lunes, 20 de agosto de 2012

Pequeña Leona 14°




Al día siguiente, al salir del trabajo, Leonora se dirigió a la tienda de Violet a devolver el vestido. Le había preguntado a su jefe si debía mandarlo a la tintorería o algo, pero él había respondido que seguramente ellos se encargarían.
-¿No quieres quedártelo? Puedo comprarlo si lo quieres, se te veía muy bien, Leoncito – le propuso él y ella negó con la cabeza.
-No, igualmente no tengo donde usarlo y el juego de alguien comprándome ropa no me sienta – le respondió y él se encogió de hombros.

Los hombres compran ropa a sus amantes, no a sus secretarias, pensó Leonora mientras entraba a la tienda y tuvo la vaga sensación de que necesitaba aferrarse a aquella afirmación. Necesitaba recordar cuál era su lugar en la vida de Bastian Cavendish, su vida ya era demasiado complicada para empeorarla.
Entró a la tienda y se sintió extraña, como si Cenicienta visitara el salón del baile al día siguiente. Había muchas clientas y algunas le dirigieron miradas bastante ofensivas. Sin embargo su actitud cambió cuando Violet se acercó a recibirla.
-Leonora, ¿qué tal estuvo la fiesta?
-Todo fue muy bien – le respondió con una sonrisa y pensó que había sido cierto, la había pasado bien y se había divertido. No había sido la tortura que había esperado, además la temprana retirada de su Jefe había sido muy oportuna.
-Supongo que todos amaron el vestido...
-Sí, recibió muchos elogios. Aquí lo traje, muchas gracias por prestármelo – dijo y extendió la funda que lo contenía.
-Oh, pero no tienes que devolverlo, es un regalo...
-¿El Sr. Cavendish...?
-No querida, no de Bastian, es un regalo mío. Espero que lo aceptes.
-Se lo agradezco, pero no puedo aceptarlo.
-¿No te gusta? – preguntó la mujer.
-Me encanta...pero...
-Si te encanta, acéptalo. ¿Sabes por qué hago vestidos?- preguntó y Leo negó con la cabeza.
-No..
-Claro que gano dinero vendiendo ropa a mujeres de clase alta, pero en cuanto a los vestidos que yo diseño, me gusta cuando hacen feliz a alguien, cuando transforman a una mujer. Y no me refiero a que la cambien, sino  a cuando sacan a la superficie lo mejor de ella. Un buen vestido puede obrar esa magia, hacer que alguien se sienta segura, bella....me gusta ver cuando pasa, eso sucedió contigo cuando te lo pusiste. Y seré yo quien diga lo que Bastian pensó cuando te vio, estabas deslumbrante. Por eso quiero que te lo quedes, lo digo de verdad – dijo la mujer y Leonora asintió emocionada.
-Gracias, muchas gracias – dijo aferrando la funda contra su pecho. Era muy inusual que le sucedieran cosas buenas, cuando pasaban era como si el sol se le metiera dentro.

Leo se marchó contenta, con el corazón cálido aunque no sabía si era por las palabras de Violet, por el regalo o por lo que la mujer había comentado de Bastian.
Sin embargo al llegar a su casa, supo que el suyo no era el papel de Cenicienta, más bien se parecía a un lastimoso personaje de Dickens. En la entrada la arrendadora la detuvo para reclamarle tres meses de renta atrasada y le dio un aviso de desalojo si no le pagaban en los tres días siguientes.
Leonora trató de convencer a la mujer que le diera más tiempo, pero estaba tan sorprendida que ni siquiera atinaba a ser coherente, aquello era imposible, ella le había dado a su madre el dinero de la renta para que la pagara puntualmente. ¿Cómo habían llegado a aquella situación?
Trató de calmar a su arrendadora, prometiendo que pagaría cuanto antes y luego corrió hacia su casa.
-¿Dónde está mamá? – le preguntó a su hermanita al entrar y la niña señaló el dormitorio. Su madre salía de darse un baño, totalmente relajada y eso la enfadó aún más.
-Leonora, llegaste.
-¿Qué hiciste con el dinero de la renta? – preguntó a su madre y su tono de voz hubiera hecho huir al mismísimo Napoleón, pero la mujer la miró inmutable y aunque sus palabras hablaban de algún rastro de consciencia, Leo no lo creía posible.
-Lo siento…iba a decírtelo. Es que me propusieron un negocio tan bueno..
-¿Y resultó? – preguntó Leo con ironía, no le alcanzaban los dedos para contar las veces que su madre se había embarcado en aquellos negocios buscando ganar dinero rápidamente y que terminaba con desastrosos resultados.
-No..pero , Leo, era una oportunidad muy buena, no podía desaprovecharla…podrías dejar de trabajar y podríamos viajar y…
-Y terminaremos en la calle, quieren desalojarnos…¡ Eres mi madre! ¡¿Cuándo vas a actuar como tal?! – le gritó desbordada.
-Claro que no nos echarán, tienes un trabajo…puedes pedir un adelanto.- dijo con suavidad y Leo sólo salió de la habitación antes de decir algo imperdonable. También salió de la casa y se cruzó con su hermano al que ni siquiera saludó. Estaba harta, harta de tener que cargar con todo, cansada de tener que resolver problemas que ella no causaba. Era muy injusto.
Había un parque cercano, así que sin pensar, fue hasta allí y empezó a correr, necesitaba descargarse de alguna manera antes de explotar.
Cuando le faltó el aliento y el pecho le ardió por el cansancio se sentó y se calmó a sí misma.
Estaba tentada de dejarlos librados a su suerte, tal vez así aprenderían a ser responsables de sí mismos, pero su hermanita menor no tenía culpa alguna, y además ella era incapaz de abandonar a su familia.
“Eres Leonora, saldrás adelante” se dijo aunque no tenía idea de cómo, lo único de lo que estaba segura es que moriría antes de pedirle un adelanto  a Bastian Cavendish.

A la mañana, al salir hacia el trabajo, encontró un nuevo aviso de intimación en la puerta. Lo tomó y lo metió en su cartera. Encontraría una salida, claro que sí.
-¿Leoncito, te sientes bien? – preguntó Bastian y antes de que Leo pudiera reaccionar apoyó la mano en su frente para comprobar que no estuviera afiebrada.
-Sí, muy bien. ¿Y usted? – le preguntó ella pero apenas si había dormido la noche anterior, sabía que tenía ojeras y los ojos hinchados pero al menos resguardaría su orgullo.
-Sí, muy bien.  Pero tú estás rara, no has intentado que trabaje ni me has dirigido ninguna mirada asesina en lo que va de la mañana…
-Puedo remediar eso si es que le preocupa.- contestó ella y para demostrarlo le dirigió su peor mirada.
El humor de Leonora fue empeorando con el correr de las horas, su cabeza estaba ocupada buscando soluciones.
Se fue unos minutos a sacar unas copias y al regresar vio a Bastian husmeando en su cartera. Salió disparada y le arrebató el bolso, no quería que viera el aviso que había guardado allí.
-¿Qué hace? – le preguntó quitándole la cartera bruscamente y él la miró sorprendido.
-Buscaba un apósito para mi dedo, me corté…-dijo y le mostró el dedo con un pequeño corte.
-¿Cómo se cortó? ¿Le duele?
-Con un papel…y ya sabes que estuve anémico, no creo que sea bueno andar perdiendo mi sangre, ¿verdad?
-Ya le doy un apósito, espere …-dijo ella preocupada y revolvió en su cartera. Luego tomó el dedo de Bastian y se dedicó a curarlo.
Estaba inclinada sobre él, así que no pudo ver la forma en que la observaba, estaba serio y había algo indescifrable en sus ojos mientras contemplaba a su preocupada secretaria.

4 comentarios:

  1. Me encantó el cap!!! Es una historia hermosa... no puedo esperar para continuar leyendo!

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  2. Pobre leo, con esa madre y hermano para que quiere mas problemas... buen cap siss

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  3. ¡¡¡Señor, vaya sufrimiento!!!

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  4. que horror pobre leo no faltan los pobremas, y bastian ya esta sospechando

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