miércoles, 2 de enero de 2013

Sorpresa De Navidad (Cuento de navidad) Parte I

Jueves, 1 de Diciembre.
Llegaba tarde, de seguro que llegaba tarde. ¿Entonces, para qué demonios se molestaba en correr con aquellos malditos tacones puestos? Lo único que iba ha conseguir, era romperse la crisma con la nieve que había en las calles de Londres. Si no hubiera sido por su padre, ahora no estaría intentando batir el récord de recorrer los ciento cincuenta metros que había de su casa al metro, en un tiempo máximo de diez minutos.  Pero tenía que hacer un gran esfuerzo, dado que era su segundo día de trabajo como encargada y no quedaba bien, que ya comenzara a tener faltas de impuntualidad. Pero aquel día, su padre había decidido perder su cartera por algún rincón de la casa.

¡Ánimo, ya llegaba  a la última esquina! Solo tenía que darse un poco más de impulso en las piernas, para cubrir la poca distancia que le quedaba. Ni siquiera, quería perder segundos en consultar la hora en su reloj de muñeca… Tenía que llegar, iba ha llegar. Se auto convenció con gran determinación, girando en la esquina y bajando las escaleras que llevaban al subsuelo para coger el metro.

Tres escalones, dos escalones, un escalón… El tren se encontraba allí. ¡Pero no se le iba ha escapar, no aquel día! Fijó la mirada en la puerta del último vagón, que era el que tenía más cerca. Escuchó el pitido cuando un tren iba ha cerrar sus puertas, pero tenía tanta prisa y determinación,  que no prestó atención si era el suyo. Solo actuó, en ningún momento pensó. Allí, había un hombre de pie mirando hacia allí así que lanzó su cartera al interior y tras ésta, fue ella llevándose por delante al hombre.
-¡Lo conseguí! –Exclamó sonriente intentando recuperar el aliento, sentada encima del individuo, quien la miraba sorprendido con sus ojos marrones claros-. Disculpe, pensé que lo perdía…
-Un poco difícil, cuando acaban de anunciar por los altavoces de la estación que hay un retraso en la salida de cinco minutos, a causa de la nieve –Informó medio enfadado y medio divertido, escuchando como la otra persona que había allí en el vagón también reía.
-Vaya… -Soltó un resoplido-. Voy ha llegar tarde al trabajo –Dijo soltando un quejido de resignación, sin ninguna intención de moverse de encima del hombre.
-Debería saber, que con nieve hay que ir con más tiempo del habitual… -Reprendió éste sin poder ocultar la sonrisa, al ver que la chica no hacía intento de moverse de encima de él.
-¿De verdad se cree, que si hubiera sabido lo mucho que ha nevado durante la noche, me habría puesto éstos tacones? –Dijo enfurruñada, sacándose uno de los zapatos y poniéndoselos en todas las narices al hombre-. Lo raro, es que no me haya matado por el camino.
-Ho a mí –Dijo con cierta ironía, observando como ésta se volvía a calzar el zapato quedándose aún sentada sobre él, mientras miraba fijamente pensativa hacia algún punto determinado que no era él.
Porque si lo hubiera mirado, se habría encontrado con un ceño fruncido. ¿Acaso no veía aquella joven en la situación que se encontraban? ¿Cuántos años tendría? Se la veía joven, pero muy hermosa. Con ojos verdes y cabello rizado negro, a la altura de los hombros. Un aspecto fresco, divertido, feliz… Como su amigo Evan Moore. Alguien, que le hacía borrar cualquier enfado en menos que cantaba un gallo. Alguien que quería como a un hermano desde hacía tres  años. Y a quien había prometido, pasar aquel año la navidad en casa con su familia…
El sonido del cierre de puertas, fue lo que hizo despertar de sus pensamientos. Causando que prestara atención a la joven, quien mostró una sonrisa al ver que el transporte comenzaba su marcha.
-¡Que bien! –Exclamó sonriente-. Al final no ha tardado más que dos minutos –confirmó mirando su reloj de pulsera-. Puede que no llegue tarde.
-Genial –respondió mordaz-. ¿Pero no cree que será más cómodo hacerlo sentado en el lugar correspondiente?
-¡OH! –Se sonrojó al darse cuenta de la situación exacta. Echó una rápida ojeada al vagón, hallando a un chico que sujetaba un libro en las manos. Pero era obvio, que el espectáculo que había dado, fue más interesante que seguir leyendo-. Perdona… -Se puso en pie veloz, quedándose aún encima de él, con un apierna a cada lado de su cuerpo-. Yo…
 -Hay dios… -Gimió el hombre, interrumpiendo lo que ella fuera  a decir, girando el rostro a un lado y aguantándose la risa nuevamente.
Aquella chica, iba demasiado feliz por la vida o resultaba ser demasiado inocente. Acaso no sabía, que estando él bajo ella podía verle la ropa interior blanca de encaje, que llevaba bajo aquella falda semi larga.
-¿Qué le ocurre? –Preguntó frunciendo el ceño y cruzando los brazos bajo sus senos.
-Mejor se lo cuento, cuando salga de encima de mí –Dijo volviendo el rostro al frente, para sonreírle y guiñarle un ojo-. Por si no lo recuerda, estamos en invierno y el suelo está frío.
-¡Maldición! –Gruñó por lo bajo y enfadada consigo misma, por ser tan despistada y patosa. ¿Cuándo iba ha cambiar? Ya tenía veintidós años, pensó con fastidio y volteando los ojos un segundo.
Se movió de encima del hombre, para ir a recoger su bolso que se hallaba en el suelo de  la pared frontal de la puerta de aquel vagón. Se agachó, lo cogió y se lo colgó cruzado sobre sus hombros para darse la vuelta y hallar al pobre hombre, sacudiéndose la ropa con las manos a causa del polvo que había en el suelo. Aquello, le hizo soltar un gemido de horror, preguntándose también si no iba ha matarla éste. Pues parecía que la tenía tomada con él.
-Lo siento mucho –Se apresuró a posicionarse tras él, y comenzar a sacudir donde veía polvo-. Sí quiere, páseme la factura de la tintorería –Seguía hablando y sacudiendo, sin darse cuenta que había llegado al firme y redondo trasero del hombre.
-No hace falta… -Rió al ver que la chica no prestaba atención. Aquello le gustó. Era la primera vez que una mujer no intentaba ligar con él. Aunque, no creía que aquella chica tuviera más de dieciocho años. Aquel dato, ya no le hizo tanta gracia… Su cuerpo, desde que la había visto correr y lanzarse hacia él, que se había sentido dominado por una fuerte atracción. Cosa, que hacía tiempo no sentía… Pero era una adolescente. Aquello no se vería con buenos ojos, teniendo él treinta y un años… Lástima, sentía que habían conectado desde que sus miradas se habían cruzado. Desde un primer momento, se sentían cómodos sus cuerpos-. De verdad… -Se dio la vuelta y la agarró de las manos, dirigiendo su mirada a la de ella y viendo como ésta se hallaba completamente abochornada. Vaya… Realmente era preciosa. Toda inocencia…
-Lo siento mucho –Se volvió a disculpar con un tono bajo al igual que su mirada-. Ya lo dice mi hermano, siempre llevo el caos  a mí alrededor por actuar sin pensar –Se mordió el labio inferior, causando en él unas ganas tremendas de capturárselo para comprobar si era tan carnoso como se veía.
-No ha sido nada, tranquila –Sonrió alzando su barbilla para poder regalarse con su bello rostro-. Me llamo…
-¡Mi parada! –Exclamó de repente abriendo los ojos como platos, cuando sonaba nuevamente el aviso de cierre de puertas, causando que brincara hacia la salida y se quedara atrapado entre las puertas el pañuelo largo que llevaba anudado al cuello, teniendo ésta que sacárselo rápido si no quería ser arrastrada por el anden, y causando un sobresalto por segunda vez en el hombre…
Quien triste, vio como ésta de forma despreocupada emprendía una nueva carrera. No iba a  volver ha verla nunca más… Oh sí, sonrió al ver que se giró por un segundo para mirarlo y sonreír antes de seguir por su camino. ¡Bien! Cerró el puño, como señal de victoria al ver que al fin había reparado en él. Pero soltando un quejido de fastidio, al comprender que no sabía quien era, ni tenía siquiera su teléfono. ¿Cogería siempre el mismo tren?

 Viernes, 2 de Diciembre.
Sentado en la mesa de aquel bar musical, se hallaba completamente pensativo cuando su amigo Evan, trajo la segunda ronda de cervezas.
-Venga –Dijo su amigo soltando un suspiro-. ¿Qué te ocurre?
-Nada –Respondió agarrando la botella y dándole un buen trago.
-Colin, a mi no me engañas –Rió, llevándose también la botella a los labios.
-Nada importante, solo le doy vueltas al nuevo caso que llevo –Mintió.
-No –Dijo soltando la botella encima de la mesa.
-¿No qué? –Frunció el ceño.
-Se cuando es por el trabajo –Volvió a sonreír-. ¿Quién es ella? ¿La conozco?
-Capullo –Lo insultó mostrando una sonrisa, al ver lo bien que lo conocía-. Olvídalo –Se encogió de hombros-. Es lo que yo debo hacer.
-¿Acaso está casada? –Preguntó alzando una ceja-. ¿Tiene novio?
-Pues no lo sé –Respondió sorprendido consigo mismo, de no haber caído en aquello-. Pero mejor que no trate de averiguarlo.
-No comprendo –Se inclinó hacia delante muy interesado-. Es la primera vez en meses, que te veo pillado por una mujer. Te has pasado medio año con el único objetivo de vivir para que te hicieran socio del bufete. Y ahora que ya lo eres, conoces a una mujer que parece llamar tú interés… Y quieres perder la oportunidad con ella.
-Déjalo correr Evan –Habló entre dientes-. No quiero tener problemas.
-Pero sí no sabes si está casada o con pareja…
-Te dije que lo dejaras… -Resopló un tanto desesperado, dando un buen trago a la botella dejándola por la mitad-. No estoy seguro, si es mayor de edad o los acaba de cumplir –Soltó poniéndose en pie-. Me voy a casa, estoy cansado…
-¡OH, venga! –Soltó con fastidio su amigo-. Es viernes noche… -Sonrió-. –Y quiero saber un poco más de…
-Evan… -Suspiró por un segundo negando con la cabeza.
-No sabía que pudieras resultar aún pillín… -Bromeó su amigo, sabiendo que se enfadaría un poco.
-A mí no me hace gracia, sabes que no me gusta que puedan considerarme un pervertido o asaltacunas… -Gruñó juntando las cejas.
-Era broma, tío… -Rió-. Ya me conoces… -Guiñó un ojo-. Venga, quédate un rato y puede que conozcas a mí hermana. Suele venir por aquí algún viernes que otro… -Se alzó de hombros-. Tiene amigas –Alzó las cejas-. Y no son tan jóvenes, rondan sobre los veintidós y veintitrés años…
-Capullo que estás hecho –Volteó los ojos al techo sonriendo-. Me marcho, nos vemos mañana… Adiós…
                                                                                   ***
Iba con Paige, riéndose de la anécdota del tipo guapo del tren, cuando detuvo sus pasos de golpe al girar en la esquina del bar. Agarró a su amiga del brazo, para darle un fuerte tirón…
-¡Auch! –Se quejó la chica-. Acaso quieres provocarme un latigazo cervical… -Protestó.
-Es él –Medio susurró, señalando con un gesto de cabeza al hombre que salía del bar encendiéndose un cigarro.
-¿Ese? ¿En serio? –Preguntó su amiga abriendo la boca de par en par-. ¡Está buenísimo! –Se giró a ella-. Corre, acércate a saludarlo.
-Ni hablar –Negó con la cabeza dando un paso atrás-. Estás loca… Es mayor que yo…
-¿Y? –Frunció el ceño la otra chica-. Por favor Abie, si sigues comportándote de ésta manera, luego no te me quejes todo el rato, del fastidio de ser virgen aún a tus años –Soltó en un pequeño gruñido-. Mira que no te comprendo… -Puso los brazos en jarra-. Siempre estas metiéndote en líos por actuar antes de pensar. Pero cuando se trata de sexo, es cuando no paras de pensar y pensar de forma inútil creo yo… -Resopló.
-Se fue –Suspiró algo aliviada Abie.
-¡Qué! –Se giró a mirar hacia la entrada del local, para soltar un quejido de horror-. ¡Genial! –Soltó frustrada-. Otra oportunidad tirada al traste… Y éste se veía perfecto para ese cometido.
-Venga, vayamos dentro que hace frío –La volvió agarrar del brazo, para arrastrarla al interior-. Creo que hoy estará por aquí mi hermano.


Lunes, 5 de Diciembre.
Ya estaban solos, sin los jefes. Ellos, eran de los pocos afortunados que podían irse de vacaciones a las islas Fitji, todos los años por aquellas fechas. A decir verdad, lo hacían desde solo dos años atrás. Cuando la habían contratado como refuerzo navideño, junto con Paige y James.
Los tres habían sido muy afortunados, al poder trabajar en el mismo lugar. Y se iban turnando, cuando el matrimonio tenía un pequeño incremento de trabajo, los fines de semana durante todo el año. De aquel modo, se sacaban todos un dinero extra para sus cosas. Aumentando el saldo  en  Diciembre, que acudían a trabajar los tres durante todo el mes completo. Cogiéndose libre, cuando a uno le tocaba examen en la universidad.
Aquella mañana, le había tocado a ella ir a buscar los cafés al Starbucks. En realidad, casi siempre le tocaba ir a ella porque no le importaba salir a la calle con frío, ni hacer cola un buen rato para coger aquella deliciosa droga. Volvía con paso ligero y animada, susurrando una melodía que acababa de escuchar de un vehículo con la bandeja en su mano, que vio pasar por su lado una pelota de futbol de unos chicos que estaban jugando en un lado de la plaza. No pensó, solo actuó al brincar con sus tacones hacia ella y alzar su pierna derecha para devolvérsela a ellos. Debería haberlo pensado antes, pero nunca lo hacía… Y todo el mundo no paraba de repetírselo. Pero lo había vuelto hacer, causando una nueva catástrofe. La pelota, que era redonda de futbol y no ahuevada como las de rugby, había salido disparada con fuerza gracias a su patada con cierto efecto. Cosa que no lograba comprender, dado que había chutado en línea recta. Pero ésta, había girado a mitad del camino hacia la izquierda, golpeando en la cabeza por detrás a un hombre alto. Quien por mala suerte, se hallaba tomando un café grande del Starbucks. Obviamente, se dio la vuelta para buscar al culpable de que se volcara todo su contenido en su camisa blanca como la nieve. Quedándose estupefacto al descubrirla a ella.
No. No era posible… Se dijo mentalmente al tiempo, que casi dejaba caer la bandeja con los cafés. Otra vez era él. ¿Cómo podía ser posible que se topara por segunda vez en aquella enorme ciudad, con aquel hombre dentro de uno de sus desastres? Raro sería, que éste no llegara a la conclusión de que lo seguía. Con el miedo en el cuerpo, vio como se acercaba a ella con el ceño fruncido.
-No me lo puedo creer… -Se detuvo a un paso escaso-. ¿Te hice algo? –Preguntó dejando que asomara en sus labios una pequeña sonrisa.
-Lo siento –Imploró sincera pero completamente abochornada.
-No sé si creerte… -Rió-. Van dos veces que acabo sucio por tu culpa. ¿No serás dueña de una tintorería, y lo haces para conseguir clientes? –Bromeó observándola de arriba abajo.
-Entonces, creo que saldría más perjudicado mi bolsillo si así fuera –Dijo con cierto fastidio-. Créeme, soy un imán para los desastres.
-Te creo –Rió mirándose la ropa manchada de color marrón-. Suerte que llevaba un buen rato hablando por teléfono, y se me enfrió el café. Si no, creo que tendría que haber acudido al hospital por pequeñas quemaduras en mi pecho.
-Lo siento mucho –Gimió horrorizada.
-Tranquila, no pasa nada –Se encogió de hombros-. ¿Sabes de alguna tienda cerca, para comprarme una camisa? –Preguntó mirando éste a los negocios de su alrededor.
-¡OH! –Abrió los ojos al poder ayudarle-. Claro, ven conmigo –Dijo agarrándolo del brazo y arrastrándolo tras de sí de forma impulsiva.
 Lo arrastró unos pocos metros, hasta llegar a la tienda en donde trabajaba. Allí, lo hizo pasar al interior confundiendo un poco al hombre, al verla dejar los cafés en el mostrador de entrada y dirigirse directa hacia el fondo de la tienda, en donde por casualidad se hallaban las camisas de caballero.
-Veamos… -Se paseó por delante de un perchero mordiéndose de forma nerviosa un dedo-. Tu talla, si no me equivoco debe ser la xl…
-Buen ojo –Asintió divertido con gesto de cabeza-. Y si no me equivoco, trabajas aquí…
-Sí –Sonrió mientras se ponía de puntillas y cogía una prenda determinada-. Ve, vamos al probador.
La siguió en silencio y nervioso. Pues por el momento, no había nadie más en la tienda. Dejándolo completamente a solas y luchando con su deseo hacia ella. Conteniendo más el aire, al comprobar que los probadores se hallaban en una zona más íntima con grandes sofás. ¿Dios mío, iba a poder resistirse? ¿Quedaría mal, si le preguntaba de golpe y porrazo la edad?
-Abie… -Se escuchó la voz de una chica, aliviándolo en parte. Pero también sintiendo un poco de decepción, al saber que no estaba solo con ella-. ¿Cuándo has llegado? Como que no has… OH –Vocalizó sorprendida al verlo a él allí con ella-. Disculpa, no escuchemos la campana de la puerta. Estábamos en la trastienda…
-Hola –Saludó educadamente, justo antes de entrar dentro del ancho probador y correr la cortina color granate oscuro.
-Hola –Saludó la chica, cuando él ya estaba cerrando la cortina. Para girarse acto seguido a su amiga y exclamar en completo silencio delante de ella-. ¿Necesitas ayuda? –Preguntó en voz alta, para que no viera raro el hombre que estuvieran en completo silencio tras la cortina. Pero diciéndole adiós con la mano a su amiga, mientras asomaba una sonrisa pícara en sus labios. Y viendo como ésta la llamaba con gestos de mano enérgicos para que no se marchara.
-Sí, podrías buscarme una corbata de color gris con tonos azules… -Dijo algo mordaz, al ver como su amiga la abandonaba.
-Mmm… Verás, ahora que hablas de ellas –Le guiñó un ojo-. Debo hacer el pedido para las que llevan decoración navideña, para los camareros del restaurante de la esquina… ¿Dónde dejaste los cafés?
-En el mostrador –Masculló llevándose un dedo al cuello simulando el corte de un cuchillo con él.
-Genial, no sabes lo mucho que necesito mi café –Dijo con voz cantarina y alejándose de allí.
-Traidora –Susurró por lo bajo mirando nerviosa a que se abriera la cortina. Dios, ahora él mismo se hallaba medio desnudo… Apostaba que tenía un magnifico torso… ¿Qué demonios hacía pensando aquello, estando él al otro lado de la gruesa tela? ¿No tardaba demasiado?
Movió la cabeza, para quitarse aquel pensamiento de la cabeza y cogió la nueva prenda para desabrocharle los botones. Como podía haber pensado, la mera idea de que la compañera de trabajo parecía que los había dejado aposta solos. Aquello era de locos. Sonrió para sí mismo, al pensar lo mucho que le afectaba aquella joven a sus sentidos. Más le valía salir de allí rápido y olvidar que trabajaba allí, y que su nombre era música para sus oídos.
-¿Va todo bien? –Preguntó aquella vez con poca seguridad.
Volvió a sonreír, al notar que le encantaba la forma de ser de la chica. Unas veces un completo desastre, otras dulce, otras insegura y otras segura de sí misma, cuando actuaba de forma espontánea. ¡Mierda! Gruñó para sí mismo, al comprender que la chica se le estaba colando bajo la piel.
-¿Te va pequeña? –Volvió a preguntar dando un paso hacia el probador, al no recibir ninguna respuesta-. ¿            Quieres que mire una talla más o un modelo diferente?
-Mmm… No, ésta me va bien –Se apresuró a responder, metiendo el primer brazo por una manga-. Creo que has acertado con… -Se calló de sopetón cuando la cortina fue corrida, mostrándolo a él aún semidesnudo. Y a ella, dándole la espalda tras haber abierto los ojos como platos al hallarlo de aquella manera aún  y siseando una pequeña disculpa, con las mejillas completamente sonrojadas.
-Lo siento… -Volvió a disculparse apretando los ojos cerrados y dándole la espalda-. Pensé que… Yo creí…
-Tranquila Abie… -Susurró su nombre, acabando de colocarse la camisa y comenzando a cerrarse los botones-. La culpa es mía por tardar y no explicarme bien –Se culpó así mismo, para poder calmar a la chica-. Puedes darte la vuelta –Indicó cuando ya llevaba más de la mitad de los botones cerrados.
Cuando la joven se dio la vuelta, no pudo evitar el que sus labios mostraran una pequeña sonrisa burlona, al ver como ella fijaba la vista en sus manos, que estaban acabando de abotonar la camisa, e intentaba mostrarse profesional a pesar del sonrojo de su rostro.
-¿Te sientes cómodo? –Preguntó inspeccionando que no le quedara corta o justa de hombros.
-Me va perfecta –Dijo abrochándose los puños de la camisa, para dar un disimulado respingo, cuando la joven le pasó los brazos por detrás del cuello… No por favor, pensó veloz con la imagen del sofá que había allí esperándolos con una gran invitación… Pero disminuyó algo, aquella tensión en su espalda cuando vio que simplemente le estaba anudando una corbata-. ¿Si quieres lo hago yo? –Se ofreció por seguridad de  los dos. Pues el tenerla cerca, estaba resultando una gran tentación. Aquellos ojos y labios…
-Es un segundo –Sonrió débil, cuando en verdad estaba temblando. Era la primera vez que se sentía tan nerviosa, ante el contacto de un hombre. Pero había que dejarlo claro, no era un chico como los que conocía habitualmente en la universidad. Él era un hombre, un dios griego… Eso, después de haberle visto la tableta de chocolate bajo la camisa… Pensó sonrojándose aún más y soltando de sopetón la suave tela de la corbata, en cuanto le hizo un nudo perfecto-. ¿Qué te parece? –Volvió a preguntar, dejando espacio para que éste pudiera mirarse en un espejo.
-Me gusta mucho –Afirmó mirándola por el espejo y viendo como se acercaba hasta él, para arrancarle la etiqueta de la manga y romperla en mil trocitos. Aquel gesto, hizo que frunciera el ceño.
-Pues ya estas listo para seguir con tu día –Indicó con tono risueño recogiendo la americana de él de encima del sofá, y acercándosela para ayudarle a ponérsela.
-De acuerdo –Habló aún pensativo-, vayamos a caja…
-No –Respondió tajante-. Ni hablar, fue mi culpa…
-Lo que pensaba –Soltó un suspiro-. ¿No creerás que vaya a dejar que pagues tú estas dos prendas? –Se cruzó de brazos, ignorando el que le estuviera sujetando la americana.
-Te recuerdo, que te eh estropeado un traje completo –Resopló con cierto resignamiento por lo torpe que resultaba ser-. Al menos, déjame que pague esto…
-Pero han sido accidentes, no estas obligada –Siguió negándose.
-Sí que pude evitarlos, si hubiera sido un poco más razonable y menos impulsiva –Dejó caer las manos con la prenda aún en ellas-. Por favor, tengo un gran descuento por trabajar aquí…
-Pero no lo veo bien –Juntó las cejas, ante la incomodidad de la situación. Era la primera vez que una mujer le pagaba algo.
-Yo sí –Afirmó con decisión, volviendo alzar su americana y logrando que introdujera los brazos-. Impecable para volver al trabajo –Suspiró al ver lo atractivo que era.
-Un café –Soltó de repente él, descolocándola un poco.
-¿Cómo? –Preguntó sin comprender.
-Que te invito a un café –Dijo acercándose y mirándola a los ojos-. Dado que estoy seguro, que tus padres no verán bien que te invite a comer o cenar –Dijo haciendo una mueca con el rostro.
-¿Mis padres? –Repitió con el ceño fruncido y siguiéndolo de camino a la salida.
-Supongo que no te dejaran salir hasta muy tarde –Se encogió de hombros-. Y menos salir con un hombre mayor – Sonrió un poco.
¡Que rabia, la veía como una niña! Pensó mientras lo observaba embobada por unos segundos. No creía que la viera como una mujer, si la llevaba  a cenar. Simplemente era un hombre educado y amable, lo difícil  de encontrar en uno de su edad. Pensó con mal humor… Y Paige tenía razón, pensó con cierta irritación al tener la muestra allí con aquel adonis. Su forma de vestir, y no utilizar maquillaje alguno no daba a entender la edad que tenía. Por lo visto, el hombre creía que era menor de edad… ¿Que diría entonces cuando supiera que aún era virgen? Pensó con cierto reproche hacia sí misma. Seguro que salía despavorido.
El teléfono de la tienda sonó al fondo, mientras ellos dos seguían allí en silencio mirándose. ¿Qué hacía? Le decía la edad que tenía o simplemente…
-Abie… -Interrumpió James apareciendo allí con el teléfono en las manos-. El señor Doyle, quiere saber si has entendido las notas que te dejó sobre el último pedido de camisas de Caramelo.
-Mmm… -Despertó de su laguna, para alargar su mano y agarrar el teléfono inalámbrico y mirar con disculpa al hombre-. Yo… Es mi jefe, sino… -Intentaba explicarse, sin sentirse demasiado tonta.
-No te preocupes –Sonrió mirando su reloj-. Atiende la llamada, yo debo irme… -Respondió serio al ser observado por el compañero de la chica-. Gracias por todo aunque sigo no estando conforme, prometo pasarme con cafés –Se despidió guiñándole un ojo.
***
Aunque a decir verdad, si podía lograrlo evitaría pasar por aquella calle en los próximos días que estuviera en la ciudad. ¿Qué puñetas hacía incitando a una menor de edad para que saliera por la noche a cenar con él? Se regañó mientras se alejaba con pasos grandes y firmes, de aquella tienda de ropa masculina. ¿Acaso necesitaba salir de fiesta con Evan y hacerle caso? Por dios, que no llevaba tampoco tanto tiempo sin estar con una mujer para que se sintiera atraído por una menor de edad. Es solo que aquella muchacha, era muy linda. Se la veía dulce, sincera, transparente, alegre,  cariñosa. Normal, aún tenía que conocer la vida. Es lo que ocurría con las personas inocentes ¿No?  Pero tenía todas las cualidades que buscaba en una mujer. Cualidades, que por el momento las mujeres con las que había estado no tenían. Solo estaban interesadas en pasar un buen rato con él y poder sacarle todo lo que pudieran de su cuenta bancaria, antes de que él se cansara de ellas. Y Abie, era una dulce y bella muchacha, que no tenía pinta de irse a la cama por un collar de diamantes. Es más, se la veía de las que querían formar una familia. Algo que él no se negaba, pero que no sabía si estaba preparado…Y por el momento, era mejor dejar pasar el tiempo y olvidarse de ella.


Sábado, 17 de Diciembre
Tampoco había ocurrido nada, para que no pudiera dejar de pensar en él. Se dijo por vigésima vez en aquella mañana, mientras daba un paseo por el centro de la ciudad en busca de algunos regalos de navidad. Solo habían sido dos tropiezos vergonzosos, como de costumbre. Pero tal vez fuera ella la equivocada, que creyera que en la tienda había ocurrido algo. Como tampoco estaba acostumbrada a tratar con hombres ni chicos de la universidad, más bien con James y su hermano Evan. Uno era su hermano mayor y el otro, lo veía como otro hermano… Por un momento, había tenido la vaga sensación de que él estuviera interesado en ella. Aunque era una estupidez, se dijo con sarcasmo deteniéndose a mirar un enorme escaparate de una perfumería. Si mal no recordaba, el pobre creía que era menor de edad. Se miró con cierto desanimo en el reflejo del escaparate, hallando la verdad. Llevaba el cabello recogido en una coleta de caballo, sin maquillaje alguno y aquel día se había dejado las gafas puestas. No había tenido ganas de ponerse las lentillas. En referencia a su indumentaria, llevaba unos tejanos viejos con un suéter de cuello alto. Tapado por su abrigo de paño azul oscuro con capucha… ¡Dios, parecía una niña de dieciséis años! Concordó con horror.
¿Por qué no lo había sacado de su error? ¿Cuándo iba dejar de lado su timidez? Se hallaba en la universidad, tenía que reflejar un aspecto más maduro. Con razón, sus padres la dejaban vivir con sus dos amigos en el apartamento de la universidad. No reflejaba que fuera hacer ninguna locura. Y era cierto, solo se dedicaba a estudiar y estudiar. Apenas salía de discotecas con sus dos amigos. ¿Debería de hacerles más caso a sus amigos y su hermano Evan? Quien la anterior noche, con cierto humor en el bar musical, le había dicho que ya tenía edad para soltarse un poco más la melena. 
El sonido de su teléfono, la sacó de sus deprimentes cavilaciones. Animándola un poco al ver que se trataba de Paige.
-Dime.
-¿Estás ocupada? –Preguntó con tono de súplica la chica.
-No –Se encogió de hombros, sabiendo que no sería así si tuviera una pareja-. En verdad estoy cerca de la tienda, mirando algunos regalos de navidad-. ¿Tenéis gente?
-La verdad es que un poco –Admitió con cierto fastidio-. ¿Podrías ayudarnos solo un rato?
-Parecéis tontos al  tener que preguntarme eso –Resopló incrédula-. Dadme diez minutos y ahí estaré.
-Gracias, gracias… –Reconoció con alegría-. Ésta noche, invito yo las dos primeras rondas.
-¿Ésta noche? –Preguntó con el ceño fruncido.
-Sí, hoy salimos de fiesta –Afirmó con tono animado-. Y no aceptamos negaciones, James y yo, hasta ahora… -Dijo veloz antes de colgarle.
Así que aquella noche, tocaba salir de fiesta nuevamente. Cierto que era época de exámenes, pero ya tenía el tema de por mano.  En verdad, no hacía falta que aquel fin de semana se quedara en casa repasando todo el temario. Pero si sus notas siempre habían resultado excelentes desde pequeña, se dijo con cierto sarcasmo para sí misma. Sus amigos tenían razón. Era el momento de disfrutar un poco de la vida. No le pedían que pasara de los estudios, pero si que se divirtiera un poco. Después, en pocos años vendrían las responsabilidades de adulto y ya no habría tiempo para salir de marcha. Era ahora o nunca, se dijo con determinación.
Además, qué hacía perdiendo el tiempo con aquel hombre. Era mayor y las probabilidades de que volviera a encontrarse con él eran muy escasas. ¿Y quien no le decía que estaba casado? Ya era momento de perder su virginidad. No vivían en el siglo pasado. En donde la preservabas para tu esposo. Su amiga Paige tenía razón en un punto, más valía probar antes de casarte que luego lamentarte. Uno podía enamorarse, pero la compatibilidad en la cama era otro punto a tener en cuenta en un matrimonio por amor. Hoy en día, no existían los matrimonios de conveniencia.
Cierto, que no paraba de dejar de pensar en él. Pero a lo mejor, era por ser la primera vez que se sentía atraída de forma sexual hacia un hombre. ¿Sería aquello ya una señal de su despertar sexual? Si salía aquella noche, de cara a fijarse en los hombres que hubieran a su alrededor, quien no le decía que a lo mejor había más de uno que le hacía sentir el mismo vuelvo al corazón. Era momento de pensar como una adulta, no como una quinceañera enamoradiza. Aquel sentimiento que inundaba su mente, no era amor. ¿OH sí?
  ***
El mirar a la calle de enfrente, hizo que se detuviera en seco y que sus labios se arquearan en una pequeña sonrisa. Tenía que subirse al taxi, si no lo hacía, llegaría tarde a la cita que tenía con su nuevo cliente. Pero tenía que confesarlo, ella se le había colado bajo la piel. Habían pasado unos quince días desde el accidente con el café. Días, en los que no había dejado de verla en su mente. Recordando el deseo que le había subido por el cuerpo, con ganas de agarrarla y probar sus labios. Había intentado salir con alguna mujer, pero no se había sentido atraído. Solo había sentido aburrimiento, dejándolas plantadas con alguna tonta excusa.
Su amigo Evan, comenzaba a preocuparse por él a cierta manera con humor. Diciéndole, que el amor ya le había llamado a la puerta, o que se trataba de un caso de perversidad a una menor agudo...  ¿Sería aquello cierto? ¿Y como se averiguaba una cosa como aquella, sin que a uno lo miraran mal? Estaba el punto de hacerle caso a su amigo. De la próxima vez que la viera, la acorralara y la sedujera. Probando si era una locura pasajera, o algo a tomar en serio.
Y ahora, la tenía allí en frente, como las dos veces que se la había encontrado. Completamente ajena al mundo que la rodeaba. Inmersa con su móvil, caminando sin mirar por donde iba. No viendo venir su próximo desastre… No pudo evitar que se le escapara una carcajada. Como no levantara la vista en los próximos metros, caería en aquella trampa de navidad que montaba todos los años el canal informativo.
Ya sentía la adrenalina recorrerle por todo el cuerpo, anticipándose al hecho que podía ocurrir si acudía en su rescate. Pero aquel rescate, significaba caer en el tormento que llevaba persiguiéndolo desde que la había conocido. Sería perderse en la inmoralidad de las normas de un adulto. Pero tal vez, fuera también su cura. Demostrándole que solo se había tratado de una comedura de cabeza.  Aunque las palabras de su amigo, de que solo se vivía una vez le atormentaban cada vez más. ¿Y si era ella? Era mejor averiguarlo, que morir antes de haberlo intentado.
Sonriendo, sacó veinte libras de su bolsillo para dárselas al taxista. Indicándole, que le esperara mientras volvía en cinco minutos o menos. Dejó la cartera y el abrigo dentro, para que nada lo incomodara en el rescate. Si iba hacer de caballero de brillante armadura, más valía hacerlo bien. Se dijo, mientras cruzaba la acera dispuesto para interceptarla en medio de su camino.
***
Le estaba escribiendo un mensaje a su madre, indicándole que iba a estar en la tienda echando una mano a sus amigos. Que por ello llegaría más tarde, sin tener tiempo de ir a comer. Que iba sin mirar por donde pisaba… Hasta que su sentido común, le indicó que en medio de la calle no habían escalones y menos de color rojo y verde. Fue alzar la mirada, dejando a medio escribir  el mensaje que soltó un gemido de horror al ver en donde había puesto los pies.
¡Pero que idiota era! Si lo había visto antes, y todos los años anteriores. El canal informativo, montaba un enorme tenderete de recolecta de dinero para los niños que no podían celebrar una navidad con regalos. Se trataba de un colorido arco, adornado con la planta de navidad y en su centro colgaba un enorme ramo de muérdago. Las mujeres se subían allí de forma voluntaria, ofreciendo sus labios al que pagara por ello. Eran los hombres, quienes decidían pagar una cantidad mínima destinada para aquel fin. Todos los años se recolectaba una buena suma. Emitiendo cada día en el informativo, a todas las parejas que habían colaborado en aquella buena acción. ¡Pero ella estaba soltera! No llevaba a ningún hombre a su lado. Aquello significaba que se dejaba a la buena fortuna del que estuviera por allí… La había vuelto a fastidiar, pensó gimiendo para sí misma cuando el presentador se le acercó para agarrarla del brazo y anunciarla por el micro. No tenía escapatoria, iban a besarla delante de todo Londres. ¡Un desconocido iba ha proporcionarle su primer beso!
-¡Y aquí tenemos a la siguiente voluntaria! –Anunció con voz cantarina el presentador-. Que creo que viene sola, chicos… -Dijo con humor y guiñando un ojo a todos los espectadores que rondaban por allí, consiguiendo sacar más de un silbido y aplauso por la gente-. ¿Cómo te llamas bella dama? –Preguntó posicionando el micro en frente de sus labios.
-Abie… -Dijo con gran indecisión-. Pero yo… -Intentó hablar, no consiguiendo nada cuando el hombre la ignoró por completo.  
-Bien, aquí tenemos a la valiente y  bella Abie, que ofrece sus labios… -Comenzó hacer la venta del beso, buscando a alguien del publico que quisiera pujar cierta cantidad-. ¿Quién va a ser el caballero que la bese por los niños desamparados? –Preguntó sin mirarla, porque si lo hubiera echo la habría visto completamente nerviosa y mirando al suelo. Sin atreverse a mirar al chico que subiera por aquellas escaleras.
-Me ofrezco yo, pago cien libras por su beso –Dijo una voz masculina, cuando ya subía con cierto apresuramiento las coloridas escaleras.
-¡Cien libras! ¡Eso si es una buena donación chicos! –Exclamó el presentador emocionado, al ser la mayor cantidad recolectada por un beso en lo que iba de programa.
Pero Abie, no escuchó al presentador ni los gritos y aplausos del público. No señor, desde que había hablado el donante que su respiración se había quedado colapsada. Aquella voz le sonaba mucho, porque no había dejado de pensar en ella desde hacía dos semanas. No podía ser cierto. Aquello era mucha casualidad, que nuevamente en su torpeza fuera aparecer él. Aunque en aquel caso, se ofrecía voluntariamente a participar.  Tomó el suficiente valor, para alzar la mirada del suelo y comprobar si se trataba de su hombre. Pero fue lenta, cuando lo hizo ya lo tenía delante suyo sonriendo justo antes de rodearle el rostro con sus manos y guiñarle un ojo con aire travieso.
-Sigues metiéndote en líos, he  pequeña… -Susurró poco antes de atraparle los labios en su primer beso.
Fue… No, era… Maravilloso, increíble, arrollador, sus piernas perdían fuerza ante la sensación que le recorría por todo el cuerpo con el juego de lengua que utilizaba. En teoría, siendo desconocidos debía tratarse de un pequeño choque de labios. Pero desde el primer momento, que había sentido la suavidad de los labios de él contra los suyos, que había sentido la necesidad de abrir los suyos para ofrecerse ante su pasión y destreza. Se estaban besando como dos enamorados, delante de la televisión… ¿Qué dirían sus padres si veían el noticiero aquel mediodía? Pensó por un momento con horror, pero desplazó veloz aquella preocupación en cuanto él ahondó un poco más en la pasión. Era su primer beso y como tal, no se arrepentía  que hubiera sido con él… Había valido la pena esperar, no se arrepentía de haberlo echo antes en la época del instituto. Estaba segura, que no se había perdido nada interesante hasta el momento… Pero había un problema, reconoció mentalmente en cuanto éste la soltó para mirarla detenidamente con el ceño levemente fruncido. Ella tenía razón y no su amiga Paige. Aquellos sentimientos que llevaban persiguiéndola todos aquellos días durante sus veinticuatro horas completas, no se trataban de otra cosa que de amor. Y no interés sexual. Su corazón bombeaba a mil por hora, a causa de la pasión y del amor. No hacía falta que nadie se lo dijera, a pesar de que le ocurría por primera vez. Acababa de averiguar, que se hallaba enamorada de su hombre misterioso. Y aquello, tal vez podía resultar un problema.
-¡Guau! –Exclamó sonriente el presentador-. A eso llamo yo un beso, sí señor… Un aplauso para ésta parejita que ha hecho una pequeña aportación –Animó con efusividad a toda la gente que había allí.
Colin hizo entrega del dinero al presentador y agarrándola del brazo, la hizo bajar las escaleras a paso ligero para conducirla a un lugar un poco apartado de todo aquel espectáculo. Allí, le acarició la mejilla tras mirarla detenidamente con la respiración algo acelerada y hablarle con voz ronca.
-Debo irme, pero tenemos que hablar pequeña. Tú bien lo sabes… -Observó soltando un pequeño suspiro, para mirar al otro lado de la calle con cierta impaciencia-. Te encontraré –Prometió robándole una pequeña caricia con sus labios una vez más y luego, saliendo corriendo hacia un taxi que había al otro lado de la calle.
Dios mío… Con manos temblorosas, se acarició los labios mientras observaba alejarse al atractivo hombre. ¿Había ocurrido de verdad? ¿La había besado y no había sido la única, en sentir algo más?  ¿Entonces, aquello significaba que?… ¡Tenía que hablarlo con Paige!

7 comentarios:

  1. ¡¡¡¡MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSS!!!!

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    1. VALEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

      merci!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
      jejjeje

      BESOS YOLA

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    2. Jajajaja

      Es que no dejas siempre con la miel en la boca jajaja

      BESOS EJ

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  2. OHHHHHHHHHHH!! Lo amé...lo del beso fue genial!!! Por qué yo solo soy torpe y termino con golpes y moretones pero sin un hombre así, no se vale!!! Me encanat brujis...pero es trampa...en partes?? en serio?? ESTAS EN DEUDA!!!! quero más , rápido, más...me encantó!!!

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    1. Querida Nata, te juro que cuando estaba escribiendo lo de PARTE I.... Te vi en mi mente con los ojos rojos de ira... Y eso, me hizo reirme jejejejjejeje

      Culpa a los que me secuestraron por estas fechas, culpa al ajetreo de los dias de trabajo entre medio de estas fechas... Culpa a que aun no me han instalado la linea en casa... Culpa a que Julito se me puso en fin de año.... Y culpa, que solo tengo una hora al día más o menso, para poder dedicarme de lleno... Bueno, dos.... jejjeeje . Ya et felicité año nuevo? Si?
      jejejee
      FELIZ AÑO NUEVO!!!!!

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  3. SI QUEREMOS MAS, ME ENCANTAN ESTAS HISTORIAS CON UN POCO DE COMEDIA.

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    1. MUCHAS GRACIAS KRISS!!!!!!!!!
      sE QUE TE GUSTAN LAS COMEDIAS COMO A MI. SI SOMOS ALMAS GEMELAS CON DIANA PALMER, QUIEN A VECES TIENE ESOS PUNTOS DE HUMOR TAN ADORABLES.. AICH....
      PROMETO SUBIR MUY MUY MUY PRONTO
      BESOS GUAPAAAAAAAAAAA

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