lunes, 27 de agosto de 2012

Deberes De Princesa 3

“Nuevamente en el edificio Saphire”
No estaba haciendo nada importante, cuando unos golpes en la puerta de su despacho hicieron que se sentara de forma correcta en su sillón, y tras carraspear un poco, diera paso a quien estuviera al otro lado. Frunció un poco el ceño, al ver que nuevamente se trataba de la ayudante de François.
-Dime Marie ¿Qué puedo hacer por ti? –Preguntó extrañado.
-Nuevamente tenemos visita de la casa real señor –Informó con una inclinación de cabeza.
-¿Se trata de la princesa Enora nuevamente? –Alzó una ceja divertido ante la impaciencia de la joven.

-No, señor –Lo miró al rostro-. Se trata de la heredera al trono –Kénan se inclinó hacia delante en el sillón-. Y pide hablar con usted.

-Bien –Sonrió-. Conducirla aquí y pide ya algún entremés a la cafetería de enfrente.
-Sí, señor –Se inclinó nuevamente, para salir de allí tras cerrar la puerta con gran suavidad.
Jacqueline se hallaba allí y pedía hablar con él. Realmente se hallaba más que intrigado, pues desde que se casaron aquella noche. Que no le había hablado nunca, aunque se hubieran cruzado en muchas galas benéficas. Si mal no recordaba, las últimas palabras que había escuchado de ella hacia él, habían sido un par de insultos al enterarse que sí estaban casados.
Nuevamente unos golpes en la puerta lo alejaron de sus pensamientos. Para poder observar como la propia Jacqueline abría la puerta, sin esperar permiso de él y despachaba a Marie con cierta elegancia. Después, cerraba la puerta tras de sí con un golpe seco y lo miraba con ojos furibundos.
-Eres un maldito cerdo asaltacunas –Habló primero ella, quedándose de pie aún al lado de la puerta.
-Vaya… -Sonrió Kénan, reclinándose en su sillón y mirándola de arriba abajo-. Yo también me alegro mucho de verte, te veo muy bien mí querida esposa –Dijo con gran burla, sabiendo que aún la enfadaría más, al recordarle su estado civil.
-Vete al infierno, Kénan Saphire –Respondió cruzándose de brazos.
-Quien te dice, que no llevó unos años en él –Habló con cierto sarcasmo-. ¿Te apetece sentarte? –Señaló con su mano la silla de enfrente su escritorio-. ¿Oh solo venías de paso a insultarme por algo que aún no se?
-Conmigo no te hagas el tonto –Dio dos pasos hacia el escritorio-. Solo vengo advertirte.
-¿Advertirme? –Juntó las cejas.
-Aléjate de mi hermana Harmonie –Ordenó-. No le metas pájaros en su inocente cabeza.
-¿Harmonie? –Repitió en voz débil, pero mostrando una sonrisa veloz al comprender que Enora, también iba por su camino-. Creo que ya es toda una mujer y bella. No tienes que ir protegiéndola.
-Tú, aléjate de ella –Volvió a repetir en un gruñido y acercándose hasta el escritorio y apoyar allí sus manos.
-Lo que me estas pidiendo, es un poco de idiotas –Se alzó de hombros divertido-. Tu hermana, es una mujer madura que puede decidir perfectamente de quien ser amiga. Al menos, puedo asegurarte que por el momento, que me parece más simpática y divertida que tú. ¿Cuándo fue la última vez que saliste a divertirte?
-No creo que el significado de esa palabra lo tengamos por igual tu y yo –Respondió con tono hipócrita.
-Lo que yo creo –Dijo serio-, es que tus padres te quitaron el verdadero significado d ello, cuando te describieron tus deberes como futura monarca de Mónaco.
-No metas a mis padres en esto –Señaló entre dientes-. Y recuerda lo que eh venido advertirte. Deja tranquila a mi hermana, no le creas falsas esperanzas, sino…
-¿Me estas amenazando, mi princesa de hielo? –Se burló utilizando el viejo mote, con el que siempre se había referido a ella-. Para tu información, veo a Harmonie como una amiga –Hizo una mueca divertido-. Es más, te recuerdo que se trata de mi cuñada. Y también que no estas en pie de soltarme una amenaza como esa Jacqui. ¿Acaso quieres que tus padres averigüen que ya tienen un yerno? –La miró a los ojos.
-Imbécil –Insultó furiosa al saber que tenía todas las de perder. Se enderezó y caminó hacia la puerta-. Espero que sea cierto, eso que has dicho de ella.
-¿Huyes princesa? –rió divertido-. ¿No crees que deberíamos de mantener una charla?
-Cuando lo crea conveniente –alzó la barbilla desafiante.
-Yo solo te advierto –Le guiñó un ojo-. Puede que después, yo me halle un poco ocupado –Se cruzó de brazos divertido.
-Ya hablaremos –Masculló con rabia, antes de salir de allí dando un fuerte portazo.
-Marie –Dijo presionando el intercomunicador-. Quedaos para vosotros lo de la cafetería. Pero dile a Margot, que localice a mi hermana Norah, por favor. Gracias… -Colgó con una sonrisa marcada en el rostro. Sí, ya había llegado el momento definitivamente.

“Dos días después, llegado el fin de semana”
Eran las siete de la tarde del viernes, cuando llegaba a casa de sus padres. Había sido un día muy aburrido, sin apenas trabajo que hacer al hallarse a las puertas del fin de semana a finales del mes de Julio. Todo el mundo terminaba su jornada laboral al mediodía. De modo, que prácticamente se quedaba sola en el edificio. Los que aún rondaban por ahí, eran gente solitaria sin familia que les daba igual llegar bien entrada la noche, pues no les esperaba nadie en casa.
Aquello, era otro punto negativo que le ponía al ser princesa. No podía independizarse. Hasta que se casara, tenía que vivir en aquella fortaleza. Y lo peor aún, que en el día de mañana. Lo mas seguro que le tocara volver a vivir allí al ocupar su lugar en el trono. Pensó con gran fastidio, subiendo las escaleras para ir a darse una ducha fresca. Después, miraría de llamar a su prima Paulette o Norah, por si querían ir al cine aquella noche. No quería verse aún encerrada allí.
-¿Jacqueline, puedo pasar? –Pidió Enora entre abriendo la puerta del baño lo justo para meter la cabeza.
-Pasa –Se alzó de hombros dentro de la ducha-. Tú dirás.
-Es un recordatorio de mamá –Dijo sentándose en uno de los bancos de madera que había allí-. Mañana hay que asistir pro la noche a una cena en el museo de…
-¡Mierda! –Masculló aclarándose la espuma del cuerpo-. Ya me acuerdo, Enora.
-¿Irás de compras? –Preguntó con interés su hermana pequeña.
-Aún no lo se –Salió de la ducha, envuelta en una enorme toalla-. Después más tarde lo decidiré. ¿Por qué? –Alzó una ceja extrañada.
-Por nada –Se puso en pie de forma desinteresada-. Por si a lo mejor también iba yo.
-UHM… Ya te lo diré después –Comenzó a desenredarse el cabello.
-Aunque el otro día me compré un par de vestidos –Dijo pensativa-. Se los enseñaré a mamá, por si le parecen adecuados. Aún así, dime algo –Sonrió caminando hacia la puerta-. Hasta luego en la cena.
-OH, Enora –Se giró hacia ella quitándose la toalla alrededor de su cuerpo-. Dile a mamá, que es más que posible que cene fuera. Voy a ir al cine esta noche…
-Vale… -Sonrió con un brillo especial, saliendo de allí apresurada.

Una hora después, se acercaba a la plaza donde había quedado con Norah para ir al cine. Cuando al llegar junto a su amiga, se quedó clavada en el sitio. ¿Qué diantres hacia allí Kénan? Iba a dar media vuelta, cuando fue demasiado tarde.
-¡Jacqui, estamos aquí! –Exclamó su amiga a tres metros de ella entre todo aquel gentío que también iba al cine.
Ahora lo veía claro, pensó con fastidio. Aunque no culpaba a su amiga. Allí en compañía de Kénan, se hallaba Pierre el amigo de su hermano. Y el chico, que Norah había amado en secreto a los dieciocho años. Seguro que el apuntarse a la sesión de cine había sido cosa de Kénan… Lo de fastidiar se le daba muy bien.
-Hola –Saludó con un beso a su amiga y a Pierre, dejando un gesto de cabeza para Kénan, quien sonrió levemente por ello-. ¿Qué coincidencia el encontraos aquí?
-Sí –Sonrió un poco nerviosa Norah-, van también al cine –No se atrevió a mirarla más de dos segundos a la cara-. Y les pedí que se unieran con nosotras dos ¿No? –ahora si que la miró con cierta súplica.
-Claro –Mostró una sonrisa forzada, cuando en verdad moría por dar un par de gritos a pleno pulmón.
-Hemos decidido ir a cenar primero –Informó Pierre-. Para ir a la sesión más tranquila. ¿Qué te parece?
-Bien pensado –Se alzó de hombros-. Por mí no hay problema. ¿Y donde habíais pensado cenar?
Fue rápido de decidir. Todos estuvieron de acuerdo en ir a un bar cercano, en donde hacían las mejores hamburguesas. Pero estaba segura que aquella noche no iba a saberle tan sabrosa, al tener de compañía a Kénan. Quien por cierto, no paraba de sonreír y escribir mensajes en su móvil. Después la pillaba mirándolo con cara de pocos amigos y aún le sonreía más. Y con ello, su corazón daba unas pocas pulsaciones veloces. ¿Qué demonios significaba aquello? No podía ser posible, que después de todos esos años el maldito guaperas, aún siguiera poniéndola nerviosa. Por favor, que ya no era ninguna jovencita de dieciocho años… Bueno, seguía siendo igual de inocente que por aquella época en relación a los chicos. Pero eso, él no tenía porque saberlo.
Nadie, ni siquiera Norah o Paulette debían saber de sus sentimientos verdaderos y contradictorios pro Kénan. ¿Qué le dirían aquellas dos si supieran que su corazón latía desde hacía siete años por su marido? Que había sido una idiota por no hacer nada. Simplemente a mostrarle empatía desde un principio.
¿Qué demonios querían? Recién estrenaba su derecho a votar como adulta, y acababa de ingresar en su primer año de universidad. Era muy observada por muchos al pertenecer a la casa real. Y lo que menos le convenía, era tener un romance con Kénan. Uno de los chicos más atractivos del campus… Y ligón, hasta aquel día.
Por ello, siempre había tratado de estar lejos de él o alejarlo de ella. Todo le fue bien, mostrándole siempre un lado nada positivo al hombre. Lo pasó mal, cuando al descubrir que su compañera de dormitorio era su hermana. Pero acabó convirteindose en su mejor amiga, junto con su prima Paulette. Por lo tanto, sus encuentros eran bastante seguidos… Pero donde lo remató, fue en aquel viaje. Allí lo único que hizo, fue unirse de por vida a él de la manera más tonta posible.
¿Qué habían hecho para solucionarlo? Nada. La verdad, es que tras esos siete años transcurridos, ninguno de los dos había dado pie a buscar una solución. También había que recalcar, que no era algo fácil de hacer… Pero presentía que ya había llegado el momento de hacer algo. En aquellos días, era la diana de sus hermanas. Y si que era cierto, que ya mismo comenzarían a esperar una señal de su interés por algún hombre, para que éste la apoyara en el reinado. Y sería terrible, si sus padres o el pueblo supieran que ya estaba casada. Y nada menos que con Kénan Saphire… El mayor proveedor de joyas y diamantes de Europa. Un hombre rico, serio para los negocios… Alguien que el pueblo de Mónaco quería también mucho por sus aportaciones a la comunidad.
-¡Hola, que coincidencia! –Exclamó Harmonie, pareciendo junto a ellos justo cuando les servían las bebidas.
 ¿Qué hacía su hermana allí? ¿OH no! Seguro que tras Kénan.

4 comentarios:

  1. Esto se va poner super interesante...wiii

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  2. Jajaj... trampas y más trampas, pobre princesa...VE CON TU MARIDO Y YA!!! que una no encuentra hombres así , solo en las novelas...o si no ya sabes, hay lista de espera pro estos lados

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  3. TIENES RAZON NATA UNA EN LISTA DE ESPERA Y JAQUI DESPRECIANDO EL QUE TIENE. QUE LO PRESTEEEE!!!! JAJAJA

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  4. Pero vamos haber!!!!!!!

    Soys todas una roba protagonista!!!!!! Dejad de pedir y pedir y salid a buscarlos a la calle!!!! jejejejejje

    Muchos besos a todas!!!! Ya va llegando el final de msi vacacinoes!!!!

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