabar contigo… Y dado, que veo que el ambiente está muy relajado por aquí fuera… Que nadie, va a venir a socorrerte…

-A mí, no me hace falta nadie para socorrerme –Lo miró por encima del hombro-. Se valerme por mí sola…

-Es cierto, para hacer putadas no te hace falta nadie más… -Señaló divertido, sabiendo que la enfurecería.

-¡Hipócrita!

-Puede ser… Pero que te parece, si por el momento tú y yo acabamos…

-¡No pienso acostarme contigo! –Respondió antes de dejarle terminar.

-Sabes bonita… -La miró a los ojos-. Esa frase, ya no resulta nada creíble en tus labios. Y deberías dejar de mentirte a ti misma…

-Deja de decir sandeces y suéltame, quiero ducharme estoy toda sudada… -Le exigió, sin querer prestarle atención a sus palabras.

-Para que tú y yo mantengamos una conversación, eso no molesta nada. Así que ya te ducharas más tarde…

-Yo no tengo nada de que hablar contigo… -Intentó zafarse de sus brazos.

-Ya lo creo que sí, ya hemos hecho el tonto durante suficiente tiempo… Ha llegado el momento de hablar, como dos adultos que somos…

-¡Suéltame!


En aquel momento, llamaron al timbre de la calle.

-No pienso soltarte… ¿Maldita sea, esperamos visita?

-Y a mí que me cuentas… -Soltó en tono borde-. Yo solo quiero que me sueltes… ¡Hoy estas paranoico, das miedo!

-¿Es que no habéis escuchado el timbre?  -Preguntó Rosa, que aparecía junto a los otros tres del trastero.

-Sí, pero este idiota no me deja ir abrir la puerta –Volvió a sonar otra vez el timbre.

-No, que te me escapas nuevamente y ya estoy harto…

-¿No pensáis abrir? –Preguntó Antonia, que salía al jardín justo cuando volvían a llamar-. Ya voy yo… No os vayáis a herniar…

-Oye, decirle a éste pasmarote que me suelte… -Pidió la chica a los cuatro que estaban allí, pero pidiéndole ayuda a Patricia con la mirada-. ¡Quiero ducharme! ¡Necesito ducharme!

-¡Esta bien! ¿Sí te suelto para que te refresques, me prometes que luego me escucharas? –Acabó por ceder Marcus.

-Sí… -Respondió exaltante y deseosa de librarse de él.

-Muy bien… -Y acto seguido, y a cámara lenta para todos los presentes en el jardín. Marcus con sonrisa traviesa empujaba a Marta a la piscina vestida con el camisón. Después se acuclillaba en el filo de la piscina, esperando a que saliera ésta a la superficie del agua-. Ahora que ya te refrescaste…

-¡Marcus Andrassi! –Una voz de mujer interrumpió sus palabras-. ¡Espero que tengas una buena excusa para haber empujado a mi amiga al agua.

-¿Pero qué? –Preguntó sorprendido.

-¡Sabrina! –Chilló sorprendida Marta, desde el agua.

-Yo… -Empezó hablar el hombre sorprendido, pero nuevamente se volvió a callar.

-Sí, Marcus… ¿A qué viene éste comportamiento del sábado? –Preguntó una mujer mayor, acompañada de un señor y una chica joven, que también llegaban en aquel momento.

-¡Mamá! –No se creía lo que sus ojos veían…

-¿Tú madre? –Repitió un poco tímida Marta. ¿Pero qué ocurría, para que se hubiesen presentado allí?

-Vamos Marcus –Habló otra vez Sabrina, sin prestar atención a la gente que salía del interior de la casa-. ¿Por qué empujaste a Marta al agua? –Preguntó hasta detenerse delante del hombre-. Por que yo creo…

-Sabrina… -Le marcó su marido con voz dulce.

-Muy bien… -Aceptó, soltando un profundo suspiro-. Por que por lo que muestran los hechos por el momento  -Soltó dulce y girándose un momento a su marido, para aceptar su aprobación ante sus palabras escogidas-, tú tienes la culpa de todo.


-De todo no, Sabrina… -Sonrió el hombre, por su presencia allí-. Además, ella insistía en que quería ir a refrescarse… -Sonrió-. Yo solo la ayudé un poquito…

-Cretino… -Susurró Marta.

-¡Marta, hija! –La riñó su madre.

-Ya veo… -Y simulando que iba a volver junto a su marido, pilló por sorpresa al hombre al empujarlo por el pecho al agua, cayendo con mala suerte encima de Marta-. ¡Pues yo también te ayudo a refrescarte!

-¡Sabrina! –La reprendió Lucas.

-Se lo merece, y no me lo niegues… -Se defendió con chispas en la mirada.

-¿Me puede decir alguien que sucede? –Pidió María.

-Joder… -Tosió fuerte Marta-. Casi me ahogas Sabrina…

-Lo siento… -Se disculpó con sonrisa divertida.

-Nosotros… -Habló la madre de Marcus en español-. Somos la familia de Marcus, y hemos venido a que nos diera una explicación, por el mal comportamiento hacía su futura esposa…

-¡Mamá! –Le recriminó la joven que venía con ellos.

-¡Genial! –Se quejó Marcus con cierto fastidio.

-¿Cómo? –Dijo Marta anonadada.

-¿Comportamiento? ¿Futura esposa? –Señaló María-. Sigo sin comprender…

-Y yo tampoco… -Señaló Sabrina, volviendo junto a su marido-. Nosotros, somos amigos de ellos… -Lucas carraspeó un poco divertido-. Bueno… Yo soy amiga y compañera de Marta. Y mí marido, el quisquilloso de mí marido amigo de Marcus…

-A mí me parece que todos hemos venido por lo mismo… -Señaló el padre de Marcus.

-¿Y que es?... –Preguntó su hijo.

-Las fotos de la revista…

-¿Qué revista? –Preguntó aquella vez Marta.

-Donde sales besando a una chica rubia… -Habló su madre-. Como nos dijiste, que viniéramos para tu posible boda con ella… -dijo, señalando a Marta y sin darse cuenta de que metía la pata.

-¿Perdón? –Marta no se creía lo que había oído.

-Ves tesoro, teníamos que hablar… -Sonrió Marcus-. Pero tú no querías. Así que ahora lo vamos hacer delante de todos, por lo que veo…

-¿Acaso te has vuelto loco? –Le recriminó ésta.

-¿Esto, no será idea tuya? –Le preguntó Sabrina a su marido.
-Querida, todo esto es nuevo para mí.

-¿Boda? –Preguntó Antonia-. Pero si llevan muy poco tiempo de novios… -Se rió.

-¿Novios? –Preguntó Sabrina-. Que yo sepa, Marta no esta de novia con Marcus… -acabó de soltar la bomba Sabrina.

-Pues bien que duermen como tal… -Señaló Carlos, con un poco de retintín.

-Pero si apenas han dormido en la misma habitación… -Salió en defensa Celia.

-Eso es verdad… -Corroboró Alberto divertido.

-¿Pero entonces, que es lo qué ocurre? –Preguntó maría.

-Sí, eso… Que alguien diga algo –Soltó curiosa Antonia.

-Nosotros, posiblemente teníamos que volar la semana que viene hacia aquí, si mi hijo conseguía convencerla para casarse…

-¡Toma, esa si que es buena! –Se rió Lucas-. ¿Me has cogido envidia?

-Piérdete un rato… -Lo fulminó Marcus, pero sin poder esconder la sonrisa de sus labios.

-Mi hijo, me dijo que había conocido en Sicilia a la mujer de su vida… -siguió hablando la mujer mayor-. Y que no quería perder el tiempo… Que venía a conquistarla como fuera.

-¡OH! –Fue lo único que alcanzó a decir Marta, poniéndose colorada y sin mirarlo a la cara.

-¡Lo sabía! –Soltó Patricia-. ¡Sabía que estos dos tontos se querían!

-Lo dije yo… -Protestó Celia-. Yo le dije a ella, que él también la quería como ella a él.

-Y luego, vimos esas fotos…

-Fue la rubia –Habló Jaime en su defensa.

-Sí –Apoyó Alberto a su primo-. Fue la chica, quien se le tiró como un pulpo a besarlo…

-Vaya… -Se disculpó su madre-. Entonces, me parece que hemos venido antes de tiempo para nada… Lo siento hijo, me parece que lo hemos estropeado todo…

-Entonces –Habló María-, que yo me entere… No son novios… Todo este tiempo, ha sido una mentira…


Marta, no sabía que responderle a su madre. Solo sabía ponerse más colorada aún, a pesar de estar dentro de la piscina con el agua fresquita.


-Bueno mamá, veras… -Comenzó hablar Celia.

-¡Y vosotras lo sabíais! –Las señaló a todas culpables-. Ahora entiendo muchas cosas…

-Nosotros si que no sabíamos nada –Soltó Ramón-. Al menos yo…

-Tranquilo, no has sido el único –Sonrió Jaime.

-Ahora, entiendo muchas locuras de nuestras mujeres –Se rió Alberto.

-Vaya... Veo que por aquí os lo habéis pasado en grande –Soltó Lucas.

-No te lo puedes ni imaginar… Casi como en Sicilia, pero aquí iba ganando yo –Rió Marcus.

-¡Imbécil! –Lo fulminó Marta-. Serás creído…

-¿Entonces hay boda? –Preguntó su abuela.

-No abuela… -dijo con gran energía Marta-. Nunca ha habido posibilidad alguna.

-¡OH! –soltó un tanto apenada.

-Eso cariño… -Señaló Marcus, acercándose más a ella en el agua-. No es del todo cierto, y lo sabes…

-¿Perdona? –Lo miró alterada-. Estas tarumba, a mí me dejas tranquila… -Soltó hiendo a salir del agua.

-No.

-¿No, a qué? –Preguntó con sarcasmo.

-Que ya estoy harto, hoy vamos hablar y lo vamos hacer ahora…


Para diversión de todos y como costumbre, Marcus volvió agarrar una vez más a Marta como un hombre de las cavernas. Disponiéndose a salir de la piscina con ella de aquella forma, y delante de toda la familia. Tenía que hablar con ella. El tiempo se había agotado, ya no había marcha atrás…



-¡Suéltame imbécil!  -Masculló-. No ves… Que estoy tragando agua…

-Pues trata de mantener la boca cerrada, y ni te entrara agua ni te entraran moscas, mi vida.

-¡Para ya de hacerme siempre lo mismo! –Le golpeó con rabia en la espalda, con sus pequeños puños-. Suéltame por favor…

-Mira, la primera vez que me pides algo por favor… -Se rió con sorna de ella-. Pero va a ser que no cielo. Además, te prometo que ésta vez todo va a ser diferente.

-¿Diferente? –Aquello no le gustaba nada-. Quiere alguien ayudarme… -Rogó a toda la gente allí presente, una vez que estaban fuera del agua-. Sabrina, por favor…

-Lo siento… -Sonrió con dulzura y guiñándole el ojo-. Pero me parece que te toca librar la última batalla sola, como hice yo…

-¡OH, serás traidora! –Levantó una mano en señal de venganza-. Ésta no te la perdono… Te maldigo, con que tengas seis revoltosos niños…

-Bueno… -Sonrió ante la tontería de su amiga-. No es mal número ¿Verdad cielo?
-Verdad tesoro –Sonrió Lucas, mientras se despedía con la mano de la chica.

-¡Sois todos unos traidores! –Se escuchó antes de que se perdieran en el interior de la casa.

-Que se la lleve –Se rió María-. Si eso implica que se me casa… ¿Pero quien me explica todo, todo?...

-Yo… -Se adelantó Sabrina.

-¡Un momento! –Pidió Antonia-. Pasad, sentaos y yo hago un buen café con hielo… Así, será más entretenida la historia.

-Es verdad… -rió Patricia-. Pero te la vas a perder si estas en la cocina, suegra…

-¡No! El que empiece, le corto las piernas…

-Ya decía yo… - Y mientras Antonia iba hacer el café con ayuda de la chica, todos se iban sentando y presentando.


***



Una vez en el interior de la casa, Marta dejó de protestar y de forcejear… simplemente se dejó llevar. Y cuando llegaron al dormitorio, Marcus la tiró encima de la cama. Pero él, se quedó de bloqueo en la puerta. No se le iba a escapar…


No sabía que hacer… se sintió libre en cuanto su cuerpo rebotó en la cama, pudiendo así ponerse a cuatro patas y mirarlo fijamente en espera de un ataque con su respiración inuforme de ir boca abajo y golpearlo.


¿Y ahora qué? Tenía que creer que su loca historia iba a convertirse en un cuento de hadas, con un final feliz… Oh, aquello era una jugarreta de Marcus con doble filo… ¡Pero habían venido sus padres! Y según su madre… Marcus la… Amaba… Un pequeño paño de lágrimas afloraron a sus ojos. ¿Por felicidad? Dudaba… ¿Por desesperación? Posiblemente… ¿Y por su sufrido corazón? ¡Clavado!... ¡Y por que no decía nada! El muy idiota, se encontraba allí parado mirándola fijamente y con una sonrisa de pillín… Bueno, ella tampoco estaba diciéndole nada… En verdad, debería de estar atacándolo verbalmente, o intentando salir de allí… ¡Un momento! No quería salir de allí, antes sin ver si su futuro cambiaba afortunadamente o desafortunadamente…


Aunque, ella no quería dar el primer paso… ¿No había sido él quien había ido allí? No eran los hombres, quienes hacían el idiota delante de las mujeres pidiéndoles para salir y en matrimonio… Que por cierto, ahora que lo miraba bien ese punto… ¡Que cabronas y suertudas las mujeres! Solo tenían que decir sí o no, como si despellejaran una margarita. Mientras que los pobres inocentes, eran quienes pasaban los sudores por los nervios, el bochorno al rechazo… ¡Se lo merecían! Bien mirado, sí. No teníamos que soportar el embarazo, la menstruación, sus deportes… Y muchas más cosas, que ciertamente no venían en aquel preciso momento a cuenta, pero es que estaba tan nerviosa, que no sabía que pensar, ni que decir….  


-Muy bien, como veo que no vas a decir nada –Suspiró Marcus-. Empezaré por hablar yo…

-Eres tú quien me ha traído aquí –Se reclinó y se cruzó de brazos-. Eres tú, quien dice que hay que hablar… -¡Mierda! No quería decir nada de aquello, pero es que ya lo tenía por costumbre el meterse con él.

-¿Vas a estar todo el rato así de impertinente? –Le preguntó,  mientras empezaba a desnudarse de la ropa mojada por culpa de Sabrina.

-Eso, no era nada con lo que puedo llegar a ser –Soltó furiosa-. ¡Si no paras de quitarte la ropa!

-Ya veo… -Sonrió, mientras una vez quitado el polo procedía a quitarse las bermudas-. Pues ante eso, te respondo con tres puntos. Punto numero uno; me siento incómodo con la ropa mojada y adherida a mí cuerpo. Punto numero dos; tú querida mía también lo estas y además, creo que mojando la cama –Dicho aquello, se quitó el pantalón quedándose con unos blancos bóxers que ciertamente, mojados no ocultaban nada a sus castos ojos.

-¡OH! –Exclamó ante aquella visión tan… Magnífica, por que no sabía que más decir sin poder ocultar el rubor de sus acaloradas mejillas-. ¡Marcus, por favor!

-Punto numero tres; me importa un rábano lo impertinente que te pongas por que hoy vamos hablar y muchas más cosas… -Comentó quitándose la última prenda de ropa.

-¿Cómo que muchas más cosas? ¡OH, dios! –Exclamó, al ver al hombre en el mismo sitio y desnudo. Con gran apuro volvió a darse la vuelta-. ¡Quieres vestirte, guarro!

-Por favor Marta, no te me vuelvas ahora tan tímida si ya me viste desnudo una vez… -Se rió, acercándose a ella con sigilo-. Vamos hablar, y si para ello tengo que tenerte también desnuda, para que me prestes atención como debe ser, lo haré… -Comentó subiéndose ya al lecho.

-¡Qué! –Se giró exaltada, para llevarse una sorpresa al hallarse a Marcus a su lado y desnudo, rozando su húmedo cuerpo con el cálido de él-. ¡Ah! ¡No, no!... –Fue lo único que pudo decir, antes de intentar huir. Pero como se sabe, Marcus siempre la atrapaba…. Y así fue. La atrapó y la tumbó boca arriba, aplastándola por su cálido, bello y fuerte cuerpo.

-¡Marcus, suéltame! –Intentó separarse como una desesperada. Una vez más, volvía a tenerlo encima suyo y desnudo-. ¡Eres un cerdo!

-Ya te dije, que hoy todo iba a ser diferente cielo… -Le susurró antes en el oído, de que sintiera sus manos sujetar la tela de su camisón, para empezar a deslizarla pecho abajo.

-¡Oye! –Sus ojos, parecían dos discos de música ante la sorpresa de aquel movimiento de él-. ¡No! ¡Para!... –Intentó detenerlo, pero Marcus logró sujetarle sus dos manos por encima de la cabeza, con una sola de las suyas y así seguir con lo que desvergonzadamente, se había propuesto… ¡Dejarla desnuda y indefensa ante su mirada!

-Tranquila, tesoro… -Le susurró mirándola a los ojos fijamente. Pero Marta, muerta de vergüenza le giró la cara al quedar sus senos al descubierto-. Marta, cariño… No te estoy mirando… -Le dijo con calidez-. Simplemente lo hago… -Le acabó de quitar el camisón-. Para poder tenerte aquí, y que me escuches. Así, se que no vas a tratar de huir, y que me vas a escuchar todo lo que te tenga que decir…




¿Qué le iba  a escuchar? Pensó Marta, aún con la cabeza girada y los ojos apretados con fuerza. ¿Cómo se supone que iba a poder hacer eso? ¡Estaba desnuda ante él! ¡Sentía su calor! Sentía su bello, acariciar su cuerpo…  


-Esto… -empezó hablar con los ojos cerrados con fuerza-. Más bien parece una violación, que una charla entre dos adultos… -Soltó con amargura y arrepintiéndose al momento de sus palabras. Pero como siempre, los nervios la traicionaban…

-¡Pero!... –Exclamó, reteniéndose de acabar la frase-. ¿Es eso lo que crees? Dime, Marta… -Le pidió agarrándola con una mano por la barbilla y girándole el rostro hacia él-. Abre los ojos, y mírame  a los míos para decirme ese insulto… -soltó con rabia retenida. Pero ella seguía igual, o apretando aún más sus ojos-. Eres una cobarde… -acabó por decir él, antes de soltar un gran suspiro-. Me dices esas palabras, solo por miedo… Miedo al sexo, a mí… Se que eres virgen cariño. ¿Me ves tan cruel para forzarte?... Sabes que no… Nunca te haría daño. Y creo que nunca te lo eh hecho, cuando te eh besado o acariciado… Siempre te eh acariciado con mucho cariño, así… - Y por sorpresa de la chica, Marcus capturó el labio inferior de ella con mucho cuidado en apenas un roce de labios, sin dejar de mirar en ningún momento su reacción. Ella seguía igual, sin abrir los ojos… Volvió hacerlo, pero atrapándole también el labio superior con mucha dulzura. Después, fue él quien también cerró los ojos para implicar todos sus sentimientos en aquel acto. Empezó a succionar primero su labio superior, después el inferior… Y con su lengua, hizo que la chica abriera un poco los labios lo suficiente para él poder introducir así la suya y comenzar a besarla como ansiaba hacerlo. A los dos segundos, Marta no podía evitar el que se le escapara un pequeño ronroneo ante aquel dulce ataque, bajando así sus defensas hasta el punto de participar en aquel beso. Marcus, abrió un momento sus ojos y sonrió cuando sintió como la chica, le pasaba los brazos alrededor del cuello olvidándose de que se hallaban desnudos para poder abrazarse más fuerte a él, e implicarse también más en aquel acto. Aquello, se le estaba escapando de las manos pensó Marcus. Tenían que hablar, y no acabar como siempre…-. Marta… -Susurró contra sus labios, pero sin dejar de besarla y acariciarla.

-Sí, Marcus… -Respondió ella en un susurro, pensándose que él simplemente la estaba nombrando por la pasión del momento.

-Cariño, tenemos… ¡Oh!... –No acabó, en lugar de decir lo que quería solo pudo soltar un gemido de sorpresa y placer. Marta, su Marta tímida… Había conducido una de sus delicadas manos a su pene, acariciándolo por un momento con mucha suavidad y timidez sin dejar de besarlo en ningún momento. Marcus abrió sus ojos y la miró, pero ella tenía los suyos aún cerrados pero enmarcados por el rubor de su acto… ¡Dios, que preciosa que estaba!-. Marta, tesoro mío… ¡OH!... –Volvió a gemir nuevamente, cuando volvió acariciarlo nuevamente allí pero aquella vez con más osadía.


Ante aquel placer, producido por su bella ninfa. Marcus, no pudo hacer más que complacerla también… Sonriendo un momento de forma traviesa, empezó a devorarle los labios con más pasión, mientras que también conducía una de sus poderosas manos al sexo de ella. Y ante aquel suave primer contacto, Marta si abrió los ojos para mirarlo fijamente. Después, volvió a cerrarlos con rapidez cuando el cosquilleo que sentía en la boca del estomago, la absorbía totalmente a susurros y gemidos…


-Marta, tenemos que parar… -Susurró a duras penas el hombre.

-No… -Gimió ésta, mientras le atrapaba los labios en un apasionado y dulce mordisco y le acariciaba con un poco de picardía su sexo.

-Marta… -Gimió de placer su nombre-. Tenemos que hablar, antes de que vayamos a más…

-Ya estamos a más, Marcus… -Susurró picarona, mientras le sujetaba con la mano su sexo duro-. Ya estamos listos, yo lo estoy… Y tú, no intentes negarlo… -susurró con una sonrisa en los labios, sin timidez alguna y sin dejar de besarlo en ningún momento.

-Vaya… -Sonrió alegre-. Veo que has perdido ya la timidez…

-Tengo un buen maestro… -Le dijo, mientras le atrapaba el ovulo de la oreja.

-¡Marta por favor, tenemos que hablar! –Se intentó separar a desgana, pero quería dejarlo todo claro-. ¡Dios, estate quieta pequeña diablillo!

-¿Te gusta? –Soltó con voz sexy.

-Sabes que sí… Creo que será mejor que nos pongamos algo de ropa…

-¡Ah, no! –Se agarró a él y lo atrajo más a su cálido cuerpo-. No seas cruel, cuando ahora se que viene la mejor parte… Además, no quiero hablar…

-¿Qué no quieres hablar?... ¡Que mejor parte! –Se rió mirándola a los ojos.

-Marcus… -Puso sus labios en puchero, consiguiendo que éste inclinara su cabeza hacia ella y la volviera a besar. Para en el momento aquel, hacer lo que seguramente ninguna virgen se había atrevido hacer… Agarró su duro pene, y lo condujo con rapidez a la entrada de su sexo… Donde ella gimió de placer, al sentir una nueva sensación cuando éste por su dureza apretaba a sus labios hacia dentro con fuerza…

-¡Marta! –Gimió Marcus.- No me hagas esto por favor, además es tu primera vez hay que ir con más delicadeza… Quiero que sea especial para ti… ¡Y quiero hablar!

-¡OH, si!... –Gimió, cuando por instinto alzó sus caderas en busca de las de él permitiendo así,  que entrara en su interior en una fuerte embestida.

-¡Marta, dios! ¿Estás bien, te hice daño? –Intentó separarse, mientras mostraba su preocupación.

-¡Oh, cállate ya! –Gimió apasionada-. No me has echo daño, y no quiero hablar… ¡Maldita sea! Te quiero moviéndote ahora mismo encima mío, tienes mucho que enseñarme cariño mío… -Dijo, antes de volver a besarlo de forma apasionada.

-¿Cariño mío? –Separó un segundo sus labios de los de ella.

-Sí, te quiero, me quieres… -Susurró contra su boca, mientras volvía alzar sus caderas hacia las de él-. ¡Oh!... Hemos sido unos idiotas, los dos… Pero ya esta… Todo acabado…

-Dirás… -Dijo con sonrisa feliz, mientras empezaba a mover sus caderas-. Que todo solo acaba de empezar…

-Sí… -consiguió sonreír, antes de proferir otro gemido de sus labios por la embestida de su amado.

-Una cosa más…

-¿Qué?...

-No olvides, que yo te lo dije primero… -Dijo travieso.
-¡Eso no es verdad! –Fue a protestar, pero Marcus no la dejó al callarla con sus labios y empezar a enseñarle tal vez el baile más viejo de la historia.

-Cállate, y deja que el maestro te enseñe lo que te depara tu futuro a su lado…

-Sí, creo que es lo mejor… -Sonrió ella-. Hoy, empieza una nueva vida para los dos…

-Y que será para siempre…

-Te amo… -susurró Marta, antes de empezar a gemir con más celeridad al ver que su cuerpo intentaba alcanzar una meta invisible… -. ¡Marcus!

-¡Marta!... Gimió él con fuerza, cuando todo el paraíso los recibió con los brazos abiertos. Para después dejarlos, cansados y adormilados el uno junto al otro, con una dulce sonrisa en sus labios-. Te casaras conmigo… -Ordenó él antes de cerrar sus ojos, atrapado por el sueño.

-Sí… -Suspiró ella, ya casi dormida en sus brazos. Al saber que todo había acabado, que al final, si había tenido un final feliz como en todas las historias románticas de la televisión. ¿Qué dirían sus amigas cuando les diera la noticia? Pero mejor lo haría después, ahora solo quería descansar junto a su futuro esposo…








FIN

2 comentarios:

  1. Muy bueno, hasta el final se hizo de rogar jaja. Ahora le toca el turno a Susan jiji
    Muchos besos

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  2. Muchos besos yola, y merci.... Ahor avamos a por Susan

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