sábado, 19 de enero de 2013

El refugio del León - cuento 15°-


Le habían dicho que las tierras Blackdalion eran un buen lugar para vivir, que uno estaba protegido allí por los Señores del lugar, los afamados Leones.
Eso era bueno, hacía muchos años, demasiados que él no se sentía protegido. A veces le parecía que había vivido mucho más que sus jóvenes diecinueve años, a veces parecía que llevaba la carga de muchas vidas en su espalda.
Sí , finalmente había encontrado un lugar para vivir, tal vez un hogar donde podía empezar de nuevo.
Avanzó por el camino, llevaba pocas cosas consigo…de hecho no tenía casi nada, más allá de un par de prendas de vestir, algunas herramientas y sus manos dispuestas al trabajo.

Escuchó gritos y risas y pudo ver como tres jinetes pasaban cerca a una gran velocidad , mientras a la distancia se veía acercarse a un cuarto que trataba con ahínco de alcanzar a aquellos que llevaban la delantera .Por lo que alcanzaba  a distinguir, los jinetes eran jóvenes, parecían de su misma edad, con cierta nostalgia pensó que él nunca había sido tan despreocupado y alegre.
Casi sintió una punzada de envidia, pero era demasiado noble para eso. Además hacía mucho tiempo  que se había resignado a  la vida que le había tocado.
Siguió caminando hacia la aldea cuando vio como el corredor rezagado tenía un accidente y caía. Los otros  ya se habían alejado y no parecieron percibir los problemas de su compañero. La persona accidentada quedó inmóvil en el suelo y él  preocupado corrió a ver que le sucedía.
Al llegar allí notó que era una persona menuda, una niña..
-¿Pequeña, te encuentras bien?-preguntó arrodillándose junto a ella, entonces la aludida levantó su mirada y al ver aquellos ojos verdes intensos, Raine se arrepintió de haberla tratado como una criatura. Era joven sí, pero  no una criatura, tenía probablemente unos pocos años menos que él y era la muchacha más hermosa que hubiera visto alguna vez.-¿Está bien señorita? – volvió a preguntar cambiando el tratamiento.
-Me caí y duele – dijo ella sentándose y agarrándose  un tobillo.
-Déjeme ayudarla – se ofreció aún conmovido por la mirada de la joven.
-¡Mi caballo!- exclamó  ella de pronto.
-Está bien , no se preocupe – dijo él señalando al animal que la observaba desde cerca-Es usted quien se ha lastimado.
-Menos mal, no me hubiese gustado que se hiciera daño, fue mi culpa por ir muy rápido , lo hice tropezar con  una rama caída. No la vi. Ya estoy bien, gracias – dijo ella e intentó pararse, entonces se le escapó un grito de dolor y se tambaleó .Raine alcanzó a atraparla y la ayudó a sentarse nuevamente.
-No creo que pueda caminar- comentó él.
-Eso es muy inconveniente –dijo ella  casi como si no tuviera importancia pero ,por su palidez , el joven podía adivinar que estaba sufriendo. Pero por lo visto estaba acostumbrada a no dejarse vencer por los contratiempos, había algo en ella que lo intimidaba. Se veía pequeña y delicada pero por alguna razón parecía poseer una voluntad de hierro.
-La llevaré a su casa o puedo ir a pedir ayuda si lo prefiere.
-No será necesario , estoy segura que la caballería viene en camino. Igualmente muchas gracias por la ayuda..¿Su nombre?
-Raine
-Soy Ariadne- se presentó ella con una sonrisa y el corazón del joven latió con fuerza. Entonces supo que no sólo se trataba de la fuerza de aquella joven , sino de la seguridad que tenía en sí misma, parecía estar acostumbrada a salirse con la suya y él entendió por qué: No creía que hubiera alguien en el mundo capaz de negarle nada.
Aunque también era un poco extraña, tal vez el golpe la hubiese afectado ¿A qué se refería con eso de la caballería?.
Ni siquiera tuvo tiempo de hacer la pregunta cuando la respuesta llegó hasta ellos. Las respuestas ,en realidad,  porque  un caballo se acercó de prisa y el jinete casi se arrojó sobre ellos, lo apartó de la chica  bruscamente y empezó un rápido interrogatorio al mismo tiempo que  le palpaba el cuerpo para asegurarse que no estaba herida.
Era un muchacho alto , de pelo oscuro  y por lo visto bastante enojado. Raine sintió una momentánea aprehensión al ser apartado así de Ariadne
“¿Estás bien Ari?””¿Te lastimaste?”¿Dónde están los demás?”¡¡¿Por qué rayos eres tan imprudente?!!”  Fueron algunas de las preguntas que soltó sin respirar el joven recién llegado.
Era obvio que estaba preocupado y aunque no sabía quien era , parecía alguien muy cercano a ella.
-Estoy bien Blaze , pero me lastimé un tobillo y no puedo caminar – contestó ella y entonces él soltó una maldición – Raine entendió que estaba perdiendo la paciencia-
En ese momento llegaron los otros jinetes y entonces Raine tuvo que parpadear para asegurarse de  no estar alucinando.
Entre los tres recién llegados había una joven totalmente idéntica a la accidentada.
-¿Qué le hiciste? – le preguntó uno de los jinetes,  mientras la gemela de Ariadne, no podía ser otra cosa, corría hacia su hermana.
Raine quedó enfrentado a dos muchachos que lo observaban amenazantes. Ellos también tenían un extraordinario parecido entre sí.
Tuvo la sensación de que si su carácter no hubiese sido templado por los golpes de la vida como el metal por el fuego, debería haberse echado a temblar por aquellas miradas..
Trasmitían un poder inconmensurable, pero él no se amilanó.
-¡Ya basta! – gritó Ariadne y todos se volvieron a mirarla- Me caí del caballo y ustedes no se dieron cuenta – explicó  levantando un dedo acusador hacia los muchachos que increpaban a Raine - Él me ayudó , así que mejoren sus modales – agregó con suavidad.
-Lo siento –  se disculpó uno de los muchachos.
-¿Blaze vas a llevarme a casa de una vez? – interrogó Ariadne al joven que no se despegaba de su lado y él gimió con fastidio.
-Sí a casa y pienso encerrarte en algún lado, eso me evitará muchas preocupaciones. Y ustedes se mantendrán alejados de mis hermanas por un tiempo – le aclaró a los otros dos mientras levantaba en brazos a la joven.
-Ellas tuvieron la idea de una carrera – contestó el joven de ojos azules con una sonrisa
-¡Diablos Lysander!, no me importa quién tuvo la idea. Pudo haber sido grave.
-Lo sé Blaze. No volverá a pasar – respondió el muchacho y Raine se sorprendió de la repentina seriedad que tenía. Pero hubo otra cosa que llamó su atención y era que el joven de cabello oscuro había dicho “hermanas”, sin entender por qué aquella explicación de la relación que el recién llegado mantenía con Ariadne hizo que  sintiera alivio, como si un pesado nudo  en su interior se hubiese deshecho.
Sin embargo seguía sintiendo una especie de aprehensión hacia los otros dos muchachos “¿Quiénes eran?”. No tuvo tiempo de averiguarlo porque el hermano de la joven se subió al caballo llevándola consigo y emprendió la marcha, inmediatamente todos lo siguieron y Raine se quedó allí. Aquello le hizo recordar lo solo que estaba en el mundo. Buscó el morral con sus pertenencias y continuó caminando hacia la aldea.


 Fair y Elady corrieron hacia Blaze cuando lo vieron llegar cargando a Ariadne.
-¿Qué sucedió?- preguntó Caleb que acababa de salir del estudio.
-Me caí del caballo, sólo es un poco de dolor en el tobillo –aclaró la joven  que había visto la preocupación en los ojos oscuros de su padre.
Cal tomó a Ariadne de los brazos de su hijo , mientras la madre y la abuela  se acercaban a asistirla.
Llevaron a la muchacha a que descansara y luego Caleb se encargó de darle un buen sermón a  Brianna y los mellizos.
Una vez que confirmó que su hermana estaba bien, el joven Blackdalion  se dispuso a salir.
-¿Dónde vas Blaze? – preguntó Caleb
-A buscar a alguien que debes conocer…
-¿Blaze?
-Le debo un agradecimiento padre y  ya sabes que no me gusta estar en deuda – contestó el muchacho sonriendo y Caleb asintió.
No le resultó difícil encontrar al recién llegado, la gente de las tierras Blackdalion se conocía muy bien, así que un extraño no pasaba desapercibido.
El muchacho estaba en la aldea buscando trabajo y con las indicaciones de los vecinos, Blaze dio rápidamente con él.
Raine sintió que se le contraía el estómago cuando vio al joven acercársele,  sus anteriores experiencias con los nobles no habían sido buenas, y el aire de autoridad que desprendía aquel joven mientras avanzaba tenía algo de amenazante. Sin embargo estaba cansado de esconderse, tenía derecho a ganarse la vida, no había hecho nada malo y por ello no pensaba dejarse amedrentar.
-Hola, te buscaba…-dijo Blaze al llegar a él.
-Hola – contestó el joven manteniendo cierta distancia.
-Soy Blaze Blackdalion, ¿quién eres?.
Raine comprendió el aire de autoridad que emanaba del joven, era un Blackdalion y también Ariadne, eran  los herederos de los Leones, de los Señores de aquellas tierras.
-Me llamo Raine – respondió sin saber que esperar de aquel encuentro.
-Raine, quería agradecerte por ayudar a mi hermana – se explicó Blaze y extendió la mano en forma de saludo.
-No es nada – contestó sorprendido y le dio la mano.
-Sí, sí lo es – dijo con una sonrisa y aquello aflojó la tensión de Raine- Dime, ¿estás buscando trabajo? ¿Vas a vivir aquí?
-Esperaba que fuera posible…
-Me gustaría que me acompañaras, quiero presentarte a alguien – lo invitó él joven Blackdalion  y algo en sus brillantes ojos verdes hizo que Raine hiciera a un lado su aprehensión y aceptara.
Un rato después, mientras entraban al Castillo Negro, se arrepintió. El lugar era intimidante, no podía deshacerse de la sensación de que los guardias le impedirían el paso.
Sin embargo era claro que era un invitado de Blaze y todos le dieron la bienvenida. Apenas entraron, se encontraron con los jóvenes que había visto junto a las gemelas.
-¿Qué hacen ustedes dos aun aquí?- preguntó el joven Blackdalion al ver a los mellizos.
- Queríamos asegurarnos que Ari estuviera bien…- dijo Lysander con liviandad
-Sí primo y además acaban de hacer pasteles – agregó Connor.
-Pasteles o no, se van a su casa y si no los veo por un par de días, no me va a molestar.
-A mí tampoco va a molestarme – se sintió de pronto la voz de Caleb que iba acercándose. Los mellizos entendieron la indirecta, su tío era muy poco comprensivo cuando la seguridad de sus hijos estaba en juego, así que era conveniente desaparecer con rapidez. Se despidieron y salieron deprisa, mientras Cal y Blaze los seguían con la mirada. Al atestiguar aquella charla , Raine descubrió quienes eran aquellos muchachos, y de pronto se dio cuenta que la mirada del Señor Blackdalion estaba sobre él.
Si la mitad de las historias que había escuchado sobre aquel hombre eran verdad, estaba frente a una leyenda y una muy peligrosa. Pero esas mismas historias que hablaban de la habilidad y severidad, mencionaban la nobleza de espíritu y por eso no tembló ante aquel hombre alto e  intimidante.
-Padre, él es Raine, es quien ayudó a Ariadne cuando se cayó del caballo…-lo presentó Blaze.
-¿Raine? – preguntó Caleb inquisitivamente y algo, en el tono y la postura del hombre, alertó al muchacho tuvo la sensación de que su futuro dependía de Caleb Blackdalion. Y debido a su experiencia pasada, no podía confiar en que fuera una decisión justa.
En ese instante, Fair apareció en escena y el ambiente se aligeró.
-Cariño, ¿puedes sostenerla un rato? Debo ir a preparar el baño de Christopher pero Lyon no quiere dejarme ir. – dijo la mujer con una sonrisa y depositó a una pequeña niña rubia en brazos de Caleb , antes de que éste pudiera reaccionar. Las facciones del hombre se suavizaron inmediatamente y su mirada se llenó de ternura al contemplar a su esposa y a su hija.
- Mi madre…-susurró Blaze y entonces la mujer se volvió . Era muy parecida a Ariadne y tenía los mismos ojos .
-¿A quién tenemos aquí? – preguntó  sonriendo.
-Raine…- musitó el joven.
-Ayudó a Ari esta mañana – aclaró Caleb mientras su pequeña hija le tocaba la mejilla para llamar su atención.
-Entonces espero que lo traten como corresponde, me voy antes de que haya problemas. Confío en ustedes – dijo la mujer rubia y salió deprisa.
-Cuéntame…- dijo Caleb al joven y éste titubeó, había cosas sobre las que no quería hablar.
-Está pensando en vivir aquí y está buscando un trabajo…-se adelantó Blaze.
-¿Qué sabes hacer?
-Puedo trabajar en cualquier cosa , Señor. Pero en el último tiempo me dediqué a la herrería- contestó Raine con firmeza, la  delicadeza con la que el hombre moreno sostenía a la pequeña le daba tranquilidad. Era un buen hombre y no debía temerle.
-Herrería…-musitó Caleb pensativo.
- Comida…-dijo Lionysse a su padre y él pestañeó desconcertado .
-Ya cariño- le dijo a la niña y luego se dirigió a su hijo mayor- Blaze, lleva a Raine con Bart…está viejo y un ayudante no le vendrá mal. Llevaré a Lyon a comer.
-Está bien- respondió acariciando la cabeza de su hermanita.
-Ah..Raine –llamó al joven antes de marcharse.
-Sí, Señor .
-Gracias por ayudar a mi hija – le dijo Cal y extendió una mano. El muchacho devolvió el saludo y luego Blaze lo arrastró hacia la aldea.
-Señor…-llamó Raine.
-¿Dónde?- preguntó Blaze volteándose y luego cayó en la cuenta de que se había dirigido a él- Por favor, no vuelvas a llamarme así. Soy Blaze.
-Pero…eres…
-Soy Blaze – respondió el muchacho con firmeza y sus cálidos ojos verdes brillaron. Había algo en él que daba seguridad y confianza.
-¿Dónde vamos? – preguntó finalmente sabiendo que ya nunca volvería a llamarlo Señor.
-Ah, con Brad, el herrero de la aldea, es un gran hombre y estará contento de recibirte.
-¿Seguro que está bien?
-Sí. Seguramente te tomará a prueba, pero ya verás que no habrá problemas. Podrás ser su aprendiz y vivir allí.
Y así fue, Raine encontró su lugar junto a Brad. Éste lo aceptó como ayudante y dado que él también estaba solo, se convirtieron en familia el uno para el otro. Y mientras aprendía del viejo herrero, también fue desarrollando una extraordinaria habilidad de orfebrería, convirtiendo metales y piedras en preciosas en pequeñas obras de arte.
Día a día fue adaptándose a su nueva vida y a las tierras Blackdalion.
Habían pasado unos pocos meses cuando Blaze fue a invitarlo a una fiesta que se celebraría en el Castillo de los Cerezos.
Era el cumpleaños de Fair Blackdalion y estaban todos invitados. Brad declinó la invitación pero le insistió a su joven ayudante para que fuera.
Raine dudó mucho, pero la insistencia de su maestro y de Blaze terminaron por convencerlo, sin embargo cada vez que iba al castillo no podía deshacerse de la sensación de estar ingresado a un lugar prohibido. Era una sensación injustificada  pues todos eran bienvenidos allí, más aún si había una fiesta, entonces toda la gente de la aldea asistía sin el menor prejuicio. Pero para él seguía siendo algo extraño.
Al llegar, el lugar estaba lleno de gente, el pequeño Christopher pasó corriendo a su lado y se detuvo para decirle que entrara a saludar a Fair que estaba en el interior del castillo.
No había mucha gente en el interior pues la fiesta se desarrollaba afuera, caminó hasta llegar a uno de los salones buscando a la homenajeada, tenía toda la intención de presentar sus respetos y marcharse rápido.
Llegó a la sala norte y como sintió ruidos entró para ver si allí estaba Fair.
Al ingresar vio como un joven noble tomaba el broche de rubíes de Ariadne que estaba sobre una mesilla, no podía creerlo, el hombre  estaba robándolo.
Poco tiempo atrás ella se lo había llevado para que lo reparara y le había dicho lo mucho que le gustaba ese broche, él no podía dejar que ese tipo se lo llevara tan impunemente.
-Eso no le pertenece, debe devolverlo – dijo Raine delatando su presencia.
-¿De qué hablas? –preguntó el muchacho.
-.El broche que tomó.
-Mira no sé de que hablas muchacho, pero creo que no deberías estar aquí – dijo mirándolo de arriba a abajo – No creo que seas un miembro de la familia y menos aún un invitado. A los Blackdalion no les agradará que un don nadie moleste a sus huéspedes.
-Estoy seguro que les gustara menos que un huésped les robe.- contestó con furia.
-¡Cómo te atreves! – gritó el hombre con desprecio y Raine se le acercó para quitarle el broche.
Los dos comenzaron a forcejear y en ese momento apareció Ariadne, seguida de cerca por  Blaze y Caleb.
-¿Qué sucede?- preguntó ella confundida.
-Este vagabundo me atacó cuando lo encontré robando tu broche – contestó el noble.
-Eso..eso no es verdad..-intentó defenderse Raine, pero no tenía esperanzas. Él estaba sosteniendo el broche  y era palabra contra palabra. Él conocía muy bien a la gente de clase alta, lo que él dijera no tenía ningún valor. Era injusto, pero ya estaba acostumbrado a la injusticia. Lamentablemente la paz que había encontrado en aquel lugar, estaba a punto de acabar.
-¿Qué pasó realmente? –insistió la chica  entornando sus ojos verdes y Raine levantó la mirada con pesar para enfrentar a los presentes.
-Este hombre se estaba robando su broche de rubíes y yo intenté detenerlo.-contestó el joven herrero sabiendo que defenderse era inútil.
-¡Este ladrón está mintiendo!- gritó el joven noble y tomó a Raine de la camisa. Él ni siquiera intentó detenerlo, el sueño de una nueva vida se había desmoronado en un instante.
-¡No puedo creer que traicionaras nuestra confianza de ese modo! -Se exaltó Caleb dando un paso al frente, pero Ari fue más rápida y tomó la espada que su hermano llevaba con él.
Un segundo después la filosa hoja estaba apoyada en el cuello del noble.
-¡Suéltalo o te rebano el cuello! – dijo la chica y el hombre se vio obligado a soltar a Raine.
-Suficiente Ari, ahora me encargo yo – siseó Blaze y tomó al ladrón de un brazo para arrastrarlo al exterior.
La chica  soltó la espada y se volvió hacia Raine que la miraba estupefacto.
-¿Estás bien? – preguntó ella preocupada.
-Sí señorita, sí –respondió aún atontado. Estaba sorprendido, ella le había creído, sin pruebas, sin nada, sólo su palabra había bastado. La joven no había dudado ni un momento y se había lanzado en su defensa.
-¿Seguro que estás bien muchacho? – preguntó Caleb acercándose y Raine cayó en la cuenta de que el exabrupto anterior del Señor Blackdalion no había estado dirigido a él.
-Sí, señor. Gracias.-contestó aun conmocionado.
-No , gracias a ti…mi hija quiere mucho ese broche, fue valiente de tu parte. Muchos no hubieran intervenido. Ariadne, ofrécele algo  para beber, creo que lo necesita. Yo iré a asegurarme de que ese hombre no vuelva a pisar nuestras tierras y de que su familia sepa la razón. Además no quiero que Blaze se ensucie las manos –afirmó mientras sus ojos brillaban  feroces.
-Bien , eso le va a enseñar.- comentó ella sonriendo y se volvió a mirar a Raine- Voy a buscar una copa de vino, siéntate allí  y espérame –ordenó señalando el sillón junto al que estaba parado.
-Señorita Blackdalion, esto es suyo – dijo él y extendió la mano para entregarle el broche .Entonces ella vio los rasguños que se había hecho durante el forcejeo.
-Muchas gracias Raine. Pero no vuelvas a lastimarte por algo así, la próxima sólo pide por ayuda, siempre hay alguno de nosotros dando vuelta por aquí.
-Yo…no pensé que me creerían.- admitió avergonzado.
-¿Por qué no? .Acostumbramos creer a la gente honesta, tu palabra es lo que cuenta. Además mi padre es un detector de mentiras ambulante… aunque eso es algo totalmente inconveniente .Ya regreso - dijo ella con una sonrisa y Raine se sintió aliviado. Aliviado y feliz.  Aquella familia era única,  y Ariadne podía despejar hasta el cielo más borrascoso con un mínimo gesto. Y él supo que sería como una planta que crece  bajo los rayos de un benéfico sol sin acercarse jamás a él.

Los años fueron pasando, Brad murió tranquilamente vencido por la edad y Raine se hizo cargo de la herrería.
La serenidad que un día le pareció un sueño imposible se convirtió en su preciada realidad, dejó se ser un extranjero y se convirtió en uno más de los habitantes de aquella próspera tierra. También su amistad con Blaze se fortaleció y todos los miembros de la familia Blackdalion lo trataban con aprecio, aunque Raine seguía manteniendo una respetuosa distancia, más aún con las gemelas a quienes ni siquiera tuteaba.
Las muchachas crecían en belleza y también en su capacidad para meterse en problemas. Las habían apodado “caos y destrucción” y  Blaze vivía en constante estado de alerta por miedo a lo que pudieran hacer.
Lo más llamativo era que  aun cuando habían llegado a los veinte años no parecían tener intención de casarse, se valían de cualquier treta para espantar a sus pretendientes.
Con aquellas dos muchachas y los mellizos Likaios siempre había movimiento, aunque también alegría. La gente de la aldea amaba a las dos jóvenes, aunque casi nunca distinguieran a la una de la otra.
Raine, en cambio sabía exactamente quién era quien, jamás podría confundir a Ariadne con otra persona, nadie le despertaba tantas emociones como ella.

En un día de verano , el herrero y Blaze iban camino al castillo porque había una carreta que necesitaba de la habilidad del joven cuando el ruido de espadas los hizo detenerse un momento a ver a las dos personas que practicaban.
Desde la distancia Raine había creído que eran algunos de los soldados del ejército blackdalion, al acercarse había descubierto que eran las gemelas.
-¿No es peligroso? – preguntó Raine al ver a las dos jóvenes practicando con las espadas.
Sus delicadas siluetas se movían con rapidez para dar golpes y evitarlos. El joven herrero las observaba sorprendido. A pesar de haber visto a los hombres Blackdalion incontables veces e incluso tras recibir lecciones de parte de Blaze, jamás había visto a las muchachas en aquella situación.
-No, de hecho son muy buenas. Han entrenado desde pequeñas, son rápidas y ágiles…hasta me han desarmado alguna vez – comentó Blaze  mirando con orgullo a sus hermanas.
-Pero no pueden combatir en serio con alguien…- evaluó Raine que imaginó a aquellas delicadas criaturas en un combate real.
-Sí , pueden, son Blackdalion después de todo. Pero,  es verdad que  su tamaño es una desventaja, sin embargo intentamos no mencionarlo, no les hace gracia. Siempre han sido sensibles respecto a su altura – respondió el joven Blackdalion.
-Blaze, es muy peligroso que sean tan confiadas. En un verdadero combate contra alguien desconocido no tendrían oportunidad, su desventaja física es notable.
-Lo sé, pero eso no va a suceder. Las habilidades que tienen les servirán si lo necesitan, pero no pienso perderlas de vista, si alguna vez hay un combate yo estaré allí para ellas – sentenció Blaze.
Raine se sintió aliviado al pensar en toda la gente que rodeaba a las gemelas para protegerlas. Las jóvenes eran totalmente temerarias y tenían la convicción de ser capaces de hacer cualquier cosa, sin embargo estaban rodeadas por abuelos, padres, hermanos  y  primos que las mantenían a salvo. Sin embargo, él sabía que no siempre era tan fácil. De la misma forma en que el joven Blackdalion no quería desilusionar a sus hermanas mencionándoles su desventaja física, él tampoco quería decirle a su amigo que muchas veces el deseo de proteger a un hermano menor no alcanzaba para mantenerlo seguro.






El aire fresco de la mañana anunciaba la cercanía del otoño, Ariadne caminó con lentitud hacia la aldea, se sentía extrañamente cansada.
Primero estornudó varias veces seguidas y entonces pensó que tal vez debiera haberle hecho caso a su madre y  quedarse en casa.
Sin embargo le había prometido a los niños que iría y ella, como  buena Blackdalion, siempre cumplía su palabra. Tanto ella como Bri se encargaban de dar clases en la aldea y en ausencia de su hermana , la tarea recaía completamente en ella.
Lo segundo que le sucedió fue que le dio calor, más del normal y se imaginó que  aquello significaba que le había subido la fiebre. Pero ella estaba acostumbrada a lidiar con un montón de incomodidades, su hermano mayor, Blaze, era una prueba viviente de ello , por lo tanto no le dio mucha importancia.
Siguió avanzando hacia donde la esperaban.
Justo cuando pasaba frente a la herrería sintió el cuerpo débil y le temblaron las piernas, posiblemente era más que un resfriado, aún así ella había enfrentado enemigos peores. La semana anterior había vencido a Lysander en una carrera a caballo y le había ganado una apuesta a Conrad.
Raine salió y la vio , la saludó cuando pasó frente a él y se la quedó mirando como si adivinara que algo iba mal .
Ariadne  sacudió sus rizos oscuros tratando de despejarse y siguió caminando, sólo avanzó unos pasos más cuando  la vista se le nubló y clara como el agua imaginó la voz de su madre reprochándole que hubiese salido. Trató de mantener el equilibrio.
Luego perdió la consciencia y como un último fugaz pensamiento reflexionó que eso no era propio de ella, para nada. Era capaz de fingir desmayos pero su dignidad nunca le había permitido tener uno real.
Sus ojos verdes esmeralda se cerraron,  así que no alcanzó a distinguir la mirada preocupada del hombre que la atrapó antes de que cayera al suelo.
-Frío …-gimió Ari al sentir el toque helado en la frente.
-No pequeña, eres tú quien está ardiendo en fiebre…tranquila  -susurró la voz y ella sintió la fresca humedad como un ansiado alivio, luego volvió a  caer en la inconciencia febril.
Cuando mucho más tarde abrió los ojos se encontró con la mirada verde de su hermano.
-¿Blaze…?
-Hola Ari. Creo que esta vez pasaste el límite…¿por qué saliste si no te sentías bien?- preguntó intentando no ser severo.
-¿Estabas aquí? –preguntó ella recordando los cuidados que había recibido mientras estaba inconsciente.
-Vine a llevarte a casa, Raine me avisó. Vamos –dijo él y la  levantó tomándola en brazos.
-Blaze…- susurró débilmente.
-¿Hmm?
-Me gusta que seas mi hermano…-comentó al sentirse segura en los fuertes brazos de aquel hombre.
-Cuando te  recuperes hablaremos bastante sobre eso Ariadne Blackdalion, porque creo que tú y Bri van a ser mi perdición.-comentó él sujetándola con fuerza  al tiempo que la chica se dormía.
Blaze salió cargándola y le hizo un breve gesto de agradecimiento a su amigo que esperaba en el exterior.El herrero le ayudó a cargarla  cuando Blaze montó al caballo y luego se despidió.
Al día siguiente Blaze apareció por la herrería y como era costumbre se quedó un largo tiempo charlando con  Raine.
-¿Cómo está la señorita?¿Mejor? – preguntó al joven Blackdalion
-¿No te atragantas con tanto “Señorita”?- preguntó Blaze  a su vez. Era curioso que el herrero siempre fuera tan distante con las gemelas.
-No, es lo que corresponde-respondió con seriedad.
-Nunca me dices señorito - comentó divertido
-Creo que en ese caso sí me atragantaría.-contestó Raine y Blaze rió.
-Ella está mejor –informó el joven volviendo a la pregunta inicial de su amigo –Fue sólo un fuerte resfriado, creo que se mantendrá lejos del lago por un par de semanas.
-¿Por eso se enfermó, se cayó al lago?
-¡Oh no!, con mi hermana nunca es tan simple. Deberías saberlo.Estaba paseando con un pretendiente junto al lago y según parece él empezó a jurarle amor eterno y a decirle que sería capaz de hacer cualquier cosa por ella…y una lista interminable de promesas. Me temo que mi hermana tiene muy poca tolerancia para las palabras vacías, así que se quitó la capa y la arrojó al lago, pidiéndole al pobre enamorado que se la trajese.
Bueno, como sabrás el agua está un poco fría aún, por lo que él se negó con toda la caballerosidad de la que fue capaz. Entonces Ari se metió al agua ella misma para recuperarla y luego le dijo al tipo que no hiciera promesas que no iba a cumplir. Cuando volvió al Castillo estaba empapada  y el muchacho la seguía como un perro apaleado, le había ofrecido su propia capa para que se abrigase pero creo que al ver la mirada furiosa de ella se asustó, ni siquiera tuve que echarlo, se marchó solo. Y como consecuencia ella se enfermó.
Por suerte Bri fue a Levany porque juro que esas dos van a acabar conmigo.
-No digas eso, las quieres mucho.
-Por supuesto, no me dejan otra opción, son de mi familia. Ni siquiera tengo elección. Bueno será mejor que me vaya…
-Blaze, te pusiste pálido.
-¿Qué?
-Cuando viniste por tu hermana estabas pálido, eso es mucho más que no tener elección..
-No se lo digas porque van a aprovecharse de mi debilidad. Adiós amigo. –asintió como si fuera un secreto que adoraba a sus hermanas.
-Adiós Señorito Blackdalion.- lo saludó y él otro  detuvo su marcha abruptamente.
-¡Raine! Te pusiste pálido – dijo Blaze volviéndose a mirar a su amigo.
-¡¿Qué?!
-¡Cuando vine a buscar a Ari, tú eras quien estaba pálido mientras cuidabas de ella…! – respondió Blaze y se rió ante la confusión de su amigo.
Verano, otoño, invierno, primavera se sucedían y la vida avanzaba aunque a veces daba la sensación de permanecer inmutable. Sin embargo había cambios que mostraban el transcurrir del tiempo, los niños crecían, había nacimientos y casamientos, gente nueva y andanzas. La tierra de los Blackdalion parecía ser próspera en aventuras, la joven Kyrian Likaios y su vida como princesa, Kristana Blackdalion con sus visiones del futuro, los magos de Dalalbión y los viajes de Blaze.
Cada vez que el joven heredero de los leones retornaba, iba a ver a Raine para contarle sus travesías , Blaze no entendía el poco entusiasmo de Raine por la aventura, pero para el joven herrero  su mayor ambición era una vida tranquila.

Elady Blackdalion encontró a su nieta Ariadne acurrucada en uno de los asientos junto a los ventanales de la biblioteca.
-Ari, ¿en qué piensas?- preguntó al verla tan callada y quieta.
-En que lamento que Bri se haya ido a Dalalbión, debí acompañarla. Han llegado invitados y yo tendré que arreglármelas sola con ellos.
-Cariño, no pueden huir para siempre, no estaría mal que le dieran una oportunidad a alguno de esos jóvenes.
-Abuela, tal vez nosotras no seamos del tipo de las que se enamoran, y además ya me he cansado de lo juegos de coqueteo. Cada vez tiene menos sentido.
-Ariadne Blackdalion, creo que ustedes dos  han nacido para ser amadas y amar, algún día sucederá. Toda esa pasión que tienen dentro algún día encontrará su destino.-dijo Elady que sabía que el amor tenía su propia lógica.
-Sí , abuela, algún día. Pero dudo que sea alguno de esos hombres que han llegado a cortejar a la hija de Caleb Blackdalion o a la nieta de Kyrios Blackdalion.
-También yo lo dudo cariño, pero tal vez alguno de ellos descubra lo maravillosa que es nuestra Ariadne. Tal vez alguno descubra lo única que es y ya no pueda vivir sin ella – dijo la mujer y Ari se paró para darle un fuerte abrazo.
Más tarde, la joven permaneció largas horas acostada sin poder dormir, quería creer en las palabras de su abuela pero llevaba muchos años conociendo hombres inadecuados, y , al contrario que cualquier otra mujer de su edad, conocer nuevos pretendientes no le despertaba el más mínimo entusiasmo. En cambio, entretuvo su mente planeando formas de espantarlos.

Raine estaba por ir a dar un paseo por el bosquecillo que rodeaba el lago, cuando Blaze se le acercó. El joven Blackdalion se veía agitado.
-¿Has visto a mi hermana?- preguntó llegando hasta él.
-¿A cuál de ellas?
-¡A Ariadne, por supuesto! Brianna está en Dalalbión y jamás he tenido que salir a buscar a Lionysse, ni creo que tenga que hacerlo en el futuro.
-No, no la vi. ¿Qué pasa? – preguntó al ver tan alterado a su amigo.
-Ella acaba de aceptar una propuesta de matrimonio.
-¿Va a casarse? – preguntó sin mostrar su desconcierto.
-No, nada de eso.
-Pero creí que dijiste…-empezó y Blaze se frotó el cuello y suspiró en una expresión de desaliento antes de contar lo que había sucedido.
- Aceptó la propuesta de uno de sus pretendientes,  el conde de no sé qué…pero luego hizo su gran acto. Debimos imaginar que algo iba mal, pero no nos dimos cuenta… de repente empezó a llorar y se abrazó al hombre , entre sollozos le empezó a agradecer efusivamente, luego le contó una historia increíble. Le dijo que tanto Bri como ella no se habían casado porque mi prima Kristana, que es “vidente” les había dicho que sus maridos morirían tan pronto contrajeran nupcias. Y que ella estaba muy agradecida que él la valorara tanto como para arriesgar su vida…. El hombre se espantó y retiró su propuesta. Todos reconocen el poder de Krista para ver el futuro, así que no dudó de la historia de Ari. Lo peor es que  pronto todo el mundo sabrá esa historia, ningún hombre querrá casarse con ellas, y  para completarlo, desapareció . Mis padres están muy enfadados.
- Probablemente no quería casarse con él…-sugirió el herrero como defensa.
-¡Eso es lo peor! Nadie la está obligando, no había necesidad de tal comportamiento. En fin seguiré buscándola.
Blaze se alejó y Raine esbozó una leve sonrisa, aquella jovencita no tenía remedio. Por un segundo el corazón le había pesado al imaginarla casada, pero  ahora había vuelto a sentirse con el ánimo ligero. Algún día pasaría, era inevitable, pero  esperaba que fuera alguien digno de ella, alguien que permaneciera a su lado aun si le costaba la vida.
Siguió su camino y se fue al bosquecillo, la hierba estaba alta y de un verde profundo, era un lugar relajante. Estaba sumido en sus pensamientos cuando escuchó una voz.
-Shhh…Raine…-lo llamaron y él observó a su alrededor para ver quién le hablaba. De pronto vio a Ariadne semi acostada entre la hierba. Apenas podía distinguirse ya que por las ramas de los árboles llegaba muy poca luz y además ella llevaba un vestido del mismo color verde profundo, estaba totalmente mimetizada con el lugar, él se le acercó y la joven se incorporó.
-¿Todavía me buscan? – preguntó y al verla levantarse,  él pensó que parecía una criatura del bosque, con aquellos grandes ojos verdes, semejaba alguna clase de dríada  ajena al mundo terrenal.
 Tenía la misma vibrante energía que la naturaleza que la rodeaba.
-Sí, señorita. Blaze está buscándola…-contestó con seriedad como cada vez que se dirigía a ella.
-Tendré que quedarme otro rato aquí. ¿Crees que debería dejarme crecer el cabello? – preguntó repentinamente jugando con sus cortos rizos.
Él lo pensó, por un segundo, imaginó a aquella mujer con una larga cabellera oscura, era una imagen tentadora, pero él prefería aquellos rizos cortos apenas por encima de los hombros. Le daban un aire travieso y eran su sello distintivo, parte de la frescura que cautivaba a todos.
-Creo que está bien así…-respondió tímidamente.
-Sí, también yo. Él quería que me lo dejara crecer…porque era más femenino. ¿Puedes creerlo?
-¿Él?
-Ese hombre –dijo solamente ella  haciendo un gesto de concentración, como si sólo recordarlo la disgustara.
-No puede quedarse aquí todo el día.- insistió él.
-Es verdad, tendré que volver a casa. Imagino que no les durará mucho el enfado.- comentó y se levantó sacudiéndose la falda, iba descalza- Raine, deberías probar esto de acostarte en la hierba, te relaja…no te vendría mal , siempre estás tenso – agregó con una sonrisa traviesa, luego lo saludó y se marchó.
El muchacho la vio irse y cuando ella salió de su visión, se dejó caer en la hierba y exhaló ruidosamente.
“¿Cómo podía alguien tan pequeña como Ariadne Blackdalion poner su mundo de cabeza?”
Necesitaría mucho más que recostarse en la hierba para recobrar la calma.


Ariadne Blackdalion estaba sentada a la sombra de un árbol observando la aldea que se extendía más allá del castillo. El lugar había crecido mucho y eso hizo reflexionar a la joven, también ella estaba creciendo y todo a su alrededor cambiaba con rapidez. Su hermano mayor se había casado, también los mellizos e incluso Elanía estaba por celebrar su primer aniversario de boda. Sin embargo no era eso lo que le molestaba, sino la sensación de aburrimiento, tal vez también hubiera llegado la hora de que ella madurara. Ella y Brianna no podían seguir haciendo travesuras por siempre, y menos cuando sus cómplices insistían en convertirse en padres y madres de familia.
-Deberías dejarte atrapar por algún pretendiente …-dijo una voz a sus espaldas y ella reconoció a Conrad que se acercó hasta sentarse a su lado. Llevaba a su pequeño hijo en brazos.
-No, gracias.
-¿En qué pensabas?
-En que esto es muy aburrido últimamente – comentó haciendo un gesto que abarcaba todo el lugar.
-Consíguete uno de éstos, verás como no te aburres – dijo él señalando a su hijo y la chica extendió los brazos para recibir al bebé.
-Ven con tía Ari, mi pobrecito, menudo padre te ha tocado en suerte.- comentó mientras lo sostenía con extremo cuidado y le hacía muecas para divertirlo.
-¡Ja! Además no tendrás mucho tiempo de aburrirte, en un par de meses será la Feria. Tendrán mucho trabajo con la organización…
-No me lo recuerdes, y tú vas a escapar.- le reprochó.
-Debemos volver a Winterday, pero volveré para la Feria. También Lysander vendrá junto a los Navarre.
-Es un consuelo supongo, pero no estarán para hacer el trabajo pesado. Con sus poderes se hace mucho más ligero.
-¿Así es como nos ves? ¿Somos mulas de carga o algo así?- preguntó fingiéndose ofendido.
-Algo así….Oye, Con…
-¿Sí?
-¿El niño también…?- preguntó ella dejando la pregunta en el aire. Sabía que a su primo le preocupaba aquel tema.
-No, aún no ha manifestado que tenga ningún poder, pero apenas tiene dos meses, es muy pronto para ello, no sé que hacer, Ari. Ya sea que los tenga o no, no puedo evitar preocuparme.
-No te preocupes, estará bien. Tiene un gran padre y una gran familia para cuidar de él…y una hermosa madre que lo ama tanto como a ti- comentó mientras le sonreía al pequeño que con sus grandes ojos grises la observaba atentamente.
-Ariadne Blackdalion..
-¿Sí?
-Serás una buena madre algún día, y si hay algo de justicia en el mundo…tus hijos se parecerán a ti- le dijo y ella le sacó la lengua pues no podía hacer otra cosa mientras sostenía al bebé. Luego los dos rieron y después de charlar un rato volvieron al Castillo.

Faltaba poco tiempo para la feria , así que Ariadne se había dirigido a la herrería para hablar  con Raine sobre las estructuras que necesitarían.
Cuando llegó las puertas del taller estaban abiertas y ella entró. El lugar era amplio, había una habitación delantera donde estaban los objetos terminados y otra donde estaba la fragua y las herramientas de trabajo. Raine entró por la puerta que dividía ambos sectores y se quedó parado mirando a la joven que husmeaba entre sus cosas.
-No soy un fantasma…-dijo ella al notar la mirada sorprendida de él , como si no pudiera creer lo que veía.
-Señorita Ariadne, ¿qué la trae por aquí?
-Nunca vas a tutearme, ¿verdad?.
-¿Sucede algo? – le preguntó evadiendo la respuesta y la joven sonrió.
-No, sólo algunos preparativos para la Feria.
-Bien, iré a traer los bosquejos- informó antes de retirarse.
Ariadne era curiosa, Conrad solía decirle que podría ser una ardilla, inquieta, pequeña y totalmente entrometida. Así que era natural para ella ponerse a examinar el lugar  durante la breve ausencia de Raine y sus ojos verdes se iluminaron con entusiasmo al encontrar una caja cerrada sobre la mesa que estaba contra la pared. Parecía llamarla.
Era de madera lustrosa, con un bello cierre metálico, sin dudarlo,  la abrió. Dentro había dos espadas, eran abrumadoramente hermosas. Tenían un lirio en la empuñadura y detrás de éste surgían dos  ramas cada una con un pimpollo que parecían unirse, intrincarse hasta quedar fundidas en una. No había joyas que la adornasen, sólo el magistral trabajo de orfebrería. Eran dos piezas iguales, resplandecían y era claro que nunca habían sido usadas.
-¿Señorita?- la llamó Raine entrando a la estancia y ella cerró la caja deprisa.
-¿Y estas espadas? Son bellísimas…
-Son espadas familiares – respondió él sencillamente.
-¿Pertenecieron a tu padre?
-No, yo las forjé.
-¿Para tus hijos..en el futuro? – preguntó ella pensando en que eran un par.
-No –respondió y la joven se sintió frustrada porque él no diera más explicaciones.
- Es raro…-comentó finalmente.
-¿Perdón?
- No imaginé que tuvieras algo así, a pesar de que las fabricas no parecen gustarte mucho las espadas…y sin embargo tienes ésas que son obras de arte.
- Sí, no me gustan demasiado. Perdí a alguien que amaba por una espada – contestó él y luego cambió de tema.
Ari quería saber, pero conocía lo suficiente a Raine como para comprender que no explicaría nada más. Usualmente era reservado y, salvo con Blaze, no hablaba demasiado. Eso siempre la había molestado, no le gustaba que la mantuvieran a distancia.
-Aquí están los diseños – le dijo él reclamando su atención y durante un tiempo discutieron sobre las estructuras para la Feria.
Cuando Ariadne se retiraba, Raine sacó una cinta de cabello  y se la extendió.
- Se le cayó la última vez que estuvo aquí.
-¿En serio? No me había dado cuenta, aunque podría ser de mi hermana.
-Es suya, no de la señorita Brianna.
- Podrías confundirte, de hecho incluso yo podría ser Brianna-dijo ella probando suerte.
-La cinta es suya, señorita Ariadne y yo nunca me confundo…
-¿Cómo haces? Hasta mi familia nos confunde, ¿cómo es que tú sabes siempre quién es quien?- preguntó intrigada, pues era verdad que él jamás las confundía. Y a lo largo de los años, las gemelas habían utilizado muchas tretas para engañarlo.
-No es tan complicado – respondió Raine y evitó decir que los sentimientos que le provocaban las dos hermanas eran totalmente diferentes y que por ello jamás dudaba.
-Bueno, vuelvo a casa. Gracias, Raine.
-¿Quiere que la lleve? No trajo caballo.
-No , quiero caminar un poco.
-Está bien, cuídese – la saludó y ella notó que su ceño se fruncía en un gesto de preocupación.
-No hay ningún peligro.- dijo para tranquilizarlo.
-Si algo le pasara…
-¿Sí?- insistió ella mirándolo con sus intensos  ojos verdes.
-Su hermano no me lo perdonaría.
-Entonces ven conmigo, si le temes a Blaze camina conmigo hasta el Castillo – dijo y le sonrió traviesamente, imaginando que él se negaría. Sin embargo sólo asintió con la cabeza y comenzó a caminar a su lado, en silencio.
Ariadne estaba tentada a molestarlo, pero él no era uno de sus pretendientes, era Raine. El taciturno y confiable Raine, que caminaba a su lado con la sincera intención de custodiarla. Con él las bromas no tenían sentido, no cuando era tan serio y además, quería conservar ese momento, aquella caminata en silencio en medio de los bellos paisajes de las tierras Blackdalion. Quería contagiarse de la serenidad de aquel hombre alto que parecía ajeno a lo superficial, le transmitía seguridad y calidez, a pesar de ser tan callado y distante. Aunque tal vez se debiera a que era totalmente diferente a los jóvenes superficiales que la rodeaban continuamente.
Cualquiera fuera la razón, ella aceptó su silenciosa compañía y se abstuvo de molestarlo y cuando finalmente  llegaron , lamentó que el viaje no fuese más largo.

Tanto Caleb como Blaze estaban fuera, así que los preparativos habían recaído en las mujeres de la familia.
Brianna había decidido vender su precisada esmeralda y por ello andaba haciendo averiguaciones con el joyero, Ari andaba recorriendo el lugar. Había pasado temprano a ver el trabajo de Raine y luego había recorrido algunos de los puestos que ya estaban instalados. Luego se encontró con su hermana y aprovechó para pedirle prestado algo de dinero, quería comprar algunas cosas a una herbolaria, pero no llevaba ni una moneda consigo.
La joven guardó los saquitos con hierbas en sus bolsillos y después de charlar un rato más con Bri, cada  una siguió su camino.
Brianna fue a ver al joyero y Ariadne a ayudar a Raine.
-No necesito ayuda- repitió él mientras ensamblaba las estructuras de metal.
- Siempre es bueno aceptar ayuda…-comentó ella que se había sentado sobre unas cajas y desde allí se dedicaba a imponer su presencia y sus órdenes.
-Usted no es de las que aceptan ayuda.
-Es verdad, pero aún así sé que es bueno recibirla…-dijo con suavidad y él agitó la cabeza y río.
-¿Raine, te estás riendo de mí?
-No me atrevería…- le respondió pero sus ojos grises brillaban con diversión.
La joven se quedó observando como trabajaba y cada tanto daba alguna indicación que él ignoraba totalmente.
- ¿Eso está algo chueco? – preguntó señalando un vértice.
-Puede comprobarlo usted misma – ofreció él  y ella le dirigió una mirada asesina, con su altura era imposible que llegara allí, y él lo sabía.
Finalmente se quedó en silencio, poco a poco sintió que una sensación de preocupación la envolvía.
-¿Señorita?- la llamó el herrero al notarla tan callada.
-Mi hermana ha tardado mucho..algo pasa – dijo la joven extremadamente seria y fue a buscar a su gemela. Raine la siguió,  sabía muy bien que la conexión que había entre las dos mujeres era mucho más intensa que entre otros hermanos. Había una verdadera unión entre los dos y no debía subestimarse.
Ambos llegaron al puesto del joyero y lo encontraron desmayado en el suelo, Ariadne corrió hacia él.
-¿Qué pasó? – lo interrogó la joven mientras lo despertaba. Y el hombre apenas consciente alcanzó a contarle que habían robado la esmeralda y que Brianna había ido tras el ladrón.
-¡Cielos! – gimió ella y salió deprisa.
-¡Señorita Ariadne! – gritó Raine tras ella. La joven corrió hasta encontrar a unos aldeanos que iban a caballo, les pidió el animal , les indicó que dieran aviso a la familia y salió a toda velocidad tras  las huellas de su hermana. El herrero llegó apenas unos minutos después y luego de tomar prestado otro caballo , la siguió.
Le llevaba bastante ventaja y al verla correr de aquella manera, Raine recordó el día que la había conocido. Cabalgaba con una velocidad imprudente y él tenía miedo de que se partiera el cuello, sin embargo también sabía que ella no se detendría, no cuando su hermana podía estar en peligro.
El error había sido suyo, había reaccionado tardíamente, debió haberla detenido antes de que montara el caballo y obligarla a esperar por ayuda. Ahora sólo podía seguirla y apresurar a su propio animal con la esperanza de alcanzarla y detenerla.
Ariadne siguió las huellas incansablemente y sólo desmontó cuando fue obvio que no podría alcanzar a Bri y sus captores. Lágrimas de furia le llegaron a los ojos cuando alcanzó a ver el velamen del barco que se alejaba llevándose a su hermana.
-Ariadne…-dijo Raine llegando hasta ella y antes de que la joven volviera a montar el caballo la detuvo por un brazo- Su familia llegará pronto, esperemos por ellos.
-No hay tiempo, vamos al puerto, tengo que seguir ese barco.
-De ninguna manera, no puede ponerse en peligro también- le dijo él pero antes de que reaccionara, la chica le dio una patada en la pierna y aprovechó su desconcierto para escapar. Raine maldijo por lo bajo y volvió a ir tras ella.
El joven la conocía lo suficientemente bien para saber que no podría hacerla desistir, sin importar qué , ella iría tras su hermana , así que lo único que le quedaba era usar la violencia para someterla o acompañarla. Y aunque una voz le decía que debería atarla o lo que fuera necesario para detenerla , no se sentía capaz de hacer nada contra Ariadne Blackdalion. Menos aún cuando estaba tan desesperada, Brianna no sólo era su hermana, era también su mejor amiga y una persona con quién tenía un vínculo único.
Finalmente la  acompañó mientras conseguía un barco, el apellido de la familia bastaba para que pusieran a su disposición  lo que ella necesitaba.
-Iré con usted – dijo mientras ella hacía rápidos preparativos.
-No es necesario…
-No puedes ir sola – dijo él tuteándola y con tono imperativo y aquello hizo que la joven parpadeara sorprendida.
-Raine…
-Yo la acompañaré, es lo menos que puedo hacer. Y también se lo debo a Blaze.-aclaró volviendo al modo formal.
-Ya veo…-comentó ella simplemente.
Antes de marcharse Raine escribió una nota para Blaze Blackdalion, explicándole la situación y prometiéndole que cuidaría de Ariadne. Sin embargo tenía la idea de que aquello no bastaría para aplacar al joven león.
Un rato después abordaron el barco, intentando seguir el rastro de Brianna.

Ariadne iba en la proa, mirando hacia delante como si  su mirada pudiera ir más rápido que la embarcación y llegar hasta donde estaba su gemela.
Parada allí se la veía vulnerable, el cuerpo tenso y el cabello agitado por el viento. Era como si quisiera apresurar el viaje, como si su voluntad pudiera mantener a salvo a su hermana, parecía un minúsculo pájaro enfrentando una tormenta. Raine se le acercó y la cubrió con una capa.
-Debería descansar…no hay nada que podamos hacer.
-¿Ella va a estar bien, verdad? – preguntó la joven dándose vuelta. Había tanta pena en sus ojos que él sintió que se le atenazaba el corazón, no sabía que responder porque los deseos no bastaban para que algo sucediera, sin embargo tenía que confortarla.
-Por supuesto, estará bien, después de todo es Brianna Blackdalion – respondió con una leve sonrisa y la mirada de Ari se despejó por su comentario.
-Es cierto y además tiene una daga – comentó sonriendo, pero luego la seriedad retornó a sus palabras- Si yo tuviera los poderes de mis primos..o…
-No se preocupe, la encontraremos, pero ahora debería bajar al camarote a descansar y a comer algo.
-Raine…
-¿Sí?
-Gracias, gracias por estar aquí. – le dijo ella y él sólo hizo un breve gesto de asentimiento. No podía decirle con palabras que era capaz de seguirla hasta el fin del mundo para mantenerla a salvo.

Al anochecer, Ariadne aun estaba en la cubierta oteando el océano.
-No hay estrellas…- comentó y Raine le respondió. La chica había percibido su silenciosa presencia.
-Creo que habrá tormenta.
-Sí, eso parece. Es curioso, es la segunda vez que viajo en barco y nuevamente es para ir en busca de un hermano, primero fue Blaze, ahora Brianna. Ya no me parece divertido.
- Creo que a su hermano tampoco le hará gracia la coincidencia.
-No, debe estar de un humor insoportable, ¿verdad?. ¿Por eso viniste conmigo, para escapar de Blaze?- preguntó ella  divertida.
-Puede ser -respondió él y la hizo reír.
Mucho más tarde, la previsión de Raine se hizo cierta y la embarcación se vio sacudida por una tormenta.
A mitad de la noche, el muchacho golpeó la puerta del camarote de Ari para preguntar si estaba bien.
-Sí, sólo algo mareada y me temo que no podré dormir. Pasa – dijo ella apartándose para darle lugar, pero él se quedó quieto en la entrada.
-No es adecuado. Sólo quería asegurarme que estuviera bien.
-Entonces saldré yo, podemos ir a la bodega o a algún lugar, tanto zarandeo me inquieta.
-Bien – aceptó él y se fueron al comedor. Los demás marinos estaban en cubierta maniobrando en la tormenta. Sólo quedaban pocas personas en la parte de abajo y como en tácito acuerdo se alejaron de ellos y los dejaron charlar tranquilos.
Un movimiento brusco debido al feroz oleaje casi hizo caer a Ariadne , Raine alcanzó a sostenerla de los hombros, el contacto fue fugaz, él la soltó rápidamente como si quemara. A ella le causó gracia, usualmente los hombres hacían cualquier cosa por acercársele , no se alejaban, sin embargo Raine era diferente, siempre lo había sido.
De hecho, la joven sabía muy poco sobre él. “¿Cuál era su historia antes de llegar a las tierras Blackdalion?”
-Raine…
-Sí, señorita.
-¿A quién perdiste por culpa de una espada? –le preguntó sin más. Tenía la sensación de que él no podía escaparse allí.
-A mi hermano menor- respondió y el dolor se imprimió en sus palabras.
-Lo siento – contestó ella conmovida- ¿lo mataron?
-No, no está muerto. Pero existen otras maneras de perder a alguien.
-¿La espada que mencionaste?
-Es algo que él quería, algo que quería más que nada y algo de lo que no pude protegerlo.
-No lo entiendo.- le dijo la joven.
-Es complicado.
-¿Me lo contarás algún día?- preguntó ella.
-Sí -respondió el joven sucintamente.
-Debí imaginarme que esa esmeralda traería problemas…-comentó Ari.
-¿Me puede decir cómo era?
-¿Nunca la viste?
-No.
-Tiene la forma de una estrella, una estrella de cuatro puntas y es bastante grande…- dijo la chica y los ojos de él adquirieron una expresión extraña.
-Una estrella…-repitió y recordó al hombre que había visto unos breves segundos en la aldea. El extraño lo había observado desde  la distancia y Raine había creído reconocerlo, ahora estaba seguro. No era algo que pudiera decirle a Ariadne, el destino tenía caminos muy curiosos, incluso bastante retorcidos. Ella debía perder a su hermana para que él volviera a saber de su hermano.


Cuando Ariadne despertó, ya no había rastro de la tormenta, se había acostado casi al amanecer y a pesar de la ansiedad que sentía, se había quedado dormida profundamente.
Al salir del camarote se encontró con Raine que caminaba hacia ella, por su expresión , algo iba mal.
-¿Qué pasa?
-La embarcación sufrió daños por a tormenta, así que deberemos ir al primer puerto –le dijo él imaginando lo que la turbaría aquella noticia.
-No, no puede ser. Perderemos el barco de Brianna.
-Señorita, no hay nada que podamos hacer. El barco no puede continuar en estas condiciones.
-Pero…-dijo ella y su expresión dejaba en claro su desconcierto. Ariadne estaba acostumbrada a planificar las cosas y se sentía muy contrariada con aquel contratiempo, sabía que cada minuto contaba en la búsqueda de su hermana.
-Voy a hablar con el capitán..
-Señorita- intentó detenerla él pero ella ya se había marchado.
Ariadne  usó todos los recursos a su disposición, pasó por el revoleo de pestañas, la argumentación y las amenazas pero nada surtió efecto. Tendrían que desembarcar en el primer puerto al que llegaran.
Unas horas después estaban desembarcando, la joven se sintió agradecida de que al menos contaran con los caballos, esos les permitiría moverse con facilidad.
-Muy bien, ahora sólo tenemos que seguir la línea de la costa y pasar por cada puerto que haya, seguramente la encontraremos…
-Señorita, hay algo más urgente de lo que debemos ocuparnos- le dijo Raine interrumpiéndola.
-¿Urgente? No hay nada más urgente.
-¿Tiene dinero? – preguntó él y la joven se llevó las manos a los bolsillos que tenía el sencillo vestido que lucía.
Entonces sus dedos rozaron las bolsitas con hierbas y un par de monedas que le habían sobrado, no tenía nada más. Levantó la mirada y miró confundida a Raine.
- Yo tampoco tengo más que unas monedas, estaba arreglando los puestos para la feria, no pensé que necesitaría. Dudo que siquiera nos alcance para comida.
La joven lanzó un suspiro de decepción, pero inmediatamente su mirada cobró su intensidad habitual, aquella que transmitía cuan decidida estaba.
 -Tendremos que arreglarnos con un solo caballo- dijo la chica y él asintió. No tenían otra opción y si el viaje se extendía, también tendrían que deshacerse del otro animal.
Un par de horas después tenían dinero, no habían obtenido un precio justo pero Ariadne había hecho una buena negociación. Raine se había mantenido al margen mientras ella hacia la transacción con el vendedor de caballos, aquella pequeña mujer era capaz de despojar hasta a un ladrón de su botín con su sonrisa y astutas palabras. Para el joven herrero había sido todo un espectáculo verla en acción.
En un primer momento Raine había intentado convencerla de que ella montara el caballo mientras él iba a pie, pero la joven no aceptó. En consecuencia, avanzaban con lentitud y en silencio. Cada tanto Ari mencionaba algo acerca de la búsqueda y Raine asentía , intentando no desalentarla.
Al anochecer fue momento de otra dura batalla puesto que la joven se negaba a descansar en una posada porque significaba perder tiempo.
-No hay nada que pueda hacer, tanto el caballo como nosotros necesitamos descansar. Si cae exhausta no hará ningún bien a su hermana.
-Quedarme a dormir mientras ella corre peligro será mucho más inútil. Viaja en barco y nosotros a caballo, nos llevan muchísima ventaja y ni siquiera  sé a dónde se dirigen.
-La entiendo, pero eso no cambia nada. Esta noche va a comer bien y a descansar. Luego recuperaremos el tiempo y encontraremos a la señorita Brianna.
-¡Raine! – protestó la joven pero él ya estaba guiando al caballo hacia una posada. De nada sirvió que ella lo mirara furiosa , se mantuvo firme y alerta para evitar cualquier ataque sorpresivo de la chica.
Finalmente llegaron a un acuerdo y ella aceptó siempre y cuando no se detuvieran más de tres horas.
-De acuerdo, comeremos y tres horas de descanso.
-Es mucho –terció la joven.
-Y compraremos algunos víveres así no tendremos que parar tanto a próxima vez, sólo para descansar el caballo cuando sea necesario- propuso el joven con suavidad.
-Está bien – contestó Ariadne con reticencia.
A la hora de dormir, le tocó a ella intentar convencer a Raine. Sólo había alquilado una habitación  dados sus escasos recursos y se negaba a compartirla con ella.
-Usted duerma allí, yo me acomodaré en el establo o cualquier parte.
-¡Eso es una tontería!
-No voy a dormir en su habitación.
-¡Raine! Por una vez podrías ser menos, menos...-dijo la joven intentando encontrar la palabra justa.
-¿Menos...?
-¡Intransigente!
-Señorita Ariadne, sólo hay dos formas de hacer las cosas, la correcta y la incorrecta. No es correcto que yo comparta su habitación, descanse y no se preocupe por mí.
-Ahora entiendo que seas amigo de mi hermano, eres...-intentó insultarlo pero una vez más no se le ocurrió que decirle. No se podía ofender a nadie llamándolo buen hombre y eso era Raine. Demasiado honesto, demasiado recto y demasiado irritante.
Cuando Ari despertó, el muchacho ya tenía el caballo listo para seguir viaje y llevaba un morral con algunos víveres. La chica a su vez había conseguido ropa de hombre que le permitía montar con mayor comodidad, él la miró sorprendido pero no dijo nada.
Era la segunda vez que Ariadne viajaba tan lejos, la primera había sido buscando a Blaze, y ahora a Brianna. Tal vez en otro momento le hubiera parecido una aventura divertida, pero ahora no. No le gustaba aquel lugar, la orilla costera estaba llena de pequeñas y tumultuosas ciudades, llenas de edificios y gente, había algo asfixiante en ello.
-No hay ningún lugar como las tierras Blackdalion...-comentó Raine como si pudiera leerle el pensamiento.
-No, no lo hay.¿Cómo es el lugar de dónde vienes?
-Es un Señorío dedicado mayormente al cultivo, está  muchos días al norte.
- ¿Nunca has querido volver?
-No. No hay nada allí, ni nadie – contestó y Ariadne , una vez más dejó de indagar.
Cabalgaron durante horas hasta que debieron detenerse a descansar y comer. Se encontraban en un camino poco transitado, así que se quedaron a la vera y Raine le tendió un pedazo de pan y carne, y agua fresca para beber. También él se sirvió.
-Duerma un poco...-insistió.
-No, está bien. No tengo sueño. Cuando algo me inquieta me cuesta dormir. Duerme tú.
-No, está bien.
- Sólo necesitamos encontrar a alguien que la haya visto, si una sola persona me reconoce, encontraremos a Bri. Esta vez nuestro parecido es una ventaja.
-Bueno al menos servirá para algo más que para engañar a la gente.
-¡Ohh, eso es injusto! No lo hacemos siempre, sólo a veces. Y la culpa es de aquellos que no pueden reconocernos – contestó ella con tono ligero.
-Yo creo que los hermanos Blackdalion son muy afortunados con el tipo de relación que tienen.
-Sí también yo. ¿Por qué se separaron  tú y tu hermano?- preguntó de golpe sabiendo que era la única posibilidad de obtener una respuesta.
-No supe cuidar de él – contestó Raine y ella sintió que eso era mentira. Él siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, era confiable y sereno. Era la clase de persona que sabía cuidar de los demás, de hecho, allí estaba cuidando de ella sin que nada lo obligara a hacerlo.
-No lo creo, tal vez simplemente no pudiste hacerlo. ¿Cuántos años tenías?
-Casi dieciséis. Y él tenía trece.
-¿Cómo...? – preguntó ella temiendo que él dejara de hablar. Raine la miró y fue como si algo se desbloqueara dentro suyo, si iba a contar aquella historia a alguien sería a Ariadne Blackdalion. Además si lo que él temía era cierto, llegaría el momento en que la verdad saldría a la luz.
- Mi padre murió cuando yo era un bebé, era un joven campesino. Mi madre quedó sola y cuando yo tenía más de un año, conoció a un hombre. Llegó herido por un accidente de caza, ella cuidó de él  y finalmente se enamoraron. De esa relación nació mi hermano, sin embargo todo salió mal. El hombre abandonó a mi madre y   descubrió que era un noble y que se había casado con alguien de su clase. Aún así ella nos crió a mi hermano y a mí, con amor y dedicación. Pero era débil y su salud fue desmejorando. Ella murió cuando yo tenía trece años.
-¡Oh! – exclamó la chica llevándose la mano a la boca, ella siempre había tenido la protección incondicional de sus padres. No imaginaba lo terrible que podía ser quedar solo a tan corta edad. Aquello explicaba la seriedad del joven, había tenido que valerse por sí mismo desde muy joven
-Algo cambió en mi hermano a partir de entonces, sé que intentó pedir ayuda a su padre para nuestra madre y el rechazo de aquel hombre lo marcó. Yo empecé a hacer distintos trabajos para mantenernos, pero fue encerrándose en sí mismo día tras día sin que yo pudiera hacer nada. No sabía como llegar a él y muchas veces me enojaba...
-También tú eras chico y habías perdido a tu madre –lo consoló la joven.
-No es excusa. Su padre tenía una valiosa espada familiar, cuando tenía trece años, mi hermano la robó y huyó con ella. Tuvimos una gran pelea un día antes, pero yo no imaginé...-dijo y las palabras se cortaron como si le costara hablar de lo sucedido.
-¿Qué pasó después?
-Fui tras él pero no pude encontrarlo y lo que es peor , yo sabía que no quería que lo encontrara. Lo último que me dijo es que yo no era su hermano.
-Eso fue muy injusto, y no fue tu culpa.
-Yo no pude protegerlo, esa es la única verdad.
-¿Las espadas que forjaste son para él y para ti?- preguntó la joven recordando las armas que había visto en el taller.
-Sí.
-Lo encontrarás y arreglarán las cosas.
-Tal vez – contestó él y en su interior supo que aquel encuentro podría llegar más pronto de lo que ella imaginaba.
-¿Blaze lo sabe?- preguntó Ari.
-No, no todo.-respondió él. Siempre le había costado contar su historia, y más aún decírsela a Blaze.  En general a la gente le costaba desnudar sus defectos frente  a Blaze Blackdalion. El joven león era sumamente comprensivo por eso mismo uno no  quería defraudarlo.
Ariadne no dijo nada pero sintió cierta satisfacción por ser la única a quien Raine le había confiado su historia y deseó ser digna de aquella confianza. Deseó también ser capaz de protegerlo de los recuerdos dolorosos.
Al aproximarse al siguiente puerto se encontraron con una mala noticia, había habido un incendio  una semana antes y todo el lugar estaba en reparación.
-Todas las embarcaciones que venían hacia aquí se han desviado al siguiente puerto- les informó un lugareño y les explicó que deberían dar un gran rodeo para llegar. Estaba a por lo menos dos poblados de distancia.
Ariadne se sentía desalentada, percibía que su hermana se alejaba cada vez más. Y también tenía la sensación de que si la dejaba ir, la perdería para siempre. Raine había dicho que no solo la muerte causaba que uno perdiera a alguien y ella no podía dejar de preguntarse que era lo que le sucedía a Brianna y le causaba a ella tan angustiante sensación.
-Deberíamos esperar a su familia, ellos cuentan  con más recursos.
-No puedo esperar, Raine. Brianna me necesita- contestó con absoluta seguridad.
El muchacho sólo exhaló en señal de resignación.
Los jóvenes se detuvieron a comer algo en una taberna,  la clientela no tenía muy buen aspecto, así que Raine tomó a Ariadne de la mano para transmitirle una silenciosa advertencia a cualquiera que quisiera buscar problemas. Y por las miradas que captaba la joven, eran muchos los interesados, sólo la intimidante presencia del herrero les impedía acercarse.
Ari se sorprendió con el gesto del joven, pero luego le causó gracia aquella veta protectora y entrelazó sus dedos con los de él , al tiempo que le dirigía una breve sonrisa.
-Comeremos y nos iremos rápido de aquí- decretó él.
-Perfecto, sabes que no quiero perder tiempo – le contestó ella y se acercaron a la barra, donde había espacio.
Un viejo los miró, luego se  acomodó los lentes y volvió a mirarlos. Finalmente sonrió y habló.
-Querida, ¿ya abandonaste a tu esposo por otro? – preguntó dirigiéndose a Ari. Ella ignoró el comentario, el anciano parecía borracho, pero luego se dio cuenta lo que podía significar. Soltó la mano de Raine y se acercó al hombre.
- ¿Me podría recordar de dónde lo conozco? – preguntó con cautela.
-¡Vaya y eso que yo soy el borracho aquí! No hace tanto que nos vimos, Brianna Black, pero sinceramente pensé que durarías más tiempo con tu esposo, parecían una pareja de esas que duran...
La joven sintió un estremecimiento por todo el cuerpo, aquel hombre de verdad había visto a su hermana.
-Mi nombre es Ariadne, Brianna es mi hermana – dijo ella e ignoró la mirada de advertencia de Raine.
-Ahhhhhhhhh- exclamó el hombre no del todo convencido.
- Somos gemelas, ¿dónde la vio? ¿dónde vio a Bri?
-En el barco de Malstar, pero ella y su esposo se lanzaron al mar y escaparon.
 -¿Al mar? ¿Su esposo?...¿de qué está hablando? Mi hermana no está casada.
-¡Claro que sí! Yo mismo la casé.- afirmó el hombre mientras tomaba un buen trago de cerveza y Ariadne le quitó la jarra.
-¡¿La casó?!
-Mi bebida...-protestó él y ella lo miró enfurecida. De haber tenido una espada a mano lo habría amenazado con ella.
-Cuénteme qué sucedió y le pagaré otra cerveza- ofreció la chica en tono conciliador y el viejo accedió.
Les contó brevemente la historia. Como Brianna y su esposo habían sido capturados y  como él los había casado por orden de Malstar. También les contó que se habían escapado arrojándose al mar y que desde entonces no sabía nada de ellos.
-Probablemente él aun los esté buscando – comentó bebiendo la cerveza que Ari había pagado.
Los dos jóvenes escucharon con atención la historia, Ari preguntando cada detalle y Raine en absoluto silencio. Cuando fue claro que el viejo no podía darles más información, se apartaron.
-Casada...mi hermana está casada. Y con un delincuente. Tengo que encontrarla, antes de que esos tipos la encuentren.
-Ariadne...
-¿Qué clase de hombre es ese Daimon? Mi hermana...
-Tranquila, señorita, ella estará bien.  – la consoló Raine pero no pudo decirle la verdad sobre el hombre que se había casado con Brianna.
Después de las revelaciones del anciano, la inquietud de Ariadne se acrecentó, apenas si comió algo y urgió a Raine para seguir viaje tras las huellas de Bri. Ahora tenía un poco más de información, sabía dónde los piratas le habían perdido el rastro a su hermana. Con un poco de suerte podría llegar hasta ella.
Viajaron más silenciosos que de costumbre, cada uno tenía pensamientos que agitaban su interior y que los obligaba a reflexionar.
Ariadne intentaba ser positiva, pero todo había tomado un curso inesperado y no podía dejar de imaginar miles de cosas sobre el inquietante destino de su hermana.
Por su parte, Raine se debatía entre contarle a Ariadne o no la identidad del hombre que se había convertido en su cuñado. Sabía que era lo único que podía tranquilizar a la joven pero también podía hacer que lo despreciara y si eso sucedía ni siquiera podría acompañarla para protegerla.
Cabalgaron un buen trecho hasta que el herrero advirtió que se avecinaba mal tiempo.
-Viene tormenta...será mejor que encontremos un lugar donde pasar la noche – dijo sacando a Ari de sus pensamientos.
-Está bien, pero descansaremos sólo un rato...
Llegaron a una posada alejada del poblado antes de que se desatara la tormenta. Comieron un poco de guisado caliente para entrar en calor y Raine rentó una habitación para que Ariadne descansara.
-Ya sé que no aceptarás descansar en la misma habitación, así que al menos renta una para ti. Hace frío y necesitas dormir un poco- le dijo ella y él le mostró el dinero que les quedaba, eran apenas unas monedas .
-Tendremos que vender al otro caballo.- dijo el muchacho.
-No podemos hacerlo...ahora lo necesitamos más que nunca.
-Entonces debemos buscar alguna manera de conseguir dinero.
-¿Tienes alguna otra habilidad además de ser herrero, Raine? – preguntó ella con un deje de diversión en la voz. Parecía ser la misma Ariadne de siempre.
-Me temo que no, señorita. Pero tal vez necesiten que arregle algo.
-Tampoco yo puedo hacer mucho, Bri al menos es buena cantando. Yo sólo se hacer planes, soy buena con los juegos de azar...tal vez pueda organizar una competencia.
-No creo que sea buena idea- dijo él, antes de que Ariadne los metiera en algún problema, pues ese era su mayor talento.
-¿Te asusto, verdad?- lo provocó ella. Raine siempre era tan medido que Ariadne disfrutaba cuando podía hacerlo perder su compostura
-Un poco, señorita. Aunque en realidad son sus ideas lo que me preocupan – aclaró él y ella río.
-Está bien, ya encontraremos la manera – dijo la chica finalmente, pero el brillo de sus ojos decía que aún estaba pensando en formas de conseguir dinero.
Ariadne durmió un par de horas mientras Raine permanecía en el comedor, cuando se despertó , bajó a buscarlo.
El comedor era grande y sus paredes de piedra estaban iluminadas por el resplandor del fuego de la chimenea. Se sentía el sonido del viento que azotaba con fuerza  contra el edificio, aquel sonido le recordó a Ari la confusión que había en su interior.
Raine estaba junto a la chimenea, se le acercó sigilosamente pero él se volteó a verla como si presintiera su presencia.
-Es hora de marcharnos – dijo la joven y al mirarla, los ojos grises de él parecieron cobrar el mismo tono dorado de las llamas.
-La tormenta empeoró, no podremos continuar hasta mañana...de todos modos ya habíamos pagado por la habitación, así que no hay problema. Y necesita descansar , señorita, llevamos días andando, si seguimos con este ritmo es usted quien correrá peligro y no la señorita Brianna
-Esperar hasta mañana es perder un día, no puedo darme ese lujo- discutió ella. Había tenido pesadillas y eso había empeorado su inquietud. Se sentía como un animal enjaulado.
-Con la tormenta que hay afuera es imposible hasta distinguir el camino. Es una completa insensatez.
-Lo siento Raine, pero suelo ser insensata – dijo Ariadne y sin más se encaminó a la puerta y salió.
-¡Rayos! –protestó Raine y fue detrás de ella.
La tormenta era fuerte y al salir al exterior la joven sintió el frío del viento y del agua. Apenas podía caminar contra las fuertes ráfagas, pero aún así avanzó. Estaba muy oscuro, pero debía llegar hasta las caballerizas, antes de que el herrero se lo impidiera.
-¡Ariadne! – el grito de él parecía un eco que le llegaba desde la lejanía, la chica corrió pero se resbaló en el barro, antes de caer sintió que la sujetaban de un brazo.
-¡Detente! ¡¿Estás loca?! – sintió los gritos de Raine interrumpidos por el rugido de la tormenta. A pesar de que estaban uno junto al otro, apenas lo podía oír.
-¡Tengo que encontrarla! – protestó ella intentando soltarse.
-¡¡Ariadne, vas a enfermarte!!
-¡Déjame ir! –gimió ella y él sin decir más, la alzó y se la echó en los hombros mientras la joven le golpeaba la espalda.
La llevó de nuevo a la posada y ni los dueños, ni los pocos clientes que habían se inmiscuyeron pensando que era una pelea de amantes.
El joven la llevó hasta la habitación mientras ella seguía protestando.
-¡Ya basta Ariadne! No te dejaré ir a ningún lado – le ordenó  con fiereza bajándola frente a la habitación. Y entonces ella reaccionó, incluso fue consciente de que estaba tratándola informalmente.
- Si ese hombre la daña...-empezó a decir ella mientras las lágrimas se le mezclaban con el agua que le goteaba del cabello.
-Es mi hermano, no la dañará- confesó Raine finalmente sabiendo que era la única forma de tranquilizarla.
-¿Qué dices? – preguntó creyendo que había escuchado mal.
-El hombre que está con Brianna es Daimon, mi hermano- confirmó el muchacho.
- ¿Tu hermano? ¿Tu hermano pequeño? –preguntó confusa.
-Sí, y él no la lastimará.- agregó y ella pudo ver en sus ojos la tortura que significaba confesar aquello.
-¿Cuándo lo supiste...?
-Lo sospeché cuando usted me contó sobre la esmeralda y estuve seguro cuando aquel hombre nos contó del casamiento y pronunció su nombre- dijo Raine volviendo al trato formal. Ariadne sintió alivio de que él no lo supiera desde el principio , significaba que había ido con ella por cuidarla y no por su hermano. Y significaba que no la había engañado, le había ocultado información pero ella comprendía el por qué.
-Cielos...-musitó  pensando en lo intrincado que podía ser el destino. Pero también se sentía más tranquila, si aquel hombre era hermano de Raine no podía ser malo y Bri estaría a salvo con él.
-Será mejor que entre y se seque antes de enfermarse, iré a buscarle ropa seca – dijo el joven bajando la mirada. Quería alejarse de ella, escapar antes de ver su desprecio.
-Raine...
-¿Sí?
-También estás empapado...cuídate – dijo ella y para él significó la absolución.
Apenas unos minutos después llegó con un vestido.
-Es lo único que pude conseguir – se justificó al entregarle la gastada prenda.
-Está bien, servirá – contestó ella temblando de frío.
La chica entró a la habitación y se cambió la ropa mojada por el vestido que Raine  le había conseguido, se secó el cabello y se envolvió en una manta pues estaba congelada. Se había portado como una tonta, pero siempre había sido imprudente. Lo lamentaba por el herrero que había tenido que lidiar con ella y su falta de lógica.
Se asomó afuera de la habitación y se encontró con que estaba dormido acurrucado junto a la puerta.
No podía hacer nada por él, así que se quitó la manta y lo cubrió con ella, le corrió un mechón de cabello húmedo que le caía sobre la cara y luego volvió a entrar.
Al escucharla salir, se puso alerta pensando que escaparía, se hizo el dormido pero la sintió detenerse a su lado y luego advirtió como ella lo cubría con una manta. El leve toque de la joven lo hizo tensarse pero siguió fingiendo hasta que ella entró nuevamente a la habitación, entonces se arropó bien en la manta y se dispuso a custodiar a Ariadne como un dragón guardando un tesoro.
Un par de horas después, sintió unos pesados pasos que se acercaban y cuando el hombre se detuvo frente a la puerta de la joven, con rápidos reflejos Raine lo agarró de la pierna, al mismo instante una espada se apoyó contra su cuello. Un segundo después la filosa hoja fue retirada.
-Me alegra saber que al menos cumples con tu palabra de cuidarla –  dijo una voz demasiado conocida y Raine se incorporó inmediatamente para quedar frente a un empapado Blaze Blackdalion.
-Blaze...
-Después hablaremos, ¿mi hermana está dentro, verdad? – preguntó en un tono de voz  que Raine nunca le había oído. El joven león parecía estar al límite de su paciencia.
-Sí – contestó escuetamente y se hizo a un lado. No tenía sentido interponerse en su camino, aun cuando sus instintos lo llevaban a querer protegerla incluso de su hermano.

Ariadne no podía dormir y, al sentir que la puerta se abría, creyó que era Raine pero al darse vuelta se encontró con otra persona.
-¡Blaze! – gritó al reconocer a su hermano que estaba empapado y mirándola enojado.
-¡¿Cómo pudiste?! No era suficiente con que tuviéramos que buscar a Bri, también a ti.
-Sólo fui tras mi hermana, ¿acaso tú hubieras hecho otra cosa?- lo enfrentó, uno no debía doblegarse ante Blaze por muy enfadado que estuviese o perdería la batalla.
-No era la manera, pudiste esperar por alguno de nosotros, sólo tomaste un barco y te marchaste, de no ser por la nota de Raine ni siquiera sabría por dónde empezar a buscarte. ¿Crees que nuestros padres no tienen suficiente?
-Está bien, actúe mal, así que deja el discurso Blaze. Ya me encontraste y estoy bien...Además lo sabes, hice lo que debía hacer, no podía perder tiempo.
-¡Cielos Ariadne! – dijo él y se pasó la mano por el cabello. En ese momento , Ari se dio cuenta de que estaba empapado y agotado.
-Te mojaste...
- Sí, tuve que cabalgar en la tormenta por culpa de un pequeño demonio de ojos verdes.
-Pudiste esperar que pasara.
-No podía perder tiempo – dijo él citando sus palabras.
-¿Tampoco has dormido, verdad?
-Me llevabas bastante ventaja, Ari.
- Puedes descansar un rato y luego iremos por Brianna.
-No, Ariadne. Te llevaré a casa, papá ha ido tras Bri. Yo voy a asegurarme que tú estés segura y luego me les uniré. Voy a acabar con los que se la llevaron.
-¡No, no puedes llevarme!
-No te lo estoy preguntando- sentenció y ella supo que no habría manera de convencerlo. Blaze estaba agotado, preocupado y mojado hasta los huesos, nada lo haría cambiar de opinión, iba a arrastrarla de regreso al Castillo de los Cerezos e iba a acabar con aquel que se interpusiera en su camino a Brianna.
Ariadne supo que era mejor no decirla nada de lo que había descubierto.
-Bien, como quieras. Pero mejor seguimos viaje mañana. Y ya que tienes dinero por favor renta una habitación para Raine y búscame algo caliente para tomar, un té estaría bien. También para ti , antes de que te congeles.
-No voy a dejarte sola ni un instante , Ariadne Blackdalion. Te conozco bien.
-Vamos Blaze, tu amigo está como perro guardián afuera, tú estás aquí y no tengo ni una espada. ¿Qué puedo hacer?. Sólo pido un té...
-De acuerdo –accedió él y se encaminó a la puerta.
-Blaze...- lo llamó antes de que se fuera y cuando él se dio vuelta le dio un fuerte abrazo – te quiero.
-Voy por tu té – dijo él  pero la apretó fuerte un instante para demostrarle que también él la quería y lo preocupado que había estado por ella.
Blaze salió y le encargó a Raine que cuidara de la chica, un rato después volvió con una bandeja con té, comida y le dijo al herrero que le había rentado una habitación.
-Descansa hasta mañana, yo me quedaré con Ari. En la mañana volveremos a casa.
-Ella quiere encontrar a Brianna.¿No puedes acompañarla? –sugirió el joven.
-Sólo quiero mantenerla a salvo.
-Lo sé.
-Raine...
-Dime.
-Saber que estabas con ella me dio tranquilidad. Gracias- le dijo el joven a su amigo y éste sólo hizo un breve movimiento de cabeza.
Ahora le tocaba decidir si volvería a las tierras Blackdalion o si iría tras su hermano perdido.

Raine tenía mucho en que pensar, sin embargo se había adormilado. Llevaba tiempo sin descansar bien, incluso se había acostumbrado a estar alerta aun cuando dormía, se despertaba al menor ruido preocupado por la seguridad de Ariadne.
Ella ahora estaba en manos de Blaze, aún así estaba intranquilo y se despertó. Fue hasta la habitación de los hermanos Blackdalion, golpeó  y esperó.
Era probable que estuvieran durmiendo, pero quería asegurarse, volvió a golpear y al no obtener respuesta empujó la puerta y ésta se abrió.
Blaze dormía en la cama y no había señales de Ariadne. Se acercó y sacudió a su amigo intentando despertarlo, pero no hubo caso.
Había algo muy extraño en aquello, sin importar cuan cansado estuviera jamás se dormiría descuidando a su hermana. Volvió a intentar despertarlo, pero el joven no respondió.
No parecía enfermo ni nada, sólo profundamente dormido, demasiado. Aquello era obra de Ariadne, sin dudas.
Raine salió deprisa de la habitación, bajó las escaleras y preguntó si habían visto a la chica.
-Salió no hace mucho – le confirmó la mujer y él corrió hacia las caballerizas.
No había señales de la joven ni del caballo de Blaze, sin embargo sí estaba el animal que los había llevado hasta allí, el herrero lo montó y salió deprisa. Al estar el terreno embarrado por la reciente tormenta las huellas eran claras, así que le resultó fácil seguirla. No le resultó tan fácil alcanzarla, le llevó más de una hora distinguir la silueta de la joven.
Aprovechó una curva del camino para tomar un atajo y darle alcance.
Cuando el jinete le cruzó el caballo, Ari no tuvo más remedio que detenerse y cuando descubrió que era Raine, ni siquiera atinó a reaccionar. Se le notaba el enojo y ella no sabía actuar frente a él cuando estaba enfadado, la desconcertaba.
El hombre desmontó y con una par de zancadas estuvo a su lado, sin ningún aviso la tomó por la cintura y la bajó del caballo.
-¡¿Qué le hiciste a Blaze?! – preguntó y una vez más volvió al trato informal. Siempre lo hacía cuando perdía el control.
-Sólo le eché un poco de adormidera en el té – contestó ella con calma. Era una de las hierbas que había comprado en la Feria y que había llevado durante todo el camino. Era también el único recurso que tenía a mano.
-¡¿Drogaste a tu propio  hermano?! – se exaltó Raine  incrédulo.
- No es para tanto escándalo, sólo dormirá unas horas, lo suficiente para que yo tome ventaja…
-¿Cómo pudiste hacerle eso? Es demasiado hasta para ti. Sabes lo que Blaze las quiere, no hay nada que no haría por ustedes…
-Lo sé. Pero hay otras formas  de arreglar esto, si mi hermano y mi padre intervienen será una lucha.
-Son personas razonables...
-Los Blackdalion nunca somos razonables cuando alguien que queremos está en peligro.
Necesito tiempo, probablemente yo pueda solucionarlo de otra forma. Me encargaré de que Bri vuelva a salvo sin que mi familia desate una guerra.
-¿Drogar a alguien y robarle su caballo para después huir era la mejor opción? – preguntó él y luego miró la bolsa de cuero que iba sujeta a la montura- ¿También le robaste su dinero?
-No es robo...es un préstamo y eso lo demorará un poco más. Y lo mantendrá alejado de los problemas.
- No debiste hacer algo así, en cuanto a lo de Brianna, Blaze puede solucionarlo – sentenció él.
-¡No quiero que luche! Podría pasarle algo…-dijo ella
-Él no es tan fácil de derrotar. ¡Es Blaze!
-¡No lo entiendes, Raine! Saoirse está embarazada…si algo le sucede a mi hermano…¿qué será de ella y el bebé?- dijo finalmente .
Raine se quedó mirando a la joven, cuando uno pensaba que ella actuaba impulsivamente sin medir sus actos,  resultaba que no era así. También Ariadne quería proteger a los suyos, aunque fuera al invencible Blaze Blackdalion.
Estaba parada delante de él, pequeña y desarmada, mientras las primeras luces del amanecer se reflejaban en sus ojos verdes, se la veía vulnerable y al mismo tiempo como una pequeña diosa llena de fuerza y valor. Raine se sintió profundamente conmovido por esa visión. Aquella era la esencia de Ariadne, protegía a los que amaba sin pensar demasiado en ella y luchaba con todas sus fuerzas aún cuando la situación le era adversa.
-Entiendo – dijo simplemente y ella lo miró.
-No voy a dejar que me lleves de regreso...voy a pelear.
-No tengo dudas sobre ello. Iré con usted.
-¿En serio?
-Sí, pero no pienso tomar nada que me de – le dijo y la joven sonrió.
-Gracias, Raine. Y es raro...- musitó pensativa.
-¿Qué la acompañe?
-No, que haya llevado todo el tiempo la dormidera conmigo y jamás se me haya ocurrido usarla para deshacerme de ti – le dijo casualmente, pero en realidad era algo que la sorprendía. Le gustaba que él la acompañara, incluso ahora que acababa de escaparse y neutralizar a Blaze, no había hecho nada para impedir que el herrero la siguiera. Incluso había esperado que lo hiciera.
-Supongo que eso debe tranquilizarme.
-Sí, pero no bajes la guardia. ¿Raine?
-Dígame.
-No le contaste a Blaze sobre Bri y tu hermano, ¿verdad?
-No, no lo hice – contestó sintiendo que había sido desleal con su amigo.
-Me alegro, dudo que lo comprenda. Daimon hubiera estado en peligro y creo que tenemos que saber toda la historia antes de actuar – evalúo Ariadne y el joven pensó que al dormir a Blaze y mantenerlo lejos, ella también había pensado en la seguridad de su hermano menor, porque si el joven león se enteraba de lo sucedido no dejaría ir a Daimon.
-Bueno será mejor que nos pongamos en marcha, o esta vez yo recibiré un buen golpe y a usted van a llevarla atada.
-Sí, va a estar furioso cuando despierte. Pero ya pensaré en algo para escaparnos cuando nos de alcance – aseveró ella y el joven gruñó en respuesta. Además sabía que no podrían escaparse una segunda vez de Blaze.
Cambiaron de ruta y se aseguraron de no dejar huellas. Tenían algo de ventaja y debían aprovecharla.
Ahora no sólo buscaban a Brianna sino también a Daimon y Raine no podía evitar sentir que iban directo a la boca del lobo, sin olvidar que muy pronto un león furioso iría tras ellos.


El caballo de Blaze era demasiado llamativo y el otro estaba agotado, así que apenas llegaron al próximo poblado se detuvieron a cambiarlos. Los vendieron y compraron otros, comunes pero resistentes.
Charlando con el vendedor se enteraron de que había una taberna donde  se reunían la mayoría de los hombres de malvivir, además de los marineros y gente de los puertos. Era la oportunidad perfecta para conseguir información.
Los ojos de Ariadne brillaron y Raine tembló.
-De ningún modo...- le dijo adelantándose.
-Es la única manera.
-Primero buscaremos alojamiento y descansaremos algo, luego veré que puedo averiguar....
-¡Raine! No tenemos demasiado tiempo.
-Tampoco  voy a permitir que se agote o se meta en problemas por eso.
-Debí darte dormidera...-le soltó la joven y caminó por delante de él. A su espalda pudo sentir la risa apagada del muchacho que finalmente tuvo que negociar con ella. Primero buscaron alojamiento en una posada, comieron algo y luego se fueron a buscar el lugar que les habían mencionado. Dejaron los caballos en la posada ya que les aconsejaron que no los llevaran porque era muy posible que se los robaran y caminaron.
El establecimiento estaba repleto de gente, se sentía el bullicio y las risas, había algo de humo y olor fuerte. Raine iba caminando detrás de Ariadne, pegado a su espalda. Afortunadamente la joven había accedido a cubrirse con una capa con capucha pero era cuestión de tiempo que alguien reparara en ella.
Avanzaron hasta encontrar una mesa vacía y se sentaron, concentraron sus sentidos en escuchar las conversaciones , esperando descubrir alguna información relevante.
De repente, oyeron el nombre de Daimon mencionado por un grupo de hombres, pero en ese mismo momento la conversación se cortó porque molestaron a una mesera.
El joven herrero se movió para intervenir, pero Ariadne lo detuvo tocándole el brazo.
Era verdad que no podían meterse en problemas, así que el muchacho entendió el mensaje y se quedó en su lugar. Sin embargo unos minutos después sintieron que nombraban a Brianna y esta vez fue Ariadne quien se incorporó.
-No...-susurró Raine.
-Raine, tengo que salir...sólo unos minutos.
-Señorita...
-Debo ir a...ya sabes...-dijo y él asintió aunque sospechaba que ir al retrete no era lo que Ari tenía en mente.
-Pero...
-¿Quieres acompañarme? - propuso ella y , para su sorpresa, él se paró.
-¡Raine ya vuelvo!. En serio...- lo convenció ella y se marchó antes de que él la siguiera. El herrero la siguió con la mirada, la vio pasar junto a la mesera que habían molestado y detenerse unos minutos a hablar con ella y luego seguir. Él podría apostar su vida a que Ariadne Blackdalion estaba planeando algo.
Tardó un rato en regresar y cuando lo hizo el corazón de Raine dio un vuelco. Ella acababa de detenerse en la mesa de los hombres y se había quitado la capucha, el joven corrió hasta ella.
-Así que eres la hermana...-dijo el tipo que había mencionado a Daimon y a Brianna.
-¿Qué sabe de ellos?- preguntó la chica.
-Nada es gratis, preciosa.- contestó el hombre.
-Muy bien, hagamos una apuesta. El que pueda beber más sin caer, gana.– propuso Ari y los hombres rieron.
-¿Y qué quieres?
-Información, por cada vaso que resista me dirá algo de mi hermana...
-No es justo.
-No puedo esperar que hable si cae antes que yo...porque voy a ganar – dijo ella y todos rieron por la fanfarronería de la chica.
-¿Y qué gano yo? –preguntó el hombre esbozando una sonrisa perversa.
-Lo que quieras –respondió ella seductora.
-Trato hecho ,princesa.- dijo el tipo y en ese momento Raine intervino.
-¡¿Qué estás haciendo?! –le dijo a Ariadne apartándola y ella nunca lo había visto tan enfadado, su enojo del día de la tormenta era nada en comparación. Tenía una mirada feroz, muy similar a la de Blaze o Caleb. Iba a costarle calmarlo.
-Obtengo la información que necesito. Nadie habla más que un borracho- explicó ella en voz baja.
-No lo hará de esta manera – dijo él retomando la formalidad para hablarle. Su instinto lo instaba a echársela sobre los hombros y sacarla de allí. Pero después de aquella tonta apuesta que acaba de hacer , huir era complicado, no los dejarían ir tan fácilmente.
-No hay otra –terció ella con los ojos chispeantes.
-Entonces yo seré quien beba –dijo él casi gritando, estaba perdiendo la paciencia.
-Claro que no, yo hice la apuesta con ella –interrumpió el tipo y ni siquiera se amilanó cuando Raine lo fulminó con la mirada.
-Eso es verdad –dijo la chica y se dirigió a la mesa.
-Señorita –intentó llamarla el muchacho y ella se volvió hacia él y le tocó el brazo con suavidad.
-Todo irá bien, Raine. Confía en mí , soy Ariadne Blackdalion– respondió ella  guiñándole un ojo y él no tuvo otra opción. Podía hacer un gran escándalo y sacarla de allí, pero era peligroso armar una pelea, más aún si la propia Ariadne estaba tan decidida.
“¿Qué diablos estaba pensando aquella muchacha?¿No sabía lo peligroso que era el juego que estaba jugando?”
Raine emitió un gemido bajo, aquello no iba a terminar bien y en pocos segundos estaría metido en una pelea. Porque iba a defender a Ariadne, costase lo que costase.
La mesera que habían visto antes se acercó con la primera ronda de bebidas, era un líquido dorado de olor fuerte, el hombre bebió primero y luego, sin dudarlo, Ariadne  bebió el suyo de un trago.
Sin dar respiró siguió otra ronda de tragos y otra, por cada vaso que Ariadne tomaba le sacaba información al hombre. Éste le daba pequeños datos sobre lo que había sucedido con  Daimon y Bri y el rumbo que habían tomado.
Raine permanecía al lado de la chica y alrededor de la mesa se había formado un círculo de personas observando la competencia.
Nadie había imaginado que aquella hermosa mujer tuviera tanta resistencia, pero la joven bebía a la par de su contrincante.
La única señal de que el alcohol la afectaba era que su voz se iba poniendo un poco más pastosa a medida que pasaba el tiempo, sin embargo su oponente se veía más afectado que ella, los parpados empezaban a caérsele y se tambaleaba en la silla.
Un par de rondas después, el herrero notó que Ariadne también estaba empezando a perder su equilibrio.
Estaba por sacarla de allí cuando el hombre cayó sobre la mesa totalmente inconsciente. Hubo risas y aplausos. Ari se levantó y dificultosamente hizo una reverencia. En ese momento uno de los compañeros del hombre golpeó la mesa.
-¡Hizo trampa! Ella no pudo ganarle...lo que ha bebido no es alcohol..-proclamó y tomó el último vaso que le habían servido a la joven, lo bebió y luego escupió el contenido en medio de maldiciones.
-¿Y? – preguntó Ariadne y el hombre tuvo que reconocer que ella no había hecho trampa .Luego cargó a su amigo borracho y se marchó.
- ¿Nos vamos? – dijo Ari y Raine la tomó de un brazo para guiarla.
- Y rápido antes de que no nos dejen marcharnos – contestó él, la chica había dado un gran espectáculo y estaban todos interesados en ella.
Salieron deprisa  y apenas atravesaron la puerta , la chica tomó una gran bocanada de aire.
- ¿Está bien?
- Un poco mareada...-admitió ella con a voz pesada.
-¿Cómo puede beber tanto? – preguntó él sorprendido.
- Ven, te cuento un secreto...-dijo ella y e hizo un gesto con la mano para que bajara la cabeza hasta su altura.
-Sólo los dos primeros y los dos últimos eran de verdad, la mesera cambió el resto por bebidas sin alcohol, tenía muchas ganas de ayudarme. – confesó la chica con una sonrisa y él la miró totalmente asombrado. Ella era increíble.
- ¡No puedo creerlo!
-Raine...creo que voy a caerme. No me siento bien – dijo de golpe y se apoyó en la pared.
-¡Diablos! – exclamó acercándose de prisa.
 -Creo que no tengo mucha tolerancia, ¿el suelo se mueve?
-Vamos a la posada, sube a mi espalda – contestó y como la chica no podía sola, se la subió a la espalda a caballito y ella se acomodó abrazándole el cuello y poniendo la cabeza en su hombro.
-Es cálida y amplia...me gusta tu espalda, Raine –comentó la chica.
-No puedo creer que estés borracha Ariadne …- sentenció él.
-Me gusta…-respondió ella en un susurro.
-¡¿Estar borracha?! – se escandalizó el muchacho.
-No, que digas mi nombre…odio cuando me llamas señorita, me parece que lo dices porque no puedes distinguir entre Brianna y yo.
-No es así, yo siempre puedo distinguirte…-dijo en tono suave.
-Lo sé Raine, tú siempre sabes…-contestó ella y se aferró con más fuerza a su cuello durmiéndose sobre su espalda.
-Muchachita tonta –exclamó él, aún sabiendo que ya no podía oírlo. Avanzó cuidadosamente para preservar la preciosa carga que llevaba. Tal vez pudiera cargarla en su espalda para siempre.

Cuando Ariadne despertó lo único que pudo sentir era el dolor de cabeza consecuencia de su hazaña anterior. Se aseó y bajó para encontrar que Raine la estaba esperando.
-¿Cómo se siente?
-Como si  las maldiciones de Blaze me hubieran alcanzado ...- respondió y él sonrió.
-Beba esto – le dijo alcanzándole una taza con un líquido oscuro y espeso que olía a hierbas.
-¿Qué es?
-Beba, no pregunte.
-¡Está amargo! – se quejó luego de beberlo.
-Pero le aliviará el dolor de cabeza.
-Gracias, por cuidarme anoche – le dijo con suavidad  mientras recordaba como él la había cargado hasta allí  y la había arropado en la cama.
El joven sólo hizo un breve gesto de asentimiento y Ariadne creyó atisbar un leve sonrojo en su rostro.
Aquello le causó un inesperado bienestar, mejor que cualquier remedio para la resaca.
Una hora después continuaron con su viaje.
Tenían algunas pistas de a dónde podían dirigirse Brianna y Daimon, el hombre de la taberna había mencionado también a un tal Braid. Aunque también se habían enterado que la gente de un pirata llamado Malstar perseguía a los jóvenes.
Y fue justamente con ellos con quienes se cruzaron en un camino, al escuchar las conversaciones , Raine y Ariadne descubrieron quienes eran y se mantuvieron a distancia.
-Deberíamos darnos prisa y alcanzarlos – insistió ella.
-No, vamos a pasar la noche aquí y mañana cuando sea de día y lleguemos al poblado tomaremos una decisión.-dijo él y detuvo la marcha de su caballo.
-No, claro que no –dijo ella pero el joven se interpuso en su camino y la bajó del caballo.
-No vamos a perseguir a delincuentes en plena noche y en medio de la nada.
- La noche es el momento ideal para perseguir a alguien , Raine.
-No voy a dejar que lo haga, no volverá a encontrarme con la guardia baja. La última vez consiguió una borrachera, ¿qué será esta vez?...¿lograr que la maten?
- Voy por mi hermana..-dijo ella y empezó a caminar.
-No hoy – le respondió él y la agarró de un brazo. Luego la arrastró hacia un lado del camino. Con una mano llevaba a la chica y con la otra tomó las riendas de los caballos.
No importaba cuanto se retorciera y resistiera Ariadne, su fuerza física no se comparaba para nada a la de él y además Raine estaba muy decidido, lo que complicaba las cosas.
Entraron en la arboleda que estaba al lado del camino y cuando encontró un lugar apropiado se detuvo, tiró su capa al suelo y la soltó.
-Descansaremos aquí.
-¿Y qué pasó con lo de correcto e incorrecto? – preguntó ella haciendo referencia  al hecho de que antes se hubiera negado a compartir habitación y siempre guardara tanta distancia con ella.
-Lo correcto es mantenerte viva...- contestó él volviendo una vez más al trato informal.
-Definitivamente pasaste mucho tiempo con mi hermano – le contestó Ariadne y decidió esperar que él se durmiera para escapar.

Ariadne intentó moverse para escabullirse, entonces se dio cuenta de que Raine dormía a su lado y la tenía fuertemente sujeta de un brazo, él estaba dormido pero eso no hacía que su agarre fuera más débil, muy por el contrario.
Ella forcejeó un poco, pero no pudo soltarse, de insistir más, lo despertaría. Lanzó un quejido de decepción y lo miró.
Al llegar a las tierras Blackdalion era un muchacho flaco, “¿cuándo se había vuelto tan fuerte?”.
Sin dudas el trabajo de herrero le había ayudado a forjar su cuerpo lo mismo que el metal, de hecho había cambiado bastante rápido, la buena alimentación, la vida tranquila, el esfuerzo físico, habían modificado su aspecto bastante rápidamente, haciendo de él un hombre fuerte.
También sabía pelear bastante bien, aunque prefería usar los puños a la espada, ella creía que eso le daba menos culpa que lastimar a alguien , siempre le había resultado  extraño que fabricara bellas espadas y apenas las utilizara como último recurso. Porque sin dudas sabía utilizarlas, Blaze le había dado entrenamiento y su hermano mayor era tan buen maestro como Raine era buen alumno. Ambos eran aplicados y ponían toda su atención cuando tenían algo que lograr. Sin embargo en aquel viaje había descubierto porque le tenía aprensión a esas armas.
Ahora que lo pensaba , ella tenía muchos recuerdos de aquel hombre. Desde el día que se había caído del caballo , Raine había estado presente en su vida, aunque nunca la había dejado acercarse demasiado.
Por naturaleza, ella era una persona amistosa, aunque en general los hombres preferían ser sus enamorados a sus amigos. Aún así Ari tenía una buena cantidad de amigos en el pueblo, no obstante Raine era diferente, se había hecho amigo de Blaze, pero a ella y Bri las  trataba con cierta frialdad que marcaba el límite.
Ariadne , volvió a observar al hombre dormido y frunció el ceño, siempre le había molestado aquella actitud de él. Odiaba que la dejara fuera.
Nuevamente se movió intentando soltarse pero le fue imposible.
Era extraño, ella siempre podía escaparse.
De hecho siempre se escapaba de sus pretendientes, las gemelas eran conocidas por eso.
En realidad , ella no encontraba nada interesante en ninguno de los hombres que la cortejaban, tarde o temprano le daba por ahuyentarlos, cuando ellos no la diferenciaban de su hermana, cuando querían que cabalgara más despacio, cuando le decían lo hermosa que era, cuando deseaban que hablara más o pensara menos, tarde o temprano, Ariadne escapaba de ellos.
Un nuevo tirón para zafarse y una nueva decepción, Raine la sostenía con la fuerza de la roca, sin embargo no le hacía daño.
Se veía tan él mismo incluso durmiendo, su rostro denotaba aquella seriedad como si nunca pudiera tomarse las cosas ligeramente, incluso tenía las cejas marcadas por un gesto de concentración, con la mano libre Ari recorrió el arco sobre sus ojos y él pareció relajarse. Tenía pestañas tan largas que le hizo sonreír, tal vez se las elogiara cuando se despertara sólo para molestarlo un poco.
A lo largo de su vida había conocido mucha gente y asistido a muchos bailes, sin embargo en su memoria predominaban la presencia de su padre, la de Blaze, los mellizos…y Raine. La joven reflexionó sobre eso, nunca había sido conciente de ello pero si examinaba sus recuerdos, así era. Aquel hosco herrero había estado más presente en su vida que los  muchachitos que intentaban capturar su corazón.
Además, más allá del cortejo, de las propuestas de matrimonio, Ari sabía que ninguno se había aferrado a ella como si fuese algo demasiado valioso como para dejarla ir.
Ariadne volvió a mirar al hombre que aun dormido la agarraba para evitarle peligros y se relajó, porque con una claridad absoluta la joven Blackdalion comprendió que ya no quería escapar de Raine, que nunca escaparía de él.
Cuando el momento llegara, se lo haría saber, por lo pronto se acomodó para seguir durmiendo bajo su protección.

Raine no pudo evitar sentirse mal por quedarse dormido, el peligro podría haberlos sorprendido en media noche sin que él alcanzara a reaccionar, pero al menos Ariadne no había escapado.
-¿Sucede algo? – le preguntó a la joven al notar que ella lo observaba.
-No, nada – replicó sonriéndole y aquella sonrisa hizo que el corazón del joven diera un salto. Había algo diferente en ella, algo que lo ponía en alerta más que la presencia de cien asaltantes.
Luego de comer un poco de pan y carne, avanzaron hasta el poblado.
- ¿Te pareces a tu hermano?- preguntó Ari.
-Creo que no mucho, supongo que la altura y algo en los rasgos...-respondió él recordando al hombre que había visto desde lejos.
-Mmmmm
-¿Por qué lo pregunta?
- Porque podríamos desorientarlos, supongo que tu hermano va hacia donde vive su amigo. Ya que soy idéntica a Bri, tal vez podríamos hacerles creer a sus perseguidores que ellos van en otra dirección.
-No puedo dejar que haga esto.
-Si con ello puedo darle tiempo a mi hermana voy a hacerlo.
-No vas a ponerte en peligro.
- Si es por Bri, no me importa. Es mi hermana y voy a protegerla , Raine.
-Son muy peligrosos. Si se dan cuenta del engaño...
-Yo soy más inteligente que ellos
-Ariadne…
-¿Qué harías tú por proteger a tu hermano?-lo desafió y vio algo oscuro brillar en la mirada de él.
Antes no había podido hacer nada por Daimon y de tener una segunda oportunidad haría cualquier cosa por protegerlo, excepto poner en peligro a Ariadne, porque la seguridad de la joven era más importante que cualquier otra cosa, así debiera vivir en el arrepentimiento eterno.
Y protegerla era la tarea más difícil del mundo porque ella tenía un  cuerpo de ninfa del bosque con la temeraria sangre Blackdalion corriéndole por las venas y eso era una llamada constante a los problemas.
-De acuerdo- accedió finalmente- pero seguiremos mis reglas. No vamos a acercarnos a esos tipos, sólo daremos un par de vueltas como para hacernos notar y dejaremos caer algo de información falsa para despistarlos. Luego iremos directo al lugar donde vive Braid.
- Me parece bien –dijo ella.
-¿Sólo eso?
-¿Esperabas que me opusiera? – preguntó divertida.
-Nunca es tan fácil, me hace sospechar...
-Esa es una frase que se repite mucho en mi familia. Y será mejor que te cubras con la capa y la capucha así no podrán diferenciarte de Daimon.
Cumplieron su objetivo con éxito y lograron despistar a los perseguidores de Bri y Daimon, al tiempo que mantenerse a salvo. Estaban a punto de dejar el lugar cuando se encontraron con un imprevisto. La gente de Malstran no era la única interesada en encontrar al hermano de Raine.
-Daimon...qué gusto encontrarte – dijeron a su espalda y cuando Raine se dio vuelta se encontró con un grupo de varios hombres que empezaron a rodearlos.
-¡No es Daimon! – exclamó uno de ellos.
-No, no lo soy – contestó el herrero con frialdad y le hizo señas a Ariadne para que se ubicara tras de él, pero la chica se paró a su lado.
-Pero tú sí eres la mujer que anda con él, así que debes saber donde está.
-Eso quisiera, pero no tengo esa información – contestó Ari.
-Bueno, supongo que si te quedas con nosotros, Daimon vendrá por ti – respondió el hombre sin quitarle los ojos de encima y la chica sintió la exhalación de Raine. Iban a meterse en una pelea y estaban desarmados.
Los hombres avanzaron hacia ellos, Raine hizo a la chica a un lado y se adelantó. En unos segundos Tiró al primero de un puñetazo y le quitó la espada.
-Toma , Ariadne- dijo y le arrojó el arma a la chica, luego siguió peleando con los otros. Afortunadamente el joven herrero daba más golpes de los que recibía y Ariadne los mantenía lejos con sus artes de esgrima, también Raine se había apoderado de otra espada y peleaba tanto con el arma como con el cuerpo.
Los dos peleaban a un tiempo para derrotar a sus agresores y el muchacho dividía su atención entre defenderse y vigilar a la chica para asegurarse que estuviera bien.
Cuando la sintió gemir y vio que la habían golpeado, intervino en su defensa.
La chica nunca lo había visto pelear antes, nunca había imaginado que el hombre tranquilo podía convertirse en una fiera y menos aún por defenderla a ella.
Lograron desarmar a sus enemigos el tiempo suficiente como para escapar. Ni siquiera hablaron , sólo llevaron a los caballos en una furiosa carrera para alejarse. Aminoraron la marcha sólo cuando se sintieron a salvo.
-¿Está bien? –preguntó el joven desde su caballo.
-Sí, sí...-respondió ella recuperando el aliento.
-Será mejor que nos apresuremos y sigamos hasta llegar a nuestro destino.
-Sí, mejor no descuidarnos – contestó la joven y ambos siguieron cabalgando con rapidez.
Al llegar a la ciudad costera donde vivía Braid , Raine acercó su caballo al de Ariadne para hablar con ella y entonces notó que tenía un corte sobre la ceja y estaba cubierta con la capa porque la manga de su vestido había sido desgarrada por un estoque.
-¡Está herida! – exclamó asustado.
-No es nada , sólo un cortecito – dijo ella quitándole importancia.
- ¿Tiene alguna otra lastimadura? –preguntó y se inclinó en su caballo para revisarle la cara.
-Nada más que eso , Raine. Tú fuiste más golpeado que yo. ¿No te rompieron nada, verdad?
-No, pero tenemos que curar ese corte.
-Ni siquiera me molesta.
-No podemos dejar que se infecte o deje cicatriz.
-No estaría tan mal, al menos me distinguiría de Bri – contestó ella sonriendo y él la miró enfadado.
-No diga tonterías, no es necesario una marca para eso. – replicó algo brusco.
Se dirigieron a una posada porque ya era de noche y él quería encargarse de la herida de la joven, además aunque habían conseguido datos sobre la dirección de Braid , no era conveniente llegar en plena madrugada
El herrero le consiguió un vestido nuevo a Ari y una pomada casera para curarle el corte.
Estaban los dos solos en la habitación y el ambiente era extraño, Ari mostraba una calma y obediencia inusuales que ponían nervioso al joven.
-Venga aquí – la llamó y  se acercó a él sumisamente. La chica apartó los rizos de su  frente y Raine le aplicó el bálsamo con mucho cuidado.
Ariadne no podía quitarle los ojos de encima a aquel hombre que estaba siendo tan cuidadoso para curarla, tenía el ceño fruncido y sus ojos grises brillaban de preocupación como si a él le doliera más que a ella. De hecho era una herida mínima pero él había hecho un gran escándalo por ello. Estaba totalmente fascinada. También recordó que era Raine quien la había cuidado el día que cayó desmayada a causa de la gripe, él había permanecido a su lado hasta la llegada de Blaze.
-¿Duele? – preguntó él sacándola de sus recuerdos.
-No.
-¿Segura que no tiene ninguna otra herida?
-No, no soy tan descuidada. ¿Raine?- preguntó mientras él continuaba su tarea, era tan cuidadoso que demoraba mucho.
-Sí...
-¿Por qué me diste la espada?
-¿Qué?
-Durante la pelea.
-Porque es una buena espadachina, por supuesto. Puede defenderse mejor con una espada que sin ella.
-A ningún otro se le hubiera ocurrido dármela...
-Pero yo la conozco bien. Sería ridículo negarle un arma cuando sabe como usarla – contestó simplemente sin darle mucha importancia a sus palabras pero para Ariadne  fueron totalmente reveladoras. Era verdad que Raine la conocía y aunque lo enfadaba su temeridad no reclamaba que fuera distinta. Confiaba en sus planes, le permitía cabalgar deprisa, le daba una espada, entendía su vínculo con Brianna. Y además la conocía lo suficientemente bien como para no confundirla con su gemela. Ella tenía un  nuevo plan en mente.
-Listo – dijo él una vez que terminó de curarle el corte.
-Raine –lo llamó la joven tirándole de la manga y él se inclinó. Ariadne aprovechó el momento, se estiró  y lo besó tomándolo por sorpresa.
Lo sintió titubear y luego él le rodeó la cintura con un brazo y la levantó en el aire, pegándola  contra  sí, para intensificar el beso. Pero antes de que la joven alcanzara a reaccionar se vio de nuevo en el suelo mientras el herrero se alejaba dando un portazo.
-Oh, Raine...-susurró ella acariciándose los labios.

Ella había enloquecido y lo estaba volviendo loco a él. No sabía cual era el nuevo juego de Ariadne Blackdalion, pero Raine sí sabía que nunca debería haberle respondido el beso. Sólo se quedó afuera de la posada, intentando recuperar el control y pensando como haría para que todo volviera a ser como antes.
Llevaba años fabricando barreras contra ella y acababan de ser derribadas. No sabía como seguir.
Raine no volvió en toda la noche y Ariadne se preocupó, pero aun cuando deseaba salir a buscarlo y hablar con él, sentía que no debía hacerlo.
Ella se había apresurado y conociéndolo, era lógico que estuviera confundido. Se quedó dormida casi a la madrugada  y lo único que le dio tranquilidad era que él había deseado besarla tanto como ella.
En la mañana, Raine golpeó temprano a la puerta de su habitación.
-Los caballos están listos,  ya me indicaron como llegar a la casa de Braid, podemos irnos ya mismo, si usted quiere.- le dijo y ella supo que iba a fingir que nada había sucedido.
Se dirigieron hasta la casa de Braid y ante el silencio de la chica, Raine se sintió obligado a hablar.
-Ayer estábamos muy agitados por lo sucedido, lo mejor será que olvidemos todo.
-¿Todo? – preguntó ella con la intención de provocarlo.
- Habíamos pasado muchas cosas, así que es lógico que no pensáramos con claridad, señorita.
- De nuevo con el “señorita”...-comentó ella en voz baja y Raine sin escucharla siguió con su discurso.
-No era algo que quisiéramos hacer – finalizó él.
- Ajá –contestó ella simplemente y apuró a su caballo para adelantarse, ninguno volvió a hablar hasta que llegaron a la casa de Braid.
Desmontaron y se acercaron a la casa.
Raine golpeó a la puerta y antes de que abrieran, Ariadne lo miró  y dijo aquello que había evitado decir antes.
-Yo sabía muy bien lo que hacía, Raine, y quería hacerlo – le soltó de golpe y antes de que él pudiera decir algo, se abrió la puerta.
El hombre alto miró asombrado a sus visitantes.
-¡Bri...Tú no eres Brianna!  -exclamó observando a la jovencita.
-Muy observador, ¿podemos pasar? – dijo ella aunque volvía a preocuparse, que aquel hombre la hubiera llamado Bri, significaba que su hermana ya no estaba allí.
-Adelante – dijo él y los invitó a entrar.
-Eres Ariadne, entonces.  ¿Tú eres otro de los hermanos? – le preguntó a Raine pero al observarlo debió descubrir algo porque inmediatamente descartó su primera suposición- No, no eres un Blackdalion, de hecho te pareces a...
-Soy Raine, hermano de Daimon.
-¡Vaya! Esto sí que es una sorpresa. Ellos ya no están aquí.
-¿Dónde fueron? – preguntó Ari con ansiedad y rápidamente Braid les contó toda la historia.
Así se enteraron de que Daimon había llegado herido y habían estado allí unos días hasta que él se había ido a buscar a su padre y Ariadne había ido tras él.
-.¿Ella fue a buscarlo? – preguntó Ariadne.
-Sí , estaba muy preocupada y enojada porque Daimon no se despidió.- explicó y Ari supo que para su hermana aquel hombre era muy importante y que lo del matrimonio era mucho más que una charada.
-Debemos irnos si queremos alcanzarlos – dijo Raine y le tendió su mano a Braid – Gracias por todo, sobretodo por estar junto a mi hermano cuando yo no pude estarlo – agregó y el otro hombre le dio un abrazo.
-Aunque él no lo sabe, te está esperando – le dijo Braid y el herrero sonrió.
-Gracias por todo, Braid – dijo Ariadne y él se inclinó para saludarla, entonces  la joven le dio un beso en la mejilla. Aquel gesto le trajo a Raine el recuerdo de otro beso, la sensación fue tan fuerte que casi pierde el aliento.
Aún estaba abrumado cuando salieron de la casa, pero no alcanzó a dar dos pasos afuera cuando un puño se estrelló contra su mandíbula enviándolo al suelo.
Blaze Blackdalion estaba frente a ellos y se veía totalmente enfurecido.
El herrero se paró inmediatamente pero antes de poder acercarse a Blaze, Ariadne se interpuso e increpó a su hermano.
-¡¿Qué crees que estás haciendo?!
-Eso debería preguntarles a ustedes. Se suponía que ibas a protegerla, no ayudarla a que la maten – le recriminó al herrero.
-Blaze...-intentó defenderse él.
-¡Déjalo en paz! Ayer recibió una golpiza por protegerme, así que ¡no te atrevas a tocarlo Blaze Blackdalion! -  dijo ella y Braid consideró que lo mejor era mantenerse al margen., no parecía buena idea interponerse entre los dos hermanos y si ella se parecía en algo a Brianna, sabría defenderse muy bien.
-¡Me drogaste Ariadne Blackdalion!
-No lo digas así, suena horrible, sólo te dormí unas  pocas horas...
-Esta vez, voy a llevarte atada – dijo estirando un brazo para agarrarla pero Raine se lo detuvo en el aire.
- Deberías calmarte primero – le dijo a su amigo aunque sabía que lo más probable era que recibiera otro golpe.
-Ya hiciste demasiado , Raine, no intervengas.
-Dije que iba a protegerla, Blaze.
-¿Incluso de mí?
-Si es necesario...
-¡Basta ya!, perderemos el rastro de Brianna – intervino la chica.
-Ustedes vienen conmigo, nuestros padres están esperando – ordenó Blaze y la chica supo que no podía discutir con él. Su hermano mayor estaba más allá del punto de la negociación, tendría que esperar hasta que se calmara. Además, si sus padres estaban en la ciudad ya no había escapatoria.
-Está bien, iremos contigo...
-Sin trucos-advirtió él
-Te doy mi palabra- confirmó ella y montó su caballo para seguirlo. Antes pasó junto a Raine y le habló en voz baja.
-No le cuentes a Blaze sobre tu hermano o te mantendrá al margen y puede que llegue el momento en que debas defenderlo.
Él asintió con un leve movimiento de cabeza y luego los dos siguieron al joven león hasta la posada donde se alojaban los demás.
El recibimiento fue lo que Ariadne esperaba, su madre la envolvió en sus brazos haciendo mil preguntas a la vez y su padre mantuvo una fría distancia que expresaba lo decepcionado que estaba.
Caleb y Blaze intercambiaron algo de información y se dispusieron a partir inmediatamente. Habían planeado ir solos a buscar a Bri, pero la mediación de Fair hizo que marcharan todos tras las huellas de la joven.
Apenas distinguieron que los rastros del caballo de Brianna guiaban a un refugio, el padre y el hijo azuzaron sus caballos y salieron desbocados alejándose de los demás.
-¡Vamos! –le gritó Ari a Raine y también ellos se apresuraron.
Raine llegó primero, entró deprisa y se asustó cuando vio que Caleb tenía su hermano contra la pared presionándole el cuello con la espada, mientras Blaze sostenía a Bri. Iba a intervenir, pero la chica se adelantó, salió en defensa de Daimon con una fuerza y una pasión que impidió que él se metiera. Ariadne entró en ese momento y él la detuvo por el brazo y le hizo señas de que salieran.
-Todavía no podemos entrar.
-Pero mi padre y Blaze lo matarán.
-La señorita Brianna no va a permitirlo, ahora estamos demás – le dijo él y ella suspiró.
-¿Qué vas a hacer?- le preguntó al herrero.
-Voy a hablar con él, cuando resuelva sus cosas con Brianna.
-Bien – asintió ella. Transcurrió un momento y entonces Ariadne guiada por  aquella intuición particular que la unía a su hermana, entró al lugar.
Brianna se dirigió hacia ella y la abrazó. Detrás venía Blaze y un poco más atrás Caleb. Ariadne le dirigió una fugaz mirada a Daimon , le pareció reconocer el parecido con su hermano, pero Bri la urgió a salir. Fair también esperaba afuera y fue al encuentro de sus hijas.
Caleb y Blaze montaron, dejando en claro que ya no tenían nada que hacer allí.
Ariadne se alejó un momento de su hermana, fue hasta Raine y le tomó la mano.
-Haz lo que tengas que hacer, sin importar cuanto te lleve y luego vuelve , te esperaré...-le dijo al herrero y se alejó antes de que él pudiera responder.
Los Blackdalion se marcharon y Raine entró a reunirse con su hermano.
Estaba muy asustado, hacía mucho tiempo que esperaba aquel reencuentro. Daimon era la única familia que le quedaba en el mundo y haberlo dejado ir era un error que nunca se perdonaría.  Al caminar hacia le costaba mantener la firmeza en su andar , pero intentó disimular. También le preocupaba que la voz se le trabará en la garganta, pero pudo decir las palabras que había guardado durante diez años.
-Hola hermano – dijo y Daimon se volvió a mirarlo. Por lo visto , también él estaba conmocionado por aquel encuentro.
-¡Tú!- exclamó dejando en claro que era la última persona que espera ver allí.
-Daimon…- musitó él intentando acercarse, pero su hermano se alejó.
-Tengo que irme – dijo Daimon e intentó pasar a su lado pero Raine lo detuvo por un brazo. No iba a cometer el mismo error dos veces.
-Esta vez no voy a dejarte ir , hermanito.
-Lo siento, pero tendrás que dejarme. Ya dije todo lo que tenía que decirte hace diez años…hubiera sido mejor para ambos que yo no hubiera nacido.- respondió y Raine recordó las amargas palabras que se habían dicho aquel día.
-¡Eres un estúpido! –le gritó enfadado y lo agarró del cuello de la camisa, pero el gesto de dolor de su hermano lo detuvo y recordó lo que le había contado Braid -¿Estás herido?-  preguntó aunque sabía la respuesta.
-Sí, y por eso debes dejarme ir. Hay algo que tengo que terminar.- le pidió su hermano y había tanto sentimiento en su voz y en su mirada que se vio obligado a soltarlo. Sin embargo sabía demasiado bien cual era el deseo de su hermano, aquello que tenía que terminar era el enfrentamiento con su padre biológico.
-¡Estás loco! –le recriminó. Y pensó que si no lo detenía Daimon podía cometer un crimen imperdonable.
-Debo hacerlo, tal vez así pueda salvarme a mí mismo.- dijo el muchacho con tranquilidad y esa calma le hizo pensar al herrero que tal vez no todo estaba perdido. Quizás su hermano había encontrado otra manera de solucionar sus problemas, una manera de liberarse de los fantasmas.
-No tienes que ir solo.
-Sí, sí tengo.
- Daimon…- intentó convencerlo.
-¿La conoces? - preguntó  de golpe y Raine entendió que se refería a Brianna Blackdalion.
-Sí.- asintió y se vio reflejado en su hermano. También él había caído en el hechizo de una de aquellas mujeres.
-Cuida de ella, por favor.- le pidió y él asintió. Que le encargara a la mujer que amaba significaba mucho más que cualquier palabra de reconciliación.
-Está bien. Pero debes volver. Esperaré por ti, siempre lo he hecho.- le dijo sencillamente, intentando que él comprendiera lo mucho que le importaba.
-Adiós – dijo Daimon y salió.
Raine lo dejó marchar porque entendió que su hermano había llegado a una encrucijada que definiría su destino, lo dejó irse a buscar a su padre tal como quería ,pero un par de horas después fue tras él. Iba a seguirlo y acompañarlo a la distancia, si él lo necesitaba, allí estaría.


El regreso a las tierras Blackdalion, fue bastante rápido , en gran parte gracias a las artes  mágicas de Dionis que junto a Kalymera se unió al grupo en el puerto.
Brianna estaba callada , como si necesitara estar consigo misma para poder pensar. Ariadne la comprendía porque se sentía igual.
Aquel viaje las había cambiado a ambas. Y una vez que llegaron al Castillo de los Cerezos,  el tiempo se les fue en esperar.
Su familia no estaba acostumbrada a verlas así, pálidas sombras que deambulaban sin explicar qué les sucedía.
Y durante muchos días , la ausencia de las risas y travesuras de las muchachas hizo caer una sombra de tristeza sobre los habitantes de las tierras Blackdalion.

Raine había seguido a su hermano sin que éste notara su presencia, lo había observado resolver su deuda con el padre y luego lo había seguido de regreso.
Una vez que lo vio instalado y con trabajo, decidió volver .Antes tuvo una charla con Braid, quien era, probablemente,  otro hermano para Daimon.
-¿No vas a hablar con él? – le preguntó el hombre.
-No, ya le dije que lo esperaba y creo que lo veré pronto. Sólo quería asegurarme que estuviera bien.
-Ha comenzado a trabajar y por lo visto quiere empezar de nuevo, claro que supongo que ahora tiene un objetivo.
-Sí, creo que así es.
-¿Y tú Raine?
-Yo volveré a casa – dijo aunque en los días previos había meditado mucho aquella decisión. Volver era encontrar a Ariadne, pero sabía que no podía acercarse a ella.
-Cuida de él , Braid.
-Lo haré. Y también tú cuídate. – dijo el hombre y Raine emprendió su camino de regreso. Recorrer de nuevo los caminos que había recorrido con Ariadne, le resultaba extraño y solitario, extrañaba a la joven, la extrañaba demasiado.

Cada día, Ariadne iba a la  aldea para ver si Raine había regresado, cada día volvía cargada de tristeza a su hogar. Quería saber si él había resuelto sus problemas con su hermano, quería saber si estaba bien, quería escuchar su voz, quería sentir su mirada, quería verlo.
Tanto soñaba su regreso que  el día que su hermano le dijo que había vuelto, no pudo creerlo. Tomó un caballo y salió deprisa hacia la herrería.
Cuando llegó , él estaba afuera, la joven desmontó y corrió a su encuentro.
-¡Raine! – exclamó y se abrazó a él .
-Señorita..-le respondió y la apartó de sí.
-¿Puedes cortar con todo eso de señorita? Cuéntame todo, estaba tan ansiosa...-empezó a decir y repentinamente cayó en la cuenta de que él estaba comportándose con mucha frialdad- Raine, ¿sucedió algo con tu hermano?- preguntó preocupada.
-No, él está bien. No hay nada porque preocuparse.
-Me alegra, me alegra mucho, entonces ahora que todo terminó podemos hablar de nosotros.
-Señorita Blackdalion, no hay un nosotros de que hablar – dijo él apartándose un poco más y ella lo miró con incredulidad.
-Raine...tú y yo. Nosotros nos queremos. Yo te quiero...- confesó ella confundida, era la primera vez que ella amaba a alguien y estaba segura de que él le correspondía. No estaba muy segura de cómo debía ser, pero sí sabía que aquello no estaba bien. No se suponía que Raine actuara así.
-Sabe muy bien que no somos adecuados el uno para el otro, lo que haya pasado, fue sólo por la situación en la que estábamos inmersos.
-No fue nada de eso, y deja de tratarme de usted – le contestó enfadada.
-Ariadne, deja lo que sucedió en el pasado. Es natural que estés confundida.
-No lo estoy...
-Sí lo estás, si crees que un herrero es alguien que podría ser tu pareja. Debes dejar de jugar y encontrar a alguien que esté a tu nivel.- le dijo y eso la hizo estallar.
-¡No se te ocurra decirme lo que es mejor para mí! Ya tengo un padre  y un hermano mayor que se encargan de esa tarea , y ni siquiera ellos lo hacen a menudo porque saben que suelo hacer lo contrario de lo que me dicen- le dijo enojada, nunca había esperado que él fuera tan absurdo, porque ni siquiera le había dicho que no la quisiera, sólo había puesto excusas vanas.
-Con más razón, necesitas que alguien te diga lo que te conviene ,Ariadne.
-Yo sé lo que es mejor para mí.
-Yo no lo soy. Búscate a alguien mejor Ariadne, un caballero de esos que siempre te pretenden y quieren hacerte su esposa, alguno que tenga algo más que un par de manos  vacías, alguien que pueda protegerte y darte lo mejor…
-No necesito nada de eso , tengo toda la protección que necesito y no soy tan superficial para necesitar riquezas..yo sería feliz si tan sólo pudiera aferrarme a tus manos…
- Aléjate de mi Ariadne, porque no soy esa persona: Yo no estoy interesado en ocupar el puesto Señorita Blackdalion.- le dijo con tanta frialdad como pudo y sintió en su propio ser como aquellas palabras la herían.
-¡Vete al diablo Raine!- le respondió con los ojos llenos de lágrimas, se dio la vuelta, subió a su caballo y se alejó cabalgando deprisa.
El joven la observó marcharse mientras luchaba consigo mismo para no ir detrás de ella.
La amaba, la amaba con locura pero tenía demasiado miedo.

Al llegar a su casa, Ari se encontró con su hermana y antes de darse cuenta se echó a llorar en sus brazos.
-¿Ariadne?, ¿qué te pasa? – preguntó una vez que las lágrimas cesaron.
-Raine, Raine ha vuelto...-susurró y aunque Brianna se moría por preguntar por Daimon , no lo hizo. Ahora su hermana era más importante.
- ¿Lloras por Raine? –preguntó y Ari asintió. Durante aquellos días había estado tan preocupada por sí misma , que recién ahora Brianna se daba cuenta de lo que le sucedía a su gemela. Ariadne comenzó a hablar y las palabras salieron de lo más profundo de su corazón.
-Raine es como una roca para mi…es tan  sólido como esos materiales que maneja y por ello me da seguridad. Quiero decir que yo podría  seguir siendo quien soy, él no detendría mis locuras, y tal vez tampoco me seguiría en ellas, pero estaría allí para mí cuando lo necesite.
Tú y yo tenemos un carácter difícil , Bri, como dice Blaze somos demasiado…demasiado fuertes, demasiado independientes, demasiado problemáticas  y eso aterroriza a cualquiera, pero no a Raine. Él es más fuerte que yo, no importa si yo pongo el mundo patas para arriba, él es mi equilibrio, mi estabilidad. Con él soy yo, soy libre y…
-Ari..tú en verdad lo amas.-comentó asombrada.
-Sí, en verdad lo amo y me desespera que ese tonto me aleje, ¿qué haré si lo pierdo Bri, qué haré?…- dijo la joven y su hermana la abrazó.



Raine estaba trabajando, había calentado el metal y ahora lo estaba golpeando con toda su fuerza para moldearlo, sin embargo no le prestaba atención a su tarea, sólo golpeaba buscando descargar su frustración.
Había miles de razones por las cuales debía alejarse de Ariadne, sin embargo su corazón no las comprendía, y él golpeaba sobre el yunque como si de aquella manera pudiera dejar de sentir. Pero sabía que ni aunque fuera fundido y vuelto a forjar podría dejar de quererla. Los músculos se le tensaron al dar el golpe y fue tanta la fuerza utilizada que rompió la pieza que estaba trabajando.
-¿Es una nueva técnica? – preguntó una voz conocida a sus espaldas y Raine se dio vuelta, tenía una expresión tan fiera que hubiera espantado a cualquiera, excepto a Blaze.
-¿Qué quieres? – preguntó con brusquedad. Estaba tentado a enzarzarse en una pelea con su amigo, tal vez un par de golpes del joven león le devolvieran el sentido común.
-Así que era ella, la mujer que amabas todo este tiempo era Ariadne.
-Blaze, no tienes que preocuparte, ya la alejé de mí.
-¿Y por qué lo hiciste? – preguntó.
-Sé muy bien lo que sucede cuando se encuentran personas de mundos diferentes, Blaze.Ya lo viví.
-También yo sé lo que sucede, cuando se encuentran hacen su propio mundo, uno mejor enriquecido por las diferencias. También lo viví, Raine, y no soy el único en la familia. De hecho conozco a una joven herrera que se enamoró de un noble…
-¿Y qué pasó, la hizo su amante y la llenó de hijos?¿La dejó cuando descubrió que no era  suficientemente buena para él?- preguntó con acidez. No estaba de buen humor.
-No, de hecho descubrió que él no era suficientemente bueno para ella, así que se hizo un mejor hombre para ella. Y en cuánto a tu primer pregunta espero que mi tío Connor no te escuche porque te mataría por hablar así de  su esposa.
-¿Tus tíos ,eh?.Hay una diferencia que te  olvidas. Algo que lo cambia todo.
-¿Cuál?
- Tanto Connor, como tú podían darle lo que quisieran a sus esposas. Aquí es el caso contrario, no hay nada que yo pueda darle, Blaze. No importa lo que sienta por ella.
-¡Vaya no sabía que se había acabado la prosperidad en las tierras Blackdalion! – exclamó con sorna.
-No es eso, pero no tengo un Castillo para darle, ni riquezas, ni…
-Yo la he visto rechazar castillos y títulos, nunca ha querido nada de eso.
-Pero es lo que merece.
-Merece que la amen , y sinceramente no conozco alguien que lo haga más que tú. He conocido a todos esos hombres  que  buscaban conquistar a mis hermanas, guerreros, nobles, magos… y entre todos ellos nunca conocí a un hombre mejor. Pero…es tu decisión Raine .Aunque si no fueras tú, ya te hubiese matado.
-¿Por acercarme a ella?
-Por alejarte de su lado y hacer que derrame las  lágrimas más tristes del mundo-dijo Blaze y se marchó.
La sola idea de imaginar ser el causante de una sola lágrima de Ariadne, le rompía el corazón a Raine. Ella era una persona apta para la risa y la alegría, el sufrimiento no podía rozar a aquella valiente muchacha, en otra ocasión él hubiese dado su vida por impedir que algo le causara dolor y ahora era él mismo quien la hería. Sin embargo no había otra cosa que pudiera hacer…no se sentía capaz de ir a ella.
Más allá de las palabras de Blaze, él aún conservaba heridas del pasado. Temía herirla y más aún temía salir herido.
No podía olvidar el sufrimiento de su madre, ella había amado a alguien que no debía y se le había roto el corazón. Él lo recordaba, la mirada triste que no podía ocultar con falsas sonrisas, la forma en que miraba al pequeño Daimon como si anhelara algo que ya no estaba a su alcance.
Ariadne era fuerte, él no.


Caleb Blackdalion estaba preocupado, nunca hubiera creído que podría añorar las travesuras de sus hijas, pero así era.
Brianna se había enamorado de un ladrón y andaba suspirando en los rincones por él.
Y Ariadne...ella también estaba sufriendo. Lo peor era que él no podía ayudarlas, porque lo único que les daría consuelo era algo que no aprobaba. No pensaba dejar ir a sus hijas con alguien que no las mereciera.
-Cal...-llamó Fair entrando a la estancia.
-Blaze dice que Ari está así porque se ha enamorado de Raine.- murmuró Caleb mientras reflexionaba que hacer.
-Siempre nos ha gustado Raine – dijo Fair acercándose a su esposo y él le dedicó una mirada que dejaba en claro que ya no le gustaba tanto.
-Es diferente si se trata de mi hija.
-¿Y qué no te gusta de él?
-Es hermano de ese otro, apañó a Ariadne en todas sus tonterías, y ahora la está haciendo sufrir...
-¿Es todo?
-Si me das tiempo, se me van a ocurrir otras cosas – contestó medio gruñendo.
-Caleb, si hubieras podido elegir un marido para ella, ¿qué clase de hombre hubieras elegido? ¿Acaso no hubiera sido alguien como Raine?
-Fair, no estás jugando limpiamente.
-Usualmente no lo hago,  es para equilibrar tu exceso de rectitud – lo provocó ella.
- Tal vez deba elegir a alguien  para ellas.
-Mejor no, no eres muy bueno en esa área, quién sabe que hubieras elegido para ti mismo si  yo no hubiera llegado.
-Caído, mejor dicho, caíste en mis brazos y yo te elegí a ti, así que no puedes cuestionar mi buen gusto.
- Mi versión es un poco diferente, pero mejor lo dejamos así.- dijo ella recordando aquel primer encuentro.
-¿Qué se supone qué haga ahora? – preguntó Caleb a su esposa. Sus hijas lo estaban llevando a la desesperación, debía haber imaginado que causarían problemas aún para enamorarse.
-Caleb Blackdalion, creo que lo que debes hacer es agradecer es que no hayamos tenido otro par de gemelas. Y aún te quedan unos años para Lionysse...podremos tomarnos unas vacaciones después de esto –dijo Fair con su usual sentido del humor.
-¿Lo crees? – preguntó él acercándose y ella le acarició el cabello oscuro y luego la frente para quitarle la expresión de preocupación.
-¡¡Oh, definitivamente!!  Dejaremos que ellos se hagan cargo por un tiempo, si sobreviven son dignos de nuestras hijas.
- Fair...cuesta dejarlas ir.
-Te amo, Cal. Porque eres tú, te amo – dijo ella y eso lo distrajo un buen rato.


Conrad Likaios caminó hacia la joven que estaba sentada en la hierba, iba  descalza como siempre , lo diferente era su actitud y  eso lo inquietaba. Lamentaba que su magia  no pudiera curar corazones heridos.
Se sentó junto a su prima.
-Él nunca me cayó bien, desde el accidente del caballo no se amedrentó ante nosotros, sólo se quedó allí a tu lado. Muy arrogante para mi gusto.
-Conrad, ya basta...-lo interrumpió ella. No se sentía de humor para hablar sobre Raine, ni para recordar.
-Sabes, si quieres puedo convertirlo en rata, el hechizo fracasó con Lys, pero ahora soy más poderoso, no fallaría...
-Conrad,  ni se te ocurra acercarte a él o sabrás de lo que soy capaz – dijo ella poniéndose en pie- ¡Déjame en paz! – le gritó finalmente y su primo sonrió
-¡Eso es! Reacciona, pelea, Ariadne. Tú y Brianna andan rondando como si les hubieran robado el alma..¿Sabes lo preocupados que estamos? Incluso Blaze me pidió que viniera a verte,¿lo imaginas?. Blaze Blackdalion solicitó mi intervención por su propia voluntad..
-¿Tan grave, eh? – preguntó ella recuperando un rastro de humor y volvió a sentarse junto a él.
-Ariadne, puedo ir a hablar con él, lo que tú quieras que haga.
-No quiero que intervengas, ni tú ni nadie.
-Tú siempre te has inmiscuido en los asuntos de los demás, eres experta en ello – le recordó Conrad, ya más tranquilo.
-Pero quiero que se mantengan fuera de los míos...
-Eso  no es muy lógico, tampoco es justo...
-Conrad, ya eres mayor para esa clase de argumentos-  le respondió ella.
-Eres molesta, pero me gustas más así. Tu versión deprimida es insoportable. Creo que si lo quieres tanto deberías ir a buscarlo.
-Conrad, me temo que enamorada soy como cualquier otra, quiero que él venga a mí. Necesito que se de cuenta de lo que siente, necesito saber que soy importante o no tendrá valor.
-¿Y si esperar no resulta? – cuestionó él, haciendo la pregunta que ella se venía repitiendo en los últimos días.
-Entonces pensaré en otro plan, soy buena para eso – respondió y su primo le pasó el brazo por los hombros para reconfortarla. La joven reclinó su cabeza en su hombro, era magnífico tener en quienes apoyarse.


Raine había esperado aquella visita y al mismo tiempo había pensado que nunca sucedería.
Se quedó quieto mirando al hombre que tenía frente a él.
-Hola hermano – dijo Daimon y sus ojos oscuros demostraban que también él estaba nervioso por aquel encuentro.
-¿Volviste por ella?
-Sí, pero también por ti, Raine. Yo, nunca quise herirte.
-Yo no debí dejarte ir, no importa lo que hicieras o dijeras, no debí dejarte ir.
-Fui yo quien te alejó, Raine. Estaba muy enojado entonces. Pero jamás estuve enojado contigo, sólo sentía culpa.
-¿Culpa? – preguntó Raine.
-Si yo no hubiera nacido, tú y mamá serían felices. No la habrías perdido, yo fui quien te la quitó.
-¡Maldito imbécil!, deja de decir tonterías- gritó y le dio un golpe .El golpe que le debió haber dado diez años atrás para evitar que se marchara.
- Si ella no hubiera conocido a ese hombre...-dijo Daimon mientras Raine aún estaba sobre él .
-Tú no la mataste, Daimon, sólo sucedió. Ella te amaba. Lo único que tú me quitaste fue un hermano, lo quiero de vuelta, lo he extrañado mucho...-expresó Raine con todo el dolor que había acumulado.
-Si me sueltas, me encantaría abrazarte – le dijo Daimon y un segundo después se estrecharon con fuerza.
Hablaron, se rieron, se dijeron aquello que habían esperado decir tanto tiempo mientras comían.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer? – preguntó Raine.
-Sí, es mi esposa después de todo.
-Creí que eso era una mentira.
-También yo – le dijo Daimon y sonrió.
-¿Crees que va a funcionar?
-Brianna y yo haremos que funcione , ambos somos testarudos y nos gusta salirnos con la nuestra. Si ella me acepta, no habrá problemas.
-¿Aunque sean de mundos diferentes? – preguntó Raine y Daimon suspiró, aquello lo preocupaba más de lo que quería dar a entender.
-Va a ser difícil , lo sé, pero la amo. Intenté no amarla, pero no puedo. No tengo nada para darle, pero alguien que me encontré en el camino me hizo ver que tal vez mi amor sirva.
-Me gustaría pensar que puede ser así.
-¿Tú dejarás ir a Ariadne?
-No soy quien para retenerla, tú tienes la excusa de ser su esposo, pero  yo recuerdo demasiado bien lo que le sucedió a mamá, el amor no alcanzó. Quisiera tener el coraje para ir por ella, pero creo que puede estar mejor sin mi.
-Lo de nuestra madre no funcionó no porque pertenecieran a mundos diferentes, sino porque él no la amaba lo suficiente. Si de verdad amas a alguien, no es tan fácil dejarla ir, ahora lo sé. Y también sé que puedo ser un mejor hombre para ella.
-Yo no soy adecuado para Ariadne – insistió Raine.
-Probablemente eres más adecuado de lo que yo soy para Brianna. Pero esa no es la cuestión, si estás seguro de lo que haces, adelante, pero pregúntate a ti mismo si estás dispuesto a confiársela a otro hombre. Si crees que alguien puede amarla más que tú, entonces olvídala. Pero si sabes que no es así, estás cometiendo el peor error de tu vida, hermano.
-Tengo algo para ti, espera aquí – dijo Raine cambiando de tema. Unos minutos después volvió con la caja de madera y le dio a Daimon la espada que había forjado para él.
-¿Es para mí?
-Vas a necesitarla si piensas entrar al Castillo, aunque creo que Blaze no te dará tiempo a desenfundarla.
-Es muy hermosa...lirios, tiene lirios.- comentó emocionado pasando los dedos por el elaborado diseño de la empuñadura.
-Sí, la flor favorita de nuestra madre. Ésta es tu espada familiar, es igual a la mía y algún día podrás dársela a tu hijo mayor. Deja el pasado atrás, Daimon.
-También tú deberías – le dijo poniendo una mano en su hombro- Es hermosa, gracias. Ahora debo irme, la he hecho esperar demasiado.
- Espero que todo salga bien- le deseó antes de darle un abrazo y luego lo vio partir rumbo al castillo de los Cerezos dispuesto a ganar el amor de Brianna Blackdalion.


La pregunta que Daimon le había hecho antes de irse  se había convertido en una herida que se profundizaba.
“¿Había alguien capaz de amar a Ariadne Blackdalion más de lo que él lo hacía? ¿Alguien podría conocerla como él?”
A lo largo de los años había observado a los distintos pretendientes de la joven y dudaba que alguno conociera quien era ella en verdad.
La querían por su belleza exterior, pero él  también la amaba por lo que era en su interior. Querían a la joven heredera Blackdalion que era coqueta, encantadora y la perfecta anfitriona en los bailes, él también amaba a la que caminaba descalza en la hierba o paseaba durante las mañanas brumosas.
Amaba a la que simplemente era Ariadne.
Ellos amaban su mirada felina y seductora, a él le gustaba cuando sus ojos verdes brillaban llenos de calidez y diversión.
Él sabía que disfrutaba cabalgando deprisa, que le gustaba practicar esgrima con su padre , jugar juegos de estrategia con su abuelo y molestar a los mellizos Likaios. Sabía que a pesar de que a veces se sentía abrumada por sus cuidados, estaba muy feliz de tener a Blaze como hermano mayor y que se sentía segura cerca de él, a su vez, disfrutaba de ser la hermana mayor de Christopher y Lionysse.
La joven siempre estaba dispuesta a defender a los suyos y tenía tendencia a meterse en problemas. Y eso lo preocupaba y lo atraía en la misma medida.
Enseñaba a los niños  de la aldea con total entrega y responsabilidad, pero también era capaz de quedarse despierta durante tres días para ganar una apuesta a su primo Lysander y luego dormir otros tres días seguidos para recuperar el sueño perdido.
A diferencia de Brianna, a Ariadne le gustaban los rubíes más que las esmeraldas y el color rojo pasión de la piedra se adecuaba a su carácter.
Se resfriaba fácilmente y le gustaban los dulces más de lo que daba a entender su esbelta figura. Era tenaz, honorable y justiciera como su padre y era generosa, risueña e imaginativa como su madre.
Él había observado durante años a los hombres a su alrededor y ninguno era capaz de distinguirla de su hermana gemela, él en cambio nunca la podría confundir. Entre miles y con los ojos cerrados, la reconocería porque sólo ella podía movilizarlo y hacer que le latiera deprisa el corazón, sólo Ari podía iluminar su mundo.
A él le dolía su tristeza, lo lastimaban sus lágrimas y sentía cada herida de la joven como propia.
Y él podía reconocerla porque sabía de memoria cada uno de sus gestos ya que durante años la había observado con atención.
Para él no había nadie como ella ,  Ariadne era única.
No, no existía otro hombre que pudiera amarla como él.
Se dirigió hacia el pequeño cofre que contenía una preciada joya, una que había forjado durante muchos días pensando en una jovencita de ojos color verde y rizos oscuros.


Blaze y Ariadne observaban desde la distancia el reencuentro de Brianna y Daimon.
Era obvio que esos dos se amaban y sus hermanos se alegraban de que por fin se reunieran, aunque Blaze pudiera parecer reticente a aceptarlo, lo había dejado llegar hasta Bri y eso significaba mucho.
Ariadne vio la espada que portaba Daimon colgada en la cintura y se alegró, por lo visto Raine había recuperado a su hermano.
Lo amaba y estaba segura de que el herrero la amaba a ella, había habido muchos hombres cortejándola con promesas vacías por lo que le resultaba fácil distinguir el amor. Nadie la había mirado como Raine lo hacía, nadie la había atesorado  de la manera en que él lo había hecho. Todo lo que ella necesitaba era amor, nadie más podía dárselo, sólo que  era demasiado terco para darse cuenta.
Lo había esperado por días, pero sabía que su estúpido sentido de lo correcto e incorrecto le impedía ir a ella.
Suspiró, después de todo, las mujeres Blackdalion solían tener que actuar en aquellos casos. Su abuela había ido por su abuelo, Kristana había ido hacia Sayen, Elanía había ido a buscar a Jace, y aquella mañana Brianna estaba planeando ir a buscar a Daimon.
Si se trataba del amor el orgullo era innecesario, y ella era de las que peleaban, era parte de su legado. Ya tenía un nuevo plan.
De repente, Ari miró a su hermano y le habló con seriedad.
-Debo irme, te comportarás con ellos, ¿verdad?-le dijo señalando a la pareja y él asintió con un leve gruñido.
-¿Dónde vas? – comenzó a preguntar y luego comprendió.
-¿Está bien, no es así? – le preguntó ella y él  le acarició  la cabeza con cariño.
- Está bien.- reafirmó Blaze con una cálida expresión en sus ojos.
-Gracias, Blaze – dijo  ella  contenta por la aprobación y comenzó a alejarse deprisa.
-¡Ari! ¿no quieres llevar una espada?- le preguntó su hermano con un grito.
-No, de ser necesario siempre hay una al alcance de la mano en el taller – respondió ella y se marchó.

Raine salió de su casa para ir a buscar el caballo. Sintió un leve estremecimiento y al levantar la vista la vio venir por el camino. Llevaba el cabello desordenado y por su apariencia general era obvio que había caminado desde el Castillo hasta allí. Además no parecía haber sido un paseo ameno, Ariadne tenía el aspecto de un animal inquieto que habían liberado y se dirigía a su presa.
Se dirigía a él.
-¿Ariadne? – medio preguntó  cuando la chica llegó a su lado.
-Cásate conmigo.-dijo ella sin más.
-¡¿Qué?! – exclamó sorprendido, una vez más ella acababa con sus planes.
-Te pido que te cases conmigo.- repitió en un tono más calmado.
-Ariadne sabes que…
-Lo único que sé es que si no lo haces le diré a mi padre que estoy embarazada de ti y te obligará. Si logro salvarte de las manos de Blaze.- le dijo amenazante y él contuvo la risa.
-Ari – dijo él con repentina ternura – sabes que eso no es verdad, que no es posible…
-Lo sé, pero pienso valerme de cualquier sucia estrategia que conozca para que te cases conmigo. Voy a obligarte de cualquier manera ¡¡¿Me escuchas?!!. Porque si no lo hago voy a envejecer sola en ese Castillo, voy a morirme de a poco esperándote, sabiendo que te amo y estás cerca, tan cerca y no puedo tenerte  - dijo al borde de las lágrimas- Y todo por tu estúpida idea de que  hay alguien mejor para mí, no hay nadie para mi, nunca lo hubo hasta ti  - dijo ella quedándose sin aliento por la retahíla de cosas que había dicho sin respirar.
-Mi Ariadne – dijo él rodeándola con los brazos, mientras ella lloraba contra su pecho.Tomó la mano de la joven y ella sintió que le deslizaba algo  frío en el dedo.
Cuando su vista se despejó de las lágrimas pudo ver que él le había puesto un hermoso anillo que encajaba perfectamente
-Me queda…- dijo ella observando tontamente el anillo.
-Por supuesto, lo hice para ti. Ahora que tú has hecho la proposición que yo debí hacer, supongo que al menos me dejarás darte un anillo – dijo él y ella lo miró incrédula.
-¿Eso…?-intentó preguntar mirándolo anhelante.
-Eso significa que acepto Ariadne Blackdalion, que te amo con locura y que si no fueses tan impulsiva me hubieras tenido corriendo hoy al Castillo, luchando con cualquiera que se interpusiera en mi camino  para arrodillarme a tus pies y pedirte que seas  mía.
-Pero yo soy tuya, siempre lo fui- dijo la joven y él la abrazó contra sí.
-Y yo tuyo – contestó  antes de besarla y nunca hubo algo más cierto que aquella mutua afirmación.
A

Y esto es todo por ahora...me temo que llevo mucho tiempo sin escribir sobre ellos, trataré de ponerme en carrera de nuevo y escribir la historia de Sean, que siendo el mayor lo dejé para el último. Y quizá alguna de los menores que andan por allí...
Muchas gracias a quienes leyeron y le dieron su amor a mis personajes
















6 comentarios:

  1. muchas gracias, de nuevo... es estado toda la semana esperando por esta historia, desde que lei la de Blaze senti que Raine sentia algo por una de las gemelas. me gusto mucho. muchas gracias ahora a esperar con paciencia la de Sean.

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    1. Muchas gracias por leerlos y que te gustaran! Me alegra que te dieras cuenta de lo de Raine!!! Besos

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  2. No tengo palabras,... Ya me imaginaba a Raine con una de las gemelas jiji, y se me confirmo en el anterior cuento al irse con Ariadne, y ser el hermano de Daimon jiji.
    Muchas gracias, y si te dejamos tiempo para las siguientes historias, pero que no sea muy tarde.
    Besos

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  3. Gracias!!! Por estas hermosas historias, esperare con ansias la proxima. No olvidare estos hermosos personajes y lo mejor es que puedo leerlos cuantas veces quiera o necesite =)... Mis favoritas fueron las historias de Lys y las Gemelas =)

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  4. Gracias!!! Por estas hermosas historias, esperare con ansias la proxima. No olvidare estos hermosos personajes y lo mejor es que puedo leerlos cuantas veces quiera o necesite =)... Mis favoritas fueron las historias de Lys y las Gemelas =)

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  5. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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