Al día siguiente, al salir del trabajo,
Leonora se dirigió a la tienda de Violet a devolver el vestido. Le había
preguntado a su jefe si debía mandarlo a la tintorería o algo, pero él había
respondido que seguramente ellos se encargarían.
-¿No quieres quedártelo? Puedo comprarlo
si lo quieres, se te veía muy bien, Leoncito – le propuso él y ella negó con la
cabeza.
-No, igualmente no tengo donde usarlo y
el juego de alguien comprándome ropa no me sienta – le respondió y él se
encogió de hombros.
Los hombres compran ropa a sus amantes,
no a sus secretarias, pensó Leonora mientras entraba a la tienda y tuvo la vaga
sensación de que necesitaba aferrarse a aquella afirmación. Necesitaba recordar
cuál era su lugar en la vida de Bastian Cavendish, su vida ya era demasiado
complicada para empeorarla.
Entró a la tienda y se sintió extraña,
como si Cenicienta visitara el salón del baile al día siguiente. Había muchas
clientas y algunas le dirigieron miradas bastante ofensivas. Sin embargo su
actitud cambió cuando Violet se acercó a recibirla.
-Leonora, ¿qué tal estuvo la fiesta?
-Todo fue muy bien – le respondió con
una sonrisa y pensó que había sido cierto, la había pasado bien y se había
divertido. No había sido la tortura que había esperado, además la temprana
retirada de su Jefe había sido muy oportuna.
-Supongo que todos amaron el vestido...
-Sí, recibió muchos elogios. Aquí lo
traje, muchas gracias por prestármelo – dijo y extendió la funda que lo
contenía.
-Oh, pero no tienes que devolverlo, es
un regalo...
-¿El Sr. Cavendish...?
-No querida, no de Bastian, es un regalo
mío. Espero que lo aceptes.
-Se lo agradezco, pero no puedo
aceptarlo.
-¿No te gusta? – preguntó la mujer.
-Me encanta...pero...
-Si te encanta, acéptalo. ¿Sabes por qué
hago vestidos?- preguntó y Leo negó con la cabeza.
-No..
-Claro que gano dinero vendiendo ropa a
mujeres de clase alta, pero en cuanto a los vestidos que yo diseño, me gusta
cuando hacen feliz a alguien, cuando transforman a una mujer. Y no me refiero a
que la cambien, sino a cuando sacan a la
superficie lo mejor de ella. Un buen vestido puede obrar esa magia, hacer que
alguien se sienta segura, bella....me gusta ver cuando pasa, eso sucedió
contigo cuando te lo pusiste. Y seré yo quien diga lo que Bastian pensó cuando
te vio, estabas deslumbrante. Por eso quiero que te lo quedes, lo digo de verdad
– dijo la mujer y Leonora asintió emocionada.
-Gracias, muchas gracias – dijo
aferrando la funda contra su pecho. Era muy inusual que le sucedieran cosas
buenas, cuando pasaban era como si el sol se le metiera dentro.
Leo se marchó contenta, con el corazón
cálido aunque no sabía si era por las palabras de Violet, por el regalo o por
lo que la mujer había comentado de Bastian.
Sin embargo al llegar a su casa, supo
que el suyo no era el papel de Cenicienta, más bien se parecía a un lastimoso
personaje de Dickens. En la entrada la arrendadora la detuvo para reclamarle
tres meses de renta atrasada y le dio un aviso de desalojo si no le pagaban en
los tres días siguientes.
Leonora trató de convencer a la mujer
que le diera más tiempo, pero estaba tan sorprendida que ni siquiera atinaba a
ser coherente, aquello era imposible, ella le había dado a su madre el dinero
de la renta para que la pagara puntualmente. ¿Cómo habían llegado a aquella
situación?
Trató de calmar a su arrendadora,
prometiendo que pagaría cuanto antes y luego corrió hacia su casa.
-¿Dónde está mamá? – le preguntó a su
hermanita al entrar y la niña señaló el dormitorio. Su madre salía de darse un
baño, totalmente relajada y eso la enfadó aún más.
-Leonora, llegaste.
-¿Qué hiciste con el dinero de la renta?
– preguntó a su madre y su tono de voz hubiera hecho huir al mismísimo
Napoleón, pero la mujer la miró inmutable y aunque sus palabras hablaban de
algún rastro de consciencia, Leo no lo creía posible.
-Lo siento…iba a decírtelo. Es que me propusieron
un negocio tan bueno..
-¿Y resultó? – preguntó Leo con ironía,
no le alcanzaban los dedos para contar las veces que su madre se había
embarcado en aquellos negocios buscando ganar dinero rápidamente y que
terminaba con desastrosos resultados.
-No..pero , Leo, era una oportunidad muy
buena, no podía desaprovecharla…podrías dejar de trabajar y podríamos viajar y…
-Y terminaremos en la calle, quieren
desalojarnos…¡ Eres mi madre! ¡¿Cuándo vas a actuar como tal?! – le gritó
desbordada.
-Claro que no nos echarán, tienes un
trabajo…puedes pedir un adelanto.- dijo con suavidad y Leo sólo salió de la
habitación antes de decir algo imperdonable. También salió de la casa y se
cruzó con su hermano al que ni siquiera saludó. Estaba harta, harta de tener
que cargar con todo, cansada de tener que resolver problemas que ella no
causaba. Era muy injusto.
Había un parque cercano, así que sin
pensar, fue hasta allí y empezó a correr, necesitaba descargarse de alguna
manera antes de explotar.
Cuando le faltó el aliento y el pecho le
ardió por el cansancio se sentó y se calmó a sí misma.
Estaba tentada de dejarlos librados a su
suerte, tal vez así aprenderían a ser responsables de sí mismos, pero su
hermanita menor no tenía culpa alguna, y además ella era incapaz de abandonar a
su familia.
“Eres Leonora, saldrás adelante” se dijo
aunque no tenía idea de cómo, lo único de lo que estaba segura es que moriría
antes de pedirle un adelanto a Bastian
Cavendish.
A la mañana, al salir hacia el trabajo,
encontró un nuevo aviso de intimación en la puerta. Lo tomó y lo metió en su
cartera. Encontraría una salida, claro que sí.
-¿Leoncito, te sientes bien? – preguntó
Bastian y antes de que Leo pudiera reaccionar apoyó la mano en su frente para
comprobar que no estuviera afiebrada.
-Sí, muy bien. ¿Y usted? – le preguntó
ella pero apenas si había dormido la noche anterior, sabía que tenía ojeras y
los ojos hinchados pero al menos resguardaría su orgullo.
-Sí, muy bien. Pero tú estás rara, no has intentado que
trabaje ni me has dirigido ninguna mirada asesina en lo que va de la mañana…
-Puedo remediar eso si es que le
preocupa.- contestó ella y para demostrarlo le dirigió su peor mirada.
El humor de Leonora fue empeorando con
el correr de las horas, su cabeza estaba ocupada buscando soluciones.
Se fue unos minutos a sacar unas copias
y al regresar vio a Bastian husmeando en su cartera. Salió disparada y le
arrebató el bolso, no quería que viera el aviso que había guardado allí.
-¿Qué hace? – le preguntó quitándole la
cartera bruscamente y él la miró sorprendido.
-Buscaba un apósito para mi dedo, me
corté…-dijo y le mostró el dedo con un pequeño corte.
-¿Cómo se cortó? ¿Le duele?
-Con un papel…y ya sabes que estuve anémico,
no creo que sea bueno andar perdiendo mi sangre, ¿verdad?
-Ya le doy un apósito, espere …-dijo
ella preocupada y revolvió en su cartera. Luego tomó el dedo de Bastian y se
dedicó a curarlo.
Estaba inclinada sobre él, así que no
pudo ver la forma en que la observaba, estaba serio y había algo indescifrable
en sus ojos mientras contemplaba a su preocupada secretaria.
Me encantó el cap!!! Es una historia hermosa... no puedo esperar para continuar leyendo!
ResponderEliminarPobre leo, con esa madre y hermano para que quiere mas problemas... buen cap siss
ResponderEliminar¡¡¡Señor, vaya sufrimiento!!!
ResponderEliminarque horror pobre leo no faltan los pobremas, y bastian ya esta sospechando
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