“Al día siguiente en el edificio Saphire”.
Revisaba los datos de aquel último trimestre, cuando unos golpes en la puerta lo interrumpieron. Era la ayudante del encargado de la tienda, un poco nerviosa.
-Señor –inclinó la cabeza-, me envía François, para comunicarle la llegada a la tienda de un miembro de la realeza de Mónaco.
-¿Sabes exactamente de quién?-. Preguntó prestando sumo interés.
-Una de las princesas, señor –Respondió azorada al hallarse ante la presencia imponente de su atractivo jefe.
-Bien –Se puso en pie, para alzar el teléfono y marcar una extensión en el aparato-. Avísele a François que lleve a la princesa a la sala azul, enseguida estoy abajo –Colgó el auricular con mirada perdida-. Muchas gracias Marie –Alzó la mirada hacia la joven dependienta y le mostró una sonrisa amable-. Puedes volver a tu puesto.
-Sí, señor –Sonrió con timidez, para retirarse veloz de allí.
Una vez que volvía a estar solo en su despacho, pudo soltar el aire contenido en sus pulmones, cuando había escuchado nombrar a la familia real. ¿Sería ella o alguna de sus hermanas mellizas? Pero tenía que ser ella, si mal no recordaba las princesas menores iban casi siempre juntas a todos sitios.
¿Habría llegado el momento de la charla? ¿Venía a buscar la disolución de aquel matrimonio? Entonces, aquello significaba que su preciosa esposa había encontrado a su príncipe y acudía allí, para buscar un diamante para la feliz ocasión y de paso, pedirle que implantara su firma en unos documentos escritos por el abogado de la familia real. Y si se negaba… ¿Qué es lo que podían hacerle? ¿Estarían enterados ya sus padres del estado civil de su hija mayor, heredera de la corona?
Dudaba de todas aquellas suposiciones, pensó un tanto sonriente dirigiéndose hacia el ascensor para acudir a la sala azul. Si su querida esposa estuviera verdaderamente saliendo con alguien, su hermana Norah, intima amiga de ésta se lo habría comunicado… Ya había dejado pasar mucho tiempo. Tenía veinte y nueve años, era un buen momento de su vida para comenzar con el ataque. Se dijo completamente animado, saliendo en la planta donde se hallaba el despacho azul.
Cuatro pasos y se posicionó delante de la puerta, en donde con movimiento decidido la abrió sin avisar antes de su presencia, para llevarse una desilusión al hallarse allí una de las mellizas. Había esperado demasiado a que Jacqueline se atreviera aparecer por allí.
-Su alteza –Saludó acercándose a la joven con la intención de besarle la mano.
-Kénan, somos muy conocidos para toda esa parafernalia cuando estamos solos –Rió la joven, poniéndose de puntillas y darle un beso en la mejilla.
-Dime Enora –Sonrió sentándose en el sillón de enfrente-. Que puede hacer la casa Saphire por ti.
-En realidad, esto no es una visita comercial –Confesó la chica.
-Vaya –Alzó una ceja-, conociéndote bien creo que tienes algo importante que decirme.
-Bueno, más bien vengo a sonsacarte cierta información que para mí es de vital importancia –Confesó sonriendo un poco, ante el ceño fruncido del hombre.
-Tú dirás –Juntó las palmas bajo su barbilla-. Si esta en mi poder el ayudarte, sabes que será un placer. ¿Pero te apetece antes, que pida algo para picar?
-Como quieras –Se alzó de hombros-, no se si vamos a estar mucho rato. Todo depende de tu colaboración.
-Me tienes muy intrigado –Señaló alzando el auricular y pidiendo que les llevaran algo-. Pide esa información.
-Me hallo realmente muy desesperada –Resopló-. Sabes de mi relación con Damián –El hombre asintió con la cabeza-. Queremos dar el paso. Sabemos que estamos preparados para ello. Nos amamos –Se llevó una mano al pecho-. Pero no podemos, debido a que soy princesa –Soltó con un resoplo más fuerte y tono amargo-. En realidad, el que sea una princesa no es el problema. Lo es, el puñetero protocolo que debe de seguir una princesa. Debido a todos sus toques manejes, por así decirlo –Volteó los ojos al techo-. No podemos casarnos hasta que primero lo haga la heredera al trono.
-Ya veo –Sonrió Kénan-. Lo que no veo, es que pinto yo en toda ésta historia –Señaló con aire inocente ¿Era posible, que por alguna razón la joven se hubiera enterado de la verdad?
-Muy sencillo… -Unos golpes en la puerta la interrumpieron.
-Adelante –Ordenó él en tono serio-. Puede dejarlo a un lado, que ya me encargo yo de servirlo –Comunicó al joven que traía una bandeja con un pequeño tentempié-. Muchas gracias.
-Creo, que tu puedes saber vez algo de mi hermana Jacqueline de su época universitaria –Volvió hablar cuando se quedaron a solas.
-Como no me concretes un poco más –Pidió al tiempo que se ponía en pie y servía el café-. ¿Leche? –Alzó una jarra blanca de porcelana.
-Sí, por favor. Con dos de azúcar –Indicó-. Te voy a ser sincera. Quiero saber el por qué mi hermana, no mantiene ninguna relación a día de hoy. Es una mujer muy bella… ¡Pero ni sale, ni ha salido con ningún hombre! –Marcó frustrada, sin apreciar el brillo divertido en la mirada de él-. Mi hermana y yo, no sabemos qué mas hacer. No hemos parado de ponerle en sus narices a atractivos hombres, para que ni siquiera los mirase por un momento… Dice como excusa, que aún es joven para casarse –Soltó en un gruñido-. ¿Tú recuerdas si en la universidad ella salió con alguien?
-Solo coincidimos en mi último año –Dijo.
-¿Pero la viste salir con algún chico? –Preguntó un tanto desesperada-. Quiero saber si tal vez por aquella época, alguien le pudo romper el corazón.
-¿Has tratado de hablar con ella? –Alzó una ceja divertido.
-Por supuesto –Volvió a resoplar-, y lo único que logro es toparme con la señorita rotenmeier –Rió-. Argumenta que no me preocupe de eso, que tengo cosas más importantes, como mi carrera.
-Y en ese punto, tiene algo de razón –Se alzó de hombros él.
-¡No seas igual que ella! –Acusó exasperada-. Me quedan dos años para acabar la carrera. Se perfectamente, que sino le meto prisa ahora, en todo ese tiempo seguiremos igual que ahora. No quiero casarme cerca de los treinta. Quiero tener mi primer hijo antes de esa edad –Confesó con un brillo de esperanza en los ojos.
-Comprendo tu deseo Enora –Se quedó un momento pensativo-. Pero también deberías pensar en los de tu hermana.
-Casarse después de los treinta, como están haciendo en la actualidad muchas princesas europeas –Suspiró con los hombros hundidos-. Bueno, no me queda más remedio que intentar que se enamore de alguno de los candidatos que le pongo por delante.
-Siento no poder ayudarte –Rió-. ¿Una curiosidad, cuantos llevas ya?
-Más de quince –Volvió a suspirar-. Son todos hombres jóvenes y atractivos, adecuados para estar a su lado en el reinado –Lo miró con curiosidad-. Kénan, tal vez… -Se calló un segundo-. Déjalo, que tonta que soy –Rió pro lo bajo levantándose del sillón.
-Ya voy pensando en sentar la cabeza –Rió, logrando que la joven tuviera un brillo de esperanza-, Y no niego, que tu hermana resulta una mujer muy bella e interesante.
-OH… -Reprimía las ganas de llorar por lo que sus oídos escuchaban.
-Puede que tu y yo, hablemos bastante en los días venideros –Le guiñó un ojo abriéndole la puerta-. Pero no te hagas muchas ilusiones –Suspiró-. Digamos, que tu hermana y yo tenemos una relación un tanto especial y delicada.
-Pero que tonta eh sido –Rió-. Como no pudimos pensar en ti –Se mordió el labio un tanto nerviosa, por la vuelta que había tenido su visita-. Mi hermana, tendría que ser tonta para no admitir lo buen partido que eres. Guapísimo, divertido, serio, buen amante según se dice pro ahí… -Rió coqueta.
-Alto, alto… -alzó las manos al aire soltando una carcajada-. Vete a casa, y por el momento espera mi llamada.
-MMM… Vale –Aceptó feliz, acercándose para darle un beso en la mejilla por segunda vez-. Sabía que podía confiar en ti. Adiós.
-Adiós –Se despidió de su cuñada muy animado.
Aquella noche, estaba sentada en la terraza junto a su madre. Cuando la tranquilidad fue interrumpida por la llegada de sus dos hermanas. Las miró pro encima de las gafas de leer un tanto seria, para que comprendieran qu aún se hallaba enfadada con ellas.
-Hola mamá –Saludaron su madre dándole un beso en cada mejilla.
-Hola chicas –Sonrió, dejando a un lado la revista que estaba ojeando-. ¿Ya habéis cenado?
-Sí –Respondió Enora, tomando asiento al lado de Jacqueline-. No estarás echando un vistazo a las fichas que te dimos el otro día –Señaló con cierta picardía en la voz.
-Enora –La reprendió Emmanuelle-. No empecéis una trifulca nuevamente.
-Lo siento mamá –Se disculpó-, pero no habíamos acabado con esa trifulca –Retó a su hermana mayor con la mirada, quien se acababa de quitar las gafas-. Simplemente, la vamos interrumpiendo.
-Pues por qué no la interrumpís hasta pasado un par de años –Demandó con tono serio-. Hasta que no tengáis el cerebro lleno de nubes… Creerme que nos haréis un favor a todos –Resopló.
-Así que según tu –Volvió hablar Enora-. Enamorarse es tener la cabeza llena de nubes –Rió-. Pues ten mucho cuidado no te contagies. Harmonie parece ser que se está enamorando…
-¡OH! –La miró su madre con gran interés, mientras que Jacqueline lo hacia con gran fastidio-. ¿Lo conozco tesoro?
-Sí –Rió la joven-. Pero aún es muy pronto –Simuló estar nerviosa por sus nuevos sentimientos-. No se bien lo que siento por él.
-Diles quien es… -Empujó Enora, sin dejar de mirar a su hermana mayor.
-Todos lo conocemos, es solo que hoy lo vi de diferente forma… Kénan Saphire –Soltó con tono emocionado.
-¡OH! –La miró su madre.
-¡Qué! –Se puso en pie Jacqueline-. ¿Me estas tomando el pelo, verdad?
-Jacqueline, hija… -La miró su madre sorprendida por su reacción.
-No mamá –Se cruzó de brazos la mujer-. Si tú no lo dices, lo haré yo… ¡Estas loca! ¿En qué demonios estas pensando? No puedes enamorarte de ese hombre.
-¿Ese hombre? –Frunció Emmanuelle el ceño-. Modera tus palabras jovencita. Es amigo de la familia y te recuerdo, que una celebridad también muy importante en el mundo. Y además, su hermana es tú íntima amiga.
-Por eso mismo, ella es muy joven para él y además, Kénan… -Apretó los puños-. Da igual, paso de discutir tontamente. Harán lo que ellas quieran –Cogió sus papeles y se marchó al interior de la casa.
Por un momento, hasta que la chica no hubo desaparecido bien seguro al interior de la casa, las tres que estaban afuera habían mantenido absoluto silencio. Después, las mellizas habían reído extasiadas en un choque de palmas, dejando a su madre un tanto confundida.
-Muy bien –Soltó el aire contenido-. ¿Me podéis decir, qué demonios habéis hecho ya?
-Simplemente, seguir con un nuevo plan –Rió Enora.
-Aún sigo sin comprender nada –Dejó la revista a un lado y se cruzó de brazos-. ¿Y es cierto tu enamoramiento con Kénan?
-No –Le guiñó un ojo totalmente risueña su hija Harmonie.
-Me da miedo preguntar -Titubeó la mujer mayor.
-No lo tengas mama –Susurró Enora-. Ésta vez, todo va a ir muy bien –Exhaló aire feliz-. No estamos solas en nuestro plan… Hoy fui hacer una visita a Kénan, y descubrí un interés del hombre hacia nuestra hermana mayor. Solo hay que esperar un poco… ¡Hay! –Se quejó cuando su madre dobló en tubo la revista y le dio con ella en la cabeza.
-¿Por qué hiciste eso? –Se refregó en la cabeza.
-¡Porque estáis tontas! –Se puso en pie-. Acaso no os habéis fijado nunca, que vuestra hermana jamás se acerca a Kénan en ningún acto que coincidan. Digamos, que entre ellos no hay muy buenas vibraciones.
-¿Y no puede ser, porque mi hermana se siente atraída hacia él? –Señaló Enora pensativa.- Piénsalo bien, mamá. Jacqui, muestra ese carácter hacia él, porque digamos que es el único que puede lograr distraerla de sus funciones empresariales.
-¿Y no podría ser tal vez, porque hubo una época que cada día tenía una mujer en su cama? –Alzó Emmanuelle una ceja inquisitiva.
-Eso, lo han dicho las revistas –Habló Harmonie.- Recuerda la cantidad de novios que me han adjudicado a mí –suspiró-. Y eran todos amigos, que yo pedía que me acompañaran a celebraciones. Si aún soy virgen –Marcó con pesar.
-¡Harmonie! –La reprendió su madre-. Recuerda quien eres, no puedes hablar de esas cosas con tanta facilidad.
-Mamá –Se puso en pie Enora, para cogerla del brazo con cariño-. ¿No me digas, que no te gusta Kénan como futuro rey de Mónaco? –La mujer sonrió soñadora-. Es perfecto, lo tiene todo. Incluyendo el interés de intentar llegar a Jacqui. De modo, que no digas nada y dejemos pasar los días. Yo confío en él, es un hombre que consigue todo lo que se propone.
-Ojala –suspiró soñadora Emmanuelle.
BIEN!! Ya quería más me mordía las uñas, hacía trampa...lo que fuera...
ResponderEliminarMe encanta él, es perfecto para ella y ya están casados, quédatelo chica. Y sus hermanas son tremendas....
ME ENCANTA ESTA HISTORIA...mucho mucho de verdad.
Te puedo decir algo...¡¿MÁS?!
Esto se llama dejar la miel en los labios.... jajaja
ResponderEliminarSI YA ESTABA ESPERANDO OTRO CAPITULO DE ESTA NOVE, ME ENCANTA Y TAMBIEN EL PROTAGONISTA JAJAJA
ResponderEliminarEsta claro, es para ella jajaja. Pero si no lo quiere que me lo pase jajaja
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